INTERMEZZO II
Antes de ponerme a explorar el entorno de la autovía, buscando algún indicio de vida humana o incluso animal- también me serviría- regreso al coche y enciendo la radio. No voy a recibir ninguna noticia del mundo que antes llamaba real porque las supuestas emisiones de radio son un batiburrillo confuso y sin sentido. No sé de qué tiempo vienen, ni tampoco de qué supuesta realidad. La hipótesis que barajo es que yo estoy fuera del tiempo y del espacio y las emisiones de radio que siguen llegando, no sé por qué milagro, parecen provenir de dimensiones paralelas, a veces complementarias, a menudo contradictorias. Supongo, es lo único que puedo hacer, que en algún lugar y tiempo continúa desarrollándose la realidad tal como la conocí, si bien por otros caminos paralelos. Hubo un tiempo en el que estuve de acuerdo con la teoría de que las posibles decisiones que nunca tomamos, al decidirnos por otras, no iban a la nada absoluta, se quedaban en mundos paralelos donde continuaban desarrollándose por caminos distintos. Para mí tenía sentido puesto que de otra forma no se podía explicar la libertad de nuestros actos. Suponiendo que un vidente viera nuestro futuro, éste no podría ser cambiado y nosotros no podríamos seguir actuando con libertad. En cambio si en cada decisión se crea un mundo paralelo donde nosotros seguimos caminando por otro camino los videntes pueden seguir viendo todos nuestros posibles futuros y nosotros continuar conservando nuestra libertad puesto que esos futuros no están escritos, dependerán de la decisión que tomemos a cada momento. Y el hecho de que un vidente vea un supuesto futuro nuestro no nos condiciona porque puede estar viendo cualquiera de nuestros futuros posibles, de nosotros dependerá escoger uno u otro. En realidad ahora todas estas cuestiones me importan un pito, porque tome la decisión que tome mi futuro será el mismo si no existe el tiempo. Nada va a cambiar, al menos sustancialmente. No va a cambiar el hecho de que estoy solo en el mundo, tal vez en el universo dimensional a donde he venido a caer, salvo que encuentre otros seres humanos o animales, entonces tendré que replantearme todo. Puedo elegir ahora escuchar la radio o irme a buscar otros seres humanos en la noche perpetua o seguir escuchando música aleatoria en el coche o apagarlo todo e intentar dormir sin conseguirlo, o dar vueltas y más vueltas a esta autovía infernal, a diferentes velocidades, hasta perder la lógica, la consciencia, la razón. Nada importará porque estas variantes son estúpidas y sin sentido.
Decido sentarme y encender la radio. Tal vez me divierta un poco con las noticias de posibles futuros en otras dimensiones, en otras realidades que al parecer ya nunca viviré, porque ésta es la única que me queda. Antes enciendo un pitillo, otro. De momento se siguen reproduciendo en la cajetilla, al menos tendré tabaco hasta que me muera, si es que muero, si es que el tabaco no me acaba matando, porque se supone que el humo es real y entra a mis pulmones y allí los convierte en fosfatina. Pero me temo que si no me maté en el accidente que yo mismo provoqué no me va a matar un simple pitillo. Fumo como si fuera un gran placer y enciendo la radio como si no me quedara otra opción.
Busco en el dial emisoras, programas. Ninguno me gusta, todos me parecen idiotas, sin sentido, ni siquiera me divierten, ni siquiera me río. Entonces escucho algo que me llama la atención. En una emisora están dando noticias y hablan de coronavirus, confinamiento, muertes diarias en mi país, en lo que fuera mi país, mejor dicho, en otros países, en el mundo. Se habla de que se busca la vacuna que no estará lista hasta dentro de un año, de dos, tal vez nunca. De que no hay medicación efectiva. De que esta pandemia ha venido para quedarse y las olas seguirán hasta que toda la población haya adquirido inmunidad, si es que se consigue, no se sabe cuántos muertos serán necesarios. Estados de alarma, de emergencia, todo el mundo confinado en sus casas. Solo pueden salir a comprar alimentos, normas estrictas. Solo trabajan los sanitarios, los servicios básicos. Se habla de que la economía se va a ir al garete. La mayor crisis económica de todos los tiempos. De momento lo importante es la salud, luego ya veremos.
Me quedo escuchando con la boca abierta. Esto no puede ser cierto, no al menos en la realidad que conocí. Pero parece que podría tratarse de una dimensión paralela, de un futuro muy, pero que muy improbable. He debido pillar una emisión en una dimensión tan poco probable que no entiendo cómo la radio sigue funcionando allí, si todo es tan inverosímil. Me planteo que tal vez algunas dimensiones deben estar tan alejadas de la realidad más probable que se pueden producir delirios como éste. Bueno, no es que sea divertido, pero siento curiosidad cómo sería la vida, la realidad, en una dimensión tan alejada de la verdadera realidad.
Hablan de Trump y de sus increíbles tonterías. Parece que va a defender la economía por encima de todo, de la salud de sus ciudadanos, aunque todos acaben muertos y la economía ya no sirva ni para enterrar a los muertos. Escucho que algún político norteamericano sugiere que los abuelos, los viejos, deberían sacrificarse por la economía. ¡Esto es increíble! Parece que los viejos estamos siendo carne de cañón. Bueno, al menos aquí no hay viejos ni jóvenes, porque no pasa el tiempo, y solo estoy yo que no voy a morir aunque vinieran esos bichitos, los coronavirus, porque no sé quién me iba a contagiar si estoy solo. No necesitaré mascarilla, ni guantes, ni confinarme en el coche durante los estados de alarma. Tampoco voy a necesitar salir a comprar alimentos y llenar la casa, convertirla en un búnker, porque aquí no necesito comer, ni tengo casa, ni tiene sentido estar confinado, sin salir, para que otros no me contagien y yo contagie a otros y se rompa la cadena maldita. Tiene gracia, estar solo a veces no es tan malo. Tendría que ser terrorífico que en la auténtica realidad, de donde al parecer he venido, a ésta, que no sé ni siquiera si es realidad, hubiera ocurrido algo así. Ni siquiera yo hubiera podido imaginar algo tan delirante, ni siquiera para escribirlo en alguno de mis delirantes relatos. No tiene sentido. Esto no ha podido suceder. Es imposible.
En las noticias solo se habla del maldito coronavirus, no hay otro tema, es comprensible. Algunas noticias son bastante incomprensibles porque no he seguido la pandemia desde el principio y me pierdo cosas. Boris Johnson, el inglés, dijo que mejor que todo el mundo se contagiara, así conseguirían la inmunidad cuanto antes, pero por lo visto el precio iba a ser muy alto, demasiados muertos, incluso él podía morir. De hecho se ha contagiado y ha estado a punto de morir, eso ha debido cambiar sustancialmente su forma de pensar. Parece que ha salido adelante. Me alegro, me alegraría mucho más si no hubiera ningún muerto, pero los muertos siguen goteando en las estadísticas día a día y los contagiados subiendo. Pero hay esperanza, en otros países, con confinamiento los muertos han decrecido hasta desaparecer y los contagiados, aunque hay rebrotes. Sin vacuna esto va a ser como un círculo dantesco del infierno. El confinamiento se convertirá en una nueva normalidad, aunque habrá periodos de desconfinamiento o desescalamiento, como al parecer lo llaman. La economía se irá a la porra hasta llegar a una economía de supervivencia. Los más pobres tendrán más cartas para morir, bien por contagio o por pobreza extrema. Los más ricos aguantarán más, tienen ahorros y podrán confinarse en sus casoplones y esperar a ver si los científicos hacen el milagro. Esto es increíble. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante delirio?
Al parecer la epidemia surgió en China y se dice que pasó de un animal, aún no se sabe con certeza, a un humano y éste fue contagiando a otros y así sucesivamente. Pudo haber surgido en otro país. Italia vivió un infierno, pero ya parece que está mejor. Pudo haber sido otro país. En el mío las cosas, que parecían ir hacia el apocalipsis, ahora van mejorando, pero no se sabe cómo y dónde acabará la economía. Mejor no pensar en ello hasta que la salud deje de ser una prioridad. Se escucha de todo. Increíblemente este ensayo de apocalipsis no parece haber cambiado nada, o no mucho. Los políticos y gobernantes siguen a lo suyo, a la greña entre partidos, ideologías, estrategias electorales, diciéndose barbaridades, tirándose los muertos a la cabeza. Esto es increíble. Ni en el peor de los futuros imaginables yo hubiera pensado que esos cabezas de chorlito no cambiarían. Desde luego tiene que ser el peor de los futuros posibles. Es agobiante.
Me planteo cómo sería mi vida si yo hubiera continuado en esa realidad. Bueno, tal vez estaría ya jubilado, viviendo en una casa en el campo, en un pueblecito. Es posible que tuviera un adorable gatito y un precioso perrito. Esa era mi idea, criar juntos a un cachorrito de gatito y otro de perrito, para que se llevaran bien desde el principio. Estaría confinado, buscando desesperadamente llenar la casa de alimentos, comprarme un arcón congelador y llenarlo. Por lo demás el cambio tampoco sería tan dramático. Aquí estoy solo y allí también. Allí estaría confinado y aquí también de alguna manera, puesto que no puedo salir de esta autovía infernal y siempre es de noche y no parece que haya nadie más, ni humanos, ni animales. Allí no podría abrazar ni besar, aquí tampoco. Allí no tendría sexo, ¿qué mujer querría tener sexo conmigo si antes del virus tampoco lo quería? Tiene gracia. Allí ya había renunciado al sexo para siempre y aquí también, por imposibilidad física, metafísica, diría más bien. Es que tiene mucha gracia, que venga el apocalipsis y para mí las cosas no cambiarían nada. Supongo que es triste, tristísimo, para que algo así no cambie drásticamente tu vida es que tienes que estar muy mal, peor que muy mal, tienes que estar en las últimas. Bueno, es verdad, que allí tendrías más posibilidades de morir, no practicando sexo, como siempre quise vivir mi muerte, con apocalipsis o no, pero muchas, desde luego más que aquí que no tienes ninguna. Me pregunto cómo hubiera reaccionado yo en esa realidad. Hasta es posible que de pronto quisiera vivir a toda costa, yo que siempre quise morir. Estas cosas pasan, son increíbles, pero pasan. Estaría aterrorizado por la posibilidad de morir en cualquier momento, no podría hacer de mi casa un búnker porque habría que salir a comprar alimentos. Estaría aterrorizado por los seres queridos. El divorcio me había dejado solo pero uno siempre ama a los que una vez amó. Tal vez incluso la relación mejoraría, volveríamos a querernos. ¡Uff! Tengo que dejar de darle vueltas a todo esto, me voy a deprimir mucho. Lo cierto es que cuando abandoné aquella realidad me acababa de divorciar, estaba muy hundido, había perdido todo, ni siquiera estaba jubilado y no tenía a mi gatito y a mi perrito ni vivía en una casa en plena naturaleza. ¿Cuánto tiempo habrá transcurrido desde aquel momento hasta éste de la pandemia? A saber, puede que unos meses, tal vez unos años, incluso décadas. Como aquí no pasa el tiempo es difícil hacer cuentas. ¡Menos mal que ese es el más improbable e inverosímil de los futuros! Me alegra que todos estén bien allí, en el continuo de la realidad que viví. Pero deberían plantearse cambiar para evitar que esa posibilidad se convierta en real.
Enciendo otro pitillo y apago la radio y pongo otra vez la música. ¡A ver con qué me sorprende el modo aleatorio musical!