DIARIO DE UN GIGOLÓ VII


 

DIARIO DE UN GIGOLÓ (VERSIÓN SONYMAGE)

EL PUB DE PACO/ CONTINUACIÓN

Nadie se atrevió. Como llegaría a saber con el tiempo, Paco tenía fama de calar a la primera al personal y nunca apostaba si el otro le iba a salir respondón o le complicaba la vida. No tuve tiempo para fijarme en la señorita Julia, supe que se había ido cuando un compañero se acercó para decirme que me encargara yo de poner la música porque a Antoñito, el supuesto “pincha” porque allí servían todos, se lo había llevado “la pianista” como al parecer la llamaban por allí.

No quise saber más, me sentí bastante dolido de la actitud de aquella mujer que primero me lisonjeaba y seducía y luego se iba con otro, como si yo le importara un comino. Mi veta rencorosa me hizo maldecir en voz baja y me juré que aquella pianista promiscua y beatona me las iba a pagar todas juntas. Eché un vistazo a los discos de vinilo que se apretujaban unos contra otros, sin orden ni concierto, en una caja de cartón y elegí la música que me pareció menos mala.

Al cabo de un rato Paco se acercó y me felicitó.

-Parece que les gusta tu música. Desde mañana te encargarás de pincharla. Puedes traer la que tengas en casa, te recompensaré de alguna manera y si alguno de tus discos se pierde o se rompe te daré para que compres uno nuevo. Y toma, esto es para que compres alguno de tu gusto.

Y me soltó dos o tres billetes verdes.

 

-Y no te hagas mala sangre por la elección de la señorita Julia para calentarle la cama esta noche, es una mujer muy rarita, hay que saber llevarla. Se hace de esperar pero cuando te echa el ojo no decepciona.

Paco no había estudiado psicología pero tenía un excelente ojo. Me había calado sin necesidad de hacer preguntas. Decidí poner un poco de rock porque la parroquia parecía un poco soñolienta y aún no era hora de cerrar. Que yo supiera no llevábamos comisión por las copas, pero no me apetecía esconderme tras la barra y echar una cabezadita, no esta noche al menos, quería documentarme todo lo posible sobre lo que me iba a esperar en aquel barco en el que acababa de ser contratado como marinero. Al cabo de unos minutos me sobresaltó el ruido de mesas y sillas arrastrándose. Al fondo del local unos jóvenes apartaban sillas y mesas para hacer una pequeña pista de baile, Se pusieron a bailara con gran entusiasmo. Paco se acercó de nuevo frotándose las manos.

-Estoy pensando en poner una pequeña pista de baila. ¿Qué te parece la idea?

-No me parece mal, aunque la juventud no suele tener mucho dinero y sería negativo para el negocio que se asustaran los que sí lo tienen, como la señorita Julia, por ejemplo. Habría que buscar una fórmula, hacer un tabique o reservados. Ignoro de qué espacio se podría disponer.

-Creo que me vas a traer suerte, no sé por qué, pero lo huelo. Lo consultaré con la almohada.

-También deberías consultarlo con un arquitecto, ellos saben de estas cosas.

-“Equiliqua”. Tienes buena cabeza, chico.

 

Y se alejó tarareando al tiempo que movía los pies con cierta gracia. ¿Le gustaría el rock a aquel “carroza”? Decidí probar de registro y cambié la música, a ver qué tal resultaban las baladas. Como suele ocurrir en estos casos bailan las parejas ya formadas y el resto se queda a dos velas, son pocos los que se lanzan a buscar pareja y no la consiguen. Una chica agraciada se acercó a la barra.

-¿Te gustaría bailar conmigo?

-Como gustar sí que me gustaría, pero no sé si el patrón querrá darme permiso.

-Yo se lo pido.

Y allá que se fue, atrevida. Regresó muy contenta.

-El patrón ha dicho que eso es cosa tuya, ji,jí.

Su risita era un poco desagradable, parecía una de esas chicas pijas, de familia adinerada que parecen haberse olvidado de la finalidad del lenguaje y haberse convencido desde la cuna que el dinero de papá lo puede todo. Miré a Paco que se encogió de hombros. Bueno, pensé, mejor bailar que dormitar, y si la chica me quiere llevar a la cama no diré que no, al fin y al cabo esta noche ya está totalmente perdida para mí.

El otro camarero me miró con cara de sentirse ninguneado y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo se acercó a otra chica y tras una breve conversación comenzaron a bailar muy cerca de nosotros. Eso acabó de animar al personal que se buscó la vida para bailar, aunque fuera con la fregona que uno sacó del almacén. Se produjeron risas y el ambiente se animó. Paco se puso tras la barra, se sirvió un cubalibre y nos observó sonriente y frotándose las manos, aquel gesto parecía ser una manía compulsiva e incontrolable cuando se entusiasmaba demasiado o se le tensaban los nervios.

La chica se frotaba contra mí con la tranquila decisión de la ola que sabe que antes o después acabará conquistando la playa. Me preguntó el nombre y fue enlazando pregunta tras pregunta hasta que comprendió que nos veíamos obligados a levantar mucho la voz. Estábamos llamando la atención y eso la desanimó. Se apretó aún más y dejó que yo la acariciara con suavidad las nalgas sobre su vestido de boutique cara. Todo iba muy bien hasta que la mala suerte quiso que uno de los discos que había apilado en el soporte, para que fueran cayendo uno a uno sobre el plato, estuviera rayado. Tuve que soltar a mi “partenaire” y salir pitando, entre las risas, silbidos y la bronca del populacho. Me costó un tiempo probar a ver si aquella rayadura se debía a la suciedad del disco o era ya una cicatriz irremediable, repasé los dos discos que aún quedaban por caer y busqué alguna balada más con la intención de prolongar el “tete a tete” con aquella chica cuyo físico no me disgustaba aunque me repateaba un poco aquella risita tonta y aquella forma de hablar tan engolada, como si fuera la reina del baile. Cuando me disponía a regresar a la improvisada pista de baile observé que el grupo de jóvenes había desaparecido dejando las mesas sin colocar. Miré a Paco quien se encogió de hombros.

 

-La juventud es así, tarambana hasta para mear. Coloca las mesas y vamos cerrando, que esto parece que no va a dar más de sí por esta noche.

Aquella fue mi primera noche en el pub de Paco. Antes de cerrar éste me recordó que fuera por la mañana, antes de la una, a la dirección que me había dado. Allí me arreglarían el uniforme que llevaba y me harían un par de ellos.

-Eso corre por mi cuenta, pero con la condición de que no vuelvas a acercarte a Bea. Fui su padrino y para mí es como una sobrina, qué digo, como una hija. Como se te ocurra desgraciarla da por hecho que te buscaré y te rajaré allí donde te encuentre.

Pensé que no era para tanto y así se lo hizo saber. Paco se enfadó mucho y a punto estuvo de arrearme un bofetón. La cosa iba en serio, mejor saberlo antes que después. Me escabullí sin despedirme y en cuanto llegué al piso me tumbé sobre la cama tal como estaba.

BEA

A la mañana siguiente, en cuanto me desperté, decidí acercarme hasta el taller de costura. Era un pequeño local por la zona de Sol en el que trabajaban tres o cuatro mujeres, al menos que yo pudiera ver desde el escaparate. Paco me había dicho que era manchego, no sé de qué pueblo, y que en el taller todas las costureras eran del pueblo.


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