Categoría: RELATOS DEL OTRO LADO

EN EL CENTRO DE LA OSCURIDAD


ENELCENTRO

EN EL CENTRO DE LA OSCURIDAD

 

A veces me decido a acercarme hasta la puerta huyendo del frío de la oscuridad, intento atisbar un rayo de luz que alegre mis ojos, pero no es fácil, nada fácil, aquí…en el centro de la oscuridad. Intento mirar a través de cualquier rendida. Pongo mi mano temblorosa en el picaporte y empujo suavemente, muy suavemente el lienzo de madera hacia mi. La puerta se entreabre chirriando, con angustia, y casi, casi puedo palpar esa luz en la que he depositado todas mis esperanzas de salvación. De pronto, ¡zas!, la puerta se cierra violentamente.

Es el viejo demonio de la manía, el ancestral mito de la obsesión: no le hagas caso. No soporta que te sientas libre bajo su férrea mano oprimiendo tu cogote; aprieta, oprime tu nuca, está a punto de descoyuntarte los huesos. El demonio de la manía se disfraza de mil formas: hoy tienes miedo de la gente, ayer no soportabas la luz, mañana no serás capaz de sufrir la angustia de mirar el invisible rostro de la nada. hagas lo que hagas todo es vacío: el sin sentido de encontrar una razón para seguir viviendo.

Vuelvo al centro de la oscuridad y doy una, dos vueltas; al menos así me siento seguro. No puedo ver a nadie, es cierto, pero nadie puede verme a mí. Desahogo mi locura gritando, dando patadas en el suelo; finalmente me dejo caer como un peso muerto. Agotado el cuerpo se encoge como un fetillo, la mente comienza a moverse circularmente encaramada a un trenecillo de juguete, a cada vuelta la locomotora pita una vez, es un sonido largo, vibrante, horrísono, que se repite en el mismo intervalo de tiempo. Cuento: un, dos, tres. Me detengo. Es inútil, el tiempo se repliega una y otra vez sobre si mismo aterrorizándome como la visión de una serpiente de cascabel escondida en la maleza.

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Desde el centro de la oscuridad alargo la mano hacia el teléfono, marco un número que es un hito en mi vacía memoria. Espero el sonido de llamada, cuento: un, dos tres. Una voz dice:

-¿Sí?

Está al otro lado de la oscuridad. Mi boca se abre como caverna apestosa y farfulla incoherencias. La voz que responde desde el otro lado te conoce bien, dice: «No te preocupes, ya sabes que es una simple manía neurótica, mañana te habrás olvidado de todo. Necesitas compañía; sal de ti mismo y busca a cualquier persona con la que charlar un poco, te vendrá bien».

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Se oye un golpe en el silencio, has colgado el teléfono, ahora buscas a tientas un lecho revuelto donde has pasado un tiempo indefinido de tu vida. la negrura es cómoda; en ella sabes muy bien que hay una puerta, un teléfono y un cómodo lecho. Te dices que no hay motivo para hacer de ello una tragedia; otros que viven en la luz no tienen la puerta blindada que  les protege del exterior; imaginas que tampoco tienen un teléfono para comunicarme por lo que se ven obligados a hacer señales de humo como los indios en la gran llanura; también imaginas que al acostarse se dejan caer sobre un lecho de puntiagudas piedras. Pero eso no te consuela, piensas…pienso, luego…existo (creo).

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En el centro de la oscuridad las noches se repiten, se transforman en una única noche eterna. Anhelas dormir, dormir el sueño eterno, pero el engranaje desquiciado de tu mente lo impide, te obliga a despertar una y otra vez, una… y otra vez. Decides contar ovejitas: una, dos, tres… Caes en la cuenta de que ni siquiera sabes qué es una oveja, en el centro de la oscuridad solo se tienen referencias de las cosas, en el centro de la oscuridad las ovejas son de color negro, lo mismo que los caballos, los perros, los otros, tu cuerpo, tus pensamientos… todo se confunde en la negrura. Te maldices en silencio y también maldices a los otros; acabas blasfemando para acabar por echarte a reír: «Si Dios existiera no podría encontrarme aquí en el centro de la oscuridad».

Por fin tu mente se detiene con un chasquido. Despiertas porque alguien te ha pisado, notas cómo te están pateando. Oyes voces: » es un depresivo, un loco, pero podría tener un poco de consideración y quitarse de en medio». Te haces el dormido. Los que están despiertos, los que ven la luz, tienen la obligación de ser normales. Los normales hablan, se escuchan, asienten o discrepan, trabajan o disfrutan de unas merecidas vacaciones al sol, en una playa repleta de hermosos cuerpos semidesnudos de mujer. Deseas esos cuerpos, anhelas esas almas, pero están al otro lado…al otro lado de la oscuridad. En cambio tú dices odiar todo eso porque sabes que todo es vanidad. Repites: «Vanidad de vanidades y todo es vanidad».

Las voces se alejan, te preguntas cómo han llegado hasta allí…hasta el centro de la oscuridad: la puerta blindada estaba cerrada con sus mil cerrojos. Te preguntas: ¿qué puerta?, ¿qué paredes?, ¿Qué casa? No se puede construir una puerta con puntitos de negrura, es imposible formar paredes con lienzos de oscuridad. Te preguntas: ¿entonces si no estoy aislado, si una muchedumbre me rodea, porqué me siento tan solo?

Te levantas y das una, dos vueltas. Si nada me lo impide acabaré por encontrar un amigo, tendré un amor, formaré una familia como hacen los otros. Caminas en línea recta. Si mis pasos me llevan hacia delante al fin encontraré lo que busco, porque lo que uno busca siempre está delante de sí: solo hay que caminar siguiendo esa bendita línea recta que siempre conduce a la meta. De pronto te das cuenta de que caminas en círculo, te paras, sitúas tu rostro mirando hacia la oscuridad, pones tus manos en los muslos y levantas una pierna, suavemente, muy suavemente, luego la otra. Deberías estar siguiendo una línea recta, es lo que te dice la lógica. Te preguntas: ¿qué lógica?… Te respondes: la lógica de la vida. Te preguntas: ¿la vida tiene lógica? Te respondes: Aún no la he encontrado.

Click…

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Tu mente se ha detenido de nuevo. Ahora notas las sensaciones de tu cuerpo, su voz te habla, dice: «Tengo hambre». Buscas el refrigerador, lo abres, encuentras algo, se lo das a tu cuerpo a través de una rendija que llaman boca. El alimento bajo por un tubo, se detiene; un proceso mecánico se pone en marcha. Notas que el cuerpo está satisfecho, has calmado el hambre y piensas: «No puedo quejarme, tengo un frigorífico repleto de comida aquí… en el centro de la oscuridad. Otros que viven en la luz pasan muchos días sin nada que llevarse a la boca excepto piedras que utilizan para llenar su inmensa barriga vacía y a veces hasta el destino se las niega». Piensas: «Me cambiaría por ellos ahora mismo, hasta las piedras deben tener buen sabor cuando se comen a la cálida luz del día». Te pones de nuevo cara a la oscuridad, sitúas las manos sobre los muslos, levantas una pierna, luego la otra. Caminas. Un…dos…Un…dos… Es preciso encontrar a cualquier ser hambriento bajo la deliciosa luz solar. Esa es la salvación que esperas: cambiar tu mente por la suya. Cuando percibas la luz no te importará comer piedras, tragar tierra como los gusanos. Te preguntas si a él le molestaría no ver la luz mientras se dispone a acabar con el contenido de tu frigorífico, tan repleto, aquí…en el centro de la oscuridad.

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Sigues caminando. Un…dos…Un..dos. Te preguntas: ¿Y si esta oscuridad es un castigo por haber sido injusto con los comedores de piedras?. Te respondes: «No he sido yo quien ha hecho a los comedores de piedras, cuando nací ellos ya existían. Nací en la oscuridad, vine a un mundo de negrura y nadie me pidió permiso para nacer, no sé dónde permanecía acurrucado como un fetillo antes de ser consciente de esta noche. ¿Cómo puedo ser culpable de nada?». Levantas la pierna derecha, luego la izquierda. Te siguen moviendo, no sabes si en línea recta o en círculo. Desearías oír otro «click» pero tu mente no se detiene, te absorbe, te regurgita, te empuja para acá, luego para allá. Piensas: «Si esto es la mente tal vez no sea tan malo ser un demente».

Puede que ayer conociera la luz, si es así sería fácil pensar que has perdido la memoria. Te has vuelto amnésico, esa es la razón de estar girando como una peonza, aquí…en el centro de la oscuridad. Bajo la cálida luz del sol, como un dios, dividiste a los hombres en comedores de piedras y ciudadanos del primer mundo. Trazaste fronteras, la humanidad fue dividida por un abismo en enemigos que disparan y enemigos que reciben la metralla, dejaste pasar un tiempo prudencial para darle la vuelta a la tortilla, así pudiste empezar otra vez el mismo estúpido juego. Hiciste a los torturadores, enseñaste a los violadores, entrenaste a los terroristas, pagaste a los mercenarios, estrechaste la mano de canallas sin escrúpulos y todo ello bajo una luz cegadora…Soy ese diablo del que hablan, un demonio del infierno, Satanás, Azazel, el ángel de la oscuridad. He perdido la memoria, esa es la causa de que siga aquí caminando sintiéndome libre de toda culpa… Un… dos…Un…dos…aquí…en el centro de la oscuridad.

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Click…

Por fin la mente se ha bloqueado. La locura es un bello mundo circular. Estoy agotado, detengo mi pierna derecha, luego la izquierda. Caigo hacia atrás, me encojo como un fetillo. Antes de hundirme en la nada pienso; «Si la mente pudiera crear mundos reales ya habría encontrado la respuesta definitiva, pero por mucho que divague aún sigo aquí…en el centro de la oscuridad».

Me despierto, alargo la mano hacia el teléfono, repito el proceso y oigo una voz conocida diciéndome: «Te acecha la paranoia, la psicosis la esquizofrenia, la locura. Sal de ahí, muévete, habla con alguien. La gente es buena, no la temas. Todos sabemos que los dictadores, los torturadores, los verdugos, los generales que aprietan los rojos botones que disparan misiles, los hombres de negocios que tiran al mar toneladas de alimentos para subir los precios, los políticos que han dictado las normas de la sociedad de consumo que no deja de consumirse a sí misma día a día, todos ellos están hechos de la misma carne que recubre tus huesos; pero no temas, el dictador está a miles de kilómetros, el torturador vive en profundos subterráneos a donde no llega tu mirada; los verdugos se esconden tras las máscaras; los generales están en sus búnkers, los hombres de negocios en sus mansiones, los políticos en sus parlamentos; los terroristas se esconden en la multitud con la pistola amartillada en sus cinturones… ellos no te conocen, nunca han oído hablar de ti. Hitler fue una mutación genética. La guerra del Golfo una maniobra militar sin más trascendencia. El francotirador del tarot era un robot, cortocircuitado. Los terroristas chechenos iban a ver Hamlet a un teatro. No encontrarás a nadie como ellos cuando salgas a la luz. Habla con tu hermano y la oscuridad se desvanecerá para siempre».

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¡Blum!…

He golpeado con tanta furia que el teléfono se ha roto en mil pedazos. Ahora esperaré pacientemente a que me absorba la locura absoluta.

Click…

La mente ha vuelto a detenerse, todo es silencio, aquí…en el centro de la oscuridad. No me consuela que el mundo de la luz no sea el sueño que he estado imaginando tantos años, necesito salir de aquí. Busco a tientas la pared y golpeo contra ella la cabeza. Un…dos…Un…dos…Me digo: «Tienes que ser una persona normal, como los demás». Un…»Tienes…» dos…Me digo: «No tengas miedo». Un…»No tengas miedo»…dos… Un…»Olvídate de la neurosis, tu no eres un loco»…dos…»Soy un hombre plenamente feliz»…Un…»Soy un hombre plenamente feliz»….dos…»La vida es bella»…Un…»La vida es bella»…dos… «Por mal que te vayan las cosas siempre te quedará la muerte, no debes preocuparte»…Un…»Por…» dos…

Estás sangrando, sangrando, aquí….en el centro de la oscuridad. Puedo ver en el suelo el color rojo de tu sangre brillando: «resplandece». Es un milagro, la negrura está retrocediendo.

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S.O.S.

 

¿Alguien me escucha?…

 

S.O.S…

 

¿Alguien me escucha?

S.O.S…

Click…

 

Para todos los depresivos y «comedores de piedras» del mundo, con todo mi amor.