Categoría: CLAVE 1 (OPERACIÓN RESCATE)

CLAVE I (OPERACIÓN RESCATE) Y VI


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*                                 *                                 *

 

Al día siguiente desmonta la tienda de campaña y cargando la mochila a la espalda inicia el regreso. La recapitulación de la noche sigue presente pero se va atenuando poco a poco para acabar en el olvido absoluto, así está establecido. Pero antes un vago y confuso recuerdo regresa a él. Aún hay más, algo muy importante. No abandonó la nave sin más, fue preparado para su misión en el quirófano, donde se le implantó un chip especial en el fondo de su cerebro. La operación que se le realizó nada más llegar a la nave tenía por objeto preparar ese implante que no se llevaría a cabo hasta que aceptara su misión. No tendría sentido someterle a la tortura de semejante programación sin haber asumido libremente su destino.

 

Y fue cuando se activó aquel chip, para probarlo, que se produjo aquella experiencia mística que decidió era mejor olvidar. Fue una decisión clara, rotunda, no podría vivir los años que le quedaban hasta el apocalipsis recordando cada día todo lo que había vivido en aquella nave. Desde la primera chispa de consciencia que se abrió a la luz para vivir su larga vida mineral; cómo evolucionó hasta transformarse en vegetal, luego en animal, para finalmente alcanzar la consciencia del homo sapiens. Una vida, otra y otra, reencarnándose, aprendiendo lecciones, olvidando en el momento del nacimiento, como si atravesara el río Leteo, el río del olvido. Todos los bloqueos desaparecieron, como si el chip hubiera despertado la memoria latente escondida en alguna parte de su ser. Cada vida tenía sentido a la luz de la anterior, y todas eran perfectos eslabones de una evolución dolorosa, a veces terrible, que le había llevado hasta aquel instante. No sólo eso. El futuro también se abrió a su consciencia, como si se hubiera rasgado algún velo. Se vio como comandante de una nave estelar, recorriendo el Cosmos cumpliendo misiones para elevar a nuevas humanidades en nuevos planetas que iban alcanzando el nivel de evolución que la especie humana tuvo que lograr con tanto sufrimiento. Si era posible, habría que evitar que en otros planetas ocurriera lo mismo. Por lo visto existía una etapa especialmente delicada, cuando la tecnología superaba a la espiritualidad y a la ética más básica. Entonces era preciso ayudar desde fuera o aquellas especies terminarían en el holocausto final. En el puente de mando una mujer, con el uniforme de la flota estelar, le estaba sonriendo. Acababa de incorporarse, pero de alguna forma él sabía que se conocían de vidas anteriores y que ambos volverían a vivir una de aquellas intensas relaciones sentimentales que les caracterizaban.

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El recuerdo de aquel desvelamiento de su largo camino como consciencia, como chispita de luz,  era confuso, muy vago. La intensidad mística que palpitaba en el fondo de su memoria poco tenía que ver con la imposibilidad de atrapar aquellos recuerdos, como los de un sueño muy largo, al despertar, cuando solo una vaga sensación nos acompaña durante la vigilia. Había vuelto a ver a los doce ancianos, ahora aquella escena regresaba a su memoria consciente. Le habían deseado la Paz Profunda, no sin antes advertirle de la sutileza del chip que se le había implantado. Una vida poco acorde con la espiritualidad lo iría deteriorando hasta producirse serios problemas de comunicación. Porque para eso le había sido implantado, para que la comunicación con ellos fuera permanente. También existían las interferencias propias de un planeta en cuarentena, donde se había producido una rebelión que era combatida, no con el aplastamiento de una guerra con armas poderosas, sino con el envío constante de consciencias elevadas que mostrarían ante la humanidad un nuevo camino. La aceptación del sufrimiento, por parte de aquellas almas grandes, sería una lección espiritual que iría calando en toda la humanidad, generación tras generación. Él solo era un soldado de a pie, con una misión oculta y simple, pero imprescindible. Incapaz de asumir el recuerdo completo de aquella experiencia, con los años iría olvidando, hasta que todo se convertiera para él en un sueño confuso, en un delirio sin sentido. Pero antes de que ello ocurriera había pedido ese momento especial, saber que la memoria había sido bloqueada para que el terror no le volviera loco, que un día todo saldría a la luz, cuando estuviera preparado. Entonces todo tendría pleno sentido, pero hasta entonces…

 

Su vida regresará a los lentos y aburridos cauces de costumbre, aunque teme que ya nunca volverá apreciar el antiguo sabor de la vida,  ese mismo sabor,  que ahora, como si mascara un gran trozo de hiel, convierte la saliva en amarga y el paladar ya no puede ni recordar el dulce sabor de la miel.

 

FIN

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CLAVE I (OPERACIÓN RESCATE) V


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VI

Donde quiera que posa la mirada todo es destrucción, caos y muerte. Resulta difícil reconocer la ciudad, el paisaje campestre que se extiende en dirección a la montaña donde tantos hermosos y relajantes días ha vivido en contacto con la naturaleza. Ahora la llanura es una interminable escombrera por la que pululan cadáveres vivientes buscando reposo a un dolor que nada puede mitigar y que pretender esconder en cualquier lugar a donde no llegue el olor de la carne putrefacta, donde puedan beber aunque sean tan solo unas gotas de agua no contaminada.

 

Multitudes –con el cuerpo enfermo, demacrado y el corazón tan apenado y atormentado que ya no son capaces de recordar los felices días de antaño- huyen de las ciudades rastreando caminos que les llevan a algún refugio en la naturaleza que ha sido herida de muerte por hombres sin escrúpulos ante su exasperante impasibilidad.

 

Algunos, perdida toda esperanza, se acuestan entre los escombros de sus hogares, esperando la compasiva mano de la muerte o se hacinan en los pocos edificios que aún permanecen enteros, soñando con un imposible retorno al pasado.

 

Mientras se desarrollan estos acontecimientos el permanece impasible, sabe que, como eslabones de una indestructible y macabra cadena, van a unir a la humanidad con el destino que todos han ido creando durante cada uno de los días de su existencia. No sabe cuándo llegará el momento pero se deja conducir a la zona protegida por la telaraña energética formada por los hermanos mayores para refugio de los que oyen su voz en sus corazones.

 

Los acontecimientos se desarrollan con normalidad, en el momento preciso, sin buscarlo, se encuentra paseando con su novia dentro del triángulo de energía. Observa sin temor cómo los coches se detienen repentinamente como frenados por manos invisibles, la atmósfera se calienta de forma imprevista, es difícil respirar, se ven obligados a sentarse en un banco. A partir de ese momento la confusión se apodera de su mente. Solo recuerda largos días de dura lucha por la supervivencia, de desesperación, de dolor, de oscuridad, de terribles pesadillas sin fin y gritos silenciosos solicitando la ayuda de un cielo llameante.

 

Cuando el sufrimiento comienza a hacerse insoportable, el infierno termina de manera imprevista. Al levantarse una mañana siente dentro de sí una absoluta seguridad, una extraña clarividencia que le impulsa a abandonar el refugio y dirigirse, casi a ciegas, hacia la montaña donde hace tanto tiempo comenzara la aventura. A pesar de la preparación meticulosa que ha recibido, de la constante ayuda y guía de los hermanos mayores, ha desfallecido como solo un cobarde gusano puede hacerlo. Su mente no ha sido capaz de soportar el impacto de tanto dolor y se hunde en la noche. Su corazón ha sido enterrado en la tumba del olvido.

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Caminan entre escombros, sobre la tierra calcinada, y se orientan más por el recuerdo de lo que fue esa zona ahora arrasada que por lo que pueden reconocer en aquel paisaje lunar. Con dificultad llegan a las estribaciones de la montaña. Allí él ya no tiene dudas acerca del camino a seguir. Conoce demasiado bien cada palmo de terreno para que los bosques quemados y la tierra calcinada le desoriente. El cambio cromático de aquel lienzo apocalíptico por un momento confunde su mente que continúa retorciéndose aún en el enloquecido pasado.

 

Llegan al valle solitario, escondido al otro lado del anfiteatro montañoso. Allí sus ojos se llenan de lágrimas recordando el duro camino recorrido. Se abraza a su novia y se besan y acarician tiernamente durante largo tiempo. Luego se dejan caer sobre la hierba seca que aún sobrevive aferrándose al suelo. Desfallecidos, contemplan el mágico valle que apenas ha cambiado en su memoria. Recuerda la lejana experiencia sufrida en la montaña con una sorprendente claridad, como si todos los detalles empezaran por fin a encajar en el rompecabezas. De manera sutil la confusa imagen del recuerdo se va transformando en una imagen clara, sólida, esperanzadora. Se asombra de lo que sus dudas, temores y fantasías incontroladas, han hecho con un mensaje tan simple, tan diáfano. Mira hacia el pico que tienen enfrente esperando ver las luces parpadeantes que llegaron a obsesionarle durante tanto tiempo. Sus intentos desesperados de olvidarlas fueron inútiles, seguían machaconamente punteando cada acontecimiento de su vida impidiéndole llegar la vida reposada que tanto anhelaba, sin aquellos sobresaltos surgidos del fondo de su subconsciente que crispaban sus nervios hasta el punto de llegar a transformarle en una fiera enjaulada, en un loco tan pronto agresivo como apacible e ingenuo como un niño. A pesar de sus esfuerzos no puede ver nada, la tarde va avanzando dulcemente hacia una noche que se anuncia despejada y serena. En su corazón desea con ansia que llegue la oscuridad cuanto antes para sentirse acompañado por las fraternales, por las hermosas estrellas que le ayudaran a esperan con resignación, con profunda calma el mensaje de salvación que le fue prometido.

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Sedientos beben el agua de un arroyo cercano sin miedo a la contaminación. Comen bayas silvestres que han ido recogiendo por el camino. Estrechamente abrazados esperan la noche hablando del pasado. En sus corazones van renaciendo el valor y la esperanza a cada palabra. Recuerda los pequeños grupos de personas harapientas y enfermas, que se han encontrado en el camino. Deambulaban desorientadas, aterrorizadas, hacia donde les llevaran sus pies sangrantes. Se pregunta cómo y cuándo irán llegando hasta allí, porque sabe con absoluta certeza que acabarán haciéndolo, que él les estará esperando para organizar el rescate prometido.

 

Es a partir de ese momento cuando se aceleran las imágenes que van pasando por su consciencia como si alguien hubiera apretado la tecla de la cámara rápida en un video. Aparecen las luces, que les rodean formando un gran círculo. Todos reciben telepáticamente un mensaje que es transmitido sin la menor distorsión. Observa a velocidad increíble, cómo van llegando las multitudes, cómo se organiza el rescate y cómo las naves aterrizan entre gritos y cantos de júbilo y exaltación de la multitud. Su corazón rebosa de alegría, llega al éxtasis. Cuando la última nave está dispuesta para el despegue abraza a su novia con tal fuerza que sus respiraciones se ahogan durante unos segundos. Luego la empuja hacia la nave, casi a trompicones, sin pronunciar una palabra. El se queda mirando hacia lo alto, contemplando cómo la nave se va elevando hacia las estrellas a velocidad vertiginosa. Antes de que desaparezca saluda con la mano al tiempo que su mente transmite un mensaje de calma.

 

Aún debe esperar un poco a los rezagados que hasta el último momento irán llegando. Subirán a las últimas naves de transporte  y ya todos juntos en la nave nodriza podrán abrazar en persona a los hermanos mayores, charlar relajadamente con ellos de la experiencia mientras las naves les conducen hacia un nuevo planeta donde iniciar un camino distinto.

 

Siente una alegría interior tan intensa que despierta sobresaltado, nota su corazón latiendo desbocado. Solo al cabo de un tiempo consigue calmarse. No tiene dudas pero se pregunta cómo podrá recordarlo en los momentos duros y descorazonadores que le aguardan. Cómo encontrará ánimo, ilusión para ocuparse de las pequeñas cosas que le deparará la vida cotidiana que continua allá abajo, en la llanura, a un ritmo aparentemente implacable, indestructible. Finalmente agotado, se vuelve a dormir como un niño.

 

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CLAVE I (OPERACIÓN RESCATE) IV


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IV

Se le indica telepáticamente la necesidad de trasladarse a otra sala y caminando como entre nubes atraviesa una puerta que su guía abre con un imperceptible gesto de su mano.  Se encuentra en un amplio salón oval; en su centro y alrededor de una mesa redonda puede ver, sentados, a un indeterminado número de ancianos, tal vez unos doce aunque no tiene tiempo para contarlos porque quien parece presidir la reunión, un anciano de melena blanca y larga barba grisácea, de porte majestuoso, ojos negros de mirada afectuosa y penetrante, le dirige un saludo de bienvenida deseándole la Paz Profunda con una voz poderosa llena de cálidas inflexiones. Esta vez puede darse cuenta sin ningún género de dudas de que sus oídos perciben realmente el sonido, no es una comunicación telepática como en los casos anteriores. Aunque le resulta difícil expresar la diferencia entre ambas mediante palabras, su intuición lo advierte de una manera clara y terminante.

 

Responde al saludo con otro igualmente afectuoso. Su voz sale vibrante y firme, lo que en un primer momento le sorprende intensamente ya que está convencido de que ante una asamblea tan majestuosa y poderosa,  tan excepcional, el miedo debería agarrotar su lengua paralizando todo su ser. Sin embargo el recibimiento ha sido tan dulce y amistoso y son tan cordiales las miradas fijas en su persona que no puede impedir el sentimiento espontáneo de sentirse entre iguales, seguro de sí mismo, intrépido y firme. Aunque intenta por todos los medios a su alcance humillarse, convencerse de su pequeñez, sintiéndose un miserable gusano, tal sentimiento no es posible ya que la actitud de los ancianos le indica claramente que para ellos es un hermano. Lo percibe en cada gesto, en cada palabra o mirada de los allí presentes.

 

Se le indica un sitio a la mesa, cerca de la puerta y se inicia una conversación seria sin perder por ello su aire fraternal. No puede recordar nada de ella a pesar de sus esfuerzos en medio del sueño lúcido del que es plenamente consciente, únicamente la sensación de haber aceptado algún tipo de misión, sin duda muy importante y arriesgada. Su subconsciente sin duda conoce todos los detalles pero su mente objetiva los ha olvidado por imposición de la asamblea de ancianos o tal vez se haya tratado de una elección personal, no puede saberlo.

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Terminada la reunión reaparece su guía quien le sugiere despedirse de los presentes. Lo que hace con un sentimiento tan efusivo como respetuoso. Es conducido a otra sala más pequeña aunque con el mismo aspecto tecnificado que toda la nave, multitud de consolas y controles la llenan totalmente. Sentado ante otra pantalla ve desfilar con ojos atónitos otra extraña película que esta vez describe el próximo futuro de su planeta. Conforme las secuencias se van sucediendo una angustia cada vez más atroz empieza a morder sus vísceras a dentelladas.

 

La guerra se inicia sin previo aviso, como un trueno aterrador sin la advertencia del rayo. Ninguno de los habitantes del planeta puede creer que lo que está sucediendo sea real. Elevan sus manos sobre sus cabezas y se ríen histéricamente o sollozan horrorizados, hundidos en una tristeza sin límites. Disparos en un golfo de un mar interior, cuna de grandes civilizaciones a lo largo de la historia. Se podría decir que ha sido la zona más vital del planeta durante siglos, pero al mismo tiempo nunca dejó de verse sacudida por conflictos y guerras sangrientas, las víctimas no interesan a nadie, menos aún al gran imperio que entonces dominaba todo el planeta. Un misil es disparado desde alguna parte, alcanza a un helicóptero de combate. Otro misil hunde un barco de guerra y ya la tragedia tiene rostro, un rostro atroz, ensangrentado, angustiado, destrozado por la metralla y el odio.

 

La oscuridad se adueña de todos los corazones; los hombres parecen haberse vuelto locos, su salvajismo inunda de sangre tierras y océanos, todo está perdido, ya solo queda apretar el último botón y numerosos hongos espectrales iluminarán de rojo intenso la eterna noche.

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V

 

El recuerdo se interrumpe, la sensación es tan amarga, el sabor a muerte en su boca tan acre que se despierta deseando vomitar las entrañas, temblando de frío, sudando de horror. Se enrosca en las mantas en una vano intento por volver a la vida real, atrapado como está en el torbellino de fuego y muerte producido por aquel hongo infernal. Es entonces cuando, como surgido de misteriosas profundidades, un recuerdo le aplasta contra el suelo paralizando su respiración durante unos segundos que para él tienen el valor de una eternidad. No es cierto, no puede ser cierto; sin duda no es verdad que haya aceptado semejante misión, estaba rematadamente loco cuando dio su conformidad a la asamblea de ancianos.

 

Aparta las mantas con rabia levantándose con dificultad. Se acerca a gatas hasta la puerta de la tienda de campaña y sube la cremallera. La lluvia está cayendo persistente, monótona, acaricia la tierra mientras cae la noche. Apenas existe ya suficiente claridad para distinguir el entorno más allá de unos metros. Rebusca en la mochila, saca la linterna y proyecta el haz de luz sobre el prado. El paisaje golpea su corazón como un puñetazo directo en la víscera. La niebla, la lluvia y la oscuridad crean un paisaje fantasmagórico. Allá afuera cree ver la sombra de algo que se mueve, tal vez una figura humana vestida con un traje reluciente, una escafandra, y la sangre se hiela en sus venas. El miedo le paraliza durante unos segundos, al fin consigue reaccionar y su mente le da la explicación lógica que tanto necesita.

 

Allí permanece durante varios minutos acurrucado, observando cada cambio que se produce entre  las sombras, los sentidos sobreexcitados y atentos. Cuando consigue relajarse respira varias veces profundamente pero no es capaz todavía de apartarse de la entrada o de apagar la linterna. No se mueve durante largo rato, sentado, mirando hacia el exterior, reflexionando o más bien dejando que la mente vague a su capricho.

 

Por un momento cree ver el rostro de su novia sonriéndole desde lo profundo de la oscuridad. Su corazón se llena de gozo recordando aquella sonrisa y los momentos felices pasados a su alegre luz. Es el momento de plantearse cómo va a contarle aquella experiencia cuando dentro de algunos días regrese de la excursión a la montaña programada con tanta antelación. Imagina su reacción, la mirada de incredulidad y sorpresa con que le contempla. Decide que no va a hacerlo, ni siquiera sabe si dentro de algunos días todo aquello le parecerá tan real como en el sueño, hace apenas una hora.

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Por fin se decide, baja la cremallera y se acuesta. enrrollándose entre las mantas, pero no puede apagar la linterna, tiene la sensación de que alguien sigue rondando en el exterior. Aguza el oído pero no oye nada, todo está tranquilo. Aprieta el interruptor y la oscuridad se le echa encima como una pantera hambrienta.

 

No puede dormir, las imágenes se apagan y encienden en su cabeza como relucientes ojos de fiera que se acercan y muerden sus músculos, sus órganos vitales, hasta triturar sus huesos. La película pasa una y otra vez ante sus ojos cerrados, es incapaz de evitarlo. La angustia acabará por volverle loco. Cambia de postura, boca arriba con brazos y piernas separadas intenta relajarse pero aquellas malditas imágenes continúan clavándose una y otra vez en el fondo de sus ojos como garras felinas.

 

Rememora la parte final de la película, la más tranquilizadora. Los hongos infernales no consiguen terminar con la vida sobre el planeta, la supervivencia aunque en precarias condiciones aún es posible. Su mente recorre en vuelo rápido y confuso una serie de secuencias desordenadas cronológicamente, laberínticas, desconcertantes. Tal vez se deba al pánico que experimenta o al obsesivo deseo de olvidarse de aquel infierno.

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CLAVE I OPERACIÓN RESCATA III


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III

 

Un técnico – así lo supo al instante, tal vez había hecho una pregunta mental y recibido la respuesta, aunque ni siquiera lo había notado- estaba ajustando los controles de aquella pantalla. Su conformación física era semejante a la de los restantes tripulantes, entre ellos parecían distinguirse más por los diferentes rasgos de su carácter que por diferencias físicas o biológicas. El técnico apretó una especie de botón situado a la derecha del tablero multicolor y la pantalla se iluminó tenuemente. A través de ella el hermoso, claro y sereno cielo nocturno, plagado de estrellas, se hizo más próximo como si hubiera sido enfocado con un zoom fotográfico. Otro ligero movimiento de la mano del técnico y la pantalla se empequeñeció, o al menos así le pareció a él, al centrarse en una parte del cielo, concretamente sobre una bellísima y brillante estrella que destacaba sobre el complicado diseño geométrico estelar, completamente desconocido para él, a pesar de su afición a la astronomía; no podía tratarse del cielo nocturno que estaba acostumbrado a contemplar, sin duda estaban ya muy lejos de su amado planeta a pesar de que la aceleración de la nave era apenas perceptible. Estos pensamientos le hicieron pensar en una  película, puede que su sueño  se hubiera transformado en una secuencia de un film de ciencia-ficción. Pero pronto abandonó esta idea, lo que estaba ocurriendo era tan absolutamente real que antes hubiera dudado de su propia existencia.

 

La afectuosa voz de su guía brotó de nuevo en su cerebro, para indicarle el motivo de aquel alarde técnico. Aquella estrella que le estaban mostrando era su hogar, el punto de origen de la civilización a la que pertenecían antes de integrarse en la gran confederación de culturas de planetas habitados de la galaxia.

 

En la pantalla comienza a desarrollarse una especie de extraña película en la que todo es real, como contemplado a través de un ventanal. Las secuencias parecen una  mezcla del pasado remoto y del presente más actual, una gran sinfonía visual se va formando en aquella pantalla mágica que permite la visión de la evolución de aquella raza desde sus comienzos de hombres primitivos, poco más que animales, incapaces de otra cosa que no fuera la salvaje supervivencia, hasta su feliz presente, místico y tecnológico al mismo tiempo. La cadena evolutiva pasa por graves crisis de desorientación y oscuridad, por guerras y masacres, por el sufrimiento más desesperanzado hasta la formación de increíbles eslabones espirituales, que tomados de uno en uno, no habrían podido descubrir nunca la lógica y perfección más elevadas, la hermosura divina que se transparenta en cada compás de  la cósmica sinfonía, tan completa y matizada en cada detalle que la tristeza y la alegría, la muerte y la vida, el mal y el bien, se unen en un hondo y prodigioso canto de alabanza al creador, a la mente insondable y amorosa que ha concebido una historia a la vez tan simple y compleja, tan atemporal y pasajera, tan llena de amor paternal y de implacable justicia kármica.

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Las secuencias se engarzan con realismo cotidiano y grandiosidad de epopeya. Una honda e intensa emoción, un vivísimo sentimiento de exaltación mística va creciendo en su interior hasta derramarse al exterior  en un llanto suave e inagotable, las lágrimas empapan su rostro de carne, quemando la piel y cayendo al suelo en un lento y persistente goteo.

 

Tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido mientras contempla la película, solo al terminar reanuda su curso; podría haber tardado años en contemplarla, dada la intensidad con la que ha vivido la experiencia. El técnico aprieta otro botón de la consola y la pantalla se oscurece completamente impidiendo ver las estrellas, colgadas de la noche cósmica. Entonces intenta trasladar a su mente objetiva una medida aproximada de la duración temporal de la experiencia pero no le es posible, lo mismo podrían haber transcurrido minutos que horas o días o hasta años. Se lleva la mano a la cara notándola empapada, con la yema de los dedos roza suavemente sus ojos comprobando que aún rezuman algunas lágrimas. Su guía posa una mano sobre su hombre con afecto paternal y una alegría interior, dulce y tranquila, le va devolviendo poco a poco a la realidad del presente.

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CLAVE 1 OPERACIÓN RESCATE II


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II

 

Es lo único que recuerda como real en una pesadilla sin sentido, aunque  eso sí, de una vivacidad espeluznante. Su memoria no registra si finalmente consigue bajar de la cumbre o  permanece allí la noche entera. Lo curioso es la sensación de frío que aún le estremece. Caso de haberlo conseguido el descenso debió que ser muy lento, extremadamente arriesgado. No es posible que una experiencia así se le borre a uno completamente de la memoria.

 

Duerme pero al mismo tiempo controla los detalles del sueño con lucidez. De pronto comienza la pesadilla. La luz vuelve a parpadear de nuevo y sin poder controlarse sus ojos se desvían hacia la derecha donde otra estrella, antes inadvertida, responde a la primera.  Otras estrellas responden  a esa especie de clave. Todas ellas parecen formar una figura geométrica aunque no le resulte conocida, tal vez varias formas piramidales o pentagonales superpuestas. Su mirada está clavada en aquel punto del cielo y su cuello no se desvía ni un milímetro.

 

En su cráneo resuena una voz desconocida. Debe tumbarse en el suelo y relajarse porque el contacto será más doloroso si opone resistencia. Obedece preguntándose con temor si la autosugestión que sufre no le llevará demasiado lejos; la soledad y el miedo generan fácilmente alucinaciones. No obstante el temor a obviar la realidad, por dura que sea,   le lleva a una conducta inusual en una persona razonable.

 

La voz se adueña de su persona, asume suavemente el control. A pesar de la postura percibe un rayo de luz en el cielo. Parece llegar hasta su cuerpo y calentarlo de forma muy, muy agradable. La sensación es placentera, si su cuerpo estuviera unido al de una mujer diría que se trata de un orgasmo, el más delicioso que su fantasía nunca imaginó. Aunque la comparación no es del todo exacta, un éxtasis místico sería más apropiado si supiera qué es tal cosa.

Cierra los ojos y se deja conducir hasta el climax. Algo muy cercano a la muerte.  Si eso es morir bien pudieran matarlo una y otra vez. Su cuerpo, su mente son incapaces de soportar más intensidad en el placer. Abre los ojos. No puede ser cierto pero ha visto cómo su cuerpo flota en el aire ya muy cercano a la luz. Aunque la sensación es muy breve no existen ya dudas al respecto. La luz brota de una nave, una inmensa nave circular y le están embarcando en ella utilizando una tecnología casi milagrosa. El rayo de luz le mantiene en el aire atrayéndole hacia su destino como si un potentísimo imán  atrajera un montón de chatarra.

 

El miedo se intensifica aún más, su boca se abre buscando el grito, descontrolado, casi demente; solo la voz, casi maternal le calma, como una nana lo haría con un bebé. Es muy importante que permanezca relajado o el rayo perdería el contacto,  La caída sería desde varios kilómetros de altura. Hasta  sus huesos se reducirían a pulpa. Al cabo de unos minutos, que se le hacen eternos, nota un pinchazo en el brazo derecho y la placidez que recordaba con nostalgia regresa a él, atenuando el miedo.

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Desea abrir los ojos pero los párpados  pesan tanto que el esfuerzo necesario para conseguirlo no merece la pena. Aunque no puede ver su entorno se imagina en una especie de quirófano donde se le está manipulando, con extraños instrumentos médicos, cuya visión no habría podido soportar, de hecho solo imaginarlos paraliza el plácido discurrir de su mente que seguramente está siendo guiada por la voz aunque ahora no es consciente de ella.  Un metal puntiagudo roza su espalda, a la altura de la columna vertebral. Sea lo que sea penetra el hueso, hasta llegar a la médula, el dolor se hace de  todo punto insoportable y apenas puede ser atenuado por la voz que le sigue calmando desde el interior, en el centro de su cerebro. Precisamente es en la parte superior de su cráneo donde  empieza a sentir la gélida punta de otro trozo de metal que penetra muy hondo, hasta el centro del cerebro, allí donde cree estar escuchando la voz. La sensación de que su cerebro está siendo manipulado por extraños es la que le lleva definitivamente al pánico. Gime, suplica, grita, amenaza, blasfema y les conmina a  que le dejen en paz, en nombre de Dios. Solo cuando el dolor se calma comprende que su boca no ha pronunciado ni una sola palabra, es su mente la que se comunica con mayor contundencia de la que su voz hubiera alcanzado nunca.

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Es consciente de que durante toda la escena ha sido su mente, no sus oídos, la que percibe los  murmullos de conversaciones; aunque le resulta muy sorprendente deduce que todas las comunicaciones se estaban produciendo telepáticamente, de manera perfecta, con claridad matizada, que permite percibir toda la profundidad, tanto en la expresión como en el sentimiento, de quien se están comunicando.

 

No puede ni siquiera hacerse una idea del tiempo que dura aquel análisis o experimento o lo que sea a que está siendo sometido porque la percepción del tiempo ha desaparecido por completo. Escucha en su cabeza una amable invitación a levantarse. En respuesta emite un sentimiento de impotencia que es respondido con otro que le transmite seguridad en sus fuerzas. Consigue ponerse en pie, se siente muy ligero, como vacío; no es que carezca de cuerpo porque puede sentirlo en todas sus partes, pero  es como si este hubiera sido vaciado por dentro, su peso ha disminuido tanto que se imagina con fuerzas para volar por el recinto. Lo intentaría,  de no ser por una sensación tan sorprendente que no le aterroriza hasta llegar a entenderla por completo. A pesar de que sus piernas apenas le sostienen le basta con crear una imagen clara en la pantalla de su mente para que el deseo que genera la imagen se realice de forma  instantanea, convirtiéndose en actualidad para su consciencia.

 

 

Cuando comprende lo que le está ocurriendo y consigue superar el miedo, gracias a la voz amable que aún continúa en su mente, explicándole todo lo que  está sucediendo, comienza a practicar con la nueva técnica. Es fácil, solo se precisa  dejar de lado la voluntad, cualquier atisbo de personalidad, esa personalidad que es el conjunto de emociones, ideas y sensaciones con que se ha percibido siempre a sí mismo, para que pueda moverse, siguiendo la cadencia de los cuadros formados por su imaginación. Los resultados son tan espectaculares que la euforia descontrola sus sensaciones durante unos segundos, suficientes para verse obligado a recurrir a una imagen tranquilizadora para recobrar el equilibrio. Lo que más le sorprende es la posibilidad de abandonar por completo su percepción de sí mismo, como persona, como individuo con voluntad, capaz de decidir entre varias opciones. Esta posibilidad no se la ha planteado nunca, salvo al pensar en la muerte, la absoluta dejación de la voluntad y la libertad. Es un mundo nuevo, mágico, el que acaba de descubrir.

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Comunica el hallazgo con entusiasmo desbordante, con alegría infinita, a las figuras gigantescas que no ha dejado de percibir, de forma fantasmal, a su alrededor, pero que ahora nota con más nitidez. Recibe su aprobación conjunta, con tal simpatía y sentido del humor, que su entusiasmo fraternal descontrola todos sus sentimientos, tiene que ser calmado y advertido por la voz guía que no ha cesado en el contacto ni un solo instante.

 

Es en ese momento  cuando comprende todo el proceso que acaba de sufrir. En realidad es el miedo el que causa el malestar que ha sufrido antes con tanta intensidad, lo mismo que la incapacidad para moverse y comunicarse, una incapacidad paralizante que llega a aterrorizarle. Solicita el perdón a las figuras gigantescas –ahora las percibe aún con mayor claridad dándose cuenta que su estatura es tal vez el doble que la suya o puede que incluso el triple- y la respuesta es como una energía alegre, amorosa, cosquilleante. La dicha le invade completamente, abriéndose  a nuevos sentimientos de fraternidad hacia todas las criaturas del universo que nunca hasta entonces había experimentado. Su respeto hacia sus captores se parece mucho al que sentiría hacia un maestro espiritual, un Jesucristo, un Buda. Al principio era rabia, odio, temor, hacia unos secuestradores que amparados en una tecnología incomprensible, le obligan a someterse a sus deseos contra su voluntad. Casi no ha llegado a advertir ese cambio, porque la voz ha tenido el control en todo momento. Le gustaría pedir perdón por sus sentimientos negativos descontrolados, pero sabe que cualquier emoción intensa por la que se deje llevar solo conseguiría hacerle perder la ecuanimidad y relajación necesarias para relacionarse con ellos y permitir que lo que está ocurriendo, sea lo que sea, pueda continuar su proceso.

 

La voz guía le insta cariñosamente a seguirle. Flotando –no podría ser de otra forma- se acerca hacia el lugar que se le indica. Se trata de  una pantalla parecida a la de un televisor gigante pero con sorprendentes características que no puede percibir en su integridad, aunque sí de forma suficiente para comprender que la tecnología de aquellos seres no tiene nada que ver con la humana. Uno de los hermosos gigantes señala con un ademán, sencillo y encantador, el centro de la pantalla. Es la primera vez que está viendo a alguno de aquellos gigantes con total realismo, es una presencia física indubitable, no solo una voz, una presencia invisible. Se detiene un buen rato, mientras lo contempla con admiración y enorme felicidad. Es alto, muy alto, de unos dos metros, o tal vez mucho más no podría hacerse una idea exacta de su altura; esbelto, el cabello rubio en suave melena le llega hasta el comienzo del cuello, cayendo sobre el borde de una capa, de un gris luminoso, que  se extiende en suaves pliegues sobre su espalda hasta el suelo. Los rasgos de su cara son dulces y hermosos, pero indudablemente masculinos, varoniles, denotando un fuerte carácter y una resolución inquebrantable. El traje parece hecho de una sola pieza, haciendo juego con la capa y cubriendo todo su cuerpo con delicadeza, ajustándose como una piel. Lo más impresionante de su figura son sus ojos, azul claro, magnéticos, irradiando fuerza y equilibrio, que hechizan y seducen,  como un reflejo de luz en una noche cerrada.

 

A pesar de su sentimiento de pequeñez algo le impele a preguntarle su nombre, tal vez es un deseo del gigante ya que tiene serias dificultades para diferenciar entre sus sentimientos y pensamientos y los de quienes se comunican con él de forma telepática. Lo hace mentalmente con una facilidad que le sorprende ya que no se considera capaz de  haber aprendido a comunicarse telepáticamente tan pronto y con tanta facilidad. Se expresa en su idioma o al menos así lo cree, porque él continúa pensando en todo momento en la única lengua que conoce. Intuye que su guía debe conocer perfectamente su idioma, así como otros muchos o casi todos  los hablados por las naciones y tribus del planeta. No puede recordar su nombre, en este momento, mientras repasa sus recuerdos, en un estado de duermevela,  pero sí la resonancia que se produce en su mente, como a dios mitológico, a héroe de saga cósmica, que reverbera en su subconsciente.

 

El gigante rubio acentúa el gesto, indicándole que se acerque a la pantalla. Ahora es consciente de que se encuentra en la proa de la nave, ya que puede percibir el ligero movimiento hacia delante, con una aceleración muy suave. En realidad comprende que la pantalla es al mismo tiempo una enorme ventana, a cuyo través se puede contemplar una gran extensión del cielo nocturno.

CLAVE I (OPERACIÓN RESCATE)


 

L

 

NOTA INTRODUCTORIA/ Se trata de uno de mis relatos más antiguos, en plena etapa juvenil, y surgió de un sueño, como muchos de mis relatos. Fue mi primer sueño largo y el más extraordinario de todos. En aquel tiempo llevaba unos meses trabajando sin descanso con la relajación y otras técnicas de yoga mental, a menudo me quedaba profundamente dormido, a medias de una relajación, sobre todo si la hacía en la cama y después de comer, durante la siesta. Algunas veces me despertaban mis horrísonos ronquidos. El sueño profundo está considerado por grandes figuras de la sabiduría esotérica como uno de los estados de consciencia más positivos y que genera más consecuencias revitalizantes para el cuerpo físico, la mente, y nuestra individualidad. Un sueño profundo de diez minutos puede sustituir horas de sueño normal y traer a nuestra consciencia estados espirituales tan elevados como en las mejores meditaciones. Lo que yo ignoraba era que el sueño profundo pudiera hacerte viajar por la eternidad y que luego pudieras recordar buena parte del sueño al despertar.La sensación que yo tuve cuando volví a la consciencia fue que el sueño había durado horas y horas. No fue así porque según el despertador apenas había transcurrido una hora, pero no me hubiera sorprendido lo más mínimo de haber transcurrido varios días o incluso un mes.

La impresión que me produjo el sueño y el impacto de los recuerdos de aquel misterioso viaje fue tal que decidí escribir inmediatamente todo lo que recordaba. Conforme lo iba haciendo el sueño se fue desvaneciendo poco a poco y tornándose muy confuso, no obstante siempre perviviría en mi la sensación de haber sido guiado por alguna entidad espiritual desde mi más remoto pasado hasta mi más lejano futuro. Por aquellos tiempos también estaba muy interesado en el fenómeno ovni e incluso en los delirios que me producía mi enfermedad mental llegaba a obsesionarme hasta extremos muy peligrosos. Aquel sueño comenzaba con una abducción por un ovni en uno de mis paseos por la montaña, sufría una de esas experiencias curiosas que yo había leído ya en el relato de otras supuestas abducciones. Lo que me resultaba completamente nuevo fue aquella extraña comparecencia en una nave extraterrestre ante los doce ancianos de los días y luego aquella supuesta visión en un insólito monitor de televisión de lo que había sido mi vida hasta ese momento, no solo mi vida actual sino, digamos, desde que fuera creado como partícula consciente, pasando por todo tipo de vida, mineral, vegetal, animal, hasta todas y cada una de mis reencarnaciones. La historia continuaba desde el momento presente de mi vida hasta mi muerte y más allá, más vidas, más historias, al tiempo que toda la historia de la especie humana se me ponía de manifiesto con toda profundidad e intensidad.

Aquel sueño llegó a obsesionarme durante muchos, muchos años. Al final decidí deshacerme de él transformándolo en un simple relato sobre ovnis. Y así quedó. En momentos puntuales de mi vida es como si algún recuerdo de aquel sueño olvidado regresara a mí, haciéndome vivir determinadas situaciones como un dejá vu. No se puede decir que este sea el mejor momento de la humanidad y del planeta, pero aún se me hace muy cuesta arriba aceptar aquella escena final del sueño en la que se procedía al rescate de los supervivientes de aquella humanidad para su traslado a otro planeta. Aunque la mayor parte del sueño lo pudiera encuadrar en uno de mis delirios de enfermo mental, la parte central, aquel largo viaje que la humanidad había seguido hasta su rescate definitivo siempre me pareció intensamente real y probable. La pérdida de memoria de los detalles de aquel sueño hacen que cuando algo se reaviva en mí, como un dejá vu, me ponga en guardia para no caer en algún delirio obsesivo.

Este es uno de mis primeros relatos y no me parece bueno, ni siquiera merecería salvarse sino fuera porque de alguna manera refleja lo básico de aquel sueño. He decidido intentar mejorarlo, en lo posible, y olvidarme de él definitivamente.

 

     CLAVE 1 (OPERACIÓN RESCATE)                UN RELATO SOBRE OVNIS

I

 

Mientras la niebla comienza a bajar de la alta montaña, en sutiles oleadas, cubriéndolo todo con el velo que protege su desnudo cuerpo invisible, con rapidez temerosa escoge un lugar resguardado, en medio de unas escobas y monta la tienda de campaña a apresurados trompicones. Apenas ha terminado de hacerlo una lluvia fina y penetrante comienza a caer con lasitud, empapando la hierba seca a su alrededor.

 

Ha resguardado la mochila en el interior y se acomoda como puede en un espacio tan diminuto. Se siente cansado, agotado, tras una larga caminata a través de montañas y bosques. Necesita relajar los músculos, pero sobre todo la mente que siente aún más embotada que el cuerpo. Respira con ritmo forzado, boca arriba, en la postura más cómoda posible y con los ojos cerrados; una cierta agitación le incomoda al principio pero poco a poco va llegando la calma; muy suavemente toma aire, en respiraciones profundas, hasta que la mente revive,  y entonces con gran alivio vuelve a retomar las riendas que el agotamiento le arrebatara. El más dulce de los sueños le está llamando.

 

Un recuerdo le asalta con la brusquedad de una inoportuna tormenta que estuviera oscureciendo el cielo azul de un maravilloso día de verano. Aquella extraña sensación, al ir trepando por  la montaña, se le hace presente ahora con intensidad alucinatoria. Con una mano poderosa alguien parece tomar su nuca, empujándolo hacia arriba, sube con prisa, casi con angustia, los últimos metros que le quedan hasta la cumbre. No puede creer lo que está viviendo. Nunca ha perdido el control de  forma tan rápida y misteriosa, ni siquiera le sucede en los sueños, tan misteriosamente imaginativos, que le persiguen desde la niñez en forma cíclica.

 

Se sienta y espera sobre la elevada cumbre, mientras el viento ruge a su alrededor, a que algo maravilloso llegue del horizonte, que no deja de contemplar con ojos extasiados. La puesta de sol es muy hermosa, observa cada detalle del horizonte con ojos nuevos, absolutamente maravillados. Resulta curioso que su mirada en ningún momento se aparte de un punto del cielo,  por encima de una montaña situada hacia el este. Su comportamiento no es normal, al contrario le resulta en extremo chocante; en especial el hecho de quedarse allí mientras la noche se le va echando encima, sin pensar ni por un instante en lo que está haciendo. A pesar de ello no se pierde ni un solo detalle del entorno que se domina desde la cumbre, matices que en otro momento le hubieran pasado desapercibidos.

 

La oscuridad  llega poco a poco, casi de puntillas. Solo cuando la noche está ya cerrada despierta bruscamente de su letargo y en un segundo se hace cargo de la situación. Es muy arriesgado intentar bajar ahora, aunque algunas estrellas punteen el cielo, la visión es muy difusa, un simple tropezón y se despeñaría montaña abajo. Por otro lado quedarse allí, a la intemperie, a merced de todos los vientos, exponerse cuando menos a una pulmonía, sino a la congelación es muy arriesgado. Sin ropa adecuada no tendrá muchas posibilidades de sobrevivir al intenso frío de la noche. Lo  piensa con toda la frialdad que le permite el miedo, ya casi pánico, que se adueña de sus emociones.

 

Antes de tomar una decisión se produce lo inesperado. Una luz brillante llama su atención, justo en el punto que ha estado contemplando toda la tarde. Parpadea claramente tres veces y se lanza hacia arriba a una velocidad vertiginosa para volver a su primera posición y allí permanece, quieta, inmóvil, como una estrella más.

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