Etiqueta: NOVELA HUMORÍSTICA

CRAZYWORLD XV


EL CENTRO DE SEGURIDAD DE CRAZYWORLD III

-Aquí nadie te molesta. Solo tienes que observar la precaución de cerrar por dentro el pestillo. Esto suele estar desierto, salvo dos o tres clientes que han montado bulla y necesitan calmarse durante algún tiempo. Eso sí, cuando Crazyworld se revoluciona las celdas de aislamiento se llenan hasta los topes y el doctor Sun suele habilitar los calabozos del centro de seguridad, para los menos zumbados, claro, porque no tienen las paredes acolchadas y ninguna cabeza es de goma. Se puede gritar lo que se quiera o rebotar en el catre o hacer el salto del tigre. Nada se transmite al exterior. De todas formas si quiere traer aquí a una mujer, será mejor que me lo diga con antelación para que pueda organizarlo todo. No me gustaría que te descubrieran y me j… el invento.

-Y de paso prueba también a la señora…

-Yo no te pido favores. Ahora bien, entre amigos esas cosas están demás. ¿No crees?

Permanecimos en silencio. Jimmy me había hecho un gesto de silencio, con el dedo en la boca. Me pregunté cómo podría haber escuchado nada en el exterior si las celdas estaban tan acolchadas como él decía. ¿Acaso tenía orejas de murciélago? Se levantó y caminó de puntillas hacia la puerta. La abrió y asomó la cabeza. Luego la abrió más y asomó el torso. Por fin la abrió del todo y dio unos pasos hacia el exterior. Regresó. La entornó ligeramente y se sentó a mi lado en el catre.

-Creí haber oído algo. Ya sé que pensarás que es imposible, estando la puerta cerrada, pero si alguna vez pasas un mes aquí tus oídos se te agudizaran de tal forma que creerás escuchar todas las conversaciones de Crazyworld. No debería haber nadie por aquí, al menos durante una hora. Pero será mejor que nos larguemos.

Jimmy me tomó de la mano y me hizo un gesto con la otra hacia los pies. Intenté caminar como lo hacía él, casi de puntillas. El pasillo se me hizo muy largo. Una puerta tras otra nos arrastramos como gusanos bailando el Lago de los cines. Cuando llegamos al final del pasillo me dolían los pies, las piernas, la espalda, me dolía todo el cuerpo. El Pecas movió el picaporte, nada. Entonces sacó una especie de cartera del bolsillo de su americana y hurgó en la cerradura como un delincuente consumado. Esta se abrió con un clic.

Pasamos al otro lado, donde todo estaba oscuro como boca de lobo. Fui a decirle a Jimmy que aún conservaba mi encendedor en el bolsillo. En realidad no recordaba muy bien si era el mío o alguien se lo había dejado en la ropa que me dieron al salir de la enfermería. Lo cierto es que me había encontrado con aquel mechero al meter la mano por primera vez en el bolsillo y había decidido guardarlo allí por si las moscas. El Pecas se me adelantó. Me susurró al oído que no debería hablar ni encender ninguna luz. Allí había cámaras y nos verían de inmediato en cuanto hiciéramos el menor ruido.
Me deslicé tras aquel fantasma y al cabo de unos segundos doblamos a la derecha. Jimmy cerró tras sí otra puerta con cuidado y encendió una luz tenue, oprimiendo un interruptor en la pared. Nos encontrábamos en una especie de hall, con algunos sillones alrededor de una mesita de salón. Parecía como una especie de sala de espera. En lo alto de una formidable puerta blindada pude ver una cámara de televisión. Jimmy hizo un gesto con los dedos de la mano derecha. La cámara se movió hacia nosotros. Mi compañero hizo un gesto muy expresivo con el dedo índice de la mano derecha hacia arriba. ¡Estaba loco! ¿Acaso pretendía que nos esposaran y encerraran en un calabozo? Y eso sería lo mejor que podría pasarnos, porque si salía un guardia de seguridad, nos ponía las esposas y se liaba a mamporros con nosotros juro que en cuanto pudiera apalearía a aquel mastuerzo hasta acabar con él.

La puerta comenzó a deslizarse con suavidad, con lentitud exasperante. Cuando se hizo una abertura suficiente Jimmy me invitó a pasar, con un leve gesto de cabeza. Me negué a ser el primero. ¿Y si al otro lado aguardaba un guardia de seguridad con una buena porra, dispuesto a descargarla sobre mi cabeza? El Pecas leyó en mis ojos el pensamiento que me acuciaba. Hizo una suave pedorreta y pasó el primero. No escuché el típico ruido de un cráneo roto por un bate de beisbol o una porra de goma. Eso me animó bastante y crucé la línea dimensional que me separaba de otro universo con ciertas garantías de que nada malo me sucedería, al menos durante los primeros segundos.

Si en algún momento se me ocurrió pensar que estaba entrando en la cueva de Alí Babá, me equivoqué de plano. Aquella era la cueva de los policías que atrapan a los ladrones que guardan los tesoros en cuevas de Alí Babá. Solo que allí no había otro tesoro que la intimidad de unos pobres locos. Nos encontrábamos en una especie de plataforma, con el suelo enmoquetado, imagino que para que los pies no produjeran el menor sonido al pisar o deambular por aquella especie de jaula de los leones. Se trataba de una circunferencia amplia, construida de metal, con grandes ventanales provistos de gruesos cristales, a través de los que ahora no podía verse nada, porque las amplias y compactas persianas estaban todas bajadas. La iluminación venía del alto techo, gracias a unas lámparas o focos dirigidos hacia abajo y cubriendo todas las direcciones posibles. En medio del círculo había una pequeña plataforma elevada y en ella una silla anatómica muy cómoda y una especie de estantería con varios monitores.

La silla estaba de espaldas a mí, por lo que no pude ver a la persona que la ocupaba. Jimmy se estaba dirigiendo hacia allí, sin mucha prisa y con la espalda ligeramente encorvada, como si temiera algo o alguien le diera un poco de miedo. La plataforma giraba, aunque con mucha lentitud, razón por la que no me di cuenta al principio. Me quedé esperando a que la silla se me enfrentara y pudiera ver a su ocupante. Mejor mantenerse a una distancia prudencial mientras no sepas con quién te juegas los cuartos… o el cráneo.

Antes de que El Pecas llegara a la plataforma ésta había completado parte del giro y pude ver al dichoso ocupante de la silla. Digo mal, porque el dichoso no fue el ocupante, sino yo. Una mujer se puso de pie y miró a Jimmy con una mirada que no sabría cómo clasificar o catalogar. Me rasqué la cabeza, pensando que era la amnesia la que me impedía encontrar palabras. Las palabras justas para describir la mirada que la mujer dirigía a Jimmy y las palabras exactas, sin el menor deseo de exagerar, suficientes para describir aquel cuerpo, aquella persona, semejante mujer. ¡Guaaauuuu!
Era una joven alta, yo diría que casi tanto como yo, pelirroja, una hermosa melena acariciaba unos hombros hermosos, enfundados en una chaqueta que formaba parte del uniforme, de un color azulado, con una línea roja en las mangas. El pantalón era del mismo color y la raya roja más gruesa. Cuando terminé el recorrido por las largas piernas me encontré que los pies no estaban embutidos en botas militares, como esperaba, sino en unas graciosas, casi diría divinas, sandalias, también azuladas, de tacón alto. Regresé hacia arriba y de paso me fijé en las caderas, amplias, armonizando con una cinturita frágil y muy deseable. Los pechos no se veían bien, quiero decir ni bien ni mal, puesto que estaban ocultos bajo la camisa del uniforme, blanca, con todos los botones en sus ojales y sin el menor escote. Uno se imaginaba su tamaño y forma, pero poco más, y ello con cierta dificultad. El cuello largo, como de cisne de ballet y… Cuando llegué a los ojos, casi caigo de culo. Eran preciosos y de una intensidad deslumbrante. Claros, no sabría decir si azules o verdosos. Tan bellos y tan mortales como un rayo laser preparado para la guerra. Porque eso es lo que pensé tras reflexionar mucho, que la mujer estaba en guerra con Jimmy y que a mí no me había visto aún o si eso no era cierto lo disimulaba muy bien.

¡Guaaauuu! ¡Qué mujer! No tuve tiempo de deleitarme mucho con su visión, porque aquella diosa de la seguridad intergaláctica dio un salto de pantera, abandonó la plataforma y quedó a un par de pasos del Pecas, que se movía ahora como un reptil temeroso, con la espalda más encorvada que nunca.

-Hola Heather. ¿Cómo estás?

-Mejor que tú, malnacido. Y como me vuelvas a hacer ese gesto con el índice de tu mano derecha, te juro que te voy a cortar el índice, la mano derecha y sobre todo esa mierda que llevas entre las piernas.

Jimmy se enderezó un poco, se puso firme, como ante un general y enfrentó el brilló de los ojos de aquella mujer, que pocos se atreverían a mirar de frente durante mucho rato, como al sol que nos alumbra.

-Harías mal Heather, porque puedes volver a necesitar “esa mierda” que tanto contento te dio en un tiempo. Bien pudiera suceder que la echaras de menos.

-¡Maldito cabrón! Siempre tienes respuestas para todo y no negaré que en una isla desierta puede que no te castrara… si resultara que fueras el único macho existente. Pero veo que hay otros y mucho más atractivos que tú. ¿Por qué no me presentas a tu amigo… y tal vez te perdone la vida?

Continuará.

CRAZYWORLD X


MI PRIMER ALMUERZO EN CRAZYWORLD

Por suerte había llegado el momento de almorzar. Nos deslizamos hacia el interior del edificio. Jimmy se nos adelantó, simplemente para poder ceder gentilmente el paso a la dama en la puerta. De inmediato borró su buena obra lanzando un pellizco a las nalgas de la camarerita linda. Ésta se volvió con brusquedad y le arreó tal bofetón al “Pecas” que me persigné de modo automático, un gesto que tal vez significara algo en mi recuerdo o tal vez no. Tras el bofetón llegó un beso con lengua. Volví a persignarme. Tendría que comentarle al doctor Sun ese gesto instintivo. Lo anoté en mi agenda mental. ¡Dónde había ido a caer, Dios mío! También anoté ese “Dios mío”.

El comedor estaba ya repleto de pacientes. Me fijé por primera vez en lo variopinto de aquel universo de locos. Gente mayor, gente joven, mujeres, hombres; gente gruesa, delgada, vestida de etiqueta, de sport, algunos en chándal; Smith, que continuaba dormitando junto a la piscina, en pijama… También escuché numerosos acentos. La mayoría hablaba con la discreción y elegancia que mostraría la gente elegante en un restaurante de lujo. Otros gritaban como energúmenos. Algunos, los menos, permanecían en silencio. Todos sufrían alguna patología, algún trastorno mental, algo que, aunque no se viera, les incapacitaba para estar fuera con los cuerdos. Al menos eso pensaba el doctor Sun, aunque yo no era de la misma opinión. Aquello parecía uno de los círculos del infierno que Dante se olvidara de describir, tal vez para que sus lectores no se volvieran majaretas antes de tiempo.

Jimmy me condujo hacia la mesa cercana a la puerta de la cocina mientras la linda uniformada entraba en el lugar prohibido como Pedrita por su casa. Le pregunté a mi compañero si sería posible entrar a echar un vistazo. Olía bien, diría que muy bien. Me respondió que aquello sería un suicidio por mi parte. Las cocinas estaban al mando de un prestigioso chef, un tal Iñaki Lizorno, cuya historia no conocía pero que Jimmy comenzó a contarme como si se tratara de un cuento de las mil y una noches.

Al parecer Iñaki era un vasco. El Pecas tuvo que decirme que el país vasco quedaba en España y explicarme que España quedaba en Europa y explicarme que Europa estaba al otro lado del océano. Cuando pregunté qué era un océano y qué era Europa Jimmy decidió saltarse los trámites. Descubrí que mi amnesia era casi absoluta en cuanto a geografía. Al parecer Iñaki, como casi todos los vascos, cocinaba de maravilla y se hizo un chef prestigioso y luego millonario con su prestigiosa cocina. Pero su yerno, un hombre de indescifrable raza, se casó con su hija mayor y le hizo sombra con su cocina integral. Algo pasó en las neuronas de Iñaki y se volvió loco. Cuando se abrió Crazyworld el doctor Sun propuso al vasco como chef y éste aceptó con la condición de que no se lo cobrara un dólar por su estancia. Al parecer Iñaki podía estar loco pero no era tonto. Ahora dominaba la cocina como Napoleón dominó Europa y solo dejaba entrar en ella a quienes le caían bien, fueran o no empleados o pacientes. Tal vez usted le caiga bien… cuando le conozca… Y Jimmy se quedó pensativo. No sé si pensando en esa posibilidad o en cualquier otra cosa.

El silencio –quiero decir el mío, porque el comedor resonaba como un perol aporreado por Iñaki- se me hizo ominoso. Por eso pregunté.

-Jimmy, ¿cuántos pacientes hay en Crazyworld?

-Calculo que más de quinientos, aunque nunca los conté.

-¿Y siguen ingresando?

-No de forma habitual. De vez en cuando llega alguno de los que pasan por secretaría y se inscriben. Tu caso es único, al menos que yo recuerde.

-¿Nunca te has planteado organizar una revuelta y escapar?

-Prueba a convencer a un paciente de algo y se te quitaran las ganas de insistir. Aquí las revueltas no se organizan, suceden de forma imprevista y terminan de una forma más previsible. El doctor Sun encierra a los revoltosos en las celdas de aislamiento, experimenta con ellos sus nuevos trucos de hipnosis y cuando se cansa les suelta. A pocos les quedan ganas de rebelarse de nuevo.

-¿Tan duras son las celdas de aislamiento?

-Luego se las enseño. Allí le explico todo lo que hace el doctor Sun. Espero que después pierda cualquier deseo de molestarlo o de organizar una revuelta.

-¿Y no has intentado escapar solo?

-Una docena de veces, pero siempre te pillan. Las medidas de seguridad son infranqueables.

-¿Saben los demás que todos estamos aquí para siempre?

-La ingenuidad del novato no suele durar más de veinticuatro horas. Al segundo día todos acabamos sabiendo lo que nos espera.

Alice, la dulce camarerita, salió de la cocina con una bandeja. Jimmy la tiró un buen pellizco. De pronto, y sin previo aviso, una fuente de sopa se derramó sobre la cabeza del “Pecas”. Al parecer el horno no estaba para bollos, solo para sopita calentita para el nene. Yo estaba deseando que me contara más cosas, por ejemplo qué eran las celdas de aislamiento, o mejor aún, cómo había intentado escapar y qué le detuvo, pero Jimmy salió de estampida, muy quemado, a cambiarse de ropa y tal vez a darse una ducha fría y ponerse un poco de pomada en las quemaduras.

Mientras, pude entretenerme haciendo cábalas sobre los pacientes que se disponían a almorzar. Todos aparecían discretamente sentados y esperando con gran tranquilidad a ser servidos. Alice recogió la sopa derramada en el suelo con una fregona y luego con gran salero regresó a la cocina y volvió a salir con más sopa. Caminó unos pasos, ondulando su trasero como la popa de la más hermosa carabela. Fijé mi mirada hipnóticamente en un punto del espacio que, por casualidad, quedaba justo entre sus nalgas. Y entonces, como si hubiera notado mi mirada en su cuerpo, se volvió con brusquedad. Me pilló “in fraganti”, pero en lugar de enfadarse me sonrió pícaramente.

Se acercó hasta la mesa y me preguntó si tenía mucha hambre. Subrayó la palabra “hambre” con un tono tan tierno que me la hubiera comido allí mismo, sin descascarillar. Respondí que sí, por supuesto, y con un tono tan hambriento que ella colocó la sopera sobre la mesa y me fue llenando el plato a cucharones. Su uniforme era muy escotado y cada vez que se inclinaba para servirme casi metía los pezones en el plato. Me puse rojo, no de vergüenza, sino de lujuria mal contenida.
Ella terminó de servir y se enderezó. Al mirarme pudo leer en mi cara como en un mapa y en mis ojos el poema de amor que le estaba escribiendo. Eso debió gustarle mucho, porque inclinándose de nuevo, hasta que sus pechos rozaron mi nariz, me susurró a la oreja.

-Procura darle el esquinazo a Jimmy. Me gustaría hablar contigo a solas… muy a solas.

Desgraciadamente no pudo decir más, porque en ese momento reapareció Jimmy en el comedor. Hablando del Rey de Roma por la puerta asoma y hablando de mi mayor obstáculo para acceder a una charla íntima con Alice, allí reaparecía como un fantasma “El Pecas”. Se había cambiado de ropa y su cabeza aparecía con un vendaje tan aparatoso como el de una momia.

La dulce camarerita salió disparada, ondulando la popa al compás de sus zapatos de tacón, hacia el fondo del comedor, donde sirvió a un extraño paciente que gesticulaba sin cesar y parecía hablar consigo mismo como si hablara con una docena de personas.

-Esa zorra me quemó la cabeza. He tenido que ir a la enfermería y ya ves cómo me han dejado.

-¿Te duele mucho?

-Más me duele que se comporte así conmigo. Hace un tiempo era tan cariñosa como una osita de peluche y tan insaciable como una ninfómana. No me dejaba ni a sol ni a sombra. Y ahora cuando no me derrama sopa caliente sobre la cabeza me la derrama en la bragueta. No lo entiendo.

Jimmy se sentó. Procuré cambiar de tema, por la cuenta que me traía y también porque estaba muy intrigado con el paciente que no cesaba de gesticular y de hablar consigo mismo.

-¿Quién es aquel paciente, ese al que acaba de servir Alice? Me intriga su forma de hablar, es como si tuviera dentro mil personajes distintos.

-Al menos no se ha chivado al doctor Sun. Hubieras tenido que cenar solo mientras yo me pasaba la noche resistiéndome al doctor en una celda de aislamiento.

-Jimmy, escucha, ¿quién es aquel tipo?

-¡Ah, sí! Pues verás…

Continuará con el episodio titulado «El Sr. Múltiple personalidad».

 

GUÍA PARA LECTORES DE CRAZYWORLD


CRAZYWORLD

EN ANTERIORES EPISODIOS

En una noche aciaga un deportivo colisiona con un árbol al salirse de la carretera. El conductor sale despedido y resulta traumatizado con la consiguiente amnesia o pérdida de memoria. Como puede se desliza por el bosque buscando ayuda. Se deja guiar por una luz a lo lejos y tras llamar al timbre se desmaya.

Despierta en una cama de hospital. Una enfermera muy extraña le mira de una manera aún más extraña. Por un momento el joven se cree en una película de vampiros. Con el tiempo descubrirá que se trata de Kathy, una paciente ninfómana a la que el director, el doctor Sun, permite hacer de enfermera para que se entretenga y deje de armar bulla.

Nuestro personaje descubrirá que ha ido a parar a un centro psiquiátrico para millonarios. Como no recuerda nada ni sabe quién es su única preocupación de momento es conocer el ambiente y que la memoria vaya regresando poco a poco. Así conocerá a Dolores una mujer mexicana con problemas de sobrepeso pero que es un verdadero encanto. Ella le cuida como una madre y le explica un poco de dónde ha caído y con quién debe tener cuidado.

El doctor Sun, el director médico del centro, le llama a su despacho, a donde le conduce en silla de ruedas un celador que es un auténtico bruto. Se llama Albert. El doctor Sun le hace un test de preguntas a las que nuestro personaje solo sabe responder con los datos físicos de la enfermera, de Kathy, que le ha producido una gran impresión. Al mismo tiempo se entera que el coche ha quedado para el desguace, que no se ha encontrado su cartera con sus datos y que según el doctor todo es cuestión de tiempo.

Al salir de la consulta de Sun Albert tropezará con Jimmy, un joven pecoso, al que apodan precisamente así, El Pecas. Le contará algunas cosas de Crazyworld y se ofrece como guía. Nuestro personaje irá descubriendo que aquello es un verdadero infierno, para ricos, pero infierno, nadie puede salir y aunque dan bien de comer y todo va sobre ruedas, y hay chicas guapas, no deja de ser una cárcel y la condena a cadena perpetua.

En el hall se encuentra durmiendo y roncando un tal John Smith, un asesino en serie al que por lo visto le gusta más roncar que matar y contar sus historias a todo el que pille a mano cuando está despierto.

Y como ha llegado la hora del almuerzo nuestro personaje y Jimmy el Pecas irán al comedor. Ahí nos hemos quedado y ahí continuamos en este episodio.

 

CARNAVAL Y PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN


 

ImagenANTECEDENTESCARNAVAL Y PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN

ANTECEDENTES

Carl Future llegó a nuestro tiempo presente desde un lejano y deteriorado futuro. Como todo héroe que se precie tuvo que elegir entre la espada y la pared, o lo que es lo mismo, entre una muerte segura y una muerte muy probable, casi segura. Rebelde contra todo lo establecido en aquel tiempo, que era mucho peor que todo lo establecido en este tiempo, fue considerado terrorista y su cabeza puesta a precio, un precio variable según la cotización en bolsa. Decidió robar una nave y lanzarse de bruces contra un agujero negro, pensando que o bien resultaba comprimido y nadie lograría nunca descomprimirlo o bien terminaría en algún lugar de la curvatura espacio-tiempo, con lo que se habría salvado y sus perseguidores no podrían perseguirle salvo que arriesgaran su pellejo, algo que pensó no harían nunca, puesto que ellos no tenían que elegir entre la espada y la pared.

Por suerte nuestro intrépido héroe aterrizó en nuestro presente espacio-temporal, donde llevó a cabo diversos trabajos como ingeniero informático, electrónico, industrial, aeroespacial y algunos trabajillos más. En su currículum consta que también estuvo como jefe de mantenimiento en el Hotel de los Disparates, en tiempos del director Sr. Pestolazzi. Fue allí donde conoció al profesor Cabezaprivilegiada.

Enterado de que sus perseguidores habían logrado encontrar el punto exacto de la curvatura espacio-temporal donde se encontraba Carl y lo estaban buscando con GPS, no perdió el tiempo preguntándose cómo lo habían encontrado y por qué razón se atrevieron a lanzarse de cabeza al agujero negro, se entrevistó de inmediato con el profesor Cabezaprivilegiada, le contó toda la historia y le pidió que le ayudara a construir un generador capaz de transportarlo en el espacio-tiempo, hacia algún lugar remoto donde nadie, ni siquiera sus perseguidores pudieran localizarlo. Tras una ardua negociación en la que el profesor le pidió ayuda para construir alguno de sus preciados juguetitos a cambio de la inapreciable ayuda que solicitaba, ambos se pusieron manos a la masa.

Por suerte o por desgracia el primer experimento fue fallido y ocurrió lo siguiente:

CONSECUENTES

No solo Carl Future sino también el propio profesor Cabezaprivilegiada y el millonario Slictik y su esposa Karen Lactic y hasta el monje Milarepa resultaron también “abducidos” por así decir y ambos-todos “aterrizaron” en una curvatura del espacio-tiempo muy especial, porque nadie tiene claro que el jardín del Edén o Paraíso terrenal esté situado en un espacio y en un tiempo determinados. Justo al entrar en la atmósfera sus ropas se volatilizaron. Digamos que la estampa sería la siguiente: Todos caminan desnudos, en pelota picada, como sus mamás los trajeron al mundo, hacia el gigantesco árbol de la ciencia del bien y del mal, bajo cuya copuda copa están nuestros primeros padres, Adán y Eva, desnudos y aburridos. Solo Milarepa, casto y célibe, ha colocado sus manos sobre sus partes pudendas y camina a saltitos. Al parecer otros han resultado también abducidos, aunque por “aterrizar” en otros puntos del jardín del Edén, desconocemos su número y nombre, aunque es seguro que también han terminado en pelota picada.

En la hora universal estándar faltan pocos días para los carnavales o carnestolendas y algunos más para la primavera. Lo que suceda allí, Jardín del Edén o Paraíso Terrenal, o como quieran llamarlo dependerá de nuestros primeros padres, de nuestros invitados, de los abducidos, de la serpiente, de la manzana, del ángel con la espada de fuego y de nuestro divertido creador, o sea Dios, padre el humor y el divertimento.

NOTA DEL NARRADOR O POSDATA A ESTA MISIVA ESPACIO-TEMPORAL

Celebrar la primavera en pelota picada no es complicado. Dicen las malas lenguas que ya Stravinsky imaginó su Consagración de la primavera en una ceremonia desatada y orgíastica, en la que faunos y ninfas, y nuestros ancestros, la celebraron de esta guisa, desnudos, pero les aseguro que celebrar un carnaval sin disfraces y en pelota picada no es sencillo, ni en Cadiz. No obstante barrunto que andando por medio Carl Future y nuestro ínclito profesor algo se les ocurrirá… seguro.

EN CAPÍTULOS ANTERIORES…Carl Future pide ayuda al profesor Cabezaprivilegiada para escapar de sus perseguidores que le han localizado en este tiempo. Ignora cómo han podido hacerlo y que al atravesar el agujero de gusano hayan caído precisamente sobre su cabeza, pero ha ocurrido y en esta situación de emergencia no duda en negociar con el profesor chiflado que le ayude a generar un nuevo agujero de gusano que le lleve lejos de los matones que el futuro ha enviado en su busca. A cambio el profesor le ha pedido unos cuantos artilugios y algún que otro secretillo para utilizar en sus inventos y regalos. Por desgracia se produjo algún fallo en el generador de agujeros de gusano porque no solo Carl Future se fue al futuro o al menos a otra dimensión sino que le acompañó el profesor chiflado y junto con él cayeron sobre una tierra extraña un grupito de personas muy variopinto, entre ellos el millonario Slictik, su esposa Karen Lactic, y un monje budista llamado Milarepa.

UN CARNAVAL UN TANTO ATÍPICO

Tan pronto tocó suelo Milarepa se preguntó qué había fallado, porque a su lado se lamentaba del golpe el profesor Cabezaprivilegiada. Antes de hacerse otras preguntas, todas muy urgentes, como dónde se encontraba y qué ocurriría ahora si necesitaba regresar o escapar a otro lugar, dado que el profesor estaba con él y sin el generador. Carl Future volvió la cabeza y miró al cielo, observando un extraño fenómeno que le llenó de pavor.

Sobre una colina grisácea, con algún que otro arbolillo y pedrusco, y en un cielo igualmente en blanco y negro, podía apreciarse un revoltijo de nubes que parecían seguir dando vueltas en círculo o espiral. Sin duda eran los últimos coletazos del agujero de gusano que les había exportado hasta allí. ¿Pero dónde estaban? Esa era la pregunta del millón.

Ayudó al profesor a levantarse y fue entonces cuando se llevó una sorpresa morrocotuda al observar que el egregio personaje se encontraba en pelota picada y le miraba con un horror inexpresable pero sí expresado. Future bajo la vista y pudo ver algo que podía contemplar habitualmente en la ducha pero no en público. La conclusión fue evidente, ambos dos estaban desnudos, en pelota picada, y se contemplaban con cara tal de sorpresa que era para hacerles una buena foto. Se pusieron en camino, bajando de la colina hasta un hermoso valle, florido y hermoso, repleto de amapolas, y allí descansaron y giraron en redondo buscando una dirección hacia la que encaminar sus pasos con algún sentido.

Fue entonces cuando contemplaron un espectáculo digno se ser contemplado: Una pareja desnuda se deslizaba entre hierbas y amapolas en dirección a un gran árbol, muy copudo, que ascendía hacia el cielo, como si deseara tocarlo. A su lado un joven desnudo brincaba con las manos sobre las partes pudendas, dando un espectáculo muy penoso. Decidieron seguirles y al cabo de un tiempo no muy prolongado estuvieron a vista de saltamontes del enigmático árbol.
La sorpresa no tuvo límites cuando escucharon unas risitas que parecían proceder de aquel árbol mágico. Tras de su orondo tronco salieron dos figuras desnudas que tal parecían nuestros primeros padres Eva y Adán o Adán y Eva, puesto que el mito de la costilla de Adán, de la que surgió Eva fue abolido como mito machista, lo mismo que el posterior mito en el que Adán salía de la costilla de Eva, un novedoso mito feminista y lo mismo que el mito gnóstico, según el cual Eva fue preñada por la serpiente y dio a luz a Adán, el cual intentó matar a la serpiente pero ésta se lo tragó, como a Jonás, y al salir de su vientre el hombre no recordaba nada e intentó seducir a Eva… y así está la historia en el jardín del Edén.Bajo el árbol del bien y del mal –porque para entonces todos los “invitados” ya sabían dónde se encontraban- se produjo una curiosa asamblea hippie, con desnudos y flores., Desnudos estaban ellos y las flores estaban bajo sus traseros. El millonario Slictik miraba el desnudo de Eva como si no fuera su madre sino una rubia de playboy (y aquí el narrador se hace una pregunta, ¿era Eva rubia o morena, de raza blanca o de otro color?) y Eva le miraba como si ya supiera cómo eran los hombres, pero preguntándose cuándo había tenido un hijo y por qué no recordaba la preñez y por qué le había salido tan deformado y tonto.

Adán miraba a Karen Lactic con el deseo con el que todos los hombres miran a las mujeres y especialmente si son atractivas. Y Carl Future miraba su muñeca donde aún permanecía la pulsera de control de agujeros de gusano que el profesor le había puesto con el fin de enfrentarse a cualquier posible imprevisto. Y el profesor miraba al cielo porque no se atrevía a mirar a su madre Eva, así desnuda, ni a Karen Lactic, ni se atrevía a mirar para abajo por temor a observar su órgano genésico y mingitorio a la vez. Y Milarepa estaba intentando entrar en meditación, pero no lo conseguía porque no soportaba su propia desnudez y menos la desnudez ajena. Todos somos imperfectos y quien no lo fuere que tire una cualidad al río e intente pescarla. Hasta el más santo, hasta el más místico, hasta el pedazo de pan con tumaca que era Milarepa tiene un defecto de carácter y al pobre le dio por no soportar la desnudez, ni la propia –se duchaba con su túnica- ni la ajena y menos la desnudez femenina y aún menos la desnudez femenina seductora y aún menos la desnudez de su madre original y seductora.

Tras las presentaciones y un poco de cháchara intrascendente, para que todo el mundo se repusiera del susto, a Carl Future casi se le saltan las lágrimas al ver la incomodidad de Milarepa. Se acercó a la oreja del profesor y ambos, poniéndose en pie, sin preocuparse ni mucho ni nada de su tubo mingitorio, pidieron permiso a nuestros primeros padres, como nietos o biznietos o tataranietos o ¡vaya usted a saber! que eran que les permitieran ausentarse un momento.Cuando regresó Carl, solo, Milarepa corría entre las amapolas, intentando que se le viera lo menos posible, y el millonario Slictik estaba invitando a la pareja formada por Adán y Eva a su club de millonarios en Marbella. Future le pidió a Milarepa que le acompañara tras unos matorrales y cuando salieron Milarepa portaba una máscara sobre el rostro y otra sobre sus partes pudendas. Según explicó Future a todos se habían encontrado con un tal Don Alcanfor, modisto y decorador, quien a requerimiento de ambos confeccionó un par de máscaras para Milarepa y ambos, profesor y don Alcanfor, se quedaron parloteando sobre cómo solucionar de una forma menos provisional la desnudez de Milarepa. Fue entonces cuando Cabezaprivilegiada recordó su reloj de pulsera multiusos, al estilo James Bond, y mirando la fecha observó complacido que estaban en pleno carnaval. Eso le dio una fantástica idea, si conseguía alambicar y luego mezclar los pigmentos necesarios y don Alcanfor lograba construir un pincel especial, podrían tatuar a Milarepa y a todo el que quisiera, puesto que si estaban en carnaval ni el jardín del Edén les impediría celebrarlo.

Continuará.

DESFILE DE CARNAVAL EN EL JARDÍN DEL EDÉNEste narrador no tiene palabras para describir el caos, el pandemonium, el alboroto, el desorden, el aquelarre que acabó por adueñarse del en otro tiempo (es un decir, porque al parecer en dicho jardín no existía el tiempo) idílico jardín donde nuestros primeros padres fueron situados para que se conocieran, se amaran y procrearan hijos, nietos, bisnietos y así generación tras generación durante siglos y milenios (es un decir de nuevo).

Este narrador no acaba de entender muy bien lo que al parecer se describe en la Biblia, concretamente en el Génesis, porque es imposible que nuestros primeros padres tuvieran hijos si no se habían apercibido aún de que estaban desnudos (se dice en la narración bíblica que lo supieron al comer de la manzana). Fueren cuales fueren los hechos acaecidos y las explicaciones hilvanadas a posteriori, creo que fue una pena que se comiera la manzana, bien por instigación de la serpiente o de la propia Eva o del machista Adán, que primero tiraba la manzana y luego escondía la mano, o bien como describiré en algún momento debido a al desfile carnavalesco que acostumbra a terminar mal –o bien, según se mire- porque con tanta máscara uno se olvida hasta de su personalidad y responsabilidad social. Y digo que fue una pena porque al parecer, sino se hubiera comido ahora no existiría el mal en el mundo, ni las guerras, ni el hambre, ni la violencia, ni … tantas cosas malas que prefiero no nombrarlas y toco madera… del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ahora mismo, sin que hubiera transcurrido el tiempo, todos podríamos estar, tan ricamente, en el jardín del Edén, desnudos y sin apercibirnos de ello, amándonos y dejando que los frutos del amor se nos subieran a las barbas patriarcales, extendiéndonos por el vasto territorio del jardín sin que ello produjera conflictos y guerras fraticidas por las fronteras y gritos de independencia y la confusión de lenguas que se produjo con la Torre de Babel… que esa es otra y prefiero no mentarla, como a la bicha.

Dicho lo cual procedo a narrar los eventos, tal como llegaron a mis sentidos y luego fueron procesados, atenuados, censurados por mi mente de narrador que quiere quedar bien con todo el mundo y mal con nadie. No se sabe muy bien cómo el resto de abducidos supo de la reunión junto al árbol de la ciencia del bien y del mal. No se sabe, pero se intuye que en aquel idílico jardín el árbol, enorme como una secoya y copetudo como un político en un mitin, necesariamente tendría que atraer a todo el que tuviera dos ojos y dos dedos de frente en un vasto radio de dos millones de kilómetros a la redonda, pongamos por caso. Así fue como fueron llegando más y más abducidos, que eran tantos como las arenas de la playa y las gotas en el mar, si bien fueron llegando poco a poco y eso permitió un poco de respiro a todo el mundo.

Se formó un comité carnavalesco, presidido por el profesor Cabezaprivilegiada y con Carl Future en la secretaría técnica y logística, y todos, uno tras de otro, el primero Milarepa, fueron pasando por las cabañas de ramas, cañas y hojas que todos contribuyeron a levantar. Allí se les tatuó la piel con dibujos surrealistas, diseñados por don Alcanfor, naturalistas, diseñados por el millonario Slictik, místicos y mandálicos, diseñados por Milarepa y en cada tatuaje, elegido por el cuerpo desnudo correspondiente, se mostró toda la imaginación malévola producto de la sacudiría del mal que la humanidad adquiriría con el tiempo. Tan solo Adán y Eva, Eva y Adán, para que la igualdad que algún día será alcanzada en el futuro de la especie humana asome ahora los pelos de su cabeza, no se tatuaron porque aún no eran consciente de su desnudez, aunque sí de la desnudez ajena, con lo que se cumplía el futuro proverbio de que antes ves la paja en ojo ajeno que la viga en el propio.

Milarepa pidió que se le taturan mandalas por todo el cuerpo, con el fin de que todo aquel, o aquella, que le mirara entrara en contemplación mística en lugar de abandonarse a los bajos instintos que nos tientan a todos cuando vemos cuerpos desnudos, incluso con barriga y arrugas, incluso con la fealdad que la erosión del tiempo siempre acaba deteriorando hasta las Venus más bellas. El millonario Slictik solicitó que se dibujaran sobre su piel escenas eróticas y que se alargara su miembro viril mediante un tatuaje reflectante. Y así fueron tatuándose todos, según sus preferencias e inhibiciones, que de todo hay en la viña del señor o en el jardín del Edén correspondiente.

El comité para los actos carnavalescos en el paraíso terrenal decidió que un carnaval sin música no era nada y un subcomité eligió los instrumentos musicales y a los artesanos que lo confeccionarían. De esta forma se formó una orquesta de flautas de pico, traveseras, de pan, ocarinas, quenas, flautas dulces, flautines, trompetas, trombones, etc etc, todos los ecéteras de madera. Se hicieron tambores, platillos, timbales, cajas, zambombas, baterías, castañuelas, etc, etc, todos los ecéteras de madera. Y así, poco a poco, día a día –días atemporales, por supuesto- se formó la orquesta, se formaron las comparsas, se destilaron vinos y licores (que no hacían daño porque aún no se había comido la manzana, pero sí embriagaban) y las fiestas de carnaval se iniciaron en el jardín del Edén con un millonario Slictik, completamente desmelenado que sacó a bailar a Eva mientras Adán sacaba a su vez a danzar a Karen Lactic y cada oveja se fue con su pareja y de esta forma al llegar la noche se hicieron antorchas (todas de madera) y comenzó el desfile al compás de la música, al ritmo de los tragos de licores variados y las comparsas desfilaron por la gran llanura y todos portaban máscaras y habían tatuado sus pieles y al frente del desfile iban nuestros primeros padres, desnudos y no tatuados, y después Milarepa, con las manos en la cabeza, porque ya preveía el mal que caería sobre toda la humanidad a través de la dichosa manzana, y luego el comité formado por el millonario, su encantadora esposa, el profesor, Carl Future y algunos más. Y luego la primera comparsa y luego la segunda y la tercera y así hasta…
Hasta que basta, que esto es muy cansado y necesito echarme un trago, de esos de antes del advenimiento del mal, cuando hasta las embriagueces no producían dolor de cabeza. Antes de caer la noche hizo su aparición el ocaso, que ya anunciaba a la primavera –atemporal, por supuesto- que asomaba su cabecita rubia, melenita de miel y vitalidad de joven que no conoce el otoño. Y de esta amable guisa se juntaron y ayuntaron el carnaval y la primavera. Pero de su progenie hablaremos otro día –atemporal, por supuesto-.

Continuará.


 

CARNAVAL EN PRIMAVERA EN EL JARDÍN DEL EDÉN

Cayó la noche sobre el jardín del Edén o Paraíso terrenal, que por ambos nombres sería conocido a lo largo de la dilatada historia del planeta o valle de lágrimas como lo llamaron algunos. El hecho de que fuera un paraíso no significa que tuviera que ser de día las veinticuatro horas, de hecho hay para quienes la noche es el paraíso y el día el infierno. Y el hecho de que en el paraíso no hubiera tiempo no significa que no fueran horas las que costaron al millonario seguir el desfile carnavalesco a lo largo de una oscuridad difusa y confusa, maldiciendo de sus pies desnudos que atrapaban todos los cardos que había en el jardín (hasta la más bella rosa tiene alguna espina, especialmente en la cintura).

Sonaba la música de las comparsas en la clara noche del jardín del Edén (antes habíamos dicho que era confusa, lo que no contradice lo anterior puesto que en el paraíso todo puede ser claro y confuso al mismo tiempo, o sea relativo o cuántico) y el gran desfile carnavalesco pasó el equinoccio nocturno y entró en primavera, como sin saberlo, por eso se la llamó “prima” “vera” o sea la primera verdad con que se topó el desfile, que serían muchas más y algunas tan malignas y terribles como el gusano en la manzana.

Fue una suerte porque los magullados pies del millonario Slictik se acolcharon en un suelo de flores primaverales y virginales y las amapolas refrescaban sus tobillos y pantorrillas y estas bellísimas y encarnadas flores podían ser vistas por todo aquel que tuviera ojos, porque al llegar al Edén, como contrapeso a estar desnudos, fueron dotados de infrarrojos en los ojos. Y todos al percibir el florecimiento primaveral bebieron como Dionisos y Dionisas el licor o ambrosía de elevado octanaje que el profesor Cabezaprivilegiada había fermentado a toda prisa en tinajas de madera, con las frutas arborícolas, y así alcanzaron la solera de un buen vino en un vino y se fue, porque el tiempo en el Edén es caprichoso y corre que se las pela cuando le interesa.

 

Y con tanto vino y licor las alegres gargantas se explayaron en cantos gregorianos y en contrapuntos y fugas y la alegría y la felicidad hincharon los pechos, especialmente los de las damas, y los ojos turbios por el alcohol de los caballeros se volvieron más turbios y libidinosos y por el camino se fueron quedando unos y otras, otras y unos, escondidos entre matorrales y sobre el suelo alfombrado de florecillas o “floreciglias” como dirían con el tiempo y mucha historia unos cómicos hispanos. Y el desfile carnavalesco perdió adeptos pero no así intensidad, puesto que los músicos tocaban que se les pelaban las manos y las damas bailaban desnudas (la piel muy tatuada, pero como era de noche no se les veía bien) y las damas desnudas daban de beber a los caballeros tatuados pero desnudos y todo el mundo estaba alegre y era feliz. Por eso al jardín donde estaban Adán y Eva, nuestros primeros padres, se le llamó el jardín del Edén, donde las damas dicen “ven” y los caballeros “voy “ y todo susurra en el aire, ven, ven, ven al jardín del Edén. Y se le llamó el Paraíso, porque todos por el camino iban diciendo a las parejas que retozaban entre flores y amapolas, para, para, que te piso. Con las contracciones lingüísticas que sufrió la lengua embarazada no es de extrañar que el “para que te piso” se transformara en paraíso, y era terrenal porque la tierra acogía a todo aquel que la besara y no le negaba su fruto, como ocurriría más tarde, cuando llegara el mal y todo el mundo tuviera que besar la tierra reseca y a cambio recibiera lágrimas en la frente.

 

Y nuestros primeros padres, Eva y Adán, Adán y Eva, estaban muy contentos de tener tanta progenie sin previo embarazo y de que el tiempo se hubiera comprimido con tanto tino que allí hubieran llegado abuelos y nietos y tataradescendientes sin haber pasado antes por su vientre. Pero como les pareció mal que tan inmensa muchedumbre carnavalesca retozara sin su permiso, sin haber retozado ellos antes, decidieron perderse el desfile y encontrarse tras tupidos matorrales, sobre el florecido césped y buscar en el pecado el deseado embarazo, pero como aún no habían comido la manzana y descubierto que estaban desnudos y que mirarse y tocarse era pecado, Eva no se embarazaba ni a la de tres, y eso que se tocaban mucho, pero como entonces tocarse no era pecado, no se producía el castigo del embarazo y el parto con dolor. Y así retozaron nuestros primeros padres toda la noche y así continuó el desfile carnavalesco y la primavera asomaba su rubia cabecita tras el dorado horizonte y la primera alborada de la primera primavera del mundo se fue haciendo presente ante los ojos cerrados de la mayoría y los últimos suspiros de los retozantes.

 

Continuará… si no castigan a este narrador por crónica tan blasfema.

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL

Nadie recuerda nada tras una noche de carnaval “comme il faut”, ni nuestros amigos, que se bebieron todo el alcohol destilado por el profesor Cabezaprivilegiada, ni este narrador que se animó a celebrar el carnaval por su cuenta, entre párrafo y párrafo, bebiendo todo lo que quedaba en mi bar casero. Me disculparán ustedes si aligero un poco la narración y procuro estar sobrio, aunque con la inevitable resaca pos-carnaval.

Aquella tarde todos se levantaron con resaca en el Jardín del Edén (que será edénico pero no tonto, el que la hace la paga) y donde pudieron y como pudieron. Podría decir que se organizó una buena orgía carnavalesca, pero no sería muy cierto, dado que el alcohol no es precisamente un afrodisíaco y aunque lo fuera o fuese lo cierto es que si no te acuerdas de lo que hiciste aquella noche y con quién, es como si no hubieras hecho nada.

Nuestros primeros padres, que habían pillado la primera borrachera de su vida, antes de que su descendiente Noé probara la uva pisada y fermentada, y que sabían muy bien lo generoso que podía ser aquel jardín, se acercaron a un árbol cualquiera y pidieron una fruta jugosa y medicinal. La fruta cayó del árbol y ellos se la comieron y se sintieron mucho mejor. Los resacosos huéspedes del jardín hicieron tres cuartos de lo mismo y se sintieron mejor, pero la desgracia siempre tiene nombre, venga sola o acompañada, y en este caso su nombre es Slictik, concretamente millonario Slictik. Su esposa Karen Lactic le ofreció una manzana del árbol del que habían comido ya todos, pero este buen hombre, sea porque se sentía celoso de las miradas de Adán a su costilla o sea porque siempre tenía que llevar la contraria en todo a Karen, lo cierto es que dijo que él de aquella manzana no comía. Se puso las manos sobre los ojos, como anteojeras de burro, y mirando al gran árbol copudo que elevaba sus ramas y su grácil tronco en medio de la llanura o sabana, comenzó a dar grandes voces diciendo que él solo comería manzanas de aquel árbol.

Adán intentó convencerle de que no fuera tan cerril y comiera de cualquier otro puesto que el creador les había advertido, y bien advertido, que nunca comieran de aquel árbol o sufrirían las consecuencias. Incluso Eva se acercó, cariñosa, y comenzó a hablarle con seductora voz y a prodigarle todo tipo de caricias, algunas muy íntimas. Tal vez en otro momento el millonario Slictik se hubiera olvidado de Karen y de Adán y de dónde y como pasaron o no pasaron la noche y lo que hicieron o deshicieron, contemplando a aquella espléndida rubia (la primera de la humanidad, y sí Eva era rubia digan lo que digan algunos historiadores) que estaba tan desnuda y maciza como el creador la había traído al mundo. Pero el millonario Slictik era muy suyo, muy cerril y muy cabezón, y decidió que no se olvidaría de la presunta infidelidad de Karen con Adán recreándose él con Eva y que si decía que iba a comer la manzana de aquel árbol, se la comería, así llegara el Apocalipsis y el cielo cayera sobre su cabeza.

Foto abducida a Patxii porque me pareció espléndida para representar la primevera que se nos va, y todo por culpa del millonario Slictik, a él es a quien hay que pedir cuentas.

Fueron inútiles las súplicas de nuestros primeros padres y las de Karen, deshecha en lágrimas, y las de todos los desfilantes carnavalescos, muchos y variados, Slictik se mantuvo erre que erre y se lanzó a toda carrera hacia aquel árbol copudo. Los demás le siguieron, curiosos los que nada sabían y cariacontecidos los que sí sabían (Adán y Eva) y hasta Milarepa se barruntaba algo porque decidió sentarse en postura del loto y levitar hasta el árbol, donde llegó antes que Slictik y los demás.

Tan pronto el cabezón millonario estuvo bajo sus ramas suplicó una manzana jugosa. Entonces una sibilina serpiente se manifestó (había permanecido camuflada todo el tiempo) y le ofreció una manzana al buen hombre. No se sabe muy bien si fue un descuido de la serpiente, que dejó que Slictik viera su cara demoniaca, de demonio macho sin ir más lejos, o bien que la imaginación celosa del hombre le representó a la serpiente como una serpiente macho y no hembra, el caso es que se negó a comer la manzana, al menos el primero. Su esposa Karen se acercó y con paciencia infinita decidió comérsela ella primero, al menos dar un mordisco, para que Slictik comprobara que no estaba envenenada. Pero fue Eva la que se adelantó a todos, y como madre universal que era, generosa hasta las caderas y dispuesta a sufrir cualquier castigo que mereciera la humanidad, tomó la manzana de la boca de la serpiente y se dispuso a llevársela a la boca.

Antes miró a todo el mundo, consciente de que la historia de la humanidad se bifurcaba en aquel momento y lo que pudo haber sido una historia de miel sobre hojuelas se convertiría en la demoniaca caza del hombre por el hombre. Miró especialmente a Milarepa, que levitaba frente a ella, con los ojos muy abiertos, dudando si impedir la desgracia kármica o dejar que el karma actuara con todas sus consecuencias. Podía haber meditado con los ojos abiertos y tal vez hubiera hecho dudar a Eva, pero como no pudiera resistir la visión de sus encantos y la desnudez de sus formas, cerró los ojos y entró en meditación profunda. Eva se encontró sola frente al mundo y decidió comer la manzana y sufrir la maldición correspondiente. Y así nos encontramos con la paradoja de que por evitar un pecado y resistir a la tentación, concretamente de lujuria (el bueno de Milarepa), Eva comió la manzana y le pareció muy sabrosa y dio de comer a su esposo Adán, que comió el segundo y luego el millonario Slictik se la arrebató, pensando que podría partir la manzana en acciones y venderlas en bolsa, y también comió un poco para probarla y se la ofreció a Karen y así fueron comiendo todos.

Y he aquí que se escuchó una gran voz y el cielo se nubló y se hizo de noche en pleno día y la primavera se agostó y el verano tórrido quemó las flores y los frutos y toda la tierra se volvió yerma y el jardín se convirtió en erial y… Pero me disculparán que deje el final para un próximo capítulo, con tanto hablar del calor ¡me han entrado unas ganas de echarme la siesta!

Foto de Espartano, que he pillado sin permiso. Espero que le guste este robo de guante blanco y me perdone.

 

CRAZYWORLD III


Nueva imagen de mapa de bits

CRAZYWORLD III

UNA CLÍNICA DE LOCOS

Peleaba con un extraño monstruo que pretendía clavarme los colmillos en el cuello. ¡Menos mal que me desperté!  Me encontraba en una amplia habitación, muy lujosa, muy bien decorada, vamos, como si no fuera un hospital.  La luz del día penetraba por las rendijas de la persiana. Me toqué la cara. Estaba vendada. Me toqué las piernas. Supe que no me las habían cortado. Pasé mi mano por la bragueta del pijama… todo seguía en su sitio.

De pronto la puerta se abrió y entró una enfermera. Era distinta a la de la noche. No estaba nada mal, cierto, pero mi enfermera de noche estaba mucho mejor. Aquella era guapa pero la otra estaba como mi deportivo antes de transformarse en un acordeón.

Con la lucidez de la mañana deduje que o bien el coche era de mi propiedad, con lo que podía dar por seguro que era un ricachón o bien lo había robado y en ese caso era un ladrón nada, nada tonto. Prefería la primera alternativa. Aunque continuaba sin poder recordar ni siquiera mi nombre.

-Me llamo Alice. Y seré su enfermera de mañanas. ¿Cómo se encuentra?

-Creo que bien.

-¿Solo lo cree?

-Bueno, ahora que está usted aquí, estoy bastante seguro.

-Jaja. Esa es buena señal. Llamaré a Dolores para que le traiga el desayuno. ¿Tiene apetito?

-¡Ya lo creo! Debo haberme pasado veinticuatro horas sin probar bocado.

-No se preocupe. Aquí alimentamos bien a nuestros pacientes.

Y salió del cuarto. No sin antes dirigirme una sonrisa, realmente seductora.