Categoría: CRAZYWORLD

LA VENGANZA DE KATHY XVII


LA VENGANZA DE KATHY XVII

No podía dormir, ni descansar, ni pensar, ni perder la consciencia. No estaba ni vivo ni muerto, no había recobrado mi plena identidad porque los chispazos del pasado habían sido como cuatro gotas de agua en un océano tormentoso, oscuro, sin visibilidad, sin ritmo, sin atisbos de algo que tuviera el menor sentido. No sabía si Kathy dormía a mi lado o se había ido, a comer, o a lo que fuera. Mi consciencia se apagaba como un candil sin oxígeno. Ya de puestos hubiera preferido seguir recordando el pasado, habría sido más divertido, que no permanecer en aquel túnel en el que no se veía ni la entrada ni la salida. Hablando de salir no me hubiera importado hacerlo por el lado de la muerte. Pero no creía que Kathy pudiera conseguirlo. Sufrir un infarto sin sentir el latido del corazón me parecía imposible. No sabía cuánto tiempo había transcurrido. Hacía mucho que había dejado de ver los relámpagos y escuchar los truenos. Lo mismo podían haber transcurrido horas que días. El efecto de la pócima estaría disminuyendo, nada dura para siempre. Si estaba atento tal vez pudiera aprovechar ese momento.

-No sabes cuánto tiempo ha transcurrido –me dijo la voz de Kathy al oído- eso debe ser lo peor en tu estado. Podrían haber pasado días, incluso semanas, o tal vez solo unas horas. Nada importa cuando tu cuerpo se ha convertido en un vegetal. Pero no te preocupes, cariño, aquí estoy yo para que no te sientas solo. Sé lo que estás pensando. En algún momento el potingue dejará de hacer efecto y tú podrás escapar de mis garras. Siento decepcionarte. Por supuesto que los efectos no duran para siempre. No sé si me vas a creer, pero yo misma he probado este invento del profesor Cabezaprivilegiada. Tenía que hacerlo para conocer sus posibilidades. Así descubrí el tiempo que dura, cómo se siente uno bajo sus efectos, las posibles secuelas, todo. El profesor es un genio, una cabeza privilegiada, también es un loco desatado, sin moral, a pesar de su educación y sus creencias tan conservadoras que los diplodocus a su lado serían el ala más ultraizquierdista del abanico ideológico. Se había pasado la vida sin sexo, pero cuando me encontró ya no pudo dejarlo. Su moralina farisaica se resquebrajó como un jarrón de cerámica en una corriente de magma. Conseguí de él todo lo que quise y más. Mejoró su elixir siguiendo mis instrucciones, hasta se dejó convertir en vegetal, monitorizando los efectos en su cuerpo, paso a paso. Cuando despertó recopiló todos los datos y fue probando hasta conseguir todas las cualidades y defectos de la extensa lista que yo confeccioné. Necesitaba que el vegetal pudiera escuchar todo lo que se le decía, algo que le llevó su tiempo. También quería que algunos órganos del cuerpo siguieran funcionando con normalidad, como el corazón, deseaba que mis víctimas escucharan el latido de sus corazones y que sus miembros funcionaran como si no se vieran afectados. Por desgracia eso no lo consiguió, de otra forma ahora estarías aterrorizando escuchando el latido de tu corazón. Una pena. Lo del miembro no me importó tanto, porque sabía que mi clítoris sería capaz de revivir al más recalcitrante. Lo has comprobado, aunque lleva su tiempo conseguir una sensibilidad total. Tú la alcanzarás pronto. Quise que convirtiera aquel potingue en un arma química, biológica, de destrucción masiva. Mi plan es terminar con todos los machistas del planeta, no sé cómo librar al resto, tal vez no se pueda hacer y todos deban perecer. Le obligué a probarlo mezclándolo con el suministro de agua potable a las poblaciones. Bastó con que hiciera el experimento en Los Ángeles. Toda la población quedó en coma durante veinticuatro horas. Tú no lo recuerdas porque te has quedado amnésico. Se habló de un arma química inventada por los rusos, los chinos, los norcoreanos y no sé quién más. El experimento funcionó y el profesor consiguió una escala bastante fiable sobre la cantidad necesaria de potingue diluida en agua para alcanzar los efectos buscados, desde un pequeño susto de unas horas en estado vegetativo a una muerte irreversible al cabo de unos días. Eso fue un gran alivio para mí. Ya no tendría que acostarme con todos los machos del planeta para conseguir inyectarles la dosis necesaria para su exterminación. Tú eres la primera víctima del apocalipsis que se avecina. No intentes justificarte. Podríamos haber huido juntos a un lugar paradisiaco y solitario, donde vivirías en un orgasmo perpetuo. Seríamos el Adán y Eva de la nueva humanidad. Pero no, como macho arquetípico tenías que estropearlo todo. No te bastaba con el sexo total conmigo, buscaste a Heather, a Dolores, a esa putita de Alice, y hubieras seguido con el resto de mujeres de Crazyworld. Así sois todos los machos. No tenéis remedio. Pero ya no importa, porque voy a terminar con todos. Después de ti vendrá ese cabrón de Mr. Arkadin y luego todos los machos de Crazyworld. Aún no sé cómo lo haré para que las mujeres se libren de la escabechina, pero algo se me ocurrirá.

Calló y no se hizo un gran silencio porque ya existía desde que me despertara en el búnker. Es inexpresable la sensación que tienes cuando no sientes tu cuerpo y lo poco que te llega lo hace a través de extraños filtros. La voz de Kathy me llegaba desde muy cerca y como filtrada de forma sorprendente. Había escuchado los truenos de la tormenta y la música pero aquel ambiente sonoro estaba distorsionado, como lo que podía percibir a través de la vista. Me pregunté si aquel cabroncete de profesor Cabezaprivilegiada era aún más genio de lo que uno se podía imaginar para crear un elixir a la carta para Kathy. Ésta se separó de mi oreja y frente a mí se puso a bailar una danza erótica que era el preludio de otro coito que sería más tormento y tortura que éxtasis placentero. No se saltó ninguno de los pasos, añadiendo algunos nuevos tan imaginativos que en otras circunstancias hubiera podido apreciar. Ahora solo deseaba que volviera a producirse aquella fuga al pasado que me había alejado del búnker y de lo que en él se iba deslizando como por un tobogán del tiempo en una película de terror. Noté cómo tomaba mi pene y lo introducía en su vagina tras restregárselo por su clítoris que aún permanecía en su estado natural. La sensibilidad adquirida por mi miembro me hizo pensar que tal vez la hora de despertar de aquel estado zombi se estaba acercando. Era preciso estar muy atento para aprovechar cualquier circunstancia favorable, fuera la que fuese. Me olvidé de todo porque la manipulación sabia y constante que Kathy hacía de mi sexo me estaba llevando a un climax extraño. Su clítoris comenzó a hincharse pegando a él mi pene como si el líquido que iba rezumando fuera un pegamento indestructible, un invento más del profesor. El primer orgasmo llegó con mucha fuerza y luego se fueron encadenando más que disfruté como la primera noche que ella había pasado en mi dormitorio. Y entonces, sin que pudiera preverlo, ocurrió. Me vi proyectado a través de aquella puerta circular hacia una escena que sin duda era la misma que ya había vivido la primera vez. La diferencia esta vez estaba más en mi proceso mental que en lo que estaba sucediendo frente a mis ojos. El recuerdo llegó como una avalancha, como un torrente de montaña, arrastrando todo tipo de materiales con fuerza salvaje hacia el abismo. Ahora sí, supe con certeza que yo era el único hijo de Johnny el gigoló y de Marta. Supe cómo se habían conocido y su relación en el tiempo y que todo esto lo había contado mi padre en unos famosos diarios que había publicado con el mismo seudónimo que empleara en su trabajo. Yo los había leído antes de su publicación porque mis padres nunca me ocultaron lo extraño y delirante de su relación. La otra mujer que aparecía en la escena era Lily, la madame que había reclutado a mi padre, cuando aquel estudiante de familia con pocos recursos, se vio en la necesidad de trabajar para pagarse sus estudios universitarios. La vida de mi padre era un libro abierto para mí, como la de Lily que había seguido a Johnny el gigoló hasta Norteamérica para recuperar a Marta, su amor, que había ingresado en una clínica especializada para curarse de su adicción al sexo, como otros famosos y famosetes que habían pasado por esa clínica y seguirían pasando. Aquellas aventuras tan delirantes que muchos críticos alabaron la imaginación del autor de lo que consideraban la novela erótica más sorprendente de los tiempos modernos, que abría nuevos horizontes al género, pasaron ante mí sin orden ni concierto, mezclándose con lo que había sido mi vida de hijo único mimado y preservado, o al menos lo habían intentado, de lo que ellos consideraban un ambiente sórdido que les avergonzaba, más propio de una juventud sin riendas que de una vida normal y políticamente correcta. Ahora entendía su férrea oposición a que yo siguiera los pasos de mi padre. Por lo visto yo no había tenido aún mi primera experiencia como gigoló, aunque Lily estaba más que dispuesta a facilitarme el camino. El regalo de aquel deportivo era el primer cebo para que perdiera escrúpulos y apartara dudas, algo que no era necesario, puesto que de entre todos los oficios y trabajos en aquella perversa sociedad capitalista, el de gigoló era el que más me atraía y el que me parecía más honrado y moral. De aquella manera tan insólita había llegado a Crazyworld, a lomos de un corcel fogoso y carísimo que ahora sin duda permanecería convertido en chatarra entre los árboles de aquella carretera que no podía situar en el mapa, tal vez porque la amnesia no me había privado de un conocimiento que no poseía.

Junto con aquel torrente de recuerdos también llegaron algunos matices de mi personalidad, como mi pasión por la lectura, el arte y la cultura que habían sido una de las mejores cualidades de mi padre. Eso me permitió saber de dónde venían aquellos destellos en la noche, cuando era capaz de hablar de cosas que supuestamente no sabía. No tenía muy claro si mi personalidad y carácter, ahora recobrados, me gustaban tanto como podían disgustarme. Era un hombre nuevo, no un amnésico que pensaba, sentía y actuaba en base a impulsos desconocidos y oscuros. Deseé estar en aquella escena y no sobre la cama de un búnker, en Crazyworld, siendo montado por una mujer tan deliciosa como demoniaca. No tenía duda alguna de que Kathy se había vuelto loca. El que no fuera culpa suya sino de aquellos desalmados de Mr. Arkadin y el profesor Cabezaprivilegiada, no la libraba de su responsabilidad. Lo único importante para mí era salir vivo de aquella historia gótica de vampiros, fantasmas, profesores chiflados, millonarios sin riendas y locos encantadores, recluidos a la fuerza. Solo un milagro podía librarme de la muerte, el fin de todo. Y ese milagro estaba muy difícil. Porque estaba comenzando a notar el latido de mi corazón, muy suave, muy lejano, pero sin duda desbocado, como un caballo aterrorizado, huyendo de humanos locos que pretendían abatirlo.

LA VENGANZA DE KATHY XVI


LA VENGANZA DE KATHY XVI

Me sentía raro y no solo porque mi cuerpo ya no era mi cuerpo sino la celda de una cárcel en la que permanecía aherrojado sin poder moverme, caminar, ni siquiera dueño de mis sentidos, lo peor era observar con la mirada fija de mis ojos como clavados a la carne, sin la menor capacidad de movimiento, los meneos del cuerpo desnudo de Kathy, las manipulaciones de sus manos buscando mi órgano sexual, intentando introducir mi pene en su vagina para torturarme con otro coito sin sentido. Una palabra acudió a mi consciencia aletargada, confusa: violación. La amnesia que sufría desde mi llegada a Crazyworld me impedía un discurso mental lógico, cronológico, como intuía que debía ser el de los otros que no sufrían de ningún tipo de amnesia. A veces un concepto, una imagen, un vago recuerdo, se colaba entre una red tupida y oscura, como un pez asustado que da vueltas como loco buscando una salida hacia la libertad. La palabra violación no había tenido el menor sentido para mí hasta aquel instante, ni siquiera formaba parte de mi diccionario coloquial, con el que me había estado defendiendo mal que bien desde mi llegada a Crazyworld. Ahora se mostraba por primera vez a mi consciencia y me sentí muy raro, como si un mundo nuevo empezara a exteriorizarse conforme la niebla se iba diluyendo. Era un mundo de violencia, de agresiones, una selva donde los depredadores torturaban y acababan con la existencia de vidas que tenían tanto derecho a seguir discurriendo en el tiempo como las suyas. Una imagen extraña asomó su cabecita en el lodo. La violación parecía algo que solo afectaba a las mujeres, por razones físicas evidentes. Sin embargo yo estaba siendo violado por una mujer. Algo tan insólito que me dejó perplejo.

Kathy había logrado despejar el glande echando la piel hacia atrás y ahora lo restregaba contra su clítoris que debía de estar hinchándose como yo lo recordaba de aquella primera noche en mi habitación. La sensibilidad de mi glande era nula, aunque poco a poco parecía ir despertando, conforme aquella misteriosa sustancia iba rezumando de su clítoris. La violación sobre un hombre me parecía algo tan extraño que semejaba un delirio. Una mujer no puede violar a un hombre porque para ello su pene debe estar en erección y la violencia no ayuda a ello. Sin erección un hombre no puede ser violado. ¿O sí? Aquel encadenamiento de ideas e imágenes me parecía un despropósito. Un hombre al que se le priva de su libertad, que es sometido por la violencia, está siendo torturado, violado, aunque la mujer no consiga introducir su pene en su vagina. La violación no consiste tanto en un mero mecanismo físico, cuanto en el sometimiento por la violencia de su cuerpo, de su consciencia, de su personalidad. Otra palabra acudió a mi aletargada consciencia: empatía. Uno puede comprender a otro ser con solo intentarlo. No es tan difícil ponerse en su piel e imaginar lo que está sintiendo el otro. Podía comprender lo que debe sentir una mujer cuando es violada. Un concepto nuevo para mí ya que mi amnesia me había privado de lo que seguramente eran recuerdos al alcance de todo el mundo. Era fácil imaginar que los hombres debían pensar que no podrían ser violados ya que sin erección no hay violación y si hay erección hay deseo y de alguna manera también consentimiento. Extraña forma de pensar. Otra palabra acudió, encadenada, a mi consciencia: Machismo. Esa brutal forma de pensar tenía que haber sido una conducta frecuente en la mayoría de los hombres, de los machos. No recordaba nada de lo que había sido mi vida hasta llegar a Crazyworld, pero sin duda allá fuera sucedían cosas como estas. Me sentí desvalido sin una mochila de recuerdos de la que echar mano.

Kathy había logrado dar sensibilidad a mi pene, a mis testículos. De nuevo aquella sensación tan extraña. Era como alguien a quien acaban de anestesiar el cuerpo completo, dejando tan solo una diminuta parte con sensibilidad. No podía entender cómo había podido acudir aquella imagen a mi consciencia si ni siquiera había pensado en algo como la anestesia, la intervención quirúrgica. Aquellos recuerdos no formaban parte de mi mochila. ¿Estaba empezando a recordar por fin, esta vez sí? ¿La amnesia se iba deshilachando como una densa niebla penetrada por el sol radiante? Era lo que no había dejado de anhelar desde que supe que sufría de amnesia. Sentí miedo. Aquel no era el mejor momento. Podía ver a Kathy galopar sobre mí, el rostro desencajado por un placer que iba intensificándose a cada instante. También a mi consciencia iba llegando el placer, aunque de forma semejante a cómo le debe llegar el dolor a alguien anestesiado, a través de un pinchazo en un dedo, o de un corte o de un martillazo. Mi mente no lo estaba recibiendo de la forma acostumbrada, aun así podía identificarlo y disfrutar de él.

No era tan intenso como para olvidarme de aquella extraña situación. Estaba siendo violado y aunque deseaba sentir placer, aunque lo sentía, no podía obviar que había sido reducido a un vegetal contra mi voluntad, que aquella mujer intentaba acabar con mi vida tras la más extraña de las torturas, no la que genera dolor, sino placer. El galope de Kathy era ahora salvaje. Sus movimientos habían torcido mi pene erecto y estaban a punto de quebrarlo. ¡Me iba a romper el pene! La intensidad del dolor y el placer eran ya asombrosos. Se estaba preparando el más insólito de los orgasmos. Se estaba acercando… Y llegó con un impacto inaudito. Mi mente pareció desprenderse de mi cuerpo, algo incomprensible, porque ya llevaba muchas horas fuera de él. Creí que me iba a morir y el terror se apoderó de mí. Un terror también muy extraño porque el placer me hizo pensar que esa era la mejor forma de morir. No quería morir, pero si tenía que hacerlo, sin duda esa era la mejor forma.

De pronto una gran ventana redonda se abrió frente a mí. Sin saber cómo estaba al otro lado. En un lujoso salón había tres personas. Una de ellas sentada en un sillón enfrentaba a otras dos, en un sofá. No sé por qué me fije en ella desde el principio. Se trataba de una mujer ya mayor pero que aún conservaba rastros de una belleza que debió de ser impresionante en sus mejores tiempos. Estaba hablando, al tiempo que gesticulaba con exasperación, como si pensara que sus palabras no iban a convencer a los otros, pero sí lo podrían hacer sus gestos. No entendí de lo que estaba hablando. En realidad no creí estar oyendo sonidos físicos. Era como si pudiera leer sus pensamientos que mi mente traducía a palabras. Los otros dos eran un hombre de unos cincuenta años, tal vez más, porque se conservaba muy bien. Alto, fuerte, con un rostro bello, aunque duro, con una mandíbula pétrea, tal vez signo de una personalidad en la que no cabían las dudas, un carácter fuerte, donde los hubiera. Me sorprendió su físico, encontraba en él algo extraño que tardé en clarificar. No fue una voz interior, más bien una sensación surgida del fondo de mis recuerdos olvidados. Supe que era mi padre, y supe que era Johnny, el gigoló. Yo entonces sería Johnny, el gigoló, Junior. Escuchaba en silencio mientras apretaba una mano de la mujer que estaba a su lado. No sé cómo, supe que se llamaba Marta y era mi madre. Una mujer aún muy bella en su madurez. Los dos parecían oponerse a lo que estaba diciendo la otra mujer. Era Lily, la celestina de mi padre, la que le había reclutado unas décadas antes, en Madrid. Mi padre había escrito una especie de diario insólito, chocante, extravagante, no sabría cómo calificarlo. Tenía la impresión de haberlo leído, pero apenas era capaz de recordar algún dato, algún detalle.

Aunque nadie me miraba supe que también yo estaba allí. Mi auténtico yo, el que lo recordaba todo, o al menos todo lo que la gente normal suele recordar. De forma confusa lo entendí todo. Había decidido convertirme en un gigoló, como mi padre, y se lo había propuesto a Lily, solicitando su intervención como celestina. Ella me había apoyado y se había ofrecido para intervenir ante ellos. Mi padre estaba en desacuerdo y mi madre había puesto el grito en el cielo. De ello trataba la conversación que estaba presenciando. Mi madre comenzó a llorar y mi padre se enfrentó con rabia a Lily. Entonces ella lanzó unas llaves en la dirección donde se suponía que estaba yo, no sé si sentado o de pie. Vete a dar una vuelta, una vuelta larga, no tengas prisa en regresar. Esto nos llevará más tiempo del que yo pensaba. Había salido dando un portazo. Eso no lo vi, porque la escena parecía haberse paralizado. Eran ya recuerdos, claros, muy emocionales. En el exterior me esperaba un deportivo de alta gama. ¿Un regalo de Lily? No podía recordarlo con exactitud. Había subido, encendí el motor y me dispuse a dar una larga vuelta. Debió de ser muy larga para llegar hasta Crazyworld. O puede que no estuviera muy lejos de nuestro lugar de residencia. Cuando abandoné la población aceleré a fondo. Estaba muy enfadado, rabioso, porque a mi padre no le pareciera buena para mí una profesión que él había desempeñado sin vergüenza y con gran placer durante tantos años. Mi error fue no haber levantado el pie del acelerador cuando cayó la noche en mitad de aquel bosque. Y ahora estaba allí, en Crazyworld, en manos de una mujer vengativa que había decidido matarme a polvos sin que yo tuviera la culpa de nada, ni de lo que habían hecho otros hombres, ni de lo que había hecho yo. Iban a matarme cuando aún no había empezado a vivir. La ventana se cerró y yo caí en una curiosa inconsciencia porque aunque seguía con los ojos abiertos no era capaz de ver nada, ni de sentir nada, como si hubieran apagado la luz y me hubiera dormido, olvidándome de cerrar los ojos.

LA VENGANZA DE KATHY XV


LA VENGANZA DE KATHY XV

Para mí el tiempo no era ya un reloj que moviera sus agujas en una esfera, permitiéndome calcular el tiempo pasado o el por llegar. Solo podía compararlo a un sueño en el que todo ocurriera sin orden cronológico o espacial, secuencias cortadas a capricho por una tijera surrealista y loca. No sentir el cuerpo me desvinculaba de la realidad que cada vez estaba más lejana, como al otro extremo de un agujero de gusano que lo mismo conectaba con el otro extremo del universo que con un mundo paralelo o hasta con la muerte. Me preguntaba si en realidad yo no estaría muerto y lo que estaba viviendo era la forma en que los muertos desatascan sus pesadillas, dejándolas colarse por el sumidero de la nada. Aunque algo sí me había conectado una pizca con la realidad. Aquel orgasmito de la señorita Pepis me había permitido sentir que aún tenía un cuerpo, aunque no lo notara demasiado, es decir, nada, salvo aquella especie de corriente eléctrica que había atravesado mi pene, echando chispas en los testículos y explotando como un petardo mojado en mi escroto. Era poco, muy poco, pero sí lo suficiente para que pudiera apreciar cómo la voz de Kathy, que se había acostado a mi lado, y a la que apenas percibía por el rabillo del ojo, iba desgranando una letanía que apenas comprendía ni quería comprender.

-Esto es solo el comienzo, querido, una especie de despertar, un salir de la tumba por un huequito y atisbar el mundo de los vivos. Tampoco ha sido un gran orgasmo para mí, pero todo irá cambiando poco a poco. Ni siquiera el superpoder de mi clítoris ha sido capaz de resucitar del todo a la parte que más aprecias de tu cuerpo…Sí, porque tú adoras a tu pene que te permite entrar en tantas cuevas que ya has perdido la cuenta. No has sido capaz de apreciar el fuego devorador de la dragona que habita en el interior de mi cueva. No te hubiera pedido mucho, tan solo que me recordaras durante unos días y luego volvieras a mí de vez en cuando, dándome un poco de ternura a cambio del gran don del orgasmo cuasi infinito. Pero no. Ni siquiera llevas aquí tres días y ya te has acostado con más mujeres que días. Conmigo, luego con Heather, después con Dolores, al final con Alice. Y te hubiera gustado hacértelo con la doctorcita. Una tras otra y tras una y luego vuelta a empezar. Todos los hombres sois iguales. Nos utilizáis y luego nos tiráis como un trapo sucio. Ni siquiera os preocupa dejarnos contentas a cambio del fuego eterno de nuestras cuevas. Ni una buena palabra, ni una caricia, ni un gesto de compañerismo. Nada. Absolutamente nada.

-Pero esto se va a terminar. Llegará el apocalipsis y todos los hombres perecerán en la cueva donde habita la diosa Venus. En la Venusberg morirá la maldad de los hombres. Y yo seré su sacerdotisa, su enviada, su vengadora… Sí, ya sé que tú no eres el peor de todos ellos, pero tienes su misma naturaleza. Si hubiera sido justa habría empezado con Mr. Arkadin, el peor de los hombres. Pero aún no ha llegado. Nunca llega cuando se le espera, ocupado en sus negocios, como si el dinero fuera mejor que el superpoder de mi clítoris. Aun así llegará y recibirá su merecido. Para entonces sabré muchas cosas que habré aprendido de ti y las emplearé en su tortura con tanto entusiasmo, con tanto deleite, con tanta persistencia, que será un placer impagable el que recibiré de es miserable.

-No, no hemos acabado. Esto apenas ha sido el principio de la noche… Porque afuera sigue siendo de noche. Llegaste con la tormenta que no te dejó ver la hora y no llevas un reloj en tu muñeca que te permita saber que el tiempo va transcurriendo. La pócima del doctor Cabezaprivilegiada te ha tenido dormido unas horas, no muchas, menos de las que piensas. Aún nos queda mucha noche. Yo sí tengo un reloj que marca las horas y sé que en el exterior sigue la noche, porque la puedo ver por una especie de raro periscopio, invento del profesor chiflado, como los rayos y truenos que aún siguen, lo mismo que el repiqueteo de la lluvia. Mira, voy a permitir que veas y escuches, antes de someterte al segundo tormento. Lo que ocurre en el exterior es recogido por ese periscopio y pixelado en la pantalla que vas a tener frente a ti. Mira y disfruta…

Una enorme pantalla comenzó a descender del techo. Enorme, pero no tanto que escapara a mi campo de visión. Se detuvo en el centro de ese campo de visión, se encendió y un relámpago que pareció quedar anclado en el cielo oscuro me deslumbró hasta la ceguera… si eso era posible porque mis ojos, ahora lo comprendía, habían adquirido una visión extraña, como la que uno posee en ciertos sueños, en los que se puede ver todo desde fuera y al mismo tiempo desde dentro, una visión normal amplificada en capas dimensionales, como una cebolla surgida de un agujero negro. Me sentí como la criatura del doctor Frankenstein que abre los ojos por primera vez y deslumbrado contempla un mundo nuevo, no tan doloroso como el que vendrá después, cuando lo vaya comprendiendo. Porque él viene de la muerte y abre los ojos a la vida. No recuerda nada de la muerte y no sabe nada de la vida, pero sí lo suficiente para saber que la vida es mil veces peor que la muerte… ¿De dónde había surgido ese recuerdo? No lo sabía, no obstante era extraordinariamente preciso, como si hubiese leído la famosa novela y visto todas las versiones cinematográficas que de la misma se habían hecho hasta la fecha, que no sabía cuál era, pero era aquella, el momento presente. Comprendí que por una hendidura muy pequeña, tal vez generada por aquel relámpago que permanecía aún en la pantalla, como si alguien hubiera dado al pause, estaban empezando a brotar recuerdos muy escondidos en alguna parte profunda y misteriosa de mi subconsciente. Todo parecía transcurrir a cámara lenta. Tras el relámpago llegó el trueno horrísono que se prolongó como una carambola infinita. Y el repiqueteo de la lluvia me relajó como el baño en aguas frescas tras una travesía por el desierto. Tenía la lengua seca y la boca arenosa… Pero no, mi cuerpo no podía sentir nada. ¿Entonces qué eran aquellas sensaciones? El tiempo transcurrió, más como recuerdo de cómo transcurre el tiempo que por experiencia vital y presencial. La tormenta parecía no ir a amainar nunca. Me vino a la cabeza, a la mente, a lo que fuera en que se había convertido mi consciencia, la idea de lo que estaría ocurriendo en Crazyworld. ¿Alice habría dado ya la alarma? Tal vez fuera pronto, pero lo haría en cualquier momento, cuando ya no le cupiera la menor duda de que me había perdido en el bosque. Porque eso es lo que pensaría. ¿En qué otra cosa podría pensar? No en una Kathy endemoniada que me había drogado y trasladado a un búnker subterráneo del que nadie sabía nada. ¿Y cuando ella diera la voz de alarma quién le haría caso, cómo podría convencerles de que yo estaba perdido en el bosque? Tal vez Jimmy, ese maldito tunante, atisbara lo ocurrido y pusiera a todo el mundo en pie de guerra. Era capaz de eso y de mucho más. Nadie le llevaría la contraria, ahora que el doctor Sun se había vuelto más loco que sus pacientes y él, uno de sus locos pacientes, había tomado el mando por orden expresa del propio doctor Sun. ¿Qué harían? Esperarían a que pasara la noche y comenzarían la búsqueda con el alba. No, Jimmy no lo consentiría. Distribuiría linternas, crearía grupos de búsqueda, intentaría convencer a los robots de que les ayudaran. ¿Sabría Jimmy de la existencia de los robots? Por supuesto él lo sabía todo. Casi me reí a carcajadas viéndole dirigir semejante actividad. Era una risa plana que se deslizaba en mi interior como una serpiente. Y entonces, algo interrumpió la tormenta, mi ensoñación, fue la voz de Kathy de nuevo.

-Y ahora, hombrecito malvado, vamos a seguir con la segunda parte de tu tortura….

LA VENGANZA DE KATHY XIV


Mi mente no funcionaba con normalidad. La droga que me había inyectado había cambiado los procesos mentales que yo había considerado como normales hasta ese momento. Claro que no era capaz de imaginar cómo puede funcionar la mente de alguien que no sufre de amnesia, que recuerda todo su pasado, o lo que pueda recordar una mente normal del pasado, que aún no sé cuánto es o cómo es. Yo sabía que a partir de mi despertar en la clínica, con Kathy de enfermera, fui recordando lo que me iba sucediendo con una continuidad cronológica y espacial. Bueno, lo del tiempo era una sensación un tanto rara, como lo es saber que tienes un cuerpo adulto sin recordar tu nacimiento ni el proceso evolutivo a lo largo de los años. Es como estar comiendo sin gusto ni olfato, sabes que estás comiendo, el estómago lo agradece, pero no lo disfrutas, al menos no del todo. Tienes una sensación rara, como si eso no fuera normal. Eso me ocurría a mí con el tiempo. No sabía muy bien cómo era su transcurso. Cuando me decían que había transcurrido una hora me encogía de hombros. Sí la sensación era diferente a cuando me decían que había transcurrido un minuto. Algo en mi cabeza procesaba la información, pero no de forma automática, requería un esfuerzo. En los tres días que llevaba en Crazyworld, suponiendo que fueran tres, ese automatismo del tiempo se fue haciendo más comprensible para mí. Ahora, tras la droga, me ocurría algo parecido. Gracias a la vista, que percibía lo que pasaba frente a mí y a cómo me sentía cuando los movimientos físicos de mi entorno se iban sucediendo con el ritmo adecuado, podía intentar establecer un tiempo para todo lo que había ocurrido desde que despertara. Cuando Kathy me hablaba comparaba cómo sentía el transcurso del tiempo cuando había hablado con otros en Crazyworld, sus palabras eran como el tic-tac de un reloj, me ayudaban a percibir el discurrir del tiempo. Cuando se fue a cenar, mi mente procesaba cuánto podía haber tardado y lo comparaba con nuestras comidas en el gran comedor del edificio principal. El tiempo parecía distinto cuando el cuerpo no lo percibía, salvo por la mirada fija. No sentir el cuerpo es algo muy raro, te das cuenta de que el concepto que tienes del tiempo, así como de otros factores vitales depende mucho de los sentidos, tanto que sin ellos se genera una especie de vacío muy especial. El cuerpo necesita de los sentidos para sentirse anclado a la realidad, sin ellos la mente se pierde, se extravía, como un pájaro sin alas que ha sido disparado por un cañón. La mente se mueve a gran velocidad pero está atada por una mano invisible. No es libre. Si a esto se añaden los efectos del potingue del profesor Cabezaprivilegiada, totalmente desconocidos para mí, a lo más que puedo comparar cómo me sentía es a la sensación que uno tiene al despertar de un sueño profundo. Tardas en aceptar que la realidad del sueño no era tal realidad, tardas en reconocer la realidad que aceptas con normalidad cuando llevas un tiempo despierto. El proceso es lento, la mente está muy ralentizada, algo, no sabes bien qué te tiene atrapado, tomado del cuello y aprieta hasta que necesitas respirar y das una gran bocanada, entonces, por un instante te sientes vivo. No sé si debido a mi amnesia o a que yo era así antes, me había costado despertar y asumir dónde estaba. Claro que estar en Crazyworld no es fácil de asimilar y dado el trauma del accidente, mi cerebro necesariamente tenía que haber quedado traumatizado. A pesar de no recordar apenas lo sueños, los prefería a la pesadilla que era vivir en aquel infierno de lujo. Ahora me pasaba algo parecido, deseaba fugarme de la realidad, llamada Crazyworld, de todo lo que me había ocurrido desde que aterrizara allí, pero sobre todo de lo que estaba ocurriendo en aquel búnker. Pero no podía fugarme al sueño o a la inconsciencia y tampoco a recuerdos del pasado o incluso cercanos, porque mi menta actual no procesaba bien, era demasiado lenta. Todo era lento en aquel proceso infernal.

Acababa de ver cómo Kathy había terminado el recorrido de su lengua sobre mi cuerpo desnudo. Me pareció un tiempo largo, aunque no sabría decir cuánto. Ahora había introducido mi pajarito dormido, más bien muerto en su vagina. Antes había corrido la piel y destapado el glande, que restregó contra su clítoris que imaginé creciendo. Al parecer aumentaba de tamaño al compás de su deseo, aunque esa era una conclusión bastante lógica después de la noche que ella pasó en mi dormitorio, pero no estaba cimentada en ningún dato sólido. Me pregunté cómo podía sentir deseo aquella mujer hacia mi cuerpo desnudo, que bien podía ser muy deseable para ella, incluso objetivamente podría ser muy deseable para cualquier mujer. Pero era un cuerpo muerto, un pedazo de carne sin vida. ¿Cómo era posible? La imaginación debe tener bastante importancia en el sexo. Creo que lo habría sabido con seguridad de haber recordado mi pasado.

Creo que el glande reaccionó un poco al masaje sobre su clítoris que imaginé exudando aquella misteriosa sustancia que hacía a Kathy tan especial. Pero no podía estar seguro. No podría calificar al fenómeno de sensación, porque no lo era en comparación con lo que mi cuerpo sentía cuando estaba despierto, vivo. Sin embargo me dio una idea bastante vaga y confusa de cómo mi mente recibiría las supuestas sensaciones que iba a vivir mi amodorrado miembro viril, un pequeño zombi que estaba tan perdido como yo. Fue como si algo llegara a mi cerebro, a mi mente, pero directamente, sin pasar por los canales que llevan los estímulos a través del sistema nervioso hasta el cerebro. Un diminuto impacto en mi mente que golpeaba en algún lugar de la cabeza, no sabría decir cuál y que el ordenador mental intentaba procesar fuera de sus circuitos habituales. Me sentí mal, como si una bala hubiera roto el cristal de mi bunker craneal y el caos y el miedo se hubieran apoderado de mi consciencia, si es que se podía llamar consciencia a lo que transmitía mi vista, porque el resto de los sentidos estaban muertos, a excepción del oído, como había comprobado antes. No era capaz de asimilar cómo podían funcionar vista y oído desvinculados del resto de los sentidos. El proceso de mi pensamiento era lentísimo, vago y muy confuso, pero aun así continuaba produciéndose. Era una gran sensación de alivio el saber que no había perdido la capacidad de razonar, como un ajedrecista novato enfrentado a un gran maestro del ajedrez. Una sensación rara me invadió, como si un recuerdo tratara de aflorar desde el pasado olvidado. ¿Había jugado yo al ajedrez?

Por los movimientos de las caderas de Kathy supe que el pene ya estaba dentro de ella y parecía estar resucitando, muy atontado, pero despierto. Supuse que su clítoris exudaba ahora como una esponja oprimida por férrea mano. El trozo de carne que tenía entre mis piernas no podía dejar de reaccionar a aquella sustancia, peleando bravamente con los efectos anestesiantes del potingue. Intuía que iba adquiriendo rigidez, que había entrado en erección. Además de una intuición era también una sensación, si es que aquello podía llamarse así. Mi mente visualizaba lo que yo sabía que ocurría en estos casos, pero no era solo eso. Lo que percibía tenía cierto parecido a lo que yo había sentido cuando practicara el sexo normal, y habían sido bastantes veces desde que llegara a Crazyworld. Mi falta de memoria me impedía comparar y dar un marchamo de verdad o mentira a la sensación de que aquello que me había ocurrido desde mi llegada, en el terreno del sexo, era normal o muy anormal.

Kathy parecía estar empezando a disfrutar. Me llegaba algún suspirito que otro. Mi pene tenía que haber alcanzado un grado de erección aceptable para que ella lo sintiera dentro de su vagina. Lo que yo sentía era como el eco en un radar, solo que generándose cada mucho tiempo, tal vez un par de minutos. El operador del radar debía de estar muy atento para no perdérselo. Así era el diminuto placer que estaba llegando a mi cerebro. Era un eco muy distorsionado, muy lento, como un eco extraño que se moviera como una culebra adormecida, la sensación de espacio era muy rara y caótica. Parecía venir de muy lejos, se acercaba, se volvía a alejar, su volumen subía, bajaba, todo sin la menor hilación espacio-temporal, como llegando desde otra dimensión. Si Kathy me iba a matar de placer, a polvos, iba a tener que hilar muy fino, porque salvo que me descoyuntara el pene y tuviera una hemorragia abundante e imparable no veía otra forma de morir. El infarto no parecía una posibilidad muy lógica, teniendo en cuenta que mi corazón estaba anestesiado, como el resto de mi cuerpo. Si mi conclusión no estaba equivocada, tanto el sistema circulatorio, como el nervioso, debían de estar paralizados. De esa forma si no llegaba sangre a mi corazón, ni salía de él y si los estímulos nerviosos no llegaban al cerebro por los canales normales, no parecía que fuera a sufrir una parada cardiaca, ni tampoco respiratorio, porque mis pulmones tampoco funcionaban. ¿Por dónde me llegaba entonces el oxígeno? El profesor tenía que haber hecho un gran trabajo con aquella maldita droga.

Entonces percibí como un estiramiento del miembro, la sensación se extendía por toda su longitud, pero de ahí no pasaba. Hubiera dado cualquier cosa porque también resto de mi cuerpo fuera saliendo del letargo, pero era algo que no parecía fuera a suceder. ¿Puede una parte del cuerpo sentir como si todo el cuerpo sintiera lo mismo? Eso debía de estar ocurriendo. Mi pajarito estaba despierto y trinando con cierta alegría. Aquel bandido estaba disfrutando como si todo mi cuerpo estuviera despierto, pero sólo él lo estaba. La intensidad del placer fue aumentando en mi cerebro, porque el resto de mi cuerpo no lo percibía. No era el placer normal en estos casos. Todo estaba ralentizado, el eco del radar podía estar acercándose al orgasmo, pero fuera del tiempo. Perdida la sincronicidad espacio-temporal, perdidos todos los parámetros que pueden situar esta función corporal en su adecuado contexto, la sensación estaba más cerca del miedo que del placer.

Me dije que ya que iba a morir, que estaba siendo torturado, al menos intentaría disfrutar todo lo que me fuera posible. Mis ojos que no se habían movido una micra seguían contemplando todo lo que no había dejado de ver desde mi despertar. Me centró en el cuerpo de Kathy, en sus pechos, en sus caderas alcanzando ya un galope muy interesante. No lo hice moviendo los ojos, tuvo que ser la mente la que se centrara en ello, como el haz de luz de una linterna o como un finísimo rayo láser que se fuera trasladando en el espacio. Los grititos de Kathy y su bamboleo me dijeron que estaba llegando ya al orgasmo, yo en cambio ni me apercibía de estar en proceso de completar un orgasmo en debida forma. Me pregunté cómo podría eyacular, cómo los espermatozoides podían trasladarse desde sus cuarteles hasta el final del túnel. El profesor no podía ser tan sabio como para hacer que una pequeña parte del cuerpo funcionara con normalidad y el resto no. Por otro lado, tampoco me parecía que la exudación misteriosa del clítoris de Kathy pudiera llegar a realizar semejante proeza. Todo tiene un límite. Kathy había alcanzado un buen orgasmo, a juzgar por sus gestos y sonidos. Pero para mí fue algo muy decepcionante. Apenas había sentido algo minimamente semejante al orgasmo. Tuvo que pasar un tiempo hasta que comprendiera que mi mente iba muy ralentizada. Cuando llegó el orgasmo, para mí fue un orgasmito. Imaginé que tal vez mi mente se estuviera acostumbrando y adaptándose al proceso, puede que en otros coitos llegara a alcanzar algo que se pudiera comparar con lo que sentía cuando el cuerpo no estaba anestesiado. Esperaba que sí, porque si no la tortura iba a ser de aúpa. Kathy se dejó caer sobre mi cuerpo, o mi supuesto cuerpo, porque no sentí nada. Y allí permaneció respirando aceleradamente.

LA VENGANZA DE KATHY XIII


LA VENGANZA DE KATHY XIII

Deseé que la cena hubiera sido abundante, que tuviera lleno el estómago y eso la obligara a seguir hablando un buen rato, antes de comenzar la tortura. Porque eso iba a ser aquella sesión nocturna, una auténtica tortura. Claro que sentía una cierta curiosidad morbosa por ver el resultado de aquella lucha de película, Predator contra Cucudrulus gigantescus, o lo que es lo mismo su clítoris aberenjenado con poderes de super heroína, que tan bien conocía yo, contra mi pene muerto, o más bien en estado zombi, lo mismo que todo mi cuerpo. ¡Ojalá que también mi mente hubiera alcanzado ese estado de zombi o el nirvana del vacío!

-Estás deseando que te cuente lo que he cenado, para darte envidia, o que te cuente cualquier cosa, con tal de retrasar el momento, pero no lo voy a hacer. Me he bebido una botella entera de borgoña, de las que Mr. Arkadin tiene en su bodega secreta, y como no suelo beber, ni estoy acostumbrada, he pillado un buen colocón. Estoy caliente, muy caliente, mi clítoris comienza a exudar su jugo mágico que no pienso desperdiciar. Será una noche memorable. Y no creas que no puedo saber si tu esparraguito va a reaccionar. No te voy a contar si ya lo he experimentado con otro hombre en tus mismas condiciones. Quiero que el suspense permanezca hasta el final.

Comenzó a sonar una música de striptease que me pareció conocida, pero que no podía ubicar, tal vez de una película. Mi mente parecía estar muy descolocada, dislocada, diría yo, porque no recordaba si Kathy estaba desnuda o vestida cuando abrí los ojos. Puede que siguiera desnuda y cubierta de barro como cuando la vi en el claro, bajo la tormenta, bajo los rayos, arrullada por los truenos. Puede que no se hubiera duchado antes de cenar, entonces la silla y el suelo estarían cubiertos de barro. O tal vez tuvo tiempo suficiente para bañarse en la bañera con toda clase de sustancias odoríferas mientras yo dormía el sueño de los justos. Es posible que se hubiera vestido, acicalado, pintado para la cena. Pero si había hecho todo eso ahora estaba desnuda, embarrada, con una especie de pinturas de guerra en su rostro y en todo su cuerpo. Así era, salvo que mi mente estuviera delirando, lo que era posible, aunque no lógico. ¿Cómo era posible que el barro permaneciera tanto tiempo pegado a su cuerpo sin desprenderse y formar charquitos en el suelo? ¿Acaso se había untado con alguna poción del maldito profesor, que permitía al barro permanecer pegado a la piel como con pegamento? ¿Se había pintado el cuerpo con pinturas de guerra durante las horas que duró mi catatonia? ¿Entonces por qué no las había visto al despertar? ¿O sí las había visto pero no percibido? Mi mente trabajaba como una locomotora de vapor, asmática e hiperactiva. Lo que sin duda estaba intentando era pensar en cualquier cosa menos en lo que iba a suceder a continuación.

No es que temiera el contacto con su cuerpo –no lo iba a notar, como no notaba el mío- ni lo que me fuera a hacer o dejar de hacer, porque bien podría cortarme en pedacitos y no sentiría nada, nada de nada. Había dejado de sentirme angustiado por la posibilidad de morir, al fin y al cabo. una muerte sin dolor no deja de ser un sueño profundo en el que caes casi sin darte cuenta. Lo que más temía era mi impotencia. No podía moverme, no podía hacer nada, estaba en sus manos. Era como una película que uno no es capaz dejar de ver porque te han atado a una silla y han abierto tus ojos con un artilugio que te impide cerrarlos o desviar la mirada. Ella decidiría lo que la maldita película se iba a prolongar. Me hablaría de lo que quisiera durante el tiempo que deseara y yo no controlaría mis reacciones ni sería capaz de huir del momento presente, fuera el que fuese.

De alguna manera terminó su danza demoniaca que yo había visto en su totalidad, aunque no la recordaba en todos sus detalles, porque iba descubriendo que la pócima era capaz de anular mi cuerpo, pero no mi mente. Ésta era como una nave espacial, yendo y viniendo de acá para allá, hacia atrás y hacia delante, ocultándose tras planetas y satélites, fugándose hacia el sol a toda velocidad, en un intento de suicidio, inútil aunque deslumbrante. Ella controlaba mi cuerpo, pero no mi mente. Es cierto que yo tampoco la controlaba del todo, sin embargo, iba avanzando poco a poco en ese control. No pude fugarme cuando ella se abalanzó sobre mí. No sentí el peso de su cuerpo, no sentí nada. Kathy era como una demonia etérea, una imagen que había saltado desde una película y ahora peleaba con mi cuerpo desnudo como si fuera mío. Acarició mi pene que ni se inmutó. Se lo metió en la boca y ni siquiera se estiró un milímetro. Pasó su lengua por mi piel, haciendo sin prisa un recorrido que la llevó a mis pezones que mordisqueó o mordió con ganas, no lo sé, porque no sentí nada. Al llegar a mi boca se entretuvo en un beso complicado, tuvo que abrir mi boca con sus dedos y buscar mi lengua apagada, muerta, con la suya, muy viva. No entendía cómo estaba disfrutando de algo así, era como tener sexo con un muerto. Se dejó caer a plomo sobre mí. Su sexo se pegó al mío, supongo por la posición, porque cuando uno pierde el tacto solo puede imaginar a través de la vista. Movió sus caderas al compás de sus risitas de niña tonta y entonces mordisqueó mi oreja derecha y se puso a susurrar palabras, frases sin sentido. Se me ocurrió una idea extraña. ¿Cómo estaba escuchándola si mis oídos deberían haber entrado en estado zombi, como todo mi cuerpo? Era una cuestión sobre la que reflexionar con calma, cuando pudiera, como sobre el resto de efectos que la poción del profesor Cabezaprivilegiada había causado en mi cuerpo.

-Te voy a devorar como una pantera a un cervatillo. Grug-grag. Te voy a depredar sin compasión. Y cuando acabe contigo atraeré aquí a Mr. Arkadin y le haré lo mismo. Luego seguiré con todos los machos depredadores del planeta, sin prisa, el apocalipsis será lento, me regodearé mientras los machos impotentes pagarán por todo lo que me han hecho. Grag-grug. Tengo suficiente poción para eso y para más. Y cuando acabe con los depredadores terrestres, seguiré con los extraterrestres, con toda la galaxia, con todo el universo. Grug-grag, grag-grug.

Continuó desgranando frases delirantes con una voz demoniaca que no era la suya. De repente comprendí que Kathy se había vuelto completamente loca. Mi única esperanza era que encontraran cuanto antes aquel bunker subterráneo y me rescataran. Pero esa no era ya una esperanza, yo también estaba delirando como ella.

LA VENGANZA DE KATHY XII


LA VENGANZA DE KATHY XII

Una risa aullante, demoniaca, salió de la boca de Kathy que había recobrado su posición anterior y permanecía como antes, inmóvil como un árbol. Por suerte una ristra de horrísonos truenos me impidió seguir oyendo aquella risa demoniaca. Mi vello debería estar erizado y mi cuerpo helado como un témpano. Es un decir, porque mi cuerpo parecía haber desaparecido, no sentía nada.

-Ahora solo una respuesta más y te dejaré en paz…Solo por un momento. Voy a cenar. Estoy hambrienta como un monstruo que no ha comido en un milenio. Necesitas saber por qué te voy a matar. ¿Qué has hecho tú, un bondadoso gratificador de mujeres necesitadas, para merecer esto? Te lo voy a decir. Esperaba mucho de ti. Ya sé que los hombres sois incapaces de amar, pero mis expectativas respecto a ti no eran las que tengo con el resto de machos del planeta. ¡Puaf! Me dais un asco infinito. Confiaba que después de nuestra noche comprendieras que yo, y solo yo, era la mujer de tu vida. Me has decepcionado. Eres como los demás. Y aún lo serás más cuando recuerdes tu pasado, si es que lo recuerdas. Eres mi primera víctima, la siguiente será Mr. Arkadín cuando venga, porque va a venir, ni tú ni ese idiota de Jimmy seríais capaces de descubrir al psicópata que anda suelto. Y después de Mr. Arkadín acabaré con todos los machos del planeta. Primero los de Crazyworld y luego el resto. Sí, una vez que muera Arkadín, saldré de aquí y me dedicaré a matar a todos los machos del planeta. No tendré tiempo, piensas. Te equivocas, obligaré al profesor Cabezaprivilegiada a terminar sus experimentos con el líquido que rezuma de mi clítoris hasta transformarlo en un poderoso veneno. Lo mezclaré con el agua que abastece a las grandes ciudades y todos morirán. Jajá. Será maravilloso contemplar el apocalipsis en primera fila. Y ahora te dejo contemplando esta tormenta apocalíptica. Ya me contarás. Jajá. No te preocupes, te alimentaré con sonda y tu cuerpo resistirá hasta que tu corazón explote, porque parado ya está. ¿Cómo un cuerpo puede permanecer muerto y la mente viva? Eso pregúntaselo al profesor, bambino caro.

Los rayos eran cada vez más terroríficos. Como si Jupiter tonante estuviera muy cabreado, pero que muy, muy cabreado. Los truenos retumbaban al lado de mis orejas. Debería tener los tímpanos horadados. Pero no sentía ningún dolor. ¿Por qué no afectaban a Kathy? ¿Otro invento del maldito profesor? Iba a morir. La idea, como un rayo, rasgó las meninges de mi cerebro. No podría hacer nada. Era una muerte segura. ¿Y si me encontraban? Mi desaparición no pasaría desapercibida. Alice hablaría y mis mujeres, si no todos, saldrían a buscarme. Alice, Heather, hasta Dolores. Me entró una risa tonta que no pudo salir al exterior. Imaginarme a Dolores corriendo por el bosque en mi busca me producía una dolorosa hilaridad. Era increíble que conservara el humor aún en aquellas circunstancias. Así es el ser humano, una mierda con capacidad de reír. ¿Habría asesinado Kathy al director? No iba a poder preguntárselo, a no ser que se le ocurriera también responder a esa pregunta. ¿No parecía saber todo lo que yo estaba pensando?

¿Podría dormir? Esa era una pregunta interesante a la que Kathy no había respondido. ¡Si al menos pudiera descansar! ¡Pero qué estaba diciendo! Mi cuerpo no podía estar cansado porque ni siquiera tenía cuerpo. En cuanto a mi mente, estaba tan lúcida que hasta me daba miedo. Se me ocurrió que tal vez aquel trauma que estaba sufriendo me ayudaría a recuperar la memoria. Sería una bonita forma de entretener el tiempo que iba a durar aquel tormento. Si iba a morir, al menos que muriera recordando todo lo que había sido hasta llegar a Crazyworld. Era una técnica interesante, mejor que las hipnosis del doctor Sun. ¿Y si a pesar de la seguridad de Kathy su clítoris no pudiera enderezar mi miembro? Jajá, sería fantástico, un auténtico chasco para aquella psicópata. Tendría que matarme de cualquier otra manera. Hiciera lo que hiciera no sentiría dolor. Por ese lado todo perfecto. ¿Y si dejara que el efecto pasara para que pudiera sufrir? Entonces tendría una oportunidad. Pero, claro, antes me inmovilizaría, no era tonta. Todas las posibilidades que se me ocurrían terminaban indefectiblemente en mi muerte, más o menos dolorosa. Casi mejor que me matara a polvos. Una pregunta interesante ¿mi cuerpo sentiría placer, o actuaría de forma automática, sin que yo me enterara? Esa era la primera pregunta que me gustaría que Kathy respondiera al volver. ¿Cuánto tardaría en cenar? Tiempo más que suficiente para que mi mente recorriera todos los laberintos del terror. Mejor pensar en otra cosa.

¿Quién era yo? ¿Qué había hecho durante los pocos años que había vivido? ¿Quiénes eran mis padres, dónde estaban? ¿Era en verdad un gigoló o acaso tenía alguna novia en alguna parte? ¿Era español o norteamericano? ¿Por qué parecía conocer el español como mi lengua materna? ¿Y si era español, por qué me había trasladado hasta allí? ¿Dónde había nacido? ¿Era creyente, ateo, agnóstico o medio pensionista? ¿Cómo era mi carácter? ¿Alegre, apático, un perdonavidas, un viva la virgen, un idiota? ¿Era culto, había leído muchos libros, visto muchas películas, escuchado mucha música? Tal vez fuera un jovencito adorable…Bach, Bach, Bach. ¿Quién era Bach? ¿Un músico? Me sonaba mucho. ¿Estaba recuperando la memoria? Me hubiera gustado cerrar los ojos y esperar que las imágenes desfilaran por la pantalla de mi mente enclaustrada. Pero no podía. ¿En verdad me gustaba tanto el sexo como parecía? Sí, estaba muy bien, era muy agradable, más que eso, era lo mejor que uno podía hacer en la vida. Si la humanidad se ocupara solo de eso no habría guerras. ¿Qué era una guerra? Por un instante unos nombres sin sentido acudieron a mi memoria. La batalla de Waterloo, la guerra de los treinta años, La primera guerra mundial, la segunda, la guerra de Corea, de Vietnam, el desembarco de Normandía… ¿Qué demonios era todo eso? ¿Qué se hacía en las guerras? Matar y morir, una cosa después de otra, todas a la vez. El dinero, el capitalismo, el marxismo. Los privilegiados, los marginados, los proletarios, los burgueses. Todo pura palabrería, porque no la acompañaban imágenes. Sin imágenes no iba a poder recordar y no aparecerían mientras tuviera los ojos abiertos. Ahora que estaba solo, inmovilizado, la necesidad de recordar se hacía acuciante. Sin memoria uno es nada. Yo debería ser un auténtico idiota puesto que carecía de memoria. Tal vez todo rodara por el subconsciente, como en una partida de bolos. Sin embargo, sabía lo que era una partida de bolos, aunque no tuviera imágenes. Sabía muchas cosas, aunque no las recordara. El significado de las palabras, por ejemplo. Eso era una parte importantísima de la memoria. Si lograba salir de este espeluznante episodio hablaría largo y tendido con el doctor Sun. Por supuesto que era un idiota, pero también un sabio, conocía muchas cosas, podría explicarme cómo funciona la memoria y por qué yo no recordaba nada o casi nada y sin embargo actuaba como si lo supiera todo. ¿Qué partes del cerebro siguen funcionando cuando eres amnésico y qué partes no, y por qué eres capaz de comportarte como una persona normal cuando la amnesia se ha apoderado de ti? ¿Existían muchas clases de amnesia y cómo se llamaba la mía? ¿Qué ocurriría cuando lo recordara todo o casi todo? Nada, porque iba a morir.

Aquel pensamiento fue como un martillazo en mi cabeza. Es un decir porque yo no tenía cabeza, al menos no lo notaba. De pronto fui consciente de la tormenta, que casi había olvidado. Sin duda era un espectáculo dantesco. Rayos y más rayos. Truenos y más truenos. Casi deseé que Kathy volviera y comenzará aquella tortura que me llevaría a la muerte. Quería saber si iba a sentir placer y cómo sería éste comparado con el que yo había sentido con Kathy la primera noche, luego con Heather, luego con Dolores, luego con Alice. Si era parecido me gustaría morir de una puta vez, disfrutar horas y horas y horas hasta que mi corazón estallara… es un decir. ¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿Se perdía la sensación de tiempo?

De pronto Kathy estuvo otra vez dentro de mi campo de visión. Parecía como si el barro se hubiera endurecido y forma ya parte de su piel. Además, sus colores de guerra eran realmente espectaculares. Me hubiera gustado verle los ojos, pero parecían escondidos tras el barro.

-Ha sido una cena muy agradable, aunque lo hubiera sido más si tú me hubieras acompañado. Pero no, tenías que hacer el idiota con otras mujeres, como si yo no fuera suficiente. Podría haberte ayudado a salir de aquí. Sé cómo hacerlo. Nos hubiéramos ido juntos a cualquier remoto lugar del planeta. Allí hubiéramos sido felices. Hubiéramos tenido hijos. ¡Me encantan los niños! Juntos, siempre juntos, de día y de noche, a todas horas. El sexo hubiera durado todo el tiempo que deseáramos. Nos ocuparíamos de sobrevivir, de criar a los hijos, y luego noches enteras de sexo, mientras los niños dormían. No necesitaríamos gran cosa. Una cabaña en un lugar tropical, alimentos al alcance de la mano, una playa de arena fina, aguas cristalinas. Ese era mi sueño contigo. Pero no, tenías que estropearlo. Eres un mastuerzo, como todos los machos, siempre pensando en tener sexo con todas las mujeres del planeta, cuando os basta y os sobra con una. Vale, antes de comenzar con el sexo, más respuestas a tus preguntas. No sé cómo sentirás el sexo, pero lo sentirás. El profesor me comentó que ciertas partes del cerebro seguían funcionando, llegarás al orgasmo, aunque no sé cómo lo sentirás. Tampoco sé si eyacularás. Eso no lo sabía el profesor porque no se había experimentado. Por si acaso no he tomado anticonceptivos. Creo que me encantaría que me hicieras un hijo, mejor dos, o todos los que fuera posible. Así, cuando mueras, yo podré escaparme de aquí y criar a mis niños en un remoto y bonito lugar del planeta.

LA VENGANZA DE KATHY XI


LA VENGANZA DE KATHY XI

         

* * *

Desperté, o más bien fui consciente de estar despierto, porque tenía los ojos abiertos, no recordaba haberlos cerrado, solo el haber caído en una especie de profundo pozo negro. Me sentía raro, muy raro. Tardé en saber el por qué. Lo supe cuando intenté mover los dedos de mis manos. No fui capaz. Tampoco pude mover las piernas. Estaba como anestesiado. Ni siquiera podía parpadear. Los ojos permanecían como fijados por un imán frente a mí. No era capaz de dirigirlos a mi gusto, ni a izquierda o derecha, arriba o abajo. La luz que iluminaba tenuemente el espacio frente a mí era artificial pero no podía ver de dónde procedía, el foco con seguridad estaba en el techo, que no percibía porque era muy alto, esa fue la explicación que encontré. Noté con sorpresa, primero, luego con terror, que si bien mi cuerpo estaba allí no lo sentía. Recordé la escena en el claro, la tormenta, cómo me había abrazado a Kathy y luego nada. ¿Qué había ocurrido? No había el menor sentido en todo ello. Ninguna explicación racional. Intenté salivar, la boca estaba seca, pero hasta de ese mínimo acto reflejo no me estaba permitido.

-Estás drogado. Es un veneno parecido al curare, solo que manipulado por las manos expertas del profesor Cabezaprivilegiada.

El sonido llegaba con nitidez a mis oídos. Era la voz de Kathy, sin la menor duda. Alcanzaba a ver. Conseguía oír, pero el tacto no funcionaba. Mi piel no lograba percibir la ropa de la cama. Porque estaba tumbado en una cama. Había perdido el sentido del tacto. Tampoco el olfato parecía funcionar. Debería percibir algún olor, la habitación no podía ser aséptica. El gusto también estaba anulado, no era capaz de mover la lengua, ni siquiera la sentía. No notaba la boca. ¿Habría perdido la capacidad de hablar? Lo intenté. ¿Cómo iba a poder hablar si ni siquiera sentía la boca? Estaba inerme en manos de Kathy.

-No te estrujes las neuronas. Puedes ver y oír. Nada más. Tu cuerpo está paralizado. Eres consciente de lo que está pasando, pero no puedes hacer nada. Dicen que el curare produce efectos parecidos. El profesor lo modificó a su gusto. Nunca me dijo si lo había inventado para torturar. Lo cierto es que es perfecto para la tortura. Una tortura psicológica, claro, porque aunque te clavara una aguja no sentirías el menos dolor. Cuando te conté mi experiencia en el laboratorio, no te lo conté todo. Ya habrá tiempo. Tenemos mucho tiempo. Puedes verme, puedes escucharme, eso es lo que importa.

Con que era eso. ¿Pero cómo pudo inyectármelo si estaba desnuda, dónde escondía la jeringa?

-Te preguntarás cómo te lo inyecté. Es lógico. Recuerda que estaba cubierta de barro. Es fácil pegar una jeringuilla al cuerpo con barro. Aún lo sigo estando. Puedes verme. Como también que me he pintado la cara y el resto del cuerpo con pinturas de guerra, como hacían las tribus indias.

Estaba frente a mí. A unos pasos de la cama. Erguida, calmada, como un árbol. Los pies era lo único que no me era posible ver. Me sentía muy lúcido. Aunque los ojos estuvieran fijos poseían una especie de visión panorámica. Vemos con intensidad lo que tenemos frente a nosotros. Con menor intensidad lo que aparece a nuestra izquierda y derecha, un poco por encima y por debajo de la línea que forma nuestra mirada rígida. ¿Cómo podía recordar algo así si era amnésico? ¿Estaría recobrando la memoria?

-Ahora te preguntarás dónde estás, y cómo he podido arrastrarte hasta aquí. Estamos bajo el claro, en un bunker nuclear que construyó Mr. Arkadín sólo para él. Jimmy te enseñó el que existe en la cabaña, para todos sus amigotes. Pero ese cabrón no se fía de nadie. Solo él y yo conocemos la existencia de este búnker. ¿Qué cómo conseguí que me desvelara el secreto? Puedes imaginártelo. Solo hay que saber dónde está el interruptor que abre la entrada. Me bastó con arrastrarte unos metros por el suelo y luego por la rampa. No fue difícil.

¿Era capaz de leer mis pensamientos? Tal vez el malnacido del profesor Cabezaprivilegiada también había inventado una pócima para desarrollar la telepatía. Pensé que no era necesario recurrir a semejantes elucubraciones. Bastaba con ser lógico. ¿Qué preguntas se haría alguien en mi situación? Las mismas que estaba contestando Kathy. Puede que no siguieran el mismo orden con el que aparecían en mi consciencia, pero todas ellas eran razonables.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? No más de dos horas. El tiempo que el profesor calculó como necesarias para que un secuestrado no se apercibiera de a dónde se le llevaba. Se le puede poner una venda en los ojos, pero ese cabroncete pensó en todos los detalles. ¿Qué si sigue la tormenta? Sigue. ¿Cómo podía saber yo que se iba a producir esta tormenta de todos los demonios? No lo sabía. Sí que se iba a generar una tormenta y su duración, con algún margen de error. En este bunker hay artilugios muy sofisticados, todos inventados por el gran genio. Aunque ni el mismísimo genio pudo prever una tormenta tan larga y descomunal. ¿Cómo podía yo saber que tú llegarías al claro a tiempo? Te he estado vigilando desde que entraste en el bosque. Sí, hasta he podido veros en la cama, a ti y a esa guarra de Alice. Cree saberlo todo, como Jimmy, pero son unos pazguatos, ignoran más de lo que saben. La alarma fue desactivada con otro artilugio y luego activada cuando bajasteis al sótano. ¿Que podías haber vuelto a Crazyworld con Alice? No, no soy una bruja. Me basta con conocerte bien. No ibas a poder dormir pensando en que podía estar viva aún y tú no habías hecho nada. Además, mi clítoris os vuelve idiotas a todos. A Mr. Arkadín, al profesor, a todos. ¿Cómo ibas a ser capaz de vivir sin tu miembro en mi interior? Todos lo intentan, buscando otras mujeres, haciendo lo posible por olvidar la experiencia, pero nadie lo consigue. Volverías al claro, porque no estás tan loco como para husmear con esta noche en lo más tupido del bosque. Era cuestión de esperar. ¿Quieres ver la tormenta? Hay una forma. Un trozo del techo puede correrse. No, no entrará la lluvia, porque hay un cristal a prueba de bombas.

Ahora observé algo que me había pasado desapercibido. Un mando a distancia prolongaba su brazo derecho. Debió oprimir algún botón. Escuché el ligero ruido que producía el corrimiento del techo. Kathy se movió hasta situarse en la cabecera de la cama. No podía verla. Debió quitar la almohada que sujetaba mi nuca, aunque no lo sentí, porque mi cabeza estaba ahora en posición totalmente horizontal. Podía ver el techo, muy alto, y cómo una parte se iba deslizando poco a poco. Sentí un gran alivio con el movimiento de Kathy. De forma no totalmente consciente había pensado en la posibilidad de que la figura que estaba viendo fuera un fantasma o una especie de holograma muy avanzado, invento también del maldito profesor. Podía intentar convencer a Kathy, pero no a un mecanismo programado. ¿Me había vuelto idiota? ¿Cómo convencerla si no podía hablar? Ni aun hablando enfrentarme a ella era mejor que confiar en que el mecanismo se atascara. Sin duda estaba más loca que todos en Crazyworld. Era una psicópata, que además buscaba venganza, por alguna razón que solo ella conocía. El alivio se esfumó. El trozo de techo se había descorrido por completo. A través del cristal los rayos rasgaban la noche como disparados por el mismísimo Júpiter tonante. Kathy debió de oprimir otro botón, porque el sonido exterior llegó al interior con meridiana nitidez. Por un momento me puse en la mente de Mr. Arkadín para abandonarla a toda prisa. Aquel hombre era el peor psicópata de todos. Un auténtico demonio.

-Ahora que lo sabes casi todo, te preguntarás qué pienso hacer contigo… Voy a matarte. Sí, voy a matarte. Pero no sufras. No sufrirás. Porque te voy a matar a polvos.

LA VENGANZA DE KATHY X


LA VENGANZA DE KATHY X

Alice se quedó mirándome con ojos tiernos, mientras esbozaba una sonrisa picarona. Mi cabeza era un revoltijo de cosas sin la menor importancia que rodaban y rodaban buscando un sumidero como una bola de billar golpeada por un cachas. Me preguntaba por qué yo no tenía reloj. Se me ocurrió cuando ella miraba el suyo, pequeño y coqueto. Es posible que hasta portara un rolex de oro cuando llegué a Crazyworld. Tendría que preguntarle a Kathy…si la encontraba. Eso me hizo plantearme lo que convenía hacer. Salir con aquel tormentón era un riesgo suicida. Mejor quedarse allí toda la noche si la tormenta no amainaba. Miré a Alice y me dije que no era una mala idea.

-No podemos salir ahora, tal como están las cosas. Esperaremos media hora y si continúa yo me marcharé, pase lo que pase. Tengo que dar la cena, no puedo escaquearme.

-¿Y si nos quedamos a pasar la noche?

-¿Ya no piensas en seguir buscando a Kathy? No sabes cómo me alegro. A mí también me gustaría, ya lo creo. Pero las cosas no están para bromas. Si no aparezco Jimmy pensaría que también me ha ocurrido algo y se pondría aún más histérico. No quiero ni pensar lo que haría.

-¿Y yo?

-Tú puedes seguir buscándola el resto de la noche y enfrentarte a los rayos y los truenos. No creo que Jimmy se preocupara mucho. ¿Qué piensas hacer?

-A ver qué pasa con la tormenta. Si tú te vas, creo que la buscaré. Cada vez me convenzo más que le ha pasado algo muy grave.

-No pensabas así hace un segundo, cuando me hablabas de pasar la noche. Eres un veleta.

Callamos porque un inmenso racimo de rayos encendió la oscuridad. Los truenos parecían explosiones de bombas atómicas, por poner una comparación. No sé de dónde me vino aquella idea, porque no recordaba que existieran bombas atómicas ni nada parecido. Alice se asustó tanto que se acercó a mí. Yo la abracé. Los dos estábamos temblando como hojas a merced de la tormenta. El espectáculo era grandioso, aunque aterrador. Al cabo de un tiempo que no contabilicé, Alice miró su relojito.

-Tengo que irme o llegaré tarde. Tú puedes quedarte aquí hasta que termine. Luego no te olvides de cerrar la puerta.

-Voy contigo.

-Como quieras.

Se lanzó hacia la trampilla que aún continuaba abierta. Pensé que iba a cerrarla y me acerqué para ayudarla. Lo que hizo fue bajar las escaleras de dos en dos. Volvió con dos chubasqueros y dos linternas.

-Yo ya tengo linterna.

-Toma, estas son impermeables, indestructibles y con una potencia de luz que necesitaremos si no queremos darnos de morros contra los árboles. Ponte también el chubasquero, no lo atraviesan ni las balas. Hice lo que me pedía. Observé que estaba hecho de algo indescriptible, mitad tela, mitad metal raro. Lo toqué con curiosidad. Seguro que nada lo atravesaba, parecía de acero, aunque era tan liviano como una pluma. Me pidió que la ayudara a cerrar la trampilla y luego a mover la cama hasta dejarla como antes. Entonces nos dispusimos a salir. Alice parecía una difunta de lo pálida que estaba y yo debía de tener una pinta parecida. Tocó donde antes y las paredes se movieron en sentido contrario. Nos acercamos a la puerta con un ligero tembleque. Salimos al exterior. Cerró la puerta y encendió su linterna. Yo hice lo mismo con la mía. La potencia de luz era acojonante –otra palabra que me vino a la cabeza sin saber desde dónde- pero no veíamos ni a tres pasos. La oscuridad era como boca de lobo. Ella abrió camino como tanteando, mirando al suelo de vez en cuando.

-Tú sigue mis pasos. Te llevaré hasta donde comimos. Luego si quieres hacer el loco puedes buscar por allí. Yo seguiré mi camino.

Asentí sin decir nada, la perspectiva de quedarme solo en el bosque, con aquella tormenta me ponía el vello de punta, pero algo, una fuerza oscura, el destino, lo que fuera, me impulsaba a cometer la mayor locura de mi corta vida, que apenas podía contarse por días, porque nadie puede decir que ha vivido lo que no recuerda. El tiempo se me hizo eterno. El camino estaba ya muy embarrado. Comenzaba a formarse un arroyo que discurría con alguna fuerza puesto que al parecer estábamos descendiendo. El agua se perdía por todas partes ya que no existía cauce que lo mantuviera recogido. Las grandes gotas que caían con fuerza hacían sonar las hojas de los árboles, produciendo un sonido como tambores de guerra. Al menos así me sentía yo, como un guerrero dispuesto a luchar con enemigos invisibles. Me dije que era un auténtico idiota. Debería seguir a Alice y refugiarme en Crazyworld. Nada se me había perdido en aquella batalla contra los elementos. Ahora soplaba un viento fuerte, casi huracanado, que amenazaba con quebrar ramas, y hasta los árboles más pequeños y frágiles. Al fin Alice se detuvo.

-Solo tienes que seguir este camino. No está lejos. Yo me desvío aquí. Espero que conserves el walkie talkie. Si necesitas ayuda llama a Jimmy, aunque me temo que nadie saldrá a buscarte hasta mañana, cuando la tormenta haya amainado.

Busqué el walkie en la mochila y sentí un gran alivio cuando lo encontré. Lo activé, parecía funcionar, aunque solo se escuchaba un ruido molesto. La abracé, besándola en la boca. Nos deseamos suerte y ella siguió su camino. Yo permanecí iluminando su espalda hasta que dejé de verla. Estaba solo frente a la tormenta. Me repetí una vez más que era una estupidez buscar a Kathy. Si estaba muerta no había prisa. Si estaba viva de nada serviría mi presencia si no la encontraba. Me puse en movimiento, peleando contra el viento y la lluvia. Los rayos y truenos eran cada vez más frecuentes e intensos. Creo que por primera vez era plenamente consciente de la increíble tormenta que estaba descargando sobre Crazyworld. No recordaba otras tormentas pero ésta me parecía la peor de todas. Tampoco estaba seguro de que estuviéramos en verano, aunque había hecho mucho calor desde mi llegada. Nada me encajaba, aunque no sabía muy bien por qué. Un rayo espectacular cayó sobre un árbol, no muy lejos de donde me encontraba. Lo partió en dos y lo tumbó como la mano de un gigante quitándose de en medio una ramita. Cuando llegué hasta allí algunas ramas aún continuaban encendidas. Era un espectáculo amedrentador. De nuevo pensé en dejar la busca de Kathy y refugiarme en Crazyworld. Si aquello no era un aviso, se le parecía mucho, pero decidí seguir adelante. Era más una obsesión que cualquier otra cosa en la que pudiera pensar.

Decidí trepar al tronco y saltar al otro lado. Me pareció lo más razonable para no desviarme del camino. Cuando estaba de pie sobre el tronco, a punto de saltar al otro lado, el trueno retumbó como si toda la trompetería del infierno entonara un himno ominoso. Me llevé tal susto que salté de forma inconsciente. Caí de bruces sobre el suelo embarrado y allí permanecí, atontado, hasta que el trueno fue muriendo poco a poco. Tampoco podía comparar, aunque me pareció el trueno más largo de cualquier tormenta sobre la Tierra desde el albor de los tiempos. Me levanté como pude, limpiándome la cara de barro. No debía de quedar mucho para llegar al claro donde habíamos almorzado Alice y yo. Solo me di cuenta de que había llegado cuando un encadenamiento de rayos me permitió verlo. Así era, en efecto, pero qué podía ser aquella figura que parecía danzar en el centro. Tardé un tiempo en comprender. Sin duda se trataba de una figura humana. Traté de iluminarla con la linterna, pero el haz no llegaba hasta ella. Me fui acercando poco a poco. Identifiqué el sentimiento que me atenazaba. Miedo. Más que miedo. Terror. Ningún ser humano podría permanecer al aire libre, en medio del bosque, de la oscuridad más tenebrosa, a no ser que estuviera completamente loco. Caí en la cuenta de que yo también era otro ser humano bajo la tormenta, así, pues, también yo estaba completamente loco.

Otro encadenamiento de rayos me hizo ver lo que mi razón se negaba a contemplar. La figura era femenina y estaba completamente desnuda, bailando una danza salvaje bajo la tormenta, como invocando a todos los demonios del infierno, invocando el apocalipsis y el fin de la especie humana. Intenté gritar un nombre, pero no pude hacerlo. Quedé paralizado, de pie, con la boca abierta. Porque, en efecto, aquella mujer era Kathy. Estaba desnuda, o más bien cubierta completamente de barro como un animal prehistórico. Su danza era tan extravagante como solo a un demonio loco se le hubiera podido ocurrir. Al mismo tiempo era salvaje, brutal, pero bella, hermosa. Tanto como su cuerpo desnudo. Una bailarina de ballet danzando La consagración de la primavera de Stravinsky no lo hubiera hecho mejor. Los brazos subían como implorando al cielo un castigo para la humanidad, bajaban como suplicando al Averno se apoderara de su cuerpo. Sus caderas se ofrecían para un coito salvaje. Todo su cuerpo parecía poseído por dioses primigenios.

Permanecí largo tiempo sin poder apartar la mirada. Los relámpagos iluminaban aquella danza obscena, los truenos acompañaban, como una orquesta de timbales, atenuando a la orquesta sinfónica que interpretaba la pieza de Stravinsky. Al fin desperté de mi pesadilla y me lancé hacia delante, gritando su nombre. Kathy, Kathy, Kathy. El suelo estaba embarrado, parecía un pantano de arenas movedizas. Eso me hizo caer otra vez. Me levanté y continué corriendo. Ella no parecía haberse dado cuenta de mi presencia. Caí más veces y otras tantas me levanté. Lo único que importaba era que estaba viva. Aunque estuviera loca, aunque acabara pillando una neumonía, aunque no me reconociera. Era Kathy y estaba viva. Lo demás no importaba. Al fin llegué hasta ella y la abracé con una fuerza insana. En aquel momento un increíble relámpago cruzó el cielo, deslumbrándome, rasgándolo todo. Luego cuando llegó el ruido infernal noté. como el pinchazo de un gigantesco mosquito, en mi cuello y perdí la consciencia.

LA VENGANZA DE KATHY IX


LA VENGANZA DE KATHY IX

Imaginé que me llevaría a algún lugar secreto, escondido en la biblioteca, por ejemplo, habría un mecanismo que pondría en movimiento un trozo de estantería al sacar un libro concreto y dejaría al descubierto una puerta oculta, con unas escaleras por las que descenderíamos a un sótano. Para ser un amnésico poseía una viva imaginación. No recordaba ninguna película en la que sucediera algo parecido, aunque sí tenía la sensación de que aquellas imágenes habían llegado de alguna parte, tal vez se abrió una puertecita del subconsciente, ellas salieron bailando como bailarinas de ballet clásico, me soplaron algo a la oreja, regresaron rápidamente, sobre sus puntillas y la puerta se cerró de golpe. Todo puede ocurrir en la mente de un amnésico. No había tenido mucho tiempo para reflexionar sobre las cosas extrañas que sucedían en mi cabeza desde mi llegada a Crazyworld, ni tampoco existía un estado, al que se podría llamar normal, para comparar, todo era posible. Tomé nota para preguntar a mi interlocutor, cualquiera que fuese, sobre sus pensamientos, si es que en algún momento se detenía aquel tiovivo infernal y era capaz de bajarme y sentarme en algún sitio.

Pero no fue así. Me pidió que la ayudara a mover la cama de agua, de aire comprimido, gas neón o xenón o lo que fuera. El lecho estaba pegado al suelo, por lo que parecía ser algo sencillo, a no ser que el agua pesara mucho, lo que no sabía. No fue sencillo, la cama se estiraba y encogía como un chicle, pero al final logramos descubrir un trozo de suelo de madera, igual que el resto de la habitación, pero a ella le pareció bien, y a mí también. Se puso de rodillas, tanteó con la mano hasta encontrar algo que no se apreciaba a simple vista. Oprimió con un dedo algún botón que solo ella veía y dejó que el suelo se deslizara sin cambiar de postura. Yo me puse tras ella para observar el mecanismo y lo que lo activaba, fuera lo que fuese. Solo entonces fui consciente de que ambos estábamos desnudos, y ella arrodillada con el culo en pompa. La tentación acarició mi espalda, pero no la hice caso, lo que estaba ocurriendo era tan interesante que solo tenía ojos para el movimiento del suelo. Aunque debo decir que mi biología –la de un amnésico es como las demás- sí reaccionó ante el estímulo y mi pene comenzó a tener una erección que me pilló de improviso. El hueco que se hizo en el suelo dejó ver una escalera de madera que se adentraba en las profundidades. Alice se activó por completo y tocando en algún sitio encendió luces atenuadas que iluminaron la escalera. Se puso en pie y fue bajando con cuidado, sin invitarme. Yo la seguí con una curiosidad que me superaba. Mientras bajaba no podía dejar de observar toda su parte posterior, desde la cabeza a los pies. Era una mujer muy hermosa, tanto que deseaba casarme con ella a cualquier precio. ¡Vaya mierda de obsesión! No podía quitármela de la cabeza, no sabía por qué. Llegó abajo y ni me miró, por si tropezaba y le caía encima. Estábamos en una especie de habitación, pequeña, aunque suficiente, con una mesa de madera sobre la que había dos monitores y mandos y botones propios de una nave espacial. El resto eran sillas, alfombras, cuadros en las paredes y estatuas en las esquinas, una decoración somera, aunque interesante. Alice ni miró la mesa, se dirigió a una pared, levantó un pequeño cuadro y tocó algo. La pared se deslizó dejando ver el interior de un armario con ropa. Me acerqué dispuesto a cubrir mi desnudez a la mayor velocidad posible, pero entonces ella se volvió, me miró la cara y luego más abajo. Entonces tuvo una reacción inesperada y peligrosa. Me puso una zancadilla, caí sobre la alfombra y ella se arrojó sobre mí. Luego se me pondría el vello de punta al observar lo cerca que había estado de dar con mi nunca contra la esquina de la mesa.

-No se puede desperdiciar nada, la vida nos quita todo al instante, si es que nos lo da.

No supe a qué se refería hasta que introdujo mi pene que ya tenía una erección completa dentro de su vagina. Se regodeó un rato hasta que algo la activó de nuevo y el galope fue imparable. Yo me dejé ir, mi libido no parecía ser capaz de satisfacerse por completo. Llegó a donde quería llegar, y yo también. Descansó sobre mí un buen rato. Cuando se recuperó suspiró aliviada y mordisqueó cariñosamente mi oreja izquierda.

-No voy a dejarte así como así, aunque tenga que pelear con todo tu harén.

-Alice, quiero casarme contigo.

No sé de dónde salió aquella voz, desmayada y anhelante, ni siquiera lo había pensado. Ella se dejó llevar por una risa tonta y destemplada y luego me arreó un formidable mordisco en mi oreja derecha. Grité con ganas. Ella volvió a reírse, esta vez con una risa sádica. Se levantó y comenzó a hurgar en el armario empotrado. Yo me levanté casi de un salto, estaba deseoso de vestirme y salir de allí corriendo. Pero la que corría era mi mente. Me preguntaba qué hora sería, si ya se habría hecho de noche, si Kathy nos había estado espiando, si al final abandonaría su búsqueda y me iría tranquilamente a cenar o me quedaría el resto de la noche en el bosque, a merced de las alimañas. Se me ocurrieron muchas más preguntas delirantes en los segundos que Alice tardó en tirarme unos calzoncillos.

-Creo que son de tu talla. Pruébalos.

Luego me arrojó unos pantalones, una camisa, unos calcetines y hasta un chubasquero. Me lo puse todo en un santiamén y observé, pasmado, que todo me quedaba bien.

-Oye, Alice, ¿cómo hay tanta ropa aquí y además de mi talla? Y ya puestos. ¿Cómo sabías tú que la ropa estaba aquí?

-Deja de hacer preguntas y vístete.

Ya estoy vestido.

Ella me miró y sonrió. Se puso a correr perchas hasta que encontró algo.

-Espero que no te molestes, pero ¿no crees que deberíamos haber mirado antes si Kathy estaba en la casa?

-Olvídate de esa puta.

Encontró todo lo que buscaba y se puso a vestirse con tanta rapidez como había hecho yo. Una blusa verde, unas bermudas muy ajustadas en color vino y sobre todo unas braguitas y un sujetador en color negro, que realzaban su cuerpo espectacular. En cuanto estuvo vestida se acercó a la mesa, tocó unos botones y las pantallas se encendieron.

-No había nadie más en la casa, excepto nosotros. Si hubiera sido de otra manera habría saltado la alarma y ahora podríamos ver al intruso o intrusa.

-Vale, pero eso no lo sabías cuando entramos.

-Mira, me estás hartando. Si Kathy nos ha visto, mejor, que rabie hasta morderse. Pero no ha sido así. La alarma no ha saltado, si lo hubiera hecho ahora podríamos verla en algún punto de la casa. Aquí todo está automatizado y controlado por una inteligencia artificial. Te lo voy a mostrar.

Se acercó a la mesa grande y maciza que parecía dormitar en el centro de la habitación. Observé que era mucho más grande de lo que en un principio me pareció y no tenía patas, reposaba su panza en el suelo. Apenas un hueco en su centro permitía colocar las rodillas en su interior, una vez alguien se hubiera sentado en la silla anatómica con ruedas que permanecía pegada a la madera. Alice se sentó como si estuviera acostumbrada, como si lo hubiera hecho muchas veces. Ni siquiera tuvo que regular la silla a su estatura. Abrió un cajón a la derecha, oprimió varios botones y la mesa crujió, comenzaron a brotar cosas de su interior, un monitor grande que ascendió de un hueco que se había formado en su superficie, un teclado, un ratón, un artilugio pequeñito con antena, cuyas luces comenzaron a parpadear como si se hubieran vuelto locas. Me pidió que me acercara. El monitor se encendió y el sistema operativo pidió una contraseña que ella introdujo sin vacilar. Eso me hizo pensar en cómo podía conocerla y en su sospechosa facilidad para manejarlo todo sin tantear. Solo encontré una explicación. Alice se había acostado con Mr. Arkadin en aquella cama y le había comido el coco para que le enseñara todos los secretos de la casa. No quise preguntar para no estropearlo todo.

-Ves. Si hubiera saltado la alarma aparecería una ventana en rojo en la pantalla. Ahora vamos a retroceder hasta nuestra entrada en la casa. Nada. Y para que quedes contento pongo en marcha el escáner de rayos infrarrojos que también puede detectar cualquier calor biológico que se mueva por la casa o permanezca en reposo en cualquier sitio. Ahora vamos a ver las imágenes de todas las dependencias. Ves nada.

La pantalla se había dividido en numerosas pantallitas que mostraban habitaciones y más habitaciones. En efecto, todo estaba vacío. Tampoco el escáner mostraba ninguna fuente de calor.

-Oye, tampoco aparecemos nosotros. ¿Cómo es eso?

-Todo lo quieres saber. No funciona en el dormitorio de Mr. Arkadín ni aquí. El no necesita saber quién está en su dormitorio porque ya lo sabe. ¿Lo entiendes?

Iba a decir algo cuando se produjo un ruido horrísono que parecía venir de fuera, pero que también podía haberse producido en el interior. Nos sobresaltamos. Alice apagó todo con prisa, oprimió los botones en el interior del cajón y lo cerró. Pude comprobar que todo volvía a su sitio. Y nos lanzamos por las escaleras, asustados, apresurándonos para hacernos una idea de lo que significaba aquel extraño retumbar. Enseguida me hice una idea, porque se volvió a repetir, esta vez con más fuerza aún. Estuve a punto de soltar una gran carcajada. Era un trueno. Fuera debía de estar produciéndose una tormenta de aúpa. Mi primer impulso fue lanzarme a la puerta y ver lo que estaba sucediendo, sin duda un espectáculo terrorífico. Alice corrió en cambio hacia una pared. Tocó algo invisible y la pared comenzó a moverse, mejor dicho, su parte interior, porque la exterior era una gran cristalera doble o triple, imposible de romper, o mejor dicho la parte central, porque la exterior era también una pared de madera que se estaba descorriendo al mismo ritmo de la interior. Me quedé con la boca abierta. Aquella casa parecía algo mágico. Recordé que Kathy me había hablado del profesor Cabezaprivilegiada. Todo tenía una explicación, hasta la inteligencia artificial de la que Alice me había hablado abajo. Ya le preguntaría por el tema en otro momento. Tenía mucha lógica, dado que en Crazyworld existían robots, si bien yo no había visto ninguno hasta el momento.

Nos quedamos patidifusos, con las manos apoyadas en el cristal, observando ahora con gran claridad lo que ocurría fuera puesto que las paredes habían llegado al tope, dejando al descubierto toda la cristalera. La oscuridad era absoluta, como en la noche más cerrada. De vez en cuando un relámpago diabólico, porque en el cielo no creo que los haya, marcaba la oscuridad como el tridente de Satanás. A continuación se escuchaba un trueno, cada vez más horrísono, como si quisiera dejarnos sordos.

-Alice, ¿qué hora es?

-Casi las siete de la tarde. ¿Por qué?

-Por nada. Me pregunto cuándo habrá empezado la tormenta y cuándo terminará.

-Tú eres tonto, chiquillo. ¿Crees que no habríamos oído estos truenos cuando estábamos en la cama?

-Yo no. Te aseguro que no me habría enterado, ni aunque hubieran caído sobre mi cabeza.

LA VENGANZA DE KATHY VIII


LA VENGANZA DE KATHY VIII

Por lo visto no lograba desabotonarme con suficiente rapidez para satisfacer el ansia viva de poseerme que la embargaba, así que dejó de desabotonar y se limitó a tirar con fuerza hasta que todos los botones cayeron al suelo, la camisa se rasgó. Me la quitó de encima a fuerza bruta y continuó con los pantalones. Es curioso lo que puede hacer la amnesia, y más si se junta a una actividad desenfrenada que no te deja ni tiempo para pensar. Porque en aquel momento fui consciente de muchas cosas, o puede que solo de algunas, pero para mí muy importantes y sugestivas. No había caído en la cuenta de la ropa que llevaba, ni quién me la había facilitado, ni cuándo, ni de lo que había sido de la ropa que llevaba cuando aterricé, inconsciente, en Crazyworld. Aunque esto último podía suponerlo. Seguramente estaría manchada de sangre después del accidente y la habrían tirado a la basura o la habrían quemado, porque no me parecía lógico que allí se reciclara nada, dado lo bien abastecido que estaba Crazyworld. ¿Cómo era la ropa que portaba cuando conducía mi coche deportivo, seguramente de marca muy conocida y último modelo? Semejante pensamiento era una idiotez, pero me pareció un buen ejercicio para ir recobrando la memoria poco a poco. No pude dedicarme al ejercicio porque Alice estaba intentando aflojar mi cinturón, pero no de la forma habitual, quería romperlo, como la camisa, pero aquel no era de tela, si no de cuero, como es habitual y con sus esfuerzos solo conseguía apretarlo más y más alrededor de la cintura. Me estaba haciendo realmente daño. Bajé las manos y saqué la piececita metálica del agujero y yo mismo me bajé los pantalones, que eran unos vaqueros que me quedaban bastante bien y parecían caros, de una marca de postín. ¿De quién era la ropa que portaba? Era una pregunta interesante. Pero otra más interesante acudió a mi cabeza y entró sin llamar a la puerta. No recordaba haberme cambiado de calzoncillos en todo el tiempo que llevaba allí. No es que aquello me hubiera importado hasta el momento, ni siquiera había pensado en ello, pero sentí una especie de vergüenza de que Alice los viera sucios. Pero no fue así, ni siquiera le dio tiempo a mirarlos, porque me los bajó de un tirón y entonces… se quedó quieta mirando y remirando. ¿Qué estaba pasando? La luz se fue abriendo camino en mi mente oscurecida donde no había dejado de ser de noche desde mi llegada a aquel oscuro lugar. Estaba mirando mi sexo, miembro viril, pene o como se llamara, que las palabras acudían en tropel a mi mente, como si empezara a recordar todo a la vez, aunque solo lo referente al sexo, al erotismo, al diccionario de términos sexuales o eróticos o erotómanos o como diablos se denominara todo aquello. Por un momento pensé que mi sexo la había decepcionado, por eso estaba bloqueada. ¿Tal vez era pequeño, para su gusto, o en general, o por bajo de las estadísticas convencionales, o puede que fuera grande, de acuerdo a estos mismos criterios o incluso descomunal? ¿Cómo podía saberlo yo que no había visto más penes que el mío y a éste ni siquiera lo había mirado? Seguramente en mi pasado tuve que ver otros penes, en películas, en vestuarios, donde fuera que uno pudiera ver penes, pero no recordaba nada al respecto. De nuevo Alice cortó mis elucubraciones porque se arrodilló e introdujo mi miembro viril en su boca y lo chupó y masajeó con muchas ganas. ¿Significaba eso que le gustaba?

Me sentí tan excitado que no pude controlarme. La tumbé sobre la alfombra y busqué su cueva, su venusberg, o como lo denominaran en los diccionarios eróticos. Ni siquiera fui consciente de si ella llevaba pantalones o faldas, aunque me inclinaba más por lo primero, teniendo en cuenta que eran más cómodos para caminar por el bosque. No supe cómo eran las braguitas que llevaba ni si fui capaz de llegar hasta sus pechos desnudos porque sus manos introdujeron con maña y fuerza el miembro viril en sus entrañas, húmedas, cálidas, acogedoras. Me hubiera gustado disfrutar de una buena visión de su cuerpo desnudo, pero ni siquiera era consciente de que ella estuviera desnuda. Ni siquiera recordaba cómo había actuado con Kathy, con Heather, con Dolores, si había tenido tiempo o no de observar su desnudez, de explorarla, de deleitarme con ambas cosas. Ahora no podía recordar nada, porque ya estaba galopando como un caballo salvaje. Ella me animaba con grititos, suspiros, gemidos y toca clase de sonidos animadores. No supe el tiempo que pasó hasta la explosión y si ella había explotado al mismo tiempo, o antes o después. Lo cierto es que exploté y ella se volvió loca moviendo la cabeza de un lado a otro y gritando que no lo dejara y más y más. Caí rendido sobre su cuerpo y éste no se movió, como si estuviera tan agotada como yo lo estaba.

Finalmente nos recobramos un poco, lo que aproveché para besarla con ansia, con delectación, con placer y sobre todo con amor, con mucho amor, porque yo la amaba y me hubiera casado con ella en aquel momento si un cura o presbítero o lo que fuera anduviera por allí cerca. Entonces me di cuenta de que no me había quitado el calzado adecuado para caminar por un bosque que aún oprimía mis pies. Me daba igual. Estaba bien, me sentía feliz y así hubiera permanecido largo tiempo si ella no se hubiera quejado de mi peso. Me aparté a un lado, suspiré relajado, aliviado, feliz. Ella me abrazó y me besó. Luego se puso en pie y me arrastró hasta el lecho redondo, cama de agua o colchón neumático, o lo que fuera. Dejó que me detuviera a quitarme el calzado y ella aprovechó para bajarse los pantalones por completo, quitarse la blusa, el sujetador y todas las prendas que acariciaban su cuerpo. Entonces pude contemplarla desnuda a mi sabor.

-¿Te gusta mi cuerpo, te gusto yo, te ha gustado?

Solo pude asentir con la cabeza porque no me salían las palabras. Los dos caímos sobre el lecho, que se hundió, produjo un boquete que luego se rellenó lanzándonos al aire, como si tuviera muelles. Nos reímos con ganas hasta el histerismo. Luego nos fuimos calmando y probamos aquella mágica cama redonda.

-Seguro que Mr. Arkadin la encargó con todos los mecanismos inimaginables para satisfacer sus perversiones. ¿No crees?

-No lo sabía, nunca la había probado y me alegro de haberlo hecho contigo. Pero seguro que tienes razón.

Me alegré de que no la hubiera probado antes con nadie, aunque podía estar mintiendo.

-Me imagino la cara que pondrá Jimmy cuando le enseñe la grabación.

-¿Cuándo activaste el sistema de grabación? No recuerdo que lo hicieras.

-Jaja, claro, el idiota del Pecas no sabe que hay un sofisticado y ultramoderno sistema de grabación que se activa con el movimiento. En cuanto alguien entra en la casa y se mueve comienza a grabar. Ese payaso cree saberlo todo de esta casa y de Crazyworld pero ignora más que sabe.

-Perdona, pero entonces tú has tenido que estar aquí muchas veces para conocer todos sus misterios.

-No te sientas celoso, mi bebé. Yo no conocía la existencia de este antro de perversión hasta que Jimmy me trajo aquí. Sí, lo hizo con la intención de disfrutar de mi bello cuerpo, pero yo no tendría sexo con ese imbécil ni aunque fuera el único hombre de Crazyworld, ni aunque fuera el último hombre sobre el planeta. En cuanto intentó propasarse le di un rodillazo en sus huevitos, lo arrastré fuera y cerré la puerta. Debió de irse cuando se recuperó. Yo tuve tiempo sobrado para explorarlo todo. Él te habrá enseñado el antiguo sistema de grabación con cintas, el moderno está bien escondido. Luego me llevaré un pendrive con la grabación para verla una y otra vez. Tienes que prometerme que ésta no será la última vez. Vale que otras te asedien y caigas en la tentación, pero a mí no me abandones.

-No Alice, no te abandonaré nunca. Si anduviera por aquí un presbítero le pediría que nos casara. Te amo con locura.

-Jajá. Presbítero. De dónde sacas esas palabras.

-No lo sé, soy amnésico.

-Eres increíble. ¿Te casarías conmigo? ¿Y también con Kathy, con Heather, con Dolores y con todas las mujeres de Crazyworld? ¿Vas a fundar un harén?

-No lo sé, cariño. Me has dejado turulato. Eres adorable.

-Pues demuéstramelo.

-Creo, salvo que esté equivocado que los machos necesitamos tiempo para que nuestro pene se recobre.

-¿No has oído hablar del sexo oral? Nos divertiremos hasta que vuelvas a estar en forma.

Y así lo hizo. Esta vez no hubo prisas, y sí mucha exploración, muchas caricias, mucho sexo oral. No me acordé de mis elucubraciones, no me acordé de nada. Ni siquiera del tiempo que seguía corriendo en algún reloj invisible. Descansamos, hablamos, reanudamos, hasta que mi mente entró en bucle. ¿Qué hora sería? ¿Y si Kathy nos estaba espiando? Alice también recobró la cordura. Bueno, vamos a vestirnos, ya debe ser tarde. Me haré con el pendrive y regresaré para la cena, tú puedes hacer lo que quieras, te mereces un descanso.

-¿Con qué nos vamos a vestir? Veo que nuestras ropas están en el suelo, desgarradas, inservibles.

-¿En algún momento has supuesto que ese cabrón de Mr. Arkadín no lo tiene todo previsto? Ahora te enseñaré los armarios ocultos donde hay ropa de todas las tallas, masculina y femenina.

LA VENGANZA DE KATHY VII


LA VENGANZA DE KATHY VII

Y eso hicimos. Yo notaba ya una erección un tanto molesta que se agudizó cuando ella tomó la delantera y yo la seguí con la mochila a la espalda. No podía apartar mis ojos de su trasero, hasta el punto que en un momento determinado se volvió y me preguntó si le gustaba su popa. Me puse un poco colorado, la verdad, e inquirí si tenía ojos en la nuca. Se limitó a echar una mirada prolongada a mi entrepierna y a reírse con ganas. Aceleró el paso como si le corriera mucha prisa llegar a la cabaña, deteniéndose tan solo de vez en cuando para observar sus señales, sus códigos, que continuaban siendo totalmente invisibles para mí. Habíamos salido del bosque de secoyas, más despejado, con grandes espacios entre los árboles que permitían un fluido caminar, y nos encontrábamos de nuevo en el bosque más tupido con árboles menos altos, más cercanos entre sí, atiborrados de maleza y zarzas que los rodeaban, haciendo tan difícil moverse por allí que sólo la fijeza de mi mirada en la popa de Alice me impedía perderme, evitando quedar enganchado en algún espino. Ella parecía seguir un sendero, invisible para mí, que apenas era suficiente para dejar pasar un cuerpo humano, y ello con suma dificultad. Maldije mi dejadez y falta de prudencia al trasegar el contenido íntegro de la botella de vino. Tenía la cabeza como embotada y de vez en cuando sentía una curiosa sensación como de agradable mareo que aumentaba su intensidad cuando contemplaba la popa de Alice a plena satisfacción. Mi exaltada imaginación la iba desnudando y ya sentía su cuerpo desnudo entre mis brazos. Fantasía que generaba una molestia, más bien un curioso dolor en mi entrepierna, mezcla de placer no satisfecho y deseo frustrado que al aumentar en intensidad expandía mis gónadas, atraía más sangre al miembro viril, que crecía hasta descoyuntarse, haciendo que su roce contra el pantalón se hiciera insoportable por momentos.

Para evitarlo, en la medida de lo posible, decidí pensar en cualquier otra cosa que entretuviera mi mente, alejándola de aquel tormento que se iba haciendo cada vez más insoportable. Así se me ocurrió pensar en el bosque que atravesábamos a velocidad desmedida. Parecía extrañamente caótico. Una mezcla insólita de bosque de secoyas, rodeado por otro bosque más convencional y salvaje, tal vez debido a la falta de cuidado. Parecía que nadie lo hubiera desbrozado nunca, aunque la lógica me obligaba a pensar que hubo un tiempo en el que aquello debió de ser un paraíso natural, con senderos bien cuidados y marcados, bancos de madera para descansar en el camino y claros con mesas y hasta cabañitas y columpios para los niños. Intenté controlar aquel desvarío que me llevó a otro. ¿Cómo sería aquel entorno antes de que Mr. Arkadín lo eligiera como sede de su disparatado Crazyworld? Seguramente se trataba de un parque natural con numerosos visitantes. Pertenecería a algún organismo público. ¿Lo había comprado todo aquel millonario loco? La cabeza comenzó a irse de paseo, por lo que cambié de tema. No recordaba muy bien cómo había sido el camino que realizara con Jimmy cuando me llevó a la cabaña. Tenía la impresión de que todo había resultado más fácil y hasta más corto. ¿Era el camino del Pecas más fácil que el de Alice? ¿Existía fauna salvaje en aquel bosque? No se me ocurrió preguntárselo a aquel idiota, tal vez porque con la luz del sol no procedía pensar en semejantes temeridades. ¿Habría lobos, jabalíes, pumas, yo qué sé qué más animales salvajes?

No podía hacerme una idea, ni siquiera vaga, del tiempo que llevábamos caminando, de la hora solar… por cierto que parecía haber oscurecido, todo era mucho más gris ahora. A lo lejos sonó un trueno como amordazado y una gota de lluvia cayó sobre mi nariz. No me quedó otro remedio que fijarme en el culito de Alice y tratar de seguir sus pasos, ahora casi al borde del galope o la carrera. Me pregunté cuánto más quedaría y supliqué al cielo que se aguantara hasta que llegáramos. Lo que ocurrió de repente, tal vez porque el cielo me oyera o porque había llegado el momento de llegar a la cabaña. Salimos al claro que recordaba y allí Alice, sin mediar palabra, me tomó de la mano y corrimos juntos hacia donde ella me dirigió. La cabaña estaba escondida. Como cuando me guió El Pecas solo alguien que supiera de su existencia la podría encontrar. Nos refugiamos bajo un saledizo que ocupaba toda la fachada, oculta por hiedra y otros vegetales y ramas, porque había comenzado a llover con ganas. Un formidable trueno, ahora nítido, estalló sobre nuestras cabezas. Alice se movió a toda prisa rodeando la fachada, la perdí de vista y cuando regresó llevaba una llave en la mano, con la que abrió la puerta. Nos refugiamos a toda prisa en el interior. Entonces se me ocurrió una idea elemental.

-¿No deberíamos buscar a Kathy primero?

-Esa psicópata es demasiado lista para refugiarse donde sabe que la buscaríamos primero.

-¿Entonces crees que andará por el bosque con esta tormenta, como un animal salvaje?

-Me importa una mierda Kathy y toda su parentela. Ya habrás deducido que si te he acompañado no ha sido para buscarla, si no para tenerte solo para mí. Y ahora te tengo, guapo.

Cerró la puerta con la llave y me arrastró hasta una puerta de madera que abrió como si supiera qué nos íbamos a encontrar. Era un dormitorio enorme, decorado todo en maderas preciosas –al menos es la impresión que me dio, yo no sabía nada de maderas, ni de casi nada, continuaba siendo un amnésico- armarios de madera, mesas y sillones de madera, paredes de madera, lámparas de madera, un enorme lecho en madera, redondo, formando una rueda gigantesca y sobre él lo que me pareció un colchón de agua. Había cuadros de caza, bastante brutales para mi gusto y lo peor de todo eran aquellas cabezas de animales disecados, algunos con cuernos, otros con colmillos, todos con ojos transparentes. Yo no iba a poder tener sexo con Alice bajo la mirada de aquellos pobres animales, trofeos de caza de cazadores sin entrañas. Me desprendí de ella y me dirigí al primer armario, lo abrí con rabia. Nada que me sirviera. Abrí el segundo. Sí, allí había sábanas, mantas, colchas, edredones y toda la parafernalia de un dormitorio para millonarios. Comencé a sacar un montón de sábanas, perfectamente dobladas y colocadas en una estantería. Fui tapando cabezas a toda prisa. Entonces miré hacia Alice para pedirle que me ayudara, así terminaríamos antes. Ella a su vez me estaba mirando con ojos como platos, tan asombrada que no era capaz de decir palabra.

-Vamos, ayúdame. No sería capaz de hacer nada con los ojos vidriados de estos pobres animalitos mirándome.

-Pero, pero… tú estás completamente loco. Me entrego a ti, pongo este maravilloso cuerpo a tu disposición y tú… y tú solo piensas en tapar estos malditos trofeos. Estás majara, tío, completamente majara.

-Como casi todos en este frenopático que llaman Crazyworld. Lo que es perfectamente lógico. Claro que como tú eres la única cuerda en este antro, te puedes permitir el lujo de llamarme loco.

-Perdona, tío, perdona. Es que me has pillado por sorpresa. Entiendo que seas tan sensible a estas cosas, yo también lo sería si no estuviera tan ansiosa.

Me ayudó a tapar todos aquellos espantosos trofeos que solo a un auténtico loco como Mr. Arkadin se le ocurriría poner precisamente allí, en el dormitorio de sus orgías y depravaciones. Me sentí un poco idiota, pero yo amaba a los animales, o al menos así debería ser en cuanto recobrara mi perdida memoria. No supe hasta ese momento lo mucho que odiaba a Mr. Arkadin, aquel cerdo multimillonario que nos tenía allí encerrados de por vida. Y ahora, además, le odiaba aún más por aquella carnicería llevada a cabo con animales que no molestaban ni se metían con nadie. No podía recordar nada de mi pasado que se refiriera a mascotas o animales en general, pero aquel sentimiento era algo visceral que brotaba de mis entrañas como una ola dispuesta a arrasarlo todo. Y entonces se me ocurrió la gran idea. Puede que la amnesia fuera la causa de mi idiotez, o tal vez tan solo me hiciera aún más idiota de lo que ya era, el caso es que ni siquiera había pensado en la posibilidad de matar a aquel cerdo y librarnos a todos de la jaula de oro que era Crazyworld. Nada de seguir buscando delirantes e imposibles formas de fugarnos. La solución al problema había estado ahí todo el tiempo, frente a mis narices, y no la había visto. Aquel cabrón vendría, antes o después, a solucionar el asesinato del director, y entonces… Sí, porque por muchos guardaespaldas que trajera, no podía ser tan difícil pegarle un tiro, y más si todos nos poníamos de acuerdo, conspirábamos para llevar a cabo lo que todo el mundo estaría dispuesto a hacer para alcanzar la libertad. No pude seguir elucubrando al respecto, porque Alice se abalanzó sobre mí y comenzó a intentar desabotonar mi camisa.

LA VENGANZA DE KATHY VI


LA VENGANZA DE KATHY VI

La comida fue deliciosa. Sin poder evitarlo hice un elogio, tal vez un poco desmesurado de Dolores. Fue un error porque Alice me describió los platos que mejor le quedaban y remató invitándome a cenar una noche en su apartamento. Alegué que la cena iba a ser complicada porque antes o después regresaríamos al orden draconiano que imperaba antes del asesinato del director. Se rió con ganas. Con el doctor Sun al frente no regresaríamos al orden. En todo caso los pacientes acabarían de nuevo en las celdas de aislamiento con el menor pretexto. Además yo había cenado y dormido en casa de Heather y en la de Dolores. ¿Por qué no en la suya? Me daría una copia de la llave de su apartamento en cuanto regresáramos, porque había salido con lo puesto. Ante estas razones acepté encantado, pensando en cómo sería una noche en el lecho de Alice y en la posibilidad de despistar a Kathy, puesto que no tenía claro de que le hubiera pasado algo tan grave como la muerte. Luego reflexioné en cómo daría disculpas a Heather y a Dolores. Algo saldría. Empecé a plantearme si yo sería un guapo mozo mucho más guapo de lo que imaginaba para tener tanto éxito con las mujeres en Crazyworld. ¿Tal vez mis dotes de gigoló estaban ayudando? Esa era otra. No me imaginé dedicado a tan entretenida profesión en el pasado. Aproveché para preguntarle sobre una pregunta que se me había quedado en el buche, la de si existían clases sociales en Crazyworld. Por suerte habíamos dejado los turnos para entablar una conversación amigable durante la comida.

-Lo único que sé de los sueldos que ganan otros es lo que me han dicho en conversaciones amigables o de los rumores que corren, pero de los rumores te puede hablar Dolores con más propiedad. Parece que a todos, al firmar el contrato, nos hizo firmar un acuerdo de confidencialidad, al menos a mí sí. No sé si se trata de una broma, aunque me extrañaría porque Mr. Arkadin no es un humorista nato ni creo que sepa siquiera lo que es el humor. Por supuesto que hay diferencias salariales importantes. Creo que el director, que esté en el infierno, era el que más ganaba. No entiendo por qué, no hacía nada, aparte de perseguir mujeres y pedirle al doctor Sun que le contara los secretos de sus pacientes. Mucho menos entiendo la razón de que Mr. Arkadín lo contratara y menos de director. Era una nulidad absoluta. Imagino que fuera de Crazyworld debió de llevar una vida bastante arrastrada, si no llevó a la bancarrota a algunas empresas o arruinó a algunos inversores sería porque no le dejaron. No me preguntes en qué trabajó, ni lo que hizo, ni lo que fue. Es un misterio. También lo es si Mr. Arkadín y él se conocían de antes del casting, porque seguro que hubo un casting para el puesto de director. Puede, y es una idea mía, tal vez muy delirante, que fuera un conseguidor. Me refiero a que le conseguía las mujeres que venían con Mr. Arkadín a la cabaña del bosque. Tú le has conocido y sabes que como hombre no valía nada, no tenía físico ni era un seductor de libro, y su labia era un chorreo de sandeces. Se pasaba los días mandando llamar a las mujeres a su despacho, por cualquier motivo. A veces recorría Crazyworld mirando aquí y allá, por si se le había escapado alguna mujer que mereciera la pena. Disimulaba tan mal que daba risa verle. A mí me llamó también a su despacho en los primeros meses después de que esto se pusiera en marcha. Quiso seducirme con una estrategia tan ridícula que me reí en su cara. Entonces se enfadó y me amenazó con esto y aquello. Continué riéndome. Entonces intentó forzarme, llevándome a rastras al cuarto acondicionado como dormitorio que tenía tras el despacho. Por suerte para mí era un alfañique que no hubiera podido sujetar ni a un niño. Me defendí como una gata, le arañé, le di un puñetazo en un ojo y le rematé con un rodillazo en las ingles. No volvió a llamarme.

-Oye, Alice, ¿Tú crees que ha sido una mujer la que se lo cargó?

-No se me ocurre nadie que hubiera perdido el tiempo con ese payaso. Es cierto que algunas debiluchas cedieron ante su acoso, pero precisamente por eso no las veo yo en plan de apuñalamiento sanguinario. Y en cuanto a la doctora Patricia, el que un cabrón viole a tu hija es un buen motivo, aunque no la veo apuñalando con saña. Si yo fuera ella me haría con un veneno de efectos retardantes para que sufriera lo suyo antes de diñarla. Para mí que semejante saña en el apuñalamiento es más propio de alguien que necesitaba disimular y que pensaran en alguna mujer. El director era un payaso que solo metía miedo a los caguicas…

-Perdona, se me ocurre una pregunta importante. ¿Tenía algún sicario que pudiera utilizar para sus desmanes, fueran los que fuesen? Me refiero a los guardias de seguridad o incluso a algún celador. Me estoy acordando ahora de un celador cabrón, que me trató muy mal cuando tuvo que llevarme a la consulta del doctor Sun. ¿Cómo se llamaba? Lo tengo en la punta de la lengua…

-¿Te refieres a Albert? Sí es un cabrón, pero inofensivo, es un faltón, pero lengua es lo único que tiene, en cuanto le plantas cara se acoquina. Ya te he dicho que el director era un payaso ridículo, nadie hacía caso de sus amenazas, porque en cuanto llamaba a seguridad para que nos metieran en vereda, todos se burlaban de él y no le hacían ni puto caso. Aquí hay pocos castigos que puedan dar miedo, el mayor es estar encerrados sin poder salir y en eso el director no pintaba monigote.

Así de esta guisa dimos buena cuenta de la comida, enfrascados en una amena conversación, que me impidió darme cuenta de que había acabado la botella de vino que la buena de Dolores había introducido en la mochila junto con algo de comida picante para mí. Alice se limitó a beber una sangría que iba en un termo, junto con otros refrescos que ocupaban una pequeña caja que parecía una nevera portátil. Fui consciente del efecto que me había producido el vino cuando se me acabaron los temas y comencé a poner ojitos de querer. Alice debió darse cuenta porque se echó a reír y me preguntó si me apetecía hacer algo especial.

-El vino me ha dado un poco de somnolencia. Me vendría bien una pequeña siesta.

-No seas tonto, palomino. Tú lo que quieres es otra cosa. Ayúdame a recoger y nos vamos pitando a la cabaña.

LA VENGANZA DE KATHY V


LA VENGANZA DE KATHY V

-Bien, así me gusta. Tengo muchas preguntas que hacerte. Empezaremos por la primera. Por lo que sé muchos de los profesionales que ahora trabajan aquí –los pacientes al parecer han sido secuestrados contra su voluntad- fueron escogidos por Mr. Arkadin, aparte de por su profesionalidad, porque estaban solos, sin familia o con poca familia, imagino que habrá algún huérfano y más de un marginado. Algunos aceptaron porque tenían que alimentar a su familia, como Dolores. Pero a ti no te imagino huérfana, sola, con la imperiosa necesidad de ganar más dinero de lo habitual. ¿Por qué te dejaste captar, Alice?

-Jé. Parece que te llama la atención. Pues bien, la razón principal fue el dinero, como creo que nos ha sucedido a todos. Mr. Arkadin paga muy bien. No, no soy huérfana, tengo padres, hermanos, una familia. Necesitaba dinero, mucho dinero, quería ser actriz, irme a Hollywood, prepararme estudiando, conseguir pequeños papeles e ir progresando. Para eso se necesita mucho dinero.

-Pero tuvo que resultarte sospechoso todo esto. ¿Sabías que no podrías volver a salir?

-Claro que no, de haberlo sabido no hubiera aceptado. ¿Para qué me iba a servir el dinero si luego no podía emplearlo para lo que lo quería? Pensé que estaría dos o tres años, así ganaría suficiente dinero y luego me podría ir.

-No entiendo cómo Mr. Arkadin pudo contratarte sabiendo que tenías familia, que te echarían de menos, que denunciarían tu desaparición…

-Bueno, debió informarse muy bien, en mi caso como en los otros. Imagino que tenía un escuadrón de detectives siguiendo nuestros pasos y enterándose de todo. La relación con mis padres y hermanos no era buena, de vez en cuando me marchaba y pasaba un tiempo, a veces mucho, por ahí, trabajando, buscando oportunidades. No les decía nada y no sabían nada de mí hasta que volvía. Estaban acostumbrados a mis desapariciones. No harían nada en mucho tiempo. Además Mr. Arkadín seguro que borró nuestras huellas, tiene medios más que suficientes. En mi caso pudo haber mandado una postal desde Europa o cualquier otro truco. Mis padres se conformarían, siempre se conforman.

-¿No te parece muy raro todo esto? ¿No te parece desmesurado el esfuerzo y el dinero gastado solo para mantener encerrados a unos enfermos por mucha fortuna que tengan sus familias? No he tenido mucho tiempo para pensarlo, pero hay muchas cosas que no encajan.

-Claro, creo que todos hemos pensado lo mismo. Yo misma me he llegado a plantear la posibilidad de que seamos parte de un experimento. Ese malnacido de Cabezaprivilegiada puede haber convencido a Mr. Arkadin de llevar a cabo alguno de sus locos experimentos. ¿No lo hizo con Kathy?

-Oye, ¿cómo sabes tú eso?

-Cuando llegué había aquí muy poca gente. Estaban Kathy y Jimmy que fueron de los primeros, luego empezaron a llegar los restantes. Kathy y yo éramos de la misma edad y entonces había aquí pocas mujeres. Nos hicimos amigas y hablábamos mucho en el jardín. Ella parecía una jovencita adorable, encantadora y necesitaba hablar con alguien. Tuvo momentos de debilidad y me contó lo que le hicieron en el laboratorio y lo de su clítoris, claro. Como soy mujer no pude comprobarlo pero los hombres con los que se acostó no dejaban de hablar de ello. Se hacían cruces… Permíteme que te diga algo. No te lo tomes a mal. Ten cuidado con Kathy. Es una psicópata. Puede ser una mujer muy dulce, adorable, pero hay algo bestial en su interior. No me extraña sabiendo lo que ha tenido que sufrir la pobre. No sé el poder que tendrá su clítoris, imagino que mucho. Intenta no volver a probarlo. Los demás hombres de Crazyworld no parecen interesarle mucho, los usa y luego se olvida de ellos. Pero contigo es distinto. He visto como te miraba. Hazme caso, ten mucho cuidado.

-Te agradezco que seas tan sincera conmigo. Sí yo también he pensado que es una mujer extraña. ¿Ha hecho algo que te haga pensar que podría matar a alguien?

-Cuando Crazyworld se fue llenando, ella dejó de hablar conmigo y se dedicó a los hombres. No ocurrió nada especial hasta que me acosté con uno de los guardias de seguridad. Sí, aquí tienes mucho tiempo libre, aparte de trabajar casi todo está permitido, salvo escaparte, claro. Kathy se lo tomó muy a mal y durante un tiempo me persiguió con bromas pesadas, sustos y todo tipo de trampas. No sé si se le pasó por la cabeza matarme. Por suerte para mí no se le ocurrió otra cosa que acostarse con Jimmy el Pecas. Fue un error tan descomunal que mi valoración de su inteligencia cayó por los suelos y nunca se levantó. Reconozco que es astuta, a veces, pero de ahí no pasa. Pasó de ser mi perseguidora a ser perseguida por Jimmy. Ambos se enzarzaron en una guerra sin cuartel. Ahora se puede decir que están en una especie de tregua bastante frágil. Te puedes imaginar cómo fue la guerra.

-¿Crees que algún día podremos escapar de Crazyworld? Me llama la atención que a los guardias de seguridad no se les haya ocurrido marcharse y dejar que el resto haga lo mismo.

-Eso es porque eres nuevo y aún desconoces cómo funciona Crazyworld. Se podría decir que los guardias de seguridad son el primer círculo de seguridad. Están dentro, con nosotros y son tan prisioneros como el resto. No escapan porque no pueden. También lo probaron en cuanto supieron que esto era para siempre. Al principio hubo muchos intentos de fuga. Todo el mundo pensó que era más listo que Mr. Arkadin y que es posible fugarse de cualquier prisión, tenga la seguridad que tenga, pero pronto aprendieron que Crazyworld está tan bien diseñado que me rio yo de las mejores prisiones de alta seguridad. Los guardias de seguridad no tienen las llaves de las puertas del perímetro, solo las abren los robots con códigos que al parecer vienen de fuera. Saltar el muro electrificado es jugársela. No se puede cortar la corriente ni provocar un cortocircuito. Al parecer viene también de fuera y está a prueba de cortocircuitos. Los robots son el segundo círculo de seguridad. Están siempre vigilantes, incluso de día, aunque no se les vea. A los perros se les suelta de noche, pero podrían hacerlo de día también. Esa es una hipótesis mía porque nunca ha ocurrido. ¿Te imaginas a los robots dando órdenes a los perros? Pues eso hacen. Como te acabo de decir al principio hubo muchos intentos de fuga y se pusieron a prueba todos los círculos de seguridad. Por eso lo sé. ¿Perros entrenados para obedecer órdenes de robots? Parece increíble. ¿Verdad? Si fallara todo eso imagino que hay un tercer círculo de seguridad, es solo una hipótesis, porque nadie ha logrado saltar la valla. Puede que haya más guardias de seguridad fuera, cámaras vigilando todo el perímetro e incluso un ejército de mercenarios. Con Mr. Arkadín se puede esperar cualquier cosa.

-¿Entonces yo fui recogido por robots al llamar a la puerta?

-No lo sé. Si no te lo ha contado Kathy, que es la única que lo sabe, no creo que nadie más pueda hacerlo, salvo que la acompañara algún guardia de seguridad. Podrías preguntarle también a Heather si estaba de guardia esa noche. Lo que es seguro es que alguien desde fuera dio órdenes a algún robot, que abriría acompañado de algún perro y al verte en el suelo pedirían ayuda a la enfermería donde estaba Kathy. Lo cierto es que allí te llevaron y los demás nos enteramos por la mañana. No tenemos periódicos, ni radio, ni se nos permite la conexión a Internet salvo a páginas censuradas previamente, todo lo demás está bloqueado. El correo electrónico también. Solo podemos escribirnos entre nosotros y para eso mejor vernos y hablar. Bueno, ahora me toca a mí. He hablado demasiado para las pobres respuestas que has dado a mis preguntas.

Al parecer –según pude saber en respuesta a mi última pregunta- el bosque que estábamos recorriendo era tan extenso que nadie en Crazyworld lo había recorrido entero y los que lo habían intentado se habían perdido y tuvieron que ser rescatados desde el aire por un helicóptero de fuera del perímetro. Según la hipótesis de Alice o bien éramos vigilados por drones –un concepto nuevo para mí que me tuvo que explicar- o bien todos llevábamos algún chip injertado, como los perros –también me lo tuvo que aclarar- no encontraba otra explicación al rápido rescate. Jimmy fue el primero o de los primeros en ser rescatado. Se le había metido en su cabezota la idea de que si uno recorría todo el bosque sin duda llegaría a salir de él hasta dar con una zona que no tuviera muro. Por mucho dinero que tuviera Mr. Arkadin, hacer un muro que rodeara todo el bosque tenía que costar una pasta. Lo cierto es que ni él ni nadie había llegado a saber si la hipótesis del Pecas era cierta o no. El bosque estaba repleto de árboles de distintas especies, la mayoría muy altas. Existían zonas de secuoyas que permitían un caminar fácil entre ellas, aunque la mayoría del bosque era muy tupido. La maleza crecía libre. Nadie sabía de jardineros o forestales encargados de cuidarlo como un jardín. Los pocos caminos transitables lo eran porque alguien cuidaba de desbrozarlos cada cierto tiempo. Ese alguien era Jimmy, por supuesto, pero también algún que otro residente aficionado a las excursiones y deseoso de olvidarse de la prisión en la que habitaba. Incluso algún que otro paciente gustaba de recorrer el bosque, no mucho, para pintar caras o palabras obscenas en el tronco de los árboles o recolectar setas que debían entregar en la cocina para que los conocedores dieran el visto bueno antes de preparárselas para alguna comida. Cada cual desbrozaba sus propios caminos y los señalaba con sus códigos particulares. Cuando Alice me dijo eso caí en la cuenta de que ella también se detenía cada cierto tiempo para ver algo que nadie más que ella podía ver. Estuve tentado de preguntarle por su código. No lo hice, bien porque no me lo iba a decir, bien porque había asumido que estaríamos juntos durante toda la búsqueda y regresaríamos también juntos antes de que se hiciera de noche.

Caminábamos despacio, porque el sendero no era como para hacer deporte, hablando tranquilamente, aunque también hubiéramos podido hacerlo a mayor velocidad. El turno de preguntas de Alice lo ocupó sobre todo en saber de mis andanzas amorosas, ya que el resto no podían ser contestadas porque yo era amnésico. Esa fue su primera pregunta. Dudaba de que yo lo fuera. Podía estar disimulando por algún motivo oculto que yo me encargué de disipar puesto que no tenía el menor sentido a la luz de la lógica, ni incluso a la oscuridad del caos delirante. ¿Para qué iba yo a engañar a todo el mundo haciéndome el amnésico? Si iba a permanecer allí el resto de mi vida no tenía sentido hacerme el tonto, antes o después cometería deslices o me aburriría de ser un desmemoriado o el doctor Sun se pondría serio conmigo y recobraría la memoria antes de seguir soportando sus test o sus sesiones de hipnosis. Eso la convenció. En cuanto a mis andanzas amorosas quería saber todos los detalles. Le dije que yo era todo un caballero y no hablaba de la intimidad de las damas. Di algunos detalles que no me parecieron importantes, tales como que en efecto, había pasado una noche con Heather en su apartamento y del regalo de un gatito por parte de Kathy, ya que no podía ser otra persona. Me dijo que era una mala señal. Yo estaba enfilado y eso era un aviso serio. Pensé que tal vez lo pensara por el color del gato o gata. El negro era signo de mal agüero. Me sorprendió que yo recordara eso. De Dolores le dije lo de su sabrosa comida mexicana y de inmediato ella me confesó que era una excelente cocinera, comida italiana o china –había tenido una amiga de esa nacionalidad que la enseñó a cocinar- sobre todo. Eso me puso sobre aviso. En cualquier momento me invitaría a su apartamento y tendría que colgarme otra llave del cuello, bien en forma de tarjeta, la de Heather, o metálica como la de Dolores. Apunté la pregunta para cuando me volviera a tocar el turno. ¿Existían clases en Crazyworld? ¿Mejores apartamentos y otras prerrogativas según el trabajo de cada uno?

De esta guisa y ritmo caminamos lo que me pareció un buen rato. No sabría decir cuánto tiempo porque me fijé en que yo no llevaba reloj de pulsera –tendría que preguntar también por mi reloj, si es que lo llevaba al llegar- y tampoco Alice, no se lo vi en las muñecas. Cuando ella satisfizo su curiosidad morbosa aproveché el tiempo para enterarme de algunas cosillas que me habían llamado la atención y que no se me ocurrieron hasta recapitular con aquella caminata ecológica. Estuve a punto de preguntar detalles propios de amnésico, tales como en qué día estábamos, en qué estación, si era lunes o martes, si nevaba o llovía y en qué épocas… No lo hice porque a lo mejor descubría algo que no me gustaba. Supuse que estábamos al final de la primavera y principios del verano, por el calor, ya que me habían dado ropa de verano. Porque el cielo estaba despejado, aunque se vislumbraban algunas nubecillas que tal vez pudieran dar lugar a una tormenta de verano, si estábamos en verano, o primaveral si en realidad aún no habíamos salido de la primavera. Todas las preguntas se me quedaron en el gaznate porque habíamos llegado a una especie de claro, rodeado de un montón de enormes secoyas. Me quedé pasmado cuando observé bancos de madera pegados a los árboles y mesas del mismo material, troncos adaptados como sillas y algún que otro detalle que me hizo pensar en una especie de parque o lugar de asueto. Enseguida pregunté cómo era posible que existiera todo eso y no un camino ancho y preparado para excursionistas. Me dijo que en efecto, lo hubo, pero a la vista de los follones que se habían montado entre pacientes y trabajadores por reservar el parquecito para sus expansiones, el director dio orden a los jardineros de que no cuidaran el camino, que al cabo de un tiempo se convirtió en bosque salvaje. Muchos se desesperaron y no regresaron. Otros hicieron sus propios caminos con códigos pero era raro ver juntos a más de uno, o dos o tres. Las excursiones grupales desaparecieron. Alice escogió un árbol, una mesa y un banco y nos preparamos para comer lo que Dolores nos había preparado. En efecto mis tripas ya habían comenzado a rugir, pero enfrascado en la conversación no me había dado cuenta.

LA VENGANZA DE KATHY IV


LA VENGANZA DE KATHY IV

Caminamos en silencio. Yo había tomado la iniciativa y me dirigía en la dirección que Jimmy había seguido cuando me enseñó la cabaña en el bosque. Al acercarnos a los primeros árboles caí en la cuenta de la enormidad del bosque y que buscar allí a Kathy iba a ser como encontrar una aguja en un pajar. Aquello más parecía un picnic con chica guapa, para el que había encontrado la excusa perfecta.

-Perdona, Alice, se me acaba de ocurrir que buscar a Alice en este bosque sin saber los lugares que frecuentaba es una pérdida de tiempo.

-Vaya, ¿No se te había ocurrido antes?

-¿Y a ti sí?

-Claro. Vengo más por acompañarte que porque piense que vamos a encontrar a esa zorrita. De todas formas imagino que Jimmy te habrá enseñado la cabaña de refocile del señor Arkadín y sus amigotes.

-¡Cielos! Me hizo jurar que no se lo diría a nadie y el muy capullo ha debido de llevar allí a todas las mujeres de Crazyworld. ¿También a ti?

-Por supuesto. Solo que en mi caso le salió el tiro por la culata, porque después de habérmelo enseñado todo con pelos y señales intentó aprovecharse de mí, pero le di un rodillazo en las ingles y salí corriendo. ¿Por qué crees que me odia de esa forma desaforada que has visto?

-¿Crees que Kathy estará allí?

-Si Jimmy ha buscado en todos los edificios sin encontrarla y te ha mandado al bosque es porque piensa que es lo más probable.

-¿Y por qué ese cabroncete no me pidió directamente que fuera a la cabaña?

-Es así de retorcido y vengativo. Seguro que imaginó que te perderías y pasarías varios días y noches en este maldito bosque. A mí me produce un repeluzno muy desagradable, tanto de día como de noche, pero especialmente de noche. Tiene algo malvado que no podría definir. Aunque tal vez solo sean los efluvios de los pedos de ese gordo tragón y pervertido de Mr. Arkadín.

Y comenzó a reírse con una risa cantarina que me puso los pelos de punta. No sé si me estaba tomando el pelo, pero a mí también me producía ese repeluzno más bien aterrorizante que no confesaría nunca.

-Si conoces tan bien el camino sería prudente que te pusieras delante. Yo solo estuve una vez y no creo que pudiera encontrar la cabaña salvo por un golpe de suerte.

-Yo en cambio me lo conozco a pies juntillas, incluso he marcado con señales todo el recorrido. No te las voy a decir porque esa cabaña no me parece un buen sitio para nadie, y en tu caso seguro que llevarías a tus conquistas. Yo te quiero solo para mí.

De nuevo su risa cantarina. Se puso en vanguardia, algo que le agradecí, no solo porque me facilitaba mucho las cosas, también porque podía contemplar su esplendorosa vanguardia a mi gusto. Ella debió de tenerlo también en cuenta porque juraría que movía sus caderas y su popa con más gracia salerosa de lo que correspondía a un sendero lleno de piedrecitas y ramitas.

-Perdona Alice, pero el camino va a ser largo. Se me haría más corto si continuáramos hablando. ¿Puedo hacerte algunas preguntas?

-Sí, por supuesto, pero siempre que tú también contestes a las mías.

-Ya sabes que me he quedado amnésico, no podría contarte mucho de mi pasado, más bien nada.

-Pero sí del presente. Por ejemplo, ¿Has pasado la noche con Dolores?

-Nos has visto besándonos.

-No, estaba muy atareada poniendo las cosas en el lavavajillas. Pero salta a la vista. No sé qué le encuentras a esa mujer. Entiendo lo de Kathy, con ese coño mágico que tiene no hay hombre que se le resista. También entiendo lo de Heather, es muy hermosa. ¿Pero Dolores?

-Es una mujer muy bondadosa, una verdadera madraza y yo necesito una madre, me siento como un niño perdido. En cuanto al sexo siempre es delicioso cuando es cariñoso. Y por cierto, ¿cómo puedes saber lo de Kathy? No creo que ella lo fuera pregonando por ahí.

-Yo también puedo hacer de madre, aunque sea joven. Me gustaría que lo tuvieras en cuenta. Y en cuanto a Kathy todo el mundo sabe en Crazyworld su peculiar anatomía. Todos los hombres con los que se ha acostado aquí, que son muchos o todos, o casi todos, lo han comentado luego, como no podía ser menos. Los hombres sois así. También sabemos todos que Kathy tiene por norma tirarse la primera a los hombres que pisan por primera vez Crazyworld. No se le ha escapado ni uno. En tu caso lo tenía difícil porque estabas encerrado en tu habitación, como no podía ser menos, porque la señorita Ruth es un perro de presa y la habitación está muy alta. Pero todos sabemos de sus proezas circenses. Si te lo ha contado a ti, piensa que se lo ha podido contar a los demás. Kathy no se caracteriza precisamente por su discreción. Bueno, dejemos el tema. Me has contestado y tienes derecho a hacerme las preguntas que quieras.

LA VENGANZA DE KATHY III


LA VENGANZA DE KATHY III

Recorrí el pasillo a buen paso, admirándome del silencio que reinaba en todo el edificio, parecía un monasterio. ¿Era posible que todos los pacientes continuaran en las celdas de aislamiento? Que se encargara el idiota de Jimmy, yo iba a desayunar. Suponiendo que el comedor estuviera abierto, que hubiera alguien en las cocinas. ¿Dónde estaba el personal? Al menos Dolores debería estar en las cocinas. Entré en el comedor con una sensación de apocalipsis, el vacío del lugar me golpeó en el estómago, que se encogió. Alguien movió la puerta y escuché una voz muy dulce que recordaba muy bien. Era la de Alice, la dulce camarerita que tanto me había impresionado.

-¿Hay alguien ahí?

-Soy yo, Alice.

-¿Y quién eres tú?

Escuché una risita y la puerta se abrió.

-Vaya, vaya, el guapo que no recuerda nada.

Me acerqué con cierto comedimiento, pensando que tal vez ella pensara que yo era un amigo de verdad de Jimmy, su bestia negra. Estaba dispuesto a hacer todos los esfuerzos necesarios para sacarla de su error.

-Bueno, aún no recuerdo mi nombre, puedes llamarme Johnny si quieres, pero voy recordando algunas cosillas.

-¿Cómo cuales?

-Bueno… En fin, puede sonar a chirigota, pero creo que antes de llegar aquí yo era un gigoló.

Su estrepitosa risa me molestó. Podía haberle dicho cualquier otra cosa, pero no, tenía que sacar a colación lo más ridículo. Mi ingenuidad no tenía límites. Me llamé idiota y esperé a que se le pasara su atragantón de risa.

-Bueno, bueno, con tu aspecto no resultaría tan extraño. ¿Cuánto me cobrarías por una noche?

-Te lo haría gratis.

Esta vez casi se ahoga. Tuve que colocarme por detrás y darle palmaditas en la espalda. Al hacerlo noté su culo bajo su uniforme y tuve una erección. Me aparté como si de entre sus nalgas pudiera salir un escorpión. Mucho me estaba temiendo que aquel no iba a ser mi día. Y todo porque el gilipollas de Jimmy me había sacado de mis casillas.

-Te tomo la palabra. ¿A qué has venido?

-Tengo hambre.

-Pobre nene. ¿Nadie te ha dado de desayunar?

Y se coló en la cocina. Yo me senté a la mesa más cercana. No tuve que esperar mucho. Alice salió don dos bandejas que colocó sobre la mesa.

-No son las dos para ti, nene, yo tampoco he desayunado.

Y se sentó frente a mí. Miré mi bandeja y sin poder controlarme tomé el tenedor y el cuchillo y comencé a cortar el beicon y los huevos. Me tragué un buen bocado.

-Vaya, vaya con el nene. Pues sí que tienes hambre. Ni siquiera eres capaz de esperar a que esta bella dama haga los honores.

-Perdona, perdona, es que ese cabrón de Jimmy me ha puesto de los nervios.

-Y también te ha dado algún que otro mamporro. Tienes un cromo en la cara. ¿Ya habéis descubierto al asesino?

-Ya te contaré esa historia en otro momento. Ahora estoy demasiado cabreado para hablar de ello. En cuanto al asesino, que lo siga buscando Jimmy. Yo tengo que encontrar a Kathy.

-Pues es cierto, yo tampoco la he visto. Pensaba que estaría en las celdas de aislamiento, con los demás.

-Al parecer no es así. Allí es donde ha debido mirar primero El Pecas. Si me ha encomendado que la busque es porque no está.

-¿Tienes que buscarla tú?

-Lo que diga el jefe. Ambos pensamos que ha podido caer en manos del asesino y podemos tener otro asesinato en Crazyworld. Aunque yo aún no he descartado que pueda ser una asesina. Al parecer todas las mujeres de esta mierda de sitio tienen sobrados motivos para cargarse a ese cabrón que en paz descanse en el infierno.

-Yo no. Lo intentó, como con todas, pero lo solté un buen rodillazo en salva sea esa parte que tanto apreciáis los hombres y no me ha vuelto a dirigir la palabra. Ya no lo hará más. No siento ninguna pena por ese cabrón idiotizado. Es cierto que aquí hay muchas mujeres que tenían sobrados motivos para cargarse a ese malnacido, pero yo pienso también que tiene que ser un hombre.

-No sé qué pensar. Al parecer los psicópatas no suelen cambiar de género, si comienzan con hombres siguen con hombre, si con mujeres, continúan con mujeres. No me digas de dónde lo he sacado, porque aunque he comenzado a recordar, eso es algo que no aparece en mi memoria. Es preciso encontrar a Kathy. Si está viva será un gran alivio. En cuanto termine el desayuno comenzará a buscarla en el bosque, es el único lugar donde aún no ha buscado Jimmy.

-Esa estúpida nunca me cayó bien, pero me gustaría acompañarte. Hoy me temo que va a ser un día muy aburrido y aquí no tengo nada que hacer.

Yo había terminado ya de desayunar, más bien diría que de trasegar, incluso había comido con la boca llena, pero ella apenas había picoteado su desayuno.

-Agradecería la compañía, pero puede ser peligroso.

-Teniendo a mi lado a un mocetón como tú, no temo a nadie. Por cierto, lo de tu pasado como gigoló es una broma. ¿Es así?

-No sabría decirte. He tenido un sueño muy raro al respecto, parecía muy real.

-Pues si es así tienes que ser todo un experto en la cama, eso no se olvida, como el andar en bicicleta.

-¡Ojalá recordara! Al menos eso. Bueno, si quieres acompañarme al menos deberías cambiarte el uniforme y el calzado.

-No te preocupes por mí. Sé manejarme bien en el bosque.

Callé para que ella terminara su desayuno. En cuanto lo hizo se dispuso a recoger las bandejas.

-Si vamos a pasar el día en el bosque deberíamos pedirle a Dolores que nos haga un buen almuerzo. Así podremos hacer un picnic en la hierta.

-¿Está Dolores en la cocina?

-¿Dónde iba a estar sino?

-Te ayudo.

Tomé mi bandeja y la seguí. Las cocinas estaban casi desiertas, solo se escuchaba ruido de cacerolas al fondo. En efecto, Dolores estaba fregando unas cacerolas en un gran fregadero. Mientras Alice colocaba el contenido de las bandejas en el lavaplatos yo me acerqué por detrás a Dolores, que no se había apercibido de nuestra presencia, la tomé por la cintura y besé su nuca. Se volvió sorprendida y al ver que era yo me estampó un largo beso en la boca. Luego vio a Alice y me guiñó un ojo. Yo hice lo mismo. En un primer momento había pensado en ser comedido, pero el afecto que sentía por Dolores y la intimidad que ahora nos unía me hizo mandar todo a la mierda. Puede que eso me quitara chance con Alice que me gustaba mucho, aunque lo más probable es que ya supiera en qué camas había estado, al fin y al cabo Crazyworld era un gigantesco mentidero donde todo el mundo sabía todo de todo el mundo.

-¿Qué te trae por aquí, mi niño?

-Verás, necesito que prepares una mochila con comida. Me voy a pasar el día en el bosque, buscando a Kathy a la que nadie ha visto. Jimmy cree que el asesino ha podido hacer de las suyas. Por cierto, comida para dos. Alice me acompaña.

-¿Cómo es eso?

Preguntó tras echarle una mirada aviesa a la dulce camarerita que acababa de poner el lavaplatos en marcha y ahora miraba a Dolores con cierta sorpresa. Como si hubiera visto nuestro saludo, que seguro que lo había visto.

-Alice dice que aquí no tiene nada que hacer y me vendrá bien un poco de compañía.

-Si no fuera porque soy un tonel andante yo también te acompañaría. Estoy haciendo algo de comida por si alguien viene a almorzar, aunque no lo creo. El doctor Sun tiene a los pacientes en ayunas en las celdas de aislamiento, no sé si como castigo o porque cree que si están en ayunas le resultará más fácil acceder a su subconsciente. Ahora mismo os preparo un buen picnic.

Y mientras lo hacía Alice se quitó el mandil y me dijo que iba a buscar un calzado más adecuado a su vestuario. Me esperaba fuera. Cuando quedamos solos Dolores se me acercó y volvió a besarme.

-No te voy a decir que seas un chico bueno y te alejes de esa zorrita, porque entre nosotros no hay ningún compromiso y sé muy bien que aquí hay muchas mujeres guapas y no vas a poder resistir la tentación, pero al menos prométeme que buscarás a Kathy y no te pasaras el día retozando con ella. Kathy es una buena chica, aunque tenga el problema que tiene y no se merecería un mal final.

-Te lo prometo.

Y esta vez fui yo quien la besó con apasionamiento. Lo tuvo todo listo en cinco minutos. Me despedí de ella con otro beso, me eché la mochila a la espalda y de pronto recordé que se nos podía hacer de noche. Le pregunté si tenía una buena linterna y se fue al almacén. Regresó con una linterna, una brújula y un machete en su correspondiente funda, con su correspondiente cinturón para atármelo a la cintura. No quise preguntarle nada al respecto. Ni se me había ocurrido la posibilidad de tener que enfrentarme a un supuesto asesino armado. Dolores me deseó buena suerte, no sin antes preguntar por el walkie. Se lo enseñé.

-Preguntaré a Jimmy de vez en cuando si sabe algo de ti. Regresa antes de que se haga de noche.

-Sí mamá.

Y volví a besarla. Salí al exterior donde me esperaba Alice y nos pusimos en marcha.

LA VENGANZA DE KATHY II


LA VENGANZA DE KATHY II

-Yo tampoco la he visto en los monitores. Puede que esta vez el payaso de Jimmy no ande muy descaminado. También me preocupa su ausencia.

-Cierto. Sería muy preocupante que el asesino hubiera vuelto a matar, y que además nos destrozara el perfil. No suele ser habitual que un asesino de hombres se pase a matar también mujeres. Eso me preocuparía mucho más, me temo que los hombres de Crazyworld son muy prescindibles.

-Te olvidas que tú eres hombres y que estás en Crazyworld. Parece que no lo acabas de creer. ¿O has recobrado la memoria? ¿En serio que ya tenéis un perfil del asesino?

-Ha sido un lapsus extraño. No obstante me temo que yo también soy un hombre prescindible aquí.

-No digas tonterías, cariño. Puede que la mayoría de hombres en Crazyworld sean prescindibles, empezando por Jimmy, pero tú no. ¿Has pensado que el asesino te puede tener en el punto de mira?

-Eso me preocupa bastante menos que ahora le haya dado por las mujeres. Prométeme que tendrás cuidado. Perfil, lo que se dice perfil no tenemos, pero nos estábamos centrando en las mujeres que podrían tener motivos para matar al director.

-En ese caso todas, hasta yo. Si todo quedará así, el asesino nos habría hecho un gran favor. Ese cabrón sobraba aquí, nadie le echará de menos. Vete con Jimmy, encontrad a Kathy, yo intentaré dormir un poco. Si cuando despierte aún no la habéis encontrado, os ayudaré. Déjame que mire la frecuencia de tu walkie, te llamo en cuanto descanse un poco.

Regresó a la cama, me mandó un beso con los dedos y quedó frita ipso facto. La gatita, ya iba haciendo a la idea de que se trataba de una gatita, salió disparada de su cesta y se subió a la cama, ronroneando se acomodó entre las piernas de Heather. Envidié su suerte. Procuré no olvidarme nada esencial, incluido el walkie, y sin hacer ruido salí del apartamento.

Encaminé mis pasos de forma automática hacia el despacho del doctor Sun. No sé si porque allí había quedado con Jimmy –no lo recordaba- o porque necesitaba hacerme una idea de cómo estaban las cosas en Crazyworld, si el caos había remitido, si los pacientes habían regresado a la rutina de su vida cotidiana o continuaban en las celdas de aislamiento, asediados por el doctor, y sobre todo, si había noticias de la esperada visita de Mr. Arkadin. El cielo se estaba nublando, aunque el sol asomaba su redonda cara por una rendija. Era un día raro, ni optimista ni pesimista. No se veía un alma fuera de los edificios, y mucho menos cuerpos, parados o en movimiento. Por un momento se me ocurrió que no me vendría mal que lloviera a moco tendido y mojarme hasta el vello. Había caído en que llevaba tres días sin cambiarme de ropa. La mía había sido tirada a la basura debido a las rasgaduras y los rastros de sangre del accidente. No recordaba si la que portaba me había sido facilitada por Kathy -¡pobre Kathy!- o por cualquier otra alma caritativa. Tenía que haber toda una industria textil en Crazyworld para vestir a tanto paciente y profesional, a no ser que fuera confeccionada fuera de allí y traída en helicóptero junto con las provisiones. En ese caso todos los residentes habrían sido convenientemente manoseados por un sastre o similar y sus medidas deberían constar en alguna agenda o tabla de datos. No recordaba haber sido manoseado, salvo por Kathy, y salvo que ella fuera la señorita sastra, estaba claro que debería realizar ciertas gestiones sobre la confección de mi guardarropa. ¡Kathy, pobre Kathy! Era preciso encontrarla cuanto antes. Ya casi había llegado al edificio de los pacientes sin pensar en Jimmy. Puede que todos aquellos pensamientos insólitos fueran un subterfugio de mi subconsciente para evitar pensar en él. Era curioso, pero ya no sentía el menor deseo de liarme a tortazos con él, para vengarme de la paliza que me había propinado por sorpresa. Mi única preocupación era encontrar a Kathy cuanto antes, para saber que estaba bien y que nuestro asesino no la había emprendido con las mujeres, o aún peor, que teníamos otro asesino en Crazyworld, y como no hay dos sin tres, bien podían estar surgiendo asesinos como champiñones en el fango. El sudor empapó mi frente.

Traspasé la puerta principal, eché un vistazo al comedor, escuché con atención, pero no pude captar ni el tenue deslizarse de un ratón, un silencio absoluto lo cubría todo, como un gran manto de nieve. Subí al primer piso, me deslicé como una bailarina de ballet sobre sus puntas y abrí la puerta del despacho del doctor Sun, que conocía muy bien tras los test y las sesiones que sufriera tras mi llegada. Por un momento me vino a la cabeza el celador que tan mal me había tratado. No conseguía recordar su nombre. No tuve mucho tiempo para forzar a mi memoria, porque su imagen desapareció tras abrir la puerta. En su lugar dos imágenes lo acapararon todo. El doctor Sun permanecía sentado tras la mesa de su despacho, la cabeza, más bien la frente, apoyada sobre sus manos que descansaban sobre la mesa. Parecía dormir con placidez. Frente a él estaba Jimmy, sentado en el sillón orejero, en una postura relajada. Su mirada se perdía muy lejos, al otro lado del gran ventanal del despacho. No me esperaba aquella visión apocalíptica, porque eso era la inmovilidad absoluta de aquellos dos seres hiperactivos, el fin del mundo.

Permanecí de pie, paralizado por la sorpresa. Luego exhalé el consabido Ejem. Nada. Ejem, Ejem y Ejem. La mirada perdida de Jimmy realizó una panorámica hasta detenerse en mi figura. Juraría que no me estaba viendo. Su mente era incapaz de procesar los datos que sus ojos mandaban a su cerebro. El doctor Sun no se había movido, permanecía en la misma postura, como la estatua de un pensador apoyado sobre la mesa, suponiendo que esa estatua existiera en alguna parte. De pronto Jimmy salió disparado, como si se hubiera roto un muelle del sillón orejero, poniéndole en pie contra su voluntad. Me miró, abrió la boca pero de ella no salió ninguna palabra. Levanto su mano derecha y su dedo índice me señaló. Su pie derecho se movió de forma refleja. Un terrorífico gruñido salió de su boca, como el de un perro peligroso, avisando del inminente ataque. Continuó caminando como un sonámbulo, exhalando aire que durante el recorrido se transformaba en un ominoso aviso amenazante. No fui capaz de reaccionar, no lo vi venir. Cuando estuvo frente a mí, por sorpresa, de forma imprevista, alzó su brazo derecho y su mano diestra me asestó tal bofetón que a punto estuvo de dar con mi cuerpo en tierra. Juro y perjuro que mi reacción fue automática, refleja, para nada consciente. Alcé mi mano derecha y le asesté un bofetón terrible, de una intensidad superior a la suya. Tampoco lo esperaba porque su cuerpo se inclinó como empujado por un ciclón. De pronto reaccionó y se lanzó sobre mí. Sus manos agarraron mi cuello. Antes de apretar con saña, la consciencia se apoderó de su mente y dejó caer los brazos, no su lengua.

-¡Maldito cabrón! Mientras yo me dejo los cuernos buscando al asesino y registrando palmo a palmo los edificios, buscando a Kathy, este dandy apestoso se pasa las horas en posición horizontal, acostándose con todas las mujeres de Crazyworld. Debería matarte ahora mismo.

-Vamos, Jimmy. El que debería matarte soy yo. ¿O ya no te acuerdas de la traicionera paliza que me propinaste? No te voy a matar, porque ahora lo importante es encontrar a Kathy. ¿Qué le pasa al doctor Sun?

-Ha quedado en estado catatónico tras recibir la noticia de que Mr. Arkadin aparecerá por aquí en unos días, en cuanto remate algunos negocios urgentes. No solo no hemos encontrado aún al asesino, hasta es posible que haya vuelto a matar y además a la adorable Kathy, lo mejor de este antro.

-¿Qué hacemos?

-Tú buscarás en el bosque y yo volveré a registrar todos los edificios. Pero antes voy a despertar a Sun para que nos firme unas autorizaciones.

Dicho y hecho. Se acercó al doctor, lo sacudió por los hombros, lo pellizcó, le gritó a la oreja. Nada. Entonces, con la total desvergüenza que la caracteriza, comenzó a darle de tortas con tal entusiasmo que sentí un vivo deseo de acompañarle, solo que en lugar de vapulear a Sun, me hubiera gustado emprenderla con Jimmy. Me vi obligado a hacer un gran esfuerzo de voluntad para controlarme. Al pobre doctorcito no le quedó otro remedio que salir de su estado catatónico. Lo hizo mirando alrededor como si no supiera dónde estaba. Miró al Pecas como si no lo conociera. Me miró a mí como si le resultara conocido de algo. Balbuceó algunas incongruencias, pero Jimmy no le dio tregua.

-Doctor, tiene que firmar esta autorización para que todos los pacientes salgan de las celdas de aislamiento. Usted no está para ponerse a buscar ahora el subconsciente colectivo, y menos para recabar información sobre el asesino…

-¿Las celdas de aislamiento?

-Sí. ¿No se acuerda de que encerró allí a todos los pacientes? Es hora de que vuelvan a su vida normal.

-¿Asesino?

-¿Tampoco se acuerda del asesino? ¿Dónde guarda su güisqui escocés de veinte años? Necesita un lingotazo para espabilarse.

El doctor Sun señaló el cajón de arriba de su mesa de despacho y continuó firmando todo lo que Jimmy le ponía a mano. Estaba claro que el Pecas lo había preparado todo concienzudamente. Sacó la botella de güisqui y un vaso limpio. Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo le dio un lingotazo terrible.

-¿Quieres?

-No gracias. No he desayunado.

En cuanto Sun terminó de firmar Jimmy le sirvió el vaso hasta arriba. Me quedé de una pieza cuando se lo trasegó entre pecho y espalda sin parpadear. Tosió, los ojos se le aclararon y agarró al Pecas por la solapa.

-¿Habéis encontrado ya al asesino?

-Aún no, doctor, pero con estas autorizaciones que acaba de firmar vamos a avanzar mucho.

-¿Me necesitas para algo?-pregunté, ansioso por librarme de lo que iba a suceder.

-No. Puedes ir a desayunar. Yo pondré en libertad a los pacientes. En cuanto termines te quiero ver en el bosque. No te olvides de llevar el walkie. Me informarás cada dos horas.

-Sí, jefe.

Y salí echando chispas.

LA VENGANZA DE KATHY I


LA VENGANZA DE KATHY I

LA VENGANZA DE KATHY

Me desperté con la sensación de que era tarde, muy tarde, no sé para qué, porque no tenía nada que hacer. ¿O sí? Claro. Estaba investigando el asesinato del director. Pero eso no corría prisa, nada lo iba a resucitar. ¿Me habría llamado Jimmy? No, salvo emergencia. La única que se me ocurrió es que se hubiera producido otro asesinato. ¿Dónde había dejado el walkie talkie? No tenía grabadora de llamadas, al menos que yo supiera. Quería acercarme al apartamento de Heather, para darle un beso. ¿Qué turno tenía? No lo recordaba. ¿Qué hora era? En mi muñeca no había reloj de pulsera. ¿Había llegado a Crazyworld con reloj? A saber. Dolores no estaba en la cama. Lo supe cuando me volteé buscando sus pechos. Me adormilé un rato. No mucho porque mi mente había comenzado a hervir. Eso me recordó el desayuno. No porque mi cabeza hirviera como una cafetera, era la alarma del estómago. Sentía hambre. Me arrojé de la cama y me puse en marcha. Una ducha con agua caliente, me unté de gel y me restregué con la esponja. Dolorcitas no disponía de colonia masculina. Creo que en mi cuarto había de todo, pero no podía arriesgarme a volver al pabellón de los pacientes. ¡A saber lo que estaría ocurriendo allí!

Me sequé. Sin esperar a vestirme busqué a Dolores. Tampoco estaba en el apartamento. Encontré una nota en la cocina con el desayuno. “No puedo esperar, me han avisado, en las cocinas hay un caos terrible. Disfruta del desayuno. Ha sido una noche deliciosa, espero que se repita. Te he dejado una copia de la llave dentro de este camafeo. La cadena es de oro. Un regalo de mis hijas antes de abandonarlas para buscar trabajo al otro lado de la frontera. He cambiado las fotos de mis hijas por la mía, cuando era joven y guapa. Espero que te guste. Cuélgatelo al cuello y usa la llave cuando quieras. No la pierdas. Un beso”. Desayuné con apetito. Luego me puse a buscar el walkie talkie por todo el apartamento. Aproveché para husmear en los cajones. Encontré un álbum de fotos. Sus hijas eran muy guapas. No descubrí ningún secreto. El walkie estaba en el frutero, sobre la fruta. Lo tenía delante de las narices y no lo había visto. Regresé al servicio. La mermelada hizo su efecto. Procuré dejarlo todo más o menos limpio y ordenado. Me vestí, colgué el camafeo de mi cuello, el walkie del cinturón. Pensé en si me dejaba algo. No tenía reloj, tampoco cartera. Eso me hizo pensar en la posibilidad de que mis efectos personales estuvieran recogidos en la enfermería. ¡Para lo que me iban a servir! Puede que los tuviera Kathy. Mejor olvidarse de ellos. También de Kathy. Se me ponía el vello de punta solo pensar en lo que estaría tramando.

Cerré la puerta con la llave. Funcionaba a la perfección. Ahora visitaría a Heather, suponiendo que encontrara su casa. Se me ocurrió que debería pedirle un plano de Crazyworld, suponiendo que lo hubiera, tenía que haberlo. Me había olvidado de mirar la hora en algún reloj en el apartamento de Dolores. Era un día soleado, hermoso. El sol estaba alto en el cielo. ¿Ya era mediodía? En el tiempo que llevaba allí no me había planteado en qué estación del año estábamos. ¿Era verano? Comencé a sentirme raro, me venían a la cabeza ideas nuevas que no me había planteado antes. Tal vez el sueño estuviera acelerando la recuperación de mi memoria. Intenté recordar. Nada. Falsa alarma. El parque estaba vacío. Demasiado silencio. Caminé en la dirección que supuse estaba el apartamento de Heather. En dirección contraria al pabellón de los pacientes, claro. No resultó tan sencillo. Me perdí varias veces. Casi llego a la casa de la doctora Patricia. Cambié de dirección. Por suerte recordé el conjunto de farolas en el que me había fijado siguiendo a Heather a su casa. Como era de noche, las farolas era lo único en que uno se podía fijar. Suerte.

Ahora solo quedaba saber cuál era su portal. Un maullidito de gato alumbró mi oscuridad. Lo había olvidado por completo. Me sentí tan culpable que a punto estuve de responder yo también con otro maullido. Calculé cuál sería el timbre de su apartamento. No recordaba nada, ni siquiera me había preocupado de hacerme un croquis mental. Estaba dispuesto a llamar a todos, ya encontraría alguna disculpa. No fue necesario. La voz dulce y cantarina de Heather me respondió a la segunda llamada. Debió de verme por la cámara del videófono, o como se llamara, porque me abrió sin preguntar nada. Subí las escaleras. No tuve que plantearme a qué puerta debería llamar ahora, porque ella estaba esperándome con la puerta abierta, en braguitas. En sus brazos maullaba el gatito.

-¿Cómo sabías que era yo?

-¿Quién podía ser? ¿Crees que mi casa es un trasiego de guapos mozos?

-No me extrañaría.

-Hombres hay muchos, pero guapos, lo que se dice guapos, solo tú, cariño.

Nos besamos y me pasó el gatito, o la gatita. Lo besé en los morritos y le acaricié el lomo. Se puso a ronronear.

-¿Has desayunado?

– Sí, gracias.

-¿Dónde has pasado la noche?

-En casa de Dolores.

-¿Todo bien?

-Sí. Me hizo una comida mexicana muy rica. Me trató a cuerpo de rey y Kathy no dio señales de vida.

-¿Hubo sexo?

-Es una mujer muy cariñosa, y también muy necesitada. No entiendo por qué no utiliza a los gigolós. Según Jimmy Crazyworld dispone de un grupo de mercenarios y mercenarias de muy buen ver.

-¿Eso te dijo Jimmy?

-¿No es verdad?

-Lo es. Por desgracia para él ya saturó a todas las mercenarias, como dices tú. No hay mujer en Crazyworld que no esté saturada de ese payaso. Por cierto, me debes un premio. Me has despertado. Ya te dije que tenía turno de noche.

-Perdona, perdona. Me había olvidado. Necesitaba verte.

-Espero que Dolores no te haya agotado. Ven conmigo a la cama.

Y allá que nos fuimos. La gatita se quedó en una cesta que Heather le había preparado en la habitación, muy mona. Se quedó dormidita tan pronto la coloqué sobre su mantita. Me desvestí procurando que el camafeo que había colocado en un bolsillo de los pantalones no sonara contra la madera de la silla. Nos abrazamos, nos besamos y disfrutamos del placer hasta caer rendidos. Heather me hizo unas cuantas preguntas más antes de cerrar los ojos en brazos de Morfeo. Me dije que la mejor forma de pasar el día era quedarme allí, olvidándome de todo. Que le dieran a Jimmy, a Kathy, al cadáver del director, a Mr. Arkadín y a aquella prisión de mierda. No quería pensar en nada. Me abracé a Heather y me dispuse a acompañarla en el sueño. Por mucho que durmiera me costaría recuperar el sueño que había perdido con Kathy. No quería pensar en ella, no quería…

Una voz chillona y desagradable comenzó a dirigirse a alguien, insultándole con todas las palabras soeces del diccionario. Tardé en darme cuenta de lo que estaba pasando. Jimmy me estaba llamando por el walkie talkie. Heather se sobresaltó y abrió un cajón de la mesilla de noche. Antes de que pudiera sacar su arma reglamentaria yo lo había sujetado con fuerza.

-Es ese idiota de Jimmy. ¿No pudo encontrar otro momento mejor?

-El idiota lo serás tú, pasmado, zopenco. Te pasas los días y las noches saltando de cama en cama mientras yo me enfrento solo a todos los problemas.

-Atiéndele, querido, o no me dejará dormir.

Hice lo que me pedía Heather. Me levanté y busqué el walkie a tientas.

-¿Qué ocurre, maldito cabrón? Ya verás cuando te pille, no me he olvidado de los golpes que me soltaste a traición.

-Dejaré que te vengues, cobarde de mierda, pero ahora hay cosas más urgentes.

-¿Otro asesinato?

-Espero que no. Nadie ha visto a Kathy por ninguna parte. Me temo lo peor.

-¿Quieres decir que estamos ante un asesino en serie? ¿Ahora se dedica a las mujeres? Eso no se adapta al perfil.

-¡Qué sabrás tú de perfiles, imbécil! ¿No estás amnésico, o has recobrado la memoria?

-Es cierto. Es cierto. ¿Qué quieres que haga?

-Cuando veas a Heather pregúntale si ha visto a Kathy en alguna cámara. Te quiero ahora mismo en el pabellón de los pacientes, que nadie te ha visto el pelo por aquí. ¿Dónde estás ahora?

-Dame media hora. Nos vemos allí. Corto y cierro.

Y cerré.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XIII


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XIII

Me desperté con una sensación rara. No era un sueño inquietante o una pesadilla angustiosa, ni siquiera la sensación de haber recordado algo que antes no estaba ahí. Me costó situarme, estaba en la casa de Dolores, en horizontal, tardé en comprender que me encontraba en su cama. Pero no podía verla. Comprendí que miraba hacia el techo, boca arriba. Giré la cabeza hacia mi izquierda y allí estaba ella. De costado, vestida, con los pechos fuera del vestido, dormía apaciblemente. Me dolía la cabeza, sentía el estómago revuelto. En realidad tenía ganas de vomitar. Cuando lo comprendí salí disparado hacia el servicio que tardé en encontrar. Llegué justo a tiempo para echar la vomitona en el retrete. Me di una ducha con agua fría y solo al salir y secarme la toalla fui consciente de que no me había desvestido, ya estaba desnudo, lo había estado en la cama. Me sentía muy confuso. Regresé a la cama y los recuerdos comenzaron a volver. Muy revueltos, muy extraños. Comprendí dónde me encontraba, cómo había llegado, los episodios más relevantes que me habían sucedido, y sobre todo lo que más me estaba afectando. Me había quedado amnésico tras el accidente y solo muy vagos recuerdos de mi pasado, la mayoría obtenidos en sueños, podían ser tenidos en cuenta, no del todo, porque no había seguridad alguna en que fueran ciertos. Al parecer había sido un gigoló, puede que fuera español, aunque ningún hilo conductor podía explicarme cómo había llegado hasta allí, por qué hablaba inglés de manera tan perfecta, al parecer, porque nadie había notado nada especial en mi pronunciación y acento. Había tenido un accidente cerca de Crazyworld y buscando ayuda me había quedado encerrado aquí de por vida, al menos eso era lo que me había dicho Jimmy El Pecas, el bufón más ridículo que había visto en mi vida, mi corta vida, porque solo recordaba tres días. Me había despertado entre los colmillos de Kathy, nunca mejor dicho, y pronto pasé a ser absorbido por su sexo que desprendía una especie de jugo capaz de atrapar toda clase de moscas, mosquitos y moscardones, sintiendo una especial atracción por los penes, a los que podríamos calificar de lombrices, por ejemplo. Había conocido a todos los pacientes de aquel endemoniado psiquiátrico para millonarios y para rematarlo todo se había producido el asesinato del director. El doctor Sun nos había encargado a Jimmy y a mí encargarnos del caso, como dos detectives de novela. Había pasado la noche anterior con la preciosa Heather y ahora estaba con Dolores en su cama, tan grande que podía con los dos y aún sobraba un poco de sitio. Sí, todo eso lo había recordado al despertar, pero la verdad es que nada encajaba y no tenía nada que contraponer puesto que mi memoria me estaba jugando una mala pasada. ¡Bonito panorama!

Miré otra vez a Dolores, luchando contra la tentación de tocar sus pechos y lamer sus pezones. Entonces ella abrió un ojo, como en un guiño extraño, como si me estuviera diciendo que podía leer mis pensamientos. Luego el otro y una sonrisa pícara asomó a su boca.

-Juraría que ya has vomitado y que la cabeza está a punto de explotar en mil pedazos. ¿Me equivoco?

-No, no te equivocas. Tengo el cuerpo tan revuelto que no sé si es mío.

-Eso es consecuencia del resacón. Espera que te traigo un mejunje para la resaca que ya tenía preparado, porque sabía que no me ibas a decepcionar.

-Oye, Dolorcitas, querida. ¿Cuántas horas hemos dormido?

-Toda la tarde. Ya está cayendo la noche. Nunca mejor dicho, porque en Crazyworld todo cae sobre nuestras cabezas. Casi siempre sin avisar.

-Perdona, pero no recuerdo haber venido a la cama por mis propios pies. ¿Cómo lograste arrastrarme hasta aquí, subirme a la cama y quitarme la ropa?

Dolores sonrió de oreja a oreja.

-Arrastrándote, por supuesto, ¿no pensarás que puedo echarte sobre mis hombros y llevarte como un saco? Lo que más me costó fue subirte a la cama, no quieras saber cómo me las ingenié para conseguir que ese corpachón descansara en el lecho. Lo más agradable fue desprenderte de tu ropa. No pienses que me aproveché de las circunstancias, lo haré ahora, en cuanto te traiga el mejunje.

Y se alejó a paso lento, mientras yo intentaba recapitular todo lo sucedido, buscando el menor sentido que pudiera dar coherencia a la pesadilla que estaba viviendo. Entonces recordé a Jimmy y me pregunté si no habría perdido el walkie talkie. Confié en que estuviera en algún lugar del apartamento de Dolorcitas. Era curioso pero a pesar de recordar cómo me había golpeado por sorpresa, dejándome maltrecho, no sentía el menor resquemor hacia él. Era como si aquello hubiera sucedido muchos años atrás, en alguna etapa perdida de mi vida. Me pregunté qué estaría haciendo, si se habría producido otro asesinato y si me habría llamado mientras yo estaba grogui. Dolores llegó con un gran vaso de un mejunje de color indefinible y me obligó a beberlo de un trago. Sentí que todo se revolucionaba en mi interior, buscando la salida. Salí disparado al retrete y vomité hasta que un gran vacío se hizo en mi interior. Un último vómito espasmódico me convenció de que ya no había nada más que echar. Unos hilillos de baba ácida quedaron colgando de mi boca. No sé cuánto tiempo permanecí allí hasta que logré recuperarme lo suficiente para arrastrarme de nuevo hasta la cama. Me sentía muy mal pero poco a poco me fui recuperando hasta comenzar a sentirme bien, cada vez mejor. Dolores no estaba allí, seguramente se estaba dando una ducha, o mejor, un baño, y no en el retrete donde había vomitado, porque allí no había bañera. Sí, con seguridad era un baño, porque tardaba mucho. Al fin apareció en la puerta del dormitorio, desnuda, como una de esas bellezas cárnicas de Rubens. Me pregunté cómo sabía yo quién era el tal Rubens y que era pintor. Los recuerdos parecían continuar aflorando, gota a gota, pero sin pausa. Sentí un violento deseo hacia Dolorcitas y me pregunté si además del mejunje anti resaca no habría echado también algún potente afrodisiaco. Aparte la mirada y me encontré con un televisor muy grande que parecía reflexionar sobre una mesa, frente a la cama y que aún no había visto o sido consciente de verlo.

-¿Os dejan ver la televisión? No he visto ningún televisor en el pabellón de los pacientes.

-Sí podemos verla, aunque con canales limitados, la censura de Mr. Arkadín es tan ridícula como gazmoña. También tenemos Internet, aunque tan bloqueado y censurado que no sirve para nada. No podemos utilizar el correo electrónico ni hacer comentarios en ninguna página, todo está bloqueado. No sirve de nada y pocos lo utilizan. Los pacientes no tienen acceso a la televisión ni a Internet. Una vez a la semana se les deja ver una película, escogida para que ninguna escena se les atragante.

Se acercó a la cama y con mucho cuidado se tumbó en ella. Se puso de costado con cierta dificultad y me abrazó con ganas, con muchas ganas. Su boca buscó la mía y la absorbió, incluida la lengua. Una de sus manos hurgó en mi entrepierna y masajeó todo lo que quiso. Una gran cantidad de sangre se trasladó a mi miembro que sufrió una tremebunda erección, bastante dolorosa. Ella no perdió el tiempo, maniobrando para introducirlo entre sus labios y se pegó aún más a mí, hasta lograr introducirlo del todo. Era una cueva muy acogedora y muy húmeda, un jugo resbaladizo se desprendió de ella hasta deslizarse entre sus muslos y los míos. Recordé a Kathy y me estremecí. Otra noche como aquella y sufriría un severo infarto.

Era muy agradable sentir su cálida y aterciopelada piel pegada a la mía. La deseaba como había deseado a todas las mujeres que había conocido desde mi llegada a Crazyworld. Eso era algo que no sabía muy bien si podía ser normal o tal vez se tratara de que mi condición de gigoló, me hacía verlas a todas como muy deseables, porque así son los gigolós o porque se trataba de una estrategia propia del oficio, es decir, si te tienes que acostar con una mujer que te ha pagado la prestación, mejor que la desees que no hacerlo a regañadientes. Me pregunté si realmente había sido un tal gigoló en mi pasado y aún conservaba en el subconsciente todas las experiencias y los trucos o la imaginación me estaba jugando una mala pasada, o buena, según se mire. Eso era algo que tendría que meditar con calma, cuando la tuviera. Fui consciente de algo que me había pasado desapercibido hasta ese momento. Después de tomarme el mejunje de Dolorcitas me sentí mucho mejor, pero lo que no advertí es que mi miembro viril, porque los otros miembros estaban en su sitio, había sufrido una erección importante y desde ese momento había permanecido así, como si mi deseo por Dolores fuera tan natural que resultara imposible, en su presencia, mantenerse quieto y pacífico. Eso me hizo sospechar algo que me turbó un poco. ¿Y si había echado algún tipo de afrodisiaco en la bebida contra la resaca? Me hubiera gustado seguir analizando esa posibilidad más detenidamente, pero no pude porque el cuerpo de Dolores se movía ya a buen ritmo. Sus brazos sujetaban el mío con tanta fuerza que no hubiera podido escapar aunque quisiera hacerlo, que no quería. La sensación de estar dentro de su cueva, que parecía amplia, era tan agradable que me acompasé a su movimiento, hasta que no pude más y la volteé con cierta dificultad hasta ponerme encima de ella. Era un mullido y amplio colchón, con un pubis extenso y muy boscoso. Su monte de Venus parecía una duna, cálida, suave, muy receptiva a mis envites, que cada vez eran más y más galopantes y salvajes, como si hubiera perdido el control. Lo que ciertamente parecía verdad, a juzgar por mi deseo de penetrarla hasta el fondo y con ritmo ansioso, casi angustioso por mi necesidad de explotar cuanto antes para librarme de aquel dolor, generado por toda la sangre que seguía acudiendo hasta el pene desde cualquier lugar de mi organismo que la tuviera, lo que había engrosado y alargado el miembro hasta casi descoyuntarlo.

Los gemidos y hasta grititos que exhalaba Dolorcitas me decían que lo estaba haciendo bien y ella disfrutaba casi tanto como yo lo hubiera hecho sin aquel molesto dolor. Bajé mi cabeza hasta encontrar sus labios. La besé retorcidamente como intentando taparle la boca. Me hubiera gustado, y mucho, dedicarme a sus pechos, pero eso no era posible, porque me habría llevado mucho tiempo, y yo necesitaba explotar cuanto antes. Lo que conseguí al fin, sintiendo un enorme alivio. Ella en cambio continuaba moviendo sus caderas, como si quisiera más y más, hasta que exhaló un grito contundente y se relajó. Se estaba bien en su cueva y sobre el mullido colchón de su cuerpo, pero cuando noté que mi pene seguía erecto y retorciéndose como en un ataque epiléptico, me asusté y me retiré un tanto bruscamente. Me coloqué a su lado, boca arriba. Ella se movió hasta lograr colocarse de costado y me abrazó con demasiada fuerza.

-No sabes cuánto lo necesitaba, cuánto, cuánto. Me has hecho muy feliz. Ya sé que hay otras mujeres en Crazyworl, muchas, y todas más deseables que yo. Pero me gustaría que me prometieras que me vas a visitar al menos una vez a la semana, o si no puede ser, cada quince días, pero de ahí no bajo.

-Te lo prometo, Dolorcitas. Ha sido muy, muy agradable. Tengo que hacerte una pregunta, si no quieres no contestes. Juraría que me has puesto algún afrodisiaco en el mejunje. Estaba demasiado hecho polvo para alcanzar esta erección, que aún continúa.

-No te voy a engañar. No hubiera soportado que te rajaras. No sabes cuán necesitada estaba.

Y para confirmarlo o reafírmalo, echó mano a mi pene, que seguía erecto, y lo masajeó, como dándole las gracias. Hablamos cariñosamente de varias cuestiones hasta que de pronto dejé de escucharla. Me había quedado dormido sin más. El agotamiento que llevaba conmigo desde mi llegada era una disculpa que ella debió aceptar, aunque sólo por un tiempo. Me desperté porque notaba algo moviéndose por mi cara. Era la lengua y la boca de la mujer. Mordisqueó mi oreja y me susurró frases muy cariñosas, tanto como una amante le susurraría a su parejita. Su necesidad de cariño era más que evidente. Noté que el miembro viril continuaba erecto y así había estado, seguramente, durante mi sueño. No necesitaba precalentamiento, pero decidí calentar porque me apetecía. Esta vez sí que me dediqué sin prisas a sus pechos.

Cuando culminamos yo también estaba muy cariñoso, no tanto que el agotamiento no me hiciera quedarme dormido otra vez. Eso ocurrió puede que dos veces más, luego ella me dejó dormir sin molestarme. No tuve sueños, el agotamiento me hundió en un pozo sin fondo. No pensé en nada, y eso fue lo que gané.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XII


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XII

Quiero decir que en una mesita cercana al sofá serví el café, dejé la botella de tequila con dos copitas, puse la caja de puros, el cenicero y un paquete de cigarrillos por si me apetecía, aunque en ese momento no recordaba si yo era fumador o no, si había fumado en algún momento desde la llegada a Crazyworld, si Jimmy fumaba, si alguien fumaba allí, aparte de Dolorcitas, si estaba o no prohibido.

-Dolorcitas, no tengo ni idea de si fumo o no o cómo está el fumar en Crazyworld, si está prohibido, si se puede comprar tabaco, etc etc.

-Anda déjate de tonterías y siéntate aquí y apoya tu cabecita caliente sobre mis pechos que necesitan calor.

Miré y vi, pasmado, que Dolores había desabotonado su escote y sacado sus enormes pechos a tomar el aire. Tardé en reaccionar porque no recordaba cómo iba vestida, hubiera jurado que solo llevaba una gran túnica por encima de su cuerpo, o un poncho. Me sorprendió que no recordara estos detalles tan elementales, hasta que recordé que me había bebido la botella de vino yo solito, porque Dolores había bebido cerveza. Cuando pude reaccionar me senté en el sofá, a su lado y antes contemplé a gusto y gana sus pechos, gesto que ella recibió con regocijo. Sus pezones eran los más grandes que había visto nunca, suponiendo que recordara todos los pezones que había visto en mi vida, si es que había visto alguno o muchos, algo que daba por supuesto, aunque sin razones objetivas, porque quien no recuerda lo que ha vivido es como si nunca hubiera ocurrido. Sin poder controlarme, o no queriendo hacerlo puesto que me exigiría un enorme esfuerzo, bajé mi boca y besé un pezón y luego el otro, y los lamí con ansia y mordisqueé la carne de sus pechos y… dejé de hacerlo cuando escuché los lamentos de aquella santa matrona. Eran lamentos de placer, pero a mí me sonaban como quejidos de quien es torturado. Levanté mi cabeza y busqué una excusa para aplazar lo inevitable. Y la encontré. Tomé una taza de café y se la puse en las manos, saqué un puro y se lo puse en la boca. Tomé la otra taza y bebí un trago. Me quemé la boca porque aún seguía caliente. Abrí la cajetilla de tabaco y me puse un pitillo en la boca. Busqué el mechero y lo encontré en la caja de puros. Encendí el pitillo, aspiré y sufrí un colapso. Comencé a toser como si fuera a echar los pulmones y creí morirme. Dolores abrió los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio un manotazo en la espalda y dijo:

-No hay prisa. Ya habrá tiempo. Vamos a tomar un tequilita. Eso nos animará.

Le alcancé una copita. Por mi parte me llevé la otra a la boca y la apuré de un trago. Tosí como si tuviera un sapo en los pulmones que intentara salir a cualquier precio. Dolorcitas se rió con ganas.

-Parece que no eras fumador, ni tampoco bebedor de tequila. Lo que sí parece que eras todo un experto en lamer pezones. Deberíamos seguir con eso. ¿No te parece?

-Lo siento, Dolorcitas, puede que tengas razón. No recuerdo haber fumado ni bebido, aunque tal vez lo hiciera. No es un tema importante. Preferiría dedicarme a tus pechos, pero si lo hago seguro que acabaré atragantándome. Ya he apurado mi copita de suerte. Mejor lo dejamos para más tarde. Imagino que los pacientes no tenemos derecho a fumar ni a beber alcohol. Aprovecharé este momento antes de regresar a mi condición de paciente enclaustrado.

-No, los pacientes tienen severas restricciones en ese aspecto y en otros. En cambio a los trabajadores se nos permiten ciertas licencias, aunque no hay barra libre. Todo está tasado, una caja de botellas de vino al mes, una botella de licor a elegir y tabaco como para que un fumador medio no tenga problemas. Apúrame el cortapuros, que te voy a enseñar cómo se enciende un puro.

Así lo hizo. Era todo un ritual. Cuando lo tuvo encendido y bien encendido comenzó a fumar con deleite. Preferí servirme otra copita de tequila antes que seguir con el pitillo que se había apagado en el cenicero.

-En ese sentido Mr. Arkadin es bastante comprensivo, tal vez porque los viciosos suelen ser más comprensivos con el vicio que los puritanos. Por supuesto que estos vicios no son gratis, hay que pagarlos, aunque en contadas ocasiones para celebrar algo se nos da un servicio gratuito de licor, tabaco y hasta sexo. Yo dejé de usarlo porque los gigolós de Crazyworld son tan desagradables como el beso de un sapo. Cuando recuerdes tu vida pasada como gigoló, que seguro que la recuerdas, deberías darles unas cuantas lecciones.

-No sé, cariño, creo que ahora estoy un poco mareado.

-Es lo que tiene el tequila, que se sube enseguida a la cabeza. Sírveme otra taza de café. Si puedes levantarte tal vez deberías traer el postre más cerca y la sacarina, no soporto el café a palo seco.

No sé cómo lo conseguí, pero lo logré. Sentado al lado de Dolorcitas en el sofá, trasegué el postre como si tuviera hambre, aunque en realidad estaba tan repleto que se me escaparon algunos eructos. No estaba tan mal como para no disculparme. Bebí algunas copitas más de tequila, debí fumar un par de pitillos y de pronto me encontré con la cabeza entre los pechos de Dolores. Me sentí muy niño, tanto que mi boca no pudo evitar buscar sus pezones y comencé a mamar con ansia, luego me fui calmando hasta la oscuridad me abrazó maternalmente entre sus pechos oscuros. Me quedé dormido profundamente.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XI


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XI

-Bueno, si no quieres hablar de nada, al menos come, que todo está muy rico. ¿O no?

-Sí, sí, ya lo creo. Gracias por darme este fabuloso banquete –dije con la boca llena- aún tengo muchas preguntas más. Este no parece un buen lugar para las parejas, las familias y los niños, entre otros. ¿Os escogió Mr. Arkadín pensando en eso?

-Bueno. No sé qué criterios empleó en la selección del personal, pero parece que eso debió de influir. Con la doctora Patricia no hablo mucho porque siempre está metida en casa, pero al parecer tuvo algún problema para ser contratada por su hija. Tuvo suerte porque el casting de doctores anduvo escaso. Pobre mujer. Tenía problemas con su marido, del que se divorció y que al parecer la maltrataba. Creo que por eso aceptó venir aquí, aunque ya se olía algo, como todos. No conozco a ninguna familia completa que haya aceptado firmar el contrato sin tener serios problemas ahí fuera. Ahora mismo me cuesta enumerarte alguna, son muy pocas y todas pasaron el casting porque cada uno de sus miembros encajaba con las necesidades de personal.

-Oye, Dolores, Jimmy me habló de mercenarias del sexo, contratadas para aliviar las necesidades del personal y de los pacientes, si es que hay alguno que sienta alguna necesidad, embutido de medicación. Esto me suena a rechifla, pero si El Pecas me lo dijo tiene que ser verdad.

-Jajá. Ese pinche no piensa en otra cosa. Es cierto que hay un grupo de mercenarias residiendo en unas casitas bastante separadas del grupo de edificios principales y también un grupito de mercenarios para satisfacer a las damas. Por cierto que si acabas recordando y confirmando que fuiste un gigoló, podrías unirte al grupo, yo sería tu principal clienta. Se rumorea que fue el doctor Sun quien aconsejó este pequeño ejército, algo así como Pantaleón y las visitadoras de Vargas Llosa, aunque no creo que le inspirara la novela, el chifladito de Sun lee muy poco. No como yo, que aquí donde me ves paso mucho de mi tiempo libre leyendo libros…

-Por cierto Dolores, que aún no he visto la biblioteca.

-No me extraña. No creo que El Pecas haya leído un libro en su vida. Y no lo digo para hundir aún más su imagen, que bastante hundida la tiene, ni porque le tenga más manía de lo que es normal teniendo en cuenta sus conductas aberrantes, me limito a constatar hechos y si puedo convencerte para que le des de lado, mucho mejor. Ya te ha molido las costillas y puedes darte con un canto en los dientes que no haya sido peor. No te preocupes que ya te llevaré yo a la biblioteca y si necesitas conectarte al mundo virtual, con las drásticas restricciones que tenemos aquí, puedes venir a mi casa cuando quieras. Luego te enseño mi ordenador y cómo manejarte con él.

-Ok. Dolores, pero sigue con lo que me estabas contando.

-Bueno, te decía que la sugerencia pudo proceder del doctor Sun, pero Mr. Arkadin la aprovechó para sus intereses, como hace con todo. Imagino, no, no imagino, lo sé, que Jimmy te habrá contado lo de la choza en el bosque y las orgías de Mr. Arkadín y sus amigotes. También te habrá llevado allí y te lo habrá enseñado todo, incluso los vídeos guarros…

-Oye, oye, Dolorcitas. ¿Cómo demonios sabes tú eso? Si es por el telépata loco quiero que me lo presentes cuanto antes. Ya estás anotando en tu agenda eso con letras rojas.

-No te preocupes, amorcito, que Dolores se acuerda de todo.

-¿No habrás estado tú allí? No me lo puedo creer.

-Ultimamente no, porque mi peso ha subido sin parar y me duelen los pies cuando camino demasiado. ¿Pero puedes creer que cuando llegué a Crazyworld Jimmy me llevó allí? Antes me había hecho prometer que si se lo enseñaba tendríamos sexo en una de aquellas habitaciones y lo grabaríamos.

-¿Accediste?

-Ja,já. Te puede la curiosidad morbosa. Estaba dispuesta, apenas conocía a Jimmy y aunque me parecía un tipo estrambótico, el trato me pareció justo y además saldría ganando, porque conocer aquel secreto de Mr. Arkadín bien podría serme de mucha utilidad en el futuro… pero, pero eso de grabar algo tan íntimo me echó para atrás. No soy una mujer pudibunda y puritana, a pesar de la educación religiosa católica que recibí de niña, pero qué quieres que te diga, la posibilidad de que Jimmy luego enseñara la grabación a quien quisiera, era algo superior a mi voluntad.

-No me digas que Jimmy te enseñó la choza antes de que tú le dieras lo que ansiaba.

-No, no te lo digo, porque me vi obligada a hacer ciertas concesiones. Un beso a la entrada, magreos cada vez más atrevidos conforme íbamos avanzando de habitación en habitación… Intentó llegar al final en el dormitorio de Mr. Arkadin, pero me negué en redondo, hasta que no viera hasta los lugares más secretos de aquel antro, no habría más concesiones. Creo que estaba ya tan salido que no le importó enseñarme la sala de grabaciones, algunos vídeos y hasta los secretos más secretos de aquel lugar de perversión. Aproveché un descuido por su parte para encerrarle en el jardín interior.

-¡Cielos! ¿Y le dejaste allí mucho tiempo?

-Lo que tardé en regresar y enviar a la chica gordita, la informática, ya sabes de quién te hablo. Gordita por gordita, pensé. Ella aceptó encantada y pasó allí la noche, lo que me hace suponer que no fue tan remilgada como yo. Ahora ya sabes por qué El Pecas no quiere sexo conmigo ni aunque sea su última opción.

-Pero entonces ¿cuántos conocen el secreto? Eso es un secreto a voces.

-Bueno, no sabría decirte el número, pero no somos muchos.

-Se me ocurre que podríamos encerrar allí a Mr. Arkadin hasta que nos dejara fugarnos a todos.

-Si viniera solo no sería mala idea, no, pero con su ejército de mercenarios no es una buena idea, mi pequeño, vete pensando en otra cosa. ¿Qué te parece si antes del postre te sientas a mi lado, traes el café y el tequila y un puro de la caja que ves allí en la encimera. Si te apetece fumar hay también cigarrillos. Podemos seguir hablando mientras hacemos hueco para el postre.

Y así lo hicimos.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VIII


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VIII

Su casa era un apartamento muy coqueto no lejos del edificio principal donde habitábamos los pacientes, o más bien reclusos. Se trataba de una edificación de tres pisos, rectangular, donde calculé que podrían vivir hasta un centenar de personas, cada una en su propio apartamento. Rodeado de pequeños jardincillos muy bien cuidados, tenía al menos una docena de puertas a lo largo de la fachada. Las ventanas eran amplias, había balcones con macetas y todo estaba limpio, pulcro y coqueto como una casita de juguete para niñas no ricas, pero sí muy amadas por sus papás. Era acogedor. Tal vez desentonara un poco del gran edificio para ricos que era nuestra residencia, pero solo como la casita de los guardeses en un castillo. Dolores abrió la puerta de entrada con una tarjeta que llevaba colgada al cuello, entramos hasta un hall bastante amplio con espejos, butacones y algún que otro cuadro. Al final se iniciaban dos pasillos, izquierda y derecha, con puertas metálicas. Su apartamento era el último de la fila de la derecha. Esta vez abrió la puerta con una llave metálica y me invitó a pasar. No había pasillos, el apartamento era una sola pieza, amplia, el salón estaba separado de la cocina por una ancha encimera y el dormitorio por un tabique de madera que no llegaba al techo. El único servicio también estaba separado por un tabique que esta vez llegaba al techo. Eso era todo. Bueno, también estaba el mobiliario y la decoración que curiosamente tenía un toque mexicano.

-Me gusta mucho, Dolores. ¿Todos los apartamentos son iguales?

-No. Este es un apartamento individual. Los hay más grandes para quienes no viven solos. Escogí un bajo para no tener que subir escaleras si se estropean los ascensores.

-¿Tiene alarma?

-Ya sé, ya sé a qué viene esa pregunta, jovencito. Tienes miedo de que Kathy se cuele aquí. No te preocupes, seguro que está vigilando a cualquier otra mujer de Crazyworld. La idea de que estés conmigo no se le ha podido pasar por la cabeza. Y sí, el edificio tiene una alarma general y cada apartamento la suya. Por suerte Kathy tiene muchas cualidades pero la informática no es lo suyo. No puede saltarse las alarmas. Bueno, vas a ayudarme a terminar de hacer la comida, pero antes puedes ir al servicio. No fuiste en casa de Patricia y debes tener la vejiga llena.

-Tienes toda la razón. No había bebido nada desde mi llegada a Crazyworld. Imagino que a los pacientes les está prohibido el alcohol y yo soy un paciente, claro. No sé si antes era bebedor, lo que sí sé ahora es que me gusta el vino y supongo que otros licores. Estoy deseando recuperar la memoria, aunque pueda doler.

-Luego me cuentas lo que has conseguido recordar. Ahora vete a descargar y nos ponemos con la comida. Supongo que ya tendrás hambre.

Y eso hice. Me fijé que la ventana del servicio estaba protegida por sólidos barrotes por fuera. Con disimulo miraría luego si el resto de ventanas también estaban protegidas. Me haría el tonto y abriría alguna a ver si sonaba la alarma. No imaginaba lo que estaría haciendo Kathy, seguro que nada bueno. Lo mismo que Jimmy. Me acordé del walkie talkie y decidí apagarlo, aunque no esperaba oír su voz en todo el día, puede que mañana. Lo coloqué sobre el armarito donde Dolores guardaba sus pontingues, me lavé las manos, vacié la cisterna y salí dispuesto a disfrutar de su cocina y de su conversación.

-Perdona que me siente pero cocinar lleva su tiempo y de pie aguanto poco. Tú serás mi pinche. Harás todo lo que te vaya diciendo. Ahora necesito que laves la ensalada que tienes ahí, luego la secas y lo vas partiendo todo en trozos que se puedan comer. Mientras tanto me podrías ir contando lo que has conseguido recordar.

Me puse a la tarea que Dolores me había encomendado mientras ella se dedicaba a preparar el maíz y otros ingredientes para hacer unas tortillas, según me dijo.

-No he conseguido recordar mucho. No sé si eso es bueno o malo, porque si recordara mi vida fuera de aquí, aún se me haría más extraño este lugar. No me entra en la cabeza que alguien pueda encerrar a tantas personas en un lugar, aunque sea una jaula de oro y nadie se entere, ni investigue, como si no hubiera pasado nada especial.

-Mr. Arkadín es un auténtico demonio y lo peor que le puede pasar a un demonio es estar podrido de dinero. Eso le permite hacer todas las maldades que se le ocurran sin que nadie meta sus narices en sus chanchullos.

-Eso lo entiendo, pero cómo pueden desaparecer de la circulación tantas personas sin que los medios de comunicación metan la nariz. Es algo que no me entra en la cabeza.

-Cuando llegué aquí y supe lo que me esperaba me informé de todo lo referente a desapariciones. Mr. Arkadín nos permite disfrutar de todos los canales habidos y por haber de la televisión por cable, al menos al personal, porque la televisión de los pacientes está férreamente censurada para que nada pueda alterar sus frágiles mentes. También nos deja conectarnos a Internet, aunque solo en una dirección, puede entrar todo o casi todo, hasta guarrerías, pero no puede salir nada. El correo electrónico está bloqueado, se pueden leer foros, pero no se puede escribir en ellos. Según he oído al parecer tiene un centro de control fuera de aquí por el que pasa todo, incluidas las grabaciones de las cámaras que son supervisadas desde el centro de seguridad.

-¿Entonces cómo no se ha enterado aún de la muerte del director?

-Esa es otra. ¿No te ha dicho nada Heather?

-¿Sobre qué?

-Con ayuda de la chica gordita, un genio informático, y de Jimmy que está en todas partes, mangoneándolo todo, han montado un buen tinglado en el centro de seguridad, solo dejan salir las grabaciones que les interesan y ocultan todo lo que pasa aquí que pueda poner la mosca en la oreja de Mr. Arkadín. Por eso aún no se ha enterado de nada, pero eso no durará mucho. Antes o después atará cabos, porque las grabaciones que le llegan tienen que darle a entender que algo raro está ocurriendo aquí y se presentará con su helicóptero de combate de comandante en jefe para volver a poner orden.

-Vaya. Pues Heather no me ha contado nada.

-Es una gran chica y no me disgusta que te hayas liado con ella. Pero también tiene sus secretos, como todos aquí. Esto es una curiosa selva donde todos intentan sobrevivir mientras piensan en cómo encontrar el camino que les lleve fuera. Por cierto. ¿Ya has pensado si te apetece tener sexo conmigo?

-Me voy a quedar contigo esta noche. Será agradable.

-Pues vete pensando dónde vas a dormir, porque como has visto solo hay una cama y esta noche voy a dormir desnuda. Tú verás.

-Creo que veré. Será agradable dormir entre tus pechos maternales.

-¿Has terminado ya con la ensalada? Tengo las tortitas listas y el chili con carne ya lo tenía listo, solo hay que calentarlo. Pensé en la ensalada cuando supe que eras español.

-¡Pero cómo demonios te has enterado! Creo que anoche se lo comenté a Heather y era la primera vez que lo hacía. ¿O no? ¿No te lo habrá dicho el telépata loco? O eso o tienes micrófonos en su apartamento.

-¿Cómo voy a poner yo micrófonos en ninguna parte?

-Vale, vale, te lo ha dicho el telépata. Estoy pensando que otro día lo invitas también a comer, tengo ganas de conocerlo y charlar con él.

-Eso está hecho. Siempre que luego tengamos sexo.

-¡Cómo eres! Ni siquiera sabes si te voy a complacer esta noche.

-¿Y por qué no en la siesta? La comida es muy picante y le he echado unas hierbas afrodisiacas. Me parece que no te vas a resistir.

-Está bien. Está bien. Pero durante la comida responderás a todas mis preguntas.

-Hecho. Adereza la ensalada a tu gusto. Ahí tienes aceite de oliva, sal y vinagre. Yo beberé cerveza mexicana. Tú puedes beber vino. Abre la botella que prefieras y déjala respirar. Te sugiero un vino mexicano Balché 2012. Vamos a ir llevando todo a la mesa. Yo tengo hambre. ¿Y tú?

-Yo también. Todo huele muy bien.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VII


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VII

No anduvimos mucho rato. En cuanto encontramos el primer banco, nos sentamos. Gemí un poquito y luego solté un suspirito de alivio. Fue Dolores la primera en hablar.

-¿Tú crees que ha sido una mujer la que se ha cargado al director? ¿Habrá más muertes? Te confieso que estoy asustada.

-Yo también, Dolores, yo también. No sé nada, no creo nada, pero esto tiene muy mala pinta. Por un lado me gustaría pensar que ha sido la venganza de una mujer y que aquí se acabará todo. Pero por otro lado esto me huele a chamusquina. La posibilidad de que tengamos un asesino en serie aquí, en Crazyworld, no es despreciable. Es un sitio tan bueno como cualquier otro, yo diría que mejor. Lo que me sorprende es que haya estado dormido todo este tiempo. ¿Cuántos años hace que se puso en marcha este antro?

-Me cuesta pensar en el tiempo transcurrido. Cuando estás recluida, sin posibilidad alguna de salir, el tiempo parece detenerse. Yo diría que más de cinco años, no creo que lleguen a diez.

-¿Y tú estás aquí desde el principio?

-Casi. Cuando yo llegué ya había pacientes, no muchos, y casi todo el personal. Me contrataron como ayudante del chef principal y encargada de la cocina. Recuerdo que los primeros pacientes a los que conocí fueron Jimmy y Kathy. Me persigné, porque soy católica, y crucé los dedos, porque soy supersticiosa. Luego me dije que no podía haber peores pacientes, pero me equivoqué. Al poco llegó John Smith, el asesino en serie, y recé un padrenuestro pero resultó ser el más inocuo de todos, se pasa los días y las noches durmiendo como una marmota. Cuando conocí al Sr. Múltiple Personalidad me dije que esto se animaba y hasta podría ser divertido, pero duró muy poco tiempo, la novedad pasó y este hombre se convirtió en un pesado tan terrible que todo el mundo huía de él como de la peste. No quise saber nada del Telépata loco porque ya estaba escamada de gente rara y pensé que sería otro pesado más, pero mira por donde resultó el más divertido. Puedes pensar que estoy loca, aquí todos estamos locos, más o menos, pero ¿qué pensarías si te dijera que él es mi fuente de información, el pajarito que me trae todas las noticias?

-¿En serio? Aún no lo conozco. ¿Sois buenos amigos? No sé qué decirte. Me resulta más lógico y natural pensar que él te lo sopla todo a la oreja que tú puedas enterarte por tus propios medios. No es por nada, pero tu capacidad de movimiento no es muy grande y por muy simpática que caigas a todos, a mí también, y mucho, puedes creerme, no veo cómo te pueden llegar esas informaciones de las que tanto alardeas. Oye, ya puestos, ¿te ha dicho algo ese telépata de si sospecha de alguien?

-Eso es lo raro. Cuando se lo pregunté –le he visto esta mañana temprano paseando por el jardín, como hace todos los días- se puso a temblar como una vara verde. Tiene miedo, yo diría que está aterrorizado. Quiero pensar que no lo estaría si supiera que ha sido una mujer la asesina del director. Insistí y entonces salió corriendo como alma que llevara el diablo. No te digo que no lo haga con los demás, pero no conmigo.

-Sé que vas a pensar que yo también estoy loco, y puede que lo esté y no me acuerde, pero me gustaría que te trabajaras al telépata, tal como estamos cualquier pista, incluso la más inverosímil, podría ser de ayuda.

-De acuerdo, lo intentaré, pero no te prometo nada. ¿Te importa que sigamos caminando? Tengo la comida casi hecha, pero necesito dar los últimos toques.

-¿No me dirás que el telépata te avisó de que hoy comeríamos en tu casa?

-Pues mira, te lo digo. Fue hace unos días y no le hice mucho caso, a veces dice cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Lo que menos imaginaba es que todo se complicaría tanto. ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Pues claro, todas las que quieras.

-¿A ti te gusta Patricia?

-Bueno. No diré que no. Es una mujer atractiva y a mí me gustan todas las mujeres, sobre todo las atractivas.

-¿Incluso yo? ¿Te gusto yo?

-Bien. No lo había pensado hasta ahora, pero sí, tienes un atractivo peculiar. Te confieso que necesito una madraza cariñosa, me siento como un niño desvalido.

-¿Te acostarías conmigo esta noche? No necesitas responder ahora. Vete pensándolo y lo hablamos durante la comida.

Me quedé pensativo. Era lo que menos esperaba, pero tal vez me viniera muy bien dormir con ella aquella noche. Heather me había dicho que esta noche estaría otra vez en el Centro de Seguridad. Tenía guardia. Yo seguía temiendo lo que podría hacer Kathy, y más después de haber dejado la gatita en la terraza. Necesitaba un lugar para dormir que no fuera mi cuarto, porque ella ya me había demostrado que trepar hasta mi ventana le resultaba tan fácil como a un gato trepar a un árbol. Había pensado en Alice, la camarera. Me gustaba tanto que la posibilidad de que su casa o apartamento fuera incluso más accesible que mi cuarto, no me preocupaba tanto… al menos de momento. Ahora que Dolores me había ofrecido su cama tal vez estuviera mejor que en cualquier otro sitio. No se me pasaba por la cabeza la posibilidad de que Kathy hubiera pensado en ello. Aunque ¡quién podía saber lo que ella pensaba o dejaba de pensar! Me pregunté si yo era un pervertido. No lo creía, aparte de no recordar mi pasado, fuera cual fuese, el que me gustara el sexo en el presente, las mujeres hermosas o menos bellas, el que me dejara llevar por las circunstancias, no parecía muy perverso. Y sobre todo, cuando estás en Crazyworld, sin esperanza alguna de salir algún día, el pensar en la mejor manera de pasar el tiempo, en diseñar una estrategia para no deprimirte, es una buena forma de intentar sobrevivir. No hacía daño a nadie, no forzaba a las mujeres a tener sexo conmigo, no prometía nada, no engañaba, ni siquiera intentaba seducirlas, me dejaba llevar eso era todo. No recordaba muy bien lo que era la ética, suponiendo que esa palabra significara algo en mi pasado, tal vez cuando lo recordara todo podría plantearme muchas cosas. Suponiendo que hubiera algo más que plantearse allí que el cómo salir de aquella cárcel. Estaba reflexionando más que en todo el tiempo que llevaba allí, que no era mucho, pero sí suficiente para pensar en algo. Ahora comprendía que Jimmy el Pecas era como una especie de tiovivo en el que das vueltas y más vueltas hasta marearte. No tienes tiempo para nada, solo para buscar la forma de bajarte. Unas horas sin él y mi vida se había tranquilizado, hasta parecer incluso agradable. ¿Qué estaría haciendo? Recordé el walkie talkie. Lo encontré en el bolsillo del pantalón. Milagrosamente continuaba allí. Seguía activado pero su voz no había sonado. No era sorprendente. Tenía que saber que lo mejor era dejarme en paz. En cuanto le encontrara le daría una buena tunda. De eso no se iba a librar. Mientras tanto disfrutaría de una buena comida con Dolores y me relajaría hablando con ella. Esas eran todas mis preocupaciones para aquel día.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VI


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD VI

-Su faceta de payaso oculta pulsiones muy oscuras. Hace reír a todo el mundo, pero en el fondo le gustaría encerrarnos a todos en las celdas de aislamiento, como hace el doctor Sun, violar a las mujeres, torturar a los hombres y someternos a todos a la esclavitud. A mí no me ha dejado en paz desde que llegué y a mi hija tampoco hasta que lo amenace con romperle la cabeza tras dormirlo con una droga. Después de mi amenaza se lo pensó dos veces. Estoy convencida de que es un psicópata, un pedófilo, un violado, un malnacido, que se oculta tras la máscara de payaso.

-Por favor, Patricia, vosotras lo conocéis mejor que yo que solo llevo tres días aquí, pero en ellos no me ha dejado ni a sol ni a sombra, es absolutamente insoportable, narcisista, tiene un serio problema con el sexo y habla más que un sacamuelas, pero de ahí a convertirlo en un violador y asesino en serie hay mucho trecho. El doctor Sun no le hubiera encomendado esta investigación de creer que sufre las psicopatologías que tú has desmenuzado, Patricia. Lo que me faltaba, quedarme ahora solo al cargo de la investigación. ¿No hay un solo agente de seguridad que sea de confianza?

-Heather es la única de fiar, como tú bien lo sabes, bandido, que te has pasado la noche con ella. Los demás son peligrosos, unos más que otros.

-Pero bueno, Dolores, cómo puedes saber algo que acaba de ocurrir y que ningún testigo presenció. Estoy seguro.

-Es su secreto. Si fuera ingeniera informática apostaría a que nos tiene a todos vigilados como una Gran Hermana. No lo descarto porque se llevaba muy bien, y puede que se siga llevando, con la Gordita, de la que es posible que Jimmy te haya hablado. Es una paciente con unos conocimientos de informática y electrónica que podrían sacarnos a todos de aquí, si se centrara, estoy segura.

-Bueno, bueno, bajemos de las utopías a la realidad. No voy a desvelar mis secretos. De eso podéis estar seguros. Yo estoy más de acuerdo con el amigo amnésico que contigo, Patricia, creo que le has tomado demasiada tirria por su acoso desesperado a tu persona. No creo que tenga tanta psicopatología sexual, como dice aquí el amigo, porque a mí ni me ha mirado un segundo más de la cuenta, ni ha tenido el menor pensamiento libidinoso ni en los estratos más oscuros de su subconsciente. Tampoco lo ha intentado con la Gorda, y es una pena porque la pobre hubiera comido en su mano y además se hubiera centrado. A estas horas estaríamos todos fuera de aquí. El Pecas no sería capaz ni de clavar un alfiler a una mosca, es un cobardica y lo disimula hablando mucho y haciendo el payaso siempre que puede. En cambio en la plantilla de agentes de seguridad hay algunos que dan miedo. Yo pondría al menos media docena de nombres en la lista.

-Pues ponlos y sigamos con las mujeres.

No es que no deseara retrasar el momento de salir de allí, pero tanta cháchara me estaba mareando, sin contar con los efectos de aquel exquisito vino, que entraba muy suave pero que me estaba manipulando demasiadas neuronas. No estaba yo para pensar mucho, casi prefería irme tambaleando y haciendo eses con Dolores, camino de su casa, que continuar con aquella busca detectivesca que no nos iba a llevar a ninguna parte. En cuanto a mujeres la lista se acortó mucho. Patricia habló de Kathy como sospechosa, aunque admitió a regañadientes que el veneno le iría mejor que las armas blancas. Dolores admitió que si Patricia era sospechosa por motivos obvios, todas las mujeres acosadas, violadas o simplemente chantajeadas y manipuladas por el director tenían necesariamente que engrosar la lista. Yo no conocía a nadie o casi nadie por lo que no cesaba de hacer preguntas, en parte por interés detectivesco y en otra parte porque si iba a quedarme allí de por vida, como parecía muy probable, esperaba conocerlas a todas y muy íntimamente. No en vano era Johnny, el gigoló, el caramelito de las damas. Me quedé pasmado de que semejante idea hubiera llegado a la superficie desde profundos y remotos remolinos. Tendría que profundizar en ello a la mayor brevedad posible. Suspiré aliviado cuando Dolores dijo que lo esencial de la lista ya estaba confeccionado y como se había hecho tarde para comer, nos teníamos que ir sin más. Patricia me hizo jurar que volvería a hablar de los avances detectivescos o de lo que quisiera. Puede que su hija ya estuviera mejor y aceptara hablar conmigo, que era el único hombre simpático de Crazyworld. Lo cierto es que me costó un poco ponerme en pie, entre unas cosas y otras, pero luego, ayudado por Dolores logré salir al exterior. Patricia nos despidió desde la puerta, a dolores con la mano y a mí lanzándome un beso. Pronto detuvimos nuestra caminata para sentarnos en un banco. Era una suerte que no hubiera nadie por allí para vernos caminar como dos borrachos, dos cojos de diferentes categorías en los pesos del cuadrilátero o como dos amantes que no sabían cómo agarrarse.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD V


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD V

Patricia palideció. Su mirada se extravió durante un par de minutos, tal vez rumiando las alternativas que tenía, que no eran muchas a mi juicio, o hablaba o se callaba y nosotros seríamos los que hablaríamos hasta acorralarla. Por fin se decidió.

-Demonios, Dolores. ¿Cómo puedes saber tú lo ocurrido? Nadie en Crazyworld lo sabe, excepto el cabrón felizmente fallecido, mi hija y yo.

-No se me escapa nada de lo que ocurre en este antro. Me muevo poco, eso es verdad, pero siempre hay algún pajarillo piándome a la oreja. Veamos, estás confesando que en efecto el director que ya no está entre nosotros violó a tu hija Laura, que ella te lo contó y que tú te tomaste la justicia por tu mano.

-Quieta ahí, Dolorcitas, no pongas en mi boca algo que no he dicho. Sí confieso que mi hija fue violada por el director, que ella me lo dijo, pero yo no lo maté, aunque me hubiera gustado hacerlo. No tuve la oportunidad, ni los medios, ni soy capaz de apuñalar una y otra vez a alguien, por mucho que se lo merezca.

-Está bien. Está bien. Tú no lo mataste, aunque deseabas hacerlo y sé muy bien lo complicado que es acceder de noche al pabellón de los pacientes para cualquiera que no pertenezca al centro de seguridad, pero alguien te pudo facilitar las cosas.

-¿Tienes coartada para la noche del crimen?

Era yo que había abierto la boca casi sin querer y como impulsado por alguna frase de alguna película que había visto. Me sonaba tanto que seguro que había visto unas cuantas, aunque ahora no podía recordarlas todas, ni siquiera una.

-Eso, eso. Este pobre cuitado parece tonto, pero no lo es. ¿Dónde estabas anoche y quién puede atestiguarlo?

-Estaba aquí, con mi hija. Sabes que no nos relacionamos con nadie. O deberías saberlo puesto que lo sabes todo. Como sabes que mi hija no es la única mujer que ha sido violentada por ese cerdo. ¿O eso no lo sabes?

-Sí, eso es algo en lo que no había pensado. ¿Por qué Patricia tiene que ser la única sospechosa cuando muchas mujeres de Crazyworld han podido ser violentadas? ¿Qué me dices, Dolores?

No comprendía cómo no se me había ocurrido antes. Me dejaba llevar por Jimmy como si fuera un títere. Ahora que me encontraba molido a palos por sus manos y pies empezaba a darme cuenta de que por mucho que él supiera de Crazyworld yo debía de comenzar a tomar las riendas de mi destino, que no era muy esperanzador. Salir de allí estaba tan difícil como para una hormiga librarse de la pata del elefante que tiene encima. Pero al menos mi vida en aquel antro tendría que ser la mejor de las vidas posibles. Me vendría muy bien unos días de meditación, aunque no sabía cómo los iba a conseguir. Me vino a la cabeza una pregunta para Dolores. ¿Era Laura la única niña en Crazyworld? Sería la siguiente, no quería embarullarla.

-¡Qué listo es mi niño! Y eso que no se le ha pasado la amnesia. Pues sí, tampoco se me había ocurrido a mí. Nos dejamos llevar por esa cabeza de chorlito de Jimmy y no vemos más que por sus ojos.

-Pues si hay más mujeres violentadas en Crazyworld, aparte de mi hija, no debería ser yo la única sospechosa. ¿O no?

-Sí, querida amiga, sí. Deberíamos investigar todos los desmanes del director antes de ponernos a señalar con el dedo. Patricia es una de tantas y no creo que las demás tengan mejor coartada que ella. ¿No crees, mi querido amnésico?

-En efecto, Dolores, la investigación está mal encaminada desde el principio. Por cierto, cuántos niños hay aquí, aparte de Laura.

-No muchos, gracias al cielo, porque esto es el infierno. ¡Pobrecitos! Las madres que los trajeron debieron penar que nada podía ser peor que la vida que llevaban los pequeños allá fuera, pero se equivocaron. En cuanto a los que nacieron aquí se podrían contar con los dedos de dos manos. Es cierto que uno se acostumbra hasta al infierno. Puede que allí se formen también parejas que deseen la felicidad, fundar una familia y tener hijos.

No conocía lo suficiente a Dolores como para que sus palabras no me sorprendieran, y mucho. Me había hecho otra idea de ella, una mujer alegre, con sentido del humor, una madraza que disfrutaba hablando con los demás, ayudando a mejorar su estado de ánimo, y un poco-mucho cotilla, la mejor forma que había encontrado de divertirse y ayudar a pasar el tiempo. Ahora descubría una faceta seria, dramática, a una fina observadora de su entorno. No sé por qué dije lo que dije.

-¿Podríamos hablar con Laura?

-¿Para qué? Ya no sirve como testigo para condenar a ese cabrón y nadie aceptaría sus palabras como una buena coartada para mí. Sigue muy afectada y es mejor dejarla tranquila.

Patricia parecía poseer una lógica aplastante. No encontré nada que oponer a sus sabias palabras. Dolores llevaba ya un buen rato sentada en un sillón al lado de Patricia. Las dos miraban hacia mí, tumbado en el sofá, como miran las madres a un niño enfermo, dispuestas a levantarse a la mejor queja por mi parte. Yo no sentía ganas de quejarme de nada. Los dolores se habían atenuado con el reposo y me sentía muy a gusto allí, dispuesto a pasar el día tan ricamente.

-¿Por qué no os quedáis a comer? Os puedo hacer un buen plato de pasta y tengo un buen vino,

, un chianti Flaccianello della Pieve, exquisito.

-Suena bien, creo que en mi vida pasada y olvidada gustaba de los buenos vinos y los buenos platos.

-Lo siento, querida, pero ya ha aceptado comer conmigo, una sabrosa y picante comida mexicana.

-Bueno, en ese caso este joven queda invitado para otro día y otro momento.

Dolores me había chafado el día. No quería moverme, el reposo me estaba haciendo mucho bien. Por eso me inventé algo que nos llevaría un buen rato antes de que me viera obligado a ponerme de nuevo en pie.

-¿Por qué no hacemos una lista de las mujeres agredidas por el director y que tendrían un buen motivo para apuñalarlo con esa saña?

-¿Puedo preguntaros por qué descartáis a un hombre? ¿No podría haber un asesino en serie?

Patricia y su lógica. Aquello me despertó de mi modorra. Sentí un raro cosquilleo, como si recordara todas las películas, todas las novelas policiacas que había visto y leído. Fue como un flash que me deslumbró. Nada concreto, pero sentí que poseía un amplio conocimiento de estos temas.

-John Smith, nuestro asesino en serie, estuvo toda la noche dormido como un leño. Lo he comprobado en las grabaciones. Se pasa los días y las noches dormido, como he podido ver. El doctor Sun debe tenerlo atiborrado a pastillas, puede que porque no sea muy receptivo a la hipnosis. ¿Se os ocurre alguien más como candidato? De todas formas no parece muy lógico que si hay un asesino en serie haya permanecido todo este tiempo dormido y haya comenzado su actividad ahora y precisamente con el director. No le encuentro mucho sentido…Bueno, me está empezando a preocupar esa idea. Un asesino en serie en Crazyworld. Podría haber otro muerto hoy, y mañana, y pasado. ¡Buf! Se me ponen los pelos de punta.

-¡Mientras se dedique a los hombres! Creo que eres el único que merece la pena, y acabas de llegar.

Era Dolores. Otra faceta nueva de su personalidad. Si todos los hombres de Crazyworld eran como Jimmy, no me sorprendía aquel odio radical hacia todo lo masculino. Hice cuentas. No había conocido a muchos. El doctor Sun era un chiflado inocuo. John Smith o el Sr. Múltiple personalidad eran enfermos y no podían servir como modelos, aunque bien mirado no era descartable que fueran mejores modelos que los que no lo estaban. ¡Pero quién era yo para decir nada al respecto, ni siquiera me conocía a mí mismo!

-Estoy de acuerdo con Dolores. Hasta tu llegada he procurado no mirar a ningún hombre más de lo imprescindible. A ti te acabo de conocer, pero no podrías ni engañar a un niño con esa cara angelical y ese cuerpo escultural.

Era Patricia, quien se levantó para buscar un cuaderno y un bolígrafo. Sus palabras me dejaron descolocado y cuando me coloqué en mi sitio hubiera tenido que gritarle para darle las gracias. Regresó con un cuaderno escolar de Laura y un bolígrafo. Me preguntó a mí directamente si me apetecería ahora un chianti y más aceitunas. No pude negarme, porque quería probar ese vino, degustar sus aceitunas y hacer más tiempo hasta que tuviera que levantarme. Mientras ella se alejaba a por la botella de vino Dolores tomó el cuaderno y se puso a escribir como si tuviera prisa.

-Bueno. Vamos a empezar por los hombres. Smith descartado según tú. El doctor Sun descartado según yo, ese hombre es incapaz de matar a una mosca. Jimmy y tú también. Estaría bueno que uno de los investigadores fuera el asesino. El Sr. Múltiple personalidad fuera…

-Un momento, un momento. Aunque parece que estuvo toda la noche dormido en la cama, hay algo que debo clarificar. Pon un interrogante al lado de su nombre.

-Vale. Si tú lo dices, así se hará. Yo me centraría en los guardias de seguridad. Quien porta un arma acaba usándola.

-Pero Dolores, al director lo mataron con arma blanca y los guardia de seguridad solo llevan pistolas… y porras, claro.

Patricia llegó con la botella y unas copas, sirvió, le ofreció una a Dolores y otra a mí.

-Como eres amnésico no recordarás cómo se cata un buen vino. Mueve la copa un poco, huele, toma un traguito, enjuaga con él la boca…

Hice lo que me sugería pero en cuanto a enjuagar la boca preferí tragármelo, estaba fresco, rico, muy rico. Me bebí la copa en dos sorbos y la alargué para que volviera a llenarla. Hizo un gesto como de intento de comprender mis modales sin conseguirlo del todo.

-¿Por dónde vais?

-Por los hombres. He descartado al doctor Sun, a Smith, le he pedido a Dolores que ponga un signo de interrogación en el Sr. Múltiple Personalidad. Hay algo que se me escapa. Descartado Jimmy…

-¿Tú crees?

-¿En serio le crees capaz de dar puñaladas por doquier?

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD IV


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD IV

Dolores me daba un poco de penita. Sin protestar arrastró sus cansados pies hasta la cocina. Saltó mi caballerosidad, pero estaba aún más molido que ella, así que contuve mis deseos de ofrecerme. También me mordí la lengua, aún no había empezado el interrogatorio y no era cuestión de poner a la interrogada en mi contra a las primeras de cambio. Cuando regresó Patricia se comió la aceituna con deleite y dio un buen trago al Martini.

-¡Cómo me gustan las aceitunas!

-¡Anda, lo mismo que a mí!

No decía ninguna mentira. Además me iba a servir para hacerme el simpático.

-¿En serio? En mi caso mi ascendencia italiana tendrá algo que ver, pero me sorprende que usted, querido amigo, sienta debilidad por este maravilloso fruto de la tierra.

-Como aún sigo amnésico no puedo saber si la causa de mi gusto es cuestión hereditaria. No me sorprendería que mis ancestros procedieran de la piel de toro.

-¿La piel de toro?

-Sí, creo que así llaman algunos tontolabas a Spain.

-Anda. ¿No estarás recordando?

-Pues no lo sé. A veces me vienen cosas a la cabeza, pero aún no sé de dónde vienen. ¿Quieres creer, querida amiga, que una de las cosas que me ha llegado a la chola últimamente es la posibilidad de que yo haya sido un gigoló en mi vida anterior?

-¡Anda! Ojalá fuera verdad. Si lo confirmas me gustaría contratarte por una noche, si no fuera muy caro. Ja,ja,já. Bueno, dejémonos de bromas. Imagino que no habéis venido solo a alegrarme la mañana. ¿Qué os trae por aquí?

-Sentimos mucho no poder seguir alegrándote la mañana, querida Patricia, pero tenemos que hablar contigo sobre un tema muy serio. Ya sabrás del feliz fallecimiento del cabrón de nuestro director, que Dios tenga en el infierno.

-¡Conque era eso! Me alegro tanto como tú, Dolores, que ese cabrón esté en el infierno, pero no sé qué puedo aportar yo al respecto.

-Necesitamos que seas sincera. No sé si sabes que eres la sospechosa número uno.

-¿Yo? ¿Por qué?

-No te hagas la tonta. Ya me conoces. Sé todo lo que pasa en esta mierda de sitio.

-Sí, tú y ese imbécil de Jimmy. Pero no sé qué sabes que me convierta en sospechosa. Hablemos claro.

-Hablemos.

Agradecí que Dolores hubiera tomado la voz cantante, yo no tenía ni voz y mucho menos para cantar. Estaba realmente molido, incapaz de centrarme en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Se podría decir que yo era el detective principal de aquella investigación…bueno, no, lo era el payaso de Jimmy, pero en cuanto le pillara dejaría de serlo… Apreté los puños y me moví ligeramente. Un dolor agudo despertó por todo mi cuerpo. Cerré la boca y oprimí los dientes, no podía darle ninguna ventaja a Patricia o se escaparía de aquella encerrona. No creo que lo fuera a lograr, teniendo en cuenta que Dolores, como un perro de presa, había mordido con fuerza y no iba a soltar.

-Todos en este maldito antro tenemos motivos más que suficientes para haber agujereado el pellejo de ese pinche tirano, de ese cabrón. Pero tú tienes más motivos que nadie.

-¡Ah, sí!

-Mejor que nos lo digas a nosotros, que somos tus amigos, que te obligue a hacerlo el Sr. Arkadín cuando llegue. Sería capaz de pedirle a sus guarda espaldas que te torturen.

¿Y por qué iba a hacerlo?

-Bueno. Ya está bien. El difunto violó a tu hija Laura. Yo misma hubiera matado a alguien que hiciera algo así a una de mis hijas.

-¿Pero tú tienes hijas?

Fui yo el que había hecho la pregunta. Me pilló totalmente por sorpresa.

-Tú y yo hablaremos de ese y de otros temas. Como ves, querida Patricia, te he contado algo muy íntimo que nadie sabe en Crazyworld. Ahora te toca a ti.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD III

Durante todo el camino, que fue largo, no pude dejar de pensar en Jimmy, en cuanto pillara a aquel bastardo le iba a dar para el pelo. Según me comentó Dolores, que no dejaba de hablar para que el camino se le hiciera más corto, el personal médico vivía en una urbanización no muy grande con casitas muy coquetas y jardines bastante amplios. Estaban muy bien tratados, puede que porque la salud de todos los recluidos en Crazyworld era lo más importante para Mr. Arkadin. Los jefes supremos, el fallecido director y el doctor Sun, tenían un poco más allá dos auténticas mansiones que apenas usaban porque les gustaba quedarse en el edificio principal donde habitaban lujosos apartamentos. Los agentes de seguridad vivían en varios edificios que ya conocía por haber pasado la noche con Heather. Los cocineros, reposteros, personal de cocina y camareros ocupaban un amplio y alto edificio cerca de las cocinas que Dolores me enseñó al pasar, incluso señaló la ventana de su apartamento. Al cabo de un tiempo llegamos a la urbanización de Heather y un poco más allá, antes de alcanzar las residencias de los doctores, observé un amplio complejo deportivo, con pistas de tenis, piscina, pistas de atletismo y un miniestadio para otras actividades deportivas.

-Oye, Dolores, no sabía nada de que se pudiera practicar deportes en Crazyworld. ¿Podría pedir permiso a alguien para utilizar las instalaciones? ¿Podemos hacerlo los pacientes?

-Aquí se puede practicar de todo, muchachito, solo tienes que apuntarte en alguna de las listas del doctor Sun que tiene tantas que si no las gestionara el personal de administración esto sería un caos completo. Serás el primer paciente que hace deporte. Todos los demás tienen bastante con comer, dormir y estar despiertos el tiempo que les permite la medicación. Claro que como a ti no te medican puedes permitirte el lujo de pensar en gastar las energías que te sobren, si es que te sobra alguna.

Intuí que lo decía con segundas intenciones pero no quise tirarle de la lengua, bastante tenía con procurar mantener el equilibrio, apoyándome en su hombro. Entre los edificios y urbanizaciones pude ver bonitos parques bien cuidados, con árboles no muy altos, columpios y toda clase de diversiones para los pequeños y circuitos de footing muy completos con aparatos para estiramientos, encogimientos y lo que fuera necesario.

-¿Tantos niños hay en Crazyworld que se necesitan todos esos columpios y parques?

-Mr. Arkadin pensó en todo, menos en que aquí encerrados las parejas que se formaran, si es que se formaba alguna, tendrían muy pocas ganas de traer hijos al mundo para que fueran esclavos. Que yo sepa está Mónica, la hija de Patricia, que llegó aquí con menos de diez años y ahora tendrá unos dieciséis. El jefe de jardineros que se casó con una de las maestras de la plantilla –Arkadín quiso convertir Crazyworld en una auténtica ciudad- tiene media docena de hijos con diferentes edades. Las maestras son de las pocas mujeres que quisieron ser mamás, tal vez porque necesitaban alumnos para la escuela o no tendrían nada que hacer. Al menos ahora tienen unas dos docenas de alumnos entre párvulos y bachilleres a los que educan con mucho mimo. Cuando no dan clases les cuidan como en una guardería mientras los padres trabajan. Salen con ellos a pasear y hacer ejercicio por los diferentes parques, si se lo permiten los jardineros y horticultores les llevan a la granja donde cuidan los animales y aprenden a cultivar la tierra.

-Imagino que tiene que haber un auténtico ejército de jardineros y agricultores para cuidar de todo esto.

-Los hay. Viven en las granjas, en casitas de madera muy monas. Solo los jardineros se acercan por aquí diariamente a cuidar de los parques. Apenas se relacionan con el resto, nos ven como apestados, para ellos somos menos interesantes que sus animales y plantas. A veces regalan mascotas a los niños. Los adultos que quieren una, tienen que robarla.

Hablando de unas cosas y otras y deteniéndonos para descansar de vez en cuando en alguno de los bancos de madera estratégicamente situados, el camino se nos hizo más entretenido. Por fin llegamos ante la casa de Patricia. El jardín estaba muy bien cuidado y me pareció que una parte estaba dedicado a huerto, con trozos cubiertos de plásticos sustentados con armazones metálicos. Rodeándolo todo un alto muro por el que yo solo era capaz de asomar la cabeza. Dolores oprimió el botón de un telefonillo con cámara de video. Una voz dulce y agradable quiso saber quiénes éramos y qué queríamos.

-Doctora Patricia, soy Dolores y me acompaña un guapo joven que desea hablar con usted. ¿Nos puede abrir?

Pasó un tiempo prolongado. Ya creíamos que nos iba a dar con la puerta en las narices cuando ésta se habló y nos encontramos ante una mujer en la cuarentena, muy bien cuidada, muy hermosa. Morena, de ojos claros, vestida sencillamente con un vestido floreado y una agradable sonrisa en la boca. Me sentí atraído por ella de inmediato. No tuve tiempo para más porque ella no dejaba de mirarme.

-¿Qué le ha pasado a tu amigo, Dolores? Parece como si le hubieran dado una buena paliza.

-Fue Jimmy, que le pilló descuidado. Como comprenderás de otra forma no hubiera podido con este buen mozo.

-Pasad. Tengo un botiquín en casa. No me gustan nada esos ojos morados y esa nariz. Puede que tenga que dar algún punto a ese párpado.

Nos precedió hasta la puerta y nos invitó a pasar. Entramos directamente en un salón más que suficiente para las dos personas que vivían allí. Pude ver un sofá, dos sillones orejeros, algunos armarios de madera acristalados, con vajilla en su interior, una televisor bastante grande, un equipo de música, una librería repleta de libros y bonitas alfombras por el suelo. La doctora me hizo tumbarme en el sofá, puso un cojín bajo mi nuca y me pidió que no me moviera.

-Dolores, sírvete lo que quieras. Ya sabes dónde están las cosas.

Desapareció por una puerta.

-¿Tú quieres algo¿

-Creo que un tequila me vendría bien.

-¿A estas horas?

-Vale, pues dame un Martini, con dos cubitos y hielo y una aceituna.

-¿Una aceituna?

-Bueno, un par de ellas. Me encantan las aceitunas… O eso creo. Me ha venido a la cabeza y ya me estoy relamiendo.

-No tienes remedio.

Se alejó hacia la cocina que estaba separada del salón por un largo y amplio mostrador, tras él podía verse una amplia cocina, moderna y muy bien surtida. Llegó Patricia con el botiquín, lo abrió, sacó un trozo de algodón que empapó en agua oxigenada y me lo pasó por la cara. Hice un gesto de dolor. Luego utilizó un palito con un trozo de algodón redondeado en la punta y me lo introdujo en la nariz, primero por un orificio y luego por el otro. Salió empapado de sangre. En ese momento llegó Dolores con mi Martini que posó en la mesa acristalada que había frente al sofá y ella echó un buen trago de su zumo de naranja. La doctora observó el Martini.

-Si no te importa, querida, trae otro para mí, sin aceitunas y con solo un cubito de hielo.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD II


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD II

-No sé cómo ha descubierto que el miserable de nuestro director, ahora difunto, ¡loado sea el señor!, violó a la hija de la doctora Patricia. La pobre se ha convertido en la sospechosa número uno. Quiere que vayas a verla y hables con ella y su hija. Jimmy está convencido de que eres el único que podrá sacarles algo. No sé por qué lo pensará. Imagino que porque pareces tener buena mano con las mujeres y las gatitas. Yo te voy a acompañar, aunque él no quiere que lo haga, me lo dijo expresamente. Luego vendrás a mi casa a comer y no puedes decir que no. Hoy serás todo para mí, te pongas como te pongas. Ese idiota de Jimmy se habría ahorrado sus pesquisas si me lo hubiera preguntado a mí, pero parece que soy la única mujer en Crazyworld a la que no le interesa acosar. No lo entiendo, porque con el hambre de sexo que tiene podía tener menos remilgos. El muy cabroncete.

Dolores quitó su brazo de mi hombro, sentí un gran alivio. Cuando la miré su boca esbozaba una gran sonrisa, llena de encanto. No quise preguntarme por la razón de su creencia en mi buena mano con las mujeres y las gatitas. Parecía saber todo lo que ocurría en Crazyworld, incluso antes de que ocurriera, y eso que no tenía a su disposición las cámaras espía del centro de seguridad.

-De acuerdo. Heather no me comentó nada de la doctora Patricia…

Me quedé en suspenso. Había metido la pata, desvelando dónde había pasado la noche y poniendo en entredicho la intimidad de una dama. Me sentí mal. Ella debió notarlo.

-No te preocupes, chiquitín, ya sabía con quién has pasado esta noche, como la anterior. Nada de lo que aquí sucede escapa a mis castos ojos y orejas.

Noté un brazo mucho más liviano que el suyo oprimiéndome el gaznate. La sorpresa fue mayúscula, pero cuándo la opresión se hizo ominosa supe de quién se trataba. Jimmy estaba a mis espaldas y dispuesto a ahogarme sin darme la menor oportunidad de explicarme. Una voz susurrante y destemplada como un serrucho oxidado me dijo algo a la oreja.

-Por fin te pillo, cabrón. Mientras yo no he parado de investigar tú te lo has pasado tan ricamente con esa zorra de Heather. Quiero que sepas que no puedes ocultarme nada. Eres un cabrón con suerte. Ahora vas a ir a ver a Patricia y le sonsacarás todo, aunque tengas que pasarte la noche con ella. Eso te lo permito por el bien de la causa. Cuando acabes con ella, sea la hora que sea, te pasas por el despacho del doctor Sun, te estará esperando y yo también. Las cosas se están poniendo muy feas y necesitamos pensar en una estrategia.

Su brazo no dejaba de oprimirme el cuello, apenas podía ya respirar. Tenía que hacer algo. Pero no me dio tiempo. Tiró con fuerza hacia atrás y me vi obligado a acompañar su movimiento. Mi cuerpo salió disparado del banco y me quedé espatarrado en el suelo. Jimmy no perdió el tiempo. Comenzó a darme puñetazos como un loco, uno de ellos en el estómago, lo que me hizo vomitar los desayunos. Luego empezó a patearme con saña. Cuando acabó me lanzó un walkie-talkie a la cabeza y salió corriendo, no sin antes vocearme que como no lo tuviera encendido todo el tiempo me iba a castrar. Dolores estaba de pie y se acercaba a mí como a cámara lenta. Pude imaginarme lo mucho que le habría costado levantarse del banco para acudir en mi ayuda. La disculpé. Me dio su mano y haciendo un esfuerzo pude ponerme en pie. Sangraba un poco por la nariz y me dolía un ojo, supuse que me quedaría un moratón. El resto del cuerpo me dolía, pero no demasiado. Ni siquiera me sentía encolerizado, deseando salir tras él para pillar a aquel renacuajo y estrujarle entre mis manos. La sorpresa había sido tal que ahora que me había librado casi tenía ganas de reír. Creo que se me escapó una risita.

-Lo siento, chiquilín, a mí también me pilló por sorpresa. Acerquémonos a esa fuente para que te limpies la sangre de la nariz. Por suerte el vómito no te ha ensuciado la ropa. Ahora sí que no puedes negarte a venir a mi casa a comer, ni siquiera has podido digerir el desayuno. Si quieres podemos ir a casa y te adecento un poco.

-No gracias, Dolores, eres muy amable. Bastará con que me limpie la sangre y si eres tan amable me sacudes un poco el polvo. Quiero ir a ver cuanto antes a esa dichosa Patricia y terminar con este asunto cuanto antes. Luego te agradecería que me dieras un poco de linimento por todo el cuerpo y un buen masaje, ese tontaina me ha dejado el cuerpo machacado.

-Claro que sí, mi pequeñín, tengo en casa linimento y todo lo que haga falta.

En la fuente de agua fresca y potable me mojé la cabeza, limpié la sangre de la nariz y restregué mi camisa para quitar algunas manchas –Dolores no pudo por menos de sonreír, imagino que porque es un gesto que hacemos todos los hombres, aunque es un recuerdo vago- bebí un buen trago esperando que no me sentara mal porque el estómago andaba un tanto revuelto. Entonces recordé que había dejado en tierra el artilugio de Jimmy. Retrocedí y con esfuerzo doblé mi bisagra y me hice con él. Decidí que era mejor tenerlo activo y darle largas que arriesgarme a que me buscara porque no contestaba a sus requerimientos. Le pedí que nos sentáramos otro ratito para recuperarme.

-No veo mucha gente por aquí, para ser sincero no veo a nadie.

-La gente tiene miedo y además el doctor Sun ha recluido por grupos a los pacientes en las celdas de aislamiento. Está intentando llegar a sus subconscientes para comprobar si alguien sabe algo. Según me contó Jimmy parece que ha salido de su pasmo para regresar a su tontería habitual. El Pecas no quiso darme muchos detalles, pero al parecer Mr. Arkadin ha anunciado su presencia para dentro de unos días y quiere tener al culpable identificado y recluido. El pobre debe de estar temblando ante la posibilidad de que le releven de su puesto y no pueda seguir buscando el subconsciente colectivo. Sería una pena porque me cae bien y no creo que su sustituto sea mejor. Vale más lo malo conocido…

-¿Queda muy lejos la casa de Patricia?

-Bastante. Cuanto más importantes más lejos tienen sus casas y más lujosas.

-¿Y la granja?

-¿Aún no te ha llevado Jimmy? ¡Qué raro! Está en esta dirección, después de pasar la última zona de viviendas, en un claro del bosque que nos rodea por todas partes. Cortaron muchos árboles y las cuadras, corrales y viviendas de los granjeros están construidas de madera, es algo que merece la pena ver.

En cuanto me sentí mejor iniciamos el camino. Parecíamos dos borrachos que se apoyaran el uno en el otro para no caerse. Dolores anda con dificultad debido a su peso, aunque no se queja nunca.

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD


TERCER DÍA EN CRAZYWORLD I

Me despertó un fuerte y delicioso olor a café. Por un momento creí que aún estaba soñando porque en el sueño también había café y cruasanes. Apenas conseguí recordar algunas escenas rápidas y sin sentido. Yo era español, había vivido en Madrid y estudiado en la universidad. Me reclutó una extraña mujer que se parecía mucho a Joan Collins y había satisfecho a un buen número de mujeres. Lo que no estaba nada claro era mi viaje a USA, tal vez buscando a una mujer que me había trastornado, posiblemente se llamara Marta. El final del sueño era un pandemónium sin sentido. Una clínica para adictos al sexo, Marta, la que se parecía a Joan Collins, carreras, intentos de fuga y sobre todo mucho café con cruasanes. Ese era el final del sueño y el comienzo del despertar, porque Heather apareció en el dormitorio con una bandeja con una jarra de café recién hecho, cruasanes y zumo de naranja recién exprimido. La noche había sido extremadamente agradable y romántica pero aún así había tenido tiempo de dormir y me sentía bien, descansado, feliz y con muy pocas ganas de salir de allí.

Desayunamos en el lecho, mirándonos de vez en cuando a los ojos, como dos enamorados. Me preguntó qué planes tenía para ese día. Le respondí que nada me gustaría más que permanecer con ella ese día, esa noche, todos los días, todas las noches, pero me sentía obligado a continuar la investigación comenzada sobre el asesino del director. Aquel cabrón no merecía mis esfuerzos, comentó con un rictus que me hizo adivinar cuánto le odiaba, cuánto le odiaban todos en Crazyworld. Cuando le dije que si tuviera la seguridad de que no habría más muertos lo dejaría estar, pero que me sentiría muy culpable si le pasara algo a otros, sobre todo a ella, reflexionó unos segundos y luego me dio la razón, era preciso encontrar al asesino o nadie dormiría relajado.

Me duché, me afeité, me vestí, le di un beso prolongado y me disponía a salir de su apartamento cuando me llegó un sonido extraño que de momento no pude identificar. Luego salté como un mono, dirigiéndome a la terraza. Y en efecto, allí estaba, un gatito precioso, negrito, un cachorrito encantador pero muy pequeño, necesitaba los cuidados de mamá o de cualquiera que se adjudicara su papel. Heather se sintió conmovida. Lo tomó en brazos y lo acarició como una mimosa mamá.

-¿Cómo diablos ha podido subir hasta aquí?

-No ha sido él, pobrecito, me temo que ha sido una verdadera diablesa la que lo ha dejado en la terraza.

-¿Te refieres a Kathy?

-Sí, a Catwoman. No ha podido ser nadie más. Si pudo subir hasta mi ventana, nada le habrá impedido trepar a la terraza. ¿Estás segura de que no ha podido entrar dentro?

-Imposible. Se hubiera disparado la alarma y activado todas las defensas que tengo instaladas.

-Menos mal. ¿Y ahora qué hacemos?

-¿No querrás dejar a este gatito indefenso a merced de cualquier depredador?

-Por supuesto que no. Adoro a los gatitos…bueno, creo que me gustaban los gatos, los perros y todos los animales, pero eso aún no he podido recordarlo.

-Tengo que hacerme con leche para gatitos y pienso, no sé si mamá gata lo habrá destetado. Esa idiota ni habrá pensado en ello. Mira, cuando pases por la cocina a ver a Dolores, se lo pides.

-¿Crees que tendrá comida para gatos?

-Ella tiene un gato y hay más gente que tiene mascotas. ¿No te ha enseñado Jimmy la granja?

-¿También tenéis granja? Estáis como queréis.

-Claro que este es tu tercer día aquí, poco tiempo para todo lo que hay que ver. Nos dejan tener mascotas, gatos, perros y algún que otro animal más exótico. En la granja se cultivan verduras frescas y todo lo que permite el terreno, los suministros llegan en helicóptero, la mayoría son alimentos no perecederos. Aquí se hace todo lo que se puede hacer, el pan, tenemos leche de vacas, ovejas y cabras con la que se hacen quesos y yogures. Hay caballos para montar, si quieres, y los pacientes pueden trabajar allí y tener sesiones de terapia con animales preparados, perros, caballos, no se les permite tener mascotas en sus habitaciones.

-¡Increíble! ¿Y dónde está la granja?

-No muy lejos. Cuando tengas tiempo te llevaré yo misma.

-¿Cómo piensas cuidar a este gatito, o gatita, si tienes que trabajar?

-Hay una vecina que tiene una gata, se lo dejaré cuando no esté en casa. Yo también he tenido su gata cuando me lo ha pedido.

Me despedí de Heather y de la gatita porque no podía quedarme allí todo el día, hablando o lo que considerara oportuno a cada momento. No me quedaba otra que despertar del sueño y retomar mi vida en Crazyworld. Me dirigí a la busca de Dolores en las cocinas. Me costó encontrar el edificio porque los apartamentos donde vivía Heather estaban más lejos de lo que sospechaba. Me perdí un par de veces y cuando vi a lo lejos la inconfundible mole del edificio principal suspiré aliviado. Entré a las cocinas y busqué a Dolores con la mirada. No tardé mucho en encontrarla porque ella lo hizo antes. Me esperaba. Se acercó con su andar pausado y en cuanto me tuvo a tiro me dio un fuerte abrazo.

-¡Qué ganas tenía de verte, muchacho!

-Pues solo llevo aquí tres días. ¿Estás preocupada por nuestro asesino?

-Eso también. Tengo un recado de Jimmy, pero antes vamos a desayunar.

-Ya he desayunado, y muy bien.

-Lo imagino. ¿No creerás que aquí pasan desapercibidas tus andanzas?

-¿A qué te refieres?

-No te hagas el tonto. Por muy bien que te hayan dado de desayunar y de cenar no puedes rechazar el desayuno que te he preparado.

No pude. Me llevó a un sitio escondido en la cocina donde había una mesa y dos sillas. Sobre la mesa un pantagruélico desayuno, como no podía esperar menos de Dolores. Me hizo sentar y me sirvió un zumo de naranja recién exprimido, luego vino todo lo demás. No me dejó hablar hasta que terminé todo lo que me había preparado. Menos mal que ella me ayudó bastante.

-Jimmy está muy enfadado contigo.

-Lo imagino. Espero no encontrármelo hasta que haya hecho la digestión, no me gustaría que me echara todo fuera de un puñetazo en el estómago. Estaba todo muy rico.

-Gracias. No creo que aparezca por aquí, anda tan ocupado que no le he visto el pelo salvo el par de minutos que tardó en darme el recado.

-¿Y cuál es ese recado?

-Vamos fuera y te lo susurraré. Ya no me fío de nadie, si es que alguna vez me fié de alguien en este antro.

La acompañé al exterior. Hacía un día hermoso, soleado, yo diría que primaveral, sino fuera porque desconocía en qué estación del año estábamos. Algo que no me había preocupado hasta ese momento. Me picó la curiosidad.

-Por cierto, Dolores, no sé en qué estación del año estamos, tampoco en qué año, en qué día, en qué lugar. No sé nada de nada.

-Veo que sigues sin recordar. Mejor para ti. Pues estamos acabando el verano y comenzando el otoño. Hoy es martes todo el día y prefiero no decirte el año por si se te atraganta.

Me hizo sentar en un banco. Me pasó un brazo por el hombro y me atrajo hacia sí. De esta guisa me transmitió el recado de Jimmy.

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XII


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XII

Heather se acerca al piano, levanta la tapa y acaricia las teclas con suavidad.

-Después del postre tocaré para ti. Pero ahora tienes que ayudarme con la comida.

Me conduce de la mano a la cocina, abre el frigorífico, enorme, último modelo, y saca una fuente con la ensalada.

-Toma, llévala a la mesa.

Lo hago mientras ella abre el horno y con una manopla saca una enorme bandeja de cristal. Coloco la fuente sobre la mesa y así comienza nuestra cena romántica. Agradable, sin prisas y con la intimidad de dos amantes que nunca podrán dejarse de ver porque de Crazyworld no escapa nadie. Aparco mi obsesión por fugarme de aquella jaula de oro que ahora está más viva que nunca. Si Jimmy no lo ha conseguido en todo el tiempo que lleva allí, yo no soy más listo que él, tendré que tomármelo con calma, con mucha calma. El recuerdo del Pecas me conturba, sé que voy a tener que soportar una buena tormenta cuando lo vuelva a ver, incluso puede que algún que otro puñetazo…si le dejo. Aparco también mi recuerdo de Jimmy y me centro en Heather que no deja de sonreír y de servirme ensalada, asado, vino. Quiere que hable, pero yo no sé de qué hablar, no recuerdo nada, o casi nada. Le comento otra vez lo del gigoló y se ríe con ganas.

-¿Sabes? No me molestaría que fuera verdad. No quiero ni pensar en lo que me harás cuando recuerdes tus habilidades de gigoló.

Y se ríe con ganas. Sigo con el tema. ¿De dónde podría proceder sino mi deportivo? Tal vez yo sea uno de esos jóvenes ejecutivos que se ganan la vida especulando en la bolsa. Eso sí que no me gustaría. Nada. Y vuelve a reírse hasta atragantarse. Tengo que levantarme y darle unos golpecitos en la espalda, luego acaricio su pelo y beso su nuca. Regreso a mi sitio y aparco el tema. Se me ocurre que tal vez ella pueda satisfacer mi curiosidad. Aún no he comenzado con las preguntas. Antes quiero que ella me diga que no le molesta como tema de conversación durante la cena romántica. Ya tendremos tiempo de romanticismo y sonríe.

-¿Cómo pudo llegar una mujer como tú a esta cárcel, a esta jaula de oro?

-Tuve una vida difícil. A los quince años mis padres murieron en un accidente y me quedé sola. Habían roto con su familia para casarse y no se volvieron a ver. Ni siquiera supe si algún familiar se había enterado de su muerte porque nadie se puso en contacto conmigo. Por suerte mi desarrollo físico me permitió aparentar que tenía más años de los que decían mis papeles por lo que decidí no volver a utilizarlos hasta que fuera mayor de edad. No fue fácil vivir sin papeles, pero otros lo hacían todos los días, solo tenía que tomar precauciones elementales, comprar todo sin tarjeta de crédito, no comprar nada que supusiera firmar algún papel, no acudir a sitios donde pudiera aparecer la policía y pedirte identificación, encontrar trabajos donde pudiera pasar desapercibida, sin contratos, sin llamar la atención. Hice un poco de todo. Apenas ganaba lo suficiente para pagar el alquiler de un cuchitril diminuto y comer todos los días. No era mucho, pero solo tenía que esperar algunos años y todo cambiaría. Por desgracia además de estar más desarrollada de lo normal también era más guapa de lo debido. Lo supe cuando me pasaba los días intentando ahuyentar a idiotas que creían que podían acostarse conmigo solo con decirme cuatro guarradas y amenazarme si les mandaba a la mierda. Decidí aprender a defenderme y acudí a un gimnasio donde enseñaban defensa personal y artes marciales. No me llegaba el dinero, pero tuve la suerte de comentarle a una buena chica con la que había trabado una cierta amistad, que no podría volver porque no podía seguir pagando la mensualidad. Nunca olvidaré aquel detalle. Sus padres tenían dinero y ella me ofreció hacerse cargo hasta que yo encontrara un trabajo que me permitiera volver a hacerlo. Nos hicimos muy buenas amigas, hasta el punto de que me atreví a comentarle mi situación. Se sorprendió mucho, no aparentaba la edad que tenía. Lamentó mi desgracia y quiso ayudarme presentándome a sus amigos y pagándome los viajes que hacía la pandilla para divertirse. No acepté, mi situación podía complicarse en cualquier momento y quería pasar desapercibida a toda costa. Ella lo entendió, pero no dejó de insistir para que conociera a algunos amigos de confianza. Al final se salió con la suya. Acabé perdiendo la virginidad con uno de sus amigos, un buen chico que me gustaba mucho. Su padre tenía una empresa de seguridad. Se ofreció a hablar con él para que me diera un trabajo como guardia de seguridad. Me dio miedo de que su progenitor fuera un mal tipo e intentara aprovecharse de mí. Me dije que ya solo me quedaba un año para la mayoría de edad y por mal que fueran las cosas lo peor que podría pasar es que tuviera que marcharme de allí. Aguantaría unos meses en cualquier lugar y de cualquier manera, luego, en cuanto pudiera volver a utilizar los papeles mi vida volvería a ser normal. Me arriesgué mucho. Tuve suerte porque el padre no era mala persona y no hizo preguntas. Su hijo parecía estar enamorado de mí. Me ilusioné con la posibilidad de que llegáramos a casarnos, fundar una familia y olvidarme de la pesadilla que había vivido hasta entonces. Todo fue bien durante un tiempo, hasta que el hijo terminó la universidad y entró a trabajar en un despacho de abogados. Allí conoció a la hija del jefe que se enamoriscó de él y comenzaron los problemas. De pronto descubrió que no estaba tan enamorado de mí como pensaba y su padre le animó a dejarme porque su futuro sería más esplendoroso con ella que conmigo. Tuve que dejar el trabajo. Decidí marcharme lejos, no me fiaba que no se fuera de la lengua. Solo me quedaban unos meses y no quería que los papeles me complicaran la vida. Trabajé en alguna empresa de seguridad de tres al cuarto, donde solo les interesaba mi experiencia. No quise firmar un contrato. Se limitaron a bajarme el sueldo y a hacerme trabajar más horas. Alcancé la mayoría de edad y entonces me marché y conseguí un buen trabajo en otra empresa, esta vez con contrato y papeles. Como nos daban cursillos gratis, prácticas de tiro y no tenía que mantenerme en forma en el gimnasio me puse a estudiar piano. Te reirás, pero era una ilusión de niña, no sé por qué, mis padres no eran precisamente unos apasionados de la música, tal vez viera alguna película. Entonces ocurrió. Tras algún tiempo me fijé en un anuncio en la prensa, buscaban guardias de seguridad, muy bien pagados, para un trabajo en un lugar solitario. El sueldo era tan alto que no me lo pensé dos veces. Ahorraría y podría dedicarme a buscar algo que me gustara para el resto de mi vida, no sabía qué, pero algo. Así caí en las garras de ese cerdo de Arkadín.

-Perdona. Por lo que me cuentas debes ser más joven de lo que aparentas. ¿Cuánto tiempo llevas ya en Crazyworld?

-No lo sé. No me creerás, pero es así. Aquí nadie cuenta el tiempo que lleva prisionero. Puede que cinco años, tal vez más.

-Entonces debes tener poco más de veinticinco años.

-Ya te dije que siempre me echaron más años de los que tenía. No te equivocas mucho, aunque debo aparentar más de treinta. Tú debes andar también por ahí.

-Me da risa responder a todo que no me acuerdo, pero es la verdad. Si realmente era un gigoló debí empezar pronto, es un negocio donde cuenta mucho la juventud.

-Y la guapura, rico. Eres lo más guapo que ha caído por aquí. Me gustaría que lo nuestro durara, no encontraré nada mejor en este maldito antro. Entiéndeme bien, no estoy diciendo que te vas a quedar aquí para siempre. Espero que no, pero todos llevamos años pensando en fugarnos, tramando delirantes fugas, nadie lo ha conseguido hasta ahora, ni siquiera el que más ha estudiado las posibilidades, el pesado de Jimmy. Me gustaría que tú lo consiguieras y me llevaras contigo, aunque recordaras tu vida pasada y realmente fueras un gigoló. Creo que podría convencerte para que lo dejaras. Por cierto, prométeme que si lo recuerdas y fuiste un gigoló, tienes que contarme con pelos y señales cómo fue tu vida.

-Te lo prometo. Si quieres no me contestes. Me gustaría saber si te has acostado con el Pecas.

-No, por Dios. No es que aquí haya mucho donde escoger, pero algo hay y él sería mi último candidato.

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XI


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XI

Y no me preocupé. Nos pusimos de nuevo con las grabaciones. Esta vez a toda pastilla, buscando solo una grabación en la que alguien se moviera de la cama y se acercara a la puerta. Si no había salido de su dormitorio tenía una coartada perfecta y habría que descartarlo de la lista. Nadie se movió, la medicación les hacía dormir como marmotas. Se me ocurrió pensar en la posibilidad de que alguien utilizara el viejo truco de la almohada, colocada en forma vertical bajo la ropa, simulando un cuerpo. Eso solo sería posible si la señorita Ruth no acostara a todos y no cerrara la puerta después. Se lo pregunté a Heather. Me dijo que solo se ocupaba de los más conflictivos y de sus preferidos, no tenía tiempo para todos. Volví a preguntar, esta vez si existía alguna lista de las puertas que quedaban abiertas y a quién pertenecía el dormitorio. Me respondió que eso se lo tendría que preguntar al doctor Sun que era quien confeccionaba la lista de los grados. Quise saber si la grabación se interrumpía en algún momento entre la entrada de la señorita Ruth con el enfermo y su salida. Las grabaciones eran ininterrumpidas aunque no se podía saber a ciencia cierta si algún enfermo tapaba un momento la cámara, colocaba la almohada y luego salía, destapándola con una cuerda o artilugio semejante. Allí la inventiva estaba a la orden del día y era muy creativa. Tendría que hablar con la señorita Ruth para salir de dudas.

-¡Dios me libre!

-¿Pero por qué, joven? Es muy simpática.

-Vamos, preciosa, no me tomes el pelo. En resumidas cuentas, que esto es una pérdida de tiempo, porque nunca podremos estar absolutamente seguros de que alguien no se fugó de su dormitorio durante la noche, al menos los que tienen las puertas cerradas, salvo que su inventiva raye la genialidad. Al resto habrá que someterles a una batería de pruebas hasta descartarles. Bueno, creo que podemos poner esto a la máxima velocidad. ¿Cuáles son tus planes, cariño?

-Pues cariño, en cuanto terminemos aquí nos vamos a mi apartamento. Cerramos todo bien cerradito y pasamos la noche tan rícamente.

Y eso fue lo que hicimos. Cuando terminamos ya era de noche, a pesar de la velocidad turbo que pusimos a la reproducción de las grabaciones. Heather tardó muy poco en dejarlo todo como estaba antes, apagó las luces, cerró el chiringuito y nos fuimos por los corredores subterráneos, imagino que para despistar a posibles acechadores, aunque con el caos que debía de reinar en Crazyworld eso casi estaba descartado, salvo que el asesino nos hubiera escogido como las siguientes víctimas. Eso me sobresaltó bastante. Por fin Heather dio por terminado el viaje por aquel laberinto. En un pasillo estrecho y oscuro, de techo bajo, abrió una trampilla disimulada en el techo y me pidió que la diera un empujoncito en el trasero, lo que hice de mil amores. Desapareció de mi vista y por un momento temí me hubiera jugado una mala pasada, hasta que escuché su voz.

-Tienes que encaramarte por tu cuenta porque esta es la salida que vas a utilizar siempre que quieras visitarme en mi apartamento por la noche.

-Tendrás que hacerme un plano, guapa, porque ya estoy completamente perdido.

-Jajá. Me encanta tu sentido del humor. Casi tanto como tu guapura. Estás encerrado aquí de por vida, un asesino anda suelto y aún te quedan ganas para bromear.

-Bueno, puede que esto no sea tan malo al fin y al cabo si encontramos al asesino y puedo visitarte las noches que no tengas guardia la estancia será muy agradable, dure lo que dure.. Dime qué tengo que hacer ahora.

-Eres alto. No tendrás problemas. Tantea con una mano el techo. Has visto que el agujero es suficiente, que no está tan elevado y que yo te espero aquí. Salta, haz fuerza con los brazos y apoya la barriga en el borde. Está chupado.

No tanto como ella decía pero no fue tan complicado como esperaba. Me encontré a su lado en menos de lo que canta un gallo, suponiendo que hubiera gallos en Crazyworld. Algo que anoté para preguntarle en otro momento. Lo que sí inquirí es si aquella salida tenía alarma y la había desconectado desde el centro de seguridad o no debería preocuparme. Nadie sabía de aquella salida. Ya, pensé, excepto Jimmy y puede que alguno más. Pensé en mi colega y compañero de investigación. Deseaba que nuestro encuentro se retrasara todo lo posible, porque no iba a ser agradable. Heather encendió una linterna y pude observar que nos encontrábamos en una especie de caseta para guardar herramientas de jardinería. Abrió una puerta que no estaba cerrada con llave, apagó la linterna y salimos.

Estábamos en el jardín, en una zona poco iluminada, solo una farola a una distancia prudencial para poder pasar desapercibidos. Recordé con miedo a los perros. Me dije que al menos ladrarían antes de morder, a pesar del viejo dicho de perro ladrador, poco mordedor. Los robots me daban menos miedo y además no se alejaban mucho, al parecer de la valla. Quise que ella me lo confirmara y me habló de las precauciones a tomar cuando fuera a visitarla. Nada de ruido y tenía que memorizar el camino que íbamos a seguir desde allí. De los pasillos subterráneos ya me daría un plano. Hablaba casi en susurros por lo que decidí callarme de momento, tomar su mano y seguir sus pasos como si fuéramos dos jóvenes ladrones alejándonos del lugar del crimen, nunca mejor dicho.

A pesar de la concentración que puse en recordar todos mis movimientos, apenas pude situar en un mapa imaginario el apartamento de Heather. Atravesamos una zona del jardín, es cierto, así como unos edificios bajos a oscuras, que no sabía qué podían contener ni tampoco quise preguntarlo; también pude ver un bosquecillo a la izquierda, luego una pequeña urbanización de casitas con jardín y al final un bloque de apartamentos rodeado de un bonito jardín, pero me hubiera perdido de día y solo, tendría que practicar mucho. Me sentí aliviado cuando llegamos sin tropiezo alguno ante la puerta de su edificio que abrió con una tarjeta magnética. La misma que le sirvió para abrir la de su apartamento, un bonito ático en la tercera planta, según pude comprobar. Habíamos subido en ascensor sin decir palabra porque ella me hizo un signo de advertencia poniendo su índice en los labios.

Entramos, encendió las luces, apagó lo que pienso sería una alarma y activó lo que creo, porque me lo dijo a continuación, era un artilugio para interferir todo tipo de espionaje. Entonces y solo entonces me dijo que ya podíamos hablar de lo que quisiéramos. Lo primero que me sorprendió fue la mesa del salón, adorablemente puesta, con dos cubiertos, velas y toda la parafernalia que requiere una buena cena romántica.

-¿Y esto? ¿No me dirás que ya dabas por supuesto que te acompañaría esta noche?

-No las tenía todas conmigo, pero me hubiera sentido muy decepcionada de no haber sucedido así. La cena ya está preparada, el asado en el horno y la ensalada y los aperitivos en la nevera. Tengo algunos vinos californianos muy buenos, me he decidido por un Chardonnay pero si no te gusta podemos probar otros. No sé si sabes que en 1976 los vinos californianos ganaron a los franceses en un concurso en París.

-Pues no, ni siquiera recuerdo si me gusta al vino, aunque sería raro que no me gustara. No sé si es un recuerdo verdadero pero me ha estado viniendo a la cabeza que antes era un gigoló y que soy español.

-No me sorprendería. Con lo guapo que eres me encaja lo de gigoló. Espero que te conformes con la botella de vino como pago a disfrutar de tus favores. Oye, si eres español seguro que te gusta el vino. Allí tienen buenos vinos, Rioja, Ribera del Duero…

-Hablas como una experta en vinos, pero tendrás que explicarme cómo llegan a Crazyworld los vinos. Ya puestos podrías también explicarme cómo va la logística. ¿Tenéis huertos y granjas o todo llega de fuera?

-Ya veo que tienes muchas preguntas. Puedes hacerlas hasta que llegue el postre, a partir de ese momento exijo una conversación totalmente romántica, nos espera una noche muy, muy romántica, cariñito. Iré contestando a tus preguntas, pero antes permite que te enseñe mi modesta morada.

Y así lo hizo. El salón era grande para una sola persona, aunque quedaba chico para una gran reunión. El mobiliario estaba bien, en madera, como la mesa y las sillas. Un armario de salón con cristaleras y lleno de vajilla, un sofá cómodo, un televisor empotrado en una esquina, un pequeño piano cerca de una cristalera que daba a una terraza… Decidí salir a tomar el aire. Estaba repleta de flores y pequeñas plantas, perfectamente ordenadas. Todo muy bonito, pero me pregunté si un tercer piso sería obstáculo para que trepara hasta allí catwoman. Y luego si los cristales serían a prueba de bomba y si habría una alarma que activara trampas anticacos, tal como una buena descarga eléctrica. No quise preguntar para no chafar la bonita noche que nos esperaba. Heather se colocó tras de mí y me abrazó.

-¿Te gusta?

-Ya lo creo. Oye, eres una caja de sorpresas. ¿Tocas el piano?

-¿Para qué lo querría si no lo tocara? Te puedo tocar desde un nocturno de Chopin a cualquier canción que recuerdes, si es que recuerdas alguna.

-La música tiene que gustarme, pero no he oído nada hasta ahora. Por cierto que no he visto calendarios ni relojes. ¿Cuánto llevó aquí? Me siento como si ya llevara un año.

-No me extraña. Crazyworld está fuera del tiempo. Pues esta es tu tercera noche. Llegaste la noche del lunes y hoy estamos a miércoles. Dos días y tres noches con esta.

-Antes de que me olvide. ¿Cómo diablos consigues el vino y lo demás? Aunque os paguen un buen sueldo, no parece que aquí podáis gastar mucho.

-Tienes razón. Nos pagan bien pero el dinero se lo queda Mr. Arkadin. A todos nos prometió que nos lo daría, con intereses, cuando salgamos de aquí. Pero eso es una de sus trapacerías. Lo que sí parece ser cierto es que hace llegar el dinero a los familiares de algunos de los que trabajan aquí. No hay muchos con familiares fuera, pero sí algunos. Creo que conoces a Dolores. Pues bien, ella manda todos los meses parte de su sueldo a su familia. Según Mr. Arkadin les llega. Le hizo llegar a Dolores un video en el que sus familiares le dan las gracias, pero a saber si no será otra de sus trapacerías. El resto no vemos un dólar. Cuando necesitamos algo que no hay aquí le hacíamos llegar la petición al director que a veces cumplía y otras no. Resulta muy sospechoso que a algunas que no hemos querido saber nada de él no nos haya llegado nada de lo que pedimos.

-¿Y el piano?

-Estaba en una sala de música, muerto de risa. Se lo pedí al doctor Sun y al día siguiente lo tenía a la puerta. No es mala persona. A mí me cae bien.

CRAZYWORLD XL


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD IX

Estaba ya tan acostumbrado a mi amnesia que ni siquiera me planteé una posible comparación con mi vida sexual anterior, mejor dicho en el pasado, porque la anterior era la experiencia con Kathy, inclasificable, inimaginable, incomprensible. Ciertamente estaba convencido de haber tenido una vida sexual muy rica, aunque no la recordara, incluso la posibilidad de haber sido un gigoló estaba calando en los agujeros del techo de mi cerebro, suponiendo que los tuviera y algo pudiera colarse por ellos, pero todo ello era agua de borrajas, porque recordar, lo que se dice recordar, solo recordaba mi estancia en Crazyworld desde que me despertara en la enfermería y viera allí a Kathy, la enfermera, la vampira, la diosa que me había deslumbrado. El resto era una vaga y confusa sensación de cosas que me venían a la cabeza, sin ton ni son, y que lo mismo podían proceder de mi fantasía, suponiendo que los amnésicos tengan imaginación, o de esa actividad mental que se supone que tiene toda mente que se precie, lo mismo que la naturaleza de un basurero es almacenar todo tipo de basura. Por eso lo que estaba sintiendo ahora, la firme certeza de que podría tener sexo con Heather aún después de una noche con Kathy, con escasas horas de sueño y un agotamiento que casi ni sabía cómo era de tan intenso como parecía ser, bien podía tratarse de la ilusión que tiene todo hijo de vecino de saltar el obstáculo que tiene a unos pasos y alcanzar la meta.
A pesar de todo no podía dejar de disfrutar de aquel maravilloso cuerpo desnudo que se me ofrecía a la vista y al tacto, puesto que tras ser desnudado velozmente y empujado al lecho, de espaldas y sujetado por piernas y brazos, estaba preparado para vivir una deliciosa aventura, claro que mejor que el trabajo lo hiciera todo ella, al menos de momento, luego ya veríamos cuando se calentara el motor y los pistones hicieran lo que tuvieran que hacer, que no sabía muy bien lo que era, aunque tuviera una vaga idea, y me estoy refiriendo a los de un coche, porque mis pistones, o sea los testículos o como los llamara El Pecas, que tenía un vocabulario extenso y poco melindroso, parecían saber muy bien cuál era su función en todo aquel proceso, es decir, hincharse, estirarse, dolerse, fabricar lo que tenían que fabricar, a toda prisa y luego esperar el momento de arrojarlo todo por la tubería hacia donde esperaba ser bien acogido.
El sueño pugnaba con el deseo espantoso que tenía de ser acariciado, magreado, abrazado, estrechado, estrujado y puesto a cien por el cuerpo más maravilloso que había visto nunca. Y aquí debo volver a matizar que en realidad cuerpos desnudos solo había visto, o recordado haber visto, el de Kathy y ahora el suyo. Pero aún así la insidiosa sensación de que había visto muchos continuaba colándose en algún rincón de mi consciencia, donde parecía estar ganando la batalla. Lo cierto es que Heather debía de haberme deseado mucho y con mucha intensidad porque su excitación, calentón o los mil nombres que tiene o puede tener algo así, parecía estar a punto de llegar al paroxismo y ella no estaba muy dispuesta a embridar nada, ni una yegua fogosa, ni un cuerpo calenturiento, ni cualquier otra cosa que se le pusiera a tiro. Quiso saber a qué sabía mi boca, y lo supo, sin prisas, me mordió el labio inferior y eso me ayudó mucho a despertarme completamente, aunque solo fuera un momento. Sus manos querían conocer mi piel y la conocieron, también sin prisa, pero cuando tocó mi pene, bastante dormidito el pobre, éste se despertó rápidamente, bostezó y me interrogó sobre lo que estaba pasando. Le contesté que él sabría y que me dejara en paz, que estaba muy a gustito tumbado tranquilamente boca arriba, relajado, buscando la forma de dormir una noche en un minuto, de descansar horas en segundos y de darme tiempo, a la espera de que el volcán explotara y todo saliera por el aire, en cenizas, en nubecitas blancas o en lo que tocara en ese momento.
Mi pene no bostezó dos veces, sus ojitos ciegos debieron abrirse y contemplar todo aquel cuerpo prieto, las curvas, las colinas, las llanuras, los valles e incluso aquel formidable y celestial trasero que él no podía ver y yo tampoco en aquel momento, pero bien que me había regodeado con él en las ocasiones en que tuve ocasión. Lo cierto es que el pene se excitó mucho, muchísimo, y sin pedirme permiso se estiró todo lo que pudo y más. Esto, percibido, sentido, visto por Heather la animó a tocarlo, acariciarlo y luego a besarlo con fruición, buscando posturas adecuadas, momentos dichosos, todo ello sin prisa, porque ella no parecía tener la menor prisa, no así yo que esperaba que su excitación la llevara a una rápida galopada y a un final feliz, consistente en un agotamiento dulce, como el sueño que la iba a invadir. Solo que de momento eso no ocurría y tras explorar mi cuerpo, rincones y poros se introdujo a mi despierto miembro en su más que despierta y excitada cueva, buscó la postura, comenzó a subir y bajar con suavidad y delectación, me miró, sonrió, me volvió a mirar, abrió la boca, suspiró, luego gimió y todo iba de perlas para ella y también para mi pene, que en el interior de la cueva disfrutaba como pocas veces le había visto disfrutar, de nuevo matizo lo de la amnesia y estoy harto ya de ella, a ver si con un poco de suerte, como mucho me llega a mañana. La galopada, los gemidos, el cuerpo apoteósico de Heather, sus asombrosos pechos, y todo lo demás se confabuló para que yo me olvidara del merecido sueño y la sujetara por las caderas, coadyuvando a su placer y al mío. No contengo con ello me volví loco de repente, la volteé y sin la menor inhibición decidí que la posesión de aquella mujer era para mí más preciado que el oro y los diamantes, suponiendo que supiera lo que era aquello, que no lo sabía muy bien. La pasión me cegó, a ella también, porque cerró los ojos, gemí, grité, ella también y más y al final ocurrió lo que tenía que ocurrir, que la fábrica ya no podía con tanta producción y se vio obligada a expulsarla por la tubería y que fuera lo que fuese. Lo que fue lo llamaría un orgasmo tan brutal como esplendoroso y Heather se volvió medio loca, me arañó la espaldas con las uñas, afiladas, me mordió una oreja, levantando sus pechos hasta mi boca, lo que aproveché para lamer sus pezones, mordisquear sus colinas, de lo que me había olvidado y agarrarme con sus manos las nalgas y apretar y apretar y apretar, y buf, no me podría desprender de ella ni a patadas. Pensé que lo mejor era relajarme, en cuanto los movimientos espasmódicos cesaran y descansar sobre su cuerpo, si me lo permitía, lo que me permitió sin protestar.
Y eso fue todo, bueno, casi todo, porque en cuanto se desprendió de mí y se acurrucó a mi lado y me susurró cositas muy dulces y bonitas, el sueño me embistió como un toro enfadado y me corneó donde más duele, no tuve tiempo ni de pellizcar un pezón de Heather como un gesto de admiración y sentimiento de agradecimiento, porque me quedé dormido como un plomo, un leño, una marmota, como un bebé que llevara noches sin dormir y necesitara descansar un poco para volver a empezar a la noche siguiente. Entré en coma, suponiendo que supiera lo que era aquello y olvidé todo, algo de lo que sí sabía más. Cuando desperté, o mejor dicho, me despertó un fuerte olor a café fuerte y sabroso y a algo que se calentaba en lo que supuse un microondas,  y apenas tuve tiempo de terminar de abrir los ojos del todo cuando Heather estaba en la cama, con una bandeja completa y olorosa, me acomodó la almohada que nunca sabré de dónde sacó, ella se acomodó y antes de iniciar el desayuno, almuerzo, comida o cena, o lo que fuera me dijo:
-Entiendo que estés agotado, amorcito, lo de pasar una noche con Kathy tiene que ser algo realmente agotador. Te agradezco el esfuerzo que has hecho para contentarme y te lo premiaré en otro momento, porque ahora veo que tienes tanta hambre como yo.
-Te aseguro que el esfuerzo no ha sido tanto, solo contemplar tu cuerpo de diosa, todo resucitó en mí, algunas partes antes que otras. Y en cuanto al hambre, sí que la noto, sí, pero me gustaría que me dieras la hora, si no te molesta ser un reloj de cuco o una Venus cuco, si te parece.
-Eres adorable, mi chichuchirrín, no solo me has dado un inmenso placer, y medio dormido, sino que tus ojitos azules me están prometiendo que me lo darás en un futuro, cercano y lejano. Además me haces reír. ¿Qué más puedo pedirle a la vida?
-Salir de este antro infernal, por ejemplo.
-Dejémoslo.
Y lo dejamos. Y devoramos en silencio. Cuando hubimos acabado, más pronto de lo acostumbrado, ella me dijo.
-Me olvidaba. Has dormido cinco horas, cariño, y lamento que el olor de la comida te haya despertado, pero no aguantaba más.
Llevó la bandeja a donde tuviera que llevarla, que no lo sé porque no miré. Luego nos vestimos sin prisas, entre arrumacos y carantoñas y acabamos por desplazarnos hacia los monitores. Yo tenía un mal pálpito y creo que ella también. Se confirmó en cuanto vimos a Jimmy el Pecas en la cámara de la puerta de entrada, dando saltitos como un mono, gesticulando como un payaso titiritero de lo peor y luego pateando la puerta, como si no le doliera. Por suerte Heather había tenido el acierto de silenciar el sonido. Todo parecía indicar que se estaba produciendo el apocalipsis, o puede que solo se tratara de otro asesinato.
.¿Puedes darle sonido?
-¿Para qué? No soporto la voz chillona de ese payaso, especialmente cuando pierde los estribos. No te preocupes, yo te puedo traducir.
-¿Cómo?

CRAZYWORLD XXXIX


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VIII

No se me ocurrió contar las personalidades que afloraron a lo largo de la noche, tampoco si había equidad de sexos, sencillamente me dejé llevar por aquella representación inverosímil y surrealista, en la que participaban personajes de todo tipo, masculinos, femeninos, niños, ancianos e incluso algunos personajes literarios que me llamaron la atención, tanto por su clasicismo como por su variedad, desde personajes bondadosos a los más mezquinos de la historia de la literatura. En aquel momento no fui consciente de un hecho sorprendente, estaba recordando aquellos personajes como si hubiera leído todos aquellos libros. Mi amnesia estaba desapareciendo, o tal vez fuera que al no pensar en ello durante el tiempo que llevaba en Crazyworld no podía saber si formaban parte de mi amnesia o no. Lo que sí era confuso, como visto a través de la niebla, eran los lugares y sensaciones en que yo había leído, si es que lo había hecho, aquellos libros. Lo curioso es que parecían asociados a mujeres con contornos difusos. Una idea extraña se fue formando en mi mente. Era como si en mi pasado, en mi vida olvidada, hubiera sido un hombre muy promiscuo, incluso me atrevería a decir que tal vez un gigoló. Una palabra que me pareció muy llamativo. ¿Yo un gigoló? Entonces entendí un poco a Heather. Me había llamado yogurín, algo que parecía significar un jovencito muy mono, muy agradable, que podía ser comido cucharadita a cucharadita, como un yogur. Cuando tuviera un poco de tiempo y encontrara un espejo me miraría atentamente a un espejo. De momento podía decir que yo era un hombre joven, aunque no era capaz de calcular mi edad, alto, bien formado, fornido, tal vez atractivo para las mujeres, aunque eso no me correspondía a mí decirlo. Eso explicaría haber llegado hasta allí conduciendo aquel cochazo que recordaba, porque el accidente parecía estar regresando a mi memoria con una solidez bastante desagradable. Pero si yo hubiera sido un ejecutivo, un magnate, también podría explicar que tuviera un coche tan caro, eso era evidente.

Por desgracia la aparición de personalidades o personajes, no sabría cómo llamarlos, apenas duraba cinco minutos, lo que no me permitía captar de ellos todo lo que deseaba. Se podría decir que aquella era una película a cámara rápida, repleta de personajes y de situaciones. Lo más llamativo era que todas ellas tenían su propia voz y su propia personalidad, claro, de otra forma no serían personalidades. No era como si él fuese un imitador, un ventrílocuo, sino que las voces eran tan naturales que uno buscaba de forma inconsciente a la mujer que estaba hablando o al niño, o al hombre que encajara con un determinado físico. Todas ellas discutían con otro, la personalidad nucleótida, supongo, recriminándole esto o aquello, recabando, con amenazas, un mayor protagonismo, un mayor tiempo de consciencia o de salida a la luz. No podía entender el escaso tiempo que afloraban, y menos que parecieran tener un tiempo marcado por un reloj invisible. La personalidad nuclear tenía también su propia voz, que encajaba a la perfección con el físico de aquel hombre. Intervenía en todos los monólogos de sus personajes, les iba calmando con una voz suave y tranquila, les explicaba que no había suficientes horas en el día para que todas pudieran tener un mayor protagonismo, simplemente una hora para cada una relegaría a las otras a permanecer ocultas durante días, tal vez semanas, incluso meses. Parecía tener un control férreo sobre todas ellas, dejándolas salir a la superficie cuando así lo decidía o las circunstancias lo aconsejaban. Bien podría ser un director teatral o un director de circo, pongamos por caso. Eso me hizo pensar en la posibilidad de que las diferentes personalidades que le había visto exhibir durante el tiempo que llevaba allí no eran aleatorias, sino números de circo perfectamente programados. Me pregunté qué buscaba en realidad la personalidad jefe. Hubiera sido un claro sospechoso de no haber presenciado con mis propios ojos que el Sr. Múltiple Personalidad no había salido de la habitación en toda la noche, como pude comprobar en cuanto hubo acabado la grabación. Había permanecido de pie, paseando por el cuarto, se había acostado, se había echado la ropa de la cama encima, como si tuviera frío, luego se la había quitado a patadas, como si tuviera calor, se había levantado, se había sentado en la cama, todo de forma aleatoria o tal vez siguiendo los dictados de sus otras personalidades, no podía saberlo. Cuando todo terminó me sentí agotado mentalmente y también físicamente, prácticamente no había dormido en toda la noche pasada con Kathy. El sueño se apoderó de mí, me sentía confuso, malhumorado, la realidad parecía difuminarse, si ello era posible en Crazyworld. Solo el hecho de que mi amnesia me impidiera hacer comparaciones explicaba que no me sintiera en un sueño surrealista y sin sentido.

Casi le supliqué a Heather que nos tomáramos un descanso. Ella debió interpretarlo mal porque sus ojos se iluminaron como dos estrellitas que dieron luz a su rostro, iluminaron su deliciosa sonrisa y todo su rostro esplendió como una supernova. Hasta su cuerpo pareció brillar como una farola, haciéndolo aún más seductor. Me soltó la mano que había oprimido la mía durante todo el tiempo, apretó un botón del mando que hizo que el monitor se apagara y levantándose con agilidad felina dejó el mando sobre su silla.

-Dame solo un minuto.

Y se dirigió taconeando con garbo hasta la pared del fondo que no contenía nada a simple vista. Hizo algo con sus manos, que no pude ver, porque me las ocultaba su preciosa espalda y un panel se descorrió. Se puso en cuclillas y hurgó en el hueco. Pronto sacó una caja de cartón que no me pareció gran cosa. De ella extrajo algo que llevó hasta una esquina. Allí metió un enchufe macho en el enchufe hembra de la pared, oprimió algo y el bulto comenzó a hincharse a gran velocidad. Se trataba de un colchón de aire. Eso era. Regresó a toda prisa, me tomó de la mano y casi me arrastró hasta allí. No tuvimos que esperar mucho tiempo. Yo no quise preguntarle nada porque estaba molido pero sentía curiosidad por saber la razón de que tuviera escondido un colchón. Sentí un pescozón de celos. Parecía evidente la causa de todo aquello. No me dejó pensar mucho más. El colchón terminó de hincharse, me sentó en él y comenzó a desnudarme meticulosamente, zapatos, calcetines, pantalón, niqui, calzoncillos. Quedé en pilota picada en un momento. Ella se dio la misma prisa despojándose de su uniforme y ropa interior. Me sorprendí deseando que lo hubiera hecho más despacio.

CRAZYWORLD XXXVIII


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VII

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Ya tenía suficiente información, al menos de momento. Decidí ver al completo la cinta del Sr. Múltiple Personalidad, un espectáculo así solo se da una vez en la vida, si se da. Claro que iban a ser muchas horas, así que le rogué a Heather que estuviera atenta a mis indicaciones para acelerar la cinta, prometiéndole que en cuanto acabara nos tomaríamos un descanso. Se acomodó a mi lado en la silla, me tomó de la manita e iniciamos la aventura más estrafalaria jamás contada. Rebobinó hasta el principio y estuve muy atento a la escena inicial. La señorita Ruth abría la puerta, entraba con el Sr. Múltiple, la cerraba y con paso pausado, agarrada a su brazo, caminaban hacia el lecho. Parecían dos novios tan románticos como esperpénticos. Ella le hablaba con voz suavecita y cariñosa, como a un niño rebelde al que hay que convencer que ha llegado la hora de irse a la cama. Entre cariño por aquí y cariño por allá logró sentarlo en la cama. Sin dejar de hablarle un momento le quitó las pantuflas, los calcetines de colores y el resto de la ropa, poniéndole a continuación un pijama infantiloide, con animales de peluche, lunas y estrellas. Le besó en la frente, le tumbó en la cama, le arropó, le quitó las gafas y se disponía a irse cuando el Sr. Múltiple protestó. Quiero un cuento. Y allá que veo a la señorita Ruth remangarse y contarle un gracioso cuento de hadas sin pies ni cabeza pero muy meritorio. Aquel momento íntimo subió muchos puntos en mi estima a la señorita Ruth. Dejó de parecerme un marimacho insoportable, una beata resabiada, tan vengativa como la serpiente de cascabel, para transformarse en una mujer traumatizada por una vida dura y una estancia en un infierno de lujo, pero infierno, como era Crazyworld. Hasta me dije que tal vez mereciera la pena conocerla más a fondo.

Me quedé pasmado cuando para despedirse, esta vez definitivamente, la señorita Ruth le dio un cálido y largo beso en los labios al Sr. Múltiple Personalidad. Fue algo definitivo, aquella mujer tenía algo, algo, no sabía muy bien qué, pero algo. Salió, cerró la puerta y el paciente no tardó en dormirse, lo supimos por los estentóreos ronquidos. No pasaron ni cinco minutos cuando el ritmo musical de la locomotora se detuvo y una vocecita infantil preguntó algo que no pude entender. A patadas se quitó de encima la ropa de cama y se bajó de ella dando un saltito infantil. Comenzó a moverse por toda la habitación como si llevara un avión de juguete en una mano, haciendo el clásico ruidillo que hacen los niños en estos casos. Algo así como bruz, bruz y bruuzz. No me pidan que haga imitaciones, porque soy muy malo… creo. Luego el avión ametralló algo en el suelo, él se puso de rodillas, le cambió la voz, era como la de una mujer muy obsequiosa, casi diría que cariñosa, preguntando a seres invisibles si estaban bien. Supuse que ella era una enfermera, que estaba en un hospital de campaña y atendiendo a soldaditos a quienes acababa de ametrallar el cruel piloto infantil. La voz de la enfermera era tan seductora que casi deseé ser un soldadito ametrallado. Aquello tampoco duró mucho porque sonó una voz melodiosa, también de mujer, entonando una vieja canción del cine en blanco y negro. Danzó con una sensualidad pervertida tan atractiva como la de Gilda, incluso se quitó un supuesto guante, por lo que supongo que aquella era su personalidad Gilda, me lo confirmó su movimiento de cabeza como al recibir un formidable bofetón. No se quedó quieta, no que se lanzó sobre su supuesto agresor y comenzó a morderle con rabia asesina. Cayó al suelo como desmayada, allí permaneció un tiempo que se me hizo tan largo que indiqué a Heather que acelerara la cinta, lo que hizo. Quien se levantó no fue una mujer sino un hombre y bastante razonable, para mi gusto, incluso llegué a pensar que esa era su verdadera personalidad, el hombre que había sido antes de caer en las garras de múltiples personalidades liberticidas que le habían atrapado en su tela de araña. Se lo comenté a Heather.

-Puede que tengas razón. Esta personalidad no la había visto nunca y ninguno de mis compañeros la comentó. Desde luego que si es su personalidad núcleo parece muy razonable y debería aparecer más a menudo. Cuando pase todo esto se lo comentaré a Sun, a ver si puede hacer algo.

-Oye, hablas como una psicóloga. ¿Lo eres también?

-Aquí  los guardianes tenemos que hacer de todo y ser de todo aunque no seamos de nada.

-Se me ocurre una cosa. ¿Cómo es que vosotros os quedáis aquí tan pimpantes cuando sois los únicos que os podríais marchar?

-¿Tú crees? Se ve que eres un novato. En efecto, puede parecer que los guardianes podríamos marcharnos cuando nos diera la gana y que si no lo hacemos es porque estamos tan bien pagados que merece la pena seguir aquí confinados el resto de nuestras vidas, pero no es así. Nosotros tampoco podemos marcharnos, aunque tengamos más oportunidades que el resto de reclusos. No lo sabes, pero en el exterior hay patrullas vigilando el perímetro de forma constante, día y noche. Como sabes las vallas están electrificadas y tienen cámaras de seguridad que no solo nos dan imágenes a nosotros sino a un centro de control exterior. Los guardianes externos tienen sus turnos de trabajo, sus vacaciones, pueden irse a casita, a ver a su familia y llevan una vida como los patrulleros de frontera, un poco incómoda pero no muy diferente del resto de los mortales. No me preguntes cómo es que alguno de ellos no se ha ido de la lengua y ha vendido la exclusiva. No lo sé, pero supongo que hay mucho más que estar muy bien pagados. Tal vez haya a  su vez otra sección invisible de espías infiltrados o detectives en la sombra que vigilen a todos esos patrulleros. Sea como sea los guardianes de dentro estamos tan recluidos y deseosos de marcharnos como los demás.

-¿Puedo preguntarte si te espera alguien fuera?

-Puedes preguntar y te voy a responder. Mr. Arkadin no es tonto, todos los profesionales que estamos dentro somos seres más bien solitarios, la mayoría sin familia, marginados por esa sociedad hipócrita de ahí fuera, o tan traumatizados por determinados acontecimientos que el permanecer aquí, aislados del mundo, viviendo a cuerpo de rey, no parece tan malo. No, no es necesario que me hagas la pregunta que tienes en la lengua. A mí no me espera nadie, por desgracia mis padres murieron en accidente de tráfico, estaban enemistados con el resto de la familia que ni siquiera supo de mi nacimiento y existencia. Tuve alguna que otra aventurilla sentimental –como no podía ser menos porque estoy muy buena, y tú lo sabes y lo estás pensando- pero me fue fatal, los hombres sois una mierda, tú eres la excepción porque no te acuerdas de tu pasado, pero te volverás una mierda cuando lo recuerdes, así que por favor no lo hagas, al menos dame un tiempo. Y no, no, como no me espera nadie fuera puedo estar dentro con cierta comodidad y más si puedo disponer de un yogurín como tú, tan guapo, tan alto, tan fuerte, tan dulce, tan sensible, tan-tan-tan y voy a dejar de tocar el tambor de momento.

-Menos mal. Anda rebobina hasta cuando se levanta que me he perdido ese monólogo prodigioso.

Así lo hizo y pude disfrutar de un monólogo memorable interpretado por el mejor actor que había conocido, si es que conocí alguno porque mi amnesia se había centuplicado una vez que Heather me hizo saber que estaría disponible para mí mientras no recobrara la memoria. La personalidad que había asomado al exterior era extraordinaria. Parecía conocer al resto de personalidades y muy a fondo. Sabía cómo llamarlas, controlarlas, hacer que bailaran para ella como muñequitas de cancán. Las hacía asomar llamándolas dulcemente por su nombre, las interrogaba, las daba instrucciones y todas se le sometían, incluso algunas oscuras, muy oscuras, llenas de inquietantes presagios. Desde aquel momento mi pena por la enfermedad del Sr. Múltiple Personalidad decreció mucho y me dispuse a estar muy atento a todo lo que hiciera o dijera, porque allí se estaba fraguando algo y la portentosa interpretación de aquel genial actor no me iba a engañar. No creo que en aquella noche asomaran al exterior todas las personalidades ocultas, pero me hice una idea aproximada de lo que podía esperarse de semejante colmena de abejas, avispas y toda clase de insectos, reptiles y demás ralea que no deja de ser menos temible que los especímenes humanos que pululan por nuestra sociedad.  Cuando la personalidad nucleica terminó su trabajo de supervisión, algo que supuse hacía todas las noches en sueños, comenzó un monólogo hamletiano en el que había muy pocas dudas. Tenía claro lo que iba a hacer, cómo se iba a divertir, e incluso con quién intentaría tener sexo, algo totalmente insólito que dejó de piedra a Heather porque entre los nombres susurrados, no solo de mujeres, también estaba el suyo, lo que no me sorprendió ni mucho ni nada porque sin duda era una de las mujeres más buenas de Crazyworld y también en el buen sentido de la palabra bueno, porque me parecía una persona encantadora y digna de confianza.

CRAZYWORLD XXXVII


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PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD VI

Y proseguimos, también con la serie de besos que me estaban excitando un poquito a pesar de ser por la mañana y de la noche que había tenido. Me hubiera sentido tentado de pedirle que nos tomáramos un descanso de no haber sido porque en aquella aburridísima película de durmientes, pasada a toda prisa, apareció de pronto un personaje que me hipnotizó. Tuve que pedirle a Heather que se relajara un poco mientras yo me centraba en lo que estaba pasando en la grabación. Se trataba del Sr. Múltiple personalidad y su actuación nocturna poco tenía que envidiar a la diurna. Cada cinco o diez minutos el pobre hombre sufría una sacudida o espasmo, se quitaba la ropa de encima a patadas, se levantaba e iniciaba un deambular tan peculiar por su habitación que me costó encontrar un patrón, mejor dicho lo creí encontrar aunque luego mis esquemas se vinieron abajo ante la ruptura brutal que supuso la intervención de alguna de sus múltiples personalidades. También tardé en advertir que no estaba despierto sino sonámbulo. Fue su peculiar monólogo con las voces de cada uno de sus personajes lo que me hizo advertir la diferencia con sus actuaciones diurnas. Como la intensidad de su voz decrecía en algunos momentos no tuve otra opción que pedirle a mi cariñosa compañera que me echara una mano. Le pedí que buscara otra silla y se sentara a mi lado. En cuanto echó un vistazo al monitor lo comprendió.

-Ya veo que te ha hipnotizado. Te puede parecer algo tan insólito que te pasarías las noches observándolo, pero te aseguro que acabarías muy pronto aburrido. Al cabo de un tiempo, para encontrar algo nuevo que mereciera la pena habría que ponerle un montón de guionistas de Hollywood trabajando a destajo.

-¿Quieres decir que ya lo habéis hecho vosotros? ¿Le habéis observado durante varias noches completas?

-De eso hace ya tanto tiempo que ni nos acordamos. Al principio fue un espectáculo circense. Nos pasábamos la noche entera observando su deambular y sus monólogos. Luego no teníamos tiempo para hacer el preceptivo informe completo al dejar el turno. Claro que tú no lo sabes, pero hay una especie de cuaderno de bitácora en el que anotamos lo ocurrido durante la noche en los dormitorios de cada paciente. Eso lleva mucho trabajo, mucho tiempo, sobre todo porque nos tenemos que cerciorar de que todos siguen vivos al despertar. Cualquier otro incidente carece de importancia y podría ser ocultado sin mucha dificultad, pero imagínate que en una habitación aparece el cadáver de un huésped que ha muerto de muerte natural o se ha suicidado, eso sí de forma muy creativa porque los protocolos son muy estrictos y nadie tiene en su dormitorio nada que pueda utilizar para quitarse la vida y tampoco lo podría introducir si lo consiguiera en algún lugar de Crazyworld. De eso se encarga la señorita Ruth, que les cachea sin contemplaciones antes de encerrarles en sus habitaciones.

-¿Quieres decir que les encierra a todos, no solo a mí?

-Jajá. Ya veo que te ha gastado la bromita de bautismo que hace con todos los nuevos. En realidad cierra todas las puertas… Bueno, no todas, porque ella es muy suya. Existe un protocolo que divide a los pacientes en clases, A,B y C para las noches. A los pacientes A hay que cerrarles la puerta del dormitorio todas las noches, son los problemáticos, los que gustan de salir de su dormitorio para colarse en otros, y no solo con fines sexuales, los hay que sufren de una curiosidad morbosa, patológica, y quieren saber cómo duermen los demás, otros sufren de insomnio crónico y gustan de recorrer el edificio –porque no pueden salir al exterior, la puerta queda cerrada herméticamente con un sofisticado sistema de seguridad- imaginando que van a encontrar toda clase de cosas extrañas…

-Oye, una cosa. ¿No sería más fácil medicarlos para que se pasaran la noche durmiendo como marmotas?

-Tienes razón, pero el doctor Sun no es muy partidario de la medicación, prefiere otras terapias que no anulen sus experimentos con el subconsciente colectivo. Ha dado orden de que les encierren durante la noche en lugar de dormirles como vegetales. Salvo casos raros, uno de ellos tu amigo Jimmy, a quien durante un tiempo le dio medicación para dormir a un elefante, la mayoría de los A no reciben pastillas especiales para dormir. Ese cabroncete de Jimmy es tan peculiar que ni siquiera la medicación le hacía dormir, es un hiperactivo de otra galaxia, no para quieto, ni durante el día ni durante la noche. Además es la cobaya preferida de Sun, por lo visto cuando logra hipnotizarle, no siempre, se abre como un mejillón al vapor. Pues bien, la medicación nocturna cerraba todas las puertas a su subconsciente, así que dejó de medicarle. Y siguiendo con los grupos. Los del B están en periodo de prueba, les han pillado deambulando por ahí por la noche y han prometido no volver a hacerlo. Se les deja la puerta abierta o cerrada aleatoriamente y se controla su comportamiento. Los del grupo C tienen la puerta abierta habitualmente, salvo que se porten mal y entonces pasan directamente al A y tras un periodo al B.

-¿Y quién les controla? ¿Vosotros?

-Bueno, la señorita Ruth termina la jornada en cuanto los ha cacheado a todos y metido en sus habitaciones, con la puerta abierta o cerrada. Como te he dicho es muy especial y se pasa el protocolo de Sun por la entrepierna.

-¿Y el director dio su consentimiento a la memez de Sun?

-Tanto él como el difunto director tenían absoluta confianza en la señorita Ruth, les quita mucho y preocupaciones. Salvo que alguien se queje la dejaban a su aire. Y nadie se queja por la cuenta que le trae, claro.

-¿Duerme aquí?

-No, está prohibido que el personal duerma en este edificio, salvo los que estamos en el centro de seguridad y no nos dormimos, al menos habitualmente. Ella tiene su propio apartamento en el edificio correspondiente que te habrá enseñado Jimmy o si no lo hará en su momento. Como muy tarde a las doce tiene que estar fuera de aquí. Ficha como fichamos todos, así que no le queda otra.

-¿Hay cámaras en su apartamento?

-Como en todos, pero las grabaciones se borran a las cuarenta y ocho horas, salvo que haya ocurrido algo que aconseje su revisión. Ni siquiera a nosotros se nos permite espiarles durante la noche. No son enfermos y las cámaras solo están para solucionar algún entuerto que se pueda producir.

-¿Eso quiere decir que la grabación de anoche se puede consultar?

-Sí. ¿No pensarás que ha sido ella? Es una cacatúa insoportable, una puritana de tres al cuarto y sufre unas patologías que la convertirían en paciente en otro sitio, pero el doctor Sun es como es.

-Vale, pero me gustaría ver la grabación luego para descartarla. Dime, ¿conoces a otra mujer que se la tuviera jurada al director?

-Ella no, desde luego, vivía a lo grande con él y lo peor que podría pasarle es que viniera otro director, como sucederá ahora. En cuanto a mujeres que quisieran castrarlo, como mínimo, creo que todas, incluida yo.

-¿Intentó propasarte contigo?

-Vaya, veo que Jimmy te lo cuenta todo, y lo que no te ha contado es porque no ha tenido tiempo. Sí, tenía fama de pervertido y miserable, pero sobre todo era un cobarde. Conmigo ni lo intentó. Tenía que saber que podría haberle reventado los huevos con mi revolver. No sé con cuántas lo intentó ni con cuántas tuvo éxito, pero que busques por ahí me parece un acierto. Yo misma lo haría si estuviera a cargo de la investigación.

-¿Tienes idea de por qué le ha encargado a Jimmy la investigación? Es algo que no tiene ni pies ni cabeza.

-Sabe que El Pecas está al tanto de todo y que le ayudará a cambio de ciertas libertades que él le concederá encantado.  Sun tiene tanto miedo de quedarse sin trabajo y perder este laboratorio tan perfecto para sus investigaciones del subconsciente colectivo, que se dejaría castrar como castigo si le dejaran quedarse aquí, pero el millonario Mr. Arkadin es muy suyo y si no le ofrece la cabeza del asesino o asesina en bandeja de plata es muy posible que lo mande a la luna de una patada. No se fía de los guardias de seguridad porque cree que entre ellos puede estar el asesino. El director nos trataba a patadas. En ese sentido creo que hace bien.

-Perdona que saque el tema. Te voy a hacer una pregunta, si no quieres contestarla no lo hagas. ¿Cómo es posible que Kathy campe a sus anchas de noche? ¿Es que no duerme en este edificio o no cierran su puerta por la noche?

-No sé por qué piensas que me puede molestar hablar de ella. Es cierto que no me cae precisamente simpática, pero no estoy celosa ni la odio. Aquí  no se podría vivir si solo nos relacionáramos con los que afuera llaman personas normales o con quienes nos resultan simpáticos. Aquí nadie es normal y si lo fuera se le quitaría ese problema en unos días, como te está ocurriendo a ti. Seguro que anoche encontró la forma de entrar en tu habitación y te mantuvo muy ocupado todo el tiempo. Nadie se lo puede impedir. Probará a cualquier hombre nuevo que entre antes que el resto de mujeres de Crazyworld y todos quedarán sometidos a sus encantos. Aquí todo el mundo sabe de su extraña monstruosidad. No hay secretos en Crazyworld. Si tú no te opones hoy te probaré yo. No veo por qué iba a odiar a Kathy por eso. En cuanto a tu curiosidad, imagino que ella también te habrá contado su vida o parte de ella. Lo hace con todos. Sabrás que estuvo en un circo donde aprendió toda clase de triquiñuelas y convirtió su cuerpo en tan felino como una gata y tan flexible como un junco. Sabe todo sobre este lugar, lo mismo que Jimmy. Por cierto que hacen una buena pareja, es una pena que se lleven tan mal. Nos dejarían a los demás en paz y nuestra vida sería mucho más relajado, sino feliz, porque no se puede ser feliz en el infierno. Kathy tiene su dormitorio aquí, como todos los pacientes y está en la clase A, nunca ha salido de ella. Todas las noches la señorita Ruth cierra su puerta y le da tantas vueltas a la llave como le deja la cerradura, pero es inútil, lo mismo daría que la dejara abierta de par en par. Kathy sabe de cerrajería, como el mejor cerrajero, también puede colarse a través de los barrotes de su ventana, la única que los tiene, como habrás observado. Y si la tapiaran saldría por el techo o encontraría la forma de hacer un agujero. El director y el doctor Sun se dieron por vencidos hace ya mucho tiempo…

-Por cierto, perdona que te interrumpa, ¿también se ha acostado Kathy con el doctor Sun y el difunto director?

-Buena pregunta. Nadie lo sabe a ciencia cierta porque nadie los ha visto en la faena, pero yo juraría que sí lo hizo con el doctor Sun que estuvo una temporada sin hablar del subconsciente colectivo, y eso solo es posible si algo muy gordo trastocó su vida. No se me ocurre algo más traumático que tener sexo con Kathy toda una noche. En cuanto al director…Ahí no me atrevo a jurar nada. Pienso que tal vez sea el único hombre con el que Kathy no se ha acostado y que haya estado cerca de ella. Sí, puedes pensar que quiero convertirla en sospechosa, pero es al contrario. Que el director le haya repugnado tanto como para pasar olímpicamente de él solo significa que su gusto por los hombres no se ha deteriorado del todo.

CRAZYWORLD XXXVI


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PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD V

                                                 *       *      *

Era mi segunda visita en…¿Era mi segundo día en Crazyworld? ¡Quién lo hubiera dicho! Juraría que llevaba allí una semana por lo menos, tal vez un mes. Aquello era un pandemónium de todos los demonios, si puedo expresarme así. Me habían ocurrido más cosas allí en un día que en un año o en una década en otro lugar. Y en todo aquel tiempo apenas me había separado de mi anfitrión, cicerone, mayordomo y guía en una sola pieza, Jimmy El Pecas. Sí señor, el más grande entre los grandes, el más astuto de toda la zorrería, el sabio, el hiperactivo, mi única esperanza de salir de aquel infierno cuanto antes, sobre todo antes de que al asesino en serie se le torciera la portería y me enfilara en su punto de mira. Sí, asesino en serie porque solo había un muerto hasta el momento pero los habría a docenas en unos días. Eso era al menos lo que los dos pensábamos.

En otro momento me hubiera encantado una segunda visita al centro de seguridad, especialmente solo. Heather era una mujer hermosa, deliciosa, maravillosa y todo lo que termina en osa, incluido el carácter que se le ponía cuando veía a Jimmy. Sentía la viva necesidad de adorarla, esperando que ella, como Kathy, me llevara al lecho cuanto antes, o me ofreciera su apartamento o incluso un sillón en aquel lugar, todo antes que volver a pasar otra noche con mi amada Kathy, no saldría vivo, de eso estaba seguro. Era muy temprano, por la mañana, un momento del día no especialmente favorable para mí. Sí, ya sé que soy amnésico pero era como un atisbo, una sensación, una intuición, algo me decía que prefería las tardes y las noches, bueno algunas noches. No sabía cómo nos recibiría Heather, aunque esperaba que ya se habría enterado de todo, al menos eso es lo que se espera de un centro de seguridad, aunque como dicen en mi pueblo, en casa del herrero cuchillo de palo. No sé por qué me puse a pensare en cuál sería mi pueblo, tal vez porque no quería adelantar acontecimientos.

Después de todo hubo suerte, y eso que era por la mañana. Hubo suerte de que ella tuviera el turno de mañana o tal vez lo había tenido de noche pero se había quedado para ayudar en lo que fuera preciso. Hubo suerte de que alguien le hubiera transmitido que Jimmy estaba a cargo de la investigación y yo era su adlátere o Watson, si lo prefieren. No sé quién pudo haberle transmitido semejante información pero lo seguro era que había tenido tiempo, dado que Jimmy y yo nos habíamos pasado nuestro buen tiempo en el tanatorio. Y por último hubo suerte de que yo fuera primero al llegar a la puerta. Heather me vio a mí y se le endulzó la sonrisa en la cara. Me abrió, me agarró por los hombros y me atrajo hacia sí, no porque deseara besarme, que puede que también, sino sobre todo porque quería tenerme dentro para cerrarle el paso al Pecas, quien consciente de la maniobra puso el pie y pasó después que yo, digamos que le gané por la cabeza, si hubiéramos estado en el hipódromo y sido caballos.

Heather hizo como que no veía al Pecas y en todo momento se dirigió a mí, y muy de cerca. Me llevó hacia la mesa circular de control, hizo que me sentara en la única silla, giratoria, que había allí, se colocó detrás, puso sus manos sobre mi barbilla, luego sobre mis hombros, como si fuera a darme un masaje y acercándose a mi oreja derecha me susurró: ¿Qué es lo que quiere de mí un yogurín como tú? Pude observar, con gran esfuerzo, que El Pecas permanecía a una distancia social más bien fría y precavida, observando la escena con sonrisa aviesa y ojos de fuego de dragón que quiere comerse a la dragona, pero como no puede, al menos se conformaría con incinerarla.

Puse a Heather en antecedentes, con voz normal, un poco meliflua, diría yo, de lo que nos había atraído hacia allí.

-Pero eso es un trabajo ingente, para un día y tal vez toda una noche. Me tienes a tu disposición si logras que ese sátiro de tres al cuarto nos deje solos.

Esto último lo dijo susurrando en mi oreja. No sé si Jimmy tenía claro que estorbaba allí o que el trabajo de visionar todas las grabaciones sería de un tedioso capaz de dormir a una marmota ya dormida o que era un buen amigo y quería dejarme el camino libre con Heather. El caso es que dijo con voz agria que él allí sobraba. Que me encargara yo de repasar todas las grabaciones de la noche, especialmente empezando por John Smith, nuestro asesino en serie particular y el primer sospechoso mientras no se demostrara lo contrario. Que él iba a sacar al doctor Sun de su estado catatónico para que nos firmara un salvoconducto que nos permitiera acceder a todos los rincones de Crazyworld y a todas las personas. Al mismo tiempo intentaría sacarle algo, lo que fuera, sobre la vida y milagros del finado director. Me voy, dijo dando un patadón en el suelo y luego escupió con ganas.

Heather alargó la mano hacia un botón y la puerta se abrió, desapareciendo por ella un Pecas al que debían de perseguir todos los demonios del Averno. A ella le faltó tiempo para dejar mi retaguardia, colocarse por delante y sentarse tranquilamente en mis rodillas.

-No te preocupes –me dijo, ahora con voz normal- ya limpiará ese gargajo la señora de la limpieza. Tú y yo nos vamos a dedicar todo el día y toda la noche a repasar los vídeos, empezando por el de John Smith. Teniendo un asesino en serie a disposición sería estúpido no ponerlo el primero de la lista. ¿No crees?

Le di mi aquiescencia como pude, no fue fácil, porque notaba los cálidos pechos de ella sobre el mío. Se había acurrucado sobre mí como una gatita melosa. También notaba su espléndido cuerpo, podía notarlo a pesar de mi ropa y de la suya. Lo que sí noté sin interferencias fueron sus labios ansiosos y carnosos sobre los míos. Fue un beso a tornillo sin prisas, percibí su lengua buscando la mía, como un gato juega con un ratón. Me sentí tan bien, tan relajado a pesar de la agitada noche que había sufrido, que hice una cuenta rápida. Mejor con ella que pasar otra noche con Kathy. A pesar de su intensa libido que palpitaba en sus venas y de lo mucho que parecía desearme, siempre sería mejor que me estrujara ella que catwoman, una gata insaciable. Tal vez pudiera tomarme un descanso de vez en cuando, ver las aburridas grabaciones, charlar como si tal cosa y hasta comer un poco cuando fuera la hora. Mi decisión estaba tomada. Me quedaría allí mientras fuera posible.

Todo esto lo pensé mientras ella se regodeaba en el beso, y aún me sobró tiempo para plantearme algunas cosillas más. Cuando se dio un descanso para respirar yo pude meter baza.

-¿Qué te parece si empezamos por John Smith y luego seguimos con los demás?

-Claro, cielito, debes de estar agotado tras una noche con esa lagarta.

-¿Cómo lo sabes?

-Sería la primera vez que ella no fuera la primera con un recién llegado. Pero yo voy a ser la segunda y nadie nos molestará.

-¿Cómo lo vas a conseguir?

-Fácil. Les he dicho a mis compañeros que yo me ocuparé de todo, aquí en el centro de seguridad. Que no nos molesten, salvo que se produzca un terremoto y entonces tampoco hace falta porque ya nos enteraremos. Nadie puede abrir desde fuera, una vez bloqueada la puerta, como yo voy a hacer ahora.

Y se puso en pie. Se separó un poco de mí, no mucho, para hacerse con un mando a distancia que no estaba muy lejos y regresó a mis rodillas. Se puso cómoda y me dijo que solo tenía que darle instrucciones y ella se encargaría de hacerme ver la grabación que quisiera. De nuevo se colgó de mi boca y como no podía decir nada intenté transmitirle por morse mis deseos. La abracé con ganas, respondí a su beso y bajé mi mano derecha hasta sus nalgas, allí tecleé con el dedo una vez. Lo entendió a la perfección. Su mano hizo algo con el mando y en la pantalla principal, más grande que las demás, apareció el cuarto de John Smith. Lo supe porque dormía a pierna suelta sobre su lecho, vestido, sin taparse, como si no hubiera tenido tiempo de prepararse y el sueño le hubiera tomado por sorpresa. La cámara hizo un zoom y pude ver su cara en primer plano. Entonces me llevé un formidable susto. Imagino que Heather hizo algo con el mando a distancia y todos los ventanales del centro de seguridad retemblaron, bajaron unas persianas metálicas que taparon todos los huecos posibles y nos quedamos a oscuras.

Heather dejó de besarme, separó su rostro del mío lo suficiente para ver la expresión de mi rostro y se echó a reír.

-¡Menudo susto te he dado! ¿Verdad cariño? El centro de seguridad puede bloquearse como ante un asalto de un ejército de tanques. Nadie nos verá ni podrá entrar hasta que yo lo diga.

-Me parece muy bien, querida, pero me gustaría tener un poco de luz, si fuera posible.

Ella tocó el mando y una luz muy atenuada se expandió desde el techo.

-Voy a dejar que te recuperes un poco y luego haremos un descanso para darnos un poco de cariño. Todo el mundo necesita su dosis de cariño y aquí en Crazyworld más que en ninguna otra parte. Aquí no se sobrevive sin la correspondiente dosis de cariño.

-¿Un descanso? Si ni siquiera hemos empezado.

-¡Oh, perdona! Vale, veremos unas cuantas grabaciones y luego descansamos.

-Si no te importa me gustaría ver a cámara rápida o nos tiraremos con la grabación de John Smith todo el día.

-Claro, claro. Que tonta soy. Dime a qué velocidad quieres verla.

-A toda la que sea posible mientras mis ojos puedan percibir que el bulto en la cama no se mueve.

-Ok, mi amor.

Y la grabación comenzó a rodar como una bola de nieve por una cuesta. Mucho me temía que allí no habría gran cosa que ver, como así fue. El asesino en serie no se había movido en toda la noche, ni siquiera para hacer pis. Nuestro primer sospechoso descartado.

-Bueno, el sospechoso más obvio tiene una coartada muy sólida. ¿Por dónde quieres seguir?

-Puedes poner las grabaciones tal como te resulte más cómodo, sin saltos, una tras de otra.

-De acuerdo, cariño, pero me vas a permitir que me acomode y te deje mirar a ti, que para eso has venido. Yo mientras tanto voy a disfrutar de mi dosis de cariño.

Y así lo hizo. Abrió sus piernas, yo cerré las mías. Se colocó sobre mis rodillas, buscando la postura más cómoda, como una gatita zalamera y buscó mis labios con la calma de quien tiene toda la vida por delante. Yo busqué colocar la cabeza de tal forma que no la molestara, con mis dedos puse sus cabellos sobre su orejita, que acaricié en un gesto cariñoso que no me costó nada y me dispuse a ver como pude las siguientes grabaciones. Estaban colocadas, al parecer, según la planta y la habitación, planta primera, habitación 101 y así sucesivamente. Todas las habitaciones tenían su correspondiente huésped, a algunos los conocía cuando la cámara hacía zoom y mostraba el rostro del durmiente. Supuse que esa era la forma de situar al huésped en su habitación. No sería lógico que alguno se equivocara de habitación o intercambiara la suya con la de otro, pero en Crazyworld todo era posible, como había experimentado en mi corta estancia. Imaginé que el que algún huésped invitara a una huéspeda, o al revés, a compartir habitación, o cualquier otra combinación nacida de los gustos personales en cuestión de sexo, podía ser lógico pero no posible, sobre todo si quien se encargaba de acostar a los huéspedes era la señorita Ruth. Resultaba entretenido saber cómo era la vida nocturna de Crazyworld, aunque no tanto como para detenerse a contemplar los bultos bajo las sábanas y mantas que bien podían no moverse en toda la noche. Por eso había establecido un acuerdo tácito con Heather. Cuando le daba un golpecito con mi índice en su nalga pasaba a otra grabación y cuando daba dos seguidos las imágenes se movían a la velocidad necesaria para que no se me escapara el que algún durmiente pudiera levantarse, aunque solo fuera para ir al servicio. No tenía reloj para hacerme una idea de cuánto tiempo tardaba una cinta en recorrer toda la noche a velocidad conveniente, pero llevaba su tiempo. El suficiente para que Heather tuviera que respirar varias veces, lo que yo aprovechaba para ir haciendo preguntas necesarias y pragmáticas para ir conociendo ciertos detalles que como novato desconocía.

-Imagino que también hay grabaciones del personal, incluso del vuestro, los agentes de seguridad.

-¿Las quieres ver?

-Ahora no. Prosigamos primero con los huéspedes y luego seguiremos con el resto.

Y proseguimos, también con la serie de besos que me estaban excitando un poquito a pesar de ser por la mañana y de la noche que había tenido.

CRAZYWORLD XXXIV


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PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD IV

Y no sé si enfadado por mis malos chistes o porque se había dado cuenta de que habíamos desperdiciado mucho tiempo, el caso es que me arrastró hasta la salida. Imaginé que le tocaría el chirimbolo a alguna estatua para salir, ahora, porque antes era para entrar, pero no, lo que hizo fue tocarle el chichi, el monte de Venus, la cueva de Alí Babá, la cueva del dragón o como se la quiera llamar a una estatua de mujer que tal vez representara a una Venus de Milo o puede que Afrodita o a Elena de Troya. Le acarició la imaginaria pelambrera triangular y la puerta comenzó a abrirse, no tan rápido que no me fijara en el rostro de la estatua. Casi me caigo de culo. Se parecía tanto al rostro de Kathy que no necesitaba jurar que era ella porque lo era. Jimmy salió por piernas y yo tuve que acelerar para ponerme a su altura.

-¿Quién ha sido el loco que ha diseñado esto?

-Pensé que nunca me lo ibas a preguntar. Imagino que te has fijado. A ti no se te escapa una. Mr. Arkadin contrató a un arquitecto, no sé si el mejor del mundo, pero sin duda el más excéntrico, como has comprobado. Kathy fue el  primer huésped, obligatorio, como te habrá contado ella. El arquitecto, de quien no recuerdo el nombre, cayó en sus redes, como todos, y quedó tan tocado como los demás, o mucho más. Su venganza no fue nada sutil, puso su cara a la estatua de Venus y obligó a todo el mundo a tocar su monte púbico si querían salir de allí.

-¿Qué fue de ese pervertido?

-Participó en las orgías de Mr. Arkadin en la cabaña del bosque. Si estás interesado puedo enseñarte algunos vídeos. Hace ya bastante tiempo que no vienen por aquí. Algo debe estar pasando pero no sé qué es.

-¿Alguna vez te has planteado salir de aquí con su comitiva?

-Me lo he planteado todo. He estudiado todo. Es imposible. Tendrás que convencerte.

Jimmy no ha ralentizado el paso para poder hablar más cómodamente, así que he tenido casi que correr a su lado mientras le hacía las preguntas y recibía sus respuestas. Tiene prisa por llegar cuanto antes ante el doctor Sun. Y no sé por qué. Por fin comienzo a darme cuenta de que El Pecas no es precisamente un libro abierto. Habla mucho pero oculta mucho más. Hemos recorrido el jardín, llegado ante la puerta de entrada y subido las escaleras hasta el primer piso, sin dejar de hablar. Me falta el resuello pero también estoy ansioso por empezar la investigación. No parece que si hay un asesino en serie en Crazyworld la vaya a tomar conmigo. Además todo parece indicar que el crimen tiene un fuerte componente pasional, la víctima no fue elegida al azar. Pero un cosquilleo malsano no ha dejado de molestarme desde que me enteré. Me siento como un gato encerrado que no podría salir por ninguna gatera si entrara alguien. Y me pregunto cómo sé de gatos. Tal vez mi amnesia se esté reduciendo o puede que nunca me olvidara de todo y los recuerdos afloran automáticamente cuando es preciso. Me prometo reflexionar sobre todo ello cuando encuentre un momento de descanso, si es que lo encuentro.

Hemos llegado al apartamento personal del director, unas habitaciones conectadas en la primera planta. Jimmy entra directo al dormitorio, donde se ha producido el crimen. Lo que veo me deja muy afectado. El doctor Sun está sentado en un cómodo sillón orejero, con las manos en la cara. Parece que no se ha movido desde que lo dejara Jimmy tras su primera conversación. Está completamente ido. Al menos esa es la impresión que da. Cuando entramos ni se entera. No hay nadie más por allí. Me fijo en unas manchas de sangre sobre una alfombra y en un dibujo con tiza que parece haber sido hecho con el cadáver sobre el suelo. Ha tenido que ser el investigador principal, así empieza a llamarlo para mi coleto. Sherlock Holmes y el doctor Watson. ¿De qué conozco yo a esos señores?

Jimmy tiene que sacudirle por el hombro para que se haga cargo. Entonces contemplo una escena tan surrealista que me planteo si estoy soñando. El doctor Sun se pone de pie y abraza al Pecas como si fuera su hijo, luego se arrodilla a sus pies, le besa los zapatos y allí se queda hasta que es levantado a la fuerza. El doctorcito le suplica, con lágrimas en los ojos, que encuentre cuanto antes al asesino. Su hijo así se lo jura y perjura, señalándome con una sonrisa irónica mientras le dice que con un ayudante como yo será fácil. El doctor Sun me mira como si fue la primera vez que me ve. Creo que ni se acuerda del complejo test que me realizó ni de nuestra entrevista. Ni siquiera sabe quién soy, pero asiente con la cabeza una y otra vez. Observo  toda la escena del crimen con ojos ávidos, algo ha tenido que pasar por alto el asesino o asesina, esto no es una película, aquí estamos todos locos y los locos se lo pasan todo por alto. Le pido a Jimmy que me explique cómo encontró el cadáver.

El doctor Sun se sienta de nuevo en el sillón orejero y esconde la cara entre las manos. Regresa a su limbo donde seguramente tiene más posibilidades de encontrar a su subconsciente colectivo que en el subconsciente de todos los locos de Crazyworld. Por un momento me pregunto a qué puede deberse la angustia de quien es una autoridad que tiene la sartén por el mango, y ahora además la suprema, salvo que regrese de forma imprevista Mr. Arkadín, el millonario loco. Tal vez sea eso. Se lo preguntaré luego a Jimmy. Éste me explica con toda meticulosidad que al entrar se encontró el cadáver del ex director sobre la alfombra, en pijama taladrado por numerosos agujeros, cubierto de sangre, muerto sin duda, de todas todas porque no reaccionó a una formidable patada que le propinó en los cataplines, como venganza póstuma o post-mortem. El doctor Sun ya estaba casi catatónico, no se enteró de nada, ni siquiera se acordaba de haber hecho que le llamaran. Según Jimmy el muerto había sido asesinado en el lecho, tal vez pillado por sorpresa, dormido, antes de morir del todo consiguió arrastrarse hasta el suelo y allí quedó tendido, sobre la alfombra. La cama también estaba empapada de sangre. ¿Cómo consiguió acceder al dormitorio el asesino? Fácil. En el apartamento del director no había cámaras de seguridad, como en todo Crazyworld, se rumoreaba que para evitar que las mujeres que le visitaban en su lecho no fueran vistas ni grabadas desde el centro de control o de seguridad. Se rumoreaba que muchas mujeres eran chantajeadas de mala manera para que accedieran a sus deseos perversos, en cambio otras, sobre todo pacientes, accedían de buena gana. Todo eran rumores, claro, no había cámaras, ni testigos, ni pruebas concluyentes. En el pasillo tampoco había cámaras por lo que sería inútil consultar las grabaciones.

-Pero sí nos servirán para descartar posibles asesinos, serán coartadas perfectas.

-Salvo para algunos- y me miró como si fuera tonto-pero no está mal pensado, amigo Watson, si John Smith, el asesino en serie, no ha sido grabado durmiendo será el primer sospechoso. Bueno, mira a ver si te interesa algo de la escena del crimen porque nos vamos a ir y esto ya nunca estará igual que estaba, vendrán las señoras de la limpieza y lo dejarán todo como los chorros del oro a la espera de que sea nombrado el nuevo director, si es que quiere residir en una escena del crimen. Que esa es otra.

Me puse a mirar todo, como si el asesino hubiera dejado el rastro de un elefante enloquecido, pero no encontré nada. Las sábanas de la cama habían sido llevadas, a la lavandería, con toda seguridad, pero aún quedaban manchas en el colchón. Teníamos la figura de tiza, la sangre en la alfombra. Ni rastro del arma homicida, que bien podría ser un cuchillo de la cocina. No había grabaciones, no había huellas de zapatos en el suelo, no había nada.

-Yo creo que esto más bien es el crimen pasional de una víctima del execrable director. Hay que buscar a una mujer despechada por algo o con deseos homicidas de venganza. ¿Tienes alguna idea de las mujeres que le visitaban y su historial?

-Tampoco está mal pensado, amigo Watson. El problema es que según los rumores, porque no hay la menor prueba o indicio, casi todas o todas las mujeres de Crazyworld tienen un serio motivo para haberlo apuñalado reiteradamente hasta la muerte. En esto creo que nos sería de mucha utilidad que hablaras con Dolores. A ella acudían y acuden la mayoría de las mujeres buscando consuelo. Es una mina de confidencias. Tal vez consigas que te haga una lista de las mujeres más sospechosas. Pero antes, si te parece, deberíamos empezar por el principio, por las grabaciones. Eso nos quitaría de encima un montón de posibles sospechosos y quedaríamos más desahogados. Luego tú podrías ir a ver a Dolores y yo despertaría al catatónico doctor Sun para que nos entregue un salvoconducto oficial, debidamente sellado para tener acceso a todos los reductos de Crazyworld y para que todo el mundo se ponga a nuestras órdenes, pidamos lo que pidamos.

-¿Y por qué no lo haces ahora?

-Porque un sueñecito le vendrá muy bien. No quiero molestarle si no es imprescindible. Mucho me temo que si se vuelve también loco tendremos que dar un golpe de Estado y hacernos con el poder.

-Si tú lo dices.

Y le seguí hasta el Centro de Seguridad de Crazyworld con la sensación extraña de que esa y no otra podía ser la ocasión ideal para la fuga. Con la disculpa de acceder a todo para la investigación me haría una idea cabal de las posibilidades de escapar, porque ninguno de los guardianes, ni con salvoconducto con sello ni sin él sería tan tonto para abrirnos las puertas con la disculpa de investigar en el exterior o le caería encima el peso rotundo del Sr. Arkadín, con lo que eso significaba.

CRAZYWORLD XXXIII


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD III

Mi amnesia iba mejorando, pero no tanto como para saber si había visto algún cadáver a lo largo de mi corta vida y de ser así. el efecto que me produjo, pero me daba en la nariz que no lo iba a pasar bien. Me acerqué con recelo. Lo que vi a continuación no se me olvidará mientras viva, salvo que tenga otra amnesia aún peor que ésta. Aquel cuerpo parecía haber sido asesinado en una película sádica –suponiendo que recuerde alguna, que creo que sí-  su pecho desnudo estaba cosido a puñaladas o cuchillazos o lo que fuera, creo que habían limpiado algo la sangre porque para tanto agujero no había suficiente.  Solo de pensar que a mí también algún asesino anónimo podía dejarme el pecho, donde mi corazón latía desbocado, como un colador, hacía que me empezara a poner malo, cada vez más malo, muy malito. Cuando Jimmy me obligó a mirarle la cara estuve a punto de desmayarme, una palidez espantosa, los ojos cerrados como si lo hubieran pillado dormido, la boca entreabierta como si fuera a lanzar un grito y no pudiera y la expresión tan extraña que uno no sabía bien qué pensar, por un lado parecía que se sentía feliz de abandonar este mundo, y por el otro que el terror era tan fuerte que no le había dado tiempo de adueñarse de su cara porque todo había sido muy rápido.

-En las películas el detective de turno comenzaría a hacer el perfil del asesino diciendo aquello de que tantas puñaladas no las puede dar alguien que no le conociera, porque si no conoces a alguien no le puedes odiar mucho, solo para el gasto, te lo quitas de encima porque así consigues algo o por pura comodidad. Me temo que aquí todos conocíamos muy bien al director y te apuesto lo que quieras a que no encontrarás a alguien que no le odiara.

-No sé qué podríamos apostarnos, tal vez que contestaras a todas mis preguntas, pero ya lo haces sin que te pregunte, y además tú conoces esto mejor que nadie, si dices que todos lo odiaban es que es así, no le doy más vueltas. Pero si no te importa me gustaría que nos marcháramos. Me estoy poniendo malo.

-¿Tanto te asusta este bicho malo? Ahora no te puede hacer nada.

-Pero por Dios, Jimmy, ¿es que no tienes sentimientos, sensibilidad, algo que te obligue a vomitar?

-No sé si la muerte de alguna de mis amantes, que son lo que más quiero en esta vida, me harían llorar o vomitar, pero que pienses que podría vomitar por este bicharraco me ofende.

-Bueno, déjalo ya y salgamos cuanto antes.

-Esto es todo lo que tendremos del cadáver, porque cuando los medicuchos de Crazyworld le pongan la mano encima quedará irreconocible, todas las pruebas quedarán borradas y el ADN se mezclará tanto que todos los habitantes de Crazyworld seremos culpables. Así que mira y remira, por si se nos pasa algo.

-¿Pero qué quieres que mire? Alguien le acuchilló a conciencia y de ahí no me sacas.

-Bueno, luego no me vengas con que si no pudo hacerlo una mujer porque las heridas causadas no eran profundas o que sí tuvo que ser una mujer porque le cortó la minga. ¿Te has fijado si se la han cortado?

-Tiene la sábana por encima.

-Pues échala para atrás y mira. ¡Menudo detective estás hecho tú!

Y como yo no quisiera hacerlo El Pecas lo llevó a cabo sin el menor recato. Miré entre los muslos y pude ver un pajarito arrugado, más bien pequeño que grande y nada llamativo para las mujeres, aunque a saber cómo les gustan a las mujeres los pajaritos, si fritos o al horno. Casi me entró la risa tonta al pensar en el chiste que estaba haciendo dentro de mi cabeza. No quise comentárselo a Jimmy porque este le sacaba punta a todo, hasta podría hacerlo con aquel pajarito desangelado y yo quería salir de allí cuanto antes.

-No tenía un buen instrumento, como mucho un flautín diminuto. No me extraña que las mujeres no le quisieran ni ver y tuviera que utilizar su cargo con perversión para conseguir algo por la fuerza. Total que no le han cortado la minga, pero eso no nos dice que no fuera una mujer, porque a lo mejor ni se la encontró para cortársela o puede que en realidad no fuera una agraviada sino una que estaba hasta el moño, o puede que fuera un hombre, que también podría ser, pero tendría que estar muy loco, no un loco normal, porque con una puñalada o dos como mucho se lo habría quitado de en medio sin armar tanto jaleo.

-Vamos, por Dios te lo pido, Jimmy, salgamos de aquí cuanto antes.

-¿Pero tú crees en Dios?

-¡Ah! No lo sé, como soy amnésico.

El Pecas se tronchó de la risa. Aproveché aquel golpe de suerte para colocar la sábana, con mucha repugnancia sobre el cadáver y arreé un tremebundo patadón al artilugio que se introdujo de nuevo en el nicho. La puerta metálica se cerró al mismo tiempo, no sé si debido a que el fantasma del director ya estaba hasta los magros cataplines de nuestra falta de decoro o a que había un muelle o mecanismo que la cerraba cuando el artilugio hacía tope. Por suerte el susto cortó la hilaridad de Jimmy, porque ya estaba temiendo que iba a tener que hacerle el boca a boca. Estaba teniendo suerte, tal vez demasiada, quería salir de allí antes de que se truncara. Pero luego reflexioné que tal vez fuera de allí no iba a tener tanta, ni con Sun ni con los demás. Si me abandonaba la suerte lo seguro era que no iría muy lejos. Nadie podía salir de Crazyworld. Agarré a Jimmy y traté de arrastrarlo hasta la salida. Se resistió como gato panza arriba o como rana fuera del agua.

-De aquí no nos vamos hasta que conozcas lo más interesante de este tanatorio.

Y fue él quien me arrastró a mí hacia una gran puerta que estaba unos pasos más allá, al fondo, bueno tal vez más que unos pasos, bastantes. Me deslicé por el suelo de baldosas como un patinador y al llegar a la puerta observé pasmado, no que era de madera de la buena, sino que estaba decorada con tal número de signos religiosos que sin duda tuvo que ser decorada por un loco, algo bastante lógico en aquel lugar. Sin esperar mi aquiescencia Jimmy tiró del picaporte y la puerta se deslizó con facilidad a pesar de su aparente solidez y peso, tal vez porque estaba muy bien engrasada o porque existía algún artilugio que así lo permitía. Una vez abierta me arrastró al interior y la boca se me quedó muy abierta y desencajada. Estábamos en un enorme local que no podría calificar de catedral, aunque tuviera cierto parecido, porque también semejaba una mezquita, una pagoda, incluso el palacio del Potala, sin desdeñar la Sagrada Familia de Barcelona y toda clase de iglesias modernistas de todas las confesiones posibles, desde los mormones a los evangelistas, pasando por luteranos y testigos de Jehová, entre otros. Me asombré de mi memoria, tan caprichosa ella.

-¿Esto qué es, Jimmy? Acerté a decir con la boca abierta.

-La iglesia ecuménica de Crazyworld. Aquí todos los creyentes, en lo que sea, pueden celebrar sus cultos.

-¿Y los agnósticos y ateos? Dije sin querer hacer un chiste, me salió de dentro.

-Pueden utilizarla para lo que quieran, menos para orgías, que aquí eso está muy penado, como sabes.

-¿Quieres decir que aquí hay creyentes de todas las religiones existentes y de las que aún no se han inventado?

-Aquí todos estamos locos, esto es Crazyworld, y los locos creemos en todo o en nada, según de qué pie nos levantemos.

-¿Y suponiendo que un día todos se levanten con el pie creyente, hay sacerdotes para todas las creencias?

-Haberlos haylos, aunque no te podría decir si para todos los cultos o no, porque soy un hombre de muy poca iglesia, salvo que haya sacerdotisas que bailen desnudas y luego monten una orgía, pero no caerá esa breva, ni aquí ni fuera.

-¿Y cómo se adaptan las diferentes religiones a sus ritos en una iglesia que parece para todos y para nadie?

-La zona del altar se mueve como en un decorado moderno de ópera y se adapta a las necesidades de cada culto. También se mueven los techos, las paredes, los símbolos, que pueden aparecer y desaparecer. Pero no me pidas que te lo muestre hoy, porque como dices, tenemos algo de prisa. Hay una especie de salita de control escondida, donde puedes dar a palanquitas y botones y se encienden y apagan luces y todo se transforma, como en una discoteca supermoderna. Nuestro loco carcelero, el Sr. Arkadin, el millonario que nos tiene encerrados, quiso que disfrutáramos de todas las comodidades posibles y que cada cual rezara a su manera. El pobre está tan loco que no se dio cuenta de que un loco es un loco y ni rezamos, ni pensamos, ni encontramos nuestra razón por parte alguna, solo comemos como todo el mundo o nos morimos, y si nos dejan también follamos, aunque al miserable pudibundo eso no le gusta nada, aunque él bien que se montaba sus orgías, con sus amigotes en la cabaña del bosque, como has visto.

Y sin más me arrastró fuera, aún con la boca abierta, diciéndome que tenía que ver un poco el museo de la muerte, poco porque no quería que los médicos que vendrían a hacer la autopsia, tarde, porque no madrugaban, nos pillaran con las manos en la masa. Otra puerta, no diré que al fondo, porque aquello no parecía tener fondo, con estatuas egipcias, creo, no me hagan mucho caso porque soy amnésico, a cada lado de la puerta. A una le tocó la nariz, no sé si a Horus, a Anubis o a cualquier otro, que están pidiendo demasiado ustedes a mi amnesia, y la puerta se abrió también. Entramos en un inmenso salón que semejaba una tumba, un panteón, un mausoleo o lo que fuera, pero enorme, enorme. Allí estaban representados todos los cultos funerarios, tumbas, panteones, ritos, leyendas y demás de toda la historia de la humanidad, que no será muy larga, pero ha dado para mucho. Iba a abrir la boca, pero no pude hacerlo porque ya la tenía abierta.

-¿Y dónde entierran a los muertos, suponiendo que haya habido alguno antes del director?

-Esa es otra. Hay un portentoso cementerio, no te lo he podido enseñar todavía porque llevas poco aquí. ¿Veinticuatro, cuarenta y ocho horas?

-No sabría decirte, porque soy amnésico.

-Tú lo que me parece que eres es un jeta. Te haces el tonto porque crees que te van a dejar salir de aquí, pero ni lo sueñes.

CRAZYWORLD XXXII


PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD II

Atravesamos el salón con el turbo encendido. Aunque resulte grosero decirlo y de esta forma, pero la verdad es la verdad, y el desayuno nos había generado ciertos gases volátiles que luego con el susto querían salir a toda costa.

Pensé que todos los locos se habrían desmandado con el evento. Algunos estrellaban las bandejas del desayuno contra las paredes., otros bailaban un foxtrot encima de las mesas, los menos se habían desnudado y hacían gestos obscenos encima de las mesas, en pelota picada, y con caras de sátiros, lo mismo hombres que mujeres. El resto prefiero no contarlo, porque me llevaría mucho tiempo… y no se lo creerían.

Salimos a la piscina donde J.Smith dormitaba en una hamaca. Recorrimos el jardín hasta llegar a su epicentro. En un claro apareció ante mis incrédulos ojos una formidable composición estaturaria. Un gigantesco Zeus lanzaba rayos desde un pedestal contra el resto de los dioses, que aparecían derribados sobre el suelo.

Jimmy trepó al pedestal y le tocó la “pirindola” al mismísmo Zeus (estaba desnudo). El pedestal comenzó a moverse mientras yo permanecía paralizado, observando el espectáculo.

Pronto apareció un hueco bajo el pedestal. Observé que unas escaleras descendían a lo profundo del Hades. El Pecas me tomó de un brazo, obligándome a descender con él a los infiernos. ¡Menos mal que no había Cancerberos! Al menos a simple vista.

Se encendieron unas lámparas y pude ver un pasillo amplio, abovedado. Al parecer toqué la pared. Puro mármol, el suelo y los techos del mismo material. ¡Aquellos malditos locos vivían como millonarios excéntricos! Me contuve de preguntar a mi acompañante si era mármol de Carrara.

  • ¿Qué es esto, Jimmy?
  • El tanatorio. Aquí están dos salas de exposición, los hornos crematorios y hasta  una sala de autopsias.
  • ¡Lo sabes todo!
  • Hay que saberlo todo si quieres sobrevivir en Crazyworld. Creo que ahora no hay nadie. No creo que hagan la autopsia hasta que nosotros aceptemos hacernos cargo de la investigación.
  • Oye, amigo, ¿No me habías dicho que nos esperaba el doctor Sun o lo he soñado? Por cierto, ¿cómo sabes que ese mequetrefe quiere que nos encarguemos de la investigación?
  • ¿No te lo había dicho? Entonces lo he soñado. Verás, no he sido el primero en enterarme, pero casi. Avisaron al doctor Sun y éste en cuanto vio la escena del crimen hizo que me llamaran. Sabe que soy el único que puede sacarle las castañas del fuego. Lo encontré derrumbado en un sillón, llorando a lágrima viva. ¿Puedes creerlo? Sabrá mucho de subconscientes, no te lo niego, pero es como un niño cuando tiene que enfrentarse a la realidad. En cuanto me vio se levantó como un tiro, se secó las lágrimas con la sábana con la que habían cubierto el cadáver y me abrazó como a un amigo de toda la vida. ¿Puedes creerlo? Luego se arrodilló y me pidió por mi santa madre que le ayudara o todos estaríamos perdidos. Lo primero que le dije fue que tú serías mi ayudante o no había trato. Aceptó de inmediato y me preguntó qué era lo que teníamos que hacer primero. Se empecinó en levantar el cadáver sin más y traerlo a la sala de autopsias. Me las vi y deseé para convencerle de que antes se hicieran fotografías, es lo que se hace en las películas, al menos tendríamos un escenario para elucubrar los movimientos de los personajes, del asesino y su víctima. De otra forma la investigación empezaría coja. Volvió a abrazarme mientras con voz meliflua no dejaba de repetir una y otra vez. ¿Qué haría yo sin ti? ¿Qué haría yo sin ti? Yo mismo me encargué de hacer las fotos con una buena cámara que él sacó de su caja fuerte, donde atisbé cosas muy interesantes que husmearemos en cuanto tengamos un rato libre. Lo que más me llamó la atención fueron unos cuadernos amontonados. En el de arriba pude leer: Diario del doctor Sun, cuaderno XXV.
  • ¿Lleva un diario? Eso nos podría ayudar mucho para trazar un plan de escape. ¿No te parece? ¿Pero cómo vas a abrir la caja fuerte?
  • ¿Crees que soy idiota? Estaba tan angustiado que no se apercibió que yo me situaba a su lado y memoricé la combinación que marcó.
  • Eres un genio, Jimmy, un auténtico genio.
  • Lo soy, pero te cambiaría toda mi genialidad por la noche que has pasado con Kathy.
  • Ya empezamos. Que estaba encerrado en la habitación, te repito.
  • Ya. Sé que Kathy se las sabe todas y cegó la cámara y desconectó el micrófono. Lo sé porque estuve en el centro de seguridad. Emborraché al agente de guardia y me froté las manos con lo que me esperaba. Pero el monitor de tu habitación estaba en negro. Supe de inmediato lo que había hecho, por eso me escondí tras un matorral del jardín, frente a tu ventana y la vi subir como una mona y luego no bajó hasta las primeras luces. ¿Quieres decirme que os habéis pasado la noche roncando como locomotoras?  En cuanto tenga algo muy sólido para intercambiar te pediré que me cuentes la noche de pé a pá.
  • -Oye, no es por nada, pero el doctor Sun nos va a encerrar en las celdas de aislamiento como lleguemos tarde.
  • -No lo hará, nos necesita. Que espere ese cabrón. ¿No quieres ver el cadáver?
  • -¿Está aquí?
  • -Por supuesto. En cuanto hice las fotos, tomé medidas y dibujé la silueta con una tiza, ya no pude retenerlo. Llamó para que lo trasladaran al tanatorio y se quedó sentado en el sillón con las manos en la cara. Seguro que su mente entró en bucle y no pensaba en otra cosa en cómo se lo iba a explicar al millonario.
  • -¿Qué puede hacer ese tipo? ¿Dejar que nos marchemos todos? –casi me entra la risa tonta-.

-No nos caerá esa breva. Seguiremos aquí hasta el juicio final. Ni siquiera nos llevarán a otra parte. ¿A dónde nos podrían llevar? Puede que al doctor Sun lo eche a patadas, pero a nosotros no nos tocará un pelo de la ropa. Eso sí, querrá saber quién es el asesino. Por eso el doctor está tan interesado en que le demos la solución. Es lo único que puede salvarle de la debacle. Para él esto es una mina. Nunca encontrará tantos subconscientes y tan a mano para su sagrada misión de probar la existencia del subconsciente colectivo. Pero vamos a ver el cadáver antes de que le hagan la autopsia, es lo que hacen en las películas. No sé qué sacaremos en claro, puede que nada, pero más que leyendo el informe de autopsia. Eso seguro. Harán trampa si alguien está interesado en ocultar algo. Dalo por hecho. Vamos allá.

Y allá que nos fuimos. Jimmy no dudó ni un paso. Parecía tener un mapa en el cerebro. Nos encontramos de pronto ante una puerta cerrada con el aparatito ese para marcar el código. Tampoco lo dudó. Oprimió unos números a toda velocidad y la puerta se abrió. Entramos.

-¿Cómo sabes el código?

-No recuerdo si te he hablado de la chica gordita que es una genia de la informática. Te he hablado de tantas cosas que no puedo recordarlas todas. Me consiguió un código personal y eliminó para mí el paso de la identificación del iris. Tenía previsto traerme aquí a todos mis ligues, para estar tranquilo y evitar la cámara y el micrófono en las habitaciones, pero son muy asustadizas, este lugar les da mal yuyu.

-¿Y qué te pidió a cambio?

Su risa estrepitosa reverberó en las paredes produciendo un efecto extraño que a mí me pareció macabro en aquel lugar.

-¿Qué crees que pude pedirme? ¿Qué crees que puedo yo dar a una mujer?

-No entiendo entonces por qué no has dejado de quejarte desde que nos conocimos por tu falta de sexo.

-Yo no me quejo si no me falta. Puedes hacerte una idea de mi situación cuando he tenido que recurrir a la señorita Ruth. Esa chica no era capaz de hacerlo aquí y yo me negué a hacerlo en su habitación. En cuanto ciegas las cámaras y desconectas una vez el micrófono ya estás fichado. La llevé a la cabaña pero luego no quiso volver, piensa que aquel lugar está embrujado, la cabaña y el bosque, no hubiera podido volver a llevarla allí ni a rastras.

Puso mala cara y decidió cortar el tema. Se acercó a una pared llena de tiradores metálicos y sacó del nicho un cadáver tapado con una sábana.

-Este es nuestro querido director. Un hombre odioso donde los haya, pero ni siquiera él merecía una muerte tan violenta. Acércate y echa un vistazo antes de que los médicos le pongan las manos encima, luego quedará irreconocible.

CRAZYWORLD XXXI


CRAZYWORLD

UN FRENOPÁTICO PARA MILLONARIOS LOCOS LIBRO II

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD

Estaba sufriendo una extraña pesadilla. En ella un hombre bajito, gordito, sin un pelo de tonto y con la cara desencajada por la rabia, apuñalaba en un lecho, una y otra vez y otra… y otra más, a un hombre muy alto a quien yo no conocía. Tampoco conocía al hombre bajito, si vamos a eso. Me sentía tan cansado que solo quería dormir, se me cerraban los ojos y no podía evitar que todo aquello me importara un bledo. Quería dormir a toda costa, descansar, y que todo el mundo se matara, unos a otros, con puñal, pistola o lo que fuera. Tal vez si el hombre bajito y gordito intentara apuñalarme a mí, habría reaccionado, pero no parecía ser esa su intención. Los ojos se me cerraban y no podía ni quería evitarlo. ¡Dios, qué cansado estaba! Pero no pude terminar de cerrar los ojos y dormir apaciblemente, porque algo me lo estaba impidiendo. No sabía de qué se trataba, solo que era algo persistente que intentaba atraer mi atención. Y por fin la atrajo.

Me desperté empapado en sudor, aunque estaba completamente desnudo y por la ventana entreabierta corría una agradable brisa. Al otro lado de la puerta de mi cuarto, que imaginé cerrada con llave, se escuchaban voces histéricas. Pude reconocer la voz de tenor cómico de Jimmy el Pecas.

Las voces se interrumpieron y sonaron fuertes golpes en la puerta. Me sorprendió que el diabólico Jimmy pudiera golpear con esa fuerza, sus puños no daban para tanto, al menos eso pensaba hasta entonces. Comprendí que eso era lo que había atraído mi atención en sueños, convirtiéndose en un sonido obsesivo que me había obligado a despertar.

Sólo entonces comprendí que estaba solo en el lecho. Catwoman debía de haberse marchado en algún momento, sin que yo me enterara, dejando la ventana abierta, porque no podía cerrarse desde fuera. Me había abandonado como una gatita celosa, o tal vez tenía perfectamente calculado lo que iba a ocurrir y cuándo. La tenue luz del amanecer se filtraba, como pidiendo disculpas, por la ventana abierta.

Al cabo de un par de minutos se oyó una llave en la cerradura. El Pecas discutía con una voz femenina, bastante estridente, que reconocí de inmediato como perteneciente a la señorita Ruth. Una voz invisible me susurró a la oreja que estaba desnudo y que debería salir como una exhalación hacia el cuarto de baño, ponerme bajo el agua, a ser posible muy fría para reaccionar, y luego salir, como quien no quiere la cosa, con una toalla atada a mis caderas, como hacen en las películas, el efecto hubiera sido demoledor en la señorita Ruth y yo hubiera quedado como el ingenuo protagonista que es sorprendido contra su voluntad y no puede evitar que los allanadores, la cámara y los espectadores, le sorprendan, exhibiendo su cuerpo musculoso, como un oso… no, para de pareados estúpidos. De todas formas hubiera quedado mucho mejor que así, desnudo y boca arriba, como estaba.

Mi buen amigo Jimmy se coló dentro como una exhalación, corrió hasta el lecho y me sacudió como si pensar que estaba dormido como un tronco y que un ligero toque maternal no lograría despertarme. Ni siquiera se fijó en mi extraña postura ni en que estuviera en pelota picada.

Me puse en pie sobresaltado. Entre mis piernas mi pajarito colgaba exhausto. Jimmy ni lo miró, angustiado por darme una noticia que no podía esperar.

-¿Te has enterado?

-¿De qué podría enterarme en sueños, Jimmy?

Lo último que se me ocurriría sería ponerle en antecedentes de mi noche orgiástica con Kathy, teniendo en cuenta el odio demoníaco que sentía hacia ella.

-Es cierto. Disculpa…Ha ocurrido algo terrible.

-¿Kathy se ha despeñado?

El Pecas debió pensar que se trataba de una de mis frases irónicas, a las que ya se había acostumbrado muy a su pesar. Ni se le pasó por la cabeza la posibilidad de que hablara en serio. La tragedia más inverosímil que se me ocurrió fue que catwoman se hubiera desprendido del tubo de desagüe y estampado contra el suelo. Esa sí hubiera sido para mí una auténtica tragedia y no otra.

-Han asesinado al director.

-¿A qué director?

-Al de Crazyworld. Pareces idiota.

-¡Ondia! ¿Y cómo ha sido?

-Le apuñalaron anoche. Más de una docena de puñaladas.

-¡Jesús! ¿Quién lo ha descubierto?

-La camarera que sirvió ayer en la piscina. Le llevaba siempre la bandeja del desayuno. Para mí que estaban liados y por eso me ha estado rechazando estos días.

-¡Jesús, José y María! ¿No habrá sido John Smith?

-Es el sospechoso más evidente, pero puede que por una vez lo más evidente no sea cierto.

Jimmy me puso en antecedentes de todos los detalles que conocía y que eran muchos. Si de una cosa estaba seguro era que después de Dolores, El Pecas era la persona más adecuada para informarme. Mi buen amigo aparecía angustiado, nervioso y a punto estuvo de sacarme de la habitación en pelota picada. Tuve que hacerle ver el escándalo que se produciría si la señorita Ruth me veía de semejante guisa por los pasillos.

Me permitió vestirme, lo que le agradecí de todo corazón, sintiéndome muy aliviado de que la señorita Ruth no se hubiera colado tras él. Supuse que aún no estaba preparada para caer en la tentación de ver a un guapo mozo como yo, en pelota picada, con el miembro erecto, lo que suele pasar cuando te despiertas descansado y vital por la mañana, tras un reparador sueño, claro que tal vez intuyera lo que había pasado, de otra forma no habría cerrado la puerta por la noche. Jimmy me tomó del brazo y me arrastró hasta el pasillo. Sentado a la puerta, en un taburete, se encontraba un enorme negrazo de dos metros de altura, con el torso de un Hércules y las proporciones de un armario empotrado. Me lo presentó como Herbert Slim.

-Es un gran tipo. Puedes confiar en él.

-¿Y qué hace aquí, si puede saberse?

-El doctor Sun le ha encomendado nuestra vigilancia, no quiere que nos larguemos, nos necesita.

-¿Para qué?

-Quiere que investiguemos el asesinato.

-¿Y a cambio nos dejará largarnos de aquí?

-Estás loco. La única forma de salir de aquí es con los pies por delante.

-¿Entonces van a permitir que un asesino campe por sus fueros en Crazyworld sin tomar medidas?

-El doctor Sun es ahora el director de Crazyworld. El se encarga de las investigaciones.

-¿Y por qué no lo hace y nos deja desayunar en paz? Me muero de hambre.

-Sí, a eso vamos. Luego nos espera el doctor Sun en su despacho. Quiere que le acompañemos todo el día en la investigación y le asesoremos, no se fía de su objetividad.

-¿Nos hipnotizará a todos?

-Eso seguro. También utilizará otros remedios drásticos. Puedes estar seguro.

-Esta es una jaula de grillados…¿El doctor Sun haciendo de detective?

-Es lo mejor que nos ha podido pasar.

-¿Qué hayan asesinado al director…?

-Eres un idiota. Quiero decir que el doctor haya tomado las riendas. Si hubiera sido el jefe de seguridad ahora todos estaríamos esposados a los radiadores.

-¡Vaya perspectiva!

Nos sentamos a nuestra mesa, al lado de la puerta de la cocina. El comedor era un pandemonium. Los locos estaban tan excitados que sus patologías se manifestaban sin el menor control. No entendía cómo podían estar allí cuando deberían seguir en las celdas de aislamiento. Me hubiera gustado preguntárselo a Jimmy, pero lo primero era lo primero, si no fuera amnésico tal vez recordara que el sexo me da mucha hambre, o tal vez fuera un efecto secundario de la berenjena de Cathy. Por cierto, ¿dónde estaba? En cuanto al personal no estaba mejor que los pacientes. Alice salió tan velozmente de la cocina que Jimmy ni siquiera tuvo oportunidad de alargar el brazo para pellizcarle el culo. Tras esperar unos minutos a que nos sirvieran El Pecas se decidió, entró a las cocinas y salió con un par de bandejas. Más que un camarero parecía un prestidigitador por la forma en que se manejaba.

Colocó una delante de mis narices. En ella había puesto un tazón de café con leche, tostadas, mantequilla, mermelada de frambuesa y un plato con dos huevos fritos, beicon, salchicha y una hamburguesa. Justo lo que necesitaba para calmar mi hambre feroz. Kathy había dejado las células de mi organismo sin una pizca de combustible. Se movieron por mi torrente sanguíneo a gran velocidad, clamando por una pizca de alimento. Comimos en silencio. Yo tragué como un elefante carnívoro con varias trompas y tras un largo periodo de ayuno.

Vacías las bandejas de todo resto orgánico. Jimmy se puso a charlar como una abeja solitaria que se hubiera encontrado con una colega en la colmena.

-Necesito un favor.

-Pide por esa boca, Jimmy.

-Verás… No tengo coartada.

-¿Y eso?

-No estuve en mi habitación ni en ningún lugar donde me hayan grabado las cámaras.

-¿Puede saberse por dónde te moviste anoche? ¡Vampiro sediento de sangre!

-No bromeo. Anoche por fin mojé, tras una larga temporada de abstinencia.

-Mis felicitaciones. ¿Puedo saber con quién o es un secreto?

-Pude convencer a la señorita Ruth para que me acompañara al bosque, allí estuvimos toda la noche haciendo guarrerías…sin cámaras que registraran el evento.

-No me lo creo.

-Ese es el problema. Nadie se lo creerá.

-No me sorprende.

-Necesito que me facilites una coartada.

-Pues vas dado, amigo. Estuve toda la noche en mi cuarto, encerrado con llave.

-Lo sé. Con Kathy.

-¿Cómo sabes eso?

-Todo el mundo sabe en Crazyworld que anoche no te escapaste de las garras de esa guarra.

-Lo imagino, pero será difícil engañar a las cámaras. Hacerles ver que éramos tres cuando sólo había dos.

-¡Oh!, eso no es problema. Seguro que Kathy tapó la cámara y el micrófono.

Recordé sus movimientos. En efecto, lo primero que hizo Catwoman fue echar la jarra de agua en el florero y colgar una toalla de la lámpara.

-Si, creo que no se olvidó de hacerlo.

-¡Estupendo! Solo tienes que decir que estuvimos en un “menage a trois” antológico.

-Kathy no lo confirmaría y además la habitación estaba cerrada con llave. ¿Por dónde entraste?

– Ya estaba dentro cuando la señorita Ruth cerró la puerta y en cuanto a Kathy lo confirmará. Lo hará… por la cuenta que le trae.

¡Maldita jaula de locos grillados! El hecho de que se pudieran creer a pies juntillas la coartada que Jimmy se acababa de inventar y bajo ningún concepto pudieran creerse la verdad de los hechos, lo demostraba.

El Pecas se relajó una vez que di mi conformidad con facilitarle una coartada menos surrealista.

-¿Y ahora qué hacemos?

-Voy a ver el cadáver. Necesito saber si este es uno de los malditos simulacros de emergencia de Sun.

-¿Qué quieres decir?

-Ese loco imagina todo tipo de simulacros para saber cómo van nuestras patologías y cómo funciona el personal y si existe alguna posibilidad de que alguien huya de esta cárcel. Como le sobra tiempo, no para de elucubrar.

-En mi tierra dicen que cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo.

-¡Cómo! ¿Tu tierra? ¿Cuál es tu tierra? ¿Has comenzado a recordar?

-¡Uy! No. Me ha salido sin querer.

-Aquí ha muerto muy poca gente y siempre de muerte natural. Me gusta hacerles una visita cuando están muertos.

-¿No serás un necrófilo?

-¿Qué es eso?

-A los que les gusta el sexo con cadáveres.

-A mí solo me gustan las mujeres y que estén vivas. ¡Para qué quiero a las muertas! Además nuestro director era hombre, a menos que fuera disfrazado o un travesti, y me habría enterado, puedes estar seguro. Y si fuera a ver a una mujer muerta, sería solo porque no la había visto desnuda estando viva. En estos casos me puede el morbo. ¿Quieres venir conmigo?

-Bueno… ya que estoy aquí, me gustaría saber todo sobre Crazyworld, incluido cómo es el tanatorio, cómo se hacen las autopsias, cómo se investigan los crímenes…En fin, todo.

-Pues sígueme.

Continuará

CRAZYWORLD XXX


CRAZYWORLD

MI PRIMERA NOCHE CON KATHY/ CONTINUACIÓN Y FINAL DE ESTE SABROSO CAPÍTULO

Tal vez nunca me hubieran encontrado en aquella cabaña, ni siquiera aunque algún turista se hubiera perdido en verano, porque estaba abandonada y la zona repleta de avisos sobre el peligro de los osos, pero fue el frío el que aguzó mi entendimiento y además de obligarme a salir de allí antes de quedar congelada el próximo invierno me sugirió esconderme en un circo, donde pasaría más desapercibida que un fin de año en Times Square. Escogí el circo del sol en Canadá, donde fui acogida como una querida hija y entrenada en toda clase de escaladas y funambulismos. Para mi sorpresa tenía una especial facilidad y capacidad para todo lo que supusiera doblar el cuerpo como una serpiente. Para mí que las extrañas hormonas sexuales con que fui dotada o maldecida por la tiranía de los genes habían ablandado y flexibilizado de tal forma mi cuerpo que actuaba como si no tuviera huesos cuando así lo requería la situación y como si los huesos fueran muelles cuando el cuerpo se veía forzado a saltar. Por suerte no tuve que convencer al director con mi berenjena, en aquel circo eran bien acogidos cuantos desearan entrar y demostraran servir para algo que no fuera pasar la escoba por el suelo de la carpa. Mi simple atractivo físico y mi osadía me granjearon el favor de todos sus componentes y puesta a prueba para descubrir mis habilidades naturales u ocultas resultó que sería capaz, tras un fatigoso entrenamiento –porque en el circo no hay don que no se obtenga con el trabajo más denonado- de destacar en cualquier número circense que requiriera flexibilidad del cuerpo, facilidad para escalar cuerdas, muros o lo que fuera o en doblarme y retorcerme para entrar por pequeños agujeros o encerrarme en diminutas cajas o cajones.

Una vez que fui etiquetada y aprobada pasé al entrenamiento con el encantador matrimonio que realizaba un número especial consistente en escapar de la prisión de un tortuoso castillo medieval. Me prometieron formar parte del número pero antes tendría que demostrar mis facultades. Mientras tanto sería una especie de bailarina del coro de contorsionistas, funambulistas, escapistas y escaladores que conformaban el espectáculo general. Así me inicié en una de las experiencias más duras y desalentadoras a que puede enfrentarse un ser humano, la de dominar su cuerpo rebelde privándole de todo, de placeres y sabores, y sometiéndole a una tortura diaria de horas y horas, un trabajo que pocos aprecian y a los que deberían ser sometidos todos los políticos y millonarios del mundo.

No te digo que no fuera acechada, acosada y perseguida como cualquier mujer en cualquier parte del mundo y en cualquier situación. Incluso las que se consideran feas pueden ser perseguidas a la carrera por machos rijosos en ayunas. No parece que las mujeres hubiéramos nacido para otra cosa que para contentar sexualmente a cuanto macho haya malparido la madre naturaleza. Más las que fuimos dotadas por la madrastra naturaleza con dones de los que podríamos prescindir tranquilamente si nos dejaran. Sufrí con paciencia lo que mi condición requería y no me dejé tentar por el oro del placer promiscuo y culminante, ni por el vicio adictivo del sometimiento del macho matón y perdonavidas. Aunque mi necesidad del placer sexual se había recrudecido con tanto sexo promiscuo como tuve que soportar, era muy consciente de que cualquier incidente con algún macho del circo podría hacer que el rumor se extendiera y llegara a las orejas de elefante del Mr. Arkadin.

Para evitarlo, aparte de una castidad castrense, de tropa sometida al bromuro diario, sugerí mi vestimenta, un uniforme de catwoman, de cuero negro, con antifaz y todos los adminículos pertinentes, que me sentó tan bien, cuando me lo probaron en la sastrería del circo, que todos estuvieron de acuerdo en que podían prescindir tranquilamente de lo que desentonaría en el conjunto, teniendo en cuenta su efecto en los espectadores machos, poco numerosos y a los que pensaban atraer con una campaña de la que yo sería la efigie. Y así me convertí en la catwoman del cirque du Soleil y así permanecí durante un par de años felices, a pesar del agotamiento del entrenamiento diario y de los numerosos espectáculos que dimos por todo el mundo, viajes que agradecí porque fuera de las fronteras USA solo podría ser perseguida por la CIA, librándome de los demás cuerpos de seguridad intrauterina de la gran madre federal norteamericana. Esperaba que Mr. Arkadin me dejara en paz, teniendo en cuenta que no había hecho uso de las grabaciones en mi poder y ello debería indicar a aquel cabeza de chorlito que no las utilizaría si se me dejaba en paz. Con el tiempo hice varias copias que dejé en varias cajas de seguridad de varios bancos, así como notas en notarios de toda laya autorizándoles para remitir copias de las grabaciones a los medios de comunicación en cuanto se enteraran de mi muerte. Y todo ello sin olvidarme de llevar las grabaciones más vergonzosas sobre Mr. Arkadin en un pendrive escondido en el tacón de mis zapatos de catwoman, solidez a toda prueba, creados en exclusiva para mí por el zapatero del circo, quien se vanagloriaba de haber creado zapatos para elefantes que no pudieron ser destruidos por estos paquidermos a pesar de sus zapatazos constantes.

Así podría haber agotado el resto de mi vida, cambiando con los años a números menos flexibles, de no haber sido por una inesperada circunstancia que lo trastocó todo e hizo que me descubrieran los que me perseguían y no lograban dar conmigo. En el circo del Sol no suelen ser habituales los números con animales, tal vez por miedo a los animalistas o porque prefieren la creatividad en lugar de la animalidad esclavizada. Por desgracia a un imbécil se le ocurrió un espectáculo con muchos animales y de esta forma se vino abajo mi castillo de naipes. Ocurrió que los animales macho, todos con mucho olfato, unos más y otros menos, debieron de percibir el peculiar olor que destilaba mi sexo, especialmente con la regla, y no dejaron de bramar, aullar, maullar, ladrar o lo que fuera, en sus jaulas, y en cuanto les abrían la puerta me perseguían como si fuera su hembra en celo, una hembra multiforme y bienvenida para cualquier especie.

En cuanto la noticia saltó a los medios una noche fui raptada, secuestrada, cloroformizada y trasportada hasta el cuartel general del FBI. Allí se me trató muy bien, a la espera de que el fiscal general encontrara algún delito que achacarme que no fuera el de incendiaria del laboratorio del profesor Cabezaprivilegiada, porque de esta forma muchos se verían implicados y el que más Mr. Arkadín. Fue éste quien sobornó al director y de esta forma fui dada por fugada y tal vez muerta, cuando en realidad había sido entregada al monstruo, quien, como supe posteriormente, había acelerado el remate de las obras de Crazyworld solo para poder encerrarme allí. De esta forma fui de los primeros huéspedes o pacientes. Y aquí sigo, pagando una culpa que nunca tuve y que deberían pagar todos los machos del mundo y la hembra naturaleza, la más culpable.

Detuvo su voz musical y se hizo un profundo silencio. Entonces observé que todos los aullidos, alaridos y demás gruñidos que habían sonado en Crazyworld durante horas se habían acallado y tal vez llevaran así mucho tiempo, algo que no fui capaz de observar, engatusado por el relato de Catwoman. Ahora que había callado este silencio se me hizo especialmente ominoso. Había permanecido todo el tiempo lo más alejado de ella, con la espalda pegada a la pared. Desconociendo a cuántos metros podía llegar el profundo olor de su sexo y atolondrarme hasta echarme en sus brazos, había reculado todo lo posible, incapaz de soportar otra sesión. Ella debía ya de estar acostumbrada a estas conductas patológicas porque hizo como si no le pareciera raro y permaneció en el borde del lecho, desnuda, sí, pero discreta, narrando todo lo que tuvo a bien contarme.

Me sentí como delirante, incapaz de comprender lo que había pasado, de aceptar que Kathy o Catwoman fuera tan diferente a como yo la había imaginado. Hablaba como una mujer muy inteligente y además lo era, también valiente, con temperamento, de armas tomar, incluso su vocecita apocada, aguda y un poco tonta, se había transformado en una voz sugerente, hipnótica, que sin dejar de ser sensual y muy femenina, daba confianza, como los grandes ejecutivos multinacionales, más diría que mucho más, desde luego yo me fiaría más de ella que de todos rasca-poltronas del planeta. Claro que yo no podía saber aquello porque mi amnesia seguía presente, muy vivita y coleando, aunque bastante retorcida y sutil. De todo lo que me había contado Kathy no sabía de la misa a la media y no recordaba nada o casi nada. No sabía qué era Alaska ni el circo del sol, ni los taxis, ni los coches de alquiler a través de la Red, suponiendo que los hubiera, ni los pendrives o discos externos, ni… por no saber no debería ni haber sabido cómo se practicaba el sexo, pero eso nunca se olvida, como montar en bicicleta, suponiendo que yo recordara qué era una bicicleta.

No llevaba ni veinticuatro horas en Crazyworld… bueno, tal vez alguna más, pero no muchas, y ya había vivido no solo una vida, sino varias y las que todavía me esperaban. Me sentía viejo, muy viejo, y al mismo tiempo niño, muy niño, indefenso, necesitado de chupete, mejor dicho, de un buen pezón y una buena teta… Y conforme pensé esto no pude evitar mirar los pechos de Kathy, allí, frente a mí, al descubierto, deliciosamente expuestos e invitándome a refugiarme en ellos. Necesitaba una mamá que me protegiera, necesitaba que me consolara a sus pechos, necesitaba que me alimentara de esperanza. Ella me miraba, tan pasmada como invitadora, intentando imaginar qué pasaba por mi cabeza, sin conseguirlo y de pronto… no pude resistir más. Me arrojé sobre ella, busqué sus pechos, sus pezones, busqué su cuerpo acogedor y… encontré todo lo que buscaba y más, porque en cuanto mi glande desnudo husmeó a la entrada de su cálida cuevita todo el mecanismo tan conocido y depredador se puso en marcha y no puedo contarles nada más, ni el tiempo transcurrido o por transcurrir ni las altas cotas de placer alcanzadas, ni los orgasmos alcanzados o por alcanzar, como las cotas de los ochomiles logradas una y otra vez, casi sin bajar de una para estar ya en la cima de la otra.

Solo puedo decirles que en algún momento, no sé en cuál, mi cuerpo sufrió un espasmo y perdí la consciencia, sufrí un desmayo, un mareo, un síncope, un soponcio, o lo que fuera y caí en la más negra de las noches. Por suerte pude despertar, pero cómo lo hice y qué ocurrió después es algo que les contaré en el capítulo siguiente, ahora necesito reponerme, permanecer un poco de tiempo más en esta oscuridad sin recuerdos, sin sueños, sin nada que, que, que…

No se pierdan el siguiente capítulo, titulado “Primer asesinato en Crazyworld”.

FIN DEL CAPÍTULO TITULADO MI PRIMERA NOCHE CON KATHY

Continuará.

 

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