Categoría: EL VERDUGO DEL KARMA

EL VERDUGO DEL KARMA XI


JUICIOS KÁRMICOS CONTINUACIÓN

No anduvo mucho, en realidad se quedó a unos pasos de la puerta. La impresión que debió de recibir le dejó paralizado. A todos nos pasa la primera vez que entramos en la sala especial, la dedicada a los juicios contra los genocidas, cuya deuda kármica es tan vasta y laberíntica e involucra a tantas almas que no son precisamente juicios sencillos. No ocurre como en las apelaciones en los juicios kármicos individuales, donde un individuo no está conforme con la sentencia dictada contra actos realizados en su vida terrena o quiere discutir la acusación particular de alguna víctima a la que aún le parece poco su condena kármica y quiere otra condena mayor, mucho mayor. Son juicios bastante sencillos. Una vez que ambos han pasado por la recapitulación de sus vidas -con ayuda del casco virtual o kármico o akásico, que de todas estas formas se llama y cada verdugo le da su propio nombre, acorde con su personalidad y sentido del humor- muestran su disconformidad, el verdugo por su excesiva condena kármica y la víctima por lo corta que se ha quedado. Como estas posturas suelen ser irreductibles, no queda otra que celebrar un juicio rápido ante un tribunal unipersonal que rara vez preside un alto cargo, como un Anciano de los Días, por ejemplo. Suelen delegar en autoridades más bajas, más burocráticas, y solo en caso de apelación por quebrantamiento de alguna ley o reglamento kármico, interviene un Anciano de los Días, que en un juicio muy rápido y contundente suele dictar una sentencia mucho más onerosa para ambos de las que se han dictado con anterioridad. El fallo suele contener la famosa frase: si la recapitulación de sus vidas pasadas no les parece suficiente para aceptar con ecuanimidad la carga kármica correspondiente, es claro que su evolución espiritual aún deja mucho que desear, por lo que algunas vidas dramáticas, en consonancia con su karma, les vendrán muy bien para espabilar de una vez.

En cambio los juicios kármicos por genocidio suelen ser tan largos y complejos y hay involucrado tanto sufrimiento que siempre los preside un tribunal formado por los tres Ancianos de los Días que están de turno en ese momento. Es el primero de los juicios y si existiera apelación, ésta sería ante el Padre Universal quien deberá juzgar si la actitud del genocida es tan recalcitrante que procede una sentencia de aniquilación de su personalidad o consciencia o existen pruebas favorables, tan contundentes, que resulta insólito que entidades tan evolucionadas y con una jerarquía tan elevada puedan cometer semejante error. Como ustedes comprenderán, con los medios que existen en estos tribunales, no hay manera de que alguna prueba, a favor o en contra, se pueda traspapelar o resultar tan confusa que pueda inducir a confusión a un tribunal de Ancianos de los Días. Bien pudiera ocurrir- aunque es harto improbable y hasta imposible- que un Anciano estuviera ese día algo dormido y poco atento, pero tres a la vez, eso es imposible, como ya he dicho antes.

Los juicios kármicos por genocidio son más frecuentes de lo que deberían ser en planetas relativamente evolucionados. El caso del planeta Tierra es muy especial. Hay tantos juicios kármicos por genocidio que uno se pregunta si los genocidas del universo han sido trasplantados todos ahí, mi planeta de nacimiento, para mi desgracia,  y por eso la proporción es tan desproporcionada –permítaseme la redundancia- que puede llegar a cien juicios terrestres por uno del resto del universo. Lo que sin duda es muy, pero que muy desproporcionado. Esta estadística, así como otras, son muy conocidas en los archivos akásicos y en el resto de estamentos jerarquizados del más allá o mundos paralelos como algunos lo llaman, que viene a ser un intento de sinónimo menos feroz, pero bastante ridículo puesto que la realidad es la misma en todas partes, solo que la invisible resulta más desconocida en el más acá que en el más allá, porque los habitantes del más acá acostumbran a ser unos incrédulos de tomo y lomo. Permítaseme una pequeña anécdota. En los primeros tiempos de mi función como verdugo del karma, yo acostumbraba a presentar mi currículum, un día sí y otro también, solicitando algún puesto superior, menos simple y más agradable  que esta mierda de profesión de verdugo del karma. Lo hacía ante el burócrata de turno, que se reía en mis barbas cuando leía mi disculpa de que no tenía la culpa –perdón por el pareado- de haber nacido en un planeta tan delincuente y genocida. Así no había manera de conseguir los méritos apropiados para otros puestos más elevados y agradables. Tantas fueron las risas que suprimí la frasecita, primero, y luego el currículum. Dejé de esperar que la suerte me fuera favorable y hasta descubrí que ser verdugo del karma tiene su aquel, como el de bufón de una corte real, que se puede reír de todo el mundo, sin que le corten la cabeza, porque para eso es el bufón.

Regresando a mi somera descripción del juicio kármico por genocidio, debo decir que aquilatar el karma por genocidio solo está al alcance de un Anciano de los Días, mejor si son tres. Porque aquí no se trata del sufrimiento causado a una víctima en particular por un desgraciado sin sensibilidad ni conciencia, esto es mucho más serio. El sufrimiento causado a miles y miles y hasta millones de almas por un genocida sin entrañas no es moco de pavo. Los Ancianos de los Días son muy duros con esta clase de sufrimiento. Tanto que a pesar de mi fama de bufón dicharachero que utiliza las peculiaridades de su planeta de origen para hacer chistes y chascarrillos a cuanto burócrata ocioso me encuentro por estos pasillos, lo cierto es que nunca se me ocurrió contar ningún chiste a los Ancianos de los Dias, a pesar de que suelen tener un gran sentido del humor, cuando no están de servicio. Y mucho menos sobre genocidas terrestres. Eso me hubiera proporcionado una orden de aniquilación que hubiera tenido que apelar, sí o sí. Y a pesar de la fama de bondadoso que tiene el Padre Universal, prefiero no saber si eso me habría librado de la aniquilación total.

Ni siquiera sería un juicio fácil si consistiera únicamente en medir el karma del genocida. No habría si no que sumar el sufrimiento causado. Tantas víctimas, a tanto sufrimiento cada una, dan un total de… Solo habría que pesar en la balanza el sufrimiento de cada víctima y restar la consciencia del acto del genocida sus atenuantes. Lo complicado viene cuando está claro que un genocida no puede matar o hacer sufrir a tantas víctimas él solito. No existe avión que pueda portar tantas bombas como para que pilotado por un solo genocida alcance a producir millones y millones de víctimas. Es cierto que en la época nuclear del planeta Tierra con una sola bomba atómica se generaba un número incalculable de muertos, pero ni aún así un genocida puede matar solo a tantas almas. Aparte de que no se sabe de genocidas que supieran pilotar aviones. Con esto quiero decir que todo genocida, por muy genocida que sea y se precie, necesita de la colaboración, la complicidad, la omisión de ayuda por parte de otros, de muchos, de millones diría yo. Y es aquí donde el tribunal debe aquilatar mucho. El karma del genocida suele estar bastante claro, tan solo hay que analizar lo consciente que fue durante todo el proceso de genocidio, las agravantes y atenuantes, la herencia genética, hasta dónde llegó una demencia genética o aguijoneada por los pelotas y asesores de turno y si existe algún atenuante para su falta de empatía.

Lo laberíntico de estos juicios son la cantidad ingente de testigos –todas las víctimas- como de coadyuvantes, cómplices, colaboradores necesarios, asesores sin conciencia, pelotas asquerosos, o simplemente pecadores por omisión, los que podían haber hecho algo y no hicieron nada. Adjudicar a cada cual su correspondiente karma resulta muy lioso. Porque aunque no se le quite ni un ápice de karma al genocida, no es lo mismo ser un colaborador necesario, pongamos por caso, o un asesor malintencionado, que un pelota ridículo y estrafalario o que un pobrecito cobardica a quien el miedo impidió levantar siquiera el dedo para protestar. Para soportar estos juicios hay que tener mucho estómago para no echar la bilis a cada instante. Razón por la cual estamos solos en las tribunas para espectadores.

El iniciado no ha tenido problema para elegir el asiento que más le gustaba. En lo más alto, justo el asiento de la derecha del pasillo central. No se engañen, no ha estado todo el tiempo impactado, sin mover una ceja, mientras yo les endilgaba este largo discurso. Les recuerdo que aquí el tiempo no existe, por lo que lo que para él ha sido un instante en su consciencia, para ustedes ha sido un largo periodo de tiempo, aburrido, que sin duda les habrá hecho bostezar. Porque no existe el tiempo es también la razón por la que estamos a punto de presenciar en directo, en el momento actual, un juicio que para el iniciado ocurrió justo después de la muerte del genocida, hace ya muchas décadas de su tiempo actual en el mundo físico de donde procede. Todos los espectadores que acudirán, si es que acuden, lo harán en su momento presente en el mundo de la vigilia, y para todos ellos será como si contemplaran el juicio en directo, no en grabación. Como ya habrá tiempo para descripciones, me limitaré a darles una somera imagen de esta gigantesca y solemnísima sala de juicios. Una especie de hemiciclo con asientos, un pasillo central, una zona para acusados y testigos, y una tarima muy alta donde están los jueces, los Ancianos de los Días, que debido a su altísima presencia no necesitan una tarima elevada para destacar por encima de todos los asistentes para quienes su elevadísima consciencia y jerarquía les hace parecer gigantes o titanes con los pies en un extremo del universo y la cabeza en el otro. Hay una cúpula elevadísima, acristalada, que deja pasar una luz tan hermosa y pura que no puede ser otra que la del amor, aunque es cierto que no todos la ven igual, algún que otro genocida, la mayoría ni ven la luz del amor ni ven tan altos a los jueces, ni ven nada que no sea lo que quieren ver.

Me siento al lado del Iniciado y éste me habla como si el tiempo transcurrido entre su entrada a la sala y mi aposentamiento a su lado fuera un tiempo corriente, unos segundos. Ustedes saben que no, que me ha llevado un largo tiempo este discursito introductorio.

-¿Por qué estamos solos?

-Hay que tener mucho estómago para soportar estos juicios. Las declaraciones de los genocidas y sus adláteres harán vomitar al más templado. Y en cuanto a los testigos, la exposición “in persona” de sus sufrimientos hundirían en el abismo de la desesperación al más inquebrantable. Será un juicio muy largo y muy duro. Si quieres podemos levantarnos y salir. No es obligatorio permanecer aquí todo el tiempo. Estamos en una visita guiada, turística. Si en algún momento te supera solo tienes que decírmelo y nos vamos.

-Entiendo lo que quieres decirme, pero quiero permanecer aquí todo el tiempo y ver con mis propios ojos las disculpas que va utilizar el genocida en su defensa. Hitler es el prototipo de los genocidas, pero hay otros, algunos tan demoniacos como él o más. ¿Podría ver también esos juicios?

-Podrías. Solo sería preciso salir otra vez por la puerta y volver a entrar pensando en el genocida de turno. Pero no te lo aconsejo. Si eres capaz de soportar este juicio sin salir corriendo confesaré humildemente que te juzgué mal.

-Lo aguantaré. Te apuesto lo que quieras.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) X


RELATOS ESOTÉRICOS

EL VERDUGO DEL KARMA LIBRO II

LOS JUICIOS KÁRMICOS

Me hubiera gustado descansar, incluso echar un buen sueñecito, pero tras lo ocurrido me dije que lo mejor que podría hacer, sino quería terminar el día, la noche, el mes, el año, o lo que fuera recibiendo un severo castigo de los dioses del karma, era mantener todo lo entretenido que me fuera posible al iniciado, aquella pesada carga que me habían puesto sobre los hombros por mis muchos pecados.

No tuve que estrujarme mucho las meninges. Había algo que lo mantendría entretenido y haciendo preguntas sin parar, al menos hasta que se le acabara olvidando todo lo ocurrido. Como aquí no pasa el tiempo, no se puede esperar que el tiempo todo lo cure, pero sí es cierto que manteniendo la mente ocupada hasta que las emociones se desactiven, uno puede esperar, razonablemente que si ayer –es un decir- estabas dispuesto a enfrentarte a los dioses del karma y morir en el intento, hoy –es otro decir- bien podrías haberte olvidado de ellos y estar dispuesto a pasar un buen rato en el circo romano.
Sí, porque si hay algo que se parezca un poco en la historia humana a los juicios kármicos son los espectáculos romanos circenses. Con pan y circo el pueblo se olvida de manifestarse y dar la lata o la cacerolada en todas partes. Aquí no hay pan, salvo que uno se sugestione que tiene hambre y su mente perversa genere una buena hogaza, pero lo que es circo, tenemos de sobra.

No perdí más tiempo. Al iniciado se le iban a pasar los efectos del síndrome de estrés postraumático en cualquier momento y lo mejor era estar lejos de allí y lo más cerca posible del nuevo entretenimiento. Lo tomé del bracete, le susurré una sugerencia hipnótica para se dejara llevar como un corderito, y recorrí los corredores y complejos laberintos que nos separaban de la sección denominada “Palacio de justicia kármico”, y una vez llegado allí, anulé la orden hipnótica y me puse a hablar como un sacamuelas, intentando que mi verborrea le hiciera olvidar su intenso dolor de muelas.

“Como puedes ver, querido amigo, aquí también hay palacio de justicia, con todos los aditamentos indispensables. Aquí se celebran juicios muy entretenidos y absolutamente justos, no en vano son supervisados en apelación por un tribunal de tres dioses kármicos de guardia y a ningún juez inferior le hace la menor gracia que le revoquen sentencias, porque eso podría traer nefastas consecuencias para él.

-¿Y no podría ver algún juicio?

-Pues claro, querido amigo, ¿qué juicio te gustaría especialmente presenciar de cabo a rabo?

-Ya sé que Hitler murió hace ya muchos años, pero si fuera posible, me gustaría al menos ver una grabación de su juicio.

-Jajá. ¿Una grabación? Pero buen hombre, aquí no hay tiempo, no es como allá abajo que el tiempo todo lo corrompe y hasta los actos más bondadosos acaban oliendo mal y con el paso de los siglos hasta los héroes se convierten en villanos y los villanos en buenas personas. Aquí no hay grabaciones, eso queda para los archivos akásicos, donde los interesados pueden reproducir hasta el agotamiento los episodios de su vida. Aquí podemos entrar en una sala y ver en directo lo que está ocurriendo.

-¿Y cómo puede ser que yo pueda ver ahora el juicio a Hitler que debió de ocurrir justo después de su fallecimiento?

Eso estaba muy bien, cuando un iniciado comienzo a disparar sus preguntas como una metralleta bien engrasada es que todo va bien. Es lo que se espera de un iniciado y es lo que esperaba yo, que se olvidara de los dioses del karma y se entretuviera con el juicio kármico a Hitler y los suyos. No es un juicio que me apasione especialmente, ni me entretiene demasiado, todo sea dicho, pero me consta, por experiencia, que a todos los iniciados se les cae la baba con el juicio kármico más espectacular de todos los tiempos. Los iniciados están convencidos de que aquí arriba, o al otro lado, o donde se quiera situar esta dimensión, se dispensa toda la justicia que no se dispensó abajo, hasta el extremo de que la balanza de la señora ciega justicia queda equilibrada hasta la millonésima de micra. No podrían soportar ver que los más malos entre los malos se fueran de rositas, incluso en el más allá. Es por lo que los juicios kármicos tienen tanto éxito entre los iniciados y visitantes varios con los que tengo que hacer el mismo recorrido una y otra vez, haciendo de anfitrión serio, a veces irónico, a veces bufonesco, lo que se tercie a cada momento. No me gusta el juicio kármico a Hitler y los suyos, aunque tenga momentos divertidos, es todo como una tragedia griega de los pies a la cabeza. Mientras que en otros juicios kármicos de personajes históricos, más o menos históricos y hasta anónimos, los testigos son limitados, las canalladas tienen un límite y el karma no deja de ser algo que podría ser quemado o anulado con el tiempo, en el juicio kármico a Hitler y los suyos hay tantos testigos, tanto sufrimiento, tanto genocidio, tanta bestialidad, tanta maldad, tanto demonio suelto, tanto de todo lo malo que uno se pueda imaginar, que uno acaba saturado, deseando que alguien pase la cinta del juicio a toda velocidad y la pare durante la lectura del fallo en audiencia pública. Todos queremos saber el castigo kármico que los justísimos e implacables dioses del karma les impondrán en el fallo de la sentencia, lo demás es algo bastante repugnante e insoportable y pocos iniciados son capaces de aguantar el testimonio de los testigos de principio a fin y desde el primero de la lista hasta el último. Eso era lo que yo esperaba de mi iniciado particular para esta ocasión, que se entretuviera de tal manera con el juicio que olvidara lo que acababa de ocurrir y que una vez se olvidara de ello el juicio comenzara a hacérsele insoportable y me pidiera que le llevara a otra sala distinta, más entretenida, o bien que siguiéramos el paseo turístico por el resto de dependencias que yo debía mostrarle, tanto a él como a todos aquellos visitantes que se me encomendaran.

-Pues verás, amigo, toda la sala está dentro de una burbuja energética que impide el paso de todo lo exterior, incluidas ráfagas temporales perdidas. Como no podría ser menos, porque el juicio kármico debe de ser absolutamente estricto, nada ni nadie puede interferir en el juicio o cambiar, siquiera un ápice su desarrollo y sentencia.

-¿Todos los difuntos tienen derecho a juicio?

-Por supuesto, la presunción de inocencia es una ley básica, y todo difunto tiene derecho a un juicio justo. Pero son muy pocos los que se emperran en pasar por el correspondiente juicio y sentencia. Habitualmente basta con unas sesiones con el verdugo del karma para que asuman su culpabilidad, su responsabilidad y acepten cualquier sugerencia para quemar su carga kármica que les hagan los dioses del karma. Incluso llegan a agradecer con lágrimas en los ojos todas las penitencias que les pongan sus víctimas, por muy duras que sean. Solo unos cuantos recalcitrantes se niegan a asumir las consecuencias de sus actos y piden ser llevados a juicio, como es el caso de Hitler y los suyos.

-¿Debo permanecer en silencio durante todo el juicio?

-¡Oh, no! Curioso amigo, como ya te he dicho, la sala está aislada por una burbuja energética y aunque los visitantes podamos entrar y sentarnos en los bancos destinados al público y ver y escuchar todo lo que suceda en la sala, no nos pueden ver ni escuchar ni podemos interferir en nada de lo que ocurra. Y ahora, si te parece bien, vamos a entrar con total naturalidad. Como ves ésta es la sala A, con una puerta muy normalita que no hace sospechar que aquí se celebran los juicios kármicos más complejos, a los acusados de los crímenes más demoniacos imaginables.

Y sin decir nada más, empujé con suavidad al iniciado a través de la puerta que ya había abierto bajando el picaporte y tirando hacia fuera.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) IX


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RELATOS ESOTÉRICOS IX

Como verdugo del karma he tenido que presenciar muchas experiencias insólitas, y las que me quedan…si los dioses no lo remedian y me permiten ascender un peldaño en el escalafón cósmico. Sin embargo nunca me había encontrado hasta el momento con algo semejante. Los iniciados suelen ser bastante tontos, idiotas sin remedio, que se creen los primeros en vivir este tipo de vivencias, exploradores del infinito que llegan por primera vez a tierras inexploradas, cuando en realidad acaban de pisar costas a las que no han dejado de arribar todo tipo de expediciones, playas tan holladas que no hay un solo granito de arena que no haya sido pisoteado una y mil veces, millones de veces. Se hinchan como pavos que acabaran de tragarse un elefante, caminan como borrachos, tan intoxicados por su ego desmesurado que se tambalean como si llevaran a sus espaldas todo el peso del mundo, nuevos Atlas que supuestamente han aceptado cargar el mundo sobre sus hombros para evitar que otros sufran, que otros tengan que dar un solo paso, no sea que terminen agotados. Se sienten tan orgullosos de sus supuestas misiones que no pueden mirarse a un espejo sin reverenciarse, como auténticos dioses. Por suerte yo nunca llegué a tan patéticos extremos, en realidad nunca fui un iniciado, ni falta que hace, siempre práctico, siempre hedonista, buscando exprimir el néctar de la vida, buscando sexo en cualquier parte, liándome con mujeres que terminaban complicando tanto mi vida que no me sorprende que acabara como acabé. Por suerte había elegido no volver a reencarnarme, y aunque el oficio de verdugo del karma era como el de un auténtico basurero cósmico, también tenía momentos divertidos, como el que estaba viviendo. Regresé mis pensamientos a lo que estaba ocurriendo en el monitor, dejando que los sentimientos y las vivencias del iniciado fueran las mías, como si yo mismo fuera aquel estúpido iniciado que se estaba dejando enredar por uno de esos crueles jueguecitos a los que son tan aficionados los dioses del karma.

A veces le podía la sensación de estar realmente loco y se sentía tentado de arrodillarse en las calles y suplicar ayuda de los viandantes. Algo que acabó ocurriendo, porque en el monitor se enlazaban secuencias reales con otras puramente mentales, tan reales como las anteriores o más. Fue muy hilarante verlo de rodillas, en un momento en que logró dejar de levitar, extendiendo las manos hacia los viandantes, rogando que lo sujetaran, que se formara una cadena humana para que el peso de tantos cuerpos evitara de nuevo su ascensión hacia lo alto, como un nuevo Jesucristo que ascendiera a los cielos a la vista de todos, porque su cuerpo divino era tan liviano que nada podía ya sujetarlo a la tierra. No le hacían caso. Procuraban no mirarlo y pasaban de largo como ante un mendigo repugnante, el cuerpo lleno de pústulas nauseabundas, que clamara a gritos, haciendo gestos histriónicos, para recibir una moneda con la que calmar su sed de vinazo, su necesidad de emborracharse y olvidar su patética realidad. Sin embargo todo cambió cuando un transeúnte compasivo –siempre los hay en todas partes y dimensiones- se acercó y le preguntó qué podía hacer por él. El iniciado le explicó su situación, que el otro no comprendió ni aceptó hasta que su rabia hizo que su cuerpo físico se elevara unos centímetros, como si en un universo paralelo un dios amante del humor negro y cruel hasta extremos demoniacos, hubiera creado un universo regido por las leyes más estúpidas y delirantes que mente alguna pudiera haber imaginado.

El iniciado suplicó, entre lágrimas, que el otro le agarrara la mano, lo que el transeúnte acabó haciendo, tan sorprendido como asustado. Entonces, el dios cruel de las leyes demoniacas, decidió gastar una broma de comedia del cine mudo. El cuerpo del iniciado comenzó a levitar con fuerza, ascendiendo centímetro a centímetro. El incauto viandante quiso desasirse, pero nuestro hombrecito no le dejó, aferrándose con la fuerza de la desesperación a la mano que le había sido tendida, logró arrastrar en su elevación el cuerpo del otro. Los transeúntes, curiosos y pasmados, formaron un círculo a su alrededor. Nadie reaccionó hasta que ambos cuerpos estuvieron por encima de sus cabezas. Entonces, un atrevido, un inconsciente, de los que hay en todas las muchedumbres que se precien, dio un paso y se aferró con sus manos a los tobillos del incauto transeúnte, mientras gritaba a los demás que les ayudaran, poniéndoles de cobardes para arriba. Todos sabemos que el contagio en una multitud es peor que una virulenta gripe transmitida en todas direcciones con un estornudo. Unos cuantos se aferraron al cuerpo del atrevido, abrazándole por la cintura, por las piernas, de las manos, por donde pudieron. Todo fue inútil, el cuerpo del iniciado continuaba ascendiendo, levitando como un gigantesco globo aerostático, impulsado por un ciclón de fuerza titánica que no dejara de dar vueltas y vueltas mientras ascendía hacia lo alto, arrancando los soportes metálicos clavados en el suelo con suma facilidad, con la misma con la que hubiera arrancado un rascacielos, desde los cimientos, llevándoselo por el aire como una casita de papel.

La multitud, tan asustada como atrevida, decidió lanzarse sobre los que ascendían y cada cual se fue agarrando de donde podía del cuerpo más próximo al suelo y conforme ascendían también estos, otros tomaban su lugar y así sucesivamente. Pronto se formó una larga ristra de chorizos –no se me ocurre otra metáfora- que fueron ascendiendo hacia lo alto, conforme lo hacía el iniciado, ahora con menos lentitud, como si el dios cruel los elevara hacia lo alto con su mano gigantesca de dios, procurando que la velocidad de ascensión no superara nunca la de los miembros de la multitud que decidían participar en la experiencia, para que así siempre hubiera alguien que pudiera aferrarse a las piernas del chorizo que despegaba sus piernas del suelo.

Cuando toda la multitud fue tragada por aquel ciclón choricero y no quedó nadie cerca que pudiera correr para aferrarse a los pies del último ascendente, la ciudad pudo ver el espectáculo más milagroso de la historia de la humanidad, si exceptuamos los milagros de Jesucristo y de otros budas milagreros. Una multitud, como una gigantesca ristra de chorizos, encadenados unos a otros de uno en uno o de dos en dos o de tres en tres, conforme se habían agarrado al cuerpo ascendente, se elevó en el aire y fue arrastrada por el invisible ciclón caprichoso, primero hacia el norte, luego al sur, al este y al oeste, como si el dios cruel pretendiera que todos vieran aquel portentoso milagro, todos sin excepción y así pudieran convertirse, arrepentirse de sus muchos pecados y creer por fin.

No pude evitar que la risa, la carcajada, saliera de mi boca de verdugo kármico en la más baja de las dimensiones invisibles, y me tronché de la risa hasta que me embargó una emoción de cólera tan intensa que comprendí que no era mía, sino del iniciado. Desvié la atención del monitor y pude ver a éste, tan rojo, con el rostro tan hinchado, con los puños tan prietos, con la boca tan cerrada y los dientes rechinando, que comprendí de inmediato lo que se avecinaba. Aquel idiota integral se iba a lanzar contra los dioses kármicos, les iba a increpar llamándoles de todo e incluso pretendía golpearles con sus puñitos y darles patadas en sus divinos traseros. No es que me importaran mucho las consecuencias para aquel incauto, cada cual es libre de buscarse sus desgracias y sufrirlas con tanta intensidad como pueda o le dejen, pero no soportaba la idea de que yo fuera castigado también de la misma forma. Es cierto que los dioses del karma son estrictamente justos y lo que aquel idiota estaba haciendo era responsabilidad exclusiva suya, pero sabía muy bien cómo se la gastan los dioses del karma y que siempre encontrarían algún motivo o razón, alguna suciedad kármica en mi piel, como para que yo mismo llegara a aceptar el justo castigo. Lo sabía muy bien porque ya me había ocurrido en alguna que otra ocasión, más de las necesarias, diría yo.

Fue por eso que mis reflejos reaccionaron automáticamente y lanzándome sobre el iniciado le plaqué con una llave de artes marciales verduguiles, que las tenemos, no dejando que se moviera, y como pude, con mucha dificultad, lo arrastré por el suelo, lejos de la presencia de los dioses del karma, que se reían a mandíbula batiente, mientras en el monitor proseguía la escena en la que el iniciado continuaba levitando con su ristra de chorizos humanos aferrados a sus pies. No me costó imaginar todas las posibilidades creativas de semejante gag y sentí un ligero mareo, más bien un vértigo infinito que en parte fue producto de mi mente y en parte de lo que estaba pensando el iniciado, al que no le costaba nada imaginar lo que hubiera llegado a ser su misión de profeta levitante de haber aceptado aquella misión que se le había propuesto en su primer éxtasis como iniciado, en su primera auténtica iniciación.

La cólera de mi amigo no tenía límites y sus pensamientos eran tan irrespetuosos hacia los dioses del karma que me apresuré a sacarlo de la sala de monitores dejando que la puerta automática se cerrara a nuestro paso. Sabía que los dioses del karma los estaban percibiendo, y si hubiera podido hacerlo me habría persignado en aquel momento, rezando porque un milagro me librara de las consecuencias. Por suerte los dioses parecían muy entretenidos en troncharse de risa, tenían un buen día, y pudimos salir indemnes de aquel momento culminante en nuestras respectivas historias. Lo arrastré a toda prisa por el pasillo –el iniciado se dejaba hacer, desmoronado por la impresión, lo que le impulsó a dejarse caer al suelo como un fardo- rezando porque nadie nos viera, y cuando llegué a una especie de trastero que nadie utilizaba, solo yo para guardar algunas cosillas que deseaba nadie viera, tales como algunas mangancias o chorizadas que discretamente me agenciaba aquí y allá, para mis morbosos y perversos entretenimientos, abrí la puerta, arrastré al iniciado al otro lado, y la cerré de un portazo. Solo entonces suspiré, respiré, resoplé y me dejé caer en el suelo a su lado. Pasados unos minutos de tiempo terrestre, y recuperado el aliento y la jovialidad, me tronché de risa hasta que me dolieron los ijares.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) VIII


Todos los iniciados son así de patéticos, se creen el ombligo del universo y montan estos ridículos follones incluso a presencia de los dioses del karma. Por suerte para él y para todos nosotros no se llega a ser dios sin antes haber adquirido un maravilloso, un divino sentido del humor. De no ser así mi pupilo estaría ahora en el infierno, sufriendo todos los tormentos posibles y hasta los imposibles, luego sería aniquilado por el fuego de la justicia divina y no quedaría nada de él, ni de mi, ni de ustedes, nada de nada. Me aburría aquel idiota que no cesaba de contemplarse el ombligo, sin embargo no perdí la paciencia con él, no porque ya hubiera adquirido el sentido del humor de los dioses del karma, sino porque recordé algo que por otro lado nunca olvido ni podré olvidar, mi propia historia personal y los patinazos que yo mismo diera ante los dioses del karma, archivero mayor y toda la jerarquía cósmica, antes de ser propuesto y entrenado como verdugo del karma. Es algo que siempre tengo presente y que me vino a la cabeza en aquel preciso momento, mientras mi pupilo se retorcía las meninges buscando explicaciones y soluciones. Era tan sumamente aburrido que me dejé llevar por mis propios recuerdos. Lo que aprovecho para endilgarles a ustedes la segunda entrega de mi diario, que quieran o no se van a leer muy modositos, en primer lugar para que me vayan conociendo mejor, no en vano soy el protagonista de esta historia, y por otro lado para aliviar la tensión de llevar tanto tiempo soportando a este inepto. En cuanto lean con calma esta segunda entrega y todos nos sintamos un poco aliviados de perder de vista por unos minutos a este portento de la iniciación que tengo a mi cargo, proseguiremos el recorrido previamente estipulado, podrán reírse un poco más de las tragedias de este incauto e irán conociendo este mundo invisible e inimaginable para ustedes, benditos soñadores que nunca recuerdan lo que sueñan.

DIARIO DE UN VERDUGO DEL KARMA

SEGUNDA ENTREGA

Fue una gran sorpresa para mí el que los dioses del karma me ofrecieran quedarme en el más allá –más acá para mí- sin obligarme a una nueva reencarnación. A pesar de que el cargo de verdugo del karma es uno de los más bajos en el escalafón cósmico y de que en esta dimensión somos considerados más o menos como proletarios de baja estofa –basureros espirituales- no lo dudé ni un segundo. Estaba harto de reencarnaciones, con todo lo que esto lleva consigo. A pesar de que uno siente la tentación de introducirse en un cuerpo y volver a disfrutar de algunos placeres, tales como el sexo corporal o el indudable placer de la comida material y tantas, tantas otras cosas, lo cierto es que el dolor, el sufrimiento, la falta de control de tu destino, los avatares por los que pasa tu memoria –de recordarlo todo a no recordar casi nada- hacen bastante molesto, para mí terrible, la sola idea de tener que volver a encarnarme.

Fue aún más sorprendente que no tuvieran en cuenta las circunstancias de mi fallecimiento. Me desencarné de forma violenta y por mi culpa, de eso no hay la menor duda. Ya en otras reencarnaciones había tenido problemas, a veces serios problemas, con la lujuria. Me gusta la comida y en alguna reencarnación he sido obeso y he muerto de diversas causas, todas relacionadas con mi gordura, pero el sexo se lleva siempre la palma.

En este caso cometí el error de intentar seducir y vincularme con una preciosa mujer con la que ya había compartido lecho, como amante, como marido y hasta como recambio o pieza de quita y pon. Claro que yo esto no lo recordaba entonces –lo supe con todo detalle al morir- y por eso me dejé llevar por el impulso. Adoraba a aquella mujer y sobre todo adoraba su espléndido cuerpo. A pesar de esta adoración ella me dio calabazas. Así mismo supe al morir que no lo había hecho porque no le gustara yo –al contrario le gustaba mucho- sino por ese sentido práctico que tienen las mujeres en general y del que carecemos los hombres, a pesar de nuestros vanos intentos por convencernos de que ellas son “mariposillas que van de flor en flor” y nosotros “gente seria”. Ella era muy consciente, cuando me rechazó, de que lo podría pasar muy bien conmigo durante una temporada, pero que dada mi acreditada fama de “picaflores” tendría todas las cartas de la bajara para perder la partida y de forma dolorosa.

El hecho de que me rechazara no me desanimó. Seguí insistiendo. Ella acabó casándose con un hombre al que yo consideraba un calzonazos, pero que acabaría por matarme, lo que no deja de ser una chocante manera de comprobar lo mucho que me había equivocado al juzgarlo. No me importó ni poco ni mucho que ella estuviera casada y aprovechando una ocasión propicia –ella estaba muy desanimada con su marido y habían tenido una bronca bastante importante- logré obtener sus favores. Yo creía por primera vez, aunque luego, al morir, repito, supe que llevaba obteniendo sus favores y ella los míos durante muchas vidas.

Todo fue bien durante un tiempo. Lo pasábamos maravillosamente en la cama, nos entendíamos muy bien fuera de ella. Las ausencias de su marido, por su profesión y porque cada vez discutían más, nos permitían vivir como pareja de hecho durante largos periodos, a veces hasta semanas enteras. Como el matrimonio no tenía hijos ella podía dedicarme todo su tiempo.

Yo había subestimado al calzonazos de su marido –como he dicho antes- y no estaba preocupado, ni poco ni mucho, con que sospechara algo, y mucho menos que nos sorprendiera. Ella en cambio no las tenía todas consigo y no cesaba de prevenirme contra sus celos y su mezquina forma de actuar en ciertos supuestos. No hice caso y eso me costó la vida.
Al morir sabría todos los detalles, pero en aquel preciso momento, mientras galopaba sobre ella, con un enorme placer por mi parte y casi tanto o más por parte suya, y daba la espalda a la puerta de la habitación, ni podía imaginar que la peor de todas mis posibles pesadillas se haría presente. Lo supe con certeza cuando un cuchillo penetró por mi espalda y se astilló en una costilla. Aún estaba vivo y, muy consciente de que debería reaccionar con urgencia si quería seguir estándolo, me retiré de mi amante y me lancé sobre su marido, buscando el cuerpo a cuerpo que me permitiera estrangularlo. Sí, porque eso era lo que pensaba hacer si nada me detenía. Para mi desgracia el calzonazos era muy fuerte y estaba tan rabioso con lo que había visto que me lanzó contra la mesita de noche… Y aquí entra en juego mi karma, aunque muchos lo llaman destino o mala suerte. Me golpeé la nuca contra la esquina del mueble, con tan mala fortuna kármica que la madera penetró en mi nuca y me segó la columna vertebral, bulbo raquídeo o lo que fuera o fuese -¡maldito sea su nombre!- haciéndome fallecer “ipso facto”.

No tuve ni tiempo para prepararme a morir, porque mientras luchaba estaba convencido de que saldría vivo y el otro idiota muerto. Mi típica sobreestima, mi maldita inconsciencia para afrontar los riesgos más evidentes, me catapultó al más allá –ahora más acá- sin la menor preparación.

Eso es malo. Morir sin saber que te estás muriendo y si además es una muerte violenta, te crea un shock de padre y muy señor mío. Te quedas que no sabes dónde estás, ni quién eres, ni si estás vivo o muerto. Y eso te genera una angustia espantosa. Yo supe que estaba muerto enseguida, en cuanto contemplé mi cuerpo desangrado sobre el suelo.

Estaba revoloteando sobre el techo y todo lo veía desde arriba. Mi cuerpo desmadejado, el cuerpo del marido que me miraba con ojos extraviados (mi mente captó la suya y supe que no había deseado mi muerte; sí darme un susto, un buen susto, pero solo eso) y el cuerpo desnudo de la esposa y amante y adúltera y preciosa mujer de mi vida, que no se había vestido, casi ni se había movido, y gritaba, histérica, y golpeaba con los puños en el lecho y miraba a su marido con ojos de lunática.

Por suerte –según supe después- el número de mis muertes violentas era muy alto y la experiencia me permitió tomar al toro por los cuernos y lograr calmar al marido. Sí, porque una vez tomada consciencia de la situación, comenzó un razonamiento que a él le pareció muy lógico y que a mí me llegó como la locura más terrible que cerebro alguno pudiera concebir. Estaba pensando en matar a su esposa, puesto que: me van a condenar lo mismo por una muerte que por dos, unos días arriba o abajo no son nada cuanto te vas a pasar el resto de tu vida entre barrotes.

Yo no quería que muriera ella. Ya había muerto yo y con eso era bastante. Así que me puse manos a la obra y contactando con la mente del otro logré transmitirle toda mi angustia. Eso le hizo mirar mi cadáver unos instantes y ponerse en mi piel, antes de lanzarse, cuchillo en ristre contra su esposa. Fue tiempo suficiente para que comprendiera la enormidad de lo que había hecho. Su esposa, y mi amante, se desmayó, y eso me libró de intentar calmarla, porque estaba pensando en arrojarse por la ventana.

Según sabría después con todo detalle, la fortuna hizo que alguien avisara pronto a la policía y que ésta compareciera en el piso y esposara al asesino y se llevaran en ambulancia a la esposa y los forenses se llevaran mi cuerpo, un poco después.

Había conseguido salvar a mi amante y eso me daba un tiempo para no hacer nada y limitarme a intentar desvincularme de un cuerpo al que el forense iba a abrir por la cavidad torácica, sin la menor compasión ni sensibilidad (se estaba comiendo un sándwich sobre mi cavidad torácica).

Pero será mejor que deje esta historia por el momento. A pesar del tiempo que llevo aquí, como verdugo del karma, aún sigue siendo para mí muy doloroso recordar aquel acontecimiento. Será por eso que los archivos akásicos no se consultan tanto como supondría una persona encarnada, quien seguramente se lo pasaría en grande consultando los vídeos más íntimos de las personas que conoce o que desea conocer “en profundidad”.

*Nota del editor: Como este buen hombre es un desastre y nos va a ir dando los capítulos de su diario cuando y como él quiera, no me queda otro remedio que ir poniendo enlaces a los capítulos o entregas anteriores, en este caso a la primera. Justo al final de la primera página a la que les lleva este enlace podrán leer la primera entrega que ya habrán olvidado.

http://www.sonymage.es/foro/viewtopic.php?f=13&t=13927

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) VII


EL INICIADO/CONTINUACIÓN

LA CEREMONIA INICIÁTICA

La supuesta cámara ascendió de nuevo hasta el techo y allí quedó suspendida. De pronto el cuerpo dormido desapareció y su lugar fue ocupado por un cuerpo despierto que se movía por la habitación haciendo algo.

-Ahí estoy preparando mi ceremonia de iniciación, colocando el espejo, encendiendo el incienso… No puedo creérmelo.

Estos monitores son una maravilla, una auténtica maravilla.

El monitor parece dejar de captar mi mente porque las imágenes que sucedieron poco tenían que ver con mi interés en el asunto. La cámara buscaba el pasado del iniciado. Los momentos que él consideraba muy interesantes.

Pero de pronto el iniciado perdió los papeles, porque las nuevas imágenes eran muy poco satisfactorias para su honrilla de ser humano y la imagen de persona pública que había intentado mantener todos los años de su existencia.
Intenté no reírme de su pasmo ni de lo que estaba viendo. El pobre incauto aún estaba comprendiendo las frases bíblicas sobre la visión profunda y omnímoda de Yahveh que ve en lo más profundo de nuestros corazones y a quien nada se le escapa.

Era verdad, por supuesto, ni el tiempo ni el espacio son barreras que no puedan ser obviadas por las consciencias evolucionadas y las paredes materiales ni siquiera soportan el escrutinio de las nuevas tecnologías.

Estamos desnudos ante la divinidad y desnudos ante cualquiera que tenga interés y medios para espiarnos. Perdemos el tiempo creando imágenes falsas para que los demás nos tengan por lo que no somos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto. Gran verdad.

El iniciado pasó de la estupefacción a la rabia, suele suceder habitualmente.

-Esto me lo deberían haber dicho. Este es un secreto que no puede permanecer oculto por más tiempo… Cuando regrese a mi cuerpo lo pienso pregonar hasta al lucero del alba… Maldita sea mi alma….

Y esto fue lo más suave y dulce que dijo. Blasfemaba como un condenado y me vi obligado a pausar sus desvaríos para no llamar la atención de los dioses del karma. Lancé una imagen contundente, contra su mente: un dios levantándose molesto por la interrupción y aplastándole bajo su inmenso pie.

Dio resultado instantáneo. El iniciado supo que aquello no era una broma y se controló como buenamente pudo, no sin antes jurar y perjurar en voz baja que desvelaría aquel secreto a todo bicho viviente.

Me sonreí pero no dije nada. Aquí todos saben lo que se cuece, si alguien no lo recuerda es porque no quiere, porque considera que su vida terrestre será más fácil sin algunos recuerdos específicos.

El monitor continuó mostrando imágenes del iniciado. Era claro que ahora que él sabía aún quería saber más y más y más….

De vez en cuando farfullaba algo en voz baja que yo podía entender perfectamente.

-Somos hormiguitas, controlados y manipulados por quienes se creen dioses , aunque no dejan de ser como nosotros. ¿ Acaso la chispa divina no está en cada ser consciente, incluso en cada ser vivo o aún más, en cada pedazo de materia? ¿A qué viene, entonces, asumir funciones de dioses manipulando las existencias de quienes están por debajo en la escala evolutiva?

Todo aquello y más dije yo cuando me enteré, cuando supe… La rebeldía contra la manipulación es congénita a la naturaleza humana, que ignora que el individualismo no es sino un accidente evolutivo. Solo el Todo absoluto , consciente, omnipotente, perfecto, que nada necesita fuera de él y que es, no está ni tiene puede permitirse el lujo de decir que es para siempre sin alternativas evolutivas de ninguna especie.

El iniciado iba cobrando la calma en su exterior, aunque en su interior la rabia, el odio y un cúmulo de sentimientos negros como la noche cósmica, se iban agitando, buscando un asentamiento en la consecución de una meta que pudiera satisfacerle.

Quería cambiar toda la estructura del universo, de arriba abajo. No haría ningún tipo de concesión. Se enfrentaría a dioses y a lo que fuera. Lo que le habían hecho a él no tenía nombre ni disculpa de ningún tipo. Cuando volviera a su cuerpo pregonaría a todo bicho viviente la manipulación que se estaba cociendo en las estructuras de poder del universo.
Yo podía captar sus pensamiento. Intentaba controlarme para no soltar el trapo. Era de todo punto ridícula su actitud. En el monitor se iban reflejando sus pensamientos y sentimientos como en un espejo.

Cada uno de sus movimientos en la pantalla mostraba la auténtica realidad, no la que manipulamos para que el espejo nos de la imagen de nosotros que queremos ver, sino la realidad pura y dura, la que no contenta ni a unos ni a otros, ni da la razón a este sobre aquel.

De haberse tratado de una película al uso que fabricaran los seres conscientes de la realidad material para divertirse y engañarse un poco, ocultando la realidad que no quieren ver, habría pensado enseguida que estaba viendo una película claustrofóbica, de terror.

El iniciado aparecía tomado por la supuesta cámara desde arriba, desde lo alto. No parecía existir techo, solo paredes que enclaustraban al personaje, que cuadriculaban su vida. Paredes que en realidad eran vidrios transparentes puesto que la cámara que tomaba las imágenes se las saltaba sin la menor dificultad cuando así se estimaba oportuno por su manejador. Las barreras espaciales o temporales eran pura engañifa, como un espejo truncado a través del cual tú no pudieras ver; pero que sin embargo todo el mundo pudiera verte a ti desde el otro lado. Para quien cree descubrir por primera vez que su intimidad es algo tan ficticio como todo lo que cubre el velo de Maya, resulta muy amargo reconocer que no somos islas y que nada absolutamente nada, permanecerá oculto para siempre.

En el rostro del iniciado, yo podía observar todas las emociones que iban empapando su consciencia. La desesperación iba aumentando en grados como era previsible inició una huida hacia delante. Ya que no podía regresar al feliz estado, de ignorancia anterior, quiso saberlo todo, sin restricciones, aunque el conocimiento lo matara. Típico de algunos iniciados fogosos, como fue mi caso en su momento.

Deseó conocer cuáles habían sido sus relaciones con los dioses del karma.y en el monitor surgió la imagen de tres dioses kármicos, de pie, sobre una especie de nube. El iniciado observó atentamente sus rostros pero ninguno de ellos estaba en aquel momento de guardia en la oficina del karma.

Los dioses del karma tienen un aspecto muy semejante. Altos ancianos de melena gris, rostros de abuelos que no habían envejecido, como debieran, sin arrugas, miradas como reyes que te traspasan, sonrisa mitad amable, mitad irónica. Visten largas túnicas de diferentes colores, predomina el blanco, y todo en ellos revela poder, majestuosidad, empaque. Es decir, como uno se imaginaría a un dios, poderoso, omnipotente, bondadoso… y como a uno le gustaría imaginarse a un dios: irónico, asequible, humano, a veces terrible y a veces entrañable.

Por cómo se desarrollaba la escena supuse que el iniciado estaba recordando un momento entre reencarnación, justo cuando se ventila con los dioses del karma cómo será la siguiente reencarnación: qué defectos de carácter hay que limar y qué experiencia son precisas para evolucionar un poco más, si puede ser dos, en el camino hacia la liberación absoluta.
El iniciado se rebelaba y discutía fieramente con ellos. No estaba de acuerdo en que en su próxima vida tuviera que sufrir tanto. Sus deudas kármicas no eran tan grandes, a su juicio, y en cuanto al ritmo de evolución que se le proponía, le parecía muy acelerado. No porque no deseara liberarse y cuanto antes, sino porque por cada pedazo de liberación se exigía un precio muy alto y él no estaba de acuerdo en pagarlo todo en una sola vida. Vale un poco de sufrimiento por la libertad, pero no tanto que su vida se tuviera que convertir necesariamente en una tragedia shakespeariana.

Por otro lado los dioses estaban interesados en que el iniciado cumpliera una misioncita dde nada. La humanidad estaba necesitando un giro de timón y él debería contribuir en su especialidad y en la forma en que los dioses habían estudiado previamente.

Al iniciado aquello le parecía una tomadura de pelo:

-¿Queréis convencerme de que además de llevar una vida de perros, apaleado cada dos por tres; además tengo que poner la cama, como una puta y aceptar la terrible angustia de la violencia y la locura esperpéntica del profeta fuera de ambiente, de tiempo, de la lógica más elemental en una etapa histórica concreta?

El iniciado estaba fuera de sí. Había perdido toda compostura. Ni siquiera era consciente de estar hablando con dioses que podrían fulminarle de una mirada. De haber podido habría tomado a cada dios del cuello y apretaría hasta que sus rostros impasibles se volvieran púrpura y sus respiraciones se hicieran jadeantes, espasmódicas.

Los impasibles dioses se lo tomaron muy bien. No eran capaces de ocultar su intenso regocijo. Se daban codazos entre sí, se carcajeaban a mandíbula batiente, expresaban lo divertido de la situación con comentarios irónicos, a veces tan sarcásticos que el iniciado se hubiera sentido manipulado hasta lo más profundo de su ser de no ser por la terrible cólera que le embargaba.

-¡Maldita sea! Dioses o humanos, me importa un rábano lo que hayáis planeado sobre mi futuro. Mi futuro es mío y lo decido yo. Y no vayáis a pensar que podréis doblegarme. Aunque sea un mísero humano, dentro de mí habita una chispa divina, como en vosotros, y si aún no soy tan consciente de ello como lo sois vosotros, dioses del karma, os aseguro que no me doblegarán torturas ni coacciones, ni halagos.

Los dioses del karma se tronchaban de la risa. Para ellos aquella situación debía de ser en extremo hilarante, porque no paraban de reírse, aunque lo hacían amablemente. No como un humano se puede reír de una hormiga rebelde. Que se le enfrentara y le amenazara con un severo castigo.

El iniciado comprendió lo ridículo de su postura y adoptó otra más receptiva. Les pidió disculpas por su arrebato de cólera, se humilló pero en ningún momento cedió en sus pretensiones.

-Vale, si tengo que vivir una tragedia shakesperiana, al menos me gustaría que me concedieran la posibilidad de vivir un tiempo un amor humano y carnal. Ustedes me entienden… Una mujer a la que amar y que ame un poco, una pizca de sexo para endulzar hieles de la tragedia y una familia de apoyo, por muy reducida que sea. Si me conceden eso les prometo que me pensaré lo de pagar mi karma de una sentada.

Los dioses sonreían joviales.

-Bueno, ¿y cómo elegirías esa mujer?

-En sueños buscaría la mujer ideal y pediría su consentimiento. Para trenzar las circunstancias que nos llevasen al conocimiento mutuo y a la posibilidad de elegir o no una relación muy estrecha.

-Nos parece bien, pero nada de coacciones o de forzar la voluntad de nadie. Tú no estás en condiciones de exigir. ¿Lo entiendes?

-¡Que si lo entiendo!

Si estuviera en condiciones de exigir pediría una placentera vida de millonario, muchas mujeres, mucho sexo, y una fuerte dosis de poder. ¡Qué más si tengo que hacer de vidente o de profeta!

-¿Aceptas pues la misión?

De eso me gustaría hablar. Si no tuvieran ustedes inconveniente. Los dioses le realizaron varias propuestas que se escenificaron en el monitor. En una de ellas el iniciado levitaba como un globo. En cuanto se descuidaba zás, se elevaba en el aire, en postura sedente, si estaba sentado a sus pies dejaba de tocar suelo y permanecía en el aire, un par de metros del suelo.

Las imágenes eran tan nítidas que hasta yo podía percibir las sensaciones que el iniciado experimentaba. El terror de comprobar cómo su trasero perdía contacto con la silla y se elevaba en el aire, como un globo demasiado hinchado. El terror de observar las miradas asombradas de quienes le rodeaban, sus ojos como platos, clavados en él, como si fuera un monstruo, un fenómeno de la naturaleza, un milagro tan estúpido que resultaba absolutamente incoherente. Algo así como un pato asustado que comenzara a levitar, al tiempo que el terror le producía una imparable flojedad de vientre , sin darse cuenta de lo sencillo que era extender sus alas y volar lejos de allí.

La incoherencia de un fenómeno milagroso, que solo servía para la comodidad aterrorizada de un hombre idiota, era tan llamativa que no pude contenerse la risa. Era algo tan divertido que me carcajeé sin la menor vergüenza. Sin embargo el iniciado no se quejó, ni siquiera era consciente de que seguía a su lado,. Las imágenes del monitor le hipnotizaban. Su vista se había clavado en él como un dardo, ni siquiera parpadeaba.

Ahora se imaginaba lo que sería una levitación controlada. Sentado en el aire como el maharajá de Kapurtala. Podía desplazarse al soplo de su pensamiento. Se trasladaba por las calles de la ciudad, repletas de tráfico, a una altura agradable, ni tan alto que sintiera vértigo, ni tan bajo que le diera miedo chocar contra los vehículos o la gente.
Podía tratarse perfectamente de una película en un futuro hipotético, en el que los ciudadanos se trasladaran por el aire y los coches volaran y la vida estaba tan tecnificada que la vieja realidad conocida se había puesto patas arriba. Pero para nuestro iniciado no se trataba precisamente de una película como mostraba claramente la reacción de los espectadores que le miraban asombrados y se ponían el dedo índice en la sien y hacían el gesto de perforársela como un taladro. Los más valientes le llamaban loco y los más cobardes comentaban con otra voz baja que estaba como un cencerro de una vaca loca.

El era consciente de que su cuerpo no levitaba sobre la silla ni sus pies se despegaban del suelo más allá de lo que se despegan unos pies que caminan. No obstante las sensaciones y emociones se ajustaban como un guante a lo que sentiría un ciudadano levitando sobre la ciudad.

¿Qué le estaba sucediendo? El no lo tenía muy claro, sin embargo lo achacaba al mal café con leche que bebían los dioses del karma en su universo particular. Se había negado a participar en la farsa del profeta levitando y ahora unos dioses tan vengativos como los propios humanos le obligaba a vivir dentro de su cráneo,lo que según ellos debería haber vivido en la realidad física.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) VI


La supuesta cámara ascendió de nuevo hasta el techo y allí quedó suspendida. De pronto el cuerpo dormido desapareció y su lugar fue ocupado por un cuerpo despierto que se movía por la habitación haciendo algo.

-Ahí estoy preparando mi ceremonia de iniciación, preparando el espejo, encendiendo el incienso… No puedo creérmelo. Estos monitores son una maravilla, una auténtica maravilla.

El monitor parece dejar de captar mi mente porque las imágenes que sucedieron poco tenían que ver con mi interés en el asunto. La cámara buscaba el pasado del iniciado. Los momentos que él consideraba muy interesantes.

Pero de pronto el iniciado perdió los papeles, porque las nuevas imágenes eran muy poco satisfactorias para su honrilla de ser humano y la imagen de persona pública que había intentado mantener los años de su existencia.
Intenté no reírme de su pasmo ni de lo que estaba viendo. El pobre incauto aún estaba comprendiendo las frases bíblicas sobre la visión profunda y omnímoda de Yahvé que ve en lo más profundo de nuestros corazones y a quien nada se le escapa.
Era verdad, por supuesto, ni el tiempo ni el espacio son barreras que no se puedan saltar por las consciencias evolucionadas y las paredes materiales ni siquiera soportan el escrutinio de las nuevas tecnologías.

Estamos desnudos ante la divinidad y desnudos ante cualquiera que tenga interés y medios para espiarnos. Perdemos el tiempo creando imágenes falsas para que los demas nos tengan por lo que no somos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto. Gran verdad.

El iniciado pasó de la estupefacción a la rabia, suele suceder habitualmente.

-Esto me lo deberían haber dicho. Este es un secreto que no puede permanecer oculto por más tiempo… Cuando regrese a mi cuerpo lo pienso pregonar hasta al lucero del alba….Maldita sea mi alma….

Y esto fue lo más suave y dulce que dijo. Blasfemaba como un condenado y me vi obligado a pausar sus desvarios para no llamar la atención de los dioses del karma. Lancé una imagen contundente, contra su mente: un dios levantándose molesto por la interrupción y aplastándole bajo su inmenso pie.

Dio resultado instantáneo. El iniciado supo que aquello no era una broma y se controló como buenamente pudo, no sin antes jurar y perjurar en voz baja que desvelaría aquel secreto a todo bicho viviente.

Me sonreí pero no dije nada.

El iniciado continuó observando en el monitor diferentes etapas de su vida. La sensación que tiene un espectador frío y objetivo como éste verdugo del karma se parece a la de un carcelero que contemplara a un recluso a través de una cámara de vigilancia, sin que el recluso sepa que le observan, y aún más, sin que conozca siquiera su condición de recluso. La cara que se le estaba poniendo al iniciado era todo un poema de la sorpresa, la desesperación y la impotencia. Hubiera sentido pena de su sufrimiento de no haber pasado yo por ello y saber que todos, antes o después, han de pasar por este trago.

Mi actitud era la de quien siente deseos de troncharse de risa viendo a un actor de cine cómica o quien ha puesto la zancadilla una vez, quejarse dramáticamente de su destino, cuando el resto de actores de la película han pasado por lo mismo mil veces, y sin rechistar ni perder la sonrisa.

Me daban ganas de patearle el culo a semejante imbécil y enchufarlo con los instrumentos de tortura que me son propios, como verdugo del karma, así aprendería que la facultad empática es la forma de conocimiento más perfecta, puesto que nos sitúa dentro de la piel del otro, colocándonos en la perspectiva adecuada en la jerarquía cósmica.

El iniciado no solo percibía su realidad física, en un entorno concreto, sino también sus pensamientos y emociones más íntimas. Esta sorprendente condición del monitor dejó a mi iniciado totalmente “turulato”, como decíamos los niños en la infancia de mi última reencarnación.

-¿Cómo es posible que pueda suceder algo así? Me preguntó con verdadero pasmo.

-Creo que has leído el Kybalion. Recordarás que allí se dice que el universo es “mental”. Si es así nada más fácil para un dios kármico que confeccionar, con la energía, instrumentos donde se reflejen los pensamientos y emociones humanas.

Al iniciado esa explicación no le calmó en absoluto.

-¿Quieres decir que el esfuerzo que realizamos para ocultar nuestros pensamientos y sentimientos más íntimos es un esfuerzo inútil y ridículo, puesto que los dioses lo ven y lo conocen todo y parece que hasta las moscas pueden entrar aquí y ver en los monitores lo que desean, siempre que no hagan ruido.

Dejé que siguiera pataleando. Al fin y al cabo la pataleta es el derecho de la víctima. Mientras tanto no perdía ripio de lo que iba proyectándose en el monitor.

El iniciado era un hombre como cualquier otro, con sus debilidades y sus grandezas anónimas que él creía que nadie puede conocer, como sucede a tantos y tantos héroes anónimos que llevan una vida de entrega, de generosidad hacia el prójimo y de pensamientos y sentimientos tan puros que hasta los querubines y serafines se asombran de que los humanos, tan débiles y tan tentados puedan preservar su esencia más pura y cristalina, sin la menor mancha.

El iniciado en cambio no se cortaba con sus pensamientos y emociones que más deberían avergonzarle. Pensamientos de lujuria o de odio, emociones mezquinas, tan mezquinas que en vez de risa daban asco, auténtico asco. No quiero detallar lo que vi, porque hasta el ser más miserable merece un respeto a su intimidad, que por quien corresponda se corra un tupido velo sobre las debilidades más vergonzosas de la especie humana. En este caso a quien corresponde correr un tupido velo es a a mí y lo hago de mil amores.

El iniciado sufrió un shock postraumático.

Continuará.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) V


LOS DIOSES DEL KARMA

EL INICIADO/ CONTINUACIÓN

El susto que se llevó el iniciado hubiera descontrolado mi equilibrio emocional de no estar ya acostumbrado a estos sobresaltos.

-Esto es un sueño. Esto es un sueño. No puede ser verdad.

Es lo que dicen todos, la típica reacción de incredulidad. Tuve que ponerme inmediatamente a darle explicaciones de dónde estábamos y qué hacían aquellos gigantes, por qué estaban sentados delante de unas desmesuradas pantallas, observando con detenimiento escenas que no se nos permitía ver, al tiempo que pulsaban extraños controles de diferentes colores y formas.

-Los dioses del karma hacen sus turnos de tres en tres. Como bien sabes la trinidad es el símbolo del equilibrio. En él están presentes las dos fuerzas fundamentales del universo y una tercera, resultante de su mezcla y equilibrio.

No voy a presentarte a los dioses porque no está previsto y porque para ellos somos tan poca cosa que tienen que esforzarse para vernos. Sin embargo tenemos el correspondiente permiso que nos libraría de los efectos de su cólera en el improbable caso de que les molestáramos con alguna conducta reprobable e imperdonable.

Saqué un pergamino con el sello del Consejo de Ancianos y se lo mostré.

-Esto nos librará de su cólera, pero no se te ocurra abusar o nos veremos en un buen lío.

Nos encontrábamos a las puertas de un salón de altos techos, muy amplio y casi vacío, a no ser por varias enormes consolas en su centro, unidas a gigantescas pantallas que se mantenían en el aire por algún raro milagro. Enormes ventanales rectangulares permitían la visión del exterior. Los dibujos multicolores de las galaxias producían un efecto en el ojo que los ve por primera vez a través de este ventanal que me permitiría calificar de pasmo y éxtasis.

Así quedó mi iniciado, estático y pasmado, observando el universo a través de los ventanales de la oficina del karma.

Cuando recuperó el habla me gritó, como si yo fuera sordo.

-Esto no puede ser, es imposible. El universo es infinito, no se puede ver desde un ventana, como si fuera el jardín que tenemos delante de nuestra casa.

-Recuerda que no estás en el cuerpo físico. Esto no lo estás viendo con tus ojos de carne, sino con tu ojo espiritual o tercer ojo. Para el ojo del espíritu no hay espacio ni distancias, todo puede ser visto fuera del tiempo y por encima o por debajo del espacio, en un punto donde todas las perspectivas convergen y lo que se ve es más el dibujo geométrico del creador que la materia burda que contempla la criatura.

El iniciado se acercó a un ventanal, un poco temeroso, como si temiera que no de aquellos gigantes se levantara de pronto y la aplastara bajo sus descomunales pies.

Me acerqué y me puse a su lado.

El espectáculo del universo desde los ventanales de los dioses del karma siempre resulta profundamente bello y estremecedor. Uno comprende entonces que la cantidad o extensión no deja de ser una cuestión del grosor de la lupa que utilizas, es decir algo exterior a ti y a la esencia auténtica de la realidad.

Para los dioses del karma el universo puede que sea poco más que el jardincillo que tienes delante del ventanal. En cambio para una hormiga escapa a su consciencia ampliada hasta el infinito.

La percepción del universo no es cuestión de proporciones, sino de consciencias. Par aun verdugo del karma el universo sigue siendo estremecedoramente bello e inmenso. Para un iniciado aún más. Por eso ambos permanecimos con la nariz pegada al ventanal y la respiración suspendida. Tuve que pellizcarme el brazo, hablando metafóricamente para volver a aquella realidad (hay muchas realidades). Al iniciado tardé más en recuperarlo para la vida práctica. No hacía más que lanzar exclamaciones. ¡Uuh! Aah! Y repetía una y otra vez: Esto deberían verlo los que no creen en nada. Ya lo creo.

Le conminé a seguir a rajatabla mis instrucciones.

-Estamos aquí para que conozcan cómo funcionan las oficinas del karma. Empezaremos por lo que se ve en los monitores kármicos. Este de aquí. Está vacío. Usted póngase detrás de mi y no haga ruido, se lo suplico.

El monitor estaba apagado, los dioses de guardia utilizaban los tres centrales, situados en forma triangular. Encendí el monitor oprimiendo un mando con forma de cráneo peludo. Sin un zumbido la pantalla se encendió y en su centro un planeta azul inconfundible parpadeó ligeramente y luego se quedó fijo, como muerto…

-Bien estos monitores son una prolongación de las consciencias de los dioses del karma. Construidos de pura energía sus mandos están pensados más para inexpertos como nosotros que para los propios dioses, a quienes basta con el deseo para manejar sus instrumentos generadores de sus mentes y consciencias. Aparece enfocado hacia la Tierra porque el ordenador está ligando mi mente, supongo.

La imagen del monitor fue cambiando, caímos en picado hacia el planeta, que se fue viendo cada vez más y más nítido. Estaba claro que nos dirigíamos hacia un país llamado España. En unos segundos estuvimos suspendidos sobre el techo de un cuarto. En el lecho, un cuerpo en horizontal parecía dormido, o más bien muerto.

La imagen pasó a primer plano del rostro y el iniciado soltó un gritito de sorpresa:

-Soy yo, soy yo… No puedo creerlo.

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) IV


RELATOS ESOTÉRICOS IV

 

LOS DIOSES DEL KARMA II

EL INICIADO/ CONTINUACIÓN

Había decidido gastarle una broma. Los iniciados suelen ser bastante burros para estas cosas de captar cómo funciona todo por aquí. Creen que la realidad pasada no puede modificarse y por lo tanto cuando recuerdan algo de una determinada manera es porque en realidad sucedió así y no de otra manera. No entienden eso de los mundos paralelos, las distintas dimensiones, la posibilidad de que la realidad sea de mil formas diferentes y que cada individuo capte la que más le interese… Ahora que en el mundo de los mortales de carne y hueso ya llevan un tiempo jugando con la física cuántica y sabiendo que en el microcosmos las cosas son y no son y pueden ser de tantas formas que el pensar que lo que uno recuerda de su pasado es lo que realmente sucedió y lo único que pudo haber sucedido, suena a tontería infantil.

Mi broma iba a consistir en hacerle vivir nuestro encuentro de forma distinta y que recordara los dos. ¡A ver por dónde me salía aquel pazguato!

SEGUNDA VERSIÓN DE LA HISTORIA

Los verdugos del karma tenemos formas para servir como cicerones a los nuevos iniciados. Son tan pocos que el turno apenas corre y uno puede pasar años sin que le toque esta tarea, a veces ingrata, y otras muy interesante, y hasta divertida.

Recibí la comunicación y me preparé para enfrentarme al iniciado de turno, sin muchas esperanzas de que esta experiencia me aportara algo nuevo o al menos me hiciera pasar un buen rato. Con los iniciados no valen los trucos que solemos emplear los verdugos del karma con los dormidos, fáciles de manipular, o con los muertos, tan confusos que dan pena. Los iniciados vienen con los ojos bien abiertos y no se dejan tomar el pelo sin oponer una férrea resistencia.

Sabemos la hora y el lugar en que se materializará –es una forma de hablar- su cuerpo astral, pleno de energía y de consciencia. Normalmente los iniciados llevan mucho tiempo apareciendo por estos lares, unas veces completamente dormidos y otras veces con un ojo medio abierto y mucho miedo en el cuerpo. Nos conocemos bien y a veces hasta nos saludamos, a menudo deciden olvidar las experiencias que viven aquí, para no traumatizarse. ¡Ingenuos y tiernos corderitos! ¡Cómo si la vida no traumatizara mil veces más! Y sin embargo bien que abren los ojos cuando el hachazo –estoy hablando en metáforas- del prójimo descarga sobre su cabeza.

La iniciación no es otra cosa que la primera vez que un adepto –que lleva mucho tempo trabajando por describir qué se esconde tras el telón del Gran Teatro del mundo- viene perfectamente consciente y dispuesto a recordar todo lo que le suceda aquí. Suelen sorprenderse mucho de cosas que han visto ya mil veces y se ponen rebeldes y farrucos cuando algo no les gusta. ¡Como si aquí repartiéramos caramelos!

Cuando observé a mi tierno corderito, me santigüé, como si estuviera en una de esas iglesias que los mortales de carne utilizan para intentar llegar a un mezquino acuerdo con los dioses. Aquí, por el contrario, se dicen las verdades del barquero y más vale no llegar a acuerdo porque siempre sales perdiendo, se acuerde lo que se acuerde. Mi iniciado de turno era uno de esos repugnantes cobardes que cuando se van enterando de que ni la vida ni la muerte son como todo el mundo creía que eran (como si la realidad tuviera que adaptarse a lo que piensa uno o un millón) pone el grito en el cielo y clama a grandes voces que le han estafado, mentido y engañado. ¡Que no hay derecho! ¡Que esto va a cambiar de arriba abajo! ¡Que ni los dioses ni los hombres podrán obligarle a hacer lo que no quiera!

¡Bien poco que se quejan cuando en sueños les cae la breva de una experiencia erótica! Entonces lo recuerdan como un sueño muy agradable, y en lugar de hacerse conscientes de cómo son las relaciones sexuales por aquí, en el mundo de los sueños o en el más allá, se limitan a disfrutar sin hacer preguntas. ¡Si yo les contara!

Mi iniciado era especialmente incordión y rebelde, aunque por el contrario poseía hermosas cualidades, tales como una inteligencia muy dispuesta y un sentido del humor raro, pero espléndido cuando estaba en vena.

Me acerqué a él, que tenía los ojos muy abiertos, como platos, dispuesto a afrontar la tarea con esperanza, la esperanza de que el iniciado tuviera un día bueno y no estuviera de un humor de perros.

-Creo que a usted lo conozco.

Me soltó con una ingenuidad que casi me tumba de risa. ¡Cómo que me conocía! Nos veíamos tanto que éramos casi íntimos.

-No se esfuerce, amigo. Seguro que acabará recordándolo todo.

Le había respondido con lo que intenté fuera una ironía disimulada y una burla no demasiado evidente, incluso para un tonto del bote como él.

Y AQUÍ TERMINA LA VERSIÓN SEGUNDA DE LA MISMA HISTORIA

En realidad el muy idota sabía perfectamente que me conocía muy bien, no en vano acababa de vivir el mismo encuentro, solo que en otra versión diferente. Yo sabía muy bien que recordaba las dos versiones, el problema consistía en que no sabía cuál era la real y cuál la ficticia, producto de su imaginación. Las dos eran reales, pero eso no lo admitiría nunca, porque su mundo mental se vendría abajo.

Le ordené de nuevo que cerrara los ojos. Puse mi dedo índice sobre su entrecejo y grité:

-Un, dos, tres…

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) III


RELATOS ESOTÉRICOS III

 

 

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RELATOS ESOTÉRICOS

LOS DIOSES DEL KARMA

I

EL INICIADO

Un verdugo del karma sabe muy bien que sus competencias pueden ser ampliadas, reducidas, modificadas, anuladas…Como burócrata que es acepta con resignación su destino, incluso cuando una comisión de servicio te obliga a realizar un trabajo que nadie quiere, del que todos huimos si nos es posible.
Servir de guía turístico de un iniciado es una de las peores comisiones de servicio a que puede ser enviado un verdugo del karma. Hemos establecido un turno de guardia entre nosotros, los verdugos, para evitar que alguien sufra el acoso de un dios kármico enfadado o que la estulticia del jefe de sección de turno cargue a uno con un trabajo que todos deberíamos llevar a cabo, en forma justa y equitativa.

Los nuevos iniciados acostumbran a ser un tanto pejigueras. Con eso de que creen estar viéndolo todo por primera vez, se ponen a criticar desaforadamente lo que no les gusta; se rebelan contra las leyes más naturales; despotrican de esto, de aquello y de lo demás allá, y lo que es peor, insultan, a todo aquel que tiene la desgracia de cruzarse en su camino. Eres un tal o un cual es lo menos que nos dicen a sus guías. En una palabra, acostumbran a ponerse muy violentos. Y eso siempre resulta desagradable, aunque luego puedas tomarte la revancha, tomándoles el pelo a gusto y gana.

Cuando la lucecita roja de mi colgante se iluminó supe que algo malo iba a sucederme. Como estaba en turno de guardia para atender a los nuevos iniciados, no me hice muchas cábalas sobre lo que significaba aquella llamada a horas intempestivas.

Normalmente los novatos, los iniciados que acceden por primera vez a nuestro edificio burocrático, terminan siempre perdidos en el vestíbulo. El conserje de turno no precisa intercambiar una sola palabra con ellos para saber quiénes son y a qué vienen. Se limitan a pulsar la tecla que enciende la lucecita roja del verdugo del karma en turno de guardia y procuran vigilar con ojos atentos al iniciado para que el muy palurdo no toque donde no debe y nos haga saltar por los aires, o se cuele por una puerta que no es, y organice un lío de mil demonios.

Lamenté no poder acudir aquella noche a la cita con mis turistas oníricos. Era un grupo bastante manso y que no creaba más problemas de los imprescindibles. Les había presentado al archivero mayor y devuelto con una facilidad pasmosa a su estúpida realidad vigil. Me había hecho a la idea de acompañarlos durante varias noches, enseñando a aquellas cabezas de chorlito los lugares más comunes de nuestro mundo. Me las prometía muy felices gastándoles algunas bromas, inocuas, aunque en extremo regocijantes. Pero el deber es el deber y hacer novillos no resulta muy divertido aquí, cuando un dios del karma puede ponerte las peras al cuarto y gastarte alguna de sus terribles bromas.

Así que me busqué un sustituto para la noche y me dirigí al vestíbulo, fantaseando con las posibilidades que el novicio de turno me permitiría ensayar, según su inteligencia fuera cero o estuviera por debajo de esa línea. Apenas pisé el abovedado y amplio vestíbulo, el conserje de turno salió a mi encuentro y me señaló a un joven despistado que no dejaba de dar vueltas y más vueltas, de acá para allá, tanteando puertas, buscando extraños resortes en las paredes y lanzando patadas al mobiliario y enseres que jalonaban el extenso espacio a su disposición.

Me encogí de hombros, hice un gesto amistoso al conserje y me acerqué hasta el iniciado, sin ninguna prisa, observando con detenimiento sus gestos, por si podía darle ya una nota de inteligencia cero o debería rebajarla hasta intentar batir el record de estupidez de los iniciados, que estaba bastante alto.

-Hola amigo. ¿Se ha perdido?

El joven me oyó. Algo de lo que no son capaces la mayoría, que creen haberse vuelto locos por oír voces donde todo debería estar silencioso. Eso me hizo pensar que me encontraba en presencia de un “cero” y no debería darle más vueltas al asunto. El joven se volvió y me percibió, algo que ya de por sí indica un estado de evolución poco corriente. Una gran parte de los iniciados se pasan varios minutos intentando localizar de dónde proviene la voz, sin llegar a encontrar a su guía, aunque se den de bruces con él.

-Menos mal que le encuentro. Le juro que no sabía por dónde salir de este maldito laberinto.

-Puedo saber qué desea? ¿Qué le trae hasta aquí? ¿O se trata de un secreto que solo puede desvelar a presencia de un dios?

-¿Dios? ¿Existe Dios?

Estaba claro. Se trataba de un ejemplar “iniciatus filosóficus” con muchas ganas de dar la tabarra.

-¿Sabe al menos dónde se encuentra?

-Imagino que en alguno de esos mundos extraños a donde me llevan a menudo mis ejercicios de relajación.

-Algo así… Bien, voy a presentarme. Soy un verdugo del karma, no importa mi nombre, y le serviré de guía por este lugar.

-¿Un verdugo del karma? ¡Qué interesante!

-Como supongo que su tutor le ha enviado aquí para conocer el funcionamiento del engranaje cósmico y para echar un primer vistazo a los dioses del karma, me permito sugerirle que me acompañe.

-Me niego rotundamente si no me explica qué está pasando.
Me lo temía. El iniciado filosófico no da un paso sin antes saber dónde va a pisar.

-¿No recuerdas nada, amigo?

Se quedó un rato en suspenso y de pronto una lucecita se iluminó dentro de su cabezota.

-¡Ah, sí, el sueño!

-Exacto. Si estás aquí es porque has llegado a un acuerdo con tu maestro o tutor. Has aceptado conocer alguno de los secretos que tanto te inquietan y planificado y programado esta visita… Pues bien yo soy tu guía. Como sabes el maestro no puede entrar aquí con sus novicios o iniciados. Así pues tendrás que aceptarme a mí, lo quieras o no.

-Está bien. No se apresure, amigo.

-Lo siento. Hay mucho para ver y tengo cosas más importantes que servir de guía a un palurdo como usted.

-Oiga. No me insulte. Aunque mi conocimiento sea limitado, en mí late la chispa divina, que es igual a la suya. ¡Vaya con cuidado!

Me carcajeé en su cara. Al menos, pensé, no me aburriría con aquel pardillo, no.

-Vamos, no se enfade, la visita programada es muy larga.

Cuanto antes nos pongamos en camino antes la terminaremos. Si es tan amable cierre los ojos. Le tocaré con mi dedo en el tercer ojo y cuando le ordene abrirlo nos encontraremos en el salón de guardia que utilizan los dioses del karma para vigilar la realidad del mundo visible. Le suplico procure pegarse a mí, no gritar, hacer el menor ruido posible y seguir todas y cada una de mis instrucciones. De otra manera le harán pagar su osadía.

Cerró los ojos. Puse mi dedo índice en su entrecejo y grité:

-Un…dos…tres…

EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) II


RELATOS ESOTÉRICOS II

 

 

RELATOS ESOTÉRICOS II

DIARIO DE UN VERDUGO DEL KARMA

PRIMERA ENTREGA

Que recuerde, en todas mis reencarnaciones fui considerado como “un personajillo bastante raro” por la gente de mi entorno. Lo que me sorprendió, sobre todo al principio, fue que al desencarnarme y permanecer aquí en uno de los escalones más bajos de la jerarquía cósmica del mundo desencarnado o más allá o dimensión paralela, es decir como verdugo del karma, la gente me seguía considerando como “un personajillo raro”. ¿Qué hago yo para merecer esto?

Cuando me destinaron una temporadita, en comisión de servicio, a los archivos akásicos o biblioteca de todo lo que ha existido, existe y existirá, y especialmente de personas y seres inteligentes, descubrí, al hurgar en las estanterías de videos y libros, donde se archivan todas las reencarnaciones y escenas de las mismas, de la “a” a la “pá”, que algunos vídeos o libros estaban vacíos, limpios como una patena. Eso me sorprendió tanto que solicité audiencia con el Archivero Mayor y le expliqué el problema. El buen anciano se sonrió y me preguntó qué curiosidad me había llevado a buscar explicaciones en lugar de dejar las cosas como estaban, tal como hacían los demás.

-Bueno, le dije, no me encaja. Eso es todo.

-¿Seguro que es todo?

-Bien, no, he pensado en utilizar esos libros y videos vacíos para llevar un diario personal. ¿Le parece mal?

-Al contrario. Me encanta que alguien haya decidido pensar y actuar por su cuenta. Estoy harto de burócratas y chupatintas sin la menor creatividad. Se conforman con archivar  los documentos en el estante correspondiente y en la letra que procede, y luego, en sus ratos libres, curiosear en vidas ajenas, como auténticos cotillas. ¡Parece mentira que llevando tanto tiempo aquí todavía sientan curiosidad por algo! En cambio tú, un novato en comisión de servicio, no solo no se entretiene husmeando en vidas ajenas, sino que quiere escribir un diario. ¡Un diario! ¡Sabiendo que cada segundo de tu vida queda reflejado en el correspondiente archivo afásico, con pelos y señales, con pensamientos y emociones! Eres un poco rarillo, pero no me parece mal. Aquí necesitaríamos un rarillo de vez en cuando para que nos despertara del letargo. Por supuesto que puedes escribir tu diario, pero siempre en el tiempo libre que te dejen tus quehaceres, en caso contrario tendré que informar a tus superiores.-Se lo agradezco mucho, señor Archivero Mayor, pero no ha respondido a mi pregunta. ¿Qué hacen esos videos y libros vacíos en las estanterías, como escondidos por un niño juguetón?-Es un secreto, un misterio, “top secret”, pero creo que debo premiar tu originalidad y creatividad. Esos libros y videos estuvieron, en un tiempo, tan llenos como los demás. Como sabes al nacer a la personalidad, por un acto generoso de la Divinidad -¡que su nombre sea siempre adorado!- toda nueva criatura en los siete Superuniversos, recibe un nombre, su primer y eterno nombre y se le asigna un archivo en esta gran biblioteca Akásica. Allí comienzan a escribirse y grabarse sus primeros pasos en el mundo de la consciencia y sus posibles futuros, los que serán y los que no serán o podrían ser y dependen de su libre voluntad. Esos archivos nunca estarán ya vacíos, a cada instante se irán completando con los diferentes pasados y futuros y escenas de cada presente en las diferentes reencarnaciones. Se abren nuevos archivos para cada ramificación que se abre o se cierra con cada decisión. Los archivos crecen y crecen, nunca disminuyen… Pues bien. Existe un caso en el que esos archivos no solo dejan de crecer, sino que acaban completamente borrados, como si nunca hubieran existido.

-Perdone, respetado Archivero Mayor, pero me temo que eso es imposible. Nunca he oído hablar de semejante posibilidad. Confieso que me siento aterrorizado.

-Y es para estarlo, querido amigo. Estamos hablando de la aniquilación perpetua sin posibilidad de remisión alguna. Ya sé que vosotros, los mortales, los reencarnados, estáis más acostumbrados que nosotros, los eternos, a pensar en esa posibilidad. Al fin y al cabo en cada una de vuestras reencarnaciones os habéis planteado, como quien bebe un vaso de agua, la posibilidad…-¡qué digo!- la certeza de morir para siempre. Es algo que asumís en cuanto os llega el uso de razón. Somos mortales, lo nuestro es morir y una vez muertos no existe resurrección ni reencarnación. Para los eternos es inexplicable que una consciencia pueda llegar siquiera a plantearse la aniquilación total, el regreso a la nada. Si fuéramos capaces de hacerlo la angustia nos acabaría aniquilando. Solo la inconsciencia más absoluta es capaz de pensar tal cosa… Pues bien, la muerte sí existe, la aniquilación total, la única muerte posible para los eternos sí es posible. Solo en casos excepcionales y por sentencia inapelable del tribunal de los Ancianos de los Días, los regentes de los Superuniversos. Estos casos son muy insólitos y solo en supuestos de rebeldía, como es el caso de Lucifer en el sistema del que tú procedes.

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-¿Quiere usted decir, amado Archivero Mayor, que Dios, la Divinidad, permite que se aniquile alguna de las criaturas que él ha creado?

-¿Acaso no lo pensaste una y mil veces mientras estaba reencarnado?

-Entonces no creía en Dios.

-¿Y ahora sí?

-Bueno, digamos que estoy más predispuesto a ello. Una vez muerto y habiendo comprobado que la muerte solo es un paso más en la evolución, creo que soy capaz de creer en cualquier cosa, incluso en la existencia de Dios.

-Me alegro por ti, querido hijo. Pues bien, ya sabes a qué se deben los videos, libros y demás archivos en blanco. Tienes mi permiso para utilizarlos y escribir tu diario, aunque repito que eres un poco rarillo. ¿No crees?

Ya antes me lo habían dicho, pero cuando el Archivero Mayor me lo confirmó, acepté de una vez y para siempre mi condición de “rara avis”.

Y aquí finaliza esta primera entrega. Cuando un compañero me ha visto escribiendo en el libro, se ha acercado, muy intrigado y me ha preguntado qué estaba haciendo. Cuando se lo he dicho se ha llevado las manos a la cabeza mientras exclamaba: ¡Pero qué raro eres! A continuación me ha preguntado si tenía autorización del Archivero Mayor. Aquí hasta el burócrata o chupatintas más humilde se cree con derecho a pedirte cuentas de todo. Sabiéndolo el buen anciano me facilitó un pequeño documento que le enseñé con gran regocijo por mi parte.

Se alejó rezongando. Imagino que mañana todo el mundo sabrá por estos pagos lo raro que soy, si es que no lo sabían ya.

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EL VERDUGO DEL KARMA (RELATOS ESOTÉRICOS) I


RELATOS ESOTÉRICOS I

1122015

NOTA PREVIA: Hace años que inicié esta serie de relatos, intentando aprovechar temas tan golosos para un autor de ficción como son la reencarnación, el karma, los archivos akásicos, el universo de los sueños, el más allá, etc. Si bien al principio eran relatos serios pronto comprendí que sin humor perdían intensidad y garra, cercanía, por lo que los transformé en relatos humorísticos, aunque el humor que destilan es a veces muy negro.
Que nadie busque en ellos la ortodoxia budista o esotérica, la manipulación a que someto conceptos tan serios como la reencarnación o el karma, podría molestar a lectores que conozcan a fondo estos temas. No pretendo hacer de divulgador, tan solo de escritor de ficción y de humorista con un peculiar sentido del humor. Mi intención es la de ampliar los límites de la realidad cotidiana, la única existente para muchos, golpeando el plexo solar del lector para transportarlo a universos donde todo lo que alguna vez creímos sólido se difumina y la perspectiva puede llegar a ser verdaderamente terrorífica.
El narrador de la serie, un cínico verdugo del karma, de vuelta de casi todo, se puede decir que no respeta nada, ni siquiera a los dioses del karma que a veces se ven obligados a castigar su comportamiento, muy poco generoso y humano con sus semejantes. Recuerdo al lector que se trata de un personaje de ficción y que no tiene por qué reflejar las opiniones e ideas del autor. De hecho se sentiría muy molesto si alguien llegara a negar su propia autonomía y personalidad.
He comenzado a grabar en audio sus andanzas, lo mismo que he estado haciendo con otros de mis textos. Cuando tenga listo el archivo pondré aquí un enlace, si aprendo a hacerlo. En alguno de los talleres literarios que coordiné, sugerí a los participantes que grabaran sus textos y los escucharan. Es una excelente forma de corregir textos y hacerse consciente de dónde y por qué fallan o de los aciertos alcanzados. Espero que les guste y no se sientan demasiado molestos o aterrorizados por las historias.EL VERDUGO DEL KARMA

Los verdugos del karma pertenecemos al escalafón más bajo de los funcionarios, que ejercen su burocrática labor en la gigantesca biblioteca, a la que algunos llaman Archivos akásicos. Situada en el plano inmediatamente superior al material o físico, donde todo es energía, fue creada por los dioses que habitan el tercer plano de existencia, por encima de la materia y de la pura energía. La eternidad de sus vidas y el casi infinito poder que alcanzaron dominando las energías primigenias del universo, les han hecho acreedores a este nombre, aunque en realidad no dejan de ser un grupito más de las infinitas criaturas que habitan los multiuniversos, visibles e invisibles. Ellos dominan todo lo existente por debajo de su nivel evolutivo.

Los archivos akásicos están fuera del tiempo y del espacio. Por lo tanto no puede decirse que fueran creados en un momento determinado de la línea temporal. Los dioses decidieron que nada de lo que alguna vez existió se perdiera para siempre. Manipulando las corrientes energéticas, que fluyen de forma constante en el infinito océano cósmico, alzaron este edificio con el fin de archivar, en plaquitas de pura energía, la existencia temporal de cada una de las criaturas que habitan o habitaron el universo físico.

Recabaron la ayuda de los seres que residimos en el segundo plano para formar el cuerpo de funcionarios divinos. Muchos aceptamos, hastiados de una vida sin norte. Nos examinaron de nuestros conocimientos y experiencias, adjudicándonos el más bajo y despreciable de los escalafones funcionariales. Ahora soy verdugo del karma y no me quejo, porque mi vida está muy lejos de ser aburrida. Para las criaturas físicas seríamos una especie de dioses si pudieran vernos o supieran de nuestra existencia. Es una de las paradojas de la vida. El que un mísero burócrata como yo pueda ser considerado un dios por criaturas inferiores, no deja de ser algo tan normal y lógico como el que una hormiga, pongamos por caso, vea a las criaturas humanas como Titanes casi omnipotentes.

* * *

La función de un verdugo del karma resulta de todo punto imprescindible, puesto que no siempre los muertos reconocen los evidentes errores que han cometido a lo largo de su vida. Los multiuniversos no podrían seguir su camino en el tiempo y en el espacio si sus criaturas se negaran a aceptar la reparación correspondiente por las culpas que han hecho sufrir a los seres conscientes de su entorno.

Nuestra tarea resulta bastante simple. Algunos de mis compañeros incluso murmuran acerca de la vagancia congénita de estos dioses que apenas se ocupan de nada, delegando los trabajos más sucios en criaturas inferiores. No sabemos en qué actividades centran su consciencia estos dioses, ya que rara vez podemos hablar con ellos. Cuando se acercan a nosotros es siempre para impartir órdenes. Así se ha establecido: que exista una jerarquía en el Cosmos y los seres más evolucionados estén por encima de los que aún no han alcanzado ese nivel.

Toda criatura inteligente o consciente sueña, lo que no sabe es que muchas veces acude a esta biblioteca para conocer su futuro o repasar su pasado. Se trata del sueño profundo que rara vez recuerdan. Los archiveros les reciben y les ayudan a encontrar la secuencia de su pasado o de su futuro que desean visionar. No es una tarea tan desagradable como la nuestra. Los verdugos del karma estamos obligados a recibir a los que mueren, a calmar su angustia y a obligarlos a que repasen su vida y decidan de acuerdo a ella lo que quieren hacer con su futuro: reencarnarse y pagar su karma o quedarse en este plano si la hucha de su karma está a cero.

La mayoría se niegan a pasar por esta tortura y patalean y berrean como tiernos infantes contradichos por los adultos en sus deseos sin sentido. Muchos quieren vengarse sin pérdida de tiempo del daño que les han infligido sus semejantes. Otros se niegan a reencarnar, alegando que por mucho karma que tengan pendiente ellos ya han sufrido demasiado. Es entonces cuando entramos en acción los verdugos del karma. Les colocamos una argolla energética en los cuellos de sus cuerpos astrales y les obligamos a que nos acompañen a los sótanos de tortura.

Allí los archiveros nos han dejado el vídeo correspondiente a la vida del fallecido y nuestra labor es enchufar a su cerebro astral el cable de energía que les conectará a su pasado. Cada escena de su vida, en forma cronológica, comienza a ser revivida en su consciencia. Su rebeldía a esta tortura con frecuencia resulta aterradora. Nosotros les ayudamos a pasar el trago con buenas palabras y a veces nos vemos precisados a llamar a los doctores para que les calmen y puedan seguir siendo torturados.

Los casos más desesperantes son los de quienes creen haber sufrido dolores y angustias sin cuento debido al comportamiento de los otros. Su desmesurado deseo de venganza les impide repasar su vida buscando errores propios -los ajenos se los conocen al dedillo- y mucho menos que les enchufemos el vídeo de sus enemigos para que puedan captar en profundidad los sentimientos más íntimos que les llevaron a un comportamiento poco generoso con sus semejantes.

Es aquí cuando el verdugo del karma se gana su pequeño sueldo mensual (consistente en visiones elevadas y éxtasis místicos de corta duración). Es preciso emplear toda la fuerza para que estos vengativos recalcitrantes se dejen enchufar al vídeo de sus enemigos. Y aún entonces, en algunos casos, se ven ratificados en sus poco caritativas suposiciones, puesto que resulta, del contacto con sus pensamientos y sentimientos más íntimos, que actuaron con absoluta malevolencia consciente. Los fallecidos afectados por semejante desvergüenza de sus semejantes sufren severos síncopes debido la rabia que se apodera de todo su ser y nos vemos precisados a llamar a los doctores kármicos que deben tranquilizarles con un severo tratamiento hipnótico, haciéndoles creer que su vida pasada fue sólo una pesadilla de niños malos.

Queda mucho por ver y conocer en esta formidable biblioteca cósmica, pero el deber me llama, queridos amigos. Hoy me toca guardia y se acaba de encender el pequeño pilotito rojo que llevo colgado al cuello. Eso significa que acaba de traspasar el umbral un caso desesperado y debo hacerme cargo de él sin dilación alguna. Ustedes pueden seguir soñando, piensen por un momento en algo agradable y el sueño se modificará al instante. Mañana, nada más dormirse, recuerden que tenemos una cita, ustedes y yo, para conocer el resto de este formidable edificio donde se albergan los archivos akásicos…No, no tengan miedo, aquí no se gastan bromas. Somos muy serios y respetuosos. Chao, arrivederchi, good bay, a tout a l´heure, hasta pronto, nos vemos…

Si no fuera por quienes nos visitan en sueños la soledad de los verdugos del karma sería irrespirable. Como ustedes saben muy bien la soledad es lo que peor se lleva, tanto en el más acá o en el más allá, según se mire con su perspectiva o con la mía. De pronto me he dejado llevar por la risa tonta. Me estoy carcajeando como un bendito.

“Aquí somos todos muy serios”. Jaja. Ya verán esos pardillos lo que es bueno. Pero voy a tener que andarme con cuidadito porque como me pille un dios del karma las voy a pasar canutas. Esos sí que son serios. Ya lo creo.

RELATOS ESOTÉRICOS VIII


 

 

 

 

LOS DIOSES DEL KARMA III

EL INICIADO/ CONTINUACIÓN

 

El susto que se llevó el iniciado hubiera descontrolado mi equilibrio emocional de no estar ya acostumbrado a estos sobresaltos.

-Esto es un sueño. Esto es un sueño. No puede ser verdad.

Es lo que dicen todos, la típica reacción de incredulidad. Tuve que ponerme inmediatamente a darle explicaciones de dónde estábamos y qué hacían aquellos gigantes, por qué estaban sentados delante de unas desmesuradas pantallas, observando con detenimiento escenas que no se nos permitía ver, al tiempo que pulsaban extraños controles de diferentes colores y formas.

-Los dioses del karma hacen sus turnos de tres en tres. Como bien sabes la trinidad es el símbolo del equilibrio. En él están presentes las dos fuerzas fundamentales del universo y una tercera, resultante de su mezcla y equilibrio.

No voy a presentarte a los dioses porque no está previsto y porque para ellos somos tan poca cosa que tienen que esforzarse para vernos. Sin embargo tenemos el correspondiente permiso que nos libraría de los efectos de su cólera en el improbable caso de que les molestáramos con alguna conducta reprobable e imperdonable.

Saqué un pergamino con el sello del Consejo de Ancianos y se lo mostré.

-Esto nos librará de su cólera, pero no se te ocurra abusar o nos veremos en un buen lío.

Nos encontrábamos a las puertas de un salón de altos techos, muy amplio y casi vacío, a no ser por varias enormes consolas en su centro, unidas a gigantescas pantallas que se mantenían en el aire por algún raro milagro. Enormes ventanales rectangulares permitían la visión del exterior. Los dibujos multicolores de las galaxias producían un efecto en el ojo que los ve por primera vez a través de este ventanal que me permitiría calificar de pasmo y éxtasis.

Así quedó mi iniciado, estático y pasmado, observando el universo a través de los ventanales de la oficina del karma.

Cuando recuperó el habla me gritó, como si yo fuera sordo.

-Esto no puede ser, es imposible. El universo es infinito, no se puede ver desde un ventana, como si fuera el jardín que tenemos delante de nuestra casa.

-Recuerda que no estás en el cuerpo físico. Esto no lo estás viendo con tus ojos de carne, sino con tu ojo espiritual o tercer ojo. Para el ojo del espíritu no hay espacio ni distancias, todo puede ser visto fuera del tiempo y por encima o por debajo del espacio, en un punto donde todas las perspectivas convergen y lo que se ve es más el dibujo geométrico del creador que la materia burda que contempla la criatura.

El iniciado se acercó a un ventanal, un poco temeroso, como si temiera que no de aquellos gigantes se levantara de pronto y la aplastara bajo sus descomunales pies.

Me acerqué y me puse a su lado.

El espectáculo del universo desde los ventanales de los dioses del karma siempre resulta profundamente bello y estremecedor. Uno comprende entonces que la cantidad o extensión no deja de ser una cuestión del grosor de la lupa que utilizas, es decir algo exterior a ti y a la esencia auténtica de la realidad.

Para los dioses del karma el universo puede que sea poco más que el jardincillo que tienes delante del ventanal. En cambio para una hormiga escapa a su consciencia ampliada hasta el infinito.

La percepción del universo no es cuestión de proporciones, sino de consciencias. Par aun verdugo del karma el universo sigue siendo estremecedoramente bello e inmenso. Para un iniciado aún más. Por eso ambos permanecimos con la nariz pegada al ventanal y la respiración suspendida. Tuve que pellizcarme el brazo, hablando metafóricamente para volver a aquella realidad (hay muchas realidades). Al iniciado tardé más en recuperarlo para la vida práctica. No hacía más que lanzar exclamaciones. ¡Uuh! Aah! Y repetía una y otra vez: Esto deberían verlo los que no creen en nada. Ya lo creo.

Le conminé a seguir a rajatabla mis instrucciones.

-Estamos aquí para que conozcan cómo funcionan las oficinas del karma. Empezaremos por lo que se ve en los monitores kármicos. Este de aquí. Está vacío. Usted póngase detrás de mi y no haga ruido, se lo suplico.

El monitor estaba apagado, los dioses de guardia utilizaban los tres centrales, situados en forma triangular. Encendí el monitor oprimiendo un mando con forma de cráneo peludo. Sin un zumbido la pantalla se encendió y en su centro un planeta azul inconfundible parpadeó ligeramente y luego se quedó fijo, como muerto…

-Bien estos monitores son una prolongación de las consciencias de los dioses del karma. Construidos de pura energía sus mandos están pensados más para inexpertos como nosotros que para los propios dioses, a quienes basta con el deseo para manejar sus instrumentos generadores de sus mentes y consciencias. Aparece enfocado hacia la Tierra porque el ordenador está ligando mi mente, supongo.

La imagen del monitor fue cambiando, caímos en picado hacia el planeta, que se fue viendo cada vez más y más nítido. Estaba claro que nos dirigíamos hacia un país llamado España. En unos segundos estuvimos suspendidos sobre el techo de un cuarto. En el lecho, un cuerpo en horizontal parecía dormido, o más bien muerto.

La imagen pasó a primer plano del rostro y el iniciado soltó un gritito de sorpresa:

-Soy yo, soy yo… No puedo creerlo.

RELATOS ESOTÉRICOS VII


 

LOS DIOSES DEL KARMA II

EL INICIADO/ CONTINUACIÓN

Había decidido gastarle una broma. Los iniciados suelen ser bastante burros para estas cosas de captar cómo funciona todo por aquí. Creen que la realidad pasada no puede modificarse y por lo tanto cuando recuerdan algo de una determinada manera es porque en realidad sucedió así y no de otra manera. No entienden eso de los mundos paralelos, las distintas dimensiones, la posibilidad de que la realidad sea de mil formas diferentes y que cada individuo capte la que más le interese… Ahora que en el mundo de los mortales de carne y hueso ya llevan un tiempo jugando con la física cuántica y sabiendo que en el microcosmos las cosas son y no son y pueden ser de tantas formas que el pensar que lo que uno recuerda de su pasado es lo que realmente sucedió y lo único que pudo haber sucedido, suena a tontería infantil.

Mi broma iba a consistir en hacerle vivir nuestro encuentro de forma distinta y que recordara los dos. ¡A ver por dónde me salía aquel pazguato!

SEGUNDA VERSIÓN DE LA HISTORIA

Los verdugos del karma tenemos formas para servir como cicerones a los nuevos iniciados. Son tan pocos que el turno apenas corre y uno puede pasar años sin que le toque esta tarea, a veces ingrata, y otras muy interesante, y hasta divertida.

Recibí la comunicación y me preparé para enfrentarme al iniciado de turno, sin muchas esperanzas de que esta experiencia me aportara algo nuevo o al menos me hiciera pasar un buen rato. Con los iniciados no valen los trucos que solemos emplear los verdugos del karma con los dormidos, fáciles de manipular, o con los muertos, tan confusos que dan pena. Los iniciados vienen con los ojos bien abiertos y no se dejan tomar el pelo sin oponer una férrea resistencia.

Sabemos la hora y el lugar en que se materializará –es una forma de hablar- su cuerpo astral, pleno de energía y de consciencia. Normalmente los iniciados llevan mucho tiempo apareciendo por estos lares, unas veces completamente dormidos y otras veces con un ojo medio abierto y mucho miedo en el cuerpo. Nos conocemos bien y a veces hasta nos saludamos, a menudo deciden olvidar las experiencias que viven aquí, para no traumatizarse. ¡Ingenuos y tiernos corderitos! ¡Cómo si la vida no traumatizara mil veces más! Y sin embargo bien que abren los ojos cuando el hachazo –estoy hablando en metáforas- del prójimo descarga sobre su cabeza.

La iniciación no es otra cosa que la primera vez que un adepto –que lleva mucho tempo trabajando por describir qué se esconde tras el telón del Gran Teatro del mundo- viene perfectamente consciente y dispuesto a recordar todo lo que le suceda aquí. Suelen sorprenderse mucho de cosas que han visto ya mil veces y se ponen rebeldes y farrucos cuando algo no les gusta. ¡Como si aquí repartiéramos caramelos!

Cuando observé a mi tierno corderito, me santigüé, como si estuviera en una de esas iglesias que los mortales de carne utilizan para intentar llegar a un mezquino acuerdo con los dioses. Aquí, por el contrario, se dicen las verdades del barquero y más vale no llegar a acuerdo porque siempre sales perdiendo, se acuerde lo que se acuerde. Mi iniciado de turno era uno de esos repugnantes cobardes que cuando se van enterando de que ni la vida ni la muerte son como todo el mundo creía que eran (como si la realidad tuviera que adaptarse a lo que piensa uno o un millón) pone el grito en el cielo y clama a grandes voces que le han estafado, mentido y engañado. ¡Que no hay derecho! ¡Que esto va a cambiar de arriba abajo! ¡Que ni los dioses ni los hombres podrán obligarle a hacer lo que no quiera!

¡Bien poco que se quejan cuando en sueños les cae la breva de una experiencia erótica! Entonces lo recuerdan como un sueño muy agradable, y en lugar de hacerse conscientes de cómo son las relaciones sexuales por aquí, en el mundo de los sueños o en el más allá, se limitan a disfrutar sin hacer preguntas. ¡Si yo les contara!

Mi iniciado era especialmente incordión y rebelde, aunque por el contrario poseía hermosas cualidades, tales como una inteligencia muy dispuesta y un sentido del humor raro, pero espléndido cuando estaba en vena.

Me acerqué a él, que tenía los ojos muy abiertos, como platos, dispuesto a afrontar la tarea con esperanza, la esperanza de que el iniciado tuviera un día bueno y no estuviera de un humor de perros.

-Creo que a usted lo conozco.

Me soltó con una ingenuidad que casi me tumba de risa. ¡Cómo que me conocía! Nos veíamos tanto que éramos casi íntimos.

-No se esfuerce, amigo. Seguro que acabará recordándolo todo.

Le había respondido con lo que intenté fuera una ironía disimulada y una burla no demasiado evidente, incluso para un tonto del bote como él.

Y AQUÍ TERMINA LA VERSIÓN SEGUNDA DE LA MISMA HISTORIA

En realidad el muy idota sabía perfectamente que me conocía muy bien, no en vano acababa de vivir el mismo encuentro, solo que en otra versión diferente. Yo sabía muy bien que recordaba las dos versiones, el problema consistía en que no sabía cuál era la real y cuál la ficticia, producto de su imaginación. Las dos eran reales, pero eso no lo admitiría nunca, porque su mundo mental se vendría abajo.

Le ordené de nuevo que cerrara los ojos. Puse mi dedo índice sobre su entrecejo y grité:

-Un, dos, tres…

Relatos esotéricos VI


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RELATOS ESOTÉRICOS

LOS DIOSES DEL KARMA

I

EL INICIADO

Un verdugo del karma sabe muy bien que sus competencias pueden ser ampliadas, reducidas, modificadas, anuladas…Como burócrata que es acepta con resignación su destino, incluso cuando una comisión de servicio te obliga a realizar un trabajo que nadie quiere, del que todos huimos si nos es posible.
Servir de guía turístico de un iniciado es una de las peores comisiones de servicio a que puede ser enviado un verdugo del karma. Hemos establecido un turno de guardia entre nosotros, los verdugos, para evitar que alguien sufra el acoso de un dios kármico enfadado o que la estulticia del jefe de sección de turno cargue a uno con un trabajo que todos deberíamos llevar a cabo, en forma justa y equitativa.

Los nuevos iniciados acostumbran a ser un tanto pejigueras. Con eso de que creen estar viéndolo todo por primera vez, se ponen a criticar desaforadamente lo que no les gusta; se rebelan contra las leyes más naturales; despotrican de esto, de aquello y de lo demás allá, y lo que es peor, insultan, a todo aquel que tiene la desgracia de cruzarse en su camino. Eres un tal o un cual es lo menos que nos dicen a sus guías. En una palabra, acostumbran a ponerse muy violentos. Y eso siempre resulta desagradable, aunque luego puedas tomarte la revancha, tomándoles el pelo a gusto y gana.

Cuando la lucecita roja de mi colgante se iluminó supe que algo malo iba a sucederme. Como estaba en turno de guardia para atender a los nuevos iniciados, no me hice muchas cábalas sobre lo que significaba aquella llamada a horas intempestivas.

Normalmente los novatos, los iniciados que acceden por primera vez a nuestro edificio burocrático, terminan siempre perdidos en el vestíbulo. El conserje de turno no precisa intercambiar una sola palabra con ellos para saber quiénes son y a qué vienen. Se limitan a pulsar la tecla que enciende la lucecita roja del verdugo del karma en turno de guardia y procuran vigilar con ojos atentos al iniciado para que el muy palurdo no toque donde no debe y nos haga saltar por los aires, o se cuele por una puerta que no es, y organice un lío de mil demonios.

Lamenté no poder acudir aquella noche a la cita con mis turistas oníricos. Era un grupo bastante manso y que no creaba más problemas de los imprescindibles. Les había presentado al archivero mayor y devuelto con una facilidad pasmosa a su estúpida realidad vigil. Me había hecho a la idea de acompañarlos durante varias noches, enseñando a aquellas cabezas de chorlito los lugares más comunes de nuestro mundo. Me las prometía muy felices gastándoles algunas bromas, inocuas, aunque en extremo regocijantes. Pero el deber es el deber y hacer novillos no resulta muy divertido aquí, cuando un dios del karma puede ponerte las peras al cuarto y gastarte alguna de sus terribles bromas.

Así que me busqué un sustituto para la noche y me dirigí al vestíbulo, fantaseando con las posibilidades que el novicio de turno me permitiría ensayar, según su inteligencia fuera cero o estuviera por debajo de esa línea. Apenas pisé el abovedado y amplio vestíbulo, el conserje de turno salió a mi encuentro y me señaló a un joven despistado que no dejaba de dar vueltas y más vueltas, de acá para allá, tanteando puertas, buscando extraños resortes en las paredes y lanzando patadas al mobiliario y enseres que jalonaban el extenso espacio a su disposición.

Me encogí de hombros, hice un gesto amistoso al conserje y me acerqué hasta el iniciado, sin ninguna prisa, observando con detenimiento sus gestos, por si podía darle ya una nota de inteligencia cero o debería rebajarla hasta intentar batir el record de estupidez de los iniciados, que estaba bastante alto.

-Hola amigo. ¿Se ha perdido?

El joven me oyó. Algo de lo que no son capaces la mayoría, que creen haberse vuelto locos por oír voces donde todo debería estar silencioso. Eso me hizo pensar que me encontraba en presencia de un “cero” y no debería darle más vueltas al asunto. El joven se volvió y me percibió, algo que ya de por sí indica un estado de evolución poco corriente. Una gran parte de los iniciados se pasan varios minutos intentando localizar de dónde proviene la voz, sin llegar a encontrar a su guía, aunque se den de bruces con él.

-Menos mal que le encuentro. Le juro que no sabía por dónde salir de este maldito laberinto.

-Puedo saber qué desea? ¿Qué le trae hasta aquí? ¿O se trata de un secreto que solo puede desvelar a presencia de un dios?

-¿Dios? ¿Existe Dios?

Estaba claro. Se trataba de un ejemplar “iniciatus filosóficus” con muchas ganas de dar la tabarra.

-¿Sabe al menos dónde se encuentra?

-Imagino que en alguno de esos mundos extraños a donde me llevan a menudo mis ejercicios de relajación.

-Algo así… Bien, voy a presentarme. Soy un verdugo del karma, no importa mi nombre, y le serviré de guía por este lugar.

-¿Un verdugo del karma? ¡Qué interesante!

-Como supongo que su tutor le ha enviado aquí para conocer el funcionamiento del engranaje cósmico y para echar un primer vistazo a los dioses del karma, me permito sugerirle que me acompañe.

-Me niego rotundamente si no me explica qué está pasando.
Me lo temía. El iniciado filosófico no da un paso sin antes saber dónde va a pisar.

-¿No recuerdas nada, amigo?

Se quedó un rato en suspenso y de pronto una lucecita se iluminó dentro de su cabezota.

-¡Ah, sí, el sueño!

-Exacto. Si estás aquí es porque has llegado a un acuerdo con tu maestro o tutor. Has aceptado conocer alguno de los secretos que tanto te inquietan y planificado y programado esta visita… Pues bien yo soy tu guía. Como sabes el maestro no puede entrar aquí con sus novicios o iniciados. Así pues tendrás que aceptarme a mí, lo quieras o no.

-Está bien. No se apresure, amigo.

-Lo siento. Hay mucho para ver y tengo cosas más importantes que servir de guía a un palurdo como usted.

-Oiga. No me insulte. Aunque mi conocimiento sea limitado, en mí late la chispa divina, que es igual a la suya. ¡Vaya con cuidado!

Me carcajeé en su cara. Al menos, pensé, no me aburriría con aquel pardillo, no.

-Vamos, no se enfade, la visita programada es muy larga.

Cuanto antes nos pongamos en camino antes la terminaremos. Si es tan amable cierre los ojos. Le tocaré con mi dedo en el tercer ojo y cuando le ordene abrirlo nos encontraremos en el salón de guardia que utilizan los dioses del karma para vigilar la realidad del mundo visible. Le suplico procure pegarse a mí, no gritar, hacer el menor ruido posible y seguir todas y cada una de mis instrucciones. De otra manera le harán pagar su osadía.

Cerró los ojos. Puse mi dedo índice en su entrecejo y grité:

-Un…dos…tres…

RELATOS ESOTÉRICOS V


NOTA PREVIA: Hace años que inicié esta serie de relatos, intentando aprovechar temas tan golosos para un autor de ficción como son la reencarnación, el karma, los archivos akásicos, el universo de los sueños, el más allá, etc. Si bien al principio eran relatos serios pronto comprendí que sin humor perdían intensidad y garra, cercanía, por lo que los transformé en relatos humorísticos, aunque el humor que destilan es a veces muy negro.
Que nadie busque en ellos la ortodoxia budista o esotérica, la manipulación a que someto conceptos tan serios como la reencarnación o el karma, podría molestar a lectores que conozcan a fondo estos temas. No pretendo hacer de divulgador, tan solo de escritor de ficción y de humorista con un peculiar sentido del humor. Mi intención es la de ampliar los límites de la realidad cotidiana, la única existente para muchos, golpeando el plexo solar del lector para transportarlo a universos donde todo lo que alguna vez creímos sólido se difumina y la perspectiva puede llegar a ser verdaderamente terrorífica.
El narrador de la serie, un cínico verdugo del karma, de vuelta de casi todo, se puede decir que no respeta nada, ni siquiera a los dioses del karma que a veces se ven obligados a castigar su comportamiento, muy poco generoso y humano con sus semejantes. Recuerdo al lector que se trata de un personaje de ficción y que no tiene por qué reflejar las opiniones e ideas del autor. De hecho se sentiría muy molesto si alguien llegara a negar su propia autonomía y personalidad.
He comenzado a grabar en audio sus andanzas, lo mismo que he estado haciendo con otros de mis textos. Cuando tenga listo el archivo pondré aquí un enlace, si aprendo a hacerlo. En alguno de los talleres literarios que coordiné, sugerí a los participantes que grabaran sus textos y los escucharan. Es una excelente forma de corregir textos y hacerse consciente de dónde y por qué fallan o de los aciertos alcanzados. Espero que les guste y no se sientan demasiado molestos o aterrorizados por las historias.

EL VERDUGO DEL KARMA

Los verdugos del karma pertenecemos al escalafón más bajo de los funcionarios, que ejercen su burocrática labor en la gigantesca biblioteca, a la que algunos llaman Archivos akásicos. Situada en el plano inmediatamente superior al material o físico, donde todo es energía, fue creada por los dioses que habitan el tercer plano de existencia, por encima de la materia y de la pura energía. La eternidad de sus vidas y el casi infinito poder que alcanzaron dominando las energías primigenias del universo, les han hecho acreedores a este nombre, aunque en realidad no dejan de ser un grupito más de las infinitas criaturas que habitan los multiuniversos, visibles e invisibles. Ellos dominan todo lo existente por debajo de su nivel evolutivo.

Los archivos akásicos están fuera del tiempo y del espacio. Por lo tanto no puede decirse que fueran creados en un momento determinado de la línea temporal. Los dioses decidieron que nada de lo que alguna vez existió se perdiera para siempre. Manipulando las corrientes energéticas, que fluyen de forma constante en el infinito océano cósmico, alzaron este edificio con el fin de archivar, en plaquitas de pura energía, la existencia temporal de cada una de las criaturas que habitan o habitaron el universo físico.

Recabaron la ayuda de los seres que residimos en el segundo plano para formar el cuerpo de funcionarios divinos. Muchos aceptamos, hastiados de una vida sin norte. Nos examinaron de nuestros conocimientos y experiencias, adjudicándonos el más bajo y despreciable de los escalafones funcionariales. Ahora soy verdugo del karma y no me quejo, porque mi vida está muy lejos de ser aburrida. Para las criaturas físicas seríamos una especie de dioses si pudieran vernos o supieran de nuestra existencia. Es una de las paradojas de la vida. El que un mísero burócrata como yo pueda ser considerado un dios por criaturas inferiores, no deja de ser algo tan normal y lógico como el que una hormiga, pongamos por caso, vea a las criaturas humanas como Titanes casi omnipotentes.

* * *

La función de un verdugo del karma resulta de todo punto imprescindible, puesto que no siempre los muertos reconocen los evidentes errores que han cometido a lo largo de su vida. Los multiuniversos no podrían seguir su camino en el tiempo y en el espacio si sus criaturas se negaran a aceptar la reparación correspondiente por las culpas que han hecho sufrir a los seres conscientes de su entorno.

Nuestra tarea resulta bastante simple. Algunos de mis compañeros incluso murmuran acerca de la vagancia congénita de estos dioses que apenas se ocupan de nada, delegando los trabajos más sucios en criaturas inferiores. No sabemos en qué actividades centran su consciencia estos dioses, ya que rara vez podemos hablar con ellos. Cuando se acercan a nosotros es siempre para impartir órdenes. Así se ha establecido: que exista una jerarquía en el Cosmos y los seres más evolucionados estén por encima de los que aún no han alcanzado ese nivel.

Toda criatura inteligente o consciente sueña, lo que no sabe es que muchas veces acude a esta biblioteca para conocer su futuro o repasar su pasado. Se trata del sueño profundo que rara vez recuerdan. Los archiveros les reciben y les ayudan a encontrar la secuencia de su pasado o de su futuro que desean visionar. No es una tarea tan desagradable como la nuestra. Los verdugos del karma estamos obligados a recibir a los que mueren, a calmar su angustia y a obligarlos a que repasen su vida y decidan de acuerdo a ella lo que quieren hacer con su futuro: reencarnarse y pagar su karma o quedarse en este plano si la hucha de su karma está a cero.

La mayoría se niegan a pasar por esta tortura y patalean y berrean como tiernos infantes contradichos por los adultos en sus deseos sin sentido. Muchos quieren vengarse sin pérdida de tiempo del daño que les han infligido sus semejantes. Otros se niegan a reencarnar, alegando que por mucho karma que tengan pendiente ellos ya han sufrido demasiado. Es entonces cuando entramos en acción los verdugos del karma. Les colocamos una argolla energética en los cuellos de sus cuerpos astrales y les obligamos a que nos acompañen a los sótanos de tortura.

Allí los archiveros nos han dejado el vídeo correspondiente a la vida del fallecido y nuestra labor es enchufar a su cerebro astral el cable de energía que les conectará a su pasado. Cada escena de su vida, en forma cronológica, comienza a ser revivida en su consciencia. Su rebeldía a esta tortura con frecuencia resulta aterradora. Nosotros les ayudamos a pasar el trago con buenas palabras y a veces nos vemos precisados a llamar a los doctores para que les calmen y puedan seguir siendo torturados.

Los casos más desesperantes son los de quienes creen haber sufrido dolores y angustias sin cuento debido al comportamiento de los otros. Su desmesurado deseo de venganza les impide repasar su vida buscando errores propios -los ajenos se los conocen al dedillo- y mucho menos que les enchufemos el vídeo de sus enemigos para que puedan captar en profundidad los sentimientos más íntimos que les llevaron a un comportamiento poco generoso con sus semejantes.

Es aquí cuando el verdugo del karma se gana su pequeño sueldo mensual (consistente en visiones elevadas y éxtasis místicos de corta duración). Es preciso emplear toda la fuerza para que estos vengativos recalcitrantes se dejen enchufar al vídeo de sus enemigos. Y aún entonces, en algunos casos, se ven ratificados en sus poco caritativas suposiciones, puesto que resulta, del contacto con sus pensamientos y sentimientos más íntimos, que actuaron con absoluta malevolencia consciente. Los fallecidos afectados por semejante desvergüenza de sus semejantes sufren severos síncopes debido la rabia que se apodera de todo su ser y nos vemos precisados a llamar a los doctores kármicos que deben tranquilizarles con un severo tratamiento hipnótico, haciéndoles creer que su vida pasada fue sólo una pesadilla de niños malos.

Queda mucho por ver y conocer en esta formidable biblioteca cósmica, pero el deber me llama, queridos amigos. Hoy me toca guardia y se acaba de encender el pequeño pilotito rojo que llevo colgado al cuello. Eso significa que acaba de traspasar el umbral un caso desesperado y debo hacerme cargo de él sin dilación alguna. Ustedes pueden seguir soñando, piensen por un momento en algo agradable y el sueño se modificará al instante. Mañana, nada más dormirse, recuerden que tenemos una cita, ustedes y yo, para conocer el resto de este formidable edificio donde se albergan los archivos akásicos…No, no tengan miedo, aquí no se gastan bromas. Somos muy serios y respetuosos. Chao, arrivederchi, good bay, a tout a l´heure, hasta pronto, nos vemos…

Si no fuera por quienes nos visitan en sueños la soledad de los verdugos del karma sería irrespirable. Como ustedes saben muy bien la soledad es lo que peor se lleva, tanto en el más acá o en el más allá, según se mire con su perspectiva o con la mía. De pronto me he dejado llevar por la risa tonta. Me estoy carcajeando como un bendito.

«Aquí somos todos muy serios». Jaja. Ya verán esos pardillos lo que es bueno. Pero voy a tener que andarme con cuidadito porque como me pille un dios del karma las voy a pasar canutas. Esos sí que son serios. Ya lo creo.

RELATOS ESOTÉRICOS IV


RELATOS ESOTÉRICOS II

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DIARIO DE UN VERDUGO DEL KARMA

PRIMERA ENTREGA

Que recuerde, en todas mis reencarnaciones fui considerado como “un personajillo bastante raro” por la gente de mi entorno. Lo que me sorprendió, sobre todo al principio, fue que al desencarnarme y permanecer aquí en uno de los escalones más bajos de la jerarquía cósmica del mundo desencarnado o más allá o dimensión paralela, es decir como verdugo del karma, la gente me seguía considerando como “un personajillo raro”. ¿Qué hago yo para merecer esto?

Cuando me destinaron una temporadita, en comisión de servicio, a los archivos akásicos o biblioteca de todo lo que ha existido, existe y existirá, y especialmente de personas y seres inteligentes, descubrí, al hurgar en las estanterías de videos y libros, donde se archivan todas las reencarnaciones y escenas de las mismas, de la “a” a la “pá”, que algunos vídeos o libros estaban vacíos, limpios como una patena. Eso me sorprendió tanto que solicité audiencia con el Archivero Mayor y le expliqué el problema. El buen anciano se sonrió y me preguntó qué curiosidad me había llevado a buscar explicaciones en lugar de dejar las cosas como estaban, tal como hacían los demás.

-Bueno, le dije, no me encaja. Eso es todo.

-¿Seguro que es todo?

-Bien, no, he pensado en utilizar esos libros y videos vacíos para llevar un diario personal. ¿Le parece mal?

-Al contrario. Me encanta que alguien haya decidido pensar y actuar por su cuenta. Estoy harto de burócratas y chupatintas sin la menor creatividad. Se conforman con archivar  los documentos en el estante correspondiente y en la letra que procede, y luego, en sus ratos libres, curiosear en vidas ajenas, como auténticos cotillas. ¡Parece mentira que llevando tanto tiempo aquí todavía sientan curiosidad por algo! En cambio tú, un novato en comisión de servicio, no solo no se entretiene husmeando en vidas ajenas, sino que quiere escribir un diario. ¡Un diario! ¡Sabiendo que cada segundo de tu vida queda reflejado en el correspondiente archivo afásico, con pelos y señales, con pensamientos y emociones! Eres un poco rarillo, pero no me parece mal. Aquí necesitaríamos un rarillo de vez en cuando para que nos despertara del letargo. Por supuesto que puedes escribir tu diario, pero siempre en el tiempo libre que te dejen tus quehaceres, en caso contrario tendré que informar a tus superiores.-Se lo agradezco mucho, señor Archivero Mayor, pero no ha respondido a mi pregunta. ¿Qué hacen esos videos y libros vacíos en las estanterías, como escondidos por un niño juguetón?-Es un secreto, un misterio, “top secret”, pero creo que debo premiar tu originalidad y creatividad. Esos libros y videos estuvieron, en un tiempo, tan llenos como los demás. Como sabes al nacer a la personalidad, por un acto generoso de la Divinidad -¡que su nombre sea siempre adorado!- toda nueva criatura en los siete Superuniversos, recibe un nombre, su primer y eterno nombre y se le asigna un archivo en esta gran biblioteca Akásica. Allí comienzan a escribirse y grabarse sus primeros pasos en el mundo de la consciencia y sus posibles futuros, los que serán y los que no serán o podrían ser y dependen de su libre voluntad. Esos archivos nunca estarán ya vacíos, a cada instante se irán completando con los diferentes pasados y futuros y escenas de cada presente en las diferentes reencarnaciones. Se abren nuevos archivos para cada ramificación que se abre o se cierra con cada decisión. Los archivos crecen y crecen, nunca disminuyen… Pues bien. Existe un caso en el que esos archivos no solo dejan de crecer, sino que acaban completamente borrados, como si nunca hubieran existido.

-Perdone, respetado Archivero Mayor, pero me temo que eso es imposible. Nunca he oído hablar de semejante posibilidad. Confieso que me siento aterrorizado.

-Y es para estarlo, querido amigo. Estamos hablando de la aniquilación perpetua sin posibilidad de remisión alguna. Ya sé que vosotros, los mortales, los reencarnados, estáis más acostumbrados que nosotros, los eternos, a pensar en esa posibilidad. Al fin y al cabo en cada una de vuestras reencarnaciones os habéis planteado, como quien bebe un vaso de agua, la posibilidad…-¡qué digo!- la certeza de morir para siempre. Es algo que asumís en cuanto os llega el uso de razón. Somos mortales, lo nuestro es morir y una vez muertos no existe resurrección ni reencarnación. Para los eternos es inexplicable que una consciencia pueda llegar siquiera a plantearse la aniquilación total, el regreso a la nada. Si fuéramos capaces de hacerlo la angustia nos acabaría aniquilando. Solo la inconsciencia más absoluta es capaz de pensar tal cosa… Pues bien, la muerte sí existe, la aniquilación total, la única muerte posible para los eternos sí es posible. Solo en casos excepcionales y por sentencia inapelable del tribunal de los Ancianos de los Días, los regentes de los Superuniversos. Estos casos son muy insólitos y solo en supuestos de rebeldía, como es el caso de Lucifer en el sistema del que tú procedes.

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-¿Quiere usted decir, amado Archivero Mayor, que Dios, la Divinidad, permite que se aniquile alguna de las criaturas que él ha creado?

-¿Acaso no lo pensaste una y mil veces mientras estaba reencarnado?

-Entonces no creía en Dios.

-¿Y ahora sí?

-Bueno, digamos que estoy más predispuesto a ello. Una vez muerto y habiendo comprobado que la muerte solo es un paso más en la evolución, creo que soy capaz de creer en cualquier cosa, incluso en la existencia de Dios.

-Me alegro por ti, querido hijo. Pues bien, ya sabes a qué se deben los videos, libros y demás archivos en blanco. Tienes mi permiso para utilizarlos y escribir tu diario, aunque repito que eres un poco rarillo. ¿No crees?

Ya antes me lo habían dicho, pero cuando el Archivero Mayor me lo confirmó, acepté de una vez y para siempre mi condición de “rara avis”.

Y aquí finaliza esta primera entrega. Cuando un compañero me ha visto escribiendo en el libro, se ha acercado, muy intrigado y me ha preguntado qué estaba haciendo. Cuando se lo he dicho se ha llevado las manos a la cabeza mientras exclamaba: ¡Pero qué raro eres! A continuación me ha preguntado si tenía autorización del Archivero Mayor. Aquí hasta el burócrata o chupatintas más humilde se cree con derecho a pedirte cuentas de todo. Sabiéndolo el buen anciano me facilitó un pequeño documento que le enseñé con gran regocijo por mi parte.

Se alejó rezongando. Imagino que mañana todo el mundo sabrá por estos pagos lo raro que soy, si es que no lo sabían ya.

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