* * *
Hoy se acaba de hundir el último puente y estoy aquí, sentado junto a la orilla, mirando cómo el agua arrastra una estación de duro trabajo, una nueva concepción de lo que es un puente. Ya no puedo llorar, pero algo me roe las entrañas y me siento dispuesto a renacer, a volver a balbucear como un bebé, a caminar a gatas, a temerlo todo porque no conozco nada, a soportar la oleada de sufrimiento que recorre la sangre de esta criatura, sin las caricias de una madre, desnudo y sólo frente a lo desconocido. Porque sé que he tenido una madre, todos los animales del territorio tienen madres.
No puedo recordar mi nacimiento, si alguna vez nací, tuvo que ser así, salvo que esto sea un sueño, donde nadie nace ni muero, pero necesito explicarme cómo llegué hasta aquí, de dónde he venido, cómo he surgido de la nada, del olvido. Es una pregunta fundamental que requiere una respuesta, pero no la tengo, así que mi fantasía se encarga de crearla. He inventado toda una Cosmogonía, complicadamente irracional, pero que me ayuda en los momentos de angustia.
No sé por qué imagino haber surgido del vientre de otro ser al que llamo madre, haber recibido sus caricias cuando sólo era un trozo de materia diminuto. Me veo gateando por el suelo, aprendiendo las leyes más esenciales para la supervivencia e intento comunicarme con ese ser extraño que no tiene ningún rostro ni figura definida, sólo produzco sonidos inconexos a los que llamo balbuceos en mi vocabulario mental. Los animales que conozco en este territorio tienen madre, les he visto nacer, he visto su enternecedora relación. Yo también soy un animal, también he tenido que nacer de una madre. ¿Pero dónde está?
A veces en sueños vivo mi nacimiento, el momento terrible de salir de ese vientre cálido y dulce donde solo el placer sin preguntas me rodea, y la luz del sol me produce un terrible sufrimiento, y un miedo espantoso a lo desconocido se apodera de mi esencia. Es una pesadilla de la que huyo constantemente pero que algunas veces viene repentinamente a mí por las noches y me despierto sudoroso y loco de dolor.
Han pasado los días, supongo que ha sido así, porque mi estómago me ha obligado a buscar comida unas cuantas veces. He utilizado mi rudimentaria caña de pescar y he malgastado un poco de mi infinito tiempo consiguiendo suficientes peces para cerrar la boca del monstruo que habita en el pozo sin fondo de mi vientre, ya no oigo sus berridos repugnantes. No disfruto de la comida, del tiempo que camina sin prisas a mi alrededor, no disfruto de nada. Como ocurre siempre que se hunde un puente, me refugio en mi choza, me arrojo sobre la yacija de hojas e intento dormir. Soñar es mi refugio aunque rara vez recuerdo lo que sueño y cuando lo recuerdo nada tiene sentido.
He decidido construir un nuevo puente. Me estrujaré el cerebro para encontrar otro proyecto distinto que no tenga los defectos de los anteriores, será difícil, pero no tengo prisa, además no podría hacer otra cosa; es la misma tarea de siempre, la única que se me permite realizar. Si tengo que exprimirme los sesos, que sea algo positivo, es inútil encontrar verdades que no sirven para nada. Todos mis razonamientos y mis fantasías no me han sacado de este lado del “Gran Rio”, solo el puente puede hacerlo.
Tumbado a su orilla dejo que mi mente funcione por si misma, que busque en su archivo los datos que necesito y los vaya uniendo a su gusto, he comprendido la inutilidad de esquemas previos, de intentar reconstruir un rompecabezas cuyo modelo no he visto nunca y cuyas piezas pueden encajar de infinitas maneras. Es preferible que sea la realidad la que acabe por imponerse, que sean sus leyes eternas las que me esclavicen y no perder todas mis energías en un esfuerzo titánico e inútil, pretendiendo modificar la esencia inmutable de las cosas y adaptarla a mis deseos, caprichos y aspiraciones.
Dejo que el tiempo corra al ritmo de la corriente del “Gran Rio”, he llegado a pensar que no existe el tiempo, ni el espacio, que no existe nada, ni siquiera el Rio y la otra orilla, que todo es un desvarío de mi mente, que ha creado un mundo a su medida en el que soy prisionero, donde no puedo hacer otra cosa que doblegarme a su implacable tiranía.
He pensado muchas veces en acabar con ese sutil déspota. La rabia ha hecho tambalear la inconmovible fortaleza de mi “yo”, pero siempre ha vuelto atrás, aterrorizado. ¿Qué queda si destruyo mi mente, mi propio “yo”? ¿Acaso existe algo más allá de mí, algo que no pueda ser medido y cuadriculado por mi mente?
Por un instante un fogonazo deslumbrador ha clarificado todo y he intuido la ”Gran Realidad”, la verdadera realidad, y he sentido una horrible turbación, porque “yo” formaba parte de ella, porque mi mente, mi “Yo” no existían, todo era una misma y sola cosa. La individualidad, la variedad, la multiplicidad, el tiempo y el espacio, los otros, no eran sino una monstruosa y despiadada mentira que me tenía acorralado en el territorio de la tristeza y la angustia. Pero solo duró un instante, lo suficientemente largo para que haya permanecido en mi memoria y también lo bastante corto para que no pueda sino considerarlo como un sueño.
He regresado a mi tarea cotidiana, una vez que mi mente ha perfilado la estructura del nuevo puente. Como siempre he vuelto a recorrer el largo desierto hasta llegar a las primeras estribaciones de la montaña, allí me he aprovisionado de fruto y he talado algunos árboles. Lo he cargado todo en un vehículo de mi invención, hecho íntegramente de madera y he comenzado a empujarlo a través del desierto.
El peso es enorme, aparte de los frutos y de la madera tengo que llevar suficiente cantidad de agua para el camino, eso hace que las etapas deban ser muy corta el recorrido hasta el rio me parece tan infinito como los pensamientos en que voy sumergido.
El calor sofocante del sol durante el día convierte en una verdadera tortura el arrastrar tanto peso, me voy deshidratando poco a poco como un odre con agujeros, pero debo controlarme y beber solo el agua necesaria, ya que llevo la imprescindible para disminuir la carga y ahorrar energía; mi tiempo parece eterno pero mis fuerzas son limitadas.
Cuando me siento agotado me tumbo a la sombra del vehículo, como algunas frutas y bebo un poco de agua, luego me quedo adormilado y tengo extrañas pesadillas que nunca he podido clarificar. En una de ellas, otro ser semejante a mí, pero con unas diferencias anatómicas que no comprendo, me acaricia dulcemente, primero el pelo, luego la cara, acerca sus labios a los míos y los mordisquea suavemente, parece como si absorbiera algo de mi boca; experimento un placer inexplicable que embarga todo mi ser. Me dice cosas que no entiendo, pero con una ternura que me hace llorar; son sonidos que jamás percibí, completamente distintos a los del rio, el aire, la pradera, incluso los que emito cuando me duele algo, cuando lloro o cuando me asalta la rabia. Tras reflexionar mucho he llegado a la conclusión de que esos sueños han surgido de mis observaciones sobre los animales. En ciertos periodos se unen machos y hembras y luego la madre tiene una camada que cuida con una entrega conmovedora. La diferencia entre machos y hembras es muy simple, tiene que haber diferencias anatómicas claras, es como un palo que solo penetra en la tierra si hay un agujero.
Nunca necesité crear un lenguaje de sonidos, no lo preciso para hablar conmigo mismo, ni para comunicarme con la naturaleza que me rodea. Supongo que tengo un lenguaje porque en mi mente cada idea tiene un nombre que la distingue de las demás, pero no he intentado formar sonidos con mi garganta que me sirvan de código para que alguien pueda saber con un poco de aproximación lo que estoy pensando cuando emito un sonido, ¿pero para qué hacerlo, a quién necesito comunicar mis ideas y sentimientos?
A veces he imaginado seres semejantes a mí con los que convivía y he pensado de qué forma podríamos comunicarnos, pero no veo la necesidad de emitir sonidos ¿por qué un pensamiento no puede hablar con otro utilizando su propio lenguaje, qué nostalgia nos obliga a encontrar esas ideas dentro de sonidos? Quizás sea esta fantasía de tener a mi lado otros seres semejantes, afines, la causa de este intrigante sueño. Lo más curioso sucede después, con sus manos suaves y cálidas me va quitando las pieles que un día tan lejano, que apenas recuerdo, conseguí matando a un ser tan raro que solo pudo llegar atravesando el Gran Río y que me atacó cuando me aventuré por primera vez al otro lado del desierto; ahora me sirven de vestido protector frente al frío. Quedo desnudo, como me recuerdo hace tiempo cuando aún no sabía protegerme de los vientos gélidos en la estación fría, entonces va acariciando mi piel con sus manos y sus labios y un ardor desconocido me empieza a palpitar en las entrañas; el trozo de carne que poseo entre las piernas y que utilizado para evacuar líquidos se pone erecto y un deseo espantosamente fuerte e incontrolable de acariciar también su cuerpo y de unir el mío con el suyo hasta convertirse ambos en uno solo, se apodera de mi y sin saber lo que hago también comienzo a acariciar su piel, de la misma forma que hace el otro ser.
No sé cómo, pero nuestros cuerpos se acaban uniendo a la altura de las caderas, comienzan a vibrar al unísono, a jadear, perdido el aliento y una oleada de calor y de placer recorre todos los rincones de mi ser; al final algo parece desprenderse de mí, algo muy intimo y profundo como si me partieran el alma en dos, pero en vez de quedarme vacio y dolorido me invade una infinita plenitud, un placer inconmensurable que me despierta de repente. La realidad entonces se hace más amarga que nunca y deseo volver a quedarme dormido y que el maravilloso sueño se repita. He pensado que todo esto debe tener algo que ver con lo que hacen los animales, solo que yo no tengo una contraparte, una hembra con la que poder unirme. Tal vez de todo esto surgiera una camada de pequeñuelos semejantes a mí. Me imagino cómo sería mi vida cuidando de esos pequeñuelos junto con la hembra-madre y ya no puedo desear otra cosa. Tal vez al otro lado del Gran Río exista una hembra con la que pueda realizar mis sueños. Entonces ya no volveré a sufrir la soledad y todo tendrá sentido.
Tras largas y penosas jornadas llego a la orilla de la corriente, allí descanso un tiempo, reponiéndome del esfuerzo, del calor insufrible, del agua putrefacta y de la ausencia del “Gran Rio”, que magnetiza todo mi ser, que se ha convertido en la razón de todo lo que hago, busco o deseo.
Antes de iniciar un nuevo proyecto deberé hacer innumerables viajes, igualmente penosos y largos, para acumular suficiente madera. Mientras tanto mi mente va perfilando nuevos detalles y modificando otros, empieza a nacer otra vez la esperanza, muerta con el último hundimiento; lentamente va formándose y creciendo en mi interior y ya siento la alegría de colocar el último trozo de madera sobre la tierra virgen de la otra orilla, de hollarla con mis pies y de revolcarme en ella en un delirio de felicidad.
Comienzo la construcción con ansia, casi con prisa, madera sobre madera el puente va adquiriendo forma sobre el Gran Rio. El desafío consiste en llegar hasta el centro con pilares que soporten la corriente, incluso en la estación del frío y las lluvias, eso me permitiría emprender la segunda etapa durante la estación cálida y si pudiera aguantar una nueva estación fría tal vez lograra en la cálida siguiente llegar hasta la otra orilla. Esta idea me parece razonable. Debo llegar hasta el centro y conseguir que los pilares soporten la corriente. Entonces estaré en condiciones de culminar la obra de toda mi vida.
Conforme el puente va avanzando y empiezan las auténticas dificultades para sostener el inmenso armazón en un precario equilibrio el desánimo me va corroyendo y al final apenas quedan los esqueletos de las esperanzas e ilusiones que brotaron al principio con la fuerza que tiene todo lo nuevo, pero a las que el brutal choque de la realidad va devorando toda esa carne con que la mente viste la fría desnudez de los hechos, los objetos, la esencia de las cosas. A veces pienso si no serán esos adornos, sin los que la mente no parece ser capaz de mirar la realidad, los que destruyen la calidez de las cosas, las deforman hasta transformarlas en algo monstruoso que me atemoriza, monstrándome una nada ficticia que hay que llenar con hermosos engaños que no pueden durar mucho y a los que doy el nombre de esperanza, ilusión, ideal, sueño…Es un extraño proceso destructivo-creativo que nunca he podido comprender, la mente deforma una realidad bella, amorosa y razonable y la convierte en algo repulsivo, odioso, irracional, en algo tan vacio e incomprensible que debe ser la emoción ciega quien destruyéndolo todo, lo vuelve a crear de una forma armoniosa. Desgraciadamente las piezas del rompecabezas ya no encajan como antes y por mucho que uno intente engañarse siempre acaba viendo todos los desajustes y errores.
Empiezo a mover todos los bloques que configuran el infinito puzzle, pero nunca encuentro la clave que me permita volver a colocar todos los fragmentos de realidad en su sitio, la mente necesita de un arquetipo del que ir copiando hasta reproducir perfectamente el modelo y al no encontrarlo se ve obligada a utilizar su pobre fantasía con la ayuda de los míseros pinceles de su paupérrima lógica para pintar un cuadro ilusorio con el que poder engañarse unos breves instantes antes de que el implacable recuerdo de lo que observó con absoluta claridad en otro tiempo le atrape en su inexorable atractivo.
Cuando el desánimo es ya absoluto me tumbo tranquilamente bajo el armazón de madera que he construido para protegerme del sol y dejo que el tiempo vaya pasando mientras contemplo las montañas, más allá del desierto. Voy consumiendo los alimentos almacenados, pescando algunos peces de vez en cuando y un día en que me quedo sin frutos, decido volver a la montaña, esta vez sólo para aprovisionarme de comida y caza. Emprendo el camino desganadamente, dispuesto a que esta vez sea el tiempo el que me vaya consumiendo y transforme la visión negativa que ahora tengo de todo en una nueva esperanza; surgirá de la nada e irá aumentando gradualmente hasta llegar a su climas, luego regresará a la nada de donde nació. Parece ser un eterno e implacable círculo del que nunca saldré, me balanceo de un lado a otro, regular y constantemente, de la esperanza a la desilusión y al vacio, de la actividad a la pasividad, de la construcción a la destrucción. Unas veces devoro el tiempo como si fuera limitado, me consume la impaciencia de llegar a la otra orilla y otras dejo que sea el tiempo quien me devore hasta que el vacio sea tan grande que acabe absorbiendo todo lo que le rodea, a veces es sólido y entonces me siento pleno y dispuesto a luchar sin desmayo, pero otras es algo tan etéreo que tengo una terrible sensación, como si fuera a explotar en mil pedazos y vomito sin descanso sin expulsar nada, es una nausea seca que me destroza el alma.
Hago el recorrido tan lentamente que llego a olvidarme de que estoy inmerso en el tiempo. Cuando alcanzo la montaña me recuesto a la sombra de los árboles y mientras me alimento de frutas y respiro el aire de la altura, me voy recuperando.
Una vez conseguida suficiente energía e ilusión decido volver a la orilla del “Gran Rio”, pero antes subo a la cumbre más alta y desde ella contemplo las lejanas montañas que son apenas una sombra al otro lado del desierto donde termina la cadena montañosa en que me encuentro. Hace ya mucho, mucho tiempo y con un esfuerzo titánico llegué hasta ellas, subí a un pico, rodeado de nubes y desde allí, en un día claro, pude ver algo de las tierras que hay al otro lado del rio, otro desierto, otro bosque, todo parece igual y todo parece tan deshabitado como este territorio.
Mi vista no podía darme una respuesta segura, pero hubiera jurado que ese territorio también estaba rodeado por una gran masa de agua, tal vez otro Gran Río, o éste mismo deslizándose en círculos caprichosos o puede que se trate de la gran masa de agua donde desemboca el Gran Rio y a la que he llamado mar. Si fuera así todos mis esfuerzos serían inútiles, no haría otra cosa que cruzar ríos para encontrarme en el mismo lugar en el que me encuentro ahora. Sólo la esperanza de hallar semejantes me consuela de tan inútiles esfuerzos.
Mañana regresaré a la orilla una vez más y continuaré mi trabajo en el puente, antes o después acabará hundiéndose, pero no tendré la suerte de caer con la madera en medio de la corriente, me salvaré y el mazazo del fracaso destruirá todo en un angustioso final definitivo. Ya no existirán las montañas, el desierto, ni el “Gran Rio”, ni el puente, ni siquiera la otra orilla, solo “LA NADA,YO Y MI ESPERANZA” balanceándose entre ambos como un frágil e indestructible puente.
EPÍLOGO
CUADERNO DE BITÁCORA DE LA NAVE INTERGALÁCTICA EXPLORER V
Una profunda decepción nos invade a todos. Esperábamos mucho más de este planeta que reunía todos los signos, sino de vida inteligente, al menos de vida. Un planeta habitable es siempre un motivo de gran alegría para la tripulación. Puede ser colonizado o puede ser preparado como prisión federal galáctica, siempre se le saca provecho. Esta alegría se convierte en euforia si el planeta alberga vida inteligente. Es cierto que supone un gran trabajo, primero de observación, luego de contacto y finalmente, tras un largo proceso, la admisión en la fraternidad de la vida inteligente de la galaxia.
Los más optimistas ya daban por supuesto que les esperaba una apasionante aventura. Los menos optimistas esperaban al menos incluir el planeta en los catálogos de planetas habitables de la galaxia. No son muchos y menos aún los planetas que albergan vida en evolución hacia el nacimiento de vida inteligente. Son aún menos los que ya poseen esa vida inteligente evolucionando, eso es casi un milagro. El universo es demasiado grande para la vida que alberga, demasiado trabajo para tan poco. Es un misterio que aún no ha sido desentrañado por nuestros científicos, a quienes parece un derroche inútil y delirante construir casas enormes para cada hormiguita que aparezca.
Ha sido un mazazo advertir que estamos ante un planeta desechable y con menos futuro que los planetas en formación. Las sondas robóticas nos habían proporcionado datos muy esperanzadores. Lo único que no descubrieron fue vida inteligente y la fauna y flora poseía características un tanto extrañas. Solo tras un exhaustivo reconocimiento se descubrió, en una isla fluvial, un espécimen que se comportaba como si poseyera un atisbo de inteligencia. La construcción del puente que estaba realizando sobre un caudaloso río, así nos lo hizo pensar. Con gran discreción se hizo un seguimiento muy cercano, fabricándose una sonda robótica imitando a uno de los animales del territorio más apropiados para la tarea.
La decisión de nuestro asesor científico fue clara, aquel espécimen poseía inteligencia. El consejo asesor pidió un examen no lesivo en la nave, toda la tripulación estuvo de acuerdo y yo no vi inconveniente siempre que se tomaran medidas para que el espécimen no sufriera lesión física alguna ni el menor trauma psicológico. La intervención fue planeada con toda prudencia y meticulosidad y tras un examen biológico exhaustivo se procedió a extraer, con mucho cuidado, toda la memoria que fuera posible, incluidos recuerdos bloqueados. El examen de dichos recuerdos fue sencillo y no aportó nada interesante, salvo cuando se llegó a las primeras imágenes bloqueadas de su infancia. Algo terrible había ocurrido, un apocalipsis planetario que fue acabando con toda la población inteligente y animal. El consejo asesor barajó diferentes hipótesis que fueron rechazadas por falta de pruebas. La catástrofe nuclear fue la primera que salió a relucir como en otros casos semejantes. El descubrimiento de la energía atómica suele acompañar una etapa de gran evolución tecnológica en las poblaciones planetarias inteligentes, que desgraciadamente suele ir unida a una inmadurez emocional que hace de este descubrimiento científico el más peligroso de todos los avances tecnológicos. Estadísticamente está demostrado que la mayoría de planetas con vida inteligente terminan aniquilados por guerras nucleares.
Pero no era este el caso. No se encontró radioactividad ni otros signos de guerras nucleares o accidentes, ni invierno nuclear ni consecuencias climáticas y mucho menos la desaparición de la vegetación del planeta, que era obvio que no había ocurrido. ¿Qué había ocurrido entonces? Se echó mano de la inteligencia artificial de la nave para buscar similitudes en otros casos de aniquilación de vida inteligente en otros planetas y se le pidió que formulara hipótesis. Ninguna coincidía en un todo con lo que era aquel planeta. En cambio formuló una hipótesis de guerra biológica que a todos nos pareció suficientemente interesante como para estudiarla a fondo. El espécimen fue examinado de nuevo a fondo y ahora sí se encontraron mutaciones genéticas que bien podrían confirmar la hipótesis de la guerra biológica. La pregunta era, entonces, cómo había podido sobrevivir solamente él a la catástrofe planetaria.
Se tomó la decisión de hacer regresar al espécimen a su entorno, donde sería despertado del sueño inducido, con un bloqueo artificial de su memoria para que bajo ningún concepto pudiera tener el más mínimo recuerdo de su estancia en la nave. Para nosotros comenzó un trabajo agotador y muy meticuloso. Se buscaron restos biológicos por todo el planeta para lo que se pusieron en marcha todas las sondas robóticas de la nave y se formaron equipos de trasporte y análisis de los restos. No fue tarea sencilla. Del análisis de los pocos restos encontrados se dedujo que el factor biológico empleado en esa supuesta guerra biológica era en extremo complejo y sutil, incluso para nuestra tecnología que era lógico suponer, tendría que superar a la mayoría de tecnologías de planetas con vida inteligente, sino a todos. Este descubrimiento pasmó a nuestro consejo asesor y preocupó hasta la angustia a toda la tripulación. Era razonable pensar que bien se podría haber producido algún tipo de contaminación, por pequeña que fuera, que habría podido transmitir la enfermedad, si es que aún seguía activa, a nuestra tripulación. Se suspendieron las tareas y toda la tripulación fue examinada a fondo. Se tardó mucho tiempo en decidir que no se había producido ningún tipo de contaminación, pero se reforzaron las medidas de seguridad.
Los trabajos en el laboratorio con las muestras extraídas del cuerpo del espécimen dieron una gran sorpresa. Su edad era muy superior a la que en un principio se calculó, hasta el punto de comenzar a barajarse la hipótesis de una muy seria mutación genética, debida al factor biológico que aniquilara a toda la población del planeta. Esa podría ser la explicación de su supervivencia, algo en lo que nuestro asesor científico no estaba muy de acuerdo. Teniendo en cuenta que el código genético del espécimen procedía de un árbol genealógico común a toda la especie, no parecía probable que una pequeña mutación de sus genes diera lugar a que el factor biológico, en combinación con sus genes, pudiera llegar, no sólo a salvarle la vida sino a prolongarla hasta unos límites que hacían que nos preguntáramos qué tipo de civilización se había desarrollado en aquel planeta y hasta dónde había llegado su evolución científica y tecnológica como para desarrollar un factor biológico, genético o de cualquier otro tipo, capaz de producir semejantes efectos. La gran pregunta era qué clase de tontos podían haber creado algo que los iba a aniquilar a todos. No era probable que su tontería llegara a semejante extremo o que alguien decidiera acabar con toda la población de un planeta por considerar que no existía futuro para la misma o por haber llegado él a una grave patología psíquica que le llevara a un genocidio absoluto. Parecía más verosímil pensar que algo salió mal en el experimento y que los especímenes que deberían haber sido respetados por el factor biológico no lo fueron, quedando aniquilada toda la población del planeta, a excepción de aquella pobre criatura. Se me ocurrió imaginar qué pensaría él de todo aquello si su memoria pudiera acceder a los recuerdos bloqueados y le explicáramos que los semejantes a los que estaba buscando con desesperación, habían sido aniquilados en una guerra planetaria causada, sin duda, por lo peor de su especie.
Sometí, primero al consejo asesor, y luego a toda la tripulación, la posibilidad de llevarnos con nosotros al espécimen y con el tiempo ir despertando su memoria bloqueada, poniéndole al tanto de todo lo que sospechábamos había ocurrido en su planeta. Todos estuvimos de acuerdo en que dejarle allí – intentando construir un puente tras otro, para pasar al otro lado de un gran río, para encontrarse con que el planeta estaba vacío y que a lo más que podía aspirar era a descubrir nuevos paisajes y entornos que no le iban a aportar nada de lo que él buscaba- era de una crueldad insufrible, pero la posibilidad de llevarnos con nosotros a una bomba biológica que podría contaminar toda la galaxia, era algo muy a tener en cuenta. Además, nuestro consejo asesor, opinó que el trauma de hacerse consciente de lo que había sido su vida y de cómo había terminado la población de su planeta, podría acabar quebrando su mente para siempre. Se decidió que semejante decisión solo se tomaría cuando se hubiera acabado de examinar todo el planeta y se hubiera encontrado suficiente información sobre el factor biológico como para saber a qué nos encontrábamos.
No podemos abandonar este planeta a su suerte sin saber o al menos hacernos una idea aproximada de qué tipo de civilización lo habitaba y qué fue lo que realmente ocurrió. A todos nos apena ver cómo su último habitante dedica su vida a buscar a semejantes que ya no existen y que fueron aniquilados por la estupidez de unos pocos. Alguien ha sugerido la creación de un robot femenino, a su imagen y semejanza, para que al menos se sienta acompañado en una existencia tan mísera, pero los técnicos han visto que la dificultad de crear un algoritmo que pudiera enfrentarse a todas las dificultades que le iba a poner el espécimen era algo demasiado arriesgado. Si un milagro le había salvado de los suyos, no tenía sentido que una civilización extraterrestre viniera a rematarlo.
Remitiré esta anotación en el cuaderno de bitácora por comunicación cuántica, a la espera de que el tiempo nos traiga una explicación coherente de lo ocurrido en este planeta.
ENLACE PARA DESCARGAR EL CONSTRUCTOR DE PUENTES EN PDF
https://drive.google.com/open?id=1aYVBI-F-YaD2TSAs8IEs-V9faIW9Jfj7