Autor: Slictik

Escritor aficionado. Subo mis textos a Internet con frecuencia en otras páginas y blogs. Coordino un taller de humor esponsorizado por la Escuela de Escritores Alonso Quijano. Este es un blog que he abierto para almacenar mis novelas y relatos y tener a mano los textos cuando los necesite.Modero la sección literaria de Sonymage. Escribo porque me divierto, es una diversión, no un trabajo.

El detective-La casada infiel


 

 

                 

 

 

                        EL DETECTIVE

                           I

 

                     LA CASADA INFIEL

 

 

No todas las aventuras de un detective privado en la vida real son tan sórdidas como las pintan en la novela negra. Esta historia en concreto comienza muy bien… Mis sucios zapatos sobre mi sucia mesa de despacho situada de cara a la puerta de mi hediondo cuchitril, al que llamo despacho, en un vano deseo de subir su baja autoestima. Creo que no encontraría mejor definición de mi, como individuo de la especie humana, aunque me pasara el resto de la vida buscándola en una enciclopedia. Releo por centésima vez "El sueño eterno" de Chandler, la novela que marcó mi vocación en esta vida miserable, cuando un vendaval de fuerte y carísimo perfume voltea la página que estoy leyendo.

 

Alzo la mirada y utilizando la puntera del zapato para hacer puntería descubro justo el comienzo de los muslos de mujer más hermosos que he visto nunca -y he visto muchos…bueno, aunque no se lo crean así es-  y siguiendo el alzamiento de la mirada llego a las caderas, a los pechos, al rostro sonriente de piel tersa y muy pintada y al cabello rubio, brillante, peinado a la moda descuidada de hoy en día. Es una mujer muy alta, la prueba está en que mi mesa de despacho no es baja y tras hacer puntería he tenido que recorrer un largo camino para llegar al fondo de sus ojos verdes, tan verdes que hasta desentonan con el resto de su cuerpo.

 

No todos los días tiene, un sórdido sabueso como este detective, el inmenso placer de contemplar a semejante sex simbol, rezumando un sex appeal que tira para atrás, haciendo de estatua en el centro de su cuchitril, alias despacho. El bombón había traspasado la entornada puerta sin que yo me enterara. Ahora continuaba sonriendo… y entonces  comprendí que lo hacía de mi desairada posición en la vida. Rápidamente me volteé como pude, me puse en pie con agilidad de mono urbanita, apreté mi cinturón de cuero basto hasta el último agujero, subí la cremallera del pantalón que acostumbro a dejar abierta cuando no hay nadie en el despacho, para que el pobre pajarito pueda respirar el poco oxígeno que sobreviva -lo tengo en gran aprecio- y una vez pasada mi mano ruda por mi duro y pelado cráneo, estuve en disposición de invitarla a sentarse.

 

Lo hizo con tal descuido que la escueta minifalda subió unos centímetros -lo que es mucho teniendo en cuenta la poca tela de que disponía- y así pude contemplar con arrobo y total desvergüenza sus hermosos muslos, expresión que reitero, y que eran la maravillosa culminación de unas piernas largas, muy laaargas, como las de Julia Roberts, pero más. Las había enfundado en medias color carne. Di un suspiro, pensando: ¡Quién fuera una de sus medias!. Ni corta ni perezosa se puso a manosear, con sus uñas laaargas y pintadísimas, el cheque que acababa de sacar de su bolso de piel de cocodrilo. En el trozo de papel hay escrita una cantidad que aún no ha mencionado mientras me contempla en un estudio que abarca todo mi cuerpo y hasta mi alma, en el caso que la tenga, por supuesto.

 

Como no se decide a escupir la primera palabra me entretengo recorriendo de nuevo sus piernas, esta vez con mucha más calma. Empiezo desde los tacones, pero al legar a las rodillas acabo desistiendo como un conductor que no termina de ver dónde puede terminar el asfalto, en una autopista recta hasta el infinito.La mujer parece estar dispuesta a casi todo por disipar mis dudas, esa supuesta renuencia que pongo a veces en mi duro rostro solo para que suban más y más…la cantidad del cheque, la faldita o lo que sea. La rubia interpretó correctamente mi expresión porque aún elevó más la tela -no sé cómo lo hizo- y me dispensó una sonrisa embriagadora, realmente comprometedora si hubiera sido mía, pero era suya y eso no significaba mucho. Me vi obligado a extender mi mano y recoger el cheque, antes de que terminara por desnudarse, en un mezquino, aunque sin duda antológico streaptease.

 

            *       *       *

Con la lista de todos sus amantes -y eran muchos- en un bolsillo de mi cazadora, recorrí casi todas las calles de la ciudad en mi viejo y destartalado utilitario (la economía no da para más). A pesar de mi nariz de sabueso sólo encontré un sospechoso que mereciera ese nombre. Era alguien que no tenía nada que perder, ni siquiera una familia, mucho menos una posición social, ni otra cosa que no fuera un agradable físico -y en mi humilde opinión ni siquiera eso-. Incluso su autoestimano  no era muy alta. Le apreté las tuercas y cantó como un jilguero. Era un vividor sin escrúpulos que había conocido a mi clienta en una extraña fiesta -tenía que ser muy extraña para que lo hubieran invitado a él- en la que se había colado del brazo de su última amante chantajeada. Porque mi amigo se ganaba la vida de esta manera tan repugnante. Descubrió a mi rubia favorita, se informó sobre ella y con todo el descaro del mundo puso a su antigua amante en otras manos y se dedicó al asedio de mi bombón.

 

Quien no le hizo mucho caso porque al menos tiene bastante buen gusto para los hombres. Entonces el chantajista se dedicó a reunir toda la información y las pruebas que pudo sobre la vida amorosa de la rubia y la amenazó con irse con el cuento a su maridito. En realidad le interesaba más su cuerpo que el dinero que pudiera obtener de ella pero mi rubia no era tonta y acudió a su detective favorito -aún sigo pensando cómo me encontró-. En realidad no me resultó muy difícil llegar a un acuerdo con el chantajista. A cambio de lo que mi bombón quisiera darle se iría con viento fresco, muy, muy lejos, donde ni ella  ni yo volviéramos a verlo. Caso contrario le apretaría las tuercas un poco más, hasta que le rechinaran los engranajes del cuerpo.

 

      Salí hasta una cabina y llamé a mi cliente, aceptó de inmediato. Llegó en un descapotable y me entregó un paquete envuelto en papel de periódico con una cantidad, módica para ella, no para mí. Sentí la tentación de quedármelo, pero soy un honrado profesional a pesar de mi mala conciencia. Al vividor le faltó tiempo para salir de estampida con el paquete bajo de los calzoncillos.

 

Al día siguiente recibí una llamada en mi humilde despachito. Ella quería agradecer mis redoblados esfuerzos por librarla de las garras de la maledicencia y el chantaje. Me invitó a cenar en un exquisito restaurante, degustamos exquisiteces y hablamos como dos viajeros de tren, solos en un vagón, camino de Siberia. A ella lo que más le preocupaba era que su marido se hubiera enterado. No quería hacerle daño. Se trataba de un matrimonio feliz a pesar de sus deslices debidos a que su horno calentaba demasiado, no podía encenderlo sin que se viera precisada a meter algo en él, una pierna de cordero, una pierna de carnero, lo que fuera. Ella creía que su marido le era fiel hasta la adoración.

 

Ante su sentimiento de culpa me vi obligado a consolarla tomando su adorable manita y pidiendo otra botella de gran reserva. A la segunda copa ya se había consolado. Tanto que me invitó a pasar la noche en un hotel, yo sería el anfitrión y ella la invitada. Tengo que admitir que su cuerpo era mejor desnudo que vestido; aunque solo fuera una faldita y una blusita de nada pero hay que ver cómo cambia una sex symbol en cuanto se desnuda. Mejora mucho, muchísimo. En la cama era un horno aún más potente de lo que yo había imaginado. Casi acaba conmigo, me chamuscó hasta los pelos.

 

Se despidió con un beso prometiendo volver a utilizar mis servicios, no dijo cuales, en cuanto se viera en otro problema. Aposté que sería pronto y me relamí los labios que sabían a carmín del caro.

 

Pasó algún tiempo. Apareció en la portada de una revista del corazón. Estaba muy guapa al lado de su rico marido. Hacían una pareja tan espléndida que a poco echo la lagrimita delante del quiosquero, que se quedó mirándome fijamente y moviendo la cabeza de un lado a otro. Me pareció entenderle que se hacía cruces del poder de sugestión de la prensa rosa, hasta los hombres empezaban a llorar mirando las portadas.

 

El detective-nota


 

 

 

 

 

NOTA: Esta serie también surgió de un fracaso: la imposibilidad de rematar mi primera novela negra, El inspector. El bloqueo fue tan rotundo que decidí iniciar una serie de relatos cortos parodiando al detective clásico de novela negra. Pensaba que de esta forma podría descubrir el engranaje de este género tan complejo y apasionante. Para ello me quedé con el andamiaje esencial del género: el detective, solitario y bastante cínico, que desde su pequeño cuchitril observa impasible a una sociedad con la que comparte muy pocas cosas y a la que ni siquiera intenta comprender; la mujer fatal, que en realidad no es tan fatal como ella quisiera y como al detective le gustaría; la trama que casi siempre es más sórdida de lo que aparenta a primera vista y los personajes secundarios que suelen retratar mejor el ambiente en el que viven que los principales, muy ocupados en sus problemas, la mayoría de las veces minucias que el detective contempla con el sarcasmo que le es propio.

 

En la novela negra clásica la violencia acostumbra a describirse sin trampa ni cartón, aunque muchas veces impacta más la violencia soterrada en la psicología de los personajes que los disparos a quemarropa y la tortura sencilla y sin alaracas con la que los violentos consiguen sus fines. En realidad saber quién es el asesino importa muy poco en la novela negra (en algunas ocasiones el lector tiene que hacerse una composición de lugar para llegar a una conclusión minimamente lógica) lo que realmente interesa es la descripción del ambiente y de los seres humanos que pululan en él.  La sociedad que se pinta aparece desnuda, sin los velos de apariencia que ocultan sus deformidades.

 

El detective suele ser un ser solitario (rara vez tiene familia, amante o amigos) y está más ocupado en desentrañar sus casos que en buscar la felicidad, un concepto al que es tan ajeno que se da por hecho que buscarla resultaría una perdida de tiempo, puesto que la naturaleza humana no permite ni soñar con ella. Nuestro personaje asume su condición de perdedor sin el menor histerismo. Incluso se siente muy a gusto en su piel. La visión que se da de los triunfadores le pone una ligera sonrisa sardónica en la comisura de los labios. No le interesa el dinero (a menudo rechaza corromperse y solucionar su futuro económico con un simple gesto de la mano) no cree en los triunfadores, los poderosos, los que manejan el cotarro. Sabe muy bien que para triunfar hay que dejar en el camino lo mejor de uno mismo. Por eso acepta ser un perdedor, un marginal, un anónimo trabajador de la observación y de la pistola bajo el sobaco, que solo emplea para salvar su vida y a veces ni siquiera para evitar un agujero en la piel. La vida, su vida, no le importa demasiado. Puede que en realidad sea un suicida en potencia. La amargura y el desencanto que le produce su pasado y lo que ve en el presente le hacen aceptar con resignación el trozo de metal que el destino le tiene destinado.

 

En la novela negra clásica nunca sabemos si el detective fue alguna vez un joven idealista, si creyó encontrar el amor en una hermosa sonrisa femenina o si tuvo la tentación de formar una familia tradicional y dedicarse a vender seguros. Lo más que nos desvela el autor es que su personaje estuvo en la policía, de donde fue echado a patadas por no aceptar la sordidez de las circunstancias y la necesidad intrínseca de corromperse para sobrevivir. Su pasado está tan vacío como su vida actual, con un apartamento de soltero, sucio y desordenado, un  tablero de ajedrez donde ensaya alguna jugada (Philip Marlowe) y una botella de whisky de centeno oculta en un cajón de su mesa de despacho para consolarse cuando el caso termina y la muerte le ha respetado una vez más o la bella dama que tocó su corazón vuelve con un marido borracho o jugador o a su mundo burgués, donde los detectives son como cucarachas.

 

Hay mucho que desentrañar en la novela negra clásica, pero eso lo dejaremos para los restantes episodios de esta serie que comencé a tientas con esta primera entrega que nos presenta a un detective sin nombre, sin pasado, casi atemporal y sin más objetivos en la vida que sonreírse cínicamente cuando lo que descubre acaba por darle la razón. No cree que la condición humana merezca la pena, su cinismo es tan negro como sus horizontes. Aunque en algún momento llegará a encontrarse con personas por las que hasta se podría morir. Lo malo es que en la novela negra estos personajes acaban muriendo, casi siempre, o cediendo al chantaje de los malos. He tenido que reescribir el episodio porque era bastante malo y la novela negra no admite chapuzas: cuando es mala al lector le entran ganas de vomitar. No ha mejorado gran cosa pero conforme la serie ha ido avanzando he logrado entonarme un poco. Creo que al lector habitual de novela negra le podrá interesar algo esta parodia, al muy apasionado puede que le resulte patética, pero uno nunca llegará a ser un Chandler o un Hammet, por mucho que lo intente, aunque no desespero de lograr una calidad discreta. Por lo menos me he divertido mucho y eso ya es suficiente recompensa.

 

Solo una nota más. La misoginia aparente en la novela negra creo que no es tal. Sencillamente todo se acaba contagiando de la negrura ambiental, hasta la figura femenina. No obstante hay algunas verdaderamente espléndidas. Ahora mismo me viene a la memoria Lauren Bacall en el sueño eterno. La dureza de un Bogart en sus películas negras es lo mejor que ha hecho el cine por este género que en mi opinión nunca morirá mientras haya un solo lector que disfrute de esta exquisitez literaria. Si nadie volviera a escribir nunca una novela negra creo que algunos lectores nos pondríamos a la faena, aunque solo fuera por rememorar viejos tiempos. En mi caso, aunque sigue habiendo detectives actuales tan "negros" como el Pepe Carvalho de Vazquez Montalbán, necesitaba saber si la sociedad actual admitiría a estos personajes. Mi conclusión es que más que nunca el detective de novela negra tiene mucho que decir en estos tiempos.

EL DETECTIVE-INTRODUCCIÓN


 
 
 
 
 
 
                EL DETECTIVE-INTRODUCCIÓN
 
 
     La serie de relatos sobre este detective anónimo que intenta emular a los grandes detectives del género negro, como Philip Marlowe, Sam Spade y tantos otros, es mi primera incursión en el género negro o policiaco. En un primer momento quise hacer una especie de puzzle, con pequeñas estampas del detective en acción, luego los episodios se fueron haciendo más y más largos, hasta los últimos que son casi novelas cortas.
 
     Nuestro detective es muy cínico, de vuelta de todo, es un hombre solitario que intenta matar el tiempo con alguna que otra aventura, más o menos sórdida. Su economía está siempre en crisis, lo mismo que su vida, sentimental y menos sentimental. Lo interesante son los personajes que desfilan por su despacho, las historias que va viviendo, unas cotidianas, otras muy poco habituales; lo interesante son las estampas de nuestra sociedad que va pintando. Su vida apenas es una sombra en las historias, pero no nos engañemos, el protagonista acabará teniendo mucho más interés que sus historias o aventuras, aunque él no lo sepa ni lo quiera admitir.
 
      Los primeros episodios son muy breves, presentan al personaje. Espero que me anime a pasar al ordenador el resto de episodios que duermen el sueño de los justos en libretas y cuadernos.

EL HOMBRE-SUEÑO I


                                             

 

 

                                                 EL HOMBRE SUEÑO

 

 

                                                             I

 

                                     VIAJE ALREDEDOR DE MI CRANEO

 

La muerte de mis padres fue como el clic de un interruptor que controlara todas las bombillas del Cosmos. Algún bromista apagó la luz y de repente me sumergí en la más negra de las noches. A veces, encerrado en el piso, chocaba con una silla o golpeaba la cabeza contra una pared, y eso me hacía consciente por un segundo de que la realidad aún seguía allí; la misma realidad que la luz hacía inmutable, como una gruesa pared de hormigón con la que la mirada se estrella una y otra vez;una pared tan inmutable como el mundo que nos rodea.

 

El cósmico clic me hizo ver con clarividencia casi divina la frágil línea que nos separa de la locura. Basta oprimir un botón en algún lugar escondido de la mente y la realidad desaparece con la facilidad de un sueño al despertar.

 

A veces permanecía horas y horas, puede que días (el tiempo es un a priori Kantiano, sentado en el sofá del salón mirando la pared de enfrente). Pronto hasta la solidez del ladrillo desaparecía y mi mirada se perdía más allá, en un punto lejano. Creo que pensaba en algo, que imaginaba algo, pero si alguien me hubiera preguntado no hubiera sabido decirle en qué. Mi mente era una oscura nube que se movía en alguna dirección, pero nunca supe dónde  descargó la tormenta.

 

La locura se apoderó de mi consciencia, dejé de comer, dejé de moverme, dejé hasta de ser. Sumergido en la noche, el tiempo debió de transcurrir en una vacio sin espacio a su alrededor. Fue entonces cuando comprendí que el universo, la realidad, es una creación de nuestra mente. Basta que ella se retire de la ventana desde donde la contempla para que aquella desaparezca, como un cuadro cuya pintura se borrara repentinamente dejando el marco vacío de contenido.

 

Eso es la locura: un cuadro vacío del que la mente se ha retirado, ha retirado su atención. No es el dolor inundándolo todo, el desgarramiento definitivo del alma. Simplemente se trata del vacío que deja la mente al replegarse sobre sí misma.

 

Asumí la locura como la ausencia de ese dolor infinito y persistente que nos deja en un momento dado sin ni siquiera un adiós cortés. No era el fin, ni tampoco el principio de algo. Simplemente un agradable vacío en el que uno puede flotar como un bebé lo hace en el líquido amniótico del vientre materno.

 

Cuando acepté la facilidad de la locura, la felicidad de la locura, un mundo nuevo se abrió a mi mirada y pasado un tiempo de inmovilidad decidí explorarlo.

 

 

Los psiquiatras lo llamarían síndrome post-traumático o utilizaran cualquier otro nombre. Ellos tienen nombres para todo, pero no tienen soluciones para nada, por eso permanecerán para siempre, en sus despachitos de “pitiminí”, cobrando por las consultas, mientras exista el hombre. Iluminan un pequeño trozo del camino, solo para que sepas que más allá está la oscuridad.

 

 

Alguien –supongo que fue alguien porque no creo en los fantasmas, debió entrar en mi cubil—no sé cómo lo hizo- y conducirme de alguna manera al despacho de un psiquiatra. Estoy seguro de que él me dijo algo, pero no tengo tan claro que yo le contestara.

 

A mi vacío le recetó unas pildoritas y a mi cuerpo puede que una nueva cama, porque durante un tiempo se sintió a disgusto. ¿Se trataba de un nuevo espacio? ¿Un hospital? Puede que fuera un espacio nuevo, sin embargo el tiempo era el mismo. Nunca cambia. Parece ir hacia adelante, aunque en realidad esté dando vueltas sobre sí mismo durante toda la eternidad.

 

Tal vez allí aprendiera a ensoñar o tal vez lo hiciera antes o quizás después. Lo cierto es que la luz se hizo de nuevo aunque puede que sobre un mundo nuevo.

 

La muerte dejó de contemplar desde lejos la vana lucha y me miró muy de cerca al fondo de los ojos. Entonces pude ver el pleno sentido de la vida. Una mente que se mueve en una línea temporal que parece ir hacia delante. Aunque puede que sea tan solo una ilusión. El pasado es un olvido, no lo que dejamos atrás al dar un paso al frente.

EL HOMBRE-SUEÑO


 
 
 
 
                 EL HOMBRE-SUEÑO- INTRODUCCIÓN
 
     Creo que se trata de una de mis novelas más interesantes sobre la locura (no es la única, "Una temporada en el infierno" es mejor, más dura y más profunda). Entronca con un relato breve "En el centro de la oscuridad", que escribí hace algunos años como un grito desgarrador, nacido del abismo de la soledad y de la locura. No obstante "El hombre-sueño" toma caminos más divertidos, si es que el cinismo puede considerarse algo divertido. El protagonista, incapaz de asumir la muerte de sus padres en un accidente de automovil, decide introducirse en el interior de su cráneo y permanecer allí para siempre. Pronto descubrirá que no es tan dificil como parece. La realidad se irá diluyendo a su alrededor y su lugar será ocupado por el sueño, un sueño creado constantemente por él mismo, por su mente consciente que paso a paso se irá volviendo subconsciente del todo.
 
      Allí descubrirá al "Gnomito cabrón", un divertido personaje que le canta las verdades del barquero y con el que tendrá terribles trifulcas hasta descubrir que en realidad es él mismo, transformado en un "daimon", un demonio insoportable que le tomará el pelo, se burlará de él hasta hacer sangre y sobre todo no le dejará soñar a gusto. Le obligará a ver la realidad, a palparla, a sentirla bajo sus pies. Y entonces comenzará su odisea psiquiátrica. El mundo onírico que ha construido y en el que es tan feliz, ese planeta propio donde una mujer irá desnuda si él lo quiere, aunque en la verdadera realidad vaya vestida, o donde los insultos de los demás se transforman en agradable reconocimiento de su genialidad, o donde todo puede ser transformado por la magia de su poder onírico, una especie de Alicia en el país de las maravillas aunque los demás se emperren en ver las cosas de distinta manera y hacérselas ver a él, con pastillas, con terapias de choque o con lo que sea.
 
       El protagonista no tiene nombre, lo ha perdido en el camino, y su historia no es una historia real, porque él ha decidido que no lo sea, contra viento y marea, contra todo y contra todos. Solo el "Gnomito cabrón" podría rescatarle algún día lejano de su locura. La lucha será titánica, porque  nadie puede huir de la realidad sin pagar un alto precio, en sangre o vendiendo su alma. El "Gnomito cabrón" no es en realidad un demonio, sino su ángel bueno, su ángel de la guarda. A pesar de su lenguaje, propio del carretero más soez, a pesar de su cinismo tan terrible como auténtico, a pesar de su aparente papel de verdugo, en realidad es lo mejor de sí mismo, la única parte de sí mismo que le podría salvar.
 
     Espero que les guste y les disguste con igual intensidad. Si no es así habré fallado estrepitosamente.

RELATOS DE A.T. I


                 

 

             RELATOS DE A.T.

 

UNA VISITA INTEMPESTIVA

 

Aquella noche, siguiendo una inveterada costumbre que nada ha podido cambiar, me encontraba reposando mi cuerpo en el amplio lecho de mi habitación –me sigue gustando la amplitud, esa sensación de libertad con espacio suficiente para expandirse- con la espalda apoyada en un mullido cojín, mi postura favorita para leer. Y eso estaba haciendo en aquel momento, leyendo una novela de la que rezumaba toda la melancolía de un pasado muerto –esa melancolía que nada puede curar- ; mientras sostenía el libro de bolsillo con mi mano izquierda, con la derecha no cesaba de rascarme el cuero cabelludo –los picores me han acompañado siempre como un placentero estigma  que nunca he repudiado- cuando recibí un gran sobresalto al escuchar un sonido no programado, tardé algún tiempo en comprender que se trataba del timbre de la puerta.

 

Puede que ya llevara un buen rato sonando sin que me hubiera apercibido de ello, siempre me he preciado de una gran capacidad de concentración pero últimamente  ésta ha crecido tanto que  se necesita bastante más que una simple llamada de atención para volverme receptivo. El timbre está graduado de tal manera que apenas es pulsado un leve susurro musical se expande por toda la casa como una suave brisa. Si la insistencia o nerviosismo del visitante se agudizan la fuerza con que lo va pulsando transforma el sonido en una perfecta gradación de  ruidos naturales hasta llegar al último escalón: un agudo y estridente sonido que aumenta hasta hacerse irresistible.

 

Sin duda el visitante debía llevar largo rato llamando porque la agudeza del sonido había conseguido llamar mi atención. A pesar de ello decidí dejar que siguiera llamando, si la causa que lo atraía hasta mi puerta no era bastante urgente terminaría por cansarse y dejarme en paz. Cerré el libro y me volví hacia uno y otro lado buscando una postura más cómoda, mi espalda empezaba a sentir las molestias que conlleva  una posición largo rato mantenida. Coloqué el libro sobre la mesita y apagué la luz intentando olvidarme de lo que estaba pasando fuera de mi morada. Todo resultó inútil, el timbre llegó al grado de histerismo que mis nervios no pueden soportar. Decidí que si el visitante no se iba a marchar me convenía más abrir y escuchar lo que tuviera que decirme, ni la peor noticia conseguiría privarme de los brazos dulces de la Venus del sueño.

 

Encendí la luz, acaricié con nostalgia la suavidad aterciopelada de las sábanas recien puestas como si éstas fueran a diluirse en cualquier momento; miré hacia la pared frontal donde el hermoso cuadro de un paisaje de montaña nevada me obligó a suspirar con tristeza; finalmente alcé la vista hacia el techo para contemplar la pintura fosforescente imitando un despejado y bellísimo trozo de cielo nocturno. Solo después de cumplir este ritual puse mis pies en el suelo y busqué con ellos la presencia de las cómodas chanclas. Me puse en pie y acercándome al vestidor me coloqué la preciosa bata azul con dibujos de dragones rojos lanzando fuego. Traspasé la puerta y ya en el pasillo encendí la luz. Caminé sin prisas por el largo pasillo decorado con intrincados cuadros abstractos que acostumbro a intentar comprender, analizando una y otra vez sus dibujos geométricos colocados unos encima de otros sin ningún orden como planos reflejando mundos sin sentido.

 

 

Llegué a la puerta y la abrí brúscamente como queriendo dar a entender al visitante lo molesto que me sentía por su intolerable intromisión. En lugar del rostro impaciente del visitante me quedé paralizado ante una brillante luz que me deslumbró obligándome a cerrar los ojos. Cuando volví a abrirlos ya me había hecho una idea de lo que tenía delante de mis narices. En el centro del grán círculo de luz se estaba formando un rostro que no tardó mucho en adquirir su forma plena. Me resultaba totalmente desconocido, sin duda no lo había visto nunca, de ser así no lo habría olvidado porque  aquel rostro de anciano con su larga barba blanca, sus ojos profundos y brillantes y la pequeña boca sonriente desprendía una gran paz que cosquilleaba mi plexo solar con una suave y placentera energía. Nada en el universo sería capaz de descontrolar aquella expresión de paz profunda que emanaba de lo profundo de aquel rostro. Sin embargo el timbre había sonado con gran estridencia, semejante control sobre sus emociones no era muy común.

 

-Te saludo A.T., sin duda dormías profundamente para no oír mis insistentes llamadas. Me has obligado a esperar mucho más tiempo del que estoy acostumbrado  a aguardar ante puertas más poderosas que la tuya.

 

La sospecha que había brotado en mi interior como un chispazo me obligó a cerrar los ojos otra vez buscando adaptarme a la conclusión que inevitablemente se presentaba a mi consciencia en estado de alerta. Al abrirlos mi mente dejó de percibir la estructura de la casa a mis espaldas, ésta  se había diluido en el aire sin el menor ruido.  Como siempre que me sucedía me sentí triste y humilde como un pajarillo en presencia de un halcón, mi mente aún no era suficientemente poderosa para mantener  dos mundos opuestos a la vez dentro del invisible circulo de su poder. No me preocupaba mucho el hecho de haber perdido mi hogar, ya lo reconstruiría cuando terminara  con aquella visita. Siempre soy muy respetuoso con mis semejantes pero el hecho de tener presente a un Gran Maestro me obligó a olvidarme de mi peculiar sentido del humor, mejor sería ver antes cómo respira un Gran Maestro.

 

-Vaya A.T., lo has hecho muy bien y con gran celeridad. Me sorprendes. Ahora que ya sabes quien está ante ti creo que podremos hablar del objeto de mi visita si no tienes inconveniente.

 

Inútil intentar engañarle, para saber mi nombre de guerra era preciso que me conociera muy bien. No puse ningún obstáculo a que dentro de mi círculo de energía se fuera formando mi rostro habitual, el de mi último cuerpo, el que mejor conozco y recuerdo. Intentando reconcentrarme en mi mismo para que la consciencia del Maestro no percibiera con demasiada intensidad mis pensamientos, analicé con mi peculiar astucia lo que me estaba sucediendo buscando las mejores soluciones. La visita de un “Gran Maestro” solo podía significar problemas, ninguno de ellos interviene en las modestas vidas de los novicios del más allá sin una causa importante.

 

El hecho de que se hubiera dirigido a mi por mi nombre de guerra debería tener algún significado. Recuerdo muy bien las estúpidas “hazañas” que me hicieron ganar a pulso este apodo tan idiota, A.T. –Angel Tontorrón- así me llamó alguien a quien intenté ayudar ingenuamente, este apodo hizo pronto furor y ya nadie me conocería desde entonces por otro nombre o apelativo. Cuando pasó el tiempo necesario para adaptarme al más allá luego de mi último tránsito emprendí un camino adecuado al carácter de que había hecho gala cuando estaba vivo en la carne. Orgulloso de mi bondad y de mis ansias de ayudar al próximo decidí que a falta de pan buenas son nueces; puesto que aquí, faltos de un cuerpo sometido a las leyes físicas, no tenemos otra diversión que la que nos buscamos, el deseo de convertirme en un angel de bondad, ayudando a todo el que se me pusiera a tiro, era un ideal tan bueno como cualquier otro. Así inicié una larga carrera de despropósito e inútiles perdidas de tiempo hasta que comprendí, trabajo me costó, que no hay mayor estúpido que quien intenta ayudar en contra de los deseos de la víctima. Me reciclé y de angel tontorrón terminé en un tranquilo detective husmeadno de vez en cuando aquí y alla por si pudiera descubrir algún misterio o solucionar algún enigma, en todo caso la aventura estaba asegurada. Pronto conseguí una cierta fama como sabueso pero no la suficiente para acabar con mi apodo que acabé aceptando e incluso disfrutando.

-A tu disposición, Maestro.

-Bien, veo que ya tienes una ligera idea de quién soy. De momento no neesitas saber más, ni siquiera mi nombre, si aceptas la misión que te voy a proponer llegaremos a conocernos mejor y entonces podrás hacerme cuantas preguntas pueblen tu fértil fantasía.

-Disculpa, Maestro, pero preferiría no saber nada de ninguna misión. El hecho de que me haga pasar por detective aficionado y acepte algunos encargos sin importancia es solo un juego para pasar el rato en este lugar sin tiempo donde podría acabar dormido por aburrimiento y despertar el día del juicio final sin haber notado nada. Lkas misiones de los Maestros sobrepasan mis facultades y deseos.

-Bien, A.T., no te voy a obligar a nada, sabes que toda violencia para conseguir algo es una pérdida de tiempo, espués hay que volver a empezar desde el principio y con mayores dificultades. Solo te ruego tengas la cortesía de escucharme –asentí-. Tenemos un problema con un nuevo huesped. Acaba de entrar en nuestro mundo después de haber sufrido un accidente de automovil y está tan desconcertado que actua como si aún siguiese embutido en su endeble cuerpo de carne. No cesa de crear problemas en su antiguo entorno físico, tantos que ya se ha empezado a hablar de un fantasma. Sabes que no nos interesa que los vivos empiecen a pensar en nosotros como seres invisibles, eso solo nos crearía problemas. A los Maestros no nos haría ningún caso aún suponiendo que lograra percibirnos; mandar a otro de su misma energía vibratoria sería peor remedio que la enfermedad, acabaría adquiriendo los peores vicios del mundo invisible y puede que su condición de fantasma le acabase gustando tanto que nos viéramos obligados a  una dura sesión mental para convencerle de que no se puede jugar con estas cosas. Necesitamos acabar con el problema, que nuestro hermano se adapte lo mejor y lo antes posible a nuestro delicado mundo y creemos que tu eres el mejor candiddato para ayudarle. Por otro lado conociéndote como te conocemos suponemos que una aventurilla como esta te vendrá muy bien A.T.; no puedes engañarnos, la sofisticada morada que acabas de destruir solo hubiera sido posible si alguien muy aburrido se dedica a ello con intensidad. Estamos seguros de que no rechazarás esta misión. ¿Qué me dices?.

            -Necesitaría pensarlo, no me gusta enredarme con los de abajo, siempre termino bastante chamuscado.

-Tendrás mi ayuda aunque creo que no la vas a necesitar. Mientras lo piensas podemos hacer un corto viaje, sobre el terreno podrás decidir con mejor conocimiento de causa.

 

 

Su energía se expandió acariciando la mia como un brazo físico de piel suave y cálida. Me sentí sujetado con gran fuerza a pesar de ello, como si una dulce y bella mujer de piel suave pero amante salvaje me hubiera estrechado entre sus brazos sin el menor deseo de dejarme marchar. La experiencia me pareció muy desagradable aunque nadie en su sano juicio espera nada placentero del contacto con un “Gran maestro”. Su energía es tan sutil y depurada que la nuestra siente su rechazo como una enorme bofetada.

 

RELATOS DE A.T.


 
                      RELATOS DE A.T.   INTRODUCCIÓN
 
      A.T. significa en realidad Angel Tontorrón. Así se llama el protagonista de esta novela o serie de relatos que pretenden darnos una visión del más allá. A.T. viaja constantemente de acá para allá, intentando ayudar a este o a aquel y liando las cosas casi siempre. Los viajes son mentales, por supuesto, porque en el más allá solo se puede viajar con la mente, puesto que nadie tiene cuerpo.
 
         Esta fue mi primera incursión en el relato esotérico. Quedó aparcada cuando inicié la serie "Relatos esotéricos" protagonizada por uno de mis personajes humorísticos más terrorífico, el verdugo del karma. Me gustó tanto el verdugo que dejé de lado esta serie que no acababa de satisfacerme. Por eso ahora intento recuperarla. Si bien el esbozo tenía sus gotitas  de humor, ahora espero que el humor lo empape todo, es la única forma de enfrentarse a algo tan terrible como es morir y seguir vivo… solo que de otra manera.

El hombre del extraño poder I


                   

 

 

 

 EL HOMBRE DEL EXTRAÑO PODER

 

CINTA PRIMERA

AÑO 2020, 7 DE JULIO. MEDIANOCHE

Una playita desierta de la costa cantábrica. Una visión extraña me ha puesto en alerta. Nada de nombres, nada de datos que puedan ayudar a alguien a localizarme. No entiendo la visión pero algo me dice que debo hacer caso a las visiones que me asaltan de modo intempestivo desde el accidente.

La idea de grabar este diario en cintas se me ocurrió de forma repentina esta mañana, en el supermercado. Entré para comprar un cartón de leche y una caja de galletas. En el monedero que pude rescatar de mis pertenencias en el hospital había doscientos euros en billetes de cincuenta. Era urgente encontrar un trabajo y lo encontré… esta mañana, en el supermercado. Un cartel pedía un mozo de reparto. “Se necesita…” Me dirigí a la cajera. Me miró con suspicacia. “Me temo que es usted un poco mayor, ¿qué edad tiene? Treinta años. Lo dije al azar. No recuerdo la edad, no recuerdo nada o casi nada. Me aconsejó que buscara a la encargada. La encontré en un despachito, al fondo, junto a la carnicería. Solo queremos un mozo para recados, pagamos poco. Habíamos pensado en alguien mucho más joven que usted. Me dijo la encargada, una chica joven y simpática.

Me miró el rostro con atención. ¿Qué le ha pasado? /Un accidente de coche. Se quemó. Sufrí quemaduras por todo el cuerpo. El rostro me quedó un poco desfigurado. Lo siento / ¿Por qué lo siente? No es culpa suya/ Lo sé, pero entiendo que no es agradable mirarme. Necesito trabajo. Es una pena que no sea más joven. Adiós.

La chica me retuvo. Me observó compasivamente/ Si necesita tanto este trabajo no importa que sea un poco mayor, siempre que acepté el sueldo/ Lo acepto/ ¿No quiere saber cuánto ofrecemos?/ Aceptaré lo que me den.

La chica se ablandó/ ¿Puede empezar mañana?/ Puedo. ¿A qué hora?/ A las nueve tiene que estar aquí, en la puerta. Abro yo, tendré tiempo para enseñarle lo que tiene que hacer. No es difícil/ Entonces hasta mañana y gracias.

La grabadora la encontré al pasar por un mostrador metálico donde anunciaban algunas ofertas. Era pequeña y las cintas diminutas. De pronto se me ocurrió la idea. Podría llevarla encima constantemente. Era estúpido pensar que alguien me estuviera persiguiendo y me viera obligado a huir con lo puesto, pero la visión me hizo pensar en que algo así podría ocurrir. No sé cuándo. Las visiones no tienen tiempo.

Quiero grabar todo lo que recuerde. Algo me dice que será importante cualquier dato. Me ayudará a reconstruir mi pasado. Me ayudará recordar las visiones y estas extrañas experiencias que me asaltan desde el accidente. Por eso estoy aquí, paseando por la arena en esta playita desierta. Es medianoche. Estoy solo. Las olas quedarán grabadas como ruido de fondo. Será relajante cuando vuelva a escucharla.

Necesito recapitular lo ocurrido. Solo los datos esenciales. Me desperté en un hospital. No voy a decir el nombre del hospital, ni siquiera el de la ciudad. Abrí los ojos y en la habitación no había nadie. Recordé la terrible pesadilla. Entró una enfermera. Se sorprendió. Regresó con el médico de guardia. Este me hizo algunas preguntas. Quise saber qué había ocurrido. Me lo explicó. Un accidente de coche. Estaba vivo de puro milagro. El vehículo se incendió. Un conductor que pasaba por allí pudo sacarme antes de que mi coche se incinerara.

El médico quiso saber mi nombre. No lo recuerdo, le dije. Me hizo más preguntas. Concluyó que sufría de amnesia. No habían encontrado documentación. Pensaban que se había incinerado con el coche. No importaba. Ya habría tiempo de saber quién era. Ahora lo importante era que me recuperara.

¿Cuánto tiempo llevaba allí? Quince días. Había estado en coma. Nadie daba un céntimo por mí. Habían radiado algunos mensajes buscando familiares o alguna persona que me conociera. Nadie había respondido.

Me dieron algo de beber y me dejaron dormir. Sufrí de nuevo terribles pesadillas. Al despertar creí ver puntitos de luz. Cerré los ojos y los puntitos permanecieron, brillantes, frente a mí. Luego me pareció ver el rostro de la enfermera. No era exactamente su rostro sino una imagen brillante, transparente. A través de ella pude ver a lo lejos a una joven que se cambiaba de ropa en lo que parecía un vestuario, delante de una taquilla. Pude ver sus bragas brillantes sobre un trasero que me quitó la respiración. No entendí lo que me ocurría, ni siquiera ahora tengo una idea aproximada de lo que significó aquella visión.

Al día siguiente vinieron muchos médicos que me hicieron muchas preguntas. No pude contestar a ninguna. Concluyeron que sufría amnesia postraumática pero que me pondría bien. Al menos eso me dijeron, tal vez para no desanimarme.

La enfermera me trajo un caldito. No puede comer sólido de momento, recuerde que ha estado en coma quince días. Se volvió y caminó hacia la puerta. Me fijé en su trasero. Aún bajo la bata era inconfundible. Era el que había visto en mi visión. Me dije que cuando estuviera mejor me gustaría conocerla a fondo. Esa idea se me quitó por la tarde, cuando otra enfermera, a mis ruegos, trajo un espejo y pude ver mi cabeza vendada. Me dijo que sufría quemaduras pero que ahora la cirugía estética estaba muy avanzada. Con unos injertos de piel quedaría como nuevo. Se marchó y yo miré mi cuerpo bajo la bata. Sufría quemaduras y parte de mi cuerpo estaba vendado.

El tiempo transcurrió muy despacio. Las visiones con los ojos cerrados continuaron. Pude ver a un médico joven, con gafas, el médico de guardia que me viera por primera vez, en un lugar que parecía su casa. Estaba viendo la televisión. Lo reconocí de inmediato, aunque la visión duró apenas unos segundos. Las otras visiones fueron peores. Los puntitos de luz permanecían constantemente frente a mí cuando cerraba los ojos. Se fueron haciendo más grandes y más brillantes. Hubo momentos en los que creí escuchar voces, pero en la habitación no había nadie. Hubo momentos en los que escuché golpes en las paredes del cuarto, pero nada podía producirlos. Empecé a sentirme aterrorizado.

Se lo comenté a una psiquiatra de hermosos pechos que me visitó una mañana. Lo achacó a delirios postraumáticos. Noté que se preocupaba mucho. Decidí no volver a comentar estas experiencias con nadie.

Mis quemaduras fueron mejorando. El especialista en quemaduras me dijo que no sería necesario injertarme piel en el cuerpo, pero que mi rostro sí iba a necesitar un injerto o quedaría marcado.

Comí sólido y me sentí mucho mejor. La enfermera del culo brillante era amable conmigo, pero no podía ocultarme lo mucho que le desagradaban las quemaduras en mi rostro.

Una visión hizo que tomara la decisión de fugarme. No la recuerdo bien. La policía interrogándome. Muchos problemas. No sé si por algo que había hecho o por algo que haría. Las complicaciones eran tantas que comencé a planear la fuga. No pude ni puedo entender cómo hice caso de algo que se parecía mucho a un delirio sin sentido.

Una noche me levanté, busqué por las habitaciones cercanas hasta que encontré en un armario ropa de mi talla. Me vestí y logré salir del hospital sin demasiadas dificultades, por urgencias. El guardia de seguridad estaba hablando con una enfermera y no había nadie más. Esperé el momento propicio. Ambos entraron en una habitación charlando animadamente. No sé qué iban a hacer allí, pero era mi momento y lo aproveché.

El resto fue fácil. Llevaba encima el monedero con los doscientos euros, pero no quise gastarlos en un viaje en autobús o en tren. Ni siquiera sabía a dónde deseaba ir. Salí de la ciudad siguiendo la carretera nacional. Hice autostops y me paró un camionero que deseaba un poco de cháchara. Ni siquiera le pregunté a dónde se dirigía. Me quedé dormido. Soñé con una casa con las paredes llenas de conchas marinas. Me desperté. Le pregunté al camionero dónde habría una casa así/ En cualquier pueblo costero/ Me dijo, pero eso no me ayudó.

Me dejó en una ciudad donde tenía que descargar. Esperé a que abrieran un cibercafé. Quise cambiar un billete de cincuenta, pero el encargado me dijo que no tenía cambio/ Si es solo para consultar el correo electrónico le daré una moneda/ Acepté y consulté en Internet casas con conchas en la fachada. Salieron varias. Una me recordaba a la del sueño. Tomé nota mental de la localidad.

Hice autostop. Otro camionero me aceptó. Me dejaría a apenas treinta kilómetros de mi destino. Bendije mi suerte. El camionero hizo muchas preguntas y yo me inventé una historia. Mi amnesia no era completa porque recordaba muchas cosas pero ninguna que hiciera referencia a mi pasado.

Conseguí llegar a este pueblo sin gastar un euro. Entré al supermercado para comprar algo para comer y allí encontré trabajo y esta grabadora.

He tenido suerte, pero ahora me queda lo peor. No he conseguido recordar nada. Al menos tengo dinero para comer y pagar la modesta pensión donde me alojo. Debo ser paciente. Con el tiempo las visiones y delirios desaparecerán y puede que recordar mi pasado no resulte tan malo. Tal vez me espere alguien, tal vez recupere mi vida. Tal vez, solo tal vez.

 

El hombre del extraño poder


 
 
                        EL HOMBRE DEL EXTRAÑO PODER-INTRODUCCIÓN
 
      Es una de mis novelas más antiguas. Se puede decir que la esbocé a los 18 años, junto con la trilogía del Planeta Omega. Un joven sufre un accidente de tráfico y al despertar del coma, en un hospital, se va dando cuenta de que ahora tiene unos poderos paranormales muy extraños.
 
      La historia estaba en un cajón, a la espera de que encontrara verosimilitud a la trama. Hace unos meses no solo no encontré la verosimilitud que buscaba sino que la historia se despeñó en un delirio impresionante que me dejó pasmado. Cuando me repuse del susto me encontré con un nuevo formato, una nueva estructura, un nuevo narrador (pasó de tercera a primera persona) y sobre todo una historia que me ponía los pelos de punta y que de pronto y sin aviso se despeñaba en una catarata de erotismo esotérico que no pude ni quise remediar. Al final ni sé cómo acabará ni comprendo cómo he podido imaginar semejante delirio. No obstante hay algo que me engancha en ella y no puedo remediarlo. Es como si el mundo se pusiera patas arriba y se le cayera todo lo que es normal de los bolsillos.

EL SILENCIO


                 

 

                      EL SILENCIO

 

                            NOVELA

 

 

                   CAPÍTULO I                                                                                        

 

 

Su mujer estaba en el porche. Podía verla desde el camino de tierra, que unía la carretera comarcal a su finca. Había encendido un cigarrillo, pero al verle intentó bajar las maletas hasta el camino de gravilla, aunque parecían pesar mucho, porque las dejó donde estaban, con un gesto brusco. Aparcó a su lado, bajó del coche, abrió el maletero y se dispuso a hacerse cargo de las maletas.

 

-¿Está todo? ¿Has apagado las luces?

 

No recibió respuesta. Ella ni siquiera le miró. Colocó las maletas en el maletero y ambos entraron en el coche. Arrancó  sin echar ni una mirada a la, aún sabiendo que muy bien podría no volver a ella, los jueces acostumbraban a dejar el domicilio conyugal a las esposas en los casos de separación. En aquel hogar fue muy feliz, allí nacieron sus dos hijas y transcurrieron los mejores años de su vida, pero, mientras aguardaba en el ceda el paso para salir a la carretera general, solo pensaba en las tres horas que tenían por delante, hasta llegar a la cabaña que su amigo les había prestado. Iban a ser muy duras si ella seguía negándose a hablarle.

 

-¿Te importa si pongo la radio?

 

Ella se encogió de hombros, sin volver la cabeza, tenía la vista fija delante de sí como si un imán hubiera sujetado su “mirada de hierro”. Una buena metáfora si fuera escritor – pensó con desesperación-. Movió el botón del dial buscando una emisora con un programa interesante, agradecería una voz amiga que le ayudara a pasar el mal trago. No la encontró, en todas hablaban de famosos y sus frívolos problemas sentimentales. Las vacaciones hacían aún más fútiles y vacíos los programas de entretenimiento. Se disponía a cambiar, cuando al mirarla le pareció notar en su rostro una cierta expresión de interés en lo que estaban diciendo. Dispuesto a hacer cuanto estuviera en su mano para tender un puente sobre el abismo, levantó la mano y la colocó sobre el volante, apretándolo con enorme fuerza como si pudiera romperlo. Los dolorosos recuerdos acudieron a su mente una vez más, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, como un difunto que rememorara su fallecimiento, incapaz de hallar nada interesante en el más allá, ahora que deja atrás todo lo que alguna vez le había interesado;  así él se sentía impotente para encontrar algo atractivo en el tiempo que se prolongaba hacia delante, con la misma indiferencia que la raya continua de la carretera.

 

 

 

Nunca se puede situar en un punto concreto el nacimiento de los grandes problemas de la vida, a no ser que lo hagamos en el momento del nacimiento, pero si uno se viera obligado a hacerlo, ante la insistente pregunta de un psiquiatra, lo colocaría en el verano anterior. Fue por entonces cuando su mujer se vió obligada a renunciar a las vacaciones, ya que la empresa para la que trabajaba como directora de relaciones públicas le exigió amablemente que se quedara puesto que su presencia era imprescindible para rematar una fusión muy importante, que les daría la supremacía en su sector comercial.

 

Cuando ella se lo contó, con rostro compungido, no pudo dejar de pensar que su inevitable presencia seguramente tendría relación con su gran atractivo físico, capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa. No podía entender que los acuerdos comerciales no pudieran firmarse sin su presencia, su mujer era licenciada en derecho y doctora en economía, una lumbrera, pero totalmente desaprovechada en la empresa, donde si bien era cierto que recibía un substancioso sueldo, mayor del que pudiera percibir en la enseñanza o en un bufete mediocre de abogados, era más por exhibir su cuerpo, su simpatía y labia, aparte de su dominio de los idiomas, que por sus innegables conocimientos en derecho o economía.

 

 Él había esperado para pedir las vacaciones, pero viendo que el humor de su esposa no era muy bueno, si lo calificaba generosamente, y detestable si uno se dejaba de remilgos, se decidió a tomar unos días de vacaciones, y con las niñas se había acercado a una zona costera. Agobiado de playa decidió llevarlas a un campamento de verano, en la montaña. El se hospedó en un parador cercano y se dedicó a ver paisajes o hacer rutas de senderismo. Cuando el director del campamento le rogó que no viera tan a menudo a las niñas, porque sobre todo la pequeña le echaba luego mucho de menos y se volvía insoportable, se compró una tienda de campaña y marchándose del parador pasó el resto de la quincena dándole vueltas a la cabeza, acampado en hermosos paisajes montañosos.

 

 

Por fin se acabaron las vacaciones y regresaron a casa. Su mujer, a la que había dejado de llamar por teléfono, ya que siempre terminaban discutiendo, se encontraba aún de peor humor, si ello era posible. Por lo visto algún directivo había pensado que en vez de relaciones públicas era una especie de fulana de lujo. Cuando le puso en su sitio, con la firmeza de carácter que él conocía bien, se vio obligada a facilitarles diversiones sexuales para lo que tuvo que contactar con gente muy poco recomendable. Las niñas huían de ella como de la peste y él tuvo que soportar su cólera cuando una noche se puso cariñoso. El resultado fueron habitaciones separadas durante todo el otoño e invierno. Ni siquiera el buen éxito de la fusión empresarial trajo la reconciliación.

EL SILENCIO-INTRODUCCIÓN


EL SILENCIO
       Tomé el título para esta novela de la conocida película de Bergman, uno de mis directores favoritos. En su tiempo me impactó mucho y me ha seguido impactando en las siguientes revisiones.
          El silencio es la única de mis novelas totalmente seria sobre el mundo de la pareja, el amor, el desamor y el abismo de la soledad. No hay en ella ni una pizca de humor o de ironía. La inicié antes de descubrir mi faceta de humorista y con ella traté de llevar a buen fin una historia con estructura y estilo clásico, sin experimentaciones ni originalidades. Lo importante era la historia en sí, los personajes, la intensidad de los sentimientos  y la tragedia sin esperanza que supone toda vida humana.
           Después de muchos años de trabajar en ella aún no he conseguido rematarla, razón por la que me propongo ir subiendo capítulos a plazo fijo, para obligarme a finalizarla de una vez por todas.

LA VIDA ES PURA SENSACIÓN I


 

 

 

-Llamando a Alfa 02, conteste. Llamando a Alfa 02, conteste.

 

Alfa 02, un joven caucásico de rasgos suaves y agradables, se encontraba sentado frente al volante de su coche patrulla, un modelo aerodinámico en color blanco con franjas rojas como el utilizado por todos los patrulleros de Alfa T-1, la gran ciudad del noroeste del país habitada por cinco millones de cuerpos –que estos tuvieran alma o mente era algo muy dudoso para el joven patrullero- y situada en una árida estepa lejos del océano, más de cien leguas y de la cadena montañosa más cercana, unas 80 leguas –una distancia menor hubiera supuesto soportar los hedores de las gigantescas bañeras repletas de desechos en que se habían convertido las aguas marinas del planeta Tierra, las montañas no estaban mucho mejor, el turismo de riesgo, de moda las últimas décadas, había dejado valles y montañas transformados en repugnantes basureros donde pululaban los gusanos.

 

-Detective Smyte, conteste, por favor.

 

Era la dulce voz femenina, aunque con un tono de ternura y frialdad metálica allá en el fondo, que acababa despertando al oyente de su ensoñación de estar hablando con la más bella mujer de la historia femenina del planeta Tierra. Smyte continuaba devorando su hamburguesa mientras apuraba un trago de vez en cuando de su botella de plástico reciclable, llena con un líquido verdoso que pretendía ser un refresco. Estaba hambriento. Aquella mañana apenas tuvo tiempo de tomarse un café y una chocolatina en la máquina de la comisaría; de vez en cuando le sucedía que se sentía totalmente incapaz de levantarse del lecho y no solo cuando padecía de insomnio o la agradable gimnasia amatoria con una de las pocas mujeres que aún se atrevían a salir de su casa, le clavaban al lecho. Notaba cómo se iba contagiando del ambiente sonámbulo que flotaba en el aire de la ciudad, como suponía él sucedía en el resto de ciudades del país y del planeta, aisladas entre sí por leguas de basura putrefacta.

 

Sus habitantes permanecían en sus casas, encerrados detrás de puertas último modelo, a prueba de casi todo, excepto de las pistolas láser de los patrulleros. Sus mentes permanecían en perpetuo estado de ensoñación gracias a la variada y estimulante programación de la gran pantalla TX-24. El la utilizaba a veces. como todo el mundo, pero se sentía incapaz de aceptar una vida fetal, aislado de la dura realidad que les rodeaba, sin otro horizonte que una muerte placentera a su debido tiempo.

 

-Detective, ¿se ha quedado dormido?

 

La pregunta de Lucy, la chica favorita de todos los patrulleros, no era retórica. La delincuencia se iba apagando, al mismo tiempo que la gran pantalla TX permanecía encendida más y más tiempo, los patrulleros a veces se quedaban dormidos dentro de sus coches, el aburrimiento o el simple cansancio del día anterior les provocaban agradables siestas a las que ninguno se resistía. Lucy se veía obligada a despertarles, simulando la voz gruñona y enfadada de una esposa malhumorada a quien su marido no puede escuchar,  a pesar de su buena voluntad.

 

-Adelante Lucy, estoy devorando mi comida. ¿Ha ocurrido algo?

 

-No es una clave roja, repito, no es una clave roja, pero haría bien en terminar lo antes posible y dirigirse a la dirección que he comunicado a su ordenador de a bordo. Se ha recibido una denuncia sobre olores putrefactos en un piso de la Avenida Lesington; los vecinos temen por un hombre en el cuarto piso al que nadie ha visto en mucho tiempo. Todo parece indicar una clave Azul-1.

 

-Siempre tan optimista, Lucy. ¿Algo más?

 

Una vecina del segundo piso, puerta tercera le dará más detalles, es ella quien ha llamado.

 

-De acuerdo, dame cinco minutos y me pongo en marcha. Corto.

 

-Comunique incidencias. Corto.

 

Terminó su hamburguesa a grandes bocados, aunque con una cierta repulsión, Azul-1 era una de las claves más utilizadas, indicaba la muerte de un solitario en su piso, al que nadie echará de menos; su cadáver podría estar pudriéndose hasta el juicio final, a no ser que los vecinos tengan buen olfato y no padezcan fobias a comunicar a la policía nada que no les afecte directamente. De un trago apuró la botella de refresco y salió del coche dirigiéndose hacia un punto higiénico, la cartuchera bamboleante a su costado derecho dejaba ver la culataa nacarada en la que la luz del sol levantaba pequeños reflejos. La pistola ZX era el último grito en armamento para los cuerpos de seguridad, se trataba de una mezcla de pistola laser con la habitual pistola de ultrasonidos convenientemente puesta al día. Con ella se podía hacer frente a una numerosa pandilla, dotada de armas convencionales, sin el menor riesgo a recibir un rasguño.

 

 

No tardó mas que un par de minutos en llegar al punto higiénico. Las aceras estaban sembradas de estos modernos artilugios, que apenas se utilizaban ya. Los ciudadanos de Alfa T-1 no salían lo suficiente de sus casas como para que los centros higiénicos amortizaran su costoso precio. Smyte arrojó la bolsa con los restos de la comida por la gran boca metálica, situó sus manos sobre un pequeño lavabo metálico y oprimió un interruptor con la rodilla. Un chorro de desinfectante humedeció sus manos hasta las muñecas, luego una cálida brisa las secó casi instantáneamente. Iba a dirigirse a la parte trasera, donde estaba situada la puerta al interior del cubículo metálico, necesitaba descargar su vejiga, aunque no fuera urgente, cuando recordó que Lucy estaría cronometrando todos y cada uno de sus pasos, se pondría nerviosa como una ansiosa amante si superaba en un par de minutos el tiempo razonable para un código azul.

 

Regresó al coche, su gran altura proyectaba una alargada y frágil sombra sobre el asfalto a pesar de que el sol del cálido verano seguía encontrando serias dificultades para atravesar la capa de niebla contaminante. Ya en el interior colocó la palma de su mano derecha sobre un círculo blanco en el interior del volante, el coche se puso en marcha y el ordenador de a bordo pidió instrucciones con urgencia. Verbalmente le ordenó dirigirse a la dirección facilitada por Lucy. En manual, por favor, le pidió, le apetecía conducir o hacerse la ilusión de que lo estaba haciendo, aferrado al volante como si persiguiera al veloz vehículo de un sospechoso.

Continuará.

La vida es pura sensación- Introducción


 
 
                    LA VIDA ES PURA SENSACIÓN-INTRODUCCIÓN
 
     Esta novela la inicié hace algunos años, intentando ocupar mi mente en otra cosa que no fuera la trilogía de Omega. Me sentía bloqueado, la ciencia-ficción puede parecer un género sencillo pero es terriblemente complicado y difícil.
 
        La idea se me ocurrió al pensar que la vida del hombre moderno es una pura sensación, se buscan estímulos, cada vez más, cada vez más intensos, cada vez más absorbentes. No pensamos en otra cosa. Un poco de tiempo para conectarnos al ordenador, para ver la tv, para escuchar el mp3, para utilizar el móvil, para idear verdaderas canalladas, grabarlas y subirlas a Youtube.
 
          Partí de una idea muy sencilla. El futuro, planeta Tierra, el cambio climático, la contaminación, las epidemias que diezman a la población. Los gobiernos se necesitan cada vez más, se forma un gobierno planetario y se intenta salvar lo que se pueda. La población es muy pequeña, se crean cúpulas sobre las principales ciudades y se aislan del entorno. Al menos los recursos son suficientes para los escasos habitantes, el gobierno no quiere interferencias ni revoluciones ni nada que les desvie del camino. Para ello da panis et circensis, alimenta gratuitamente a la población y les da un circo mediático, les facilita una holovisión con infinitos canales interactivos donde cada cual puede encontrar su estímulo favorito.
 
     Con el tiempo la población se convierte en zombis que se pasan las horas muertas delante de la holovisión, sin salir de casa. Quedan los políticos, los cuerpos de seguridad, algún que otro ciudadano despistado, "no durmiente", y los grupos terroristas que pretenden dinamitar las cúpulas y hacer que la humanidad se enfrente a la realidad o perezca.
 
     Smythe es un joven que se aburre mortalmente patrullando la ciudad. Odia la holovisión y permanece despierto a cualquier precio. Nunca sucede nada, todo el mundo vegeta ante sus aparatos holovisivos, nadie se relaciona, la humanidad parece un cementerio.
 
      Así empieza la historia. Smythe comiéndose una hamburguesa de soja y unas patatas fritas de algas en su coche patrullero, eléctrico, unipersonal.  El ordenador de la ciudad hace su ronda de control y llaman a Alfa 2. Smythe contesta y reflexiona sobre la mierda de vida que le ha tocado vivir a su generación.
 
        Con esa idea tan simple comencé a trabajar, explicando lo sucedido, describiendo la ciudad, contando cómo funciona la holovisión y su poder hipnótico sobre personas sin esperanza y sin futuro. Algo tenía que suceder y se me ocurrió que Smythe detuviera a una terrorista, guapa y con mucha rabia en su cuerpo. Ella le convence de que escamotee la detención al ordenador y le permita convencerle de que es mucho mejor que la humanidad se enfrente a su apocalipsis que no permanezca hibernada en un cementerio durante siglos. Lo que ocurre a continuación aún no lo tengo muy claro. 

LOS PEQUEÑOS HUMILLADOS I


    

 

 

 

LOS PEQUEÑOS HUMILLADOS-NOVELA

 

 

                    A MODO DE PROLOGO

 

 

Dicen que los ancianos recuerdan mejor sus años infantiles que lo sucedido ayer. Tal vez sea cierto o puede que no, en mi caso el regreso al pasado es una obligación moral para conmigo mismo, puesto que mirar hacia el futuro es un suicidio volver la vista hacia atrás es pura lógica de supervivencia.

 

Con lo visto tan cansada que hasta mirarme en el espejo me obliga a lagrimear, he tenido que renunciar a la lectura, la gran pasión de mi vida. Aburrido hasta el hastío, en una cutre residencia de ancianos, solo me queda la mente y sus milagrosas cualidades, como los deseos cumplidos por un genio liberado de la lámpara maravillosa.

 


Con mi memoria, ayudada a veces por sus pizpiretas damas de compañía –la fantasía o imaginación y la caprichosa lógica de un -he decidido trasladarme a mi infancia, de la misma forma que lo haría un viajero en el tiempo en cuerpo mortal, solo que invisible para su entorno, no del todo para el niño que fui siempre, convencido de tener a su alrededor una presencia invisible que identificaba con el ángel de la guarda, ignorante de la prodigiosa capacidad que tienen a veces las mentes de los ancianos.

 


Me he abrigado bien para el viaje, en el tiempo y luego de mucho pensarlo he decidido caer en el tranvía traqueteante que me llevaba por primera vez al colegio aparecer en el pasillo de un vagón no como caído del cielo sino más bien del futuro.


Hale-Hop, comienza la función.

 

 


                                      LIBRO I

 


                       EL FIN DE LA INFANCIA

 


                                       CAPITULO I

 

 

 


                               LLEGADA AL COLEGIO

 

 

Puedo ver a un niño sentado junto al gran cristal de la ventanilla de un tren mirando hacia el exterior en dirección a la marcha. El tren es un tranvía traqueteante y el niño soy yo, tengo diez años, he nacido un 23 de abril -precisamente el día del libro, también el día en que se recuerda al gran genio, a Cervantes, un excelente presagio que no se ha cumplido- de un año que no voy a mencionar por coquetería de anciano o más bien por cabezonería. Estamos en plena época franquista, una etapa de castigo para este país de nuestros dolores que ha recibido muchos castigos y los seguirá sufriendo por sus muchos pecados sin purgar.

 


Bajito, como todos en aquellos tiempos de hambre y miseria, puedo verme las patitas de alambre asomando debajo de mis pantaloncitos cortos. Es otoño o más bien quedan unos días para que empiece. Tal vez estamos en la primera quincena de septiembre. Torso de muñeco y cabeza grande –siempre la he tenido muy grande- siempre la he tenido demasiado grande- pero bien proporcionada, cabello ligeramente rubio (un engaño de la naturaleza puesto que en mi juventud tuve el pelo negro, y estropajoso y más tarde calvo y grisáceo) y una expresión angelical en el rostro, de la que entonces no era consciente. Ahora que puedo verme a gusto, contemplarme desde fuera, como si estuviera presenciando el rebullir de una vida que me es completamente ajena, debo confesar que comería  a besos a aquel niño. Casi todos los niños están dotados por la naturaleza de esas cualidades físicas que atraen inmediatamente la simpatía de los adultos; aún más, diría que los niños están hechos por la naturaleza para ser amados por los adultos y quien sea incapaz de amar a un niño debe buscar algún defecto en sus genes o en su corazón. En algunos casos excitan el canibalismo, a mí me pasa con frecuencia en presencia de un niño, no podía ser menos ante la imagen del niño que fui.

 


Mi nariz, o más bien la pequeña y chata nariz del niño que un día fui, permanecía pegada con fuerza al cristal de la inmensa ventanilla del tranvía que nos llevaba, adentrándose en la árida meseta castellana, hacia un destino que deseaba y temía al mismo tiempo; en él esperaba llegar a convertirme en adulto, un paso decisivo que impedía retroceder en el camino de la vida y que me daría las riendas de mi destino. Ser adulto era una posibilidad que ocupaba casi constantemente mi mente infantil, esta posibilidad la utilizaba como amuleto contra todas las desgracias que caían o imaginaban acabarían cayendo sobre mi cabeza, eran tantas que huía de pensar en ello.

 

Era consciente de que a los adultos también les ocurrían cosas malas, pero pensaba que al menos ellos tenían el poder de decidir por sí mismos aunque estuvieran equivocados –los niños siempre estábamos equivocados- y a su alrededor muchas personas tuviéramos que sufrir las consecuencias de sus errores. Por otro lado tenía miedo de abandonar para siempre el caparazón de tortuga que era mi imaginación infantil, la desbordante fantasía donde me refugiaba cuando la vida se convertía en un animal especialmente carnívoro; entonces ese duro caparazón era muy efectivo contra las afiladas garras y los temibles dientes de ese animal multiforme que siempre me estaba acechando para atacar al menor descuido.

 


Dejar el caparazón y enfrentarme sólo, con mis propias fuerzas, a esa sociedad de carnívoros  que era la vida –al menos así lo sentía yo entonces- me producía tal angustia que estoy convencido de no haber abandonado nunca completamente ese caparazón prodigioso, mágico, capaz de ayudarme a sobrevivir en las circunstancias más terribles.

                                                                                                                                                  

LOS PEQUEÑOS HUMILLADOS-INTRODUCCIÓN


 
 
                     
 
 
    LOS PEQUEÑOS HUMILLADOS
 
                            INTRODUCCIÓN
 
 
         Puede que el título tenga reminiscencias de Dostoievski. Su novela, Humillados y ofendidos, fue una lectura muy impactante en mi juventud. Siempre estuve muy interesado en novelas los recuerdos de mi infancia y adolescencia, lo intenté en varios formatos sin que me satisfaciera del todo el resultado. Este es el primero que intenté, en tercera persona y como una narración clásica. Creo que ha llegado el momento de intentar rematar la historia, aunque puede que luego me guste más el segundo formato, en primera persona, en forma de diario y con el título de "Aventuras y desventuras del pequeño Celemín".
 
               Mis años interno en aquel colegio fueron muy duros, al menos así los recuerda mi memoria. Lo más duro de todo fue la soledad, luego la disciplina estricta de aquellos años de la dictadura franquista, la década de los sesenta. Los estudios eran también duros pero a mí se me daba bien estudiar, gracias a ello conseguí una beca y pude permanecer en aquel colegio, muy por encima de las posibilidades económicas de mis padres. También hubo cosas muy buenas, el futbol, el deporte en general, los paseos por el campo, etc.  Tal vez lo más oscuro de aquellos años siga siendo para mí la represión, religiosa, ideológica, sexual y de todo tipo que tuvimos que sufrir los alumnos de un colegio que a pesar de su modernidad arquitectónica, su lujo, su comodidad, dispensaba una educación bastante carca y represora. No voy a decir nombres, ni a situar la historia en un lugar concreto. Lo importante es lo que ocurre y no donde sucede.
 
 
  NOTA DE ADVERTENCIA: Las fotos que subiré para ilustrar la historia nada tienen que ver con el colegio donde yo estudié. La historia que se cuenta en esta novela es en parte ficticia y en parte absolutamente verídica. Dejo que el lector decida lo que considere conveniente respecto a las escenas reales, menos reales o ficticias.
 

Diario de Ermantis I


DEL PLANETA OMEGA – LIBRO TRILOGÍA DEL PLANETA OMEGA

TRILOGÍA DEL PLANETA OMEGA

I

DIARIO DE ERMANTIS

Diario de Ermantis I

DEL PLANETA OMEGA – LIBRO PRIMERO

                D I A R I O   DE ERMANTIS

                 CAPÍTULO I

Mi nombre es Ermantis que en la antigua lengua de los habitantes de las Montañas Negras, los oromantios, viene a significar, en traducción libre, algo así como «Hijo de la montaña». Mis padres, Eunis y Eraia, lo tomaron prestado de un antiguo manuscrito oromántico que los granjeros rebeldes conservaban con veneración religiosa en un refugio secreto solo conocido por el sumo sacerdote ( mi abuelo materno) y los guardianes de la antiquísima creencia en la Mente Universal. El abuelo, Arminias, era un ser extraordinario en todos los aspectos pero el que a mi más me atraía era su facilidad para narrar historias y leyendas tan antiguas que ni el mismísimo HDM-24 guardaba en sus bases de datos. Fue una verdadera lástima que nuestras granjas estuvieran tan separadas y que mi padre padeciera de misantropía, era tan raro que los granjeros le llamaban «El hombre invisible» porque nunca se le veía ni el pelo ni el resto del cuerpo. Me hubiera gustado disfrutar mucho más de la compañía del abuelo pero éste ya era muy anciano y le costaba moverse de la granja y mi madre estaba demasiado ocupado con las dura tarea de mantenerla en pie para atender a mis peticiones de visitarle.

En cuanto a «H» -así llamaban abreviadamente a HDM-24 la más portentosa inteligencia artificial imaginada por seres inteligentes- formaría parte de mi vida hasta extremos impensables para cualquier omeguiano. A la muerte de Eunis, mi padre, dejaría en la granja a mi madre y a mi hermanita, Aline, para ir de visita por primera vez a Vantis, la capital planetaria. En mi corazón abrigaba amargos deseos de venganza que «H» se encargaría de transformar en amor, un sentimiento sin sentido cuando se trata de una inteligencia artificial pero no adelantemos acontecimientos.

Han pasado más de trescientos años desde que viera la luz en la granja La vieja Ahrma, así llamada en honor a la hembra de caeros regalada por los abuelos y que llegaría a ser un miembro más de la familia. El tiempo puede modificarlo todo, hasta la solidez de un planeta. Omega sufrió un cataclismo imprevisible, ahora todo el planeta se encuentra cubierto por una gruesa capa de nievo. No se trata de una glaciación temporal sino de la muerte irreversible de un organismo vivo -al menos eso fue siempre para mi Omega- en el que ya no queda más vida que unos cientos de omeguianos enjaulados en el subsuelo alrededor del gran laboratorio construido por «H» para los locos que han decidido quedarse y buscar el milagroso cambio genético que les permita seguir viviendo sobre la superficie.

No quieren abandonar su hogar y eso es comprensible, casi tanto como mi actitud de esperar la cercana muerte en la misma tierra que me vio nacer. La posibilidad de que me encontrara a bordo de una nave en cualquier rincón del universo, entre estrella y estrella, era de todo punto impensable. Así lo entendió también «H» que aceptó construir un refugio subterraneo dotado de un gran laboratorio para todos los que quisieran quedarse. Con tiempo suficiente previó lo que se avecinaba y preparó la evacuación de todos los omeguianos que ya se encuentran lejos, navegando en una poderosa y numerosísima flota, camino de un nuevo hogar. No todos los que se han quedado son viejos y sin familia como Ermantis, algunos jóvenes matrimonios y sus hijos junto con un grupito de maduros solitarios tomaron la arriesgada decisión de quedarse e intentar un nuevo futuro para sus hijos aunque ello supusiera echar abajo el imposible metafísico de la adaptación de sus cuerpos a un planeta helado.

Omega significa en lengua oromantia «Madre de todos». Desde hace milenios ha sido el planeta más envidiado del cuadrante 2NC, único habitado por vida inteligente. Al menos a esa conclusión han llegado los numerosos exploradores que se atrevieron a pasar las puertas imaginarias de las estrellas gemelas de Arian que dan acceso al universo desconocido. Su clima templado, ideal para casi todas las razas de seres inteligentes que habitan el cuadrante, le conviertieron en el planeta turístico por excelencia. Los omeguianos vivieron muchos milenios del facil trabajo de ser amables con sus visitantes hasta que la acumulación de riqueza y el lógico deseo de dejar un estado servil les llevaron a diseñar a HDM-24, la inteligencia artificial más ambiciosa diseñada por las civilizaciones inteligentes conocidas. En un principio tenía como misión la de encargarse de facilitar a los omeguianos una vida de ocio total, lo que significaba preocuparse de la alimentación, vivienda y la regulación de las estructuras sociales que permitieran a todo el mundo disfrutar de una vida tranquila haciendo lo que cada cual quisiera. Para ello se diseñó un complejísimo programa que le permitiera buscar las mejores fórmulas para solucionar los grandes problemas que alcanzar esta meta iba a generar y entre los que no era el menor de todos organizar un mecanismo de defensa muy poderoso que permitiera rechazar las invasiones que indefectiblemente se iban a producir, al menos por parte de los noctorianos.

El bunquer construido por «H» está a más de dos omeg, medida de longitud que viene a ser lo que medía una vieja nave interplanetaria. Está compuesto de un enorme laboratorio en forma circular con dormitorios y comedores en un círculo externo. Un estrecho y largo pasillo comunica con los hangares de las naves que están preparadas para la evacuación del resto de omeguianos en cuanto se de la orden. Unos gigantescos ascensores pueden colocar estas naves en la superficie en apenas unos minutos y de allí despegarían verticalmente sin la menor complicación aunque la tormenta generara vientos huracanados. Mi pequeño cubículo está justo al lado de la entrada a ese pasillo. Ormis, el comandante científico, me obligó a ocuparlo por si en el último momento cambiaba de opinión y decidía unirme a ellos. El no cree en milagros pero decidió quedarse para echarles una mano y cuidar de su viejo amigo. Otra de las razones para obligarme a aceptarlo es la conocida misantropía que continúa siendo la cualidad más llamativa de mi carácter. Nadie pasa por aquí excepto los técnicos de mantenimiento que revisan las naves cada dos o tres meses. El cubículo es tan pequeño que no podría recibir a más de tres visitantes a ala vez. Aquí duermo y me traen la comida una vez al día, otro detalle de Ormis con su viejo amigo. Aprovecho mi tiempo grabando mi diario en una grabadora holográfica regalo de «H» con el encargo expreso de escribir un diario de mi vida que ayudara a las futuras generaciones a rehacer Omega allí donde estuvieran. No pude dárselo al capitán de la flota principal de evacuación pero les llegará a través del espacio gracias a la tecnología que «H» puso a mi disposición antes de desaparecer.

Un cadáver en la carretera I


 

INTRODUCCIÓN

Un cadáver en la carretera es mi primer intento de escribir un thriller. Se trata de una novela corta y esa debe ser la razón de que consiguiera terminarla. Son muy pocas las novelas que he conseguido rematar, tal vez porque no tengo muchos alicientes para acabar historias que me entretienen. Esta historia es un experimento, todo en ella fue nuevo para mí al escribirla. Hoy no la escribiría así, por supuesto. Hay muchos fallos y no me convence, pero me divertí escribiéndola, a pesar del delirio erótico que fue el germen de la historia y que me recuerda a los delirios de los enfermos mentales. Tal vez por eso no me acaba de encajar la historia, el personaje parece normal y la chica tiene todas las características de una psicópata, pero al final uno se pregunta si el personaje normal lo era tanto. Creo que voy a corregirla y escribirla conforme la vaya subiendo, aunque hay cosas que no pueden ser cambiada sin cambiarlo todo.

UN CADÁVER EN LA CARRETERA

¡Solo con el sexo hay ya bastante…pero no lo comprendéis!

Feodor Pavlovitch a sus hijos en Los Hermanos Karamazof de Dostoievski.

PRIMERA NOCHE

I
EN LA CARRETERA

Un coche taladrando el largo túnel de la noche. Los faros iluminan tenuemente un asfalto desnudo, cortado a cuchillo por la infinita raya blanca. En el interior suena una agradable música de piano.

Al conductor le gustaría tener al lado una bella mujer, a la que susurrar a la oreja:

¡-Qué enrollado es este George Winston!, más que tocar las teclas del piano parece tocar las fibras del alma.

Quien así piensa es un joven, de unos treinta años, delgado, alto, con un algo en la expresión de su rostro que parece gustar a las mujeres. En ellas está pensando ahora precisamente. Es un buen informático, un programador al que se rifan las mejores empresas. Eso le ha permitido conseguir en pocos años aquello para lo que otros necesitan una vida entera, si es que llegan a ello: un piso lujoso en la ciudad, un extraordinario deportivo y una casita con jardín en una recóndita cala del sur.

Está liado con una mujer casada, una estupenda señora diez años mayor que él a quien conoció hace un par de meses, cuando su marido le contrató para informatizar su empresa. Ambos están muy encoñados, como se dice vulgarmente. La cama es su gran lugar de encuentro, en realidad casi el único porque en todo lo demás difieren mucho; tanto que él está pensando en el momento de la ruptura. Ese es precisamente el motivo de que viaje solo. No acostumbra a hacerlo, le suelen acompañar atractivas mujeres a las que invita ?a su casita de la playa?.

Ha decidido tomarse unas vacaciones, aprovechando un bajón en los contratos que no faltan a lo largo del año, para meditar sobre el próximo paso a dar con su amante. Los seis empleados de que consta su reciente y flamante empresa se harán cargo de lo que vaya surgiendo sin muchas dificultades, ha escogido buenos profesionales, en su mayoría amigos y puede fiarse de ellos como de sí mismo.

* * *

La música sigue sonando. Tá. Tatata.tá.tatata. tata.

Le encanta viajar de noche, algo que tiene su riesgo, pero que asume encantado, de alguna manera siempre le gustó la aventura, el azar que se cruza en el camino. La carretera tiene poco tráfico; puede poner las luces largas y acelerar un poco en las rectas; reducir en las curvas o cuando ve dos puntitos a lo lejos, las luces de otro coche al que es un placer seguir en su aproximación mientras sigue sonando esa deliciosa música de piano. Es como un viaje en el tiempo, por un negro túnel, se van atravesando nuevas dimensiones que conducen a mundos ignotos y maravillosos, tal vez solo los mundos creados por la imaginación, pero ¡qué hermosos son Dios mío!

La línea blanca, en el lomo de la cebra negra, se extiende hasta el infinito, la mirada perdida en ensoñaciones. Tal vez alguna escultural extranjera se acerque a bañarse a la recóndita cala donde le gusta bañarse y tenga ocasión de invitarla a comer una deliciosa paella en casa con un vino de su exquisita bodega. Es un gran cocinero, también habla idiomas ?inglés, francés, se defiende en italiano- y tiene fama de buen amante entre las mujeres con las que se ha acostado. Esta vez ha elegido la soledad para plantearse la ruptura con su amante, pero no cree que pueda aguantar solo más allá de unos días. Sino hay nada interesante en la cala se acercará a alguna de las playas cercanas, más frecuentadas, siempre acabará por caer en sus redes alguna ingenua dependienta, obnuvilada por su deportivo y sus maneras elegantes. Sexo sin complicaciones, una buena lectura fácil, nada de joycismos o proustismos, tal vez una buena novela negra, un thriller, algo nuevo de ciencia-ficción o recurrir a Le Carré, aún le queda alguna novela por leer. Un cigarrillo en la arena a la luz de la luna con un sorbo de buen escocés oyendo el rumor suave del oleaje. Unas costillas a la parrilla. Si anhela soledad puede decirle a la dependienta o a la extranjera que se marchen; si desea sexo placentero, unas ardientes caricias sobre la arena. Ha tenido suerte en la vida pero también se lo ha currado en largos días de quince y hasta veinte horas.

* * *

-¿Qué es eso? ¡Dios mío! Parece el bulto de un hombre, agazapado sobre el asfalto.

Frenazo. Chirrían los neumáticos. Consigue detenerse a un par de metros del bulto. Respira con dificultad durante un par de interminables minutos hasta que se decide a bajar del coche. Ha tenido suerte. De haberlo atropellado se pasaría la mitad de las vacaciones por comisarías y juzgados. Antes de tocar el cadáver ?ahora está seguro porque su inmovilidad es absoluta y a la altura de su estómago rezuma un líquido viscoso que solo puede ser sangre- busca la bayeta, ha leído demasiadas novelas policiacas para que la idea haya surgido espontáneamente. No quiere dejar huellas en su ropa, la imaginación de los investigadores podría desbocarse. Con la bayeta le da la vuelta suavemente, es la cara de un hombre mayor, de unos sesenta años, la que tiene frente a sí, a la luz de los faros. Un rictus de sorpresa y miedo le atraviesa la pétrea expresión de hombre duro.

Tal vez esté novelando, ¿quién me dice que yo no tendría esa misma expresión con un tiro en el vientre… y otro en el pecho… en el corazón? Esto es algo muy feo, será mejor que llame a la policía…Pero de forma anónima o me amargarán las vacaciones. ¿Bastará con la bayeta tapando el móvil? Creo que ahora tienen aparatos capaces de analizar una voz como si fuera una huella digital.

Vuelve al coche y saca el móvil de la guantera. Cuando está buscando el teléfono de emergencias de la policía y se dispone a marcar una sombra surge unos cincuenta metros más allá desde detrás de unos arbustos en los que ni siquiera se había fijado. Se queda paralizado.

-Lo que me faltaba, ¡Dios mío!, venir a morir en el mejor momento de mi vida, en mitad del luminoso túnel del tiempo. Pero parece la figura de una mujer. Puede ser la esposa, que ha conseguido esconderse… No, no puede ser, es demasiado joven… pero eso no significa nada…

La duda que martillea su cabeza se resuelve en un par de segundos. Subir al coche y acelerar a fondo o esperar a la mujer. Vence la mujer. La muerte también es mujer. Digamos que vence la más joven.

Según se va acercando hasta el coche puede verla mejor. Sin duda es joven, tal vez de su edad, alta, largas piernas, una faldita corta rasgada brutalmente, la blusa en jirones deja ver unos hermosísimos pechos, a su boca acude un torrente de saliva. Mira su rostro, ovalado, casi perfecto, piel suave, ojos claros, tal vez azules. Tiene la expresión de una niña grande que aún desconoce qué hay en el fondo de la vida. Pero puede que esa sea una visión superficial y equivocada de aquel hermoso rostro, porque hay algo en él que le recuerda a un demonio. Es cierto que no ha visto ninguno, pero si lograra quitar la suavidad de esa cara, borrar esa artificial máscara angélica…entonces tal vez pudiera conocer el rostro desnudo del mal…Abandona horrorizado ese pensamiento. Es tan solo la sorpresa, el miedo, la situación totalmente inusual. La mujer hace ademán de desmayarse pero luego consigue recuperarse.

Sin duda ha sido violada. Han matado al marido y la han violado a ella. Es posible que los asesinos no anden lejos, buscándola.

Lo que menos desea es verse metido en un espantoso lío que podría terminar de forma sangrienta. La vida es lo que uno más aprecia porque todo lo demás se sustenta en ella. La integridad de su pellejo es para él lo más importante en aquellos momentos, pero no puede dejar allí a una mujer en aquel estado y menos a una mujer tan atractiva. Corre a su encuentro, sujetándola, con el brazo izquierdo en su hombro la ayuda a llegar hasta el coche.

-¿Cómo se encuentra usted, señora? No se preocupe la llevaré en el coche al primer hospital que encontremos de camino.

Ella no responde, parece hundida en uno de esos abismos inconscientes donde se refugian las personas cuando sufren traumas que no pueden afrontar con toda la consciencia, no al menos de momento. La ayuda a sentarse, tiene que sujetar sus piernas, doblarlas y acomodarlas como puede en el escaso espacio que deja el asiento. Al hacerlo contempla en toda su bella desnudez la longitud de aquellas hermosas piernas hasta los muslos que aparecen al descubierto entre los jirones de la falda. Observa con pudoroso sobresalto que no lleva bragas. Pero no tiene tiempo para el morbo, es preciso salir de allí cuanto antes. El cadáver sigue en la carretera interrumpiendo el paso. Busca en la guantera unos guantes viejos que suele ponerse para cambiar una rueda o manipular en el motor en caso de avería y enfundándoselos rápidamente se dirige al cadáver y lo arrastra hasta la cuneta sujetándolo por los brazos. Solo cuando queda invisible desde la carretera comprende porqué se había puesto los guantes. Como gran aficionado que es a la literatura y al cine policiaco, en un caso como aquel ha actuado como uno de sus personajes, lo mejor es permanecer al margen dentro de lo posible, sus huellas dactilares en la ropa o en la piel del difunto podrían traerle serios problemas.

* * *

Se apresura a subir al coche y arranca. A lo lejos, al salir de una curva que conoce muy bien, los faros de un coche anuncian su presencia allí en un par de minutos. No es conveniente que nadie les pueda ver allí parados, la gente recuerda muy bien lo que no debería recordar; por ejemplo un coche deportivo descapotable estacionado en el lugar donde antes o después aparecerá el cadáver. Acelera y sacude a la mujer con fuerza. Quiere enterarse de lo ocurrido, al mismo tiempo piensa que debe hacerla reaccionar de alguna manera.

-¿Entiende lo que le ha pasado?, ¿quiere ir a una comisaria o prefiere que la lleve directamente a un hospital?

La mujer curiosamente reacciona a estas palabras como si le hubiese picado un escorpión.

-No por favor, aún no. No quiero ver a nadie. ¿No puede llevarme a algún sitio donde pueda ducharme y arreglarme? ¿Conoce algún hotel cercano que sea discreto? ¿No vivirá usted por aquí cerca?

Habla a ráfagas, su obsesión es ducharse y arreglarse. Bueno, no resulta tan raro, en todas las películas que tratan temas de violación lo que más le urge a una mujer violada es bañarse, rascarse la piel como si llevara pegada a ella la vergüenza del brutal acto. Sí desde luego, lo mejor será llevarla a un sitio tranquilo donde se pueda bañar y cambiarse de ropa, luego, más relajada podrá decidir lo que desea hacer. Pero ?se sobresalta ante la posibilidad- en las películas al bañarse se destruyen todas las pruebas de la violación, los rastros de semen, de cabellos o de piel del agresor y de esta manera luego resulta muy complicado probar la violación en el juicio. No siente el menor deseo de acompañarla a una comisaría, pero en el fondo es lo mejor, cualquier otra conducta complicaría aún más las cosas. Lo mejor es denunciar el asesinato y la violación, le obligarán a declarar y le citarán como testigo, tal vez le molesten varios días con interrogatorios pero al fin la pesadilla habrá acabado, se verá libre de más problemas.

-Si quiere denunciar tal vez lo mejor es que vayamos directamente a comisaria. Allí será atendida por gente especializada y sabrán cómo evitar que las pruebas contra el agresor se pierdan. Si usted se baña podrá destruirlas. Perdone que le hable así, imagino por lo que está pasando pero si ahora toma una decisión equivocada puede que ya no tenga solución más tarde cuando se encuentre más tranquila para decidir.

-No por favor, a comisaria, no. Y a un hospital tampoco, al menos de momento. ¿Vive usted por aquí?. ¿No podría llevarme a su casa un momento?. Su mujer lo entenderá.

-No estoy casado… Está bien, tengo una casita cerca de aquí, en una cala solitaria, apenas unos treinta kilómetros. Podemos llegar allí en menos de media hora. ¿Qué le parece?

-Muy bien, lléveme con usted, por favor.

-De acuerdo. ¿Pero no cree que debemos dar cuenta del lugar donde ha quedado el cadáver de su marido. ¿Se trata de su marido, no es así?. Llevo un teléfono móvil en el coche. Puedo llamar ahora mismo.

-No por favor, se lo pido por favor, no lo haga.

-Pero porqué, si es su marido, antes o después se sabrá todo y usted se verá en un problema para explicar porqué no dio cuenta de que su marido quedaba en la carretera.

-Es que no se trata de mi marido y me vería metida en un buen lío.

-De acuerdo, pero puedo llamar como un ciudadano anónimo que ha visto a un hombre tirado en la cuneta. Daré datos para que puedan localizarlo y colgaré.

-Pero ellos descubrirán quién ha llamado rastreando todas las llamadas a comisaría. No lo haga, por favor.

Tanta prevención le estaba empezando a resultar sospechosa. Una idea terrible le asaltó como el primer relámpago de la tormenta cercana. No le resultaba creíble que una mujer en su estado fuera capaz de mentir como una portentosa actriz, con tan indudable talento, pero a veces la vida nos obliga actuar así. ¿Y si fuera ella la asesina?. Podría haberle disparado a aquel hombre y luego fingir una violación, tan solo con quitarse las bragas, desgarrarse la ropa y actuar como alguien traumatizado; nada difícil para quien acaba de matar a un ser humano. Por cierto, no se ha fijado en que la mujer lleva el bolso al hombro, aferrándose a él como si le fuera en ello la vida. Ninguna mujer violada se preocuparía de su bolso…ninguna de las que él conoce.

Continuará

UN CADÁVER EN LA CARRETERA-INTRODUCCIÓN


 
 
 
 
 
                      Me apasiona el género negro, la novela detectivesca, por eso he intentando escribir algo en este género, aunque me resulta mucho más dificil de lo que esperaba. Es un género extremadamente complicado. No obstante logré rematar mi primera novela breve, Un cadáver en la carretera, y estoy escribiendo una serie de relatos  breves sobre un personaje anónimo, un detective muy cínico y peculiar.
 
         Comenzaré a subir Un cadáver, intentando mejorarlo y visualizarlo con imágenes.

PLANETA OMEGA-INTRODUCCIÓN


  






         PLANETA OMEGA, TRILOGÍA DE CIENCIA-FICCIÓN


                              INTRODUCCIÓN


         Es la primera novela que comencé a escribir, allá a mis dieciocho años, tal vez por el año 1975. Entonces se titulaba "El planeta de los vampiros". Llevo décadas intentando rematar esta trilogía. He llenado cuadernos y libretas con esbozos de personajes, de capítulos, pero no hay manera de que pueda finalizar, ni siquiera la primera parte, "Diario de Ermantis".

        La trilogía se compone de tres novelas, en la primera, Diario de Ermantis, un anciano de más de trescientos años, Ermantis, nos relata cómo fue su vida, hasta llegar a presidente del Consejo Planetario de Omega y cómo este planeta finalizó su andadura para la vida.

         La segunda parte se titula "Espes" y en ella un joven asume la tarea de evacuar a los últimos habitantes de Omega, antes se había producido un gran éxodo y los que permanecieron hasta el último momento intentaron con todas sus fuerzas volver habitable el planeta, aunque para ello tuvieran que modificar su estructura biológica. Fue inutil. De aquel desgraciado experimento quedaron dos grupos de vampiros o de seres que se alimentan de energía, los vampiros "positivos o buenos" y los "negativos o malos", comandados estos últimos por el retorcido Nector.

      En la tercera parte los "buenos", comandados por Espes, arriban a un planeta habitado y donde hay alimento suficiente para los buenos, aunque es mucho mejor despensa para los malos. Descubrirán que los esbirros de Nector han llegado antes que ellos y están organizando una buena en ese planeta, al que sus habitantes llaman Tierra. Nada más sencillo que manipular a los terrestres para que permanezcan en un estado permanente de odio entre sí y de guerras constantes. De esta manera ellos pueden alimentarse de estas energías negativas. La llega de Espes cambiará la situación provocando una guerra invisible para lograr que la especie humana se decante por el bien. De esta manera los buenos podrán alimentarse de energías positivas al tiempo que ayudan a la evolución de esa especie.

       ¿Dónde está el resto mayoritario de la raza omeguiana que fue evacuada al comienzo del apocalipsis de Omega? Esa es la sorpresa final que tal vez requiera un cuarto libro, transformando esta trilogía en tetralogía.
                                       

LA LLEGADA


 

    

               CRAZYWORD I

                  LA LLEGADA

 

Desperté, o más bien volví en mí, en plena noche. Me encontraba atrapado entre los hierros de un coche, que supuse mío. Aunque más bien debería decir que se trataba de un acordeón sin techo –era un deportivo descapotable-  directamente empotrado en el grueso tronco de un árbol.

 

No recordaba nada. Deduje que yo era el conductor, que me gustaba correr y que el accidente era estadísticamente muy probable. Pero lo que realmente urgía era salir de allí. Di una orden a las piernas y estas se movieron –menos mal- utilicé brazos y dientes para desprenderme del airbag y culebrear hasta que terminé en el suelo, primero la cabeza y  luego la espalda.

 

A pesar del terrible vacío que notaba en el interior de mi cráneo, una tímida lucecita se encendió en mi cabeza. Lo importante era alejarme del vehículo accidentado, porque éste podía explotar, aunque si no lo había hecho ya, era posible que no lo hiciera en el futuro.  ¡A ver quién es el guapo que se juega su vida a una suposición!

 

Me arrastré como pude por el suelo mullido del bosque hasta llegar a una distancia prudencial. Allí me senté, apoyándome en el tronco de un árbol y recapitulé lo ocurrido. Seguía sin recordar nada. Estaba vivo. Cierto, ¿pero estaba bien? Me dolía todo el cuerpo. La cabeza era una pelota de baseball golpeada una y otra vez por el bate. Por el rostro se deslizaba una sustancia viscosa y repugnante. La palma de mi mano derecha tocó la piel con cuidado. A la escasa luz de los faros del coche, que aún seguían encendidos, pude comprobar que era sangre. Para cerciorarme más pasé la lengua. Desde luego no era gasolina.

 

Así pues urgía encontrar ayuda. Me levanté haciendo un esfuerzo ímprobo y seguí la carretera, pensando que al menos pasaría alguien, de vez en cuando… No pasó nadie. A mi derecha pude ver un letrero mohoso que decía: “Crazyworld”.  Un camino de tierra supuestamente conducía al mundo loco que esperaba fuese mi salvación.

 

Al fondo, entre los árboles, titilaba una lucecita lejana. Cada vez me encontraba más débil y la masa viscosa no dejaba de moverse lentamente por mi cara. Tambaleándome me moví en aquella dirección… No sé cuánto tiempo transcurrió, ni si me desmayé en algún momento. Finalmente llegué a un muro de piedra, con una verja metálica. Estaba cerrada. Me así a ella y respiré anhelosamente.  A mi derecha pude ver una luz roja parpadeando. Tardé en darme cuenta de que se trataba de un timbre. Puse mi dedo en él y esperé…y esperé… hasta que caí redondo al suelo.

 

        

INTRODUCCIÓN


  
 

Crazyworld es la novela de los locos. En este caso son millonarios locos, lo que ayuda mucho a las situaciones humorísticas. Esta es una novela humorística, aunque con momentos serios y hasta muy dramáticos, yo diría que trágicos. En ella mi personaje humorístico, el doctor Sun, discípulo de Jung, hace su primer papel «serio», es un decir.

      Noy voy a presentarles ahora a todos los personajes de la novela, ya los irán conociendo y cuando sea preciso confeccionaré un índice, para que no se pierdan.

      Pretendo darles una imagen, más o menos aproximada, de cómo es Crazyworl, sus edificios y entorno, y de cómo son sus personajes. Iré subiendo fotografías conforme vaya encontrando parecidos razonables. 

        Intentaré al menos subir uno o dos capítulos mensuales, si pueden ser más, mejor. Espero que la disfruten tanto como yo al escribirla, lo que ya sería mucho, muchísimo. Que ustedes lo pasen bien.