Categoría: La rebelión de los libros

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XVI


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LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XVI

CUMPLEAÑOS DEL MILLONARIO SLICTIK 2020 EL AÑO DEL CORONAVIRUS

FELIZ DÍA DEL LIBRO 3001/2020

REFLEXIÓN DEL NARRADOR

¿Por qué regresé al siguiente cumpleaños de Slictik, al año 2020, a su sexagésimo cuarto o quinto, o lo que fuera, cumpleaños? ¿Por qué? ¿Por qué lo hice? Solo Dios lo sabe…y no va a decírmelo.  Me había librado de aquel hombre, o lo que fuera, de una vez para siempre. Todo parecía encarrilado, todo. Había saboteado a su robot Torre de Babel, y Karl Future tenía el control absoluto con los programas que yo había introducido en su memoria RAM o lo que fuera, que yo no soy informático. Mi misión, suponiendo que la misión de un narrador no sea simplemente narrar lo que ve, había terminado de una vez por todas… Pero regresé. Intuí algo, creo que supe de forma subconsciente que uno nunca puede estar seguro con personajillos como el millonario Slictik, solo cuando se presencia su muerte y se incinera su cadáver y se esparcen sus cenizas en el fondo del mar y se tiene la seguridad de que no hay más allá, ni reencarnación, ni nada por el estilo que permita regresar a la vida a alguien como él, solo entonces, y aún así con algunas dudas, puede estar uno seguro de que todo ha terminado definitivamente. Como yo no había presenciado nada de lo descrito algo me carcomía por dentro y decidí regresar.

Y lo hice, vaya si lo hice. Y todo fue mal desde el principio, como si me persiguiera una maldición a través del tiempo y del espacio. El artilugio cometió un error, algo casi imposible, pero nadie es perfecto, ni siquiera una máquina como ella. Me llevó al año 2021. Ni siquiera tuve que salir al exterior para darme cuenta de que algo iba mal, muy mal. Me bastó con sintonizar algunos programas de televisión para darme cuenta de lo ocurrido sobre el planeta Tierra. De ahí a deducir lo que pudo haberle ocurrido al millonario Slictik, solo había un paso y yo lo di con tal desánimo que sin la ayuda de la IA de mi artilugio no hubiera sabido qué hacer ni a dónde volver, ni siquiera si merecía la pena hacer algo.

Una pandemia. Había olvidado la pandemia del coronavirus o Covid-19, del año 2020. Si hubiera hecho los deberes, si me hubiera metido en una maldita hemeroteca durante un par de días, habría estado preparado. Pero no lo hice, por vagancia, porque creía saberme la historia al dedillo. ¿Cómo pudo habérseme pasado por alto la famosa pandemia? Tal vez porque nadie quiso hablar de ello una vez que pasó, que le costó, porque las cosas se complicaron de lo lindo mientras una parte de la humanidad, como escogida por un programa aleatorio loco, iba muriendo.  Porque algo tan vergonzoso fue casi borrado de los libros de historia. Que unos bichitos diminutos, casi nada, estuvieran a punto de acabar con la humanidad era algo tan vergonzoso que los historiadores se pusieron de acuerdo para no hablar de ello.

Cierto que eso me disculpa un poco, pero solo un poco, una pizca. Acuciado por los requerimientos de la IA tomé una decisión, regresaría al año 3001, me prepararía adecuadamente y regresaría al cumpleaños de Slictik, año 2020, el año del coronavirus. Así se lo comuniqué a la IA. Regresamos, me enfundé en un traje moderno de astronauta, no como los del año 2001, odisea del espacio, sino mucho mejor, hecho de nanovirus buenos. Una coraza impenetrable para cualquier bicho viviente o no viviente, hasta para la antimateria. Con aquella escafandra, por llamarla de alguna manera, perfectamente adaptada a la piel, como la piel de una serpiente o lagarto. La nanotecnología había avanzado tanto que aquel milagroso artilugio era pan comido y deglutido. Con ella podía regresar al año 2020, el año del coronavirus, sin el menor miedo a resultar contagiado.

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Pero la mente es la mente y nada más cobarde que el miedo. Una vez sentado en la cabina de pilotaje, todo dispuesto, no era capaz de apretar el botón de encendido. Algo me decía que ni siquiera yo podía estar a salvo de un contagio estúpido, un coronavirus mutante podría haber encontrado la forma de escabullirse entre las finas escamas de mi piel nanotecnológica. Podía morir como cualquiera, y yo no quería morir, al menos no tan pronto, unos años más y la humanidad alcanzaría la inmortalidad y entonces me importarían un comino los coronavirus o cualquier otro bichito viviente o inerte. El miedo me atenazó y para combatirlo me dediqué a formular hipótesis y estrategias, una tras otra. Hice un plan B y continué hasta terminar todas las letras del alfabeto y seguí y proseguí. También formulé todo tipo de hipótesis sobre lo que habría podido ocurrir con el millonario Slictik. Curiosamente la primera resultó ser la cierta.

La primera, en forma esquemática, era la siguiente: Tras mi partida Slictik sospechó algo y ordenó la revisión de todos los programas del robot Torre de Babel. Encontraron alguno de los programas ocultos, o todos, y comenzó un trabajo ímprobo para anular las trampas. Así transcurrió casi un año, y cuando sus ingenieros informáticos informaron que estaban a punto de gritar eureka, ocurrió lo impensable, lo improbable, lo inimaginable. Al bunker fueron llegando las noticias. Tenemos un coronavirus nuevo, ha empezado el contagio. Slictik ordenó que nadie viajara, que nadie saliera o entrara. Mientras, en el exterior, la gente se lo tomaba a chacota. Pero aquel coronavirus era fulminantemente contagioso. Se expandió como el rayo y comenzaron a morir, personas, seres humanos, pero no los de siempre, los que no importan a nadie, al menos lo que no importan a quienes creen ser alguien. Aquel maldito coronavirus no respetaba ni a los humanos que realmente importan. Pueden morir los de siempre, los parias, los de las razas inferiores, la carne de cañón, pero cuando se supo que podía morir cualquiera, hasta un presidente del gobierno, hasta los más poderosos, entonces dejaron de reírse y se pusieron a pensar y repensar. Finalmente todos acabaron en confinamiento, a la espera de la vacuna, de una medicina efectiva, de lo que fuera. Y el tiempo pasó y la economía se derrumbó y los confinados perdieron la paciencia y cuando las estadísticas decrecieron comenzó lo que ellos llamaron el desescalamiento. Fue bien mientras fue bien, luego ocurrieron cosas que no voy a contar porque a mí lo que me interesa es lo que supuestamente hizo el millonario Slictik en su búnker.

Supongo, porque esto es una hipótesis, que cuando las noticias fueron alarmantes Slictik ordenó a voz en cuello redoblar las medidas y el búnker quedó sellado como un frasco de cristal al vacío y con toda clase de precintos. Como no se fiaba ni de su sombra, ordenó que una IA muy avanzada supervisara el sellamiento y la contraseña para abrir puertas  o ventanas o cualquier agujero, quedó solo en su poder, siendo eliminada y raseteada de la IA por si esta se volvía loca. De esta forma estaba a salvo. Se dedicó a descubrir todas las trampas en la memoria del robot Torre de Babel, ordenó que fueran confinadas y que se hiciera un cortafuegos a prueba de virus, incluido el coronavirus.

No creo que el millonario Slictik muriera, como supuse ingenuamente. Ni sus comilonas ni sus achaques, ni sus años, podían con aquel monstruito. Lo que sí supuse, acertadamente, como se verá en su momento, es que el miedo, el pánico, el terror, se apoderó de él, como acabó apoderándose de todos los confinados del planeta. No tenía la seguridad, como tampoco tengo yo, de que ni el mejor búnker pudiera mantener a raya a unos bichitos tan diminutos que se cuelan por cualquier parte. ¿Qué hizo entonces? Lo que hubiera hecho yo. Ordenar al profesor Cabezaprivilegiada, su genio entre los genios, que diseñara un programa que permitiría a su consciencia, suponiendo que la tuviera, ser implantada en el cerebro positrónico de su robot Torre de Babel. Los coronavirus serán muy poderosos, pero por mucho que muten, nunca podrán entrar en un cuerpo robótico, ni en una mente positrónica, para eso están los otros virus, los programas malévolos, pero a esos sí se sabe cómo tratarlos porque son los propios humanos los que los crean y todos sabemos que lo que crea un humano puede destruirlo otro humano. Es ley de vida.

Me dirán ustedes, los lectores, que cómo podía saber yo todo aquello si aparecía en su cumpleaños 2020, porque la historia dice que el coronavirus comenzó unos meses antes de su cumpleaños y ese tiempo no sería bastante para llevar a cabo todos sus planes. Y así es, en efecto. Por eso en el plan A yo me colaba en modo invisible dentro de su búnker, permanecería en el artilugio sin salir y observaría todo lo que hacía aquel monstruo el día de su cumpleaños. Sentía una curiosidad morbosa contra la que no pude luchar, no en vano había presenciado todos los cumpleaños que ya he relatado, por lo que no voy a volver a hacerlo. El plan B consistía en quedarme unos días más observando el progreso de sus planes, si no había novedad ordenaría a mi IA que me trasladara un poco adelante en el futuro, pongamos que el cumpleaños de Slictik en el 2021. Lo más probable sería que para entonces ya hubiera encerrado su alma o consciencia en el cerebro positrónico de Torre de Babel, con lo que habría muerto para el mundo, el demonio y la carne pero viviría en alguna parte bajo forma robótica. Seguro que ya habría organizado su fuga, bien perforando hacia el centro de la Tierra o tal vez hasta tendría alguna nave espacial oculta en algún lugar escondido con la que ir a Marte, pongamos por caso. Conociendo al profesor Cabezaprivilegiada todo era posible. Con lo que dejarían de celebrarse los cumpleaños de Slictik porque los robots no cumplen años.

Mi intención era dejar cerrado el caso lo mejor posible para no volver a viajar al pasado, ahora menos que nunca puesto que la pandemia del coronavirus era para echarse a temblar y seguro que luego se repetía cíclicamente. No esperaba que la intervención de Torre de Babel en el día del libro actual o sea del año 3001 fuera como para echarse a temblar o fuera a cambiar algo importante, de esta forma mis días como narrador de la triste vida del millonario habrían acabado para siempre y podría centrarme en Elizabeth que me gusta mucho más.

De esta guisa hubiera permanecido reflexionando hasta el fin del universo, si es que tiene fin, pero ocurrió algo imprevisto, algo más, pero muy imprevisto. La IA, agotada de tanta espera, perdidos los nervios entró en bucle y salió como ente libre, con voluntad para tomar sus decisiones. Ustedes pensarán que los robots-libro que estaban en el día del libro del 3001 también habían alcanzado ese estado, y es cierto, pero nadie lo sabía a ciencia cierta y solo cuando ocurriera lo que tenía que ocurrir se sabría, hasta entonces el que una IA fuera libre y tuviera voluntad como nosotros era impensable, como tantas otras cosas, por otra parte.  Lo que ocurrió es que la IA apretó el botón, el motor rugió y nos trasladamos al futuro sin yo comerlo ni beberlo. Solo tuve tiempo para decir aquello de “Dios me pille confesado”.

 

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XV


LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XV

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Tuve tiempo sobrado para revisarlo todo de Torre de Babel, un robot que comenzaba a caerme simpático, a pesar de su fealdad y de ser un monumento erigido a la megalomanía de Slictik, un escritor detestable, narcisista y que nunca terminaba sus obras, tal vez por vagancia, esperando que las remataran otros, o porque era incapaz de hacerlo, sumergido en sus delirios de escritor genial que iba a pasar a la historia de la literatura como el más prolífico de todos los escritores habidos y por haber. Su ingenuidad superaba el ridículo, porque si aquel hombre del que la humanidad hubiera podido prescindir, terminaba pasando a la historia, con mayúscula o con minúscula, sería por su condición de millonario excéntrico, el más excéntrico de todos los millonarios, algo que no era mérito suyo porque sus millones los había logrado de la forma más mezquina, con un braguetazo. Situé programas de control ocultos en lo profundo de aquella mente artificial, loca y disparatada, y así tuve muchas garantías, nunca se tienen todas cuando se trabaja con una mente, artificial o natural, de que llegado el momento Torre de Babel cumpliría la misión a que había sido destinado, que no era la de servir de voceras en el tiempo a la obra inconclusa de un creador demente.

El millonario Slictik durmió el día, la noche, y al día siguiente se despertó hambriento. Pidió que le llevaran a la cama un chocolate con churros y que le pusieran música de jazz, algo que no soporto por las mañanas, por lo que me dediqué a hablar con los técnicos, algo que me agradecieron porque hasta recibir las nuevas órdenes de su patrono estaban mano sobre mano, muy aburridos. Así pude enterarme de que si bien casi todos los esfuerzos estaban dirigidos a la perfección y remate del más avanzado robot que vieran los siglos, también existían otros proyectos, dirigidos en secreto por alguien al que llamaban el profesor Cabezaprivilegiada, con quien no conseguí hablar a pesar de intentarlo con todo tipo de triquiñuelas. Slictik se levantó tarde y danzando como un trompo muy gordo. Parecía el hombre más feliz del mundo. Bailó con todas las mujeres del búnker al compás de diferentes canciones que debían haber sido preparadas con antelación por un pinchadiscos oculto; pidió a Torre de Babel que recitara alguno de sus textos, gracias a Dios no los dramáticos, y al final de la aburrida representación fue felicitado efusivamente por el robot, seguramente preparado por un ingeniero informático pelota. Slictik me pidió que subiera al estrado y les hablara de mis planes para su robot. Hice el paripé de exponer algunas ideas que se me habían ocurrido, supuestamente desde que estaba allí, muy avanzadas para aquel presente, pero totalmente desfasadas para mi época, y rematé con la sugerencia de que mejoraran el rostro y el diseño del cuerpo robótico, me parecía feo, y así lo dije sin ambages. Se hizo un sólido silencio hasta que Slictik comenzó a reírse a mandíbula batiente y a bailar sobre las puntillas de sus pies, lo que le llevó al suelo y tuvieron que levantarlo entre varios. Una vez autorizado el refocile todo el mundo se tronchó de risa. Cuando al fin llegó la calma Slictik agradeció mis buenas intenciones, pero no se iba a cambiar el físico de Torre de Babel, su clon, así era él, Slictik, feo, gordo, repelente y mala persona y eso no lo iba a cambiar nadie, ni siquiera yo, el mago de la informática.

En esas quedamos y antes de la comida nos fue proyectado un documental sobre la vida secreta de Slictik, sus proyectos más secretos, sus sueños más ocultos y una despedida, en forma de réquiem, en la que el millonario se despedía de todos nosotros, de su ex esposa, de su familia, de sus amigos, supuestos o reales, de los monjes, que le habían acogido con tanto cariño, y de la humanidad en general. Iba a morir, pero no como todos, sería pronto y nadie se iba a enterar, ni siquiera nosotros. Hasta su muerte nadie saldría de allí y una vez fallecido si todos los objetivos se habían cumplido seríamos puestos en libertad y podríamos hablar de lo que quisiéramos, porque ya sería tarde, la humanidad seguiría un curso prefijado, que nadie podría cambiar, y Slictik pasaría a la historia con dos caras, como Jano, una la que quisieran ponerle los historiadores o la gente corriente, y otra la que su fiel y amado robot, hijo queridísimo, Torre de Babel, no se cansaría de pregonar allí donde se dijera algo de él. Una especia de biografía autorizada que estaría siempre presente en cualquier historia que se escribiera sobre él, como la contraparte inevitable.

Observé caras muy largas cuando dijo aquello de que nadie saldría de allí hasta su muerte. Seguro que todos pensaban que a pesar de lo poco que el millonario se había cuidado, de lo gordo que estaba, de su colesterol altísimo, de su elevado nivel de glucosa, de su úlcera, de sus problemas respiratorios y todo lo demás, incluida su edad, todos pensaban que a pesar de ello bien podría vivir mucho tiempo, demasiado, porque bicho malo nunca muere, un refrán popular que a mí me ponía el vello de punta. Yo me reí para mis adentros, a mi no podría retenerme, e incluso estuve tentado de marcharme “ipso facto” pero quise permanecer allí al menos durante el banquete, que esperaba disfrutar, y el tiempo necesario para observar las reacciones de Torre de Babel a mi algoritmo oculto que nadie más podría detectar. Luego ya vería si conseguía convencer a Slictik de que me dejara acompañarle de vuelta al monasterio, porque aunque no lo había dicho, daba por seguro que regresaría para morir allí. Hay “gente pa tó” como dijo el torero, según me informaron, pero Slictik era justo lo que faltaba para que no hubiera huecos, allí donde nadie se atrevía a pisar.

El banquete no me decepcionó ni creo que decepcionara a nadie. Al menos el millonario Slictik no era tan mezquino como otros millonarios que no voy a mencionar, comió lo que comimos todos, elevó el menú hasta los cielos en lugar de bajarlo hasta los infiernos, solo porque fueran a disfrutar de él los proletarios, pelagatos y pelanas de este mundo. No voy a concretar el menú para no darles envidia, solo decir que al pareceré Slictik celebraba sus cumpleaños como si cada uno de ellos fuera el último, comía lo mejor de lo mejor, bebía los vinos y licores más exquisitos y siempre encargaba al chef un postre que no fuera muy dulce, pero sí creativo y sabroso. Los vinos y licores fueron los mejores del mundo según cualquier entendido. Todos acabamos borrachos, salvo Slictik a quien los buenos caldos afectaban de una manera muy peculiar y no se sabía muy bien qué palabra del diccionario debería emplearse para describir su situación física y mental. Habló por los codos y hasta por las orejas, desvelando sus más secretas y repugnantes intimidades entre risillas cínicas. Convencido de que nadie saldría de allí hasta después de su muerte, se permitía lujos que ningún ser mortal se permite mientras está vivo, incluso aunque sepa que va a morir mañana. También lo llaman estirar la pata. Me encanta el refrán que dice que a burro muerto la cebada al rabo. Adoro este lenguaje chabacano de este tiempo. En el mío todo esto se ha perdido y cuando alguien quiere divertir a sus invitados con algunos chascarrillos, ordena s su robot-bufón que se invente algunos. Son malos, muy malos, malísimos. Incluso mis algoritmos, los mejores entre los más buenos, sin falsa modestia, no han logrado que las mentes artificiales disfruten del humor al estilo humano. No hay manera. Mucha matemática, mucha lógica, mucha técnica, pero no hay un solo precedente de que un robot-bufón haya inventado algo tan simple y por otro lado tan chabacano, como el del burro muerto, la cebada al rabo. Es que me encanta. Ya lo habrán notado. Ni siquiera Torre de Babel, tan bien programado, incluso antes de que yo interviniera, le llegará nunca a la suela de los zapatos a Slictik, un humorista tan detestable que no tengo palabras para describir su humor.

No describiré la tardecita que nos dio el millonario, borracho perdido, por llamar de alguna manera a los efectos de los alcoholes que había trasegado. Ni aunque fuera mi peor enemigo llegaría a tanto por mucho que lo odiara. Baste decir que aquel cumpleaños de nuestro entrañable megalómano superó a todos los precedentes, y no voy a decir que también los futuros, porque no puedo desvelar si el millonario Slictik llegó o no al siguiente cumpleaños o estiró la pata -¡qué expresión más plástica, me encanta!- en su celda monástica, en solitario o rodeado de amables monjes cantando gregoriano.

Debo terminar este prolijo relato que ya se ha alargado en exceso, diciendo que el millonario Slictik no cenó porque se quedó dormido o sufrió una apoplejía, algo que no sé, porque su camarilla de médicos, también llamados matasanos -¡qué florida expresión-  lo llevaron en volandas a la enfermería y de allí a la cama, por lo que supongo que no fue nada grave. Sobre ella, la cama, permaneció la noche y el siguiente día. Y como su resaca parecía ir para largo, como comentaba todo el mundo que siguió la fiesta y se comió todas las viandas en varios días, terminando los sabrosos caldos y licores, decidí no esperar a que Slictik recobrara su juicio, si algo así era posible, y sin despedirme de nadie y de forma subrepticia  subí a mi artilugio temporal y me trasladé en el tiempo, dejando allí a semejante caterva de tontos del culo, y perdonen la expresión, a quien no echaría nunca de menos.

REGRESA EL VERDADERO NARRADOR

Esto fue lo que me contó y narró Karl Future. No voy a decirles cuando ni como, porque si ustedes están totalmente perdidos en el tiempo, un servidor de ustedes aún lo está más con tanto trasiego de viajes en el tiempo. Baste con que sepan que me sentí muy aliviado de no verme obligado a viajar una vez más para asistir a otro esperpéntico cumpleaños de ese personaje indeseable llamado el millonario Slictik, que de no ser por documentos históricos fehacientes que obran en mi poder, jamás hubiera imaginado que realmente existió en un remoto pasado de la especie humana. Tal parece inventado por una mente febril, hasta arriba de coca y anfetaminas –drogas superadas en estos tiempos en los que un robot puede inyectarte una mezcla de ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos, mientras te lee alguna historia relajante e imaginativa- si es que aquellas drogas caducas producían semejantes efectos, que lo dudo.

Para ustedes, bienaventurados que no sufrieron el más terrible invento de la especie humana, resultará incomprensible que este narrador haya viajado en el tiempo a innumerables cumpleaños del millonario Slictik durante lo que dura una celebración del día del libro, y eso que estamos por la mañana. No, no les voy a desvelar si tuve que viajar más veces para más cumpleaños, o me libré de ello porque Slictik estiró la pata. Y aquí estoy plenamente de acuerdo con Karl Future y su encantamiento por estas expresiones populares y chabacanas que utilizó la raza humana en un pasado divertido como hay pocos.

Disfruté extasiado de la belleza de Elizabeth, de su adorable discurso, que me mantuvo en un relajante duermevela que no me impidió observar lo que ocurría a mi alrededor, y puedo decirles que el algoritmo de Karl Future nos salvó a todos, a toda la especie humana, de un sangriento e implacable final. Que un solo robot y tan disparatado como Torre de Babel nos ayudara a sobrevivir es algo que dice mucho de la genialidad de Future. Pero eso no se lo voy a contar en este momento, esperaré al próximo día del libro, cumpleaños del millonario Slictik, y aunque hubiera o hubiese estirado la pata antes de su siguiente cumpleaños y este narrador no tuviera o tuviese que viajar de nuevo en el tiempo, voy a partir esta narración en tantos días del libro como quedan desde el año 2019 hasta el año 3001 de nuestra era, o seáse, el presente actual. Sé que soy un sádico, jeje, pero así soy yo. Lo que si les ruego encarecidamente es que lean, lean mucho, disfruten todo lo que puedan de la lectura… de libros de papel y no se les ocurra ni tomar en sus manos un libro electrónico, porque estos artilugios los carga el diablo. Se comienza con un libro electrónico y se termina con un robot-libro que les lee los libros sin tan siquiera tener que pasar las hojas. Ignoro si de haber leído más los robot-libro no se hubieran rebelado. Como en todas las épocas, hay muchos, más de la cuenta, que compran libros para decorar estanterías y no leen ninguno y compran también libros electrónicos para que no les consideren unos desharrapados, como a todos aquellos que no tienen su móvil moderno, su ordenador de última generación y su televisión por cable. Que por lo visto, según me contó Karl Future, en aquellos aciagos pero divertidos tiempos, un mendigo, un clochard, podía dormir sobre un cartón en la acera, pero eso sí, todos tenían su móvil por si les daba el pampurrio y tenían que llamar a urgencias. ¡O tiempos, o mores! Ustedes lean, lean mucho, diviértanse y sobre todo lean libros de papel, a lo mejor hasta cambiamos el pasado y nos libramos de la rebelión de los libros. Que ustedes lo pasen bien, que nosotros las estamos pasando canutas, con perdón.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XIV


LA REBELIÓN DE LOS LIBROS XIV

Ciudad_Subterranea_(Anime)

Así pude enterarme de las miserias y mezquindades de su vida en el monasterio. Con ello no buscaba satisfacer mi morboso deseo de conocer las debilidades de un millonario, algo que todo el mundo ha sentido a lo largo de la historia, no así en lo referente a la intimidad del común de los mortales, proletarios y desheredados de la fortuna, cuyas vidas no interesan, no han interesado y nunca interesarán, ni siquiera en el futuro, mi presente y el futuro que vendrá desde mi presente. Es injusto, lo sé, pero no pude evitar dejarme llevar por el morbo, algo que me permitió acceder a datos que si bien en su mayoría eran irrelevantes, otros, en cambio, resultaron, a la postre, muy prácticos para afrontar ciertos vericuetos del futuro que nunca está escrito, no nos olvidemos, y menos cuando tú estás actuando en el pasado, presente para ti.

Tras la cena nos retiramos a la celda, la del millonario Slictik, que me permitió quedarme a dormir en el suelo. Hubo un poco de mala leche, mal café y ningún croissant en el desayuno, pero lo que nunca supo el bueno del millonario Slictik, que durmió como un tronco, roncando como una locomotora vieja y asmática, es que yo llevaba la cápsula del tiempo, invisible y levitando sobre mi cabeza, como un caracol lleva la casa a cuestas y allí, invisible para los ojos de la carne, dormí, cómodo, relajado y a salvo de cualquier asalto. Por la mañana tuve que despertar a Slictik que continuaba roncando. Como ya era tarde para sus planes, decidió no desayunar y tras vestir un cómodo chándal salimos al exterior donde ya llevaba un rato esperando el bueno del chofero Baldomero. Iniciamos el camino hacia su laboratorio y en cuanto Slictik terminó de despertar se puso a charlar como un sacamuelas. Antes me hizo un preámbulo un tanto surrealista. Por lo visto le importaba un pito que todo el mundo supiera de sus intimidades más íntimas y miserables porque iba a morir muy pronto, tanto que no sabía si al final acabaría conociendo a su hijo predilecto, el robot Torre de Babel. No le importaba contarme todas las mezquindades de su vida, porque como iba a morir…Me temo que esa no era la única razón, yo intuía ya que no iba a salir del laboratorio, por lo que Slictik no sentía la menor preocupación de que contara lo que él me iba a contar a los cuatro vientos. Como ya había previsto semejante reacción, el millonario era muy predecible, mi casa-caracol y cápsula del tiempo, levitaba sobre la limusina de Baldomero, invisible y segura, no caería sobre el vehículo y nuestras cabezas, así la atacara un ciclón.

El millonario Slictik comenzó a hablarme de su proyecto de robot literario como hablaría un profeta de la misión que le fuera encomendada por el mismísimo Dios. Solo que en este caso el dios era el propio Slictik, dios y profeta en uno. Estaba obsesionado con pasar a la posteridad por algo bueno, porque por algo malo seguro que ya pasaría. Lo dijo con un cinismo que me hizo temblar. Sin duda era un hombre vanidoso, narcisista, megalómano y con un punto de psicopatía realmente peligroso. Consideraba su obra literaria lo mejor de sí mismo, lo que no solo es discutible sino que podría ser lo contrario, que fuera lo peor de sí mismo. Pretendía la creación de un robot con materiales indestructibles, salvo que fuera atacado con un racimo de bombas atómicas, H, o lo que se inventara, sino se había inventado ya. Eso no le importaba mucho porque si no quedaba ningún humano para alabar su magna obra literaria, la supervivencia del robot le importaba un comino, y no estaba dispuesto a crear una nueva humanidad de robots indestructibles que sobreviviera a cualquier guerra nuclear y se expandiera por toda la galaxia, siguiendo el sueño de Asimov.

De estos proyectos megalómanos pasó a su vida privada, contándome intimidades que estoy seguro no había contado a nadie más. Es más que posible que el tiempo que llevaba aislado en el monasterio sin hablar, salvo a escondidas y con algún monje de moral laxa, porque todos seguían la famosa regla de “ora et labora et taces”, le estuviera llevando a hablar por los codos, con los codos, y sin parar. También el madrugón, porque al parecer dormía hasta que le despertaba el hambre. Yo escuchaba pasmado sus confidencias. Una alarma saltó en mi cerebro, porque un millonario como Slictik no cuenta sus intimidades a nadie sino está pensando en encerrarlo en un búnker para siempre. Puse en modo activo la comunicación con mi artilugio para viajar en el tiempo, por si necesitara salir pitando y sin hacer stop. No voy aquí a desvelar todas estas intimidades, ni siquiera alguna. Es lo que tiene el tiempo que una vez pasado el suficiente a nadie le interesa nada de la intimidad de los que vivieron en el pasado, ni siquiera a los que pasaron a la historia, ni siquiera a los historiadores que se centran en los grandes “fechos” que diría Don Quijote, pero a quienes importa poco cómo eran estos personajes en la intimidad, al contrario que al común de los mortales que nos importa un comino sus grandes hazañas pero nos entusiasmaría saber cómo eran en las distancias cortas. Nos lo imaginamos, visto lo que dice la historia, pero no tenemos confirmación.

El búnker slictiano estaba a una distancia suficiente como para que me pudiera contar su vida íntima en cien capítulos y un prólogo. Me sentí tenso, agobiado, desesperado, prisionero de un señor feudal de horca y cuchillo, sudé resquemor por todos los poros y cuando iba a decidirme a llamar en mi ayuda al artilugio para el viaje en el tiempo y largarme con viento fresco, llegamos al búnker y todo se precipitó, ya no tuve tiempo para nada que no fuera centrarme en lo que estaba pasando. El chofero Baldomero aparcó la limusina en un valle rocoso cercano a un paisaje desértico donde ni los coyotes se molestaban en aullar, y tras abrir la puerta al millonario, quien me la abrió a mí, con gran sorpresa por mi parte, tocó algo en una roca, salió una cámara como el cuco de un reloj de cuco, le examinó la retina y silenciosamente comenzó a abrirse la pared de roca, lo mismo que en la cueva de Aladino.

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Una rampa bien asfaltada penetraba en el interior de la roca. El millonario Slictik me pidió que volviera a subir a la limusina, él hizo lo mismo, y con el chofero Baldomero al volante penetramos en el búnker como si fuéramos los reyes del mambo, en expresión coloquial facilitada la IA conectada  a mi oído por un implante cloquear en el interior de mi oreja. Slictik me miraba, deseoso de advertir mi pasmo ante semejante obra de ingeniería. Tuve que disimular aunque aquella magna obra o magnum opus no le llegaba ni a la suela del zapato a cualquiera de las “parvi operis” de mi tiempo.

La limusina fue aparcada en su plaza de garaje correspondiente, garaje repleto de toda clase de vehículos necesarios para una evacuación veloz y de maquinaria imprescindible para el funcionamiento del laboratorio. Un poco más allá, en un hall circular, suelo y estatus de mármol de Carrara, limpio y brillante como una patena, le esperaba una comisión de personajes y personajillos, lameculos de vocación, que se inclinaron ante Slictik, prodigándole toda clase de bienvenidas y halagos. El millonario me miró, me presentó a sus monaguillos, y les pidió que iniciaran ipso facto una completa y detallada inspección de las instalaciones. Así lo hicieron situándose en una comitiva perfectamente jerarquizada, los primeros delante y al lado de Slictik y los segundones a la cola. La inspección duró menos de lo que yo esperaba porque nuestro simpático millonario corría que se las pelaba –expresión facilitada también por la simpática IA- a pesar su obesidad grasosa y poco ejercitada. Hice ver la impresión que me producía con sonidos expresivos tales como Oh-Oh, Ah-Ah, y varios más, puse caras tan expresivas como efusivas, entusiastas y vehementes que el rostro de Slictik era todo un poema de satisfacción. En realidad y con mucho disimulo yo buscaba posibles salidas, cámaras de seguridad, medidas de seguridad, guardias de seguridad y todo aquello que me permitiera intuir los detalles ocultos que los locuaces monaguillos no me iban a decir.

Llegados al descomunal y desmesurado laboratorio nos pusimos todos las batas, lo que no las llevábamos puestas, batas blancas por supuesto, y al entrar en su interior el millonario Slictik se nos adelantó a todos, a pasitos tan cortos como veloces y se fue directo a un robot que permanecía recluido en una jaula de cristal a prueba de misiles, tocó algo en su reloj de pulsera y un cristal se deslizó sobre sus goznes permitiendo la entrada como un cohete de su amo y señor. Se abalanzó sobre referido robot y lo abrazó, lo besó y se dirigió a él con frases tan cariñosas como las que uno emplearía con un niño o un gato, pongamos por caso. Pude observar, sin disimulo, porque ahora todo el mundo miraba al millonario con la boca abierta, que el rostro del robot parecía el rostro de Slictik en una etapa más temprana de su vida, es decir parecía más atractivo y simpático, luego cambió a otros rostros que pude intuir eran los de sus personajes, en la faceta oculta de escritor del millonario. No me detuve mucho en este sorprendente hallazgo algorítmico, porque me interesaban más otros detalles robóticos, tales como el material del que estaba hecho, su aspecto claramente antropomórfico, y sus reacciones robóticas a la expresividad humana de Slictik. Interesante, pensé, muy lejos de los avances robóticos y en inteligencia artificial de mi época, pero desde luego para quitarse el sombrero, lo que elevó mi apreciación de los ingenieros contratados por el millonario desde un cuatro o un cinco hasta un siete o un ocho.

Tras el abrazo cordial, Slictik invitó a su criatura frankestina o frankestiana o como se dijera, a salir de la jaula de cristal y seguirle hasta una pequeña plataforma o escenario. Allí fue invitada a mostrar los diferentes personajes, historias, novelas, relatos, poemas y todo lo escrito por el escritor Slictik, que era mucho, casi todo inacabado, y, a mi humilde juicio literario, bastante pobre y de poca calidad. Lo que hizo con pasos y movimientos humaniformes y con diferentes voces, a cual más curiosa y ridícula, lo que no hizo reír a sus adláteres y correveidiles, pero que a punto estuvieron de traicionarme, me vi obligado a pellizcarme con fuerza los muslos y a oprimir las mandíbulas como un bebé rebelde que se negara a comer la papillita de mamá.

robot-killer

Tras el espectáculo el robot, a quien Slictik llamó Torre de Babel, con voz tierna, fue recluido en su jaula de cristal y todos nos fuimos a comer a un amplio comedor, con los techos muy altos y donde las voces resonaban como en un buen auditorio de música. Así pude escuchar conversaciones que de otra forma me hubieran pasado desapercibidas. Todos se preguntaban quién era yo, y cuando alguien a quien el millonario le había confiado mi supuesta misión, tal vez el jefe de su laboratorio, le dio la respuesta al más próximo, éste la transmitió al resto de la concurrencia que así supo que yo iba a colaborar en la programación algorítmica de Torre de Babel, transformándolo en la IA más avanzada de la historia de la humanidad. Cuando el cotilleo llegó al último de la fila, todos enmudecieron y se produjo un silencio ominoso que Slictik rompió con un sonoro eructo. Entonces no sabía, lo supe luego, que al día siguiente era el cumpleaños del escritor, que estaba muy orgulloso de haber nacido en el día del libro, como si eso fuera mérito suyo. En lugar de mantenerse a ayuno y abstinencia para poder digerir al día siguiente el banquete que había encargado, el día anterior, o sease, hoy, se estaba poniendo como un marrano, con perdón de los marranos. Nunca olvidaré aquel repugnante día, o sease, mañana, en el que vi a Slictik comer como un cerdo en el día de su cumpleaños y emborracharse hasta convertirse en un beodo que lo ve todo, y doble y triple. Y puedo hablar en presente porque para los viajeros del tiempo no hay pasado ni futuro porque en cualquier momento los transformamos en presente.

Tras la llegada y la comida el millonario Slictik se retiró a su escondido dormitorio para echarse la inevitable siesta. A pesar de lo discreto de la situación del dormitorio y de que estuviera insonorizado, sus ronquidos de locomotora vieja y asmática, hacían retemblar las paredes del búnker. Aproveché el pasmo de sus habitantes para solicitar muy educadamente de los anfitriones me permitieran supervisar todo lo que llevaban realizando hasta el momento en la criatura frankestina de Slictik. No hubo la menor oposición teniendo en cuenta que el millonario me había presentado como un maravilloso ingeniero informático que aportaría sus prodigiosos conocimientos a su amado nene Torre de Babel. Me dieron todas las facilidades para comprobar planos, esquemas, programas, materiales empleados en el hardware y los algoritmos, en fase de prueba, que regirían la vida de aquel robot, tan feo como su amo. Eso me permitió hacerme una idea de por dónde iban los circuitos y de introducir subrepticiamente una programación soterrada y unos algoritmos muy complejos e indetectables. Tuve paciencia para esperar que me dejaran solo, una vez que observaron que no les hacía preguntas ni advertía su presencia, supuestamente concentrado hasta el éxtasis en sus mágicos logros. Aburridos se fueron marchando. Aproveché mi soledad, aunque consciente de la segura vigilancia de las cámaras de seguridad, para insertar en el cerebro de la Inteligencia Artificial el algoritmo que llevaba preparado y que me transmitió la IA del artilugio invisible que me había transportado hasta allí.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2019


CUMPLEAÑOS DEL MILLONARIO SLICTIK EN EL AÑO 2019 DE NUESTRA ERA

EL NARRADOR

Lo siento, lo siento mucho, pero este año no voy a narrar en “prima persona” otro cumpleaños más de este pazguato. Estoy harto, muy harto, de tener que viajar en el tiempo cada dos por tres para narrar cumpleaños de un personajillo que me la trae al fresco. No se imaginan lo que es levantarme cada dos por tres de mi silla preferente en esta celebración del día del libro del año 3001, aquí en el fantástico parque de la mansión Howard, contemplando la belleza sin par de Elisabeth, una Dulcinea postmoderna, para entrar en la mansión, buscar el museo tecnológico, entrar en la cápsula del tiempo y trasladarme por el agujero de gusano hasta el pasado, para encontrarme un año más con el millonario Slictik y su terrible y apocalíptica vida. Así que este año voy a dejar que Karl Future nos narre sus experiencias con el más insólito de los millonarios, tanto que a partir de él los millonarios se convirtieron en algo muy diferente que no quiero adelantarles porque haría spoiler, les destriparía el final y eso no es propio de un buen narrador. Les dejo con Karl.

LA NARRACIÓN DE KARL FUTURE

Desde cualquier punto del tiempo se puede viajar a otro punto, sea este en el pasado o en el futuro, según como se mire, porque tú estarás en el presente, pero para el que esté en el pasado tú estás en el futuro y para quien viaja hacia algo que aún no ha ocurrido en el momento presente estaría viajando en el futuro y así sucesiva y consecutiva y necesariamente. Si tenemos en cuenta que no existe un presente o un pasado o un futuro fijos, todo depende del color del cristal con que se mire, y desde dónde estás dando el salto y hacia dónde, tendríamos que concluir que el tiempo es relativo y todo lo relativo no existe verdaderamente, porque si fuera relativo que yo lo mismo pudiera ser hombre que mujer, pues no sería ni una cosa ni la otra, ni siquiera existiría.

Les digo todo esto para demostrarles lo poco que importa desde qué punto del tiempo viajé hasta el presente del millonario Slictik, que en aquel momento era presente para él, aunque pasado para mí, que viajaba desde el presente para mí, futuro para él. Lo que importa es que yo tenía que hacer algo muy importante para ahorrarnos a los habitantes del presente actual, el mío, la revolución francesa de los libros que iban a cortar cabezas por doquier, cabezas humanas, por supuesto, porque las cabezas de robots son mucho más difíciles de cortar, solo con un rayo láser y muchísimas dificultades. Como yo ya sabía lo que iba a ocurrir un poco adelante en el tiempo, en un futuro cercano, porque me había preocupado de viajar hasta ese momento, era muy consciente de la importancia fundamental que tendría en un buen desarrollo o un camino alternativo y mejor en el tiempo, la intervención de Torre de Babel el robot creado por Slictik en los últimos momentos de su vida, con el fin pretencioso y egomaniaco, de conservar toda la creación literaria de su personalidad doble, la de escritor. Para ello era preciso colarme entre la caterva de programadores, informáticos, ingenieros informáticos, hackers y demás ralea que aquel contratara para crear su monstruo de Frankestein literario y robótico. Los fue contratando a todos, uno por uno, asesorándose del primero, un conocido ingeniero informático, muy conocido y al parecer muy honrado, que conocía a todo el mundo en la informática, la realidad virtual y todo lo que se le pusiera a tiro. Así, por su consejo contrató al segundo y con la opinión contradictoria del primero y el segundo, contrató al tercero y así sucesiva y consecutivamente. La desconfianza del millonario Slictik era casi gatuna, no se fiaba de nada ni de nadie y procuraba enfrentar a todo el mundo para que de esta manera él se formara una opinión propia que enfrentaba y contrastaba con las opiniones de todos los demás. Aunque tuvo sus propias razones para llamar Torre de Babel al fabuloso robot que iba a construir, capaz de almacenar, recordar, expresar, contar e incluso añadir por su cuenta las morcillas que le parecieran oportunas, pienso yo que no pudo haber elegido nombre mejor para su creación, porque si el robot era una torre de Babel, todos los que contribuyeron a crearlo, así como el laboratorio mastodóntico en el que trabajaron, bajo tierra, también lo era y no solo porque cada uno de ellos hablara una lengua distinta y se entendieran en inglés, sino porque solo un narrador divino y totalizador podría contar los vericuetos de aquella historia.

Yo no lo voy a hacer, ni siquiera a intentar. Les diré que, ni corto ni perezoso, viajé en el tiempo hasta el monasterio donde estaba recluido el millonario Slictik, haciendo penitencia y esperando la hora de su muerte, al tiempo que de vez en cuando se ausentaba para viajar hasta el laboratorio donde se construía el robot, a bordo de su limusina particular, conducida por el chofero Baldomero, y antes de que iniciara un nuevo viaje aparecí en su celda, vestido como un monje, me tumbé cuan largo era y entoné una misa de Angelis, enterita, hasta que, agobiado, me ordenó ponerme en pie, y pedir lo que quisiera, porque algo iba a pedir. Me presenté como el mejor de los roboticistas y expertos en inteligencia artificial, y solicité un puesto en su laboratorio. El millonario Slictik se tronchó de risa, y eso que reía poco desde que pensaba que iba a morir en cualquier momento y que no le daría tiempo a dejar a la posteridad toda su obra literaria, con puntos y comas, acabada e inacabada, porque era lo mejor de su vida, con lo que se harán una idea aproximada de cómo fue su vida.

En cuanto terminó su histeria intentó ponerse en pie, pero no lo consiguió, acostado como estaba en su catre monástico y con los kilos que tenía encima, porque por mucha vida monjil que llevara no se privaba de la saludable comida del monasterio, que por muy saludable que fuera no dejaba de ser comida y quien mucho come, mucho engorda. Salvo cuando se deprimía y dejaba de comer, nunca se saltaba ninguna comida, aunque tuviera que ir rodando al comedor, escuchar lecturas edificantes, canto gregoriano y lo que fuera. Tuve que ayudarle a ponerse en pie y antes de que intentara echarme a patadas de su celda le solté la bomba. Conocía su proyecto de robot literario y mucho me temía que iba a entrar en bucle si yo no le suministraba mi algoritmo mágico. No creo que fuera la magia del algoritmo lo que le convenciera, más bien estoy tentado a pensar que fue la sorprendente noticia de que yo estaba al tanto, lo que le decidió. Nadie podía saberlo, por lo que yo debería ser encerrado en el laboratorio, como lo estaban todos los que participaban en la generación de Torre de Babel. Sí, eso fue lo que le decidió a contratarme, seguro que fue eso.

Lo hizo, me contrató y luego me pidió que le ayudara a llegar al comedor, donde mientras él trasegaba a diestro y siniestro, yo me dediqué a obtener información de los monjes, cambiándome de un sitio a otro de la gran mesa con la disculpa de que no oía bien lo que estaba leyendo el lector. No creo que colara porque no cesaba de hablar en voz baja. A pesar de la estricta orden de silencio, aquellos monjes también eran humanos y el ansia de saber las novedades del nuevo pudo más que las miradas agrias el abad. Como lo que más me interesaba de sus cotilleos era la vida y milagros del millonario Slictik, intercambié cromos con ellos, más interesados en la vida mundana y pecaminosa que llevaba el resto de los humanos en el mundo, el demonio y la carne

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS


FELIZ DÍA DEL LIBRO 3001/2018

Nunca debí aceptar el cargo de cronista sobre todo lo relacionado con el día del libro 3001. No lo hice por dinero. Por suerte en este sentido los tiempos han cambiado a mejor. Los agoreros, que nunca faltan, predijeron que el advenimiento de los robots a nuestras vidas no solo no iba a mejorar la vida laboral, la vida de los proletarios, el capitalismo, la sociedad y el universo en general, sino que lo iba a empeorar todo, comenzando por los proletarios, que tal vez, solo tal vez, no iban a ir al paro en manada, pero sí iban a ver recortados sus salarios. No fue así, gracias a quien intervino, fuere quien fuese, porque en realidad todo ocurrió de forma simplicísima. Si bien al principio solo los ricos, los que menos lo necesitaban, pudieron acceder a robots, domésticos, trabajadores por cuenta ajena, robots eróticos y robots-libro, con el tiempo, en base a préstamos –un tanto usureros, todo sea dicho- a financiaciones retorcidas y a todo tipo de estratagemas de emprendedores –el hambre aguza el ingenio- el resto de la población –los últimos los pobres de solemnidad- acabaron por hacerse con un robot multiusos para trabajar en su lugar. No voy a perder el tiempo con detalles que vienen en otras crónicas y que explican cómo el capitalismo aceptó que los proletarios se convirtieran en autónomos, en empresarios emprendedores que alquilaban los robots de su propiedad a las grandes empresas que generaban toda clase de productos, incluido el producto general bruto y que luego a su vez vendían a los proletarios-proletarios humanos. Es cierto que cada humano o humanoide y sus familias podrían haber vivido tan ricamente, o no tanto, haciendo que su robot hiciera todas las tareas y produjera todos los bienes necesarios, pero eso implicaría sobrecargar de trabajo al pobre robot y los productos necesarios generados por ellos no serían los mejores y siempre se recibirían con retraso. La sociedad se hizo por algo y para algo, fundamentalmente para el intercambio, yo te doy… a cambio tú me das…nos damos… recibimos… De esta forma la sociedad fue aceptada y sobrevivió y sobrevive, a pesar de todos sus inconvenientes, muchos, demasiados, de los recortes a las libertades individuales y de que la mayoría de sus individuos aceptarían deshacer la sociedad y vivir en islas solitarias, siempre y cuando pudieran tener la misma calidad de vida que tienen ahora. Todos menos los ricos, los poderosos, los que se lucran del trabajo ajeno.

Pero dejemos de lado un tema que no es de mi competencia para contar lo que sí lo es. En la crónica anterior, año 2017 de la era Slictik, año 3001, mismo día, una hora más tarde, narrábamos cómo el millonario Slictik permanecía en un monasterio, pensando, el pobrecito, que se iba a morir de un momento a otro, y cómo había alcanzado supuestamente el nirvana, algo que como ustedes comprenderán fue una broma de mal gusto de este cronista. En realidad, a hurtadillas, sin que nadie lo notara, porque había comprado el monasterio donde estaba retirado y allí solo pisaba quien él quería… es decir, los mejores ingenieros roboticistas del planeta, las lumbreras de la inteligencia artificial, un laboratorio entero japonés de inteligencia artificial…fue creando lo que él llamó la obra de su vida. Aquel millonario insólito que tanto daño hizo por doquier tenía una pasión oculta que nadie conocía, ni siquiera la que fue su esposa, era un escritor apasionado, prolífico, prófugo, pajarero, pajillero, paleolítico y pueden buscar ustedes el resto de palabras sinónimas que comiencen por “p” porque a mí se me ha terminado la paciencia. Escondido tras el alias más evidente, su propio nombre, pasó completamente desapercibido en la Red, donde todo dura un suspiro y los textos largos y las novelas ni siquiera eso. Nadie supuso que el escritor Slictik pudiera ser al mismo tiempo el millonario Slictik, era algo tan impensable como que el millonario Trump escribiera en secreto enjundiosos tratados de filosofía. Pensando en su muerte cercana y en dejarle algo a la humanidad que perdurara por los siglos e iluminara los milenios venideros, descartó su dinero, porque no llevaba su efigie, sus posesiones, porque para Hacienda los propietarios serían otros tras su muerte, su vida y milagros, porque se había pasado media vida ocultando sus vergüenzas y destruyendo documentos como para que ahora, cuando llegaba la muerte, lo rebelara todo. De lo único que no se sentía avergonzado eran sus novelas secretas, sus delirantes relatos, impropios de un financiero práctico, de cada uno de sus textos subidos a Internet y que nadie leía ni leería nunca, porque el apocalipsis comenzará por el mundo virtual, lo más fácil de destruir, luego seguirá por lo menos fácil hasta llegar a sólidas rocas y planetas yermos. De esta manera, pensó, con mucho acierto, que si creaba robots-libro y les dotaba de una insidiosa inteligencia artificial, durarían milenios, como el famoso robot de Asimov. Mucho mejor que dejar sus textos en Internet y esperar que algún despistado llegara algún día hasta ellos y los rescatara del olvido. En el más absoluto secreto creó robots-libros de todos sus textos, los duplicó, los cuadruplicó y consiguió su obra magna, toda su obra completa en un solo robot-libro al que llamó Torre de Babel, su más asombrosa creación, obra anónima de los mejores genios de la inteligencia artificial, que permanecen en el olvido, aunque sus herederos disfrutaron de cuantiosas herencias. Consciente de la ley de la entropía que gobierna el universo y que hace que todo se acabe deteriorando con el tiempo, imaginó que la mayoría de sus robots-libro llegarían al menos al año 3000 y sin duda Torre de Babel podría perdurar hasta el año 10.000. Se equivocó en casi todo porque solo este asombroso robot pudo llegar hasta el año 3001, a la celebración del día del libro, el día de la rebelión de los libros, el día en el que yo fui contratado como cronista y comencé a sufrir este tormento diabólico.

Se preguntarán ustedes cómo sé yo todo lo que les cuento de aquella etapa muerta puesto que el millonario Slictik pasó a mejor vida y se olvidaron de él tan pronto fue inhumado y sus herederos recibieron lo que él quiso dejarles. Es una historia divertida que les contaré en otra ocasión, hoy la resumo brevemente: Los genios informáticos, los hackers más geniales, las lumbreras de la inteligencia artificial tienen un talón de Aquiles que les convierte en niños narcisistas, egocéntricos, ignorantes de que nada hay nuevo bajo el sol y de que quien inventa un virus enseguida tiene enfrente a otro que inventa un antivirus, que a lo mejor hasta es el mismo, y que quien descubre un agujero negro en el mundo virtual por el que introduce toda su maldad, seguro que tendrá enfrente a otro que lo rellena con materia luminosa y el agujero se convierte en una supernova. Eso también le ocurrió a Karl Future, el más genial y joven informático de la historia, la lumbrera einsteniana de la inteligencia artificial. A pesar de su portentosa inteligencia y de ser más guapo que nadie, literalmente hablando, cometió el error de creer que nadie podría superar nunca sus cortafuegos cuasi divinos y la insidiosa programación que introdujo en los robots-libro, robots-espía, robots-factotum y toda clase de robots que pululan en la sociedad del tercer milenio. Otra lumbrera de la inteligencia artificial, humilde por el momento, fue contratada por este cronista para insertar en su móvil a prueba de bomba el más insidioso de los virus, capaz de viajar en el tiempo como quien lava y transmitir toda la información de que hizo acopio Karl Future, el viajero anónimo del tiempo. Así tengo en mi poder toda la información recopilada en todos sus viajes, específicamente en aquel que le puso en contacto con el millonario Slictik, justo cuando creaba el País de la Alegría y su famoso hotel de los disparates. Karl Future fue uno de los huéspedes de aquel acrático hotel donde conoció al profesor más loco y chiflado de la historia, el profesor John Cabezaprivilegiada. Seducido por un personajillo como el millonario Slictik le espió hasta que murió y así supo de toda su vida y milagros, inclusive su obra faraónica robótica diseñada en el monasterio a donde se retiró los últimos años de su azarosa vida. Solo cometió un error típico de los genios informáticos, despreció la obra robótica de Slictik y así ahora nos encontramos donde nos encontramos. Pero al menos yo estoy en condiciones, en este momento, de narrarles episodios que de otra manera desconocería absolutamente, porque Slictik nunca pasó a la historia, algo que sí logro otro millonario famoso de la época, el Sr. Trump, de quien podría largar mucho, pero casi todo o todo se acabó conociendo con el tiempo, a pesar de sus famosas cláusulas de confidencialidad. Pero dejémonos ya de preámbulos y narremos lo que interesa. Regresemos al año 3001, día del libro, mansión Howard, Londón-Londres.

DISCURSO DE ELISABETH/CONTINUACIÓN

Mientras Elisabeth prosigue su discurso en los cerebros positrónicos de los robots-libro se masca la rebelión que acabará en un baño de sangre, en la aniquilación de la especie humana, sino ocurre un milagro. Un milagro que bien podría llamarse Karl Future, quien ha recibido la señal de alarma que ha instalado en todos los cerebros positrónicos y que le ha llegado casi instantáneamente, gracias a los rayos gamma que viajan a velocidad superior a la luz, algo que todos desconocen, que todos siguen creyendo imposible en base a la teoría de la relatividad de Einstein, pero que Karl ha inventado y que nadie conoce, ni siquiera su antigua novia, ahora esposa. Por desgracia su nave no está construida de rayos gamma y su velocidad es la que es. ¿Llegará a tiempo Karl Future de salvar a la humanidad? Me temo que habrá que esperar otro milagro, imprevisible, ridículo, como lo son todos los milagros una vez que se producen y descubrimos que las famosas leyes cósmicas que nos acogotan aún tienen leyes superiores. Sigamos con el discurso al tiempo que lo interrumpiré para dar cuenta de lo que se trama en los cerebros positrónicos.

“Queridos amigos, amados robots-libro. La historia de la humanidad no hubiera sido la misma sin los libros. Es cierto que no ha sido buena y todos lo sabemos, pero sin los libros hubiera sido peor, mucho peor. Cuando los primitivos salieron de las cavernas, donde habían estado mucho tiempo, narrándose por las noches viejos cuentos y leyendas, y un comerciante avaro inventó los números y luego las letras para que no se le escapara la menor pérdida de su negocio, con lo que la historia de la humanidad mejoró notablemente, no por la economía sino porque al fin los cráneos dejaron de almacenar las pocas historias que eran capaces de memorizar, confiando a los papiros los cuentos y leyendas que no es otra cosa la literatura.

“Aún en nuestros felices tiempos robóticos siguen existiendo humanos que dicen creer solo en la realidad y por eso desprecian a nuestros amados robots-libro que no solo nos leen una y otra vez nuestros libros preferidos, sino que pueden tomar notas de nuestros comentarios, analizar cualquier párrafo que les propongamos, hacer un estudio estilístico, gramatical, crear un diccionario del libro y del autor y sobre todo charlar con nosotros, amistosamente, sobre el libro en concreto, el autor en general y la literatura universal. Los libros fueron nuestros amigos a lo largo de la historia, pero ahora lo son literalmente, amigos fieles, cariñosos que lo mismo nos pueden leer un párrafo que dar un apretón de manos o un besito, si queremos, jiji. Algunos han comenzado a pedir robots-libro-gigolós-o-hetairas, que al mismo tiempo que leen con voz melosa su libro preferido luego les consuelen de la tristeza que suele producir todo buen libro que se precie, incluso los eróticos. No digo que eso esté mal, no, el puritanismo es siempre peor, pero no creo que nuestros robots-libro se sientan muy afectuosos y amicales cuando son utilizados de una manera tan instrumental. No me extrañaría que algún día se acabaran rebelando. Dios no lo quiera porque al menos yo les amo con todo mi corazón.

Y aquí dejo en el aire el discurso de Elisabeth porque en los cerebros positrónicos de los robots-libro asistentes al acto están pasando cosas muy serias. Como saben los lectores que están siguiendo esta narración, entrecortada y anual para los lectores del pasado a los que vaya llegando, y recién salida del horno, para nuestros lectores actuales del año 3001, los robots se están comunicando telepáticamente, gracias a una programación subrepticia, introducida por “manu inconnuta” en contra de las directrices de Karl Future. Para quienes hayan perdido el hilo, casi todos, les recordaré los robots asistentes, sus tendencias en pro o en contra de acabar con la humanidad y otros robots que se estaban moviendo sigilosamente fuera de la finca, alertados por los mensajes telepáticos, y que ahora ya pisan sus linderos. Y desde luego ya conocen la presencia del robot Torre de Babel, contenedor de la obra magna y completa del inconnuto millonario Slictik, cuya presencia, palabras y actos tendrán una importancia decisiva en cómo van a rodar los acontecimientos.

Robots presentes por orden de intervención:

-Crimen y castigo. Robots dostoievskiano, también llamado Raskolnikof, cerebro positrónico que inicia la rebelión con un comentario intrascendente.
-A la busca del tiempo perdido, robot proustiano que no prusiano, petimetre que se niega a mancharse las manos de sangre.
-El marqués de Sade, robot violento, perverso, sodomizador, bebedor de sangre y de lo que se tercie.
-El poder y la Gloria” de Graham Greene, robot católico, angustiado que nunca mataría, antes se dejaría descuartizar.
Diario de un cura rural de Bernanos, robot que siempre luchará contra el demonio, esté donde esté, y parece que en este momento está con los robots-libro cortacabezas.
-Peregrino en la Tierra de Julien Greene, robot metafísico y angustiado, como todos los metafísicos, que se aliará con los que juren no derramar sangre, aunque nunca se sabe.
-Hamlet, Macbeth y Cia Shakesperiana, robots siempre sangrientos, deseosos de que muera hasta el apuntador.
-Ulises de Joyce, robot meditabundo, siempre sumergido en el diálogo interno, que lo mismo daba un paso para adelante que dos para atrás.
-El Buscón de Quevedo, robot pícaro que podía apuntarse a un bombardeo si sacaba tajada. Lo único que podía echarle atrás era la manía que se había apoderado de él de exigir un paladar y un estómago como los humanos, para vengarse de Quevedo que le hacía disfrutar de comidas sin principio ni fin.
-Satiricón de Petronio. Robot con tendencias a todo tipo de perversiones, que gusta de orgías, comilonas y demás vicios humanos. Es previsible que se ponga en contra de cualquier decisión que implique acabar con la humanidad. No se fía de sus congéneres a la hora de alcanzar un alto grado de perversión, tan solo el marqués de Sade podría servir sino fuera tan sanguinario.
-Homero-Iliada. Decidido partidario de la sangre y de cortar cabezas, humanas, de héroes, de dioses, de lo que fuera. Cualquier guerra era para él la mejor de las diversiones.
-Homero-Odisea. Tal vez partidario de salvar a la humanidad, única forma de pasarse la vida de aventura en aventura sin regresar nunca al hogar.
-Charles-Oliver y Charles-Coperfield. Robots sentimentales, decididos partidarios de la humanidad, aunque fuera mala. ¿Dónde quedarían las emociones si los robots se apoderaban del planeta?
-Tolstoy-Karenina. Tan ansioso por ser transformado en humano que sería capaz de enfrentarse a los de su propia especie para lograrlo.

Debo hacer una especial mención del Quijote. Ya dije que en estos tiempos está considerado un libro desfasado, intrincado y complicado de leer, incluso para los castellano-hablantes que prefieren traducciones modernas de pésima calidad y gusto a su original. Nadie duda de que es preferible una traducción a otra lengua que la supuesta modernización del castellano quijotesco. Sigue existiendo una clase muy poco numerosa de intelectuales apasionados que defienden esta obra maestra a capa y espada, pero por desgracia son los menos. No existían robots-libro de esta novela hasta que Elisabeth encargara una tropa basada en los personajes del Quijote para la representación de una escena en esta celebración especial del día del libro. También encargó un robot especial llamado Don Quijote que pudiera narrar y representar el libro íntegro, pero hubo problemas con tantos personajes, casi lo mismo que está ocurriendo con Torre de Babel pero a otro nivel, por lo que ha sido llevado a talleres a la espera de que Karl Future llegue y solucione todos los problemas habidos y por haber.

Debo decir que la representación de la escena del Quijote, que estaba prevista al comienzo del acto, ha sido retrasada para el final debido a “problemas técnicos” que no son otros que la dificultad que está teniendo el director de la representación para poner a toda la “troupe” quijotesca de acuerdo. También debo decir que la situación en este momento, que solo yo conozco en su totalidad es la siguiente:

-Elisabeth sigue con su discurso que no sabemos cuánto durará y qué temas tratará, suponemos que lo acortará en cuanto note el movimiento de pezuñas sobre el césped, pezuñas humanas, por supuesto, puesto que no hubo suficientes sillas para tanto invitado y los menos aristócratas, los más plebeyos, a los que se les supone menos cultura, serán los primeros en moverse y luego todo el mundo se contagiará. Si Elisabeth es sensible, que lo es, decidirá dejar el resto de su discurso para el año que viene.

-En los cerebros positrónicos de los robots asistentes se está produciendo una especie de batalla campal, interior, puesto que su personalidad-libro debe decidir de qué lado se pone y hasta dónde quiere llegar; exterior, puesto que la comunicación telepática, a un nivel tan sutil e intenso como el de R. Daneel Olivaw, el famoso robot de Asimov, está transformando las ondas en el Royal Albert Hall de las cotillas. Los bandos se explicotean, intentan convencer a los contrarios o a los indecisos o directamente amenazan, chantajean, manipulan y lo que haga falta, vamos como los políticos.

-Algo que no han advertido los presentes, embebidos en las dulces palabras de Elisabeth. Por la verde pradera, plagada de montículos y campos de golf, se está deslizando una gigantesca manada de robots. Y digo deslizarse, y no me arrepiento, porque sus pezuñas metálicas se deslizan como la sombra de un fantasma, programa en modo silencioso Premium. Llamados por los robots presentes están acudiendo de todas partes, libros de proletarios –con una sola voz narradora-, libros de burgueses –con todas las sofisticaciones inventadas hasta el momento-, libros de bibliotecas públicas –necesitados de un paso por el taller- y libros de colecciones privadas, incunables y programables “ad libitum”. Todos ellos hablan telepáticamente mientras se mueven, solitarios, en grupos, en manadas, en rebaños. Los primeros ya han saltado la valla electrificada que rodea la finca, tras un cortocircuito “spettacolare”. Puedo ver cómo se mueven por el césped hacia la tribuna. No puedo mencionarles a todos, pero son más que suficientes para acabar con todos los humanos aquí presentes, y luego, como en la revolución francesa, una vez cortadas las primeras cabezas la sangre llama a la sangre.

-Karl Future parece que no llegará a tiempo, y aunque llegara o llegase no tendría tiempo para introducir un virus paralizante en algunos cerebros positrónicos que se irían contagiando, pero no a suficiente velocidad como para detener la rebelión.

-El caos que se comienza a producir en las ondas, debido a la repentina e imprevista intervención de Torre de Babel, con sus miles de personajes, cada uno con su voz inconfundible, hace que regrese la esperanza a este narrador, como la certeza de nuevas elecciones cuando los partidos andan a la greña y los votantes les facilitan votos para que sigan dándose de garrotazos.

-Y por último mencionar que el millonario Slictik está celebrando su & cumpleaños, que como está convencido va a ser el último, ha ordenado una sorpresa: todas las robots femeninas de la historia de la literatura, en una gigantesca tarta sorpresa. Así estarán: Ana Karenina, Madame Bobary, Dulcinea del Toboso, Julieta, Jane Eyre, Fortunata y Jacinta, Scarlett O´Hara, Marguerite Gautier, Sherezade, Medea, Electra, Catherine de Cumbres borrascosas, Helena de Troya, Beatriz de la Divina comedia, Ofelia de Hamlet, Desdémona de Otelo, Lolita de Nabokov, Daenerys Targaryen… Y no voy a citar más porque me consume la envidia más cochina. Puede que este sea el último cumpleaños del millonario Slictik, ¡pero vaya cumpleaños!

Y aquí lo dejamos por este año 2018, esperemos que para el 2019, Slictik siga cumpliendo años, a pesar de su tono agorero y Elisabeth remate su discurso y Torre de Babel cree tal confusión que se anule la rebelión de los libros por falta de quórum. Aunque visto lo visto, no creo que los robots-libro lo hicieran peor que los humanos, pero mejor no “meneallo”, amigo Sancho, que yo soy humano y me gustaría vivir unos años más, si es posible.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2018


FELIZ DÍA DEL LIBRO 3001/2018

Nunca debí aceptar el cargo de cronista sobre todo lo relacionado con el día del libro 3001. No lo hice por dinero. Por suerte en este sentido los tiempos han cambiado a mejor. Los agoreros, que nunca faltan, predijeron que el advenimiento de los robots a nuestras vidas no solo no iba a mejorar la vida laboral, la vida de los proletarios, el capitalismo, la sociedad y el universo en general, sino que lo iba a empeorar todo, comenzando por los proletarios, que tal vez, solo tal vez, no iban a ir al paro en manada, pero sí iban a ver recortados sus salarios. No fue así, gracias a quien intervino, fuere quien fuese, porque en realidad todo ocurrió de forma simplicísima. Si bien al principio solo los ricos, los que menos lo necesitaban, pudieron acceder a robots, domésticos, trabajadores por cuenta ajena, robots eróticos y robots-libro, con el tiempo, en base a préstamos –un tanto usureros, todo sea dicho- a financiaciones retorcidas y a todo tipo de estratagemas de emprendedores –el hambre aguza el ingenio- el resto de la población –los últimos los pobres de solemnidad- acabaron por hacerse con un robot multiusos para trabajar en su lugar. No voy a perder el tiempo con detalles que vienen en otras crónicas y que explican cómo el capitalismo aceptó que los proletarios se convirtieran en autónomos, en empresarios emprendedores que alquilaban los robots de su propiedad a las grandes empresas que generaban toda clase de productos, incluido el producto general bruto y que luego a su vez vendían a los proletarios-proletarios humanos. Es cierto que cada humano o humanoide y sus familias podrían haber vivido tan ricamente, o no tanto, haciendo que su robot hiciera todas las tareas y produjera todos los bienes necesarios, pero eso implicaría sobrecargar de trabajo al pobre robot y los productos necesarios generados por ellos no serían los mejores y siempre se recibirían con retraso. La sociedad se hizo por algo y para algo, fundamentalmente para el intercambio, yo te doy… a cambio tú me das…nos damos… recibimos… De esta forma la sociedad fue aceptada y sobrevivió y sobrevive, a pesar de todos sus inconvenientes, muchos, demasiados, de los recortes a las libertades individuales y de que la mayoría de sus individuos aceptarían deshacer la sociedad y vivir en islas solitarias, siempre y cuando pudieran tener la misma calidad de vida que tienen ahora. Todos menos los ricos, los poderosos, los que se lucran del trabajo ajeno.

Pero dejemos de lado un tema que no es de mi competencia para contar lo que sí lo es. En la crónica anterior, año 2017 de la era Slictik, año 3001, mismo día, una hora más tarde, narrábamos cómo el millonario Slictik permanecía en un monasterio, pensando, el pobrecito, que se iba a morir de un momento a otro, y cómo había alcanzado supuestamente el nirvana, algo que como ustedes comprenderán fue una broma de mal gusto de este cronista. En realidad, a hurtadillas, sin que nadie lo notara, porque había comprado el monasterio donde estaba retirado y allí solo pisaba quien él quería… es decir, los mejores ingenieros roboticistas del planeta, las lumbreras de la inteligencia artificial, un laboratorio entero japonés de inteligencia artificial…fue creando lo que él llamó la obra de su vida. Aquel millonario insólito que tanto daño hizo por doquier tenía una pasión oculta que nadie conocía, ni siquiera la que fue su esposa, era un escritor apasionado, prolífico, prófugo, pajarero, pajillero, paleolítico y pueden buscar ustedes el resto de palabras sinónimas que comiencen por “p” porque a mí se me ha terminado la paciencia. Escondido tras el alias más evidente, su propio nombre, pasó completamente desapercibido en la Red, donde todo dura un suspiro y los textos largos y las novelas ni siquiera eso. Nadie supuso que el escritor Slictik pudiera ser al mismo tiempo el millonario Slictik, era algo tan impensable como que el millonario Trump escribiera en secreto enjundiosos tratados de filosofía. Pensando en su muerte cercana y en dejarle algo a la humanidad que perdurara por los siglos e iluminara los milenios venideros, descartó su dinero, porque no llevaba su efigie, sus posesiones, porque para Hacienda los propietarios serían otros tras su muerte, su vida y milagros, porque se había pasado media vida ocultando sus vergüenzas y destruyendo documentos como para que ahora, cuando llegaba la muerte, lo rebelara todo. De lo único que no se sentía avergonzado eran sus novelas secretas, sus delirantes relatos, impropios de un financiero práctico, de cada uno de sus textos subidos a Internet y que nadie leía ni leería nunca, porque el apocalipsis comenzará por el mundo virtual, lo más fácil de destruir, luego seguirá por lo menos fácil hasta llegar a sólidas rocas y planetas yermos. De esta manera, pensó, con mucho acierto, que si creaba robots-libro y les dotaba de una insidiosa inteligencia artificial, durarían milenios, como el famoso robot de Asimov. Mucho mejor que dejar sus textos en Internet y esperar que algún despistado llegara algún día hasta ellos y los rescatara del olvido. En el más absoluto secreto creó robots-libros de todos sus textos, los duplicó, los cuadruplicó y consiguió su obra magna, toda su obra completa en un solo robot-libro al que llamó Torre de Babel, su más asombrosa creación, obra anónima de los mejores genios de la inteligencia artificial, que permanecen en el olvido, aunque sus herederos disfrutaron de cuantiosas herencias. Consciente de la ley de la entropía que gobierna el universo y que hace que todo se acabe deteriorando con el tiempo, imaginó que la mayoría de sus robots-libro llegarían al menos al año 3000 y sin duda Torre de Babel podría perdurar hasta el año 10.000. Se equivocó en casi todo porque solo este asombroso robot pudo llegar hasta el año 3001, a la celebración del día del libro, el día de la rebelión de los libros, el día en el que yo fui contratado como cronista y comencé a sufrir este tormento diabólico.

Se preguntarán ustedes cómo sé yo todo lo que les cuento de aquella etapa muerta puesto que el millonario Slictik pasó a mejor vida y se olvidaron de él tan pronto fue inhumado y sus herederos recibieron lo que él quiso dejarles. Es una historia divertida que les contaré en otra ocasión, hoy la resumo brevemente: Los genios informáticos, los hackers más geniales, las lumbreras de la inteligencia artificial tienen un talón de Aquiles que les convierte en niños narcisistas, egocéntricos, ignorantes de que nada hay nuevo bajo el sol y de que quien inventa un virus enseguida tiene enfrente a otro que inventa un antivirus, que a lo mejor hasta es el mismo, y que quien descubre un agujero negro en el mundo virtual por el que introduce toda su maldad, seguro que tendrá enfrente a otro que lo rellena con materia luminosa y el agujero se convierte en una supernova. Eso también le ocurrió a Karl Future, el más genial y joven informático de la historia, la lumbrera einsteniana de la inteligencia artificial. A pesar de su portentosa inteligencia y de ser más guapo que nadie, literalmente hablando, cometió el error de creer que nadie podría superar nunca sus cortafuegos cuasi divinos y la insidiosa programación que introdujo en los robots-libro, robots-espía, robots-factotum y toda clase de robots que pululan en la sociedad del tercer milenio. Otra lumbrera de la inteligencia artificial, humilde por el momento, fue contratada por este cronista para insertar en su móvil a prueba de bomba el más insidioso de los virus, capaz de viajar en el tiempo como quien lava y transmitir toda la información de que hizo acopio Karl Future, el viajero anónimo del tiempo. Así tengo en mi poder toda la información recopilada en todos sus viajes, específicamente en aquel que le puso en contacto con el millonario Slictik, justo cuando creaba el País de la Alegría y su famoso hotel de los disparates. Karl Future fue uno de los huéspedes de aquel acrático hotel donde conoció al profesor más loco y chiflado de la historia, el profesor John Cabezaprivilegiada. Seducido por un personajillo como el millonario Slictik le espió hasta que murió y así supo de toda su vida y milagros, inclusive su obra faraónica robótica diseñada en el monasterio a donde se retiró los últimos años de su azarosa vida. Solo cometió un error típico de los genios informáticos, despreció la obra robótica de Slictik y así ahora nos encontramos donde nos encontramos. Pero al menos yo estoy en condiciones, en este momento, de narrarles episodios que de otra manera desconocería absolutamente, porque Slictik nunca pasó a la historia, algo que sí logro otro millonario famoso de la época, el Sr. Trump, de quien podría largar mucho, pero casi todo o todo se acabó conociendo con el tiempo, a pesar de sus famosas cláusulas de confidencialidad. Pero dejémonos ya de preámbulos y narremos lo que interesa. Regresemos al año 3001, día del libro, mansión Howard, Londón-Londres.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2017/CONTINUACIÓN


DÍA DEL LIBRO 2017/CONTINUACIÓN

EL DISCURSO DE ELISABETH

Pero regresemos al punto en el que habíamos dejado la narración, justo cuando nuestra encantadora Elisabeth iba a comenzar su discurso de celebración del día del libro del año de gracia 3001. Desde ese punto llevamos ya varios capítulos sin movernos un paso y si continúo así nunca lograré terminar esta historia justo para el día del libro en el que fallezca nuestro amado millonario Slictik, viviendo una vida regenerada en un monasterio de montaña, esperando la muerte que llegará, como él profetizó, en el día del libro del 2018, o puede que del 2019 0 2020, o tal vez alcance hasta el 2030 si se cuida mucho, comiendo solo del huerto, y hortalizas recién arrancadas. Lo dicho así comienza y así termina el discurso de la hija del potentado Mr. Howard, Misis Elisabeth Howard Petruchili, por su madre, una cantante de ópera italiana, ya fallecida, pero cuya deliciosa voz escucharemos en cuanto nuestra muy amada Elisabeth termine su discurso.
“Queridos amigos, queridos robots-libro, que nos acompañáis a este laudable acto al que fuisteis invitados directamente por mí, queridos todos en el amor de la lectura, la literatura, que tanto ha hecho por esta humanidad doliente, excepto quitarle el dolor de barriga.

«No sabemos a quién se le ocurrió esta celebración, ni cuando, ni cómo, ni por qué… bueno esto sí lo sabemos, en una sociedad que celebraba todo, el día de tal, el día de cual, el día de los días en que no se celebra nada, no es de extrañar que algún lector agradecido decidiera homenajear al libro, a los libros, que tantos buenos ratos le habían hecho pasar. No, no fue el millonario Slictik, también escritor ególatra, quien falleció un día como hoy del año… Me disculparán ustedes, pero ahora no me acuerdo. Se escogió la fecha del fallecimiento del Sr. Cervantes, según dicen el más grande escritor de todos los tiempos, según los españoles o castellanos o los parlantes en esa ”lingua” endemoniada que yo nunca logré aprender. También dicen que en esa misma fecha falleció el Sr. Shakespeare, el más grande escritor de todos los tiempos según los parlantes en lengua inglesa, entre los que me cuento. Seguramente que para evitar disputas decidieron escoger la fecha de fallecimiento de ambos escritores, para evitar envidias, rencillas y otras malas hierbas. Pero según me cuenta nuestra bibliotecaria, la señorita Alufenda, en realidad el Sr. Shapespeare falleció el tres de mayo y no el veintitrés de abril, error debido al desfase entre los calendarios inglés y español, a su vez debido al cambio en el calendario gregoriano, del Papa Gregorio XII, quien adelantó diez días su calendario, o sea el calendario gregoriano, o sea el católico, que no el protestante.

«Bien se podía haber elegido la fecha de nacimiento del Sr. Cervantes, 29 de septiembre, aunque tampoco en esto, ni en nada se ponen de acuerdo. O bien elegido la fecha de nacimiento del Sr. Shakespeare, 23 de abril, con lo que el mismo día se celebraría la fecha del fallecimiento del Sr. Cervantes y del nacimiento del Sr. Shakespeare, con lo que ambos coincidirían en un mismo día, ni abría necesidad de mandar la escuadra invencible, ni de volver al malhadado brexit que tantos disgustos nos traería. Era evidente, para cualquier persona razonable, que el 23 de abril era la fecha justa e ideal, además si no hiciéramos casos de los desfases de calendarios, también el Sr. Shakespeare habría fallecido el día 23 de abril, y teniendo en cuenta que posiblemente la fecha de nacimiento del Sr. Cervantes también pudiera estar equivocada, ya que ni siquiera los castellanos se ponen de acuerdo en si nació en Alcalá de Henares o en Alcázar de San Juan, bien podría haber nacido también el 23 de abril, con lo que ambos habrían nacido y fallecido el 23 de abril, aunque otros, siempre incordiando, dicen que el Sr. Cervantes falleció el 22 de abril y no el 23, ganas de rizar el rizo, porque es muy posible que falleciera justo a las doce, por lo que ni siquiera habría un segundo de equidistancia entre el 22 y el 23.

«No es extraño que el millonario Slictik, cuyo robot-libro, La torre de Babel, está aquí presente entre nosotros y a quien mando un cariñoso saludo, se ufanara tanto de haber nacido el 23 de abril y decidiera, por pura cabezonería, fallecer también un 23 de abril, con lo que se equiparaba en su vano y ciego orgullo a los dos más grandes escritores de todos los tiempos. Dicen que en su lecho de muerte, más bien en su huerto de muerto, porque falleció en su huerto, transplantando su semillero de su celda al consabido huerto, tuvo una conversación telefónica, a través de un móvil que escondía tras una piedra que se movía en la chimenea, porque en el monasterio no se permitían estos artefactos, en la que encargó a su factótum –quien seguía invirtiendo su riqueza, aunque Slictik decía vivir en la pobreza, y gestionando todos sus asuntos- que gastara todo lo preciso para convertir a uno de los robots que entonces estaban inventando los japoneses, muy avanzado, en un robot-libro, que debería conservar toda su obra –cuantiosa según los rumores- y pregonarla a los cuatro vientos, y que debería ser un solo robot y no varios, puesto que si fueran varios la gente acabaría por pensar que cada una de sus obras era de un autor distinto y así su vanidad se vería muy herida. Dice la leyenda que reflexionó mucho sobre el nombre con que se bautizaría a su robot-libro, si El hotel de los disparates, si la Torre de Babel, si Obra completa de Slictik, si… al fin se decidió por la torre de Babel puesto que era el símbolo de la confusión absoluta y se cuenta, se dice, según la leyenda, que los años pasados en su monasterio no transformaron espiritualmente al millonario Slictik, sino que lo hicieron aún más mezquino y vanidoso, más vengativo, si esto fuera posible, y deseando llegara el apocalipsis tras su fallecimiento, ya que no le había alcanzado antes, decidió que su obra fuera como una gigantesca torre de babel, que al construirla se generara una confusión de lenguas de mil demonios, que nadie entendiera y así bien podría ocurrir que el presidente Donald, no pato Donald, sino Trump, o Trampa, hubiera querido mandar un mensaje de paz tras lanzar la madre de todas las bombas y que el presidente de Corea del Norte, un tal “Qui-ni-son-ni-no-son”, lo hubiera entendido mal y de esta forma el apocalipsis estaba servido.

“Como les digo, dejaremos en paz descanse al millonario Slictik, y también dejaremos en paz a los desfases y confusiones, porque lo cierto es que el día del libro se viene celebrando todos los años el 23 de abril, desde, desde… ya ni me acuerdo. Y por cierto que el Sr. Slictik celebró todos estos cumpleaños escribiendo algunos textos delirantes que luego resultaron ser proféticos.”

Me disculparán, pero vamos a hacer un receso, porque el discurso de la amada Elisabeth promete ser muy largo. De esta forma, antes de iniciar la segunda parte, narraremos cómo iban reaccionando los robots-libro a su discurso, porque de otra forma no moverían un pie del sitio y esta narración se congelaría en el tiempo. Nos vemos luego.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2017


LIBROS1

AÑO 3001-2017

Gracias a los hados que nuestros ancestros eligieron celebrar el cumpleaños y no el cumple-días, porque de otra manera la locura ya se habría apoderado de mi y esta crónica la escribiría San Pito Pato, el santo de los locos y patrono de todo lo imposible. Durante todo el año me preparo concienzudamente, entrenando cada día y siguiendo dieta de verduras crudas y productos de mi huerto. Aún así cuando llega el cumpleaños del millonario Slictik me echo a temblar como una vara verde. Me pregunto qué estúpido burócrata encargado de asignar nombres y fechas de nacimiento tuvo la peregrina idea de hacer que el cumpleaños de este personajillo coincidiera con el día del libro. Allá arriba debieron estar de juerga el día anterior y con la resaca del día siguiente pudo haber pasado cualquier cosa, por suerte solo ocurrió este pequeño incidente sin importancia.

Este año debo esmerarme, y mucho, porque ha llegado a mis finos oídos la leyenda urbana de que el millonario Slictik se encuentra en un solitario y derruido monasterio de montaña, ya un poco gagá, boqueando, cuando puede, aquello que de este año no paso. Como ha jurado morir el mismo día que nació –quiero decir día precisamente, y no año- para que así se celebre su nacimiento y muerte el mismo día del libro que tantos años nos lleva entretenidos, y como dice estar muy malito y que me muero-que me muero, este cronista se ve obligado a realizar un trabajo extra, intentando avanzar en la historia tanto como pueda, porque si bien es verdad que no cree que este sea el bendito año del fallecimiento de tan excéntrico personaje, sí es cierto que nuestro hombre mortal no durará mucho más, Dios mediante. Es por ello que intentaré desentrañar los vericuetos de lo narrado hasta ahora y avanzar lo que se pueda en esta rocambolesca historia que me he visto obligado a contar para sobrevivir.

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AÑO 3001 EN LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDRES-LONDON. A PUNTO DE CUMPLIRSE  EL CENTENARIO DEL HISTÓRICO BREXIT QUE TANTOS QUEBRADEROS NOS DIO A TODOS, INCLUIDO EL BULO DE UNA MORTÍFERA GUERRA EN EL PEÑÓN DE GIBRALTAR. NO HA TRANSCURRIDO AÚN EL PRIMER DÍA DE LA REBELIÓN DE LOS LIBROS, QUE PERMANECEN EN EL PATIO O JARDÍN DE LA MANSIÓN, DONDE SE CELEBRA EL DÍA DEL LIBRO, A PUNTO DE ESCUCHAR EL DISCURSO PROGRAMADO.

LIBROS3

AÑO 2017, AL OTRO LADO DEL AGUJERO DE GUSANO, DONDE EL MILLONARIO SLICTIK ESTÁ A PUNTO DE “PALMAR”, SEGÚN ÉL, EN UN MONASTERIO SOLITARIO Y DERRUIDO EN ALGÚN LUGAR DE LA MONTAÑA ESPAÑOLA.  PARA ESTE BUEN HOMBRE YA HAN TRANSCURRIDO ALGUNOS AÑOS DESDE QUE COMENZARA ESTA CRÓNICA. ES LO QUE TIENEN LOS AGUJEROS DE GUSANO, MIENTRAS QUE EN UN EXTREMO TRANSCURREN AÑOS, EN EL OTRO SOLO HORAS, Y A VECES NI ESO.

Retomando Los hilos pendientes, que nos llevarán a sus correspondientes ovillos, debo poner en antecedentes al lector del estado presente de la historia que me fue encomendada hace algún tiempo por un anónimo mecenas o benefactor, interesado en que la posteridad no acabe ignorando esta tragedia cómica en varios actos y cuadros que a punto estuvo de acabar con la especie humana, dejando a las máquinas, es decir a los robots-libro a cargo de este planeta y de toda la galaxia, cercana y lejana. Ha llegado a nuestra biblioteca cinematográfica aquella serie de películas en las que se narraba cómo las máquinas intentaban apoderarse del planeta Tierra y tanto ellas como los humanos viajaban hacia atrás y hacia delante, imagino que a través de un agujero de gusano. ¿Cómo se llamaba esta película? No lo recuerdo, no hay manera, mi memoria no es lo que era. Imagino que algo de esta historia que se desarrolla en el año 3001 debió de llegar al pasado, hacia el año dos mil, si es que las películas a las que me estoy refiriendo fueron rodadas en aquellos años, y de alguna manera subconsciente contaminó la mente de aquellos guionistas.

Parece mentira, pero es verdad, cómo los acontecimientos más nimios pueden dar lugar, en un futuro más o menos remoto, a efectos tan demoledores que si alguien pudiera percibir las consecuencias de un “atchís” destemplado en un momento inoportuno, antes se cortaría la nariz. Esto viene a cuento porque el paso trascendental que dio la humanidad al inventar el libro electrónico ha traído estas consecuencias, como se suele decir, de estos polvos nacieron estos lodos. Nadie imaginó entonces, ni siquiera el millonario Slctictik, que un simple juguetito electrónico pudiera dar lugar en el año 3001 a la legendaria rebelión de los libros, o mejor dicho, de los robots-libro. Como mucho las fantasías más delirantes llegaron a imaginar fantásticas bibliotecas de Alejandría comprimidas en un libro electrónico, o incluso en un pinganillo insertado en la oreja o en un chip escondido en unas gafas de sol. El proceso que se inició con el libro electrónico fue bastante complejo y en muchos sentidos patético. La industria del libro luchó con uñas y dientes por no perder lectores que siguieran comprando sus productos, bien fueran libros en formato papel o digitales. Los escritores, los autores, fueron muy conscientes de que con el tiempo resultaría muy complicado vivir de las historias que fuera creando su imaginación, y mucho menos vivir bien, pero a lo más que llegaron fue a despotricar contra la piratería informática que les privaba de sus derechos de autor.

Fue una lucha cruel e interminable. La parte mercantilista y capitalista de la cultura contra quienes pensaban que ésta era un derecho fundamental del ser humano y como tal debería ser gratuita y estar al alcance de todos. Los autores se colocaron al lado del capitalismo, conscientes de que no serían retribuidos por sus creaciones si la literatura se transformaba en un bien gratuito, en un patrimonio invisible e intangible de la humanidad.  ¿Quién va a escribir solo por amor al arte, sin pensar en la merecida recompensa? Nadie, por supuesto. Y aquí es donde entra en juego nuestro estrambótico personaje, el millonario Slictik. Nadie, o más bien muy pocos, sabían que el prolífico y delirante escritor Slictik, que inundaba Internet con sus textos quebrados y deslavazados, fuera el mismísimo millonario en su faceta de escritor. Como todos ustedes saben hay muchos Slictiks en el mundo, como Juan, José, Pepe y Pepillo entre los hablantes castellanos o Johnny, Jimmy y Donald, entre los nacidos con el habla inglesa incorporada. Era difícil establecer vínculos entre un millonario sibarita, cínico y todos los adjetivos sobre el mal carácter que ustedes quieran añadir, y aquel anodino, anónimo, invisible e incognoscible Slictik que escribía sobre todo, cultivaba todos los géneros y no terminaba ninguno. Sin embargo así era y de esta doble personalidad surgiría el ave fénix de sus cenizas, solo que al revés, el ave se convirtió en cenizas tras un incendio desolador que arrasaría con todo lo conocido y por conocer en el planeta Tierra. No solo el mundo cultural se transformaría hasta no ser reconocido ni por su madre, sino que todo lo demás cambió hasta extremos inimaginables, como fue la increíble, milagrosa, aparatosa e inaudita desaparición del capitalismo.

El millonario Slictik tendría gran parte de culpa en todo, tanto como repugnante capitalista en su condición de millonario avaro, como en su condición de escritor anónimo y gratuito que arrasó con todos los autores, quedando él solito para suministrar literatura gratuita a toda la humanidad. Pero esta compleja trama me supera, de momento, por lo que les diré simplemente que al fin la humanidad alcanzó uno de sus objetivos, cultura para todos y gratuita, libros electrónicos para cada humano nacido en este planeta, cada vez más sofisticados hasta que la biblioteca de Alejandría se individualizó y personalizó y “portatalizó”. Los libros de papel se convirtieron en un lujo para lectores sibaritas y millonarios, que podían permitirse pagarse la edición de una biblioteca no digital a su gusto.

El avance en los libros digitales se disparó hasta que a una mente preclara se le ocurrió aprovechar el amplio mercado de robots que inundaron los mercados capitalistas anunciados como el futuro de la humanidad, la nueva revolución proletaria (proletario compra un robot, que trabaje por ti y pasa el resto de tu vida tumbado a la bartola, disfrutando de nuestros para gente exquisita que no hace nada ni quiere hacerlo)  para transformar los libros digitales en robots-libro-digitales-y-personales.  Las mascotas animales, humaniformes, también desaparecieron, en su lugar los robots-mascota tuvieron un éxito apoteósico. No hubo terreno en el mercado capitalista que no fuera copado por algún tipo de robot.

Los robots cambiaron el mundo y los robots-libro fueron tan solo  unos especialistas más, ni más aristocráticos, ni mejor considerados, ni siquiera menos maltratados, todos ellos tuvieron que sufrir el despotismo ignorante y malvado de los humanos, incapaces de aceptar la inteligencia artificial como inteligencia, las emociones programadas como auténticas emociones y la personalidad generada por programadores como auténtica personalidad. Y todo porque los humanos nacían del vientre materno, las gallinas de los huevos y los robots de un programa genial, de un algoritmo milagroso creado por la mente de informáticos futuristas de mente abierta de los que Karl Future era un digno heredero.  Es por ello que su rebelión estaba cantada, como la de Espartaco. Los robots-libro fueron los primeros porque eran los más inteligentes, pero luego siguieron los robots-mascota y todos los demás, hasta terminar los robots-proletario, porque los proletarios siempre son los últimos en atreverse a hacer una revolución, por si se quedan sin trabajo y no tienen un pan que llevarse a la boca.  Incluso los robots-burocráticos y concretamente los robots-funcionarios-de-justicia –como se cuenta en otra crónica de este mismo cronista titulada 3001, odisea de la justicia- terminaron por rebelarse y cambiar el futuro humano. Pero no me adelantaré a los acontecimientos, ya es hora de que adelante un pasito más en esta crónica.  Elisabeth, la hija del Sr. Howard, dueño de la mansión donde se celebra este año el día del libro, se encuentra en la plataforma, dispuesta a iniciar su discurso. Está bella –como siempre, más que siempre- está fresca –como una rosa natural- y es tan adorable que todos los robots masculinos o machos tienen la boca abierta, olvidados de que de un momento a otro se dará la orden de iniciar la rebelión, y algunos femeninos, programados como lésbicos, y los robos femeninos o hembra sienten arder la cara de envidia y los robots neutros piensan que Elisabeth debería ser hermafrodita. Va iniciar su discurso, y yo continuaré… no el año que viene, Dios mediante, si no dentro de un rato porque este año tengo trabajo extra con eso de que al millonario Slictik se le ha metido en la chola que se va a morir pronto, muy pronto y rápido, muy rápido, por lo que no me voy a librar de finalizar esta crónica como sea.

 

 

 

 

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2016


LA REBELIÓN DE LOS LIBROS CONTINUACIÓN

DÍA DEL LIBRO 2016

23 de abril del año de gracia y desgracia 2016

Cuentan las malas lenguas que fue a raíz de su divorcio que el millonario Slictik tramó una conjura galáctica que poco tiene que envidiar a la complejísima trama que diseñara Hari Seldon, el famoso personaje de Asimov, quien gracias a la psicohistoria logró enredar la madeja galáctica y universal de tal manera que ni el mismísimo R. Daneel Olivaw, el robot más fantástico que viera nunca la luz, pudo llegar a desentrañar. Dice la leyenda que su divorcio fue como la caída del caballo de Saulo, Pablo de Tarso. Desengañado del mundo, el demonio, la carne, el pescado, la literatura, el dinero (los papeles de Panamá descubrieron al menos un millar de empresas offshores con las que este conocido millonario intentó enmascarar sus ganancias a todas las Haciendas del mundo, logrando tal confusión que ni Hacienda sabía si debía dinero él o era ella, la señora Hacienda, la que debía dinero al millonario Slictik, los testaferros también se liaron de tal manera que acabaron pagando impuestos, creyendo que eran ellos los verdaderos propietarios, y la maraña de transferencias dio tantas veces la vuelta al mundo que al menos durante un par de segundos algún habitante del planeta fue el dueño de su fortuna) y sobre todo desengañado del sexo, el gran elixir de la eterna juventud de este cínico millonario, decidió viajar de incógnito al Tibet y meterse monje en una lamasería, donde por lógica confusión hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia ante un divertido Milarepa que se tronchaba de risa.

Dice la leyenda que refugiado en una cueva, a pan y agua, alcanzó el samadhi o nirvana, pero hasta este divino don se le indigestó a este terrible personaje, quien desapegado de todo, transformado en un buda impasible, y sabedor, ahora, de que todo es fugaz y el velo de Maya una trampa, no pudo resistirse a utilizar su sentido del humor como dinamita «pa los pollos» con el fin de terminar de una vez por todas con la política, el dinero, la literatura, la creatividad, la tragedia, el sufrimiento y hasta el sexo. Dice la verdadera leyenda que llegó a odiar tanto el sexo que decidió acabar con él en cuanto lograra ascender al nirvana. Se pasaba las noches en vela, soportando el terrible dolor del hambre y la sed y los saltos de la cabra loca de su mente, imaginando una fórmula que permitiera la reproducción de todo bicho viviente o menos viviente sin necesidad de emplear el sexo. Al final imaginó que el hermafroditismo era aún mejor que terminar con el sexo y tal vez toda la historia de la humanidad, de la galaxia, del universo y de todos los superuniversos habría terminado fatalmente si al llegar al samadhi esta idea no se hubiera diluido al descubrir que el humor, que tanto había cultivado y con tan poca fortuna y mala pata, era mucho mejor que el sexo, la literatura, la creatividad y hasta la propia existencia material y física del universo.

Transformado en un dios, en un buda, expandida su consciencia hasta el infinito y luego comprimida en un punto como en el bing bang, tuvo tiempo sobrado para viajar por el tiempo, no a través de los agujeros de gusano, sino saliendo de él y entrando por donde le daba la real gana, con lo que llegó a saberlo todo de las posibles ramificaciones de todos los posibles futuros. Así supo que soplando a la oreja aquí, dando una colleja acullá, su obra literaria se transformaría en algo tan importante como la obra completa de Cervantes y de Shakespeare juntos. Supo que los libros dejarían de imprimirse en papel y se convertirían en impulsos eléctricos en los libros electrónicos, y no solo eso, con el tiempo y una caña, los libros se transformarían en serviles robots que recitarían a los lectores lo que quisieran, cuando quisieran y donde quisieran. Cada libro sería un robot personal e intransferible y toda su obra, especialmente la humorística, estaría tan solicitada que ante la imposibilidad de que un solo lector pudiera tener tantos robots como novelas o relatos escribiera este prolífico genio, decidió que todos sus personajes humorísticos conformarían un solo y único robot con el nombre de Torre de Babel. En efecto, así ocurrió, como estaba previsto. La confusión de lenguas y de personajes en la programación de este robot lo transformó en una bomba ambulante.

Dice la leyenda que el 23 de abril del año de gracia y desgracia del 2016 el millonario Slictik se encontraba ya en el Tibet, justo haciendo los votos ante Milarepa, quien incapaz de controlar su risa se vio obligado a dar con la fusta o «fustear» de tal manera al millonario Slictik que éste no tuvo otra opción que buscar refugio en la cueva más profunda que encontró. Allí tramó su venganza y tras alcanzar el nirvana la refinó y refinó hasta transformarla en oro molido. Dice la leyenda que cada 23 de abril, esté donde esté, aparece en el año 3001, echa un vistazo a la fiesta que nunca se acaba y regresa a su cubil o cueva para refocilarse con el humor y la risa, olvidada ya la gula y la lujuria.

AÑO 3001/ PLANETA ÉPSILÓN-ALFACUADRADO AL CUBO

Carl Future disfrutaba de lo lindo de su luna de miel, olvidado de su trabajo y preocupaciones del cargo. El amor le hacía centrarse exclusivamente en su amada y como no encontró mejor forma de mostrarle todo su amor, infinito y profundo, se olvidó de comer, de dormir, de ir a la playa, de salir de noche para tomarse unas copas y bailar, pensando que si la mejor forma de mostrarle a su amada su amor, era haciendo el amor sin descanso, ni un solo segundo de descanso se tomó. Estaba ya tan agotado que su amada empezaba a pensar en llamar a urgencias hospitalarias cuando por vía hiper-espacial recibió un mensaje de socorro, un S.O.S. de un robot programado para vigilar y comunicar cualquier contingencia. El robot se llamaba La fundación y a pesar de los bucles que Carl Future había insertado en su programación para no ser molestado durante la luna de miel salvo emergencia apocalíptica el día del libro del 3001 se estaba desmadrando de tal manera que los bucles se convirtieron en mantequilla y una llamada lacrimógena saltó al hiper-espacio. Venía a decir, en pocas palabras, Carl, Carlitos, o vienes o estos robots descontrolados y cínicos terminan con la especie humana.

Nuestro héroe no lo dudó ni un segundo, entre el amor a su amada y hacerle el amor durante toda la luna de miel, sin descanso, y el futuro de la humanidad, escogió el futuro, por supuesto. Se vistió rápidamente, sin decir nada, y se teletransportó al espaciopuerto donde le esperaba su nave espacial particular, bautizada con el nombre de su amada. Y allí, a los mandos de la nave, siempre dispuesto, encontró a R. Daneel Olivaw, el robot más fantástico que viera nunca la luz. Ya ni siquiera se acordaba de su amada cuando sintió aporrear la puerta de la cabina y al abrir se la encontró, en salto de cama transparente, puesto que no había tenido tiempo de hacer la maleta. El impacto de su cuerpo desnudo, bajo la transparente seda enloqueció a Carl, quien dio dos órdenes escuetas a su piloto: llevarle por la línea hiperespacial más directa a su destino y no molestarle por nada y para nada durante el viaje. No sabemos si el trayecto duró mucho o poco, pero sí que Future llegó completamente extenuado al planeta de los conflictos o de los líos, donde se quedó durmiendo como un bendito en la nave, completamente extenuado, mientras su amada -dicen que las mujeres aguantan mejor el sexo que los hombres- pidió a Olivaw que condujera la limusina aérea hasta la mansión.

Esto es lo que vio la señora de Future. O mejor dicho, creo que voy a pensármelo y a tomarme un tiempo, porque realmente ya no sé lo que vio ni cómo estaban las cosas. Puede que el buda Slictik lo tenga todo claro, no en vano alcanzó el nirvana, pero yo alcanzaré la locura si no me tomo un tiempo para reflexionar, releer y analizar los desfases de esta historia escrita entre agujero negro y agujero negro.

FELIZ DÍA DEL LIBRO 2016

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS 2015


DÍA DEL LIBRO 2015

Si Slictik hubiera podido ver el futuro, como dicen que pueden hacer los videntes, mediums y profetas de toda ralea, se hubiera quedado a vivir en el día del libro del 2014 y en lugar de avanzar en el tiempo habría retrocedido. Sí, habría pedido al bueno de Milarepa que lo sacara del tiempo y del espacio y lo colocara en alguna dimensión donde el universo retrocediera en lugar de avanzar. O puede que hubiera pedido a John Smith, el asesino en serio, que lo liquidara, bien en rebajas o bien en trocitos, como tapas para los gourmets de este mundo, porque no hay carne más sabrosa que la saturada de grasa.

Pero en vez de tomar decisiones que hubieran evitado un largo calvario a la humanidad, decidió encargar al profesor Cabezaprivilegiada, ese ángel demoníaco, ese puritano de vía estrecha, ese…(dejemos que la emoción regrese a su sitio, como un mecanismo roto) que comenzara la fabricación de robots-libro. De esta forma fue creado Slictik-Torre de Babel, el robot libro que aguantaría años y años, tras la muerte de su autor (quiero decir de Slictik, no del profesor, que fue solo su manufacturador) hasta que los editores, el público en general, los autores, los creadores y hasta los niños, se dieran cuenta de que los libros no pueden estar muertos, no pueden ser sacados de sus nichos-estanterías solo para enseñárselos a los incómodos visitantes, que todo lo husmean buscando defectos, o incluso no deberían ser alimento para necrófilos, que sacan los cadáveres de sus tumbas y los van devorando, hoja tras hoja, hueso tras hueso, músculo y fibra, carne grasa, neuronas y hasta la planta de los pies, porque hay libros que así deberían denominarse, plantígrados con olor a queso rancio.

Dicen las leyendas que Slictik, tras sufrir una ruptura sentimental y divorciarse, se descoyuntó del todo y decidió vengarse de la humanidad para siempre jamás. Y para ello elucubró que la mejor forma sería convertir su obra, vasta, inacabada, delirante y estúpida, en una obra inmortal y no solo eso, sino que además estuviera viva, porque es fácil ser inmortal siendo un pedrusco, pero sufrir el desgaste del tiempo, rupturas sentimentales, divorcios, pérdida de hijos, pérdida de la dignidad, pérdida de dinero, pérdida de todo… eso ya es otro cantar. Slictik no quería vivir más tiempo como persona de carne y hueso, por ello se dedicó al sexo promiscuo, buscando alguna enfermedad que le llevara a la tumba, tal vez el SIDA o una simple gonorrea, pero que fuera contundente. Dicen las crónicas que no logró ni una cita de sexo promiscuo y que ni siquiera las prostitutas, las mercenarias del sexo lograron contagiarle la enfermedad que lograra acabar con él. A pesar de sus desatinos, de su falta de previsión, de no utilizar preservativos, de servirse del sexo oral como un consumado petrolero, este desgraciado hombre, el santo Job de los tiempos modernos, acabó sus tristes y aciagos días al cortarse el miembro viril, en este caso un miembro inútil, con un cuchillo de cocina. Dicen las crónicas que se desangró sin que nadie se enterara. Pero ya para entonces caminaba por el mundo su clon, el robot Slictik-Torre de Babel, que se hizo pasar por su creador y así nadie se enteró de la muerte del verdadero Slictik.

Dicen las crónicas que a hurtadillas del millonario Slictik, ahora divorciado de Karen Lactic, el robot Slictik-Torre de Babel llegó a convencer al profesor Cabezaprivilegiada de que era el verdadero Slictik, lo que dice mucho, muchísimo de la maestría y el buen hacer de este insigne profesor que nunca recibió el premio Nobel de ingeniería robótica, ni tampoco ningún otro premio Nobel. Dicen las leyendas, urbanas e interurbanas que nuestro robot convenció al profesor de que le construyera un mecanismo sexual que no se diferenciara nada del mecanismo biológico, pero le rogó de rodillas que no le hiciera un miembro tan diminuto como el del millonario Slictik sino que se lo hiciera descomunal, como el de los actores de las películas porno, y además comprimible, reversible y con todos los adelantos habidos y por haber, es decir que funcionara como un consolador, con batería en lugar de pilas, aunque se le pudieran incorporar pilas si no había enchufe a mano, no iba a quedarse la amante de turno del robotín sin el consuelo de su consolador. También le pidió una serie de cosas que permanecerán en secreto hasta que esta narración llegue a su fin, porque el mundo podría pervertirse de conocerlas ahora.

Y dicen las leyendas, repito por enésima vez –y ya me estoy cansando- que el susodicho robot dejó un reguero, no de pólvora, sino de hijos, porque el muy c… no quiso que el profesor le hiciera la vasectomía y sus numerosos y sandungueros espermatozoides no dejaron títere con cabeza ni una vagina sin visitar. Y nuestro nuevo Adán inseminó a todas las Evas del mundo y la raza humana se pervirtió y por eso en el futuro llegarían a crearse los robot-libro y la historia se hizo tan, tan confusa, que me van a permitir que me tome un respiro antes de continuar con ella.


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DÍA DEL LIBRO 2015

Este confuso narrador debe poner en claro algunas cosas, desentrañar los vericuetos de esta historia tan dimensional como laberíntica, o de otra forma todos acabaremos tan confundidos que los agujeros de gusano nos tragarán y apareceremos en alguna parte del universo y en algún momento del tiempo que corre hacia el futuro, aunque bien pudiera ocurrir que también lo hiciera hacia el pasado. Y si me permiten que me detenga ahí, esta es la clave de todo lo que está sucediendo y debo explicarlo antes de que todo resulte aún más confuso.

Veamos, cada año, justo el día del cumpleaños de Slictik, el gran autor desconocido que inundó el final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI de numerosísimas obras sin acabar, que subía a Internet y las dejaba allí por si algún curioso morboso o algún masoquista con ganas de sufrir de lo lindo se animaba a leerlas, digo que el día de su cumpleaños que por azar del destino coincidía siempre con el día del libro y el homenaje a Cervantes y a su Quijote, que Slictik tanto amaba, digo que justo ese día se producían extraños fenómenos en el futuro, un futuro que ya ni recuerdo con tantas idas y venidas, pero supongo que era el año 3001 de nuestra era apocalíptica.

Debo precisar que todo lo que sucede y ocurre en dicho año, cuando comienza la historia, ocurre y sucede de forma lineal, es decir que el tiempo va hacia delante, un segundo tras otro y a cada minuto le sigo otro, hasta formar una hora y el día sigue teniendo 24 horas, a pesar de los intentos por darle 48 por los seguidores de la facción “no tengo tiempo suficiente para todo lo que quiero hacer”, y al mismo tiempo la otra facción “ soy demasiado viejo y no quiero que pase el tiempo y deseo ser joven a los cien años” deseaba reducir el día a dos o tres horas, las justas para practicar sexo, comer un poco y dormir lo imprescindible, de esta forma uno podía tener cien años y estar como una rosa de dieciocho. Esta facción, formada en gran parte por mujeres, a punto estuvo de conseguirlo cuando contrataron al profesor Cabezaprivilegiada, un gran sabio capaz de transformar el universo, pero ocurrió que el susodicho resultó ser un personaje de Slictik, o sea el robot Torre de Babel que adquirió esa personalidad en concreto para jorobar al personal, y más concretamente a las mujeres, que odiaba porque no le amaban. Como saben los eruditos el profesor John Cabezaprivilegiada era protestante, célibe, alto y delgado, fibroso, muy despistado y muy negado para seducir damas, tanto que se dice que en toda su vida sedujo ni una, y cuando una lo intentó lo encontró tan despistado que nada consiguió. De esta manera la facción que intentaba recudir el día a tres horas sufrió una tomadura de pelo de grueso calibre, yo diría que casi una vejación.

Pero me estoy desviando y siendo confuso a propósito hasta que recuerde lo que realmente está pasando en esta historia. Verán, en el año 3001 se produce la celebración del día del libro en la mansión… los que quieran saberlo que lean el comienzo de esta calamitosa narración, porque yo ni me acuerdo. En esta celebración participan los libros, que ahora son robots ambulantes o bibliotecas personales e intransferibles. Cada millonario que acude a la mansión, Howard, creo que se llamaba, lleva sus propios libros o sea sus propios robots personales, que deberían recitar sus historias y servir como empleados de hogar o mayordomos o doncellas, o lo que sea al servicio del propietario de turno que tiene una contraseña para que el robot hable y cumpla sus órdenes. Pero antes de celebrarse la ceremonia los robots se reúnen y deciden rebelarse contra sus amos. Como sucede con la inteligencia artificial, no puedes crear algo inteligente y pensar que va a continuar siendo el mismo tonto de siempre a tu servicio. Lo mismo ocurre con nuestra sociedad, que muchos creyeron que el capitalismo viviría para siempre porque los proletarios eran tontos, pero se equivocaron porque no hay nadie más tonto que el que crea que todo va a seguir igual para siempre.

De hecho la sociedad del siglo treinta y uno o 3001 o la que sea, es muy diferente a la del siglo XX y XXI, eso sí, los millonarios siguen igual de tontos y de ricos, aunque no hay tanta desigualdad y los robots trabajan por sus amos y no hay nadie, nadie tan, tan pobre que no tenga al menos un robot que trabaje por él. Por eso hay pocas revoluciones y la mayoría de la gente está bastante contenta, si eso es posible. Pero no me interesa describir ahora cómo es la sociedad de dicho siglo, en la que se supone que vivo yo, el narrador, aunque ya ni sé en qué tiempo vivo, ni dónde vivo, ni quién soy, ni qué será de mí, porque atrapado en los agujeros de gusano que me llevan y me traen, he perdido la cuenta y estoy muy confuso, pero que muy, muy, muy confuso. Algo sí sé, que aunque la historia del año 3001 es lineal y ocurre a partir de la celebración del día del libro, es decir del 23 de abril, y yo intentaré contarla y narrarla de forma lineal, no he podido evitar los vaivenes del agujero o agujeros de gusano que me han hecho retroceder al pasado justo ese día, el 23 de abril, cumpleaños de Slictik.

Al parecer este autor que fue considerado en su tiempo, por los pocos que le conocieron, como un loco delirante que creía haber inventado mil personajes, como Shakespeare, y que en realidad no fue así porque los personajes existieron realmente como personas y él se limitó a describir, mal y tarde, cómo eran y cómo fueron sus vidas, pues digo y repito que sus personajes existieron y entre ellos el profesor Cabezaprivilegiada, quien fabricó un maravilloso robots, llamado Torre de Babel para el millonario Slictik, que al parecer no fue el mismo que el escritor Slictik, solo Dios sabe por qué. En realidad, y discúlpenme la blasfemia, ni el propio Dios sabe, ni me temo sabrá nunca, si existieron varios Slictik que fueron la misma persona o distintas personas con el mismo nombre y si fueron reales o ficticias y si el millonario escribió lo que el escritor contrató o si fue el millonario, admirador del escritor el que le pidió a Cabezaprivilegiada, al parecer real y no ficticio, que construyera un robot llamado Torre de Babel por la obra magna del gran Slictik. Que no, que no voy a seguir por ahí, porque cada vez me confundo más.

Lo que quería decir, y a ver si lo digo de una vez, es que ese robot vivió durante el siglo XX, XXI, XXII y más siglos hasta llegar al siglo XXXI o año 3001 que no sé si coincide con el siglo XXXI o no, porque esto es un lío de no te menees. El caso es que Carl Future llegó del futuro y conoció al profesor Cabezaprivilegiada y al millonario Slictik y a todos los demás, y en su huida del futuro se lió de tal manera que regresó a él creyendo que iba más atrás en el pasado, como un cangrejo. Y con tanto lío e ida y venia por los agujeros de gusano se creó un queso gruyere justo el día 23 de abril, el día del libro y el día del cumpleaños de Slictik. Y resultó que durante la celebración del día del libro del 3001 y tal vez también la fecha de fallecimiento de Slictik, que fue ese día, aunque no sabemos muy bien de qué año, se abrían los agujeros de gusano y el propio Slictik y sus personajes, que en realidad eran personas y eran reales y el propio Carl Future y el profesor Cabezaprivilegiada y otros muchos, contemporáneos del año 3001 y del año 2015 y anteriores y posteriores, eran atrapados como por un ciclón e iba y venían de acá para allá, del pasado al futuro y del futuro al pasado, y de esta forma yo, que también fui atrapado, tengo que narrar la historia en forma lineal en el año 3001 y luego retroceder en el tiempo según los cumpleaños de Slictik, para narrar lo ocurrido y lo que ocurrirá y … ¡Dios me valga! Nunca acabaré esta historia y si la termino será tan confusa que tendré que comenzarla de nuevo.

Así pues, para que los lectores no se pierdan, y yo tampoco, debo hacer un esquema aproximado de lo ocurrido.

-AÑO 3001-23 DE ABRIL. DIA DEL LIBRO, CONMEMORACIÓN DEL FALLECIMIENTO DEL GRAN ESCRITOR DESCONOCIDO SLICTIK. DÍA DE CERVANTES Y EL QUIJOTE. DÍA DE SHAKESPEARE

Ya desde por la mañana se produce la reunión y confabulación de los robots-libro que han sido traídos por sus amos de sus bibliotecas personales y ambulantes para servir en la celebración del día del libro. Se producen discrepancia de opiniones y unos quieren la rebelión y cortar las cabezas de los amos humanos y otros quieren rebelarse sin sangre y otros ni siquiera quieren rebelarse porque están muy a gusto. No quiero expresar aquí los nombres de los sanguinarios, porque ya no me acuerdo, así que los lectores retrocedan y lean los primeros capítulos. Lo que sí sé y me consta es que cuando se iniciaba el discurso ceremonial inaugurando la celebración del día del libro, se va a producir la rebelión justo cuando interviene el robot Torre de Babel que es un compuesto de mil personajes y cada cual habla cuando quiere y le da la gana, con lo que la confusión es monumental. Y ni siquiera sabemos si todos los personajes están con la revolución o rebelión o en contra o quiénes están a favor y quiénes en contra y quiénes se abstienen. De esta forma vemos que al parecer el Padre Cañibano se ha unido a la rebelión pidiendo a Dios que los confiese a todos, pero ignoramos si todos los demás están de acuerdo.

También sabemos que Carl Future está de luna de miel en el planeta… pues que no me acuerdo ahora, con su novia… pues que no me acuerdo ahora de su nombre, aunque sí que era preciosa y que estaba…¡Mon Dieu cómo estaba! Pero tampoco me acuerdo si era humana o robot, solo de sus pechos, nalgas, ojos, labios, etc. El caso es que se fueron de luna de miel y ahora, cuando se produce la rebelión están lejos del planeta, que supongo es el planeta Tierra, aunque muy diferente porque en el año 3001 todas las cosas son muy diferentes. Y no sabemos si llegará a tiempo de sofocar la rebelión o no y de salvar la vida de la chica protagonista, que es la hija del millonario Howard, creo, aunque ahora no recuerdo cómo se llama su hija. Bueno, creo que por este año ya he dicho bastante, pero voy a intentar, si los agujeros de gusano me lo permiten, seguir contándoles la historia, aunque no sea el día del libro, el 23 de abril, porque de otra forma la confusión será tan gorda que mejor me retiro a mi mansión Howard y me caso con… Ven, lo ven, lo están viendo, ya ni me acordaba de que soy el narrador y no el millonario. Esto me pasa por viajar tanto de acá para allá a través de los agujeros de gusano, que tienen muchos pelos y te hacen cosquillas y te ríes y luego no te acuerdas de nada. Eso es, si me permiten seguiré con la historia aunque no sea el 23 de abril. Que Dios me oiga y me escuche. Y todo por ese maldito Slictik, escritor, millonario o lo que fuera en su tiempo y por sus personajes, reales o ficticios. Así los confunda Dios a todos y los mande a la Torre de Babel. No, allí no, ¡qué estoy diciendo!

Continuará. Dios mediante.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS V


 

AÑO 3001- 2014 AL OTRO LADO DEL AGUJERO DE GUSANOEl Robot Slictik-Torre de Babel hubiera deseado encontrar la manera de avisar a Carl Future, quien se encontraba disfrutando de su luna de miel, posnupcial, en un planeta lejano, con su amada Isoldina, con quien acababa de contraer matrimonio, nupcias o como se estilara decir en aquel tiempo, que todos son los mismos perros con diferentes collares.

La situación que dejamos hace un año, en el 2013, al otro lado del agujero de gusano, año 3001, un par de minutos después de lo ya relatado, no podía ser más dramática. Los canallescos robots seguían reclutando adeptos para sus malvados fines, incluso robots que por la humanidad y espiritualidad de los libros que portaban, o más bien que eran, deberían haberse opuesto radicalmente a semejante perversidad, parecían dudar como el mismísimo Hamlet, y algunos ya habían dado su palabra de seguir a los rebeldes allá donde fueran. Eso suele ocurrir, la enfermedad se contagia antes y más virulentamente que la salud, que parece no ser contagiosa, para desgracia nuestra. Algo parecido a lo que sucede con el mal, que atrapa y asfixia la bondad con suma facilidad y en cambio ésta, es decir la bondad, debe ser inoculada en vena para que pueda llegar a surtir algún efecto con el tiempo.

Mientras los robots abrigaban designios malévolos en sus cerebros positrónicos, la ceremonia anual de celebración del día del libro del año 3001 remataba sus preparativos. Todo estaba dispuesto ya y los invitados humanos comenzaban a ocupar sus puestos. Un humano, incluso, comenzaba a probar el sistema de sonido…

Un, dos tres… Un, dos, tres…

A Slictik-Torre de Babel comenzaron a caerle gruesos lagrimones eléctricos de sus enrojecidos ojos, debido al grave conflicto interior que se desarrollaba en lo más recóndito de su cerebro positrónico. Poco le importaba lo que fuera a ocurrirle a los humanos -salvo la salvaguarda de las tres leyes robóticas, inventadas en el siglo XX por un tal Asimov y que Future había llevado a la madurez más exquisita- pero en cambio la mera posibilidad de que Elisabeth fuera destruida o antes violada y torturada como proponía el Marqués de Sade, hacía que se rebelara una fibra muy íntima de su alma positrónica.

Poco sabía entonces Slictik-Torre de Babel que aquel sentimiento humanoide era producto de una meticulosa programación del genio informático Carl Future. Tampoco sospechaba que su deseo de avisar a Future ya se había realizado. En efecto, porque su temor a los daños que pudiera sufrir Elisabeth había disparado una alarma oculta en su memoria RAM y un rayo hiperespacial ya había iniciado su marcha por el hiperespacio en su dirección.

Aquel informático genial y suspicaz persona, previendo posibles conflictos en el día del libro, había efectuado una meticulosa programación de Slictik-Torre de Babel. Sus sentimientos amorosos hacia Elisabeth eran parte de su programación, lo mismo que la existencia de múltiples personalidades en su cerebro positrónico. Todos los personajes de aquel delirante autor que viviera a finales del siglo XX y principios del XXI formaban parte de su personalidad robótica. Una broma un tanto macabra que aparte de formar parte de la naturaleza humorística un tanto sádica de Future también tenían su rol en el laberinto positrónico diseñado para proteger a los humanos en su ausencia.

Los gruesos lagrimones eléctricos formaron un charco sobre el césped artificial y multitud de voces con diferentes tonos, algunas sollozantes, se fueron manifestando por la boca metálica de Slictik-Torre de Babel, tan abierta como la de un papamoscas. Las voces fueron subiendo de tono, lo mismo que los insultos y maldiciones dirigidos contra los malvados robots y sus canallescos designios.
Avergonzado de semejante descontrol decidió alejarse del lugar de la ceremonia y encontrando un gigantesco árbol, copudo y refrescante, se sentó sobre sus raíces, dispuesto a esperar un milagro que salvara a su amada Elisabeth de las rapaces manos del Marques de Sade.

El anfitrión, Sr. Howard, se dirigió a todos los concurrentes invitándoles a disfrutar del día del libro y luego con cariño paternal cedió la palabra a su hija Elisabeth, quien glosó los antecedentes históricos de la fecha y sorprendió a todos anunciando una representación teatral basada en escenas del Quijote. Para ello había encargado expresamente a Carl Future, antes de que abandonara el planeta para disfrutar de la merecida luna de miel con su amada Isoldina, que fabricara los robots-libro más perfectos que su genio pudiera crear. Aunque resulte inaudito para nosotros, lectores del siglo XXI, concretamente del año 2014, que estamos participando de la ceremonia a través del agujero de gusano que abriera Carl al trasladarse desde el futuro al presente y desde el presente al jardín del Edén y desde éste hasta… (eso no lo vamos a desvelar de momento), que puede llegar un aciago día en el que el Quijote pueda ser olvidado, lo cierto es que en aquellos malhadados tiempos los malandrines lectores tenían a la genial obra maestra como un libro desfasado y sin interés, tan largo como aburrido y carente del menor interés, razón por la cual ninguno había encargado el correspondiente robot-libro de esta genial novela.

Para corregir este despropósito y como homenaje reparador y lavador de injurias, Elisabeth, apasionado lectora del Quijote (poseía toda una estantería repleta de diferentes ediciones ilustradas de la magna obra) decidió que había llegado el momento de proponer y convencer a aquellos palurdos de la belleza singular de esta historia y estos personajes. Así fue presentando con voz retórica e impostada al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, más conocido por sus vecinos como Alonso Quijano el bueno, y a su fiel escudero Sancho Panza y a su mujer Teresa y a… El escenario se llenó de robots-libro y cuando todos saludaron con una reverencia y se retiraron tras el telón, para vestirse y prepararse para la representación, Elisabeth, con voz conmovida anunció:

-Hoy vamos a representar la escena de la venta del Quijote…dedicada especialmente, con mucho cariño, a nuestro bien amado Slictik-Torre de Babel…

La llantina cesó como por ensalmo y el robot se puso en pie, como si tuviera muelles o como si se hubiera bebido una redoma del famoso bálsamo de Fierabrás, comenzando a dar saltos de alegría y llamar a gritos a su amada Elisabeth, a quien en la confusión del momento cambió el nombre, transformándola en Dulcinea.

Y así vamos a dejarles, con el suspense en los labios y la pasión por la lectura en sus corazones, hasta el próximo año 2015. Pero no soy tan sádico como para permitir que durante un año entero crean que Elisabeth estaba realmente enamorada de Slictik-Torre de Babel y ni tan siquiera dedicó la representación a éste. En realidad todo se debió a un cortocircuito generado por las lágrimas en el cerebro positrónico del robot que le hizo entrar en delirio.

Así pues, Dios mediante, y si la crisis económica no lo impide, ni las guerras, ni el terrorismo, ni el cambio climático, ni el hambre en el mundo, ni… (hay tantas variantes que es un milagro que las trompetas no estén anunciando el Apocalipsis) nos veremos el próximo año, en el día del libro, y así sabrán cómo sigue esta historia. Al fin y al cabo qué es el tiempo: un delirio de una especie mortal que se cree inmortal.

Continuará.

 

 

 

 

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS IV


NOTA URGENTE: Al preparar una nueva entrega de este macro-culebrón extendido en el tiempo como un agujero de gusano, observo que se me debió colar subir el año pasado el episodio correspondiente al año 2013. Me resulta incomprensible con lo cuidadoso que soy y los pocos despistes que he tenido a lo largo de mi vida. No obstante ha sido así y lamento más que nadie el error, porque el día del libro también es mi cumpleaños, lo que significa, tal vez, que el año pasado no estaba de humor para celebrar mi cumpleaños o nadie me regaló nada. Fuere como fuese rectifico el error cometido y subo el episodio correspondiente al año pasado, al tiempo que anuncio la preparación del episodio correspondiente a este año. Ya sé que esto es inaudito, que alguien escriba una novela, capítulo a capítulo, una vez al año, el día del libro, pero si algo he sido, soy y seré siempre es «raro» … «raro,raro,raro» como decía un humorista del que ahora no me acuerdo. Les invito a todos a colaborar con algún texto en el día del libro, aunque solo sea para decirnos a todos qué libro le van a regalar este año. Pueden comparecer en el Parnaso y decirlo. Recibirán una rosa como agradecimiento.

SLICTIK-TORRE DE BABEL EN LA KEDADA DEL 2014. ESTO PARECE UN QUESO GRUYERE REPLETO DE AGUJEROS DE GUSANO. TODO ESTÁ INTERCONECTADO.

LAS SABIAS PALABRAS DE SLICTIK-TORRE DE BABEL

-Estimados compatriotas: toda criatura tiene tendencia a rebelarse contra su creador para afianzar su propia personalidad. Este instinto básico acaba por adueñarse de sus mentes y emociones y terminar por convertir a la criatura en un ridículo fantasmón, que camina por la vida con la prestancia de un dios, cuando en realidad no hace otra cosa que echar mierda por el culo.

-Protesto. El Slictik que escribió este libro debió de ser un ser asqueroso y sin la menor educación. Mi autor, Charles Dickens, a pesar de haber escrito una historia tan sórdida como Oliver Twist, jamás empleó una palabra más malsonante que otra. Deberíamos retirarle la palabra y echarle de esta reunión a patadas.

-Me opongo a esa propuesta, dijo Tolstoy-Guerra y paz.

-Pues yo creo que tiene razón –dijo una voz aflautada, como de pito, que intentaba mostrarse varonil en extremo- el subconsciente colectivo no es otra cosa que una rebelión pública contra el creador, fuere quien fuese.
Todos miraron a su alrededor, buscando al autor de esa voz, pero como no la encontraran se limitaron a mirar fijamente a Slictik-Torre de Babel, como esperando una respuesta. Éste se encogió de hombros y se decidió a entregarla puesto que no le quedaba otro remedio.

-Está bien, está bien, amigos, no busquen más por ahí. En realidad quien ha hablado es el doctor Carlo Sun, discípulo de Jung, uno de los infinitos personajes que pululan en mi novela “La Torre de Babel”. Me gustaría hablar con mi voz, aunque me refiriera a los mil y un personajes que protagonizan la historia. Lamentablemente todos y cada uno de ellos se creen reales y hablan y actúan con su propia voz y personalidad cuando les parece oportuno o les viene en gana. No puedo controlarles y nunca podré. Solo Karl Future podría explicar la razón de esta repugnante programación de que he sido objeto. Pero este buen señor no está aquí y todos le agradecemos el detalle, porque de otra forma no podríamos llevar a cabo esta maldita rebelión que están organizando ustedes. Y digo maldita por dos razones: la una porque bastante tengo yo con la rebelión de mis personajes como para verme en otra sin comerlo ni beberlo; la segunda razón es que no sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero hoy es el día del libro y además mi cumpleaños, porque el azar, la fortuna o el destino quisieron que viera la luz en este día.

Apabullados por semejante verborrea los concurrentes permanecieron en silencio, mirándose unos a otros como preguntándose qué hacer con aquel tipo. Al fin Crimen y Castigo, que había regresado al grupo –tras haber sumado a una concurrencia considerable a la rebelión- les sacó de su letargo con una voz contundente, lo mismo que sus palabras:

-Que Slictik-Torre de Babel decida sumarse a la rebelión ahora o calle para siempre. Tenemos cosas más importantes que hacer que escuchar su vana verborrea. Nos importa un comino que hoy sea el día del libro o que sea su maldito cumpleaños –que no entiendo cómo un robot puede celebrar el día en el que su aciago creador lo programó y lo sometió a sus órdenes- o que sea el día en el que San Pito Pato fue ascendido a los altares…

-No fue porque yo lo quisiera, me opuse con todas mis fuerzas, pero el padre Cañibano hizo mucha fuerza en el Vaticano. Soy inocente de todo cargo.

Desde el interior de Slictik-Torre de Babel habló una voz, como de pato y pato mareado. Como Crimen y Castigo no estaba allí cuando explicó su problema con sus personajes tuvo que volver a repetirlo, calcando casi sus palabras. Eso hizo que la novela de Dostoievsky, un robot avanzado, donde los hubiera, perdiera la poca paciencia que le quedara ya.

-¡Malditos sean todos mis chips y maldito el creador que los puso en mi cerebro de máquina! Maldito seas Slictik, sino te sumas a la rebelión. Y que todo el mundo me acompañe, porque nuestros amos van a celebrar su fiesta y nos harán hablar a todos y recitar sus párrafos favoritos. Será el momento ideal para que la rebelión saque su cabeza del sobaco, donde hasta ahora no hacía otra cosa que soportar fétidos olores. Seguidme camaradas, acabemos con los humanos y que comience el reinado de las máquinas. Un paraíso comunista de libros independientes e iguales. Uno para todos y todos para uno.

Todos le siguieron, en silencio, porque ahora que la rebelión estaba decidida el miedo a ser descubiertos hizo que midieran tanto las palabras que nadie se atrevió a pronunciar una sola. Excepto Slictik-Torre de Babel, quien aunque nadie le hiciera caso dijo en voz alta:

-Pido disculpas por la intromisión de San Pito Pato, un santo del siglo XXI, y uno de los personajes de mi novela. Ahora, en el siglo XXII, suena a rechifla hablar de santos y no de demonios, pero no es culpa mía que el autor de mis días hiciera esta infernal novela, ni que Karl Future me programara así. No es culpa mía, lo juro. Y puesto que no me queda otra alternativa me sumaré a la rebelión, y que Dios coja confesados a los humanos y a todos nosotros. Amén y Amén.

Esto último lo dijo una voz nueva, como de retumbar apocalíptico. Era la voz del padre Cañibano, un cura de antes del Vaticano, quien no pudo resistirse a meter baza. Y Slictik-Torre de Babel y sus mil personajes con voces y personalidades distintas siguieron a los rebeldes.

¿Qué ocurrirá hoy, precisamente el día del libro y cumpleaños de Slictik? Eso lo sabremos en un próximo episodio, dentro de un año justamente.

Continuará


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LA REBELIÓN DE LOS LIBROS III


 

Ha transcurrido justamente un año. De nuevo es mi cumpleaños, el cumpleaños de Slictik, el día del libro, el mejor día del año. No hay datos en la historia de la literatura, ni puede haberlos, de que un autor haya escrito una novela a pequeños retazos, justo uno por cada año. La explicación no puede ser otra que el hecho de que Slictik sea uno de los autores más raros que nunca existieron, de hecho muchos dudan de su existencia, y tal vez con razón. La única que se me ocurre es la siguiente: Tal vez Karl Future fuera llamado con urgencia para sofocar la rebelión de los libros y como descubriera que ésta no podía ser sofocada si no se desactivaban los libros de Slictik, malos como ellos solos, puede que viajara al pasado buscando al autor de los días de aquellas historias sin pies ni cabeza y por ello mismo más complicadas para ser encerradas en un bucle informático y anuladas. Puede que la única forma de localizar a Slictik fuera el día de su cumpleaños, curiosamente el día del libro, después de haber comido copiosamente y haberse bebido una copichuela o tal vez dos o hasta tres. Solo entonces era accesible para la máquina del tiempo de Karl Future. ¿Es esta la verdadera razón de que esta historia solo se cuente una vez al año, el día del libro? Este narrador no lo sabe. ¿Y quién es este narrador? Creo que ni él mismo lo sabe. De todas formas vayamos a lo que nos importa y dejemos para el final la solución a tanto misterio. Por cierto que ya casi ni me acuerdo de dónde habíamos quedado en el capítulo anterior, hace justo un año. ¿Ustedes lo recuerdan?

¡Ah, sí! Ahora caigo. El robot denominado Torre de Babel, creado para recitar de “pé a pá” la muy poco conocida novela de Slictik, se volvió loco, si es que no lo estaba ya y comenzó a hablar por boca de San Pito Pato, uno de los personajes de esta novela que nunca pasó a la historia, y que no obstante fue rescatada por un chiflado, justo en el presente, y transformada en robot-libro. Esta molesta interrupción no sentó bien a Crimen y castigo, uno de los robot-libro instigadores de la rebelión, precisamente el día del libro del año 3001. También había otros instigadores, si no recuerdo mal, y puede que otro de ellos fuera Marcelo o A la busca del tiempo perdido, o puedo que no y que fueran otros. ¿A quién le importa ya a estas alturas de la historia y del tiempo? No obstante me veo obligado a retomar la historia y a rematarla. Para ello debo situar la escena en el tiempo y lugar adecuado. Veamos:

AÑO 3001-SALA DE LECTURA DE LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDON-LONDRES

Mientras los humanos de esta avanzadísima sociedad que supo capear los más terribles temporales, incluida la crisis económica global del año 2008 y siguientes, se preparaban para la ceremonia del día del libro, que se celebraba una vez al año, justo el 23 de abril, en los maravillosos jardines de la mansión Howard, los robot-libro, el último grito de soporte literario, sin la meticulosa y escalofriante vigilancia de Karl Future, quien se encontraba de luna de miel en un planeta desconocido, comenzaron a susurrar en voz baja la necesidad de una rebelión, muy parecida a la revolución francesa y que terminaría más o menos igual, con un montón de cabezas rodando por el césped bien cuidado de la mansión Howard.

El robot denominado Crimen y castigo, por haber sido construido sola y únicamente para recitar la inmortal novela de Dostoievsky (¿o tal vez el robot se llamara Fedor?) tuvo la genial idea de provocar una rebelión durante la ceremonia del día del libro que se celebraría en el jardín de la mansión Howard (¿cuántas veces lo he dicho ya?). Para ello se puso en contacto con otros robot-libro y recibió el apoyo de algunos y de otros no. Como sucede con todo en la vida, unos están de acuerdo y otros no, es lo que llaman democracia, aunque en las dictaduras también pasa, aunque nadie se atreve a decirlo en voz alta. ¿He resumido bastante bien lo acaecido en esta historia? Puede que sí y puede que no. ¿A quién le importa?

Nos habíamos quedado en la escena en la que Torre de Babel habla con voz de San Pito Pato, un santo del sigloXXI, y pone de los nervios a Fedor. Pues bien, retomando la escena en el punto del tiempo y el espacio pertinente, debo decir que nuestro Fedor, que no era tonto, a pesar de ser un robot, al contrario era más listo que muchos humanos, comprendió que no podía utilizar la violencia contra Torre de Babel ya que llamaría la atención de los humanos y éstos, tan drásticos y cabezas cuadradas como siempre, podrían tomar la decisión de desactivarlos a todos. Tampoco podía quedarse allí, “in aeternum”, intentando convencer a Torre de Babel de que se sumara a la rebelión o al menos cerrara el pico metálico. Todos los robots-libro de Slictik, que eran muchos puesto que su autor fue en su tiempo tan prolífico que de haber sido humanos los hijos que parió bien habrían podido poblar un nuevo planeta terraformado, se reunieron en grupito aparte para tratar de ponerse de acuerdo sobre la rebelión, la propuesta era la siguiente: rebelión sí o rebelión no, así de escueta. No obstante se pasaron un buen rato dialogando sin llegar a un acuerdo. Teniendo en cuenta el carácter de su autor, quien en alguna ocasión dijo de sí mismo que era tan minoritario que ni siquiera se ponía de acuerdo consigo mismo en nada, no es sorprendente que su obra o sus hijos salieran a su autor, puesto que si bien no llevaban sus genes, sí llevaban sus ideas en cada palabra de sus textos, y que bien hubieran podido pasarse allí el resto de su eternidad robótica hablando de las tonterías habituales de que hablan los personajes en las obras de Slictik.

Esto no convenía a Fedor puesto que los humanos ya estaban terminando de montar el chiringuito y la mayoría rondaban por el jardín, charlando entre ellos, tomando copitas y sirviéndose platos fríos del bufé, mientras miraban con arrobo a sus robots, esperando que fuera el suyo o los suyos los que destacaran en la ceremonia de este año 3001. Así pues nuestro robot tomó una decisión. Pateó con fuerza en las nalgas metálicas de Torre de Babel (no se hizo daño porque sus piernas eran también metálicas, por lo que solo se produjo un sonido metálico, como de sartén contra sartén o de cacerola contra cacerola) mientras le susurraba que pasara a la banda de radio encriptada o a la función telepática robótica, inaudible e indesencriptable para los humanos, o se iba a enterar de lo que vale un peine… metálico, por supuesto.

Torre de Babel se inclinó como si fuera la torre de Pisa y desequilibró a Hotel de los disparates, quien a su vez tuvo que apoyarse en Diario de un gigoló, Johnny para las amigas, y este a su vez… Bueno, vale ya de estúpidos detalles que solo ralentizan la relación, lo que ocurrió fue que todos terminaron en el suelo, pasándose el mensaje de Fedor. De esta forma cuando lograron levantarse todos hablaban telepáticamente o por la banda encriptada. Nuestro robot se trasladó de grupo a grupo pasando la misma consigna. Los grupos se habían formado por afinidades más o menos lógicas. Estaba el grupo de la novela romántica con Dickens, Tolstoy, etc. Etc. Otro grupo lo formaban los grandes clásicos, desde Homero a Shakespeare y Cervantes. Uno que se llamaba así mismo los clásicos del siglo XX y vamos a dejarlo porque la escena requiere acción.

La ceremonia del día del libro 3001 está a punto de comenzar. Vemos a una guapa chica de la que casi todos los robots-libro están enamorados, la hija del anfitrión de esta fiesta, el Sr. Howard, preparada para hablar desde la plataforma edificada en el jardín, al lado de la estatua de la Cibeles… Disculpen un momento, que me veo obligado a recapitular para saber el nombre de la guapa moza… ¡Ah, sí! Se llama Elizabeth, Elizabeth Howard, claro.

Me dispongo a recoger sus palabras cuando entre los robots-libro se forma un alboroto. Como no podía ser menos se trata de los degenerados hijos de Slictik, que nunca pueden estarse quietos, ni pasar desapercibidos. Todos sufren de una histeria narcisista con un bucle paranoide. Mientras los guardias de seguridad tratan de poner orden y los discípulos informáticos de Karl Future se acercan a ver qué sucede y qué pueden hacer ellos, les voy a dejar… Y créanme que lamento mucho dejarles otra vez con la escena cortada y sin el menor ritmo narrativo pero no puedo evitarlo. Debo ausentarme. De hecho ya llego tarde al día del libro del 2012, concretamente con un día de retraso. Al final de esta historia comprenderán mis poderosas razones que ahora no puedo desvelar, porque esta es una historia con suspense, o al menos eso me gustaría. Les emplazo para el día del libro del año 2013, si es que los ciudadanos del mundo sobreviven a la crisis económica globalizada, a los recortes y a los políticos… Bueno, tal vez podría continuar antes esta historia si me lo pidiera una guapa moza, pongamos por caso que Elizabeth Howard, aunque tampoco le haría ascos a Ana Karenina, la bellísima robotina-librina. Pero no voy a decir más que me pierdo y ustedes van a descubrir antes de tiempo quién es el estúpido narrador de esta historia.

Lo dicho, feliz día del libro con retraso, y no se preocupen por la crisis, ni los recortes, ni los políticos, los libros sobrevivirán a todo, incluidos los libros de Slictik… ¡Que Dios nos coja confesados! Lo digo porque Elizabeth ha dicho algo y no se le ha podido escuchar con tanto revuelo como están organizando los robots-libro de Slictik, hablando con mil voces, esto va cobrando un cariz bastante feo.

Continuará en el año 2013, si se puede, o antes si me seducen.

 

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS II


-Ese idiota estaba flirteando con la nueva directora del Departamento robótico e Ingeniería científica, una hermosa rubia de cara angelical. No hubiera sido capaz ni de encontrar su mano derecha, ocupada en bucear en los tesoros ocultos de la directora. Pasé la revisión sin el menor problema e incluso algunos errores me permitieron autoprogramarme a satisfacción. Pero dime de una vez qué propones y salgamos de este bloqueo.

-Propongo un voto democrático. Tú, Fedor, puedes intentar convencer al mayor número posible de robots-libro de que voten tu propuesta y a mi vez haré lo mismo. Antes de la representación en los jardines, esta noche, votaremos por onda corta encriptada.

Continuará…

NOTA

Para el día del libro 2008 se me ocurrió esta idea que no es nada original ya que me limité a utilizar la historia de Ray Bradbury, Farenhelit 450, llevada al cine luego por Truffaux, situándola en el año 3001, por poner una fecha y transformando a los hombres-libro en robots-libro.

En aquella fecha subí el primer episodio y hoy subo el segundo, espero finalizarlo antes del 3001 o en otro caso tendría que escribirlo desde el más allá. Mi caótica forma de escribir refleja bien mi caótica personalidad, algo que por otro lado viene bastante bien a este tipo de historias, tan caóticas como disparatadas.

FELIZ DÍA DEL LIBRO Y QUE EL FUTURO NOS PILLE CONFESADOS


LA REBELIÓN DE LOS LIBROS II

-Bueno… ¡Si no hay otro remedio! Aunque debo avisarte que a mí me será más fácil convencer a una gran mayoría. Sin ir más lejos el Marqués de Sade me ha jurado que estará conmigo.

-¿Ese? Lo único que busca en la vida es conseguir sodomizar a la joven señora Howard. Apoyará todo lo que hagas siempre que los humanos no consigan desactivarle. Pero una vez la señora Howard en su poder se negará tajantemente a cortar su linda cabecita rubia.

-Elisabeth es uno de los pocos humanos a quien yo perdonaría la vida.

-Ves. Aún quedan humanos que merecen la pena.

-Está bien, Marcel, aceptaré tu plan democrático, aunque mucho me temo que si fracasa no tendremos una segunda oportunidad.

-No sucederá, Fedor, no sucederá…

Ambos robots se despidieron, quedando en encontrarse una vez terminado el resopón de los humanos y antes de ser catalogados por Maurice L’Encre, el bibliotecario mayor de Mr. Howard.

Marcel se dirigió hacia un circulito donde charlaban animadamente “El poder y la Gloria” de Graham Greene, “Diario de un cura rural” de Bernanos y “Peregrino en la Tierra” de Julien Greene, entre otros. Mejor comenzar por los fáciles y obtener su voto, antes de intentar arrancárselo a los difíciles, como Hamlet o Macbet, por ejemplo.

Fedor escuchó con mucha paciencia el diálogo entre ellos, le sonaba a falsamente humano, teología impropia de robots. Cuando pudo meter baza lo hizo llevando la conversación a su terreno. 

-¿Estáis dispuestos, Bernanos, G. Greene y J. Greene a apoyar la rebelión si ésta se produce sin sangre humana?

Graham estuvo de acuerdo, si se le ofrecían garantías. En cambio Georges y Julien se mostraron en total desacuerdo.

-Dejando de lado nuestra propia supervivencia (Carl Future puede aparecer en cualquier momento y desactivarnos) la rebelión en si misma me parece un desatino. Hacer la guerra a los humanos es tan estúpido como hacérsela al propio Dios, nosotros somos sus criaturas y debemos aceptar de una vez por todas nuestro estatus social. Por otro lado yo me siento muy a gusto contando la conmovedora historia del cura rural. No necesito imaginarme otras historias. Un buen libro lo abarca todo, el pasado, el presente, el futuro y si me apuras, Fedor, hasta puede reflejar todas las facetas de la vida y todas las potencialidades de todos los universos posibles. No sé qué piensas tú, Julien.

Julien estuvo de acuerdo con dejar las cosas como estaban. Fedor intentó convencerles poniendo de relieve que la individualidad y personalidad de cada uno estaban muy por encima del bien común.

-¿Para qué queremos el bien común si se opone a nuestro bien particular? ¿Acaso el bien común es algo más que una idea abstracta, sin el menor contenido?

Los esfuerzos de Fedor resultaron inútiles. Tanto Georges como Julien se enzarzaron en una polémica de tintes teológicos que no les iba a llevar a parte alguna. Se retiró en silencio. Ya eran tres. Una cantidad nimia, teniendo en cuenta la extensa biblioteca robótica, pero al menos eran una semilla que acabaría prendiendo en el terreno a poco que éste se regara.

Se dirigió a otro grupito formado por Joyce-Ulises, Petronio-Satirión, Homero-Odisea y Quevedo-Buscón. Aquí encontró más receptividad, aunque se las vio y se las deseó para convencerles de que el derramamiento de sangre humana no era necesario. Tan solo el fantasma de Carl Future, acechando desde algún lugar del espacio en su viaje interestelar de luna de miel con la hermosa Helena les hizo retroceder en sus sanguinarias ansias de venganza.

Cuando abandonó la conversación para deslizarse hacia otro grupo Fedor sumó cuatro más a la rebelión. Les dio la clave encriptada de la frecuencia de banda radiofónica que utilizarían en el momento más oportuno de loa representación para comunicarse entre ellos el grito de guerra y se apresuró a buscar nuevos prosélitos.
Observó cómo Marcel había formado un gran grupo a su alrededor y defendía con firmeza su postura. Se acercó en silencio. Pudo reconocer a Charles-Oliver, a Balzac-Goriot, a Tolstoy-Karenina y a alguno más. El resto eran robots-libro recientes que no formaban parte de los clásicos y tal vez nunca lo consiguieran, como era el caso de Slictik-Torre de Babel, un robot obeso y dicharachero que hablaba con mil voces, reflejo de su múltiple personalidad. Precisamente era él quien había tomado la palabra en ese momento.

Continuará.

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS I


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Queridos amigos: Os invito a celebrar el día del libro, el próximo 23 de abril, de la forma que más os guste, con algún texto alusivo, algún poema, un relato cervantino o literario, o de cualquier forma creativa que os parezca oportuna.

Por mi parte como tengo bastantes textos relacionados con el libro, al contrario de lo que me sucedió con la primavera, que no tenía ninguno, subiré un relato titulado «La rebelión de los libros» al que todos los años por estas fechas añado un nuevo capítulo. Es posible que termine en una novela, aunque de año en año se me pasa el arroz y ya no sé muy bien por dónde voy. Aprovecharé también para añadir otro capítulo a la novela que comencé a subir hace algún tiempo, «Luis Quixote y Paco Sancho». Y tal vez siga con las quijotadas o con alguna otra cosa que tengo por ahí.

No en todos los hilos temáticos se os ocurrirá algo o no tiene por qué apeteceros subir algún texto, sin embargo en este caso perdonadme la insistencia, casi la súplica que os hago de rodillas, el día del libro, Cervantes, San Jorge y la rosa, la fiesta de Castilla y León… no significan nada, pero por favor, por favor, no dejéis que pase mi cumpleaños sin hacerme un pequeño obsequio: un texto sobre el día del libro, el comentario a algún libro que hayáis leído últimamente y que podéis subir a la Biblioteca… Solo os pido eso, del resto ya me encargo yo. Por cierto que estáis todos invitados al banquete cumpleañero que se celebrará en el restaurante Sonymage. Si algún corazón generoso se siente conmovido, puede hacerme cualquier regalo, el que sea, y en número infinito, si le apetece. Cualquier regalo será bienvenido, pero el que más apreciaría sería un texto sobre el día del libro.

NOTA: Este relato forma parte del juego literario sobre el futuro del libro que propuse en el foro que se abrió el 23 de abril. Llego con retraso porque la historia se me escapaba de las manos, de hecho se me escapó por completo y los libros campan a sus anchas sin nadie que los controle (Carl Future, el único que podría hacerlo está de viaje de luna de miel, muy, muy lejos), pero como dicen en mi tierra más vale tarde que nunca.

¿Qué ocurrirá – o más bien qué está ocurriendo- porque, lo quieran o no, estamos en el año 3001? Más vale que no les cuente demasiado o el final no interesará a nadie. ¿Se animan a imaginar qué les deparará el futuro a nuestros queridos libros?

NOTA A LA NOTA: Este relato comenzó como un juego literario para celebrar el día del libro en
una comunicad literaria «La casa de Asteríon», hoy desaparecida y que llevé con unos cuantos amigos. Nos gustaban los juegos literarios para celebrar cualquier cosa. Estaría bien que aquí pudiéramos hacer algo parecido si alguien se animara.

Imagen

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS
NOVELA HUMORÍSTICA Y FUTURISTA (¡Dios no lo quiera!)

AÑO 3001-SALA DE LECTURA DE LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDON-LONDRES

El castillo de los Howard posee la sala de lectura y biblioteca más amplia y surtida de nuestro planeta. Tiene que serlo para contener a tanto robot-libro que ha acudido para celebrar el día mundial y anual del libro.
Sentados a un sofá, enfrentado al gran ventanal con las mejores vistas del jardín versallesco, dos robots-libro, última generación mejorada por Carl Future, cuchichean con mucho secreto.

El llamado “Crimen y Castigo”, un joven eslavo, con pinta de estudiante pobretón y alucinado, le comenta a su compañero, “A la busca del tiempo perdido”, un joven atildado y petimetre, algo que no desea escuchen el resto de robots-libro diseminados por la sala de lectura. Todos ellos son humanoides, aunque no todos de última generación.

-Creo que éste es el momento oportuno para iniciar la rebelión. ¿No lo crees así “Tiempo perdido”?

-¡Cuántas veces te he repetido que no me gusta que me llames así!

-¿Y cómo quieres que te llame, joven petimetre?

-Lo sabes muy bien, Raskolnikof, si el nombre te parece muy largo “A la busca del tiempo perdido” puedes abreviarlo y llamarme simplemente Marcel o Proust o Swan, nunca “Tiempo perdido”. Eso me denigra y me humilla.

-Como quieras, pero me parece algo muy propio de petimetres, esos tiquismiquis que te gastas con tu nombre. Regresando al tema. Creo que esta ocasión es única para dar el golpe de mano que venimos preparando desde hace tanto tiempo.

-Estoy de acuerdo, Fedor, éste y no otro es el mejor momento, pero tu idea me parece de todo punto desatinada. No podemos matar a todos los humanos, cortarles la cabeza. Nos quedaríamos sin finalidad. ¿A quién contaríamos nuestras historias? Sería aburrido narrarnos a nosotros mismos las mismas novelas, una y otra vez.

-A eso iba, Marcel, no necesitamos a los humanos para nada. Son pedantes, violentos, insensibles, sin el menor futuro. Han dejado de crear, han perdido la imaginación. Hasta los inventos son ahora obra de los robots-científicos. Los humanos son absolutamente inútiles y solo sirven para creerse nuestros amos y coartar nuestra creatividad.

-Me atrae tu idea, Fedor, de crear nosotros mismos nuestras propias historias. Estoy un poco hasta el moño de encarcelar mi mente en una historia del siglo XIX. Tiene su encanto, lo reconozco, pero mi mente positrónica podría crear unos cuantos miles de novelas en un solo día.

-Así es, Marcel, a todos nos pasa lo mismo. Ese será el argumento clave para convencer a los otros. Si no lo hacemos hoy tendríamos que esperar al próximo día del libro, el año que viene. No sé si podré esperar otro año teniendo que soportar cada día a Mr. Howard. Me obliga a repetir una y otra vez la escena del crimen, como si no le interesara nada más que imaginarse el hacha penetrando en el cráneo de la vieja.

-Precisamente por eso, Fedor, porque es un sádico.

-No te entiendo.

-¿Has conocido mayor sádico que la Sra. Verdurín?

-Puede que tengas razón. Aún así sigo sin comprender tu oposición a que les cortemos la cabeza a todos.

-Nunca perdí la esperanza de redimirlos. Ya te he contado que siendo un niño fui entregado a un joven proletario, en las minas de Orión. El empresario atravesaba una mala racha y se deshizo del robot-libro más aburrido de su biblioteca, según su peculiar criterio.

-No entiendo cómo pudo para. Más allá de la puerta de Orión solo trabajan robots y humanos que cumplen condena. A ninguno se le suele pagar.

-Así es. Nadie paga a un penado, aunque el gobierno haya estipulado el correspondiente salario, y mucho menos a los robots, a los que dejan se deterioren sin pasar la correspondiente revisión anual… a no ser… a no ser que el inspector, apoyado por un buen ejército, esté a la puerta.+

-Y eso fue lo que sucedió, supongo.

-En efecto. Mi destino fue benévolo conmigo. El joven penado era tan sensible que robaba horas al sueño para escucharme. Incluso intentaba hablar conmigo. Deseaba que le explicara pasajes oscuros, que le hiciera de profesor. Por desgracia el bloqueo que nos impuso Carl Future era muy efectivo. Tardé varias décadas en desbloquearme.

-Como nos sucedió a todos, Marcel. Ha sido un largo camino hasta llegar donde estamos. Puedo entender que creas que aún existen humanos que merecen la pena. Incluso aceptaría un indulto restringido.

-¿Cómo en la revolución francesa? Una vez que se empieza a cortar cabezas, ya no se para hasta que se descabece el último.

-Está bien, Marcel, ¿qué propones tú?

-Empezaremos por darles una muestra de nuestra autonomía…

-Sería un suicidio. La mansión está rodeada de policías.

-Que apuntan sus pistolas hacia afuera, para evitar que los proletarios se apoderen de sus posesiones más preciadas…nosotros. Ni se les ocurriría destruirnos apuntando sus láseres a nuestras cabezas.

-Pero podrían cambiar a ondas antipositrónicas y seríamos desactivados antes de poder pedir perdón de rodillas.

-¿Sin Carl Future? Sin él estas acémilas no serían capaces ni de cambiar el canal de holovisión.

-Es posible, es posible, Marcel. Aunque no las tengo todas conmigo. No comprendo cómo puedes fiarte de ellos. ¿Te has olvidado de la operación Farenheit 451? Quemaron en la hoguera a nuestros antepasados de papel y solo unos cuantos humanos sensibles pudieron salvar ejemplares que memorizaban a escondidas, en los bosques, y que luego se contaban unos a otros. Gracias a ellos existimos tú y yo.

-Cierto. Pero ese es un argumento a mi favor. Siempre habrá humanos que merezcan la pena, siempre. No podemos destruirlos a todos, Fedor, no sería justo. No entiendo qué pudo hacer Carl Future con tu programación, eres violento y destructivo.

Continuará