Categoría: LA CANTANTE DE LA TROPICANA

LA CANTANTE DE LA TROPICANA V


REENCUENTRO ENTRE PALMERAS

Reencuentro a Sally, la cantante de la Tropicana en una excursión lírica, entre palmeras, suspirando al lado del río. Con una guitarra entre sus manos su canto se ha hecho especialmente íntimo. Casi da pena espiar con prismáticos a la cantante. Pero ese es mi trabajo. Soy detective y me debo a los clientes. No, no voy a decir quién me ha contratado, es secreto profesional. Pero desde luego debo admitir que nunca he tenido un encargo tan agradable. Aunque a veces el canto dulce de Sally te destroza por dentro. Será el murmullo de una soledad extrema. Bajo los prismáticos para no espiar el manantial que llora. Pero no abandonaré su huella. Ahora que por fin la encontré tras una larga odisea. Los detectives también tenemos nuestro corazoncito, aunque los autores de novela negra nos pinten fríos como el hielo. En realidad es solo una máscara para sobrevivir en la selva urbana.

LA CANTANTE DE LA TROPICANA IV


Antes de irme de vacaciones quiero encontrar un leitmotiv para Sally. Con su permiso me gustaría convertirla en una cantante de salsa ya que parece gustarle tanto el movimiento. De paso que da su primer recital con dos versiones de la vieja canción salsera «te quiero o quiero» aprovecho para presentarla al público en la sala de fiestas Tropicana de la Habana donde ha estado, que lo sé de buena tinta, a pesar de su disculpa de estar laborando en otros menesteres. La primera versión de la canción tiene mucho movimiento de manos y mucho ardor al ritmo de una música que es puro movimiento. El cuerpo de la cantante Sally danza hasta desfallecer y es que está cantando y danzando para un espectador escondido en la penumbra del fondo. No puede vérsele pero la manos de Sally se mueven hacia allí y todo su cuerpo es oleaje en una sola dirección. Enlaza la segunda canción con una mirada lánguida hacia el horizonte y las aguas cristalinas. Sus pestañan se dejan caer lánguidamente en un movimiento melancólico que entristece al espectador del fondo al que le gustaba jugar con ironías y desplantes. Debo decir que un servidor estaba allí por casualidad. Estaba buscando al profesor y al detective que se habían pasado de rosca al prolongar su estancia en el Caribe. Caí por Tropicana en un impulso del subconsciente y allí descubro a la morena cantante Sally que tiene una voz alegre, lánguida y aterciopelada a veces, y un cuerpo hecho para la danza. Desde luego si fuera productor musical me la traería a Europa pero bastante tengo con subir en el avión a patadas a estos dos juerguistas. El profesor dice que no es verdad que él no es juerguista y la culpa de todo la tiene el detective que está fumando en pipa, me mira y se encoge de hombros pensando: la salsa cubana es irresistible.

No he podido evitar sonreírme al leer la primera estrofa del poema. Soy morena, soy alegre, atrevida y pirulí. Mi santa es así, morena, alegre, movidita como una peonza e imparable en el camino de la vida ni con un placaje de rugby. Slictik es todo lo contrario por eso le gusta esa vitalidad. Por eso le gusta este poema de Sally. Es un retrato la mar de divertido y alegre, nada que ver con mis autorretratos, por supuesto. ¿Qué pensamos los amigos de Sally? Con esta fotografía ya me hago una idea, ya. Deliciosa la personalidad de Sally, pero solo una pega, o paráis de moveros, tanto mi santa como tú o me bajo del tiovivo.

Las caricias, la ternura, el contacto de dos cuerpos desnudos es una de las formas de comunicación más profundas y apasionantes de la especie humana. Existe ternura entre la madre y el hijo, pero sus caricias son de un género diferente. Estoy dispuesto a mandar al profesor que investigue pero estoy convencido así a bote pronto que la madurez de una persona se mide en el número e intensidad de las caricias que ha recibido y prodigado. Las caricias de dos cuerpos desnudos es sin duda la mejor manera de llegar a sus almas e incluso a la experiencia mística. Los orientales tienen la filosofía tántrica que explica esto. Los occidentales tenemos la religión judeo-cristina que nos ha privado del cuerpo como ente diabólico. Me quedo con el tantrismo.

¿Qué será, será el amor que todos venderían sus fortunas por un beso de sus labios? Desde luego si hay paraíso allí reinará el amor y si hay infierno a él serán castigados los que no sepan amar. Amar por toda la eternidad es un hermoso sueño. Que Sally siga soñando esos hermosos sueños. Tal vez la realidad se contagie algún día. Mientras hay sueños hay esperanza.

La soledad es inmensa como el universo donde dicen que sólo habitamos los terrestres. Un planeta perdido en el Cosmos habitado por una raza que se siente sola y desearía encontrar hermanos mayores que cogieran su manita y le llevaran a la isla del paraiso donde habitan los dioses. La soledad es inmensa porque las noches son frías, es el calor del otro lo que más se echa de menos en la inmensa soledad del Cosmos. Un viaje por el infinito en una nave estelar monoplaza eso me parece a veces la vida pero siempre está el otro. Hay que tender puentes, hay que buscar respuestas, hay que tender la mano, ahí está el otro. Cuando él llega el universo se puebla aunque estemos solos en un planeta perdido en cualquier parte.

El profesor e Hipo están cantando la canción de Sally debajo de una mesa en el rincón. Algún bromista ha debido de echar ginebra pura a la horchata y están borrachos como cubas. No paran de cantar y de manifestar a quien quiera oirles que este rincón no lo dejan ni a tiros. Se tambalean peligrosamente. Si hay alguna enfermera que vaya preparando un cubo de agua helada.

Con un manifiesto así se puede esperar todo lo bueno e incluso lo mejor de los versos de Sally. Dice que se inspira solo en el amor y en la vida, supongo que aún le parecerá poco. Seguro que con esos buenos sentimientos la inspiración se mantendrá y crecerá como un torrente.

Se ha escrito mucho sobre la mujer fatal pero es el primer poema que leo dedicado a un hombre fatal. Supongo que debe haberlos y supongo que hacen tantos estragos en el corazón femenino como la mujer fatal en el masculino. Creo que estamos poco acostumbrados a oir hablar de hombres fatales. Tal vez porque la mujer suele ser un poco reservada en este aspecto. Sally rompe el silencio y lo hace muy bien. El hombre que se mofa de las mujeres y las cosifica recibirá su castigo. Algún día encontrará su mujer fatal y su corazón se romperá en pedacitos. Lo tendrá bien merecido. Quien juega a romper corazones no se librará de que rompan el suyo.

Amores y engaños se entrelazan en las palabras que entrelazan nuestras vidas. Las palabras llenan el aire como el polen al primer viento. En ellas se entralazan amores y desamores, engaños y soledades. Hacen mucho daño. Son un mal presagio, auguran sendas diferentes. Creo que es el poema de Sally que más me gusta hasta ahora, al menos formalmente y el tema me llega, palabras que entrelazan amores y desengaños. Así es la vida. Un abrazo.

Amanece en un día primaveral. Sopla suave la brisa sobre trigos y amapolas. En el lecho de la tierra se desnuda un corazón. Está esperando el amor en primavera. Puede que no tenga que esperar mucho.

Nubes negras en los cielos de Sally. Tenía ganas de verla en un poema de tema duro, en uno de esos temas que a todos nos duelen. Aunque la musicalidad del piano sigue sonando al fondo las nubes negras traen desacordes emocionales y dolor. Llueven versos doloridos y el piano sigue sonando al fondo aunque ahora habla de tristeza. Un abrazo y no me hagas mucho caso normalmente cuando me hago caso a mí mismo me equivoco ¿imagina lo que se pueden equivocar los demás cuando me hacen caso?

Nívea mirada

Autor: Cecilia Santisteban Sánchez

En la estrangulada noche con sabor a sándalos posé para ti. Parapetada en la esquina del desafío mis pétalos cayeron en marcha onírica hacia el horizonte. Los colores del arco iris desdibujados, lenguas irritantes de calamidad, versos que languidecían en la franja del olvido.

Albores de miedo en roídos almohadones de esperanzas cobijaron tu nívea mirada. Tus enjutos párpados adosados al mutismo inerte del tiempo.

©sally04

LA CANTANTE DE LA TROPICANA III


Autor: Cecilia Santisteban Sánchez

Me detiene,
travesías por calles sin cerrojos,
puentes polvorientos de miedo,
miedos de acero.

Me detiene
el agónico mar de silencios,
silencios de salitre
en huesos con brillo.

Me detiene
pasos de escombros sin dueño,
escombros del tiempo
en amores sin rostros.
©sally04

Se acercan las Navidades, fechas entrañables para todo el mundo, incluidos los detectives. El nuestro se pregunta cómo pasará estas Navidades. Seguro que espiando a la cantante de la Tropicana. No son malas navidades, no, para sí las hubiera querido todos estos años pasados en los que ocupó la nochevieja vigilando a un par de matrimonios ligeros de cascos, los dos. Los maridos le encargaron que vigilara a sus esposas y estas que vigilara a sus esposos. Con tanta esposa suelta decidió esposarse al buffet o barra libre del hotel donde las parejas se engañaban mutuamente. Hizo un par de fotos para cumplir y el resto de la noche lo pasó comiendo y bebiendo como un cosaco hambriento en plena Siberia. Lo malo es que tenía la tv muy cerca y tuvo que tragarse el programa de fin de año.

Esta vez el panorama se presenta mucho más entrañable. Seguro que la cantante pasará las fiestas con su familia, recordando al viejo año que se va. De vez en cuando se asomará a la ventana para contemplar la luna navideña y él podrá disfrutar de su rostro silueteado contra la noche. Pondrá unos adornillos a los prismáticos y por un momento se hará a la idea de estar bajo el árbol navideño. Tal vez pueda acercarse y robar algunos manjares y una botella de buen ron. Desde luego estas fiestas no se presentan nada mal. Incluso puede que la cantante de la Tropicana alegre la noche con algún villancico. Y para redondear no es lo mismo un clima caribeño-tropical que estar hundido en la nieve en Suecia, vigilando a un idiota que dejó a su linda mujer mediterránea para irse tras una sueca gorda, que las hay, a celebrar la Navidad. Y es que nadie está conforme con nada. Al menos él no se queja… de momento.

LA CANTANTE DE LA TROPICANA II


EN LA MADRUGADA

Dicen

Autor: Cecilia Santisteban Sánchez

Mis pasos incrusto en murallas de silencios,
escarchas, soledad sucumben,
mar sin dueño.

Qué cadenas de miedo enrejan mi piel,
amor como olas
en destierro eterno.

Mi tiempo se pierde entre ovillos,
mi sonrisa es muerte,
lejana está mi sonrisa.

Dicen, sólo dicen.
©sally04
Una mujer camina sin prisas en la madrugada, taconea en ritmo sincopado como una orquestina de jazz. Las calles están desiertas y un poco húmedas, el cielo aparece ligeramente cubierto antes de la aurora. Al pasar frente a una farola un viejo cliente de la Tropicana, que permanece muchas noches escondido en una mesa tras una columna, enciendo un pitillo y a su luz reconoce el rostro de Sally la cantante de baladas, de blues rasgados por el desamor, de melancólicas canciones que no pueden ser atrapadas en genero alguno.

Ella no percibe su presencia enfrascada como está en canturrear en voz baja una nueva canción. Si quiero… Hay algo en la canción que hace estremecer al viejo cliente anónimo. Hay fuego en esta música y soledad en la voz desgarrada y rebeldía… y la ilusión latiendo en cada nota.

La mujer se va alejando pero el hombre en la sombra tiene tiempo de oír el estribillo final. No quiero que me condene el tiempo.

Mañana volverá a la Tropicana para escuchar esa canción con la vieja orquesta que acompaña a Sally todas las noches. Le fascina esta mujer, esta voz en la noche, ha mejorado mucho desde la primera vez que oyó su voz en la noche cubana, ha madurado, se ha hecho más profunda, hay más tensión en sus trinos y sobre todo parece tener muy claro que no es bueno que el hombre esté solo como decía el título de una vieja película.

Arroja la colilla al suelo y enciende otro. La mujer está ya muy lejos. El hombre en la sombra piensa que esta cantante llegará lejos pero no la querría ver en Las Vegas entre el ruido de las máquinas tragaperras y las miradas de los mafiosos al fondo vigilando el cas…

LA CANTANTE DE LA TROPICANA


LA CANTANTE DE LA TROPICANA

NOTA INTRODUCTORIA

Hace ya algunos años, en una página hoy desaparecida, me embarqué en un divertimento muy romántico. Se me ocurrió utilizar a uno de mis personajes, el detective sin nombre, para hilvanar una serie de historias que me permitieran comentar los maravillosos versos de una doctora cubana que subía sus poemas en la página. Nos hicimos buenos amigos y acabé inventándome, o más bien reconstruyendo la mítica sala con este nombre. A esta poetisa la transformé en cantante de la Tropicana que decía sus versos con música y cada noche que ella actuaba allí mi personaje, el detective, se sentaba a una mesa, se tomaba un ron y disfrutaba del espectáculo al tiempo que rememoraba alguna de sus historias acunado por la letra de sus canciones. Aprovechando el texto de Mayte y la necesidad de subir de vez en cuando algún texto corto, completo en sí mismo, que no dependa de una continuación, he buscado y encontrado esta pequeña serie de relatos que puedo continuar. Aprovechando el comienzo de año nada mejor que inaugurar La Tropicana con este texto, con esta canción de la cantante de la Tropicana.

: Cecilia Santisteban Sánchez

Me detiene,
travesías por calles sin cerrojos,
puentes polvorientos de miedo,
miedos de acero.

Me detiene
el agónico mar de silencios,
silencios de salitre
en huesos con brillo.

Me detiene
pasos de escombros sin dueño,
escombros del tiempo
en amores sin rostros.
©sally04

En el fragor de la celebración del nuevo año una hermosa sombra ha salido a la ventana para cantar al silencio casi una nana. Nuestro detective se ha conmovido, el gorrito ridículo sobre la cabeza y el matasuegras en la boca. Estaba a punto de colarse en la celebración del hotel más próximo y allí buscar el orgasmo ilícito en alguna mirada femenina cargada de líquido espumoso para olvidar.

La soledad del detective es a veces apabullante, como la soledad del corredor de fondo. Al menos este último espera en la meta los vítores y la medalla de la recompensa al sacrificio. La soledad del detective de fondo solo puede ser enjugada por estas nanas prodigiosas que canta la cantante de la Tropicana, asomada a la ventana, cuando cree que nadie la ve ni la escucha, porque él siempre está al acecho. Se engaña creyendo que es obligación. En realidad hace tiempo que dejó de recibir cheques del cliente. Incluso no deja de calmar a Olvido, la secretaria que permanece en su despachito, atendiendo llamadas de gente estúpida que desea le busque amores que se han perdido por falta de presencia.

Olvido le recrimina que se pase el tiempo tras de una mujer, por bien que cante y por hermosa que sea. Ninguna mujer merece tanto, le chilla al detective y el móvil rebota en su oreja. El sabe que Olvido anda tras sus pasos pero nunca le encuentra. Los detectives son como los marinos, un amor en cada puerto. Pero esta vez está a punto de abandonar el barco y quedarse en este puerto. Alza su vaso de plástico donde el champán robado en la fiesta del hotel está caliente y sabe a orines y brinda en silencio con la cantante de la Tropicana que no deja de cantar.

Ha caído un nuevo año sobre las sienes plateadas del detectives, pero ahora ningún año será lo mismo. Tira el vaso al suelo y enciende un pitillo recostado en el coche al tiempo que escucha los últimos compases. La cantante se retira a su celebración particular y el detective se queda en silencio, con el pitillo en la boca, pensando en no se qué. Pasa un grupito de borrachos que se burlan de su requiebro a la luna, le llaman trovador con sus bocas pastosas y uno de ellos le arroja el contenido de una botella por la cabeza. Se marchan riendo y nuestro detective queda bautizado por el nuevo año.

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