Categoría: DICCIONARIO COLOQUIAL HUMORÍSTICO

DICCIONARIO COLOQUIAL HUMORÍSTICO II


DICCIONARIO DE PANDILLA II

No podría saber, ni quiero saberlo, si mis tiempos juveniles fueron mejores o peores que estos o aquellos. Lo cierto es que no existían los móviles, ni el wasap o como se diga, ni el ordenador, portatil o mamotreto. No existía casi nada de lo que hay ahora, salvo el paro y las escuetas propinas que nos daban los «papis» para irnos de copas y a ligar en las discotecas. Los términos coloquiales que utilizábamos entonces aún siguen en mi cabeza, aunque no sé para qué me servirían hoy, ni tampoco si alguno de los jóvenes de esta generación los entenderá.

CHINA, O LA CHINA

Era la piedrecita de hachís que todo el mundo parecía llevar en alguna parte y cuando no la llevabas te pasabas la vida diciendo a los colegas aquello de : Pásame la china, tronco. Yo nunca llevé chinas encima, ni las compré ni quise saber nada del tema, pero si ibas en pandilla tenías que pasar por el ritual y de vez en cuando darle una calada a un porro. A mí siempre me gustaron las chinas, pero las otras, las de carne y hueso. Estoy convencido de que en una anterior reencarnación fui chino y tuve amantes chinas. Desconozco quién inventó la palabra o palabreja y por qué. La china era la bolita de droga que uno calentaba con el mechero y deshacía en el tabaco. Así se hacían los porros. Yo nunca intervine en el proceso de fabricación de un porro, pero asistí a él muchas veces.

CHOCOLATE, EL

Al hachís también se le llamaba chocolate y esto tiene más sentido porque el color tenía un toque achocolatado. Ir a buscar el «chocolate» era un ritual semanal antes de iniciar la ronda de pubs y discotecas. Con un porrito y un cubatita podías lanzarte a ligar como un loco. Ligar no ligabas nada, pero te «montabas en la moto» y los viernes y sábados por la noche no te apeabas. Luego se añadieron los jueves y al final toda la semana se convertía en una perpetua fiesta achocolatada y poco ligada.

PORRO, PORRITO, EL

El porro era el cigarro confeccionado con tabaco y el chocolate desecho tras ser calentado. Se liaba con papel de fumar de estos que aún se siguen comprando en los estancos. Te comprabas un librillo y tenías papel para liarte unos cuantos porros. El porro se fumaba siempre en pandilla, quien lo fumaba solo era un monstruo de Frankestein llegado de Marte y además que si agarrabas un buen «colocón» nadie te iba a librar de caer en la fuente pública o de ser atropellado por un loco del volante. Los efectos del porro dependían de la calidad de la mercancía que te «pasaban» o de tu momento o del momento de la pandilla, o de lo que hubieras bebido o de las calabazas que te hubieran dado las chicas, que todo influía. Podías agarrar un «colocón» casi mágico, te reías de todo, lo pasabas «pipa» o «chachi-piruli» toda la noche y te importaba un comino que te miraran o te señalaran con el dedo. Un «buen viaje» te permitía encontrar defectos a todo el mundo, reírte de todo y de todos, hacer cualquier tontería en cualquier momento y en cualquier lugar. En cambio un «mal viaje» podía hacerte vomitar bilis y darte un serio disgusto que nunca terminaba en el cementerio porque aquella era una droga «blanda».

MAL VIAJE, EL

De esto no necesito hablar de oídas, porque recuerdo mi primer mal viaje como si fuera ayer. Yo estaba en Madrid, tenía unos 22 o 23 años y una amiga me acababa de presentar al hijo de un teniente coronel del ejército de Tierra que era heroinómano, el hijo, no el padre. Además estaba uno de los hijos del gran poeta leonés Leopoldo Panero, creo que el menor. Aparece en la película de Jaime Chávarri que ya es un clásico del cine español. El desencanto. Creo que había alguien más, pero no lo recuerdo. Nos sentamos en una terraza del barrio Bilbao de Madrid, o puede que fuera otro, ya no recuerdo. Era verano, una cerveza fresquita, cháchara intelectual. Se pusieron a liar un porro y me lo pasaron. Les dije que no fumaba y casi me matan. Mi amiga me aconsejo que al menos hiciera el paripé o acabaría mal. Le di varias caladas, pero como no fumaba en aquel entonces, comenzaría a fumar en las discotecas a partir de los treinta años, no tragaba el humo. Me lo hicieron tragar. Todo fue bien, me reía como un loco, lo pasaba de miedo y la vida era maravillosa hasta que me sentí mal. Fui al servicio, vomité bilis y al salir todos en el bar me parecían pequeñitos y raros. Y es que yo estaba en el techo, viendo lo que sucedía abajo, como se lo cuento. Aquel fue mi primer mal viaje, creí morirme y recé porque Dios me acogiera en su seno. Creo que fue mi primer viaje astral. Aunque la pandilla luego lo calificó solo de «un mal viaje».

LORO, ESTAR AL LORO

Esto lo dijo aquel político tan majo que fue alcalde de Madrid, que se llamaba… que se llamaba… ¡Ah, sí! Tierno Galván. Lo dijo en un pregón y para congraciarse con las pandillas que estaban al loro. Era muy frecuente escuchar cuando uno liaba un porro aquello de «estáte al loro» que quería decir que vigilaras por si las moscas. Estar al loro servia para todo. Tenías que estar al loro por si entraba una «tía buena» a la discoteca. Aunque solo fuera para verla, porque en aquel tiempo,catar, lo que se dice catar solo lo hacían las leyendas urbanas. Si estabas al loro estabas al día, a la moda, a la movida madrileña. Si no estabas al loro entonces tenías que «ponerte las pilas». Pero esa es otra, para otra ocasión.

DICCIONARIO COLOQUIAL HUMORÍSTICO I


DICCIONARIO COLOQUIAL HUMORÍSTICO I

TÍO
-Colega, camarada, amigo. Lo empleábamos constantemente en la pandilla. «Tío, qué pasa contigo» «Dónde has estado tío».
Es curioso que se utilice un término familiar que en aquella época y no creo que tampoco en esta tenga un especial significado afectivo. La relación con los tíos en los entornos familiares se podría decir que no es ni fú ni fá. Podrían haber elegido «sobrino». ¿Qué pasa sobrino? No era aconsejable el uso de la palabra «primo» porque un primo era un tonto.
PRIMO
Como hemos visto era sinónimo de tonto. Expresiones frecuentes eran: He hecho el primo, ese tío es un primo, etc.
No he tenido ningún primo tonto por lo que nunca entendí ni porqué un colega o amigo era un tío y porqué razón los primos tenían que ser tontos. Todos mis primos eran listos.
TIENES UN MORRO QUE TE LO PISAS
Era una expresión muy corriente en mis tiempos de pandilla. Si venía uno y te bebía el «cubata» cocacola con ron o el gintonic, tónica con ginebra, las bebidas más frecuentes en aquella época, le decías aquello de «Qué pasa tío, tienes un morro que te lo pisas».
Pisarse el morro es tener mucho morro, la razón por la que se le atribuya al morro desvergüenza, atrevimiento u otros defectos de carácter es peculiar, la boca expresa la desvergüenza, pero el morro me lo como con los callos y está muy rico. Buscar orígenes en el lenguaje coloquial o popular es como buscar petróleo, si lo encuentras te haces rico, pero es difícil encontrar una bolsa de petroleo.
TIENES UN ROSTRO DE CEMENTO «ARMAO»
Tener cara dura o rostro de cemento armado era lo máximo, era como decir que no le puedes pegar al tío un puñetazo porque es como si se lo pegaras a una pared hecha con cemento armado, te rompes la mano. Desconozco porqué el cemento armado era tan duro y si existía el desarmado. Digamos que existía una jerarquía, un tío podía tener «cara dura» pero si tenía un «rostro de cemento armao» entonces cuidadito con él.
ESA «TÍA» ESTÁ MÁS BUENA QUE EL PAN
-Las «tías buenas» han permanecido hasta este momento. Las tías que yo tuve unas estaban buenas y otras menos y otras nada. La razón por la que se escogió ese parentesco me es totalmente desconocida.
-Estar más buena que el pan era decir que había solidez porque el pan en aquella época tenía reminiscencias de postguerra, si había pan no pasabas hambre, aunque disfrutar, lo que se dice disfrutar el paladar pues no mucho.
ESTÁ DE PAN Y MOJA
Eso ya era el colmo de los colmos. Una tía que estaba de toma pan y moja era ya para comérsela. Claro que si además del pan, con su solidez alimenticia, le pones una salsa rica, como la de los callos por ejemplo, entonces tomas enormes pedazos de pan, te los llevas a la boca y tragas como un cerdito mientras la salsa te cae en la camisa. Una «tia» que estaba así es que era «demasiao», era para comérsela a lo bruto.
Es curioso cómo reaccionaban las chicas, te llamaban machista si les decías «tía». En cambio a nosotros nos llamaban tíos o nos llamábamos tíos entre nosotros y éramos muy felices. Llamarle «señorita» a una chica era muy finolis, muy pijo. Quien lo hacía era sin duda un pijo remirado y en cambio quien llamaba a todo el mundo tío o tía era de la calle, del pueblo, del barrio, era un colega y un amigo.
Y con esto y un bizcocho lo dejamos hasta mañana a las ocho.
DICCIONARIO DE PANDILLA
De jóvenes no podemos vivir sin la pandilla o el grupo o como se le quiera llamar. Estamos tan inseguros que necesitamos de su aprobación, de que nos arropen en nuestras decisiones. La vida de pandilla tiene sus atractivo y tiene también su lado oscuro. Voy a intentar recopilar los términos o vocablos que se utilizaban en mi pandilla hace muchos, muchos años.
MOVIDA
Palabra muy conocida por aquello de «la movida madrileña» que marcó una época en Madrid y a la que se apuntaron músicos, cineastas y algunos, como yo, que solo queríamos tomar unas copas y charlar con los amigos.
Lo de movida imagino que viene por el movimiento, estar moviéndose, y efectivamente ibas de pub en pub de copa en copa, de piropo a las chicas a piropo a las chicas, que no te hicieran caso a tiro porque me toca, como en la oca. A veces movías los pies en un concierto, si te dejaban, porque estábamos como sardinas en lata. El cerebro se movía lo suficiente y la vida seguía su ritmo, su movida, tal vez un poco más rápido, no sabría decirlo.
KEDADA
Es lo mismo en estos tiempos solo que aquí se mueven más y lo llaman kedada en lugar de movida. Es cierto que las kedadas son muy del mundo virtual y todos sabemos cómo se mueven los electrones en Internet. Movida o kedada se trataba de quedar con la pandilla, o mover a la pandilla de un pub a otro y de una copa a otra.
CUBATA
Lo que uno se tomaba habitualmente en pubs o discotecas. Un cubalibre de ron, que en mis tiempos era Bacardí. Lo de Cuba libre lo debió de inventar alguien poco afecto al régimen de Fidel Castro. Lo de Cuba-ta era típico, los añadidos en «ata» eran muy frecuentes como iremos viendo, tal como «bocata».
GINTONIC
Era tónica con ginebra, algunas ginebras eran muy malas, de garrafón que se decía entonces. Los «puretas» otra palabra muy peculiar, los pijos de ahora, pedían una Befeater o como se escriba. Entre cubalibres y gintonic uno se podía tomar media docena, si le llegaba el dinero, y retirarse a las cuatro de la madrugada, muy alegre, o si no cerraban la «disco» te quedabas hasta las 6 o las 7 y luego te tomabas un chocolate con churros en la chocolatería más cercana.
BOCATA
Imagino que al «bocadillo» le quitaron el «dillo» y le añadieron el ata, que era una terminación repetidísima. Se quedó en «bocata». Recuerdo los «bocatas» de calamares que me tomaba en los bares de Cuatro Caminos en Madrid. Un bocata calamares y una «caña» de cerveza era una comida barata y muy sabrosa. Existía el bocata de jamón, de tortilla española, etc. Los tiempos de pandilla también fueron tiempos de «bocatas».
CAÑA
No tengo ni idea de dónde viene el vocablo. Se podía pedir una caña de cerveza y te la echaban del grifo a presión. Si querías cerveza de botella la pedías así, o de botellin, o el quinto que era la botella más pequeña. Nunca escuché pedir una «caña» de vino, porque imagino que con un vino peleón quedarías para el arrastre. Lo del vino era el «chato».
CHATO
Un chato de vino era un poco de vino para limpiar el culo del vaso, tenías que tomarte muchos «chatos» para que te supieran a algo. Los vinos eran muy peleones y se subían fácilmente a la cabeza. Los «puretas» o pijos modernos pedían un chato de Rioja, era bueno, pero costaba un ojo de la cara.
TAPA
Imagino que la tapa se pone sobre el estómago para tapar el hambre, y si son buenas tapas acaban con el hambre directamente. La tapa era muy común. Pedías una caña o un chato y te ponían un trozo de tortilla, unas alitas de pollo fritas, un trozo de queso, unas aceitunas con anchoas… Los más roñosos te daban cacahuetes como a los monos o maíz o cualquier otra tontería. Estos bares o cafeterías los ponías en tu agenda negra. En cambio los que daban buenas tapas estaban hasta la bandera, otra expresión muy de la época.
Mi etapa de pandilla discurrió entre León, el famoso barrio Húmedo, tapas exquisitas y la mejor morcilla de España en la Bicha y Madrid, con la zona de Bilbao, entonces muy de moda y otros barrios por donde se extendía la movida Madrileña.
Y con esto y una tapa hasta después de Navidad. FELIZ NAVIDAD A TODOS