UN ESCRITOR FRUSTRADO XXII


“Se le veía con mucha frecuencia patrullando por el monte, con su escopeta al hombro, de la que no se despegaba ni para mear. Seguramente sentiría miedo de que alguien le desbaratara algún animal, como así fue. Lo hicieron de noche, aprovechando que Sisebuto se dejara rendir por el sueño o que tal vez regresara a la casa para acostarse con Julita. Nadie podía comprender cómo aquel hombre era capaz de arar la tierra, sembrar, cuidar del ganado, incluso de noche, y seguir teniendo tiempo para contentar a Julita, de la que todo el mundo pensaba era muy exigente en la cama. Lo cierto es que se le veía en todas partes, como si fuera el mismo Dios.

“Se formó un corrillo de espías que se turnaban para vigilar a Sisebuto, día y noche, de modo que nada de lo que hiciera o dejara de hacer pasara desapercibido. Así se supo que no dejaba noche de regresar al molino, incluso a las horas más intempestivas. Allí permanecía un tiempo más que prudencial para quien se está acostando con una mujer y se le veía salir, como con prisa en regresar al monte. Incluso de día a veces dejaba de hacer lo que estuviera haciendo, y a toda prisa, como si le llevara el alma el diablo, regresaba al molino y allí permanecía algunas horas. Los espías se reían de estas prisas. “Allá va Sisebuto a echarle un buen polvo a Julita. Tendrá que quitarse los pantalones por el camino para no perder el tiempo, porque como se descuide alguien le hará alguna putada”. “No sé cómo se le puede levantar, con el ajetreo que lleva”. Decían otros. “Y no ha adelgazado ni un kilo, a pesar de los polvos que le lleva echados a Julita. ¿Cuántos calculas tú que le habrá echado, Gervasio”. Estos y otros comentarios corrían de acá para allá, como la pólvora. Yo misma fui testigo presencial de algunos de ellos.

“Nadie sabe a ciencia cierta si Sisebuto le echó muchos y buenos polvos a Julita o no, lo cierto es que los dos parecían muy enamorados. Julita incluso le llevaba la comida al campo, cuando podía. Como todo el mundo, le llevaba el típico cocido montañés en la típica cacerola con asa, y su bota de vino.

“Ni siquiera Sisebuto hubiera podido aguantar más allá de unos pocos meses con semejante ajetreo. Julita debía saberlo mejor que nadie, puesto que al ajetreo que veían todos se unía el que Sisebuto tenía con ella, del que todo el mundo se hacía lenguas, aunque nadie estuvo allí para saberlo con certeza. Por eso, y debió de ser porque Julita se lo pediría, incluso de rodillas, acabaron por contratar a unos cuantos zagales, como pastores. Recorrieron la comarca, de un lado a otro, pero nadie quería servirles. Era un gran riesgo estar en el monte, junto al ganado, y de noche, por muy bien que pagaran. Al final lograron contratar a tres o cuatro muchachos, más valerosos que el resto o tal vez más necesitados. Y así pudo Sisebuto dormir en el molino la mayor parte de las noches, no todas, porque le gustaba salir a supervisar cómo estaba el ganado, a las horas más intempestivas. Siempre con su escopeta al hombro y tal vez deseoso de encontrarse con alguien del pueblo cerca de una vaca. Ni siquiera daría aviso. Pum-pum. Se lo cargaría sin más.

“Julita sin duda le agradecería como solo ella sabía hacerlo que ahora permaneciera con ella la mayor parte de las noches. Fue una temporada tranquila. Pero no era sino el silencio que precede a las grandes tormentas. Porque una noche Sisebuto apareció por el pueblo, desierto debido a lo tardío de la hora, y disparando su escopeta en la plaza, despertó a todo el mundo y a grandes voces les hizo saber que algún cabrón le había matado una vaca y les amenazó con ir de casa en casa, descerrajando tiros, a diestro y siniestro, como otro animal volviera a morir en el monte de muerte no natural.

“Nadie se atrevió a salir de su casa, pero todos le oyeron. Hubo denuncia en el cuartel de la guardia civil. Al comandante se le vio por el molino, pero nadie supo lo que hablara con Sisebuto o Julita, lo cierto es que en eso quedó todo.

-¿Qué imaginas?

-No fue por dinero. A Julita le iban bien las cosas. Había conseguido ahorrar mucho dinero durante su etapa de vedette. O al menos era lo que se decía. Al parecer tenía también una compañía de teatro en Madrid. Su nombre aparecía en los carteles. Los que los vieron decían que ella aparecía allí como la dueña de todo. Además aunque hubiera necesitado dinero Sisebuto no tenía dónde caerse muerto. Y nadie en su sano juicio hubiera imaginado que su padre se echaría atrás de su amenaza de desheredar a su hijo. No se casó por amor. De eso estoy segura.

-¿Entonces?

Hortensia le dio a Córcoles un fuerte cachete en el muslo y éste saltó del sofá, sobresaltado. La mujer se burló de él.

-Como vuelta a repetir otra vez esa palabra le dejo. Soy capaz de volver a casa aún con esta nevada y los malditos lobos. Usted no me conoce, señorito.

-Perdona Hortensia. No volveré a hacerlo.

Y para calmar a la mujer, transformada en un peligroso basilisco, Córcoles volvió a acariciar sus muslos. Eso la tranquilizó un poco, o al menos recibió muy bien la nueva actitud del señorito, atento a su boca y buscando su placer en la suavidad de sus caricias.

-En la vida hay misterios, señorito. Por si no lo sabía. Nadie conoce todo, excepto Dios. ¿Por qué se casó Julita con Sisebuto?  

Considérelo un misterio como el de la santísima Trinidad. Lo cierto es que se casaron y eso es lo que importa. En Villa de Alba, porque en el pueblo no se atrevieron. Seguramente sería Julita quien convenciera a Sisebuto, porque éste era tan bruto que se hubiera casado en la iglesia del pueblo, con la escopeta al hombro, y habría terminado matando a unos cuantos.

“Se casaron en Villar, por la iglesia. Julita fue de blanco, algo que las comadres del pueblo nunca la perdonarían. Aunque hubieran sido capaces de perdonarle el resto, que nunca lo hicieron. Alguna hubo que incluso fue a hablar con el cura de la parroquia de Villar. Aprovechando las amonestaciones quiso convencer al párroco de que Julita era una puta y que nadie en su sano juicio la dejaría casarse por la iglesia. El cura la echó con cajas destempladas, creo que más bien porque era imposible probar que Julita fuera una puta, no existían pruebas, y también ayudó el que ella hubiera hecho una cuantiosa donación a la parroquia.

“¿Puede creer usted, señorito, que hasta se atrevieron a ir a la boda? Como se lo cuento. Algunas comadres se colaron en la boda y hasta en el banquete. Eran tantos los invitados que pasarían desapercibidas.

“Vinieron sus compañeras de la revista, cuando era vedette. Eran unas cuantas y estaban de toma pan y moja. Al menos eso comentó algún mozo del pueblo las vio salir de la iglesia. Al banquete no pudieron entrar porque Julita dio orden a los matones que había contratado de no dejar pasar a ningún hombre sospechoso sin consultar con ella. En cambio parece que hizo la vista gorda con alguna comadre. Seguramente quería que alguien contara la fastuosidad de aquel banquete que pasaría a la historia de esta comarca. Julita era así, una mujer de mucho carácter, de armas tomar.

“Lo que más se comentó fue que el chofer, ahora abogado, fuera el padrino de boda. ¿Cómo podía consentir el bruto de Sisebuto que el amante de su mujer la acompañara al altar? ¿Tan bajo había caído? Eso se dijo con cierta lástima mal intencionada, como deseando que al salir de la iglesia fuera a por la escopeta y le pegara un tiro al chofer.

“Ni los padres ni ningún otro familiar de Julita fue a la boda. A pesar de haber sido invitados, como no se cansaron de repetir a uno y otro, para congraciarse con el pueblo. Tal vez por eso eligiera a Julián, aunque se dijo que Julita tenía muchos amigos y muy guapos. Cualquiera de ellos hubiera sido un estupendo padrino. Por lo visto había hecho muchas “cognoscencias” en Madrid. Hasta hubo muchos que fueron de chaqué o de frac, como los pingüinos.

“Hubo muchos invitados y todos se lo pasaron en grande, al parecer. Se hicieron muchas fotos y alguna saldría luego en los papeles. Aunque la más conocida y que pasaría a la historia fue la que se hicieron los recién casados delante de la casa del molino. A la manera tradicional, Sisebuto de pie, con su traje de pana y su boina. A su lado Julita, sentada en una silla de enea, con el velo que llevó en la ceremonia y un vestido más discreto y tradicional. Se dice que esa foto aún puede verse en el molino, aunque ducho mucho que nadie haya pasado por allí en años.

-¿Por qué?

-¿Aún no ha oído nada de la mujer fantasma, señorito?

-Pues no.

-Ya se lo contaré. Como le decía la boda fue un acontecimiento. Se fueron de luna de miel. Nadie sabe dónde. Al cabo de un mes regresaron y se instalaron en el molino. Todo el mundo esperaba poder ver a Julita con bombo. Una imaginación muy morbosa, como dice usted. Pero no se les arregló. Siguió conservando su tipo de moza garrida durante meses, sin que se le notara para nada que fuera a engordar. ¿Había echado a Sisebuto del lecho y por eso no estaba preñada? ¿Se estaría vengando? Eso se comentó entre otras muchas cosas.

“Sisebuto se entrevistó con su padre para que le rentara alguna tierra. Por lo visto quería dedicarse a la labranza y cuidar del ganado aunque Julita debía tener bastante dinero para mantenerles durante el tiempo que necesitaran. Su padre no quiso saber nada, a pesar de que el precio ofrecido era muy alto. Nadie en el pueblo quiso tampoco arrendar ni una mísera tierruca. Al final y tras mucho andar de acá para allá consiguió alguna finca en los pueblos cercanos, donde compró también algunas vacas, ovejas y cabras y un par de caballos. Eso lo hizo con el dinero de Julita, seguro.

“Se le veía con mucha frecuencia patrullando por el monte, con su escopeta al hombro, de la que no se despegaba ni para mear. Seguramente sentiría miedo de que alguien le desbaratara algún animal, como así fue. Lo hicieron de noche, aprovechando que Sisebuto se dejara rendir por el sueño o que tal vez regresara a la casa para acostarse con Julita. Nadie podía comprender cómo aquel hombre era capaz de arar la tierra, sembrar, cuidar del ganado, incluso de noche, y seguir teniendo tiempo para contentar a Julita, de la que todo el mundo pensaba era muy exigente en la cama. Lo cierto es que se le veía en todas partes, como si fuera el mismo Dios.

“Se formó un corrillo de espías que se turnaban para vigilar a Sisebuto, día y noche, de modo que nada de lo que hiciera o dejara de hacer pasara desapercibido. Así se supo que no dejaba noche de regresar al molino, incluso a las horas más intempestivas. Allí permanecía un tiempo más que prudencial para quien se está acostando con una mujer y se le veía salir, como con prisa en regresar al monte. Incluso de día a veces dejaba de hacer lo que estuviera haciendo, y a toda prisa, como si le llevara el alma el diablo, regresaba al molino y allí permanecía algunas horas. Los espías se reían de estas prisas. “Allá va Sisebuto a echarle un buen polvo a Julita. Tendrá que quitarse los pantalones por el camino para no perder el tiempo, porque como se descuide alguien le hará alguna putada”. “No sé cómo se le puede levantar, con el ajetreo que lleva”. Decían otros. “Y no ha adelgazado ni un kilo, a pesar de los polvos que le lleva echados a Julita. ¿Cuántos calculas tú que le habrá echado, Gervasio”. Estos y otros comentarios corrían de acá para allá, como la pólvora. Yo misma fui testigo presencial de algunos de ellos.“Nadie sabe a ciencia cierta si Sisebuto le echó muchos y buenos polvos a Julita o no, lo cierto es que los dos parecían muy enamorados. Julita incluso le llevaba la comida al campo, cuando podía. Como todo el mundo, le llevaba el típico cocido montañés en la típica cacerola con asa, y su bota de vino.

“Ni siquiera Sisebuto hubiera podido aguantar más allá de unos pocos meses con semejante ajetreo. Julita debía saberlo mejor que nadie, puesto que al ajetreo que veían todos se unía el que Sisebuto tenía con ella, del que todo el mundo se hacía lenguas, aunque nadie estuvo allí para saberlo con certeza. Por eso, y debió de ser porque Julita se lo pediría, incluso de rodillas, acabaron por contratar a unos cuantos zagales, como pastores. Recorrieron la comarca, de un lado a otro, pero nadie quería servirles. Era un gran riesgo estar en el monte, junto al ganado, y de noche, por muy bien que pagaran. Al final lograron contratar a tres o cuatro muchachos, más valerosos que el resto o tal vez más necesitados. Y así pudo Sisebuto dormir en el molino la mayor parte de las noches, no todas, porque le gustaba salir a supervisar cómo estaba el ganado, a las horas más intempestivas. Siempre con su escopeta al hombro y tal vez deseoso de encontrarse con alguien del pueblo cerca de una vaca. Ni siquiera daría aviso. Pum-pum. Se lo cargaría sin más.

“Julita sin duda le agradecería como solo ella sabía hacerlo que ahora permaneciera con ella la mayor parte de las noches. Fue una temporada tranquila. Pero no era sino el silencio que precede a las grandes tormentas. Porque una noche Sisebuto apareció por el pueblo, desierto debido a lo tardío de la hora, y disparando su escopeta en la plaza, despertó a todo el mundo y a grandes voces les hizo saber que algún cabrón le había matado una vaca y les amenazó con ir de casa en casa, descerrajando tiros, a diestro y siniestro, como otro animal volviera a morir en el monte de muerte no natural.

“Nadie se atrevió a salir de su casa, pero todos le oyeron. Hubo denuncia en el cuartel de la guardia civil. Al comandante se le vio por el molino, pero nadie supo lo que hablara con Sisebuto o Julita, lo cierto es que en eso quedó todo.

“El tiempo transcurrió apaciblemente. Julita y Sisebuto parecían felices. Ella viajaba a Madrid de vez en cuando, en el pueblo imaginaban que para cuidar de sus negocios, aunque las malas lenguas de siempre apuntaron a que también iba a verse con el antiguo chofer, ahora abogado, y siempre su amante.

“De pronto comenzaron a asomar nubarrones por el horizonte. Al parecer alguien los había visto de morros. Algo tan natural en un matrimonio como que las nubes negras descarguen un poco de agua y algún rayo que otro con sus correspondientes truenos. Pero nunca llovió que no escampara ni bronca matrimonial que no acabe por olvidarse. Yo nunca he dejado de discutir con mi Pacorro y no por eso lo he matado…aún. Como siempre creo que se hizo una bola de nieve de un solo copo.  

Aunque como dicen “ cuando el río suena, agua lleva”. Algo debió de haber pasado y algo gordo para que aquella luna de miel se convirtiera en luna de hiel.

 “Julita intentaba llevar una vida bastante normal, dentro de lo posible. Sabía que la convivencia con los vecinos del pueblo sería imposible por mucho que ella pusiera de su parte. Usted señorito, que es hombre de capital, no puede saber cómo son las cosas en un pueblo, ni cómo nos las gastamos por aquí. Cuando todo el mundo se pone en contra de alguien, con razón o sin ella, la vida se convierte en un infierno para el que tiene que sufrirlo. Todos te miran mal, cuando te miran. Todos cuchichean a tu paso. Todos buscan la forma de hacerte la vida imposible para que te vayas del pueblo. Yo no conozco tanto mundo como usted, señorito, pero juraría que éste es uno de los peores pueblos de toda España y hasta diría que del mundo. Toda la comarca es así, llena de hombres cerriles, con la cabeza más dura que una piedra y brutos como arados, nada bueno se puede hacer con ellos, salvo hacerles picadillo y echárselo a los cerdos. Cuando algo se les pone entre ceja y ceja o se les mete en la mollera por algún orificio, yo diría que el del culo, no hay nada que hacer.

 “Las mujeres son cotillas como ellas solas y bichos malos, auténticas serpientes venenosas, verdaderos demonios. Y lo peor de todo es que nunca sabes qué hacer para que no la tomen contigo. Ni siquiera dándoles la razón y besándolas el culo estás segura de no acabar cayendo en sus garras. Por eso le aconsejo, señorito, que sea discreto. Si se mete en algún lío de faldas lo que mejor es que no lo sepa nadie y procure dejar contenta a la moza, para que no se vaya de la lengua ni le busque la ruina

 -¿Por qué iba a meterme yo en líos, Hortensia?

 -¡Tendrá cara el señorito! ¡Como si aquí no supiéramos de su fama de mujeriego! Este pueblo será el culo del mundo, no lo niego, y no tenemos mucho tiempo para ver la caja tonta, pero todo el mundo la acaba viendo, más o menos tiempo. También se oye la radio y los minutos de cotilleo más que el resto. Y en casa de Pilaruca, que peina un poco, para salir del paso, siempre hay revistas atrasadas, de esas tan conocidas que hablan de los líos de faldas de los ricos y que nunca hablan de las pobres, salvo que se hayan encamado con ricos o famosos. Raro sería que alguien no le haya conocido ya, y a estas horas todo el mundo sabrá que el señorito es aquel que salía por la tele y decía cosas tan graciosas y le tiraba los tejos a toda falda que anduviera por allí cerca, incluso las maquilladoras y alguna que sabía manejar una cámara. ¿No se acuerda señorito cuando otro cámara, celoso, le pilló morreando a aquella mocita con cara de ángel durante los anuncios y luego el director del programa quiso que esa imagen saliera a la luz pública y todos se rieron con ganas y se burlaron de usted?

 -Creo que algo de eso hubo, pero no fue para tanto, Hortensia. Todo lo exageras. Mi etapa como tertuliano en los programas del corazón fue hace años y desde entonces he vivido en el anonimato.

 -Já. Por aquí han seguido llegando las revistas del corazón y muchas mozas del pueblo tienen recortadas sus fotos metiendo mano a bellas damiselas. ¿Cómo se las arreglaba usted para que los fotógrafos le pillaran siempre con la mano donde no debía?

 -No recuerdo que me dedicaran ni una sola portada.

 -Aquí las comadres leemos hasta la última coma, especialmente los pies de las fotos, aunque estén escondidas entre anuncios. Que si fulanita es una guarra, que enseña las bragas, cuando las lleva, pocas veces. Que aquella viste como un adefesio. Que la otra está en la ruina y se dejó comprar por un empresario. ¿Qué le habrá visto ese tío bueno, ese tábano, a esa, que es más fea que un cardo borriquero? ¡Hágame caso! No se deje ver demasiado y en cuanto a los líos de faldas, mejor dentro, entre cuatro paredes, y con las ventanas cerradas, para que nadie pueda verlos.

 -No se te escapa una, Hortensia. Procuraré no armas escándalo, aunque las mozas de esta comarca están más buenas que el pan y no sé si podré controlarme. Por cierto Horti, ¿qué comen las mozas por aquí para estar tan buenas?

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.