POEMAS DEL SALVAJE OESTE VI


                      GERÓNIMO

Rostro pálido es lengua de serpiente.

Utiliza su palabra como moneda de cambio.

Como ruin y sangrante moneda de cobre,

Para comprar el aire que respira,

Las altas montañas que escapan a su mirada,

La hierba que pastan los búfalos.

Lo quieren comprar todo con sus monedas de cobre,

Hasta las noches estrelladas del Gran Manitú

Para guardarlas en sus bolsillos llenos de agujeros.

Vive para comprarlo todo el hombre blanco,

Vive para poseerlo todo el rostro pálido.

No cree que el Gran Espíritu nos lo alquila todo,

La alta montaña que toca el cielo,

La brisa que sopla sobre la gran llanura,

El bisonte y el búfalo, el reno y el alce.

No quiere aceptar en alquiler y dar las gracias.

Quiere poseerlo todo, quiere comprarlo todo,

Hasta la brisa que sopla donde quiere.

Por eso expolia, por eso mata,

Por eso no respeta nada

Ni siquiera al Gran Espíritu,

Al poderoso Manitú.

Su Dios es cobre en una moneda,

Reglas y normas sin sentido.

Solo el oro está por encima del cobre.

¿Nunca has deseado matar a un hombre?

Conozco a un hombre ruin que quiere llenar

Sus bolsillos con toda la arena del desierto.

Mata los búfalos de la gran llanura

Para vender sus pieles por monedas de cobre,

Y deja la carne pudrirse sobre la tierra

Para que nuestros niños se mueran de hambre.

No le basta con un puñado de arena,

No le basta con la carne de unos búfalos.

Mastica tabaco y escupe a sus pies

Mientras mira sus dominios

A la sombra del tenderete.

Y por la noche ilumina las dunas

Con dos candiles de grasa.

Vigila como si todo fuera suyo,

Como si él lo hubiera creado

Y nunca da las gracias al Gran Manitú.

No necesitaba aquella arena,

No necesitaba nada,

Pero mi camino atravesaba

Aquel desierto.

No conocía la existencia de aquel hombre,

Pero cuando vi su cara desencajada por el odio,

Ya era demasiado tarde para retroceder.

No era mi enemigo, no era mi amigo,

Pero el destino nos juntó en un punto.

Ahora sonarán los tambores de guerra.

Nos pintaremos los rostros

Con pinturas de batalla

Y al amanecer montaremos

Sobre nuestros caballos

Y lanzaremos gritos de guerra.

Solo tenemos lanzas y flechas

Y ellos tubos de fuego.

Me pondré mi tocado de plumas

Y al frente de mis hombres

Nos lanzaremos a una muerte cierta.

Retroceder nos hubiera costado la vida.

Nos vimos precisados a luchar

Contra los cuchillos largos,

Los rostros pálidos,

Los chaquetas azules.

No fue una lucha justa.

Volaban las flechas

Que nada podían contra

El fuego de los tubos largos.

Los guerreros fueron cayendo

Uno a uno besaron el polvo.

Ordené la retirada.

Conocía el desierto

Como la palma de mi mano.

La arena quemaba mis pies

Que se hundían en las dunas.

No tengo prisa.

He vendido mi alma al tiempo.

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