CARTA DE MILAREPA DESDE EL TIBET
Querido amigo y hermano en el Todo: Sé que no esperabas esta carta, al menos tan pronto, porque consideras que no necesitas consuelo en esta emergencia planetaria. Sé muy bien que no tienes miedo a la muerte y que consideras que ya has vivido bastante y que tu vida ya estaba completa, aunque aceptarías con cierto entusiasmo la posibilidad de que se te diera un poco más de tiempo para disfrutar a tu manera de la vida, lo que sin duda haces muy bien. Sabes que no te escribo a ti, aprovecho que das a la luz pública mis mensajes para decir algo, lo que sea. No hay receta mágica para la fragilidad humana. No dispongo de la cura para el coronavirus. No se trata de solucionar un problema, aquí y ahora, sino de que la humanidad se encamine hacia el único lugar posible: el amor.
Sé muy bien que el amor no es la solución a todos los problemas del ser humano. Amar no evita morir, la mortalidad es parte de la naturaleza del ser humano, como lo son sus limitaciones, muchas, tal vez demasiadas. No se trata de vivir para siempre en carne mortal, de poseer una ciencia casi mágica que cure todas las enfermedades, de poseer estructuras sociales, políticas, económicas, que funcionen a la perfección. Nada de eso es posible, y mucho menos si el ser humano convierte a los demás seres humanos en instrumentos de su pequeño ego que intenta inflar hasta transformarlo en un Cosmos.
Comprendo bien tus sensaciones y sentimientos. Para ti el estar solo dentro de tu hogar, el sentirte solo, el ocupar el tiempo en tus cosas, escribir, leer, escuchar música, lo que sea, no es algo que te preocupe. Llevas solo mucho tiempo, te cuesta salir y relacionarte. Para ti no es un castigo no poder salir de casa, al contrario, el castigo sería que te obligaran a pasar todo el tiempo fuera de ella. Una emergencia sanitaria, un estado de alarma, no es para ti el fin del mundo, el Apocalipsis. Ni siquiera morir aislado, de hambre, pongamos por caso, es algo que te encoja las tripas. Por suerte para ti esta sociedad en la que vives aún es capaz, al menos, de proveer alimentos para algunos, no para todos, por desgracia. Te preocupan tus seres queridos, mejor dicho, tus seres más queridos, porque sé que quieres a todos, a toda la humanidad, aunque a algunos más que a otros, como es natural. Te preocupa su dolor, su angustia, su miedo, aunque tú no lo tengas. Te preocupa que la especie humana pueda extinguirse por unos bichitos diminutos, no porque creas que la humanidad es única en el universo o porque este planeta y este tiempo son los únicos de los que dispondrá el único ser inteligente del universo y sería una pena que el Cosmos se quedara vacío, que su belleza no pudiera volver a ser percibida por seres conscientes, porque tú crees en otras cosas, por ejemplo en que el universo es demasiado grande para que sus únicos habitantes sean estas hormiguitas de dos patas que se creen tan inteligentes; por ejemplo, en que la consciencia no desaparece cuando su recipiente se convierte en polvo, porque tú de alguna manera crees en la reencarnación, aunque tu memoria no llegue a recordar vidas pasadas, hasta que eso que llamas consciencia individual se expanda hasta fundirse con la consciencia de la Totalidad. Sé muy bien que crees en estas cosas y que no te avergüenzas de creer en ellas porque no se trata de creer en lo que digan otros que les ha dicho el mismísimo Dios, sino porque tú mismo has experimentado en tu vida el milagro del amor cuando te ahogabas en el fondo del abismo de la soledad o porque sigues milagrosamente vivo cuando sabes que deberías estar muerto desde hace mucho tiempo. No has renunciado a tu criterio propio, a la racionalidad, a la inteligencia, a la lógica, pero eso no significa que tengas que renunciar a tus experiencias más íntimas y profundas, lo mismo que a tu lógica, que te dice que si la inteligencia fuera producto de una vinculación aleatoria de partículas, también los bichitos diminutos del coronavirus podrían ser inteligentes y entonces habría que echarse a temblar, porque tal vez hayan decidido inmolarse acabando con los seres humanos. Tal vez ellos estén también hartos de su miserable vida depredadora, intentando sobrevivir a cualquier precio, sin una pizca de amor que calme sus infinitos deseos, como le sucede al ser humano, que se pasa la existencia intentando engañarse creyendo que las posesiones le darán lo que no puede conseguir del amor, porque en este planeta donde habitas hay tan poco amor que repartido entre todos no alcanzaría ni a un céntimo de euro. Este planeta está en bancarrota de amor y lo malo es que los bancos centrales no podrán inyectarlo en el mecanismo económico porque el amor no es moneda de cambio, es el sentimiento profundo de un ser humano hacia otro y del otro hacia el uno y de todos para con todos. Y eso son decisiones individuales que deben transformarse en globales, no sirven mayorías o minorías, aquí solo existe una posible decisión de todos y cada uno de los seres humanos. Elegir el amor es la única alternativa, no para acabar con el coronavirus, pero sí para encaminar a esta sociedad hacia algo que merezca la pena, aunque pueda llegar un momento en el que todos tengáis que refugiaros en vuestros búnkeres para evitar a los bichitos. Todo es más fácil con amor, incluso el apocalipsis de una especie. Tampoco me disgusta que te lo tomes con humor. Como tú dices, si no hay amor, al menos tengamos un poco de humor. Pero esto te lo seguiré contando en la segunda parte de esta carta, porque la medicina hay que tomársela cucharadita a cucharadita, o pildorita a pildorita, si se trata de pastillas.
El aislamiento, el confinamiento, se está haciendo global. Como acabas de leer en un vídeo de una psicóloga italiana que te acaba de mandar un ser querido, ha llegado el momento de la reflexión y de plantearse seriamente si la humanidad no estará saltándose todas las leyes cósmicas con una ignorancia casi demoniaca, porque ninguna ignorancia es inocente. La vida facilita suficientes lecciones, espirituales y de cualquier otro tipo, como para que alguien pueda alegar que él no sabía. Resulta aleccionador que esta pandemia parezca estar respetando a los más pequeños, a los más frágiles, a los que sí son inocentes, al menos de momento, porque su evolución es impredecible. Hay muchos que no creen en las leyes cósmicas y sin embargo estudian con atención y paciencia infinita las leyes de la ciencia. En el fondo son una misma cosa. Algunos se burlan de las leyes espirituales, como si no fueran científicas, nada más científico que el amor que mueve el sol y las estrellas. Como digo en la teoría de la vinculación, sobre la que has dejado de escribir, no sé por qué, no hay una sola partícula en el universo que permanezca sola, aislada, viviendo su propia vida individual e infinintesimal. Todas las partículas acaban vinculándose unas con otras, siguiendo unas leyes que los científicos tratan de desentrañar, pensando que ahí está la respuesta global a la pregunta única, ignorando que la única respuesta es el amor, no hay otra.
Recluido en tu casita, que ahora parece ser el lugar más adecuado para soportar esta plaga, reflexionas y te planteas muchas cosas, tales como si tiene sentido que los gobiernos planetarios se gasten cantidades ingentes en armamento para que lleguen unos bichitos y pongan a la humanidad contra las cuerdas. ¿No sería más lógico que ese presupuesto inútil en armamento defensivo, por si las moscas, se empleara en luchar contra la pandemia, en material sanitario, en lo que sea necesario ahora, y luego en crear centros científicos para la vigilancia y lucha contra las epidemias? No has oído nada de una posible suspensión de los presupuestos militares de las naciones y la utilización de ese dinero en luchar contra la emergencia que estáis viviendo. No se hace porque parece que los gobiernos no se fían unos de otros. Si bajo la guardia el otro me invadirá. Si estos bichitos acaban con todos, los armamentos se pudrirán en sus silos. La falta de valores como la fraternidad universal puede llevar a esta humanidad doliente a una extinción apocalíptica. Los gobiernos prefieren seguir armados hasta los dientes, recelosos de lo que el oponente, el supuesto enemigo, pueda hacer a su población, mientras ésta sufre y se va muriendo sin esperanza. Estas cuestiones que tú te planteas se las deberán plantear los gobiernos antes o después y la población deberá abrir los ojos y darse cuenta del alto precio en vidas humanas que se está pagando porque el dinero que se debería emplear en sanidad se está empleando en armamentos disuasorios. Resulta curioso que ahora todos se lleven las manos a la cabeza cuando mueren ciudadanos de sus países del primer mundo y hayan visto sin inmutarse las muertes por las guerras, la tragedia de los refugiados. Por cierto, ¿alguien ha dicho algo de cómo están viviendo los refugiados esta pandemia? La imagen de aquel niño refugiado, muerto en la playa, conmocionó tu alma no hace mucho tiempo. Ahora sí, ahora parece que los muertos de primera son un problema tan grave como para decretar emergencias en todos los países. ¿Y los hermanos que mueren en las guerras, los refugiados que mueren buscando una vida digna, el sufrimiento de los desheredados de la fortuna, de los parias de la tierra, no es digno de compasión, no debería hacerse algo también por ellos?
El valor de la fraternidad, del amor, la empatía, la generosidad, son prácticamente nulos en la sociedad que habitas. Ahora se llevarán las manos a la cabeza gritando qué han hecho ellos para merecer esto. ¿Acaso el mirar hacia otro lado cuando hermanos de segunda clase mueren, sufren, se retuercen en el fango, no es suficiente culpa para que tengan que replantearse en qué sociedad quieren vivir y hacia qué futuro deben encaminar sus pasos, si sobreviven a esta especie de ensayo apocalíptico? Un ser humano es igual a otro, en consciencia, derechos, deberes y sobre todo en el amor. La discriminación brutal que ha hecho esta sociedad entre humanos de primera y de segunda, tercera, e incluso humanos invisibles e inexistentes para gobiernos y sociedades avanzadas, tiene que acabar y tiene que terminar ya. Esta sociedad tiene que cambiar y debe hacerlo cuanto antes. No hay futuro para ningún humano mientras no vea a los demás como hermanos y les trate como tales. La vinculación existente en el universo es aún mayor entre las personas, porque les une su consciencia, la chispa divina que habita en todos. El amor es la única solución y seguirá siendo la única si sobrevivís a este ensayo apocalíptico. Te veo llorar, has recuperado el don de las lágrimas que creías perdido, y se me parte el corazón porque te quiero, pero también quiero a todos y cada uno de tus hermanos. Sé muy bien que no te da miedo la muerte, sino el sufrimiento de tus hermanos. Si fuera aceptada entregarías tu vida para la salvación de toda la humanidad, pero de nada serviría semejante acto redentivo si la humanidad se limitara a aceptarlo con una sonrisa desdeñosa y malévola, como diciendo, este idiota nos ha salvado la vida y ahora nosotros vamos a seguir con lo nuestro, con lo de siempre, porque la Tierra es para los depredadores sin escrúpulos. En verdad, en verdad te digo que si la humanidad no aprende la lección los bichitos no tendrán compasión con nada ni con nadie. Ellos también son depredadores y pueden demostrar que lo son hasta extremos inimaginables para los depredadores humanos. Que la paz profunda os acompañe a todos en este camino de sufrimiento. Con tu permiso seguiré diciendo todo aquello que es preciso que se diga, porque callar ahora es traicionar a tus hermanos y tú no lo quieres hacer, aunque tengas que llorar lágrimas de sangre.
|
|