Categoría: Homenaje al Quijote en el día del libro

HOMENAJE A CERVANTES EN EL CUARTO CENTENARIO


 

HOMENAJE A CERVANTES EN EL CUARTO CENTENARIO DE SU MUERTE

EN EL PARNASO DON MIGUEL SE ENCUENTRA CON SUS PERSONAJES

Si todos somos personajes de Dios y nos creemos vivos nada impide que también lo estén los personajes de un escritor. El Parnaso es el único de los paraísos donde conviven autores y personajes. Allí se celebra también el cuarto centenario y una relaciones públicas, una azafata parnasiana, escolta al genio, silencioso y cabizbajo hacia el salón donde se ha preparado un ágape y una ceremonia de agasajo y exaltación. Al entrar le sale al encuentro Alonso Quijano el Bueno, don Quijote de la Mancha, el que come huevo y no se mancha, que decíamos de niños. Va de bueno y cuerdo, como murió, es decir como hidalgo venido a menos. Don Miguel le pregunta por Sancho, su inseparable sombra.

-Lo siento Don Miguel, ha ido a “mear”, en sus propias palabras. Ya lo conoce, habla como el pueblo y se le dan cien higas lo que puedan decir otros de él.

Alonso Quijano invita a su mesa al bueno de Cervantes, que sigue siendo un hombre triste, como todos los humoristas. Allí se encuentra con dos jóvenes agraciados, con cara de ser más listos que el hambre. Son Rinconete y Cortadillo, pertenecientes a la mafia del patio de Monipodio. Hoy tendrían empresas offshores en Panamá, en su tiempo se guardaban los dineros bajo tierra, en cuatrocientos años han cambiado algunas cosas, no demasiadas.

Durante el trayecto hasta la mesa se han escuchado aplausos y vítores. Un académico glosa la figura del genio, invitando a todo el mundo a leer el libro más editado y más famoso de todos los tiempos, que todo el mundo dice haber leído pero que nadie confiesa haber disfrutado con su lectura. Se han propuesto todo tipo de versiones, de podas, de “actualizaciones” (la más conocida la de un tal Slictik, con su Luis Quixote y Paco Sancho), todos temen al “gran ladrillo”. Alonso Quijano le pregunta a Don Miguel qué le parece todo esto.

-Yo escribí para divertirme y ganar unos maravedís, que necesitaba. Que cada cual haga con mi obra lo que quiera y con mi figura lo que le de la gana.

-¿Cómo es que se conoce más su obra que su vida, ni siquiera saben a ciencia cierta dónde nació y lo que hizo mientras vivió? -le pregunta interesado el bueno de Alonso.

-La vida de un escritor es escribir y que se conozca más su obra que su vida es su mayor mérito. El turismo no deja de ser turismo y la hagiografía obra propia de pelotas. Mi vida fue triste y desgraciada porque venimos a este valle de lágrimas a sufrir, intenté paliarla con un poco de amor y un mucho de humor. Escribí el Quijote para acabar con aquellos insufribles culebrones de caballería y hoy lo haría para acabar con culebrones y reality shows. No tuve tanta imaginación como algunos piensas, mis personajes salieron de la realidad y por eso están tan vivos. Como vos, mi amado don Quijote de la Mancha.

Y levantándose de la mesa Don Miguel se abraza a Don Quijote y echa unas lagrimitas. En estas llega Sancho de mear y viendo la escena no puede por menos de reírse, para luego preguntar cuándo acabarán los discursos y comenzarán las bodas de Camacho. Dirigiéndose a Don Quijote le pregunta si ésta es la ínsula prometida. El bueno de Alonso le presenta a Don Miguel, su creador, y Sancho aprovecha la ocasión para recitarle la lista que tiene en mente, peticiones para él y su familia y sus amigos y su pueblo. No se corta por estar en presencia de su dios, su creador, carpe diem, diría el bueno de Sancho si supiera el latín que le sale por las orejas al cura que encabeza la comitiva que viene a saludar a don Miguel, con el barbero, el ama, la sobrina y hasta el “fideputa” de Ginesillo de Parapilla, el matón más malencarado que vieron los siglos. Y tras ellos vienen todos los demás. Rinconete y Cortadillo, Monipodio, la gitanilla, la ilustre fregona, el amante liberal, el licenciado vidriera, el celoso extremeño, la española inglesa, la galatea, Persiles y Segismunda, y al final el pueblo llano de sus entremeses, los personajes de sus comedias de cautivos, la gran sultana y los trágicos del cerco de Numancia y la recuperada tragedia Jerusalén. Todos le abrazan, todos le quieren y don Miguel no deja besar y apapachar, porque un autor solo tiene el cariño de sus personajes, los demás son pelotas o envidiosos, curiosos morbosos que no leen su obra y quieren saberlo todo de su vida.

El académico regresa a la tarima para anunciar el convite, pero antes no puede por menos de felicitar al dios don Miguel por sus criaturas y universos y le invita a la tribuna. Antes de hablar tiene que esperar a que sus hijas e hijos dejen de aplaudir y tirarle flores. Cuando se hace el silencio don Miguel repite lo que ya dijera en el viaje al Parnaso, se lleva la mano buena al pecho donde tiene clavada la espinita que tenemos todos los narradores:

Yo que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo.

Una voz se alza para impedirle continuar el discurso, es el bueno de Sancho, que ya no puede contener el rugido de sus tripas y pide a gritos un porrón de vino, un poco de queso y unas uvas de su tierra. Alonso Quijano le rompería en las espaldas su lanza, adarga, espada y hasta el yelmo de Mambrino, si los tuviera, porque es lo bueno de los cuerdos, que dejan las batallas y pendencias para cambiar el mundo y prefieren ir muriendo en el anonimato, alimentados con un caldo de pollo la mitad de las veces.

Y allí queda don Miguel, observando cómo todo el mundo se apresura a recibir las viandas que portan un ejército de camareros, mientras ríen y se dan palmadas en las espaldas y comentan los últimos chismes de un mundo moderno que se parece tanto al antiguo que no entienden cómo algunos dicen no comprender la lengua del Quijote. ¡Será mejor la que utilizan en sus “wasapes” y en sus apresurados mensajes, como dardos, que pretenden matar con la disculpa de comprimir la vida en dos teclas! Un lagrimón se desliza por la mejilla de don Miguel, pero ahí está el bueno de Alonso Quijano, que se la enjuga con un pañuelo mientras le susurra a la oreja:

-Todos creen que ya no soy loco, porque usted se lo dijo, pero yo siempre seré el mismo, usted lo sabe bien. ¿Qué le parece si me visto mis ropas de nuevo para acabar con tantos gigantes, follones y malandrines como hay a esta fecha, cuatro siglos más tarde?

Y mientras los demás comen y se refocilan don Miguel y don Quijote salen en silencio tras haberse abrazado estrechamente.

LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO


 

* * *

Caía la tarde y la brisa otoñal era más fría de lo que podía esperarse para esta época del año; nuestros héroes la sufrían sin quejarse, despojados como estaban de sus abrigadas cazadoras de cuero, más Paco Sancho que acuciado por el hambre sintió enseguida al frío se unía al hambre para acabar con su sueño, tan sereno como un mar en calma. No así Quixote que envuelto en sueños hollywoodienses no deseaba despertar mas que su colega abandonar un banquete bien provisto.

Paco Sancho recogió el fardel vacío y dio un empollón, que pretendía ser una broma, a su amigo que sobresaltado echó mano a su costado como si buscara su mellada espada. Sancho se carcajeó con ganas pensando que su amigo Luisillo no volvería a ser nunca lo que había sido, tal vez la droga había llegado al final de su labor de zapa o tal vez su mente se había extraviado en el camino pero lo cierto es que aquel hombre daba pena.

Cuando subieron a sus cabalgaduras metálicas el sol se escondía tímido en el horizonte como una doncella demasiado piropeada que escondiera su rubor, vergonzosa y cobarde, más allá de las pequeñas lomas. Paco Sancho conminó a su amigo a que no se durmiera, no quería verse obligado a dormir al raso con el estómago vacío. Este, como si la oscuridad que bajaba agazapándose como un gato le produjera algún temor, aceleró volviendo a ser por unos segundos el intrépido motorista que su amigo tanto había admirado. La carretera aparecía casi desierta, de tiempo en tiempo algún vehículo hacía su aparición, como salido de otra dimensión a la que los estrambóticos jinetes no tuvieran acceso, y les dejaba atrás, enfrascados en la lentitud de sus arcaicos pensamientos. Atravesaron varios pueblos tan pobremente iluminados que no prometían nada a las ansias materialistas del buen Sancho. Finalmente cuando daban las diez de la noche en su reloj-cronometro, un buen peluco adquirido a unos colegas por un par de dosis, observaron a lo lejos una gran extensión de luz que alegró el corazón del pequeño jinete gordinflón, no así el de Quixote, extraña figura con los ojos entrecerrados que apenas podía sostenerse en su cabalgadura. Por fin podrían proveerse de cuanto un hombre moderno necesita para ser alguien: gasolina, una buena cena en algún mesón, una piltra barata en la pensión de cualquier Maritornes y un poco de diversión si el cuerpo así lo requería aunque Paco Sancho se conformaría de buena gana con una buena cena. Este decidió situarse en cabeza, temeroso de que su amigo se dejara llevar por los caprichos de la fortuna y terminara dejándole sin la cena que se había prometido.

El tráfico era más intenso conforme se acercaban. Sancho elevó los ojos al cielo rogando para que su amigo, como le sucediera al personaje cervantino, no confundiera aquella lenta caravana con un ejército de escudos metálicos y comenzara a embestirles con su cabalgadura lo que sin duda les llevaría al calabozo donde pasarían la noche sin opción a cenar.

A la entrada de la ciudad observaron en un descampado el luminoso de un mesón. Paco Sancho le gritó a su amigo que cogiese el primer desvío a la derecha que encontraran pero como éste parecía alelado le adelantó obligándole a reducir aún más la velocidad. Al llegar al desvío Paco Sancho lo tomó sin vacilación, pero desconfiado de que su colega sonámbulo fuera capaz de algo tan elemental como torcer a la derecha, volvió la cabeza junto a tiempo de ver como Luis Quixote, la testuz alta y la mirada fija al frente, continuaba por el arcén sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Cambió la dirección y acelerando pronto le alcanzó obligándole a reducir velocidad hasta que ésta fue tan poca que Luis Quixote tuvo que echar pie a tierra para no caerse.

Ambos retrocedieron con sus monturas de la mano ya que Sancho temió que su amigo fuera incapaz de ir a ningún lado que no estuviera en línea recta. Ya en la pequeña pista asfaltada que conducía al mesón montaron sus cabalgaduras porque la distancia era larga para el apetito de quien comandaba la expedición.

El mesón era una casa de dos plantas, descuidada según podía apreciarse en numerosos detalles, éstos ponían bien de manifiesto la abulia de sus propietarios. De paredes sucias pintarrajeadas con grafitis de poca calidad, más parecía el precario refugio de un grupo de ocupas que un negocio que dependiera de la atracción que ejerciera sobre los viandantes. El luminoso estaba apagado, no obstante una bombilla de luz macilenta permitía adivinar los grafitis en las paredes y las ventanas cerradas a cal y canto con los postigos. A Paco Sancho le hizo gracia una figura, que por su delgadez y lo que uno imaginaba era una bacía en la cabeza, sin duda pretendía reflejar al personaje cervantino. La pintura le había paralizado cuando se disponía a tirar la pena máxima sobre una ancha portería en cuyo centro un portero gordo y bajo, tal vez intentando plasmar la figura de Sancho Panza, aparecía paralizado por el miedo como un gran balón con los ojos entrecerrados. Al lado derecho del dibujo, coloreado con spray de manera poco cuidadosa, un gran letrero anunciaba el nombre de un club de balompié. En letras más pequeñas que Sancho solo pudo distinguir al acercarse a un par de metros se anunciaba que la sede se encontraba allí en el mesón del “Manitas”. Aquel apodo trajo a su memoria a su amigo Hortensio quien odiaba tanto su nombre queno consentía nadie lo utilizara pues lo consideraba un insulto, prefiriendo cualquiera de sus muchos apodos o el nombre que había adoptado como real para los desconocidos: Alonso, por Alonso Quijano, el nombre auténtico de D. Quijote. Aquella zona manchega era muy proclive a utilizar la gran obra cervantina como almacén de nombres y situaciones para toda clase de negocios o aventuras cara al público, incluido por lo visto el equipo de futbol de aquel pueblo que se llamaba Los Quijotes de Chicago, sin duda intentando unir dos pasiones muy distintas: la del personaje que dio fama perpetua a la Mancha y otra pasión deportiva o menos recomendable como pudiera ser la admiración por una época del gangsterismo.

Tan centrado iba Sancho en su hambre canina que no paró mientes en el nombre del pueblo ni en el lugar, que de haberse apercibido enseguida hubiera recordado a su amigo “Comistrajo” como lo llamaba por aquel entonces –años atrás cuando Paco Sancho iniciaba su recorrido de soltero por la zona buscando novia como él decía pero más bien lo que buscaba eran buenos mesones para comer a juzgar por los resultados- debido a su manía por las recetas exóticas, de poca sustancia como las llamaba Sancho, que su amigo defendía como la moda del momento, la nueva cocina, decía ante la burla de su amigo que no comprendía que una buena cocina pudiera dejar el estómago medio vacío.

Ahora que miró la casa con más detenimiento pudo darse cuenta de que sin duda se trataba de la misma que él visitó años atrás. Desde luego mucho más deteriorada bajo aquellas pinturas mal realizadas y sobradas de color que lo embadurnaba todo. Se dijo que a pesar de la hora, en su peluco se marcaban más de las doce de la noche de un domingo otoñal, malo sería que su amigo de correrías de infancia y juventud no tuviera a bien sacarles unas sobras para llenar el vacío espiritual que en el cuerpo suelen dejar las hambres y miserias biológicas. Que Paco Sancho nunca sufrió con resignación las penurias de su vida aventurera junto a su amigo Luis Quixote, al contrario de este que con unas hierbas y unos cuantos sueños de grandeza se le curaban todos los males y podía pasarse días sin probar bocado.

Dejaron sus monturas bajo un techado de uralita que sin duda se utilizaba en verano para librar del calor a los comensales que preferían hacerlo al aire libre y en invierno y días lluviosos para guardar los coches de los transeuntes hambrientos que los camiones tenían una explanada engravillada para el acomodo de tan gigantescas monturas. Luis Quixote se acercó curioso a contemplar los dibujos de la pared y allí se quedó, a saber en qué extrañas fantasías sumido, mientras su amigo llamaba al timbre con insistencia y ante la nula consecuencias del aflautado pito se decidió por dar puñadas y patadas a la puerta, que tal era su hambre.

Al fin se encendió una luz en una ventana y el rostro demudado por el miedo de una señora madurita, de la edad de Sancho poco más o menos, asomó su nariz y su voz encogida por la ventana.

-¿Qué ocurre?. ¿No ven que está cerrado?. Hoy es nuestro día de descanso y aquí no tenemos camas, solo damos comidas.

-A eso veníamos que el hambre nos ha cogido de camino como el evite de un toro bravo. Venimos corneados y a buen seguro que moriremos si no nos permiten embaular algo antes de unos minutos. ¿No es este mesón por un casual de un tal Hortensio, también conocido por “Manitas” o por el alias de “Comistrajo” por un viejo amigo de juventud?

-Vaya no me diga vuesa merced que es el amigo Paco Sancho de quien tanto me ha hablado mi marido.

-Sí que lo soy y vengo acompañado de un colega que tiene por nombre Luis Quixote que aunque él bien pudiera pasar un día más sin probar bocado, lo cierto es que entrambos venimos desfallecidos.

-Esperad un poco a ver si consigo despertar al ceporro de mi marido, si él no os quiere hacer de comer lo haré yo de mil amores. Que no veas las ganas que tenía de conocer al genial Paco Sancho.

Al poco se abrió la puerta y la señora de la casa, en bata y con un pañuelo en la cabeza para disimular lo espelurciado de sus pelos, les invitó a entrar.

-Hortensio se está lavando la cara para despejarse. Se lo tomó muy a mal, pero en cuanto le dije que se trataba de su amigo Paco Sancho se le pasó el malhumor.

-¿No podría darnos un trozo de chorizo o de jamón con un mendrugo de pan mientras baja “Comistrajo”?

-Eso está hecho. Sentaos aquí en la mesa de la cocina que enseguida os preparo un plato con chorizo y jamón para ir abriendo diente mientras os hago algo más sustancioso.

Y ni corta ni perezosa se puso a cortas en rodajas un chorizo de la tierra sabroso y picante que Paco Sancho apenas era capaz ya de recordar acostumbrado como estaba a las comidas rápidas y a las hamburguesas que lo mismo servían para un roto que para un descosido. Mientras lo hacía no cesaba de hacer preguntas como si desease enterarse de la vida del buen Paco Sancho en un par de minutos.

Continuará el año que viene

LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO III


HOMENAJE AL QUIJOTE EN EL DÍA DEL LIBRO 2015

Así pasaron la mañana, mitad al sol, mitad a la sombra protectora de las nubes, que pasaban veloces sobre sus cabezas, buscando tal vez un acomodo imposible en el viento alborotador, por lo que reemprendían el camino cada vez más rápidas y más rabiosas. El estómago de Paco Sancho producía extraños ruidos que hubieran sobresaltado a cualquier otro con menos sueños en la cabeza que su colega: Sancho imaginaba el pepino de su amigo repleto de pajarillos que piaban deseosos de emprender el vuelo.

Aprovechando la sombra de una chopera que se les venía al encuentro Sancho dio una voz a Quixote para que detuviera su montura al lado de aquel prometedor remanso en mitad del desierto que atravesaban, donde bien podrían engañar a sus estómagos con un pedazo de duro queso y unos mendrugos que el buen Sancho guardaba siempre en la fardela para emergencias y que reponía en cualquier mesón del camino precavido ante las contingencias que todo viajero debe afrontar.

Paco Sancho se vio obligado a retener del brazo a su amigo para detenerle ya que no hacía caso alguno de sus voces, pero como aún esto no fue suficiente tuvo que interponerse en su camino. Ambos rodaron por el suelo sin grave deterioro para sus físicos ni para sus motos habida cuenta de la corta velocidad que en aquel momento llevaban sus monturas.

Recompuestos y lavadas las superficiales heridas en el agua limpia de un arroyo, que por la chopera discurría, se sentaron entre las hojas con un ruido agradable que invitaba al descanso, sacó el gordinflón de la fardela medio queso y unos mendrugos de pan duro que era todo lo que quedaba en ella. Miró con satisfacción a su amigo que parecía muy recuperado al menos físicamente porque comió con indudable apetito y a pesar de quedarse con ganas de embaular alguna cosilla más no se sintió perjudicado sino al contrario se sentía feliz, dispuesto a seguir el camino hasta encontrar una localidad donde pudiera disponer de sus ahorrillos ya que la bolsa estaba más que menguada. De esta manera podría pedirle al robot inmóvil, que detestaba entrañablemente ya que no se fiaba sino de la moneda en la mano, que le diera algunos doblones de su diminuta boca a cambio de chupar aquella tarjeta – que un banquero le convenció de utilizar, malhadada sea la hora- como un bebé aficionado a chupetes rectangulares. Con esta seguridad y ayudado por la fantasía que le puso delante de la boca la pantagruélica cena con que pensaba regalarse esa noche, fue capaz de engañar a su estómago vacío con unos tragos de aquel agua límpida que no quitaba el hambre pero al menos lubricaba las tuberías.

A todo esto su buen amigo Luis Quixote no cesaba de decir disparates como arrojándolos por un tubo, el tubo de su boca, que de comer tan poco se había estrechado tanto acoplándose a la traquea ,sin duda muy delgada habida cuenta de la estrechez del cuello que había de soportarla, que su amigo a duras penas imaginaba hueco por donde pudieran salir al exterior el aliento que alguno de los magos de que hablaba Quixote transformaba en palabras.

-Amigo Sancho, el hombre moderno ha olvidado el placer regalado y la tranquilidad de espíritu que el ser humano recibió siempre de la naturaleza, madre amantísima y no matrona como piensan algunos, ocupados tan solo en mamar de sus ubres sin el menor recato, casi a mordiscos. Bueno es que nosotros nos solacemos a la umbría de estos chopos y con el frescor de esta agua cristalina y de esta suave brisilla que comienza a soplar.

Así era en efecto y a la suavidad de la brisa se unía lo muelle del suelo que invitaba a Sancho a cerrar los ojos mientras se preparaba para oír con calma cuantos discursos quisiera endilgarle su amigo del alma.

-Amigo Sancho el psicópata es un invento moderno propio de las ciudades y de la vida urbanita que llevamos, apresurada y competitiva, más propia de lobos peleando por la jefatura de la manada que de apacibles corderos ramoneando las hierbas de las veredas. En la apacible naturaleza, lejos de los semejantes que disputan con nosotros a dentelladas, desde el trabajo al ocio, hasta el más tarado encontraría razonable sabiduría para sus meninges y calma monástica para su colérica destemplanza.

“Amigo Sancho vivimos malos tiempos y los psicópatas florecen por doquier como las malas hierbas ahogando hasta la más ingenua belleza. No es necesario ser profeta para darse cuenta de que agostadas las ubres de la madre naturaleza los tiempos difíciles que sobrevendrán acabarán por crear un nuevo tipo social, el psicópata vampiro, capaz de desayunarse de las entrañas de sus semejantes, cual un rebaño de hienas hambrientas en una llanura asolada por la peste. Solo sobrevivirán los sabios que busquen en la naturaleza un apacible refugio para sus espíritus cansados. Los demonios terminaran por devorarse entre sí y las ciudades se transformarán en putrefactos cementerios de cadáveres a quienes nadie querrá enterrar…

Hubiera seguido Luis Quixote con su negro discurso si los ronquidos de Sancho no le hubieran sobresaltado. Viendo dormir como un cerdo a su amigo se recostó contra un chopo y con los ojos muy abiertos forzó a su imaginación a buscar una dama adecuada para ser la tierna receptora de sus fazañas y hechos caballerescos. Mentalmente repasó la lista de sus actrices hollywoodienses favoritas que eran muchas y abarcaban los años gloriosos y glamurosos del cine en blanco y negro hasta los últimos estrenos que nunca se perdía, apasionado como era de este gran arte. Pero a pesar de su inestimable belleza y muchas prendas no encontró a ninguna digna de ser la dama de sus sueños, ni siquiera a Julia Roberts, la de largas piernas, tan a propósito para hacer buena pareja con lo magro de su anatomía. Finalmente terminó también por dormirse acompañando sus ronquidos a los que Paco Sancho enviaba al aire con singular denuedo.

* * *

LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO I


LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO-NOVELA HUMORÍSTICA Y CLARO HOMENAJE A LA INMORTAL OBRA CERVANTINA

CAPITULO I

De cómo Luis Quixote y su amigo Paco Sancho después de numerosas aventuras que no es el momento de relacionar llegan a un motel de carretera, cansados y polvorientos, en sus contaminantes, rugientes, viejas y deterioradas, cabalgaduras metálicas.

En un lugar de la Mancha (cuyo nombre no voy a pregonar por discreción y respeto) retomo la historia de nuestros queridos personajes cuyas anteriores aventuras nos negamos a relatar porque así es deseo expreso del autor, al menos de momento, y sin otros motivos o matices.

Luis Quixote es un gallego o portugués –que el autor de esta historia no se ha tomado mucho interés en llegar a conocer tan nimio detalle que a nada conduce -flaco hasta extremos que resultarían exagerados incluso en una modelo anoréxica; alto sin llegar al techo de un jugador de la NBA, medio calvo – los escasos pelos de su cabellera han crecido hasta los hombros, como en un hippy de los años sesenta-. Y puede que lo fuera en su tiempo, tiene edad para ello; sus cabellos canos, su cara arrugada, sus andares parsimoniosos, de quien ha perdido el último tren, así parecen indicarlo.

Paco Sancho tiene la edad de su colega aunque se conserva mejor, gordo y lucido como gorrino bien alimentado. Es bajito, cabezón, le quedan dos pelos sobre su cráneo y sus andares son los de una pelota con patas. Parecen conocerse desde niños y no sería sorprendente que así fuera. Se podría deducir que la cultura yanqui de la movie-road y del book-road (Kerouack) los impulsaran al dulce «far niente» aventurero de los hippyes motoristas. Seguro que viajaron mucho a lomos de sus cabalgaduras metálicas, puede incluso que cruzaran el charco. Pero ahora están aquí, en este preciso momento de su vida…

En un lugar de la Mancha…y en un sucio motel de carretera encontramos a Luis Quixote y su amigo Paco Sancho. Han decidido pernoctar allí para aliviar el cansancio de varias jornadas a lomo de sus cabalgaduras de hierro. Aquella jornada será para Paco Sancho una de las más tristes de su vida puesto que podrá observar como su amigo y colega de toda la vida, el inigualable Luis Quixote comienza sufrir lo que Sancho considera como un serio trastorno mental.

Luisillo – así le llama Paco Sancho cuando no utiliza otros apelativos aún más cariñosos como colega, tronco, tío…- siempre ha sido un apasionado de los productos psicotrópicos, que ha venido utilizando desde su lejana juventud, como el típico yanqui abusa de esos chicles que llenan sus bocas hasta en las ceremonias más pomposas; la amplitud de sus gustos van desde el inocuo canutillo de hachís a una coz en vena de caballo y buen caballo no mal jumento, que a Luisillo le gusta galopar rápido por los oscuros laberintos de su imaginación. Los sueños siempre fueron la gran debilidad de Luisillo, puede que ya de niño esta morbosa tendencia dejara bien claro qué había elegido como su talón de Aquiles para los restos, un talón por donde la afilada lanza del destino iba a penetrar en las entretelas de su alma. Tanto sueño artificial acabará por cobrarse su salario de locura. Es lo que sospecha Paco Sancho que nunca aceptó de buen grado esos venenos, lo suyo son las comidas sustanciosas y en tiempos más juveniles lo fueron las mozas lozanas y más bien entraditas en carnes. “Un buen culo y unas buenas tetas y andan solas las carretas”. Decía con gran entusiasmo –el refranero le quedaba estrecho y se dedicaba a añadirle refranes en cuanto le quedaba un poco de tiempo entre almuerzo y almuerzo –a quien quisiera oírle mientras corría resollando como un fuelle asmático detrás de un buen culo de hembra, tal vez yanqui.

Apenas instalados en la cutre habitación Paco Sancho se apresuró a pedir media docena de hamburguesas, unas cuantas raciones de patatas fritas y una docena de botellines de cerveza bien fresquitos. Mientras Sancho papeaba a dos carrillos su colega Luis se preparó un buen puro de hierbas que comenzó a fumar sin ofrecer, muy consciente de que cuando su buen amigo Paco trasiega nada en el mundo le distraerá de tan placentera labor. Aquellas hierbas seguramente tienen mezclado algún polvo del demonio porque a mitad de canuto Quixote inicia una charla extraña y completamente fuera de horma.

-Amigo Sancho, he estado pensado que bien podríamos dedicarnos a la caballeresca aventura de socorrer al ciudadano víctima de la injusticia en esta sociedad tan dejada de la mano de Dios. Así podríamos hacer que nos armaran caballeros en algún raro ritual masónico o incluso satánico que todo sirve al caballero cuyas miras están puestas en las más altas hazañas como son socorrer y dar consuelo a los desheredados de la fortuna…

-Oye tronco, creo que el peta te ha sorbido el seso. Deberías comer al menos una hamburguesa, estás en ayunas, seguro que se te pasa el mal viaje.

-Amigo Sancho, los sueños nunca son malos viajes ni siquiera cuando se convierten en pesadillas porque es el soñar y no el comer lo que distingue al hombre de la bestia.

-Seguro, colega, pero yo prefiero una buena hamburguesa al mejor sueño, aunque sea erótico y en él todas las hurís de Hollywood me atosiguen con sus indudables encantos, solo puestos en duda por cuatro rácanos productores que quieren rebajar sus pantagruélicos sueldecitos.

-Ya veo amigo Sancho que sigues prefiriendo la manduca a los más altos ideales amorosos. No obstante todo buen caballero precisa de una alta dama a la que ofrecer sus desaforadas fazañas en defensa del pobre y el desvalido.

-Quédese usted, colega Don Quixote, con esas altas damas de largas piernas que yo me quedo con una buena hamburguesa si no hay un buen cocido al alcance de mi exquisito paladar.
-Amigo Sancho las damas de alta alcurnia que yo busco no son cuerpos de celuloide donde refocilar mi lujuria, sino princesas…

-Pues con los tiempos que corren la mayoría de las princesas no sirven para otra cosa sino para refocilar la lujuria y me temo que algunas ni siquiera para eso –hay formas más limpias de conseguir la pasta- por ejemplo que te toque el cupón, tronco.-

-Tienes razón amigo Sancho que los tiempos modernos que se deslizan entre nuestra pestañas no son precisamente buenos tiempos para caballeros andantes, desfacedores de entuertos, sino para malandrines televisivos, políticos corruptos y mercenarios entrenados como comandos con una tarjeta de crédito en la boca, entre otra gente de buen vivi,r pero son precisamente tiempos como estos los que más han necesidad de la ilustre orden de la caballería andante, protectora de viudas, amparadora de doncellas…
-Tronco, no vuelvas a fumar un peta de esas hierbas porque acabarás con la chola del revés. ¿A quién se le ocurre hablar de doncellas en estos tiempos? Una doncella de buen ver y mejor catar no duraría ni un minuto sin que su doncellez fuera puesta a prueba por desaprensivos productores de tv o de flims o por rosados editores de prensa, dispuestos a pagar el oro y el moro porque su doncellez fuera pisoteada por el famosete de turno o incluso por millonarios dispuestos a pagar más por una flor tan exótica que por un paseo en el espacio y una dormida en un cubículo de una estación espacial. Vamos, coleguilla, deja ya el peta y embúchate una de estas sabrosas hamburguesas ,bien regadas con una cañita bien fría de esta cervecita, y olvídate de todas esas mandangas que solo son producto de un mal viaje.

Pero cuando Paco Sancho dio buena cuenta de la penúltima hamburguesa y elevó su mirada bovina hacia su colega del alma, este se había recostado sobre el sucio almohadón y con los ojos en blanco clavados en el techo se hallaba más allá de este mundo de carne aplastado entre rodajas de pan de molde. Decidió dejar en la bolsa de papel la última hamburguesa con algunas patatas fritas grasientas, y lo hizo más por haber saciado su apetito que por deseo de volver a su amigo Luis Quixote a la realidad del pesebre, sino la más alta si la indispensable si se quiere tener los pies en el suelo, a base de carne picada y bollería industrial. Eructó aparatosamente y a continuación buscó como pudo acomodo en el lecho de donde pronto surgieron sonoros y sólidos ronquidos.

Continuará


HOMENAJE AL QUIJOTE


Queridos amigos: Os invito a participar del próximo carnaval subiendo a este hilo al vuestro propio toda clase de historias sobre el carnaval, relatos, poemas, anécdotas, impresiones, disfraces de todo tipo.

Me encantaría que os animarais a disfrazaros de personajes literarios y a escribir algo como si fuerais ese personaje o nos narrarais historias nuevas del mismo. También podéis disfrazaros de autores, Cervantes etc y contarnos cómo os va en el carnaval. Acompañaría mucho que con el texto subierais una foto del personaje o autor o incluso una vuestra, disfrazados.

Por mi parte aún no tengo claro si subiré un texto entresacado de mi novela «Luis Quixote y Paco Sancho» o el comienzo de «La rebelión de los libros» y así aprovecho para seguir con la historia en abril, con la celebración del día del libro.

No importa lo que hagáis, lo importante es disfrazaros literariamente, y de paso se puede aprovechar para ir así a la celebración del tercer aniversario. Ir pensando en subir algo para carnaval. También abriré un hilo para San Valentín. Se os acumula un poco de trabajo, pero nada cansa si es divertido. Un saludo.

NOTA PREVIA: Luis Quixote y Paco Sancho es una novela humorística que aún no he conseguido rematar, como la mayoría de mis novelas, que comienzo con mucho entusiasmo y que luego dejo en un cajón, a la espera de mejores tiempos. Mi pasión por el Quijote, para mí el libro más grande jamás escrito y la fuente donde comencé a beber mi sentido del humor y en la que aún sigo bebiendo, me llevó a intentar trasladar a la época moderna tanto historia como personajes, con las necesarias licencias y la modestia en el estilo. Slictik no es Cervantes, pero creo que al gran autor no le hubiera molestado mi intento de apropiarme de su historia y de situarla en nuestros tiempos. Si bien fue justa su cólera contra el Quijote de Avellaneda, un pobre plagio que intentó aprovechar su fama, estoy convencido de que su sentido del humor y su generosidad habrían mirado con benevolencia este ingenuo homenaje.Aunque no se concreta el tiempo en el que el narrador sitúa la historia, por lo que en ella se cuenta, se supone que podría situarse en los años 60, la época de los hippies, el amor libre y los pitillos de marihuana. Luis Quixote y Paco Sancho regresan a España con sus motos, tan deterioradas como ellos, tras una larga estancia en USA. Allí Luis Quixote se aficionó a la marihuana y debido a su apellido y a otros motivos subconscientes le dio por considerarse una reencarnación del famoso Don Quijote. Su viaje motorizado por la Mancha, años antes de que los avatares de la vida me trajeran hasta aquí, intenta remedar los principales episodios del Quijote. Todo se moderniza y en lugar de rocín y jumento tenemos moto y vespa y en lugar de venta nos encontramos en un motel. Este es un párrafo de mi novela, un pequeño homenaje al carnaval, en el que casi todo vale.

HOMENAJE A CERVANTES Y A SU INMORTAL OBRA EN EL DÍA DEL LIBRO

 

*Monumento a Cervantes en Alcazar de San Juan

Quiero homenajear a Cervantes y al Quijote en el día del libro. Tal vez cuando lo escribí, hace años, no me centré lo suficiente en el libro. Espero hacerlo algún día con más tiempo. El Quijote fue el gran libro de mi vida porque me abrió horizontes impensables, como lector y como escritor. Me costó un poco su lectura porque no es fácil, aunque siempre merecerá la pena para un buen lector y sobre todo para quien desea ser un buen escritor.

No quiero dejar transcurrir este año sin hacer mi humilde y peculiar homenaje al Quijote, sin duda uno de los libros de mi vida, sino el libro de mi vida por excelencia…Hace unos años inicié una de mis interminables series, intentando homenajear al Quijote reconstruyendo sus personajes y su historia en un entorno moderno. Tras darle muchas vueltas elegí la Mancha como el lugar más adecuado para situar la acción y los años sesenta como el tiempo que me venía bien para que Luis Quixote sufriera el delirio, por ingestión de hierbas, que le haría creerse el mítico D. Quijote…

Al tiempo que imaginaba y rumiaba las incidencias de esta historia fui buscando nombre para los personajes. No podían llamarse D. Quijote y Sancho Panza por respeto a Cervantes y porque aunque estuvieran basados en estos personajes inmortales la distancia que les separaba de ellos era astronómica… Luis Quixote y Paco Sancho fueron, finalmente, los nombres que más me gustaron. Sin embargo el problema básico era convertir en loco a Luis Quixote sin que pareciera una tomadura de pelo demasiado descarada. Tras darle muchas vueltas en el magín no se me ocurrió mejor idea que convertir a los personajes en hippies que regresaban a España desde San Francisco (USA) para saludar a sus familiares tras una larga ausencia…. Montados, Quixote en una vieja Harle Davidson y Paco Sancho en una destartalada moto sin pedigrí, se detienen a descansar en un motel de carretera cuando Luis Quixote decide fumarse la hierba que le han facilitado unos amigos norteamericanos de ascendencia india. Alguien debió mezclar algún hierbajo psicotrópico de rara ascendencia con el resto de las hierbas, marihuana y otras igualmente conocidas, porque al cabo de un tiempo los ojos se le quedan en blanco y tras un periodo de semiinconsciencia comienza a delirar, ante el pasmo, primero, de su buen amigo Paco Sancho, que luego sufre un ataque de pánico….

Luis Quixote está acostumbrado a las burlas que desde niño sufre de todo el mundo debido a su apellido, Quixote, de ascendencia gallega, su padre lo era, si bien su madre procedía de la Mancha, concretamente del Toboso. Esas burlas le impulsaron a leerse el Quijote de cabo a rabo, con el fin de rebatir las burlas y tener argumentos sólidos contra sus burladores. No es pues extraño que en su delirio llegue a creerse el auténtico Quijote, resucitado de entre los muertos ficticios. Como tal comienza a hablar y conducirse….

Con gran dificultad Paco Sancho convence a Quixote para continuar camino hasta el próximo hospital. Antes llegan a una venta, donde Luis Quixote decide pernoctar, no sin antes comer alguna cosilla ya que las hierbas de han producido un apetito ferz… Esa noche exigirá ser nombrado caballero andante por el ventero y de esta forma se inician sus aventuras modernas como nuevo Quixote….La idea no era mala, pero el primer episodio no me convención. Me pareció flojo y la historia quedó bloqueada y aparcada, sin perjuicio de que en cualquier momento pueda ser reiniciada con más ánimo y mejores logros….

 

Don Quijote es el personaje de la historia de la literatura que más me impresionó y conmovió, junto con su escudero Sancho Panza. Los personajes de locos me interesan desde siempre por motivos personales, pero hay en D. Quijote y Sancho tal humanidad, tales hechuras literarias y sobre todo esa profundización en la naturaleza humana que los hace inmortales, que ya no pude despegarme de ellos. Resultan actuales en toda época y circunstancia. No es pues extraño que un escritor sienta deseos de resucitarles, recreando su peripecia vital. Recuerdo ahora la novela de Andrés Trapiello, por poner solo un ejemplo actual, sin olvidarme del ensayo de Unamuno….

Me hice con el Quijote, en la edición de bolsillo de colección Austral, cuando estudiaba sexto de bachillerato. No habría cumplido aún los dieciseis años y continuaba mis estudios, interno en el colegio religioso, ahora en Fuenterrabía (Ondarribia como se llama ahora). … Puede que lo comprara con la escasa propina que recibía de mis padres o tal vez fuera producto de alguno de los premios que conseguí por trabajos para la revista del colegio, en todo caso me puse a leerlo con reverencia, como se merecía esta obra maestra de la literatura universal….

Dado mi carácter colérico, mi obstinación y cabezonería, tuve que elegir el peor momento de todos los posibles. Quedaban menos de quince días para los exámenes finales, que esta vez serían en el instituto de Irún… Hasta entonces nos examinábamos en el propio colegio y las notas eran admitidas como válidas por el Ministerio de Educación. Puede que ese año cambiaran la legislación, el caso es que nos teníamos que examinar por libre en el instituto…..

Toda mi vida de estudiante fue un estudiar sin respiro, desde el primero al último día del curso. Necesitaba de la beca para poder seguir estudiando, de otra forma me hubieran hecho regresar a casa. Yo no quería ser minero, me asustaba trabajar en el fondo de una mina y ese era mi único porvenir, a poco que fuera un poco realista. Planificaba el curso aprovechando todas las horas de estudio de que disponía, sin concederme un respiro. La última semana acostumbraba a repasar con calma, sin agobios, cada una de las asignaturas….
La mayoría de mis compañeros hacían todo lo contrario, se tiraban a la bartola durante el curso y la última semana hincaban el codo con desesperación, incluso por las noches se escondían en los servicios o estudiaban, con una linterna, bajo las mantas. Intentaban memorizarlo todo, en una gesta que bien hubiera podido cantar Homero, se haber sido un vate moderno…Algunos lograban aprobar y hasta hubo quien igualó o superó mis notas, que no eran nada malas. Esto me enfurecía, me encolerizaba hasta extremos ridículos. No me parecía justo, ni mucho menos, el que yo tuviera que hincar el codo durante todo el año, mientras a ellos les bastaba con una semana. Lo mismo me ocurre con casi todo. Si tengo cultura es porque soy autodidacta, porque me leía todo lo que caía en mis manos, hasta los anuncios luminosos de las tiendas. Mis padres no pudieron darme una carrera universitaria. Entonces pensaba en hacer psicología o periodismo…
Escribo palabra tras palabra, día tras día, sin lograr grandes cosas, más bien me mantengo en una “áurea mediocritas”. Otros se han consagrado como escritores a edad temprana y dudo que hayan tenido tiempo para escribir más que yo. Eso me demuestra que no soy un hombre del renacimiento, sino un apasionado currante de la cultura. No tengo nada de genio aunque sí de trabajador infatigable. Puede que sea injusto, pero es así y debo aceptarlo…

Aquel final de curso no lo había asumido. La juventud es rebelde por naturaleza. En venganza decidí leerme el Quijote durante las horas de clase que los profesores nos dejaban para preparar los exámenes finales. No recuerdo si había ganado el curso con un trabajo para la revista o lo había comprado con mi magro estipendio mensual. Se trataba de una edición de bolsillo de Espasa Calpe, Colección Austral, que aún conservo en perfectas condiciones aunque la versión que leo ahora tiene la letra mucho más grande y está ilustrada…. Los compañeros me miraban con sorna –el empollón nos restriega por los morros que se lo sabe todo y no necesita ni repasar- y yo a mi vez les miraba con rabia…. Los primeros capítulos me resultaron muy indigestos. No estaba acostumbrado al lenguaje cervantino, barroco y arcaico. Sin embargo pronto los personajes de D. Quijote y Sancho se agigantaron en mi fantasía. Comprendí, aunque solo fuera superficialmente, lo bien trazados que estaban y la soterrada rebeldía que Cervantes sentía hacia la sociedad en la que vivió, alimentada culturalmente por libros de caballería, la mayoría mal escritos y sin pies ni cabeza. Algo así como los actuales culebrones televisivos o los reality shows de aquel tiempo. No le gustaba el mundo que le había tocado en suerte, tan injusto o más que el actual. Tras la socarronería de las situaciones que tan bien se describían en la novela, se podía percibir claramente la crítica social y el profundo análisis de la naturaleza humana….

Me dejé absorber en su lectura y sin darme cuenta se me echó encima el día fatídico. Aprobé todas las asignaturas, aunque con notas mucho más bajas de lo que en mí era habitual. Todas menos una. Me suspendieron en arte. ¡En Arte! ¡Con lo que a mí me gustaba el Arte! Era una vergüenza. Comprendí que un repasito a tiempo me hubiera venido muy bien, pero encandilado por el Quijote y sobrado de orgullo me encontré con una calabaza que hube de regar durante todo el verano…

De esta forma tan chusca me inicié en el Quijote. Durante años releería capítulo a capítulo, con algún que otro descanso, pero sin olvidarme de cumplir con una tarea, que me había impuesto planificando ya mi futura vocación de escritor. Curiosamente cuanto más profundizaba en la inmortal obra más deleite encontraba en ella…

Sin ponerme a idealizar hasta el ridículo un libro que no deja de tener sus grandes defectos, como toda obra humana, por muy maestra que sea, lo cierto es que el tiempo, que todo lo destruye, no ha erosionado gravemente la que puede considerarse primera novela en la historia de la literatura… Si el lenguaje es anticuado –no en vano han pasado cuatro siglos- lo cierto es que sigue siendo espejo del buen hablar y del buen escribir. Pocos son los que actualmente no aceptarían un elogio en el sentido de “ escribes como Cervantes” o “tienes un estilo cervantino”… Si bien es cierto que la narración lineal a menudo se interrumpe con otras historias, pastoriles o de temática diversa, también lo es que el Quijote es una historia bien estructurada, amena, llena de hallazgos y bellezas sin cuento. Hoy podríamos decir que la novela Quijote sufre con frecuencia la enfermedad del culebrón –interrupciones sin cuento que retardan el ritmo narrativo- y una prolijidad descriptiva que nos recuerda que en tiempos de Cervantes no existía el arte cinematográfico… El lector siente la tentación de saltarse esos largos incisos, así como la de intentar traducir al castellano actual muchos términos que resultan chocantes, acortar párrafos y podar frases que parecen no terminar nunca. Sin embargo basta con esforzarse un poco para que el lenguaje del Quijote resulte tan atractivo que hasta yo mismo he intentado imitarlo en la historia de Luis Quixote y Paco Sancho. Hacer hablar a Luis Quixote de temas actuales, utilizando una imitación del lenguaje cervantino, puede resultar extremadamente divertido. Lo mismo que imaginar al mismísimo Quijote caminando por nuestras calles, vestido con la ridícula parafernalia que tan bien describe Cervantes…

Los personajes, aparte D. Quijote y Sancho, están trazados de tal manera que el lector podría imaginárselos frente a sus narices con toda nitidez. Ahora mismo me viene a la memoria Ginés de Pasamonte o Ginesillo de Parapilla (cito de memoria) el malo más malo de todos los culebrones habidos y por haber. Un malo auténtico, que pone los pelos de punta, no como las imitaciones ridículas que se han dado en llamar “malos cinematográficos” o esos canallitas de los culebrones televisivos que nos hacen reír, hasta sin ganas, porque su maldad es tan divertida como la de una marioneta dando garrotazos a otra. El resto de personajes, desde el famoso vizcaíno a los duques, pasando por Maritornes, el ventero o cualquiera de los innumerables secundarios de lujo, como se dice en el argot cinematográfico, que pululan por las páginas del Quijote, son absolutamente maravillosos, trazados con mano maestra que conoce muy bien la condición humana. Resultan apasionantes para cualquier escritor que disfrute creando personajes de ficción. Uno podría centrarse en cualquiera de ellos y escribir una novela completa. Este dato por sí mismo indica, bien a las claras, la entidad de todos y cada uno de los personajes de esta obra maestra…

Mi admiración por ella me llevó a intentar resucitar a D. Quijote y Sancho Panza, los auténticos, no a los patéticos remedios –Luis Quixote y Paco Sancho- que me inventaría más tarde. Los imaginé paseando por nuestras modernas calles, entre el humo de los tubos de escape de los coches y cargando contra los semáforos, como gigantes de tres ojos. La tarea escapaba a mis posibilidades y sólo el amor por estos personajes me llevó a imaginar que podría traerlos a la vida con un mínimo de éxito…

Continuo siendo un apasionado lector del Quijote. Ahora mismo estoy releyendo la historia del Curioso impertinente, otro de los numerosos incisos de la novela –en realidad una novela corta- y a pesar de lo desfasado e ingenuo de la anécdota que da pie al relato, de lo insufrible que a veces resulta tanta prolijidad, las frases tan largas, el estilo tan recargado, me fuerzo a ello porque no hay texto en la literatura castellana donde uno pueda aprender tanto a poco que se esfuerce uno…

Aconsejo la lectura del Quijote en su versión original, sin podas y sin trasponer su lenguaje al castellano moderno. En una primera lectura el lector se puede saltar los incisos, leer capítulo a capítulo, haciendo pausas, tomándose su tiempo; leer otra novela moderna y retomar el siguiente capítulo al cabo de un mes, por ejemplo. Hay momentos del Quijote que son antológicos, que ningún lector debería desconocer y para el escritor que desea llegar alto algún día el Quijote es un espejo mágico, donde encontrará todo lo que anda buscando y aún más cosas que ni se le ocurriría buscar…Este es mi pequeño homenaje al Quijote en su cuarto centenario. Les aseguro que merece la pena el esfuerzo, lo mismo que el que supone leer el Ulises de Joyce o A la busca del tiempo perdido de Proust.